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Libro II

De la disposición rhetórica



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Capítulo I

De la naturaleza de la disposición rhetórica, y de sus partes


1. Disposición rhetórica, es la colocación de las partes de la oración, ordenadas según conviene para persuadir.

2. Estas partes a lo más pueden ser seis, exordio, narración, proposición, confirmación, rechazamiento, i peroración; de las quales la primera, que es el exordio, sirve para conciliar la voluntad; la última, que es la peroración, para moverla; i las otras quatro, para enseñar lo que conviene persuadir.

3. El orden de las partes referidas, o es natural, o artificial.

4. Orden natural es aquel en que las partes mencionadas se colocan según la seguida con que se han nombrado.

5. Orden artificial es aquel que se aparta del natural, si lo pide la naturaleza de la causa.

6. El orden hace que las cosas se oyan de mejor gana, i se figen más en la memoria. En el que habla arguye inteligencia de lo que dice; i en el que no le observa, ignorancia. I mucho mejor persuade el que sabe lo que dice, i cómo, que el que no lo sabe.

7. La proposición i la confirmación son dos partes necessarias de la oración. La proposición descubre la conclusión principal de la oración; la confirmación, las razones con que se sostiene. La proposición es parte necessaria, no separada; porque siempre es necessario que se proponga algo, o bien en el exordio, o después dél.

8. El exordio i la peroración no son partes necessarias de la oración. Pero, si se considera la flaqueza de los hombres, que muchas veces no se mueven por razón; son necessarias para que la oración sea eficazmente persuasiva; porque en el exordio, i en la peroración, se mueven los afectos.

9. El rechazamiento es como un apéndiz o añadidura de la confirmación; pues quita los reparillos, que ai contra la razón, para que no se tropiece en ellos, ni embaracen el curso de la persuasión. Por esso los antiguos, juntando la confirmación i el rechazamiento, llamaron a una, i otra, contención, o contienda; porque son las dos partes sobre que se contiende; i contendor, al abogado.

10. Esto supuesto, el exordio concilia la voluntad; la proposición, la narración, i la contención, enseñan; la peroración mueve el ánimo; i aquél guarda el orden natural que empieza diciendo algo, antes de entrar en el assunto, disponiendo el ánimo para él; después refiere lo que es del caso; inmediatamente señala el estado de la oración; después se ocupa en confirmar sus razones i rechazar las del contrario; i últimamente concluye i perora. Las circunstancias enseñan quándo conviene observar o variar el orden de las partes; o omitir algunas de las que no son necessarias.




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Capítulo II

Del exordio


1. Los materiales de la oración que, como hemos visto, son los pensamientos para mover i ganar la voluntad de los oyentes; i las pruevas sacadas de lugares comunes; i los afectos que animan la oración; se distribuyen i se colocan en las partes de ella que les corresponden, como mejor conviene al fin de persuadir. I assí iremos tratando de cada una de las partes, diciendo lo que en ellas se puede i se deve hacer.

2. Empezando pues por el exordio, llamado en griego proemio, este es el principio de la oración, en el qual se apunta el fin de ella, i se dispone el ánimo del oyente para lo que se ha de decir.

3. Los exordios son varios según es la causa. Ésta, o es honesta o torpe; cierta o dudosa; baja o humilde; clara o oscura.

4. Causa honesta, es aquella que tiene de su parte la lei divina, debajo de la qual se comprehende también la lei natural; i la lei humana conforme a la divina, o a lo menos no contraria a ella; i por consiguiente merece tener favorable el ánimo del oyente bien intencionado, sin que sea necessaria persuasión alguna.

5. Causa torpe, es la contraria de la honesta.

6. Causa cierta, es la que tiene de su parte la certeza de la honestidad o decoro. Dudosa, es la que tiene parte de honestidad, i parte de torpeza, como castigar Tarquinio a su hijo por aver faltado a la diciplina militar, pareciendo el castigo capital de parte de un padre, cruel; i de parte de aver faltado el hijo al rigor de la diciplina militar, justo.

7. Causa baja, o humilde, es aquella en que se trata de una cosa que a primera vista parece vil, i abatida, como de limpiar las alcantarillas, o de cosa de poca monta.

8. Causa clara, es la que es fácil de comprehender.

9. Causa oscura, es la que el oyente entiende dificultosamente, no por culpa del orador, o suya; sino por la naturaleza misma de la causa poco perceptible.

10. En la causa honesta abiertamente se solicita la benevolencia, atención i docilidad; i este género de exordio se llama principio.

11. En la causa torpe el orador se insinúa con arte en el ánimo del oyente, i le dispone para que oya; i este género de exordio se llama insinuación. Bien que alguna vez también se usa de la insinuación en la causa honesta, o quando el oyente está cansado de oír, o persuadido de los que hablaron antes, o preocupado de la passión.

12. En la causa dudosa se usa de principio tomado de la naturaleza de la misma causa, por la parte que tiene de honestidad.

13. En la causa baja, o humilde, se puede dar alguna desculpa por emprender tal assunto, i recitar algunos egemplos de los que emprendieron tratar de causas semejantes.

14. En la oscura, incita la misma oscuridad a hacerla clara i comprehensible.

15. En la baja, se ha de procurar conciliar la atención; en la oscura, la docilidad.

16. Respeto de los tres géneros de decir también son varios los exordios.

17. En el demonstrativo, o exornativo, se pueden tomar los exordios de cinco lugares, o fuentes de decir, que son la alabanza, el vituperio, la persuasión, la dissuasión, i aquellas cosas que hacen relación al oyente.

18. En el exordio del género judicial se pueden considerar quatro lugares; porque se dispone el ánimo del oyente como con ciertos remedios tomados, o del mismo orador, o abogado, o del reo, o del oyente, o del contrario, o de la cosa de que se trata.

19. Del mismo orador se toman, manifestando las causas de su acusación, o de su defensa.

20. Del reo, i del contrario, zahiriendo el delito, o disminuyéndole.

21. Del oyente, haciéndole benévolo, o airado; a veces también, atento, o desatento, si conviene que no lo esté, valiéndose del destraimiento de la imaginación.

22. Finalmente, se toman los argumentos de la cosa, declarando la calidad del assunto.

23. En el género deliberativo no es necessario decir el fin de la oración; porque antes ya se sabe de qué se ha de tratar.

24. Pero considerando el otro oficio del exordio, vemos que los oradores antiguos de ordinario empezaron, o del rechazamiento del delito o de la acusación dél; o de su amplificación; o de su diminución; o del adorno.

25. Quando la causa es honesta, no se pone tanto cuidado en conciliar la benevolencia; sino es que el oyente ya esté persuadido a seguir lo contrario, o cansado; porque de otra suerte ella por sí misma concilia la benevolencia. Pero ésta deve solicitarse mucho en el género de decir, que por sí no es favorable, qual es enteramente el torpe, i en parte el dudoso.

26. Se consigue la benevolencia, o por las personas, o por las cosas.

27. Las personas son el actor, el reo i el juez; i debajo del nombre de actor comprehendemos al patrono, o abogado de la causa.

28. De parte del que dice, se concilia la benevolencia disminuyendo su ingenio i habilidad en el decir; o apuntando modestamente sus méritos.

29. De parte de la persona contra quien se dice, sea juez, o otro qualquier oyente, se concilia la benevolencia, diciendo algo de su entereza, juicio, sabiduría, i semejantes virtudes o prendas.

30. De parte de la persona contra quien se dice, se consigue la benevolencia de dos maneras; primeramente por el patrono de nuestro contrario manifestando lo que se teme su eloqüencia, gracia i autoridad, cosas que le hacen sospechoso para con el juez. Después por la persona del mismo contrario; lo qual se consigue haciéndole odioso con la relación de sus vicios; o concitándole enemigos de su poder, comparándole con la debilidad del reo en bienes, amigos i autoridad.

31. Finalmente se concilia la benevolencia de parte de la cosa, esto es, de la misma causa; lo qual se logra levantando de punto la justicia de la nuestra, i ponderando la injusticia de la del contrario; i aprovecha mucho decir que la causa del orador será conveniente i útil a los oyentes.

32. Si la causa es mala, se procura mejorar con la persona; si la persona, con la causa, teniendo presente el adagio: En casa del ahorcado no mientes la soga.


Porque es penoso nombrar
Soga en cas' del ahorcado,



como dijo Gregorio Silvestre.

33. El segundo oficio o empleo del exordio es conciliar la atención.

34. Se hace atento el oyente con promesa, o ruego. Con promessa, quando el orador ofrece hablar de cosas graves, i necessarias, o útiles a aquellos con quienes habla; o admirables i agradables.

35. Se hace atento el oyente con ruego quando pide el orador que le oigan con atención un poco de tiempo. Pero en los exordios no se pide atención, sino en assunto bajo, o torpe, o dudoso según la opinión del oyente; o quando el juez está fatigado de oír la parte contraria. I se engañan los que dicen que entonces deve escusarse el exordio; antes bien es necessario. Verdad es que en tal caso conviene la promessa de la brevedad, o el chiste.

36. El tercer oficio del exordio es conciliar la docilidad. El oyente se hace dócil con aquellas mismas cosas con que se hace benévolo, o bienqueriente, i atento; porque quanto mayor es la bienquerencia, i atención, con que se oye al orador, tanto mejor se entiende lo que se dice. También se hace dócil el oyente, manifestando el fin de la oración; lo qual las más veces se hace en general, i por mayor; no por menor, ni con demasiada distinción. Pero, si se hiciere con cuidado, no será menester advertir después de aver concluido el exordio de qué se ha de tratar.

37. El exordio puede tener quatro partes, que son: la proposición; la razón de la proposición; la nueva proposición, que los latinos llaman redditio, la qual toca al mismo assunto, i contiene toda la dignidad i autoridad del exordio; i finalmente la comprovación, que explica la causa de la nueva proposición. A veces se omite la razón de la proposición, quando es tan manifiesta que se viene a los ojos; o tan sabida de quien oye que no es menester repetirla; porque a los sabios suele ofender el demasiado magisterio del orador. Estos son los preceptos de los exordios por lo general. Contraigámoslos algo más al assunto.




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Capítulo III

De los lugares de los exordios en el género demonstrativo


1. Los exordios del género demonstrativo, o exornativo, se pueden tomar de cinco lugares, que son la alabanza, el vituperio, la persuasión, la dissuasión, i las cosas que pertenecen al oyente.




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Capítulo IV

De los lugares del exordio del género judicial


1. En el género judicial ai dos cosas que hacer; la una es manifiestar el blanco de la oración; la otra, disponer el ánimo del oyente. Esta disposición se hace valiéndose el orador de quatro lugares, que son la persona del acusador i la del reo; la del oyente; la del contrario; i la misma cosa de que se trata.

2. De parte de la persona del acusador se obgeta el delito, i de parte del reo se deshace la acusación. I uno i otro se practica valiéndose el orador no de un mismo lugar, ni egecutándolo de un mismo modo, sino diferentemente; porque el que acusa, pondera principalmente los delitos en la peroración, para que quedando más fresca la memoria en ellos, los tenga más presentes el oyente.

3. Los lugares de donde se saca el modo de acusar son muchos.

4. Uno de ellos es manifestar quán pestilencial es la ponzoña de la calumnia; porque deste modo se consigue que, aunque el delito de que es acusado el reo, no se convenza por falta de pruevas, con todo esso los oyentes enemigos de la calumnia, por anticipación de juicio quizá conciben que la acusación no es calumniosa.

5. También es mui del caso alabar al reo antes de reconvenirle; porque desta suerte da el orador a entender que en alguna manera tiene aversión a la acusación, i la hace forzadamente. Los oradores artificiosos alaban de passo las dotes del ánimo del reo más visibles, i amplifican las de poco momento, para que las mayores, si se alaban ligeramente no queden mui fijas en el ánimo del oyente, i las de poca monta tratadas con alguna ponderación, parezcan ridículas, i se estimen en nada. Estas suelen ser las mañas de los políticos zorros, bien pintados en el Momo de León Bautista Alberto que nos comunicó Agustín de Almazán.

6. De parte de la persona del reo se disminuye el delito, i el defensor deve insinuarse en los ánimos de los oyentes; i por esso es necessario que primeramente rechace lo que le daña.

7. El lugar que se toma del oyente, o le hace airado, o bienqueriente a veces también atento, o desatento; i assí mismo dócil; i tal vez, indócil, si conviene que lo sea. Cómo se hace el oyente bienqueriente, i atento, ya se ha dicho. La docilidad se logra manifestando las buenas costumbres; porque los hombres de bien se oyen de buena gana i se atienden mejor. La indocilidad se consigue, hablando sin méthodo, i sin travazón, con oscuridad, i estilo flojo i desaliñado. I assí la imperfeción no afectada, en ciertas ocasiones es artificiosa i estudiada, como la de las coplas de Mingo Re-Vulgo; la de Torres Naharro en los argumentos de las comedias Serafina, i Trofea; i la de Sancho Panza; i es provechosa en su caso i lugar, si conviene que lo sea, sin la nota de tergiversación o baratería que es especie de infamia.




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Capítulo V

De los lugares del exordio en el género deliberativo


1. En el género deliberativo se deve disponer el ánimo de los oyentes. Pero por razón del otro empleo del exordio son cinco los lugares de donde puede tomarse.

2. El primero, de los contrarios por la acriminación o acusación.

3. El segundo, de la persona del orador, o del reo por el rechazamiento de la culpa.

4. El tercero i el quarto, son de parte de la cosa, que si queremos que se tenga por grande, hemos de usar de amplificación; i, si por pequeña, avemos de empezar por la diminución o apocamiento.

5. El quinto, es del adorno para que la oración no esté sin lo más importante.




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Capítulo VI

De los exordios según Hermógenes


1. La singular perspicacia i sutil observación de Hermógenes me obliga a tratar de los lugares de los exordios según su dotrina.

2. Las fuentes pues de los exordios son quatro, la opinión, la subdivisión, la abundancia, i la ocasión.

3. Los exordios se toman de la opinión de muchas maneras; no sólo de las personas del orador, del contrario, del reo, de los oyentes; sino también de las personas estrañas que pueden ayudar la causa; ahora éstas ayan sido de los compañeros, paniaguados, i amigos; ahora de los enemigos; i se ha de atender qué es lo que principalmente piden estas personas; como si se digere que los compañeros se duelen por su discordia, que los amigos se hacen enemigos, i que los enemigos se alegran de la desavenencia.

4. También se toman los exordios de la subdivisión, o segunda división, como, si se digere que uno merece grandes alabanzas, no sólo por su vida passada, sino también, i mui principalmente, por la hazaña última que acaba de hacer, i por el buen propósito de continuar en acumular beneficios a la república, señalando el aparejo que tiene para esto.

5. El exordio tomado de la abundancia se forma de dos maneras. Primeramente afirmando que se pudiera hablar de cosas mayores; pero diciendo el orador que se contenta con ésta; después, añadiendo que sucedió algo de repente.

6. Finalmente el exordio tomado de la ocasión, es, quando lo que el orador empezó a pedir en la reddición, o buelta, ya ve que está persuadido a los oyentes; i estos exordios suelen agradarles mucho por la sencillez.

7. Si se huvieran de traer egemplos de todos los exordios, solamente ellos formarían un libro mui grande. Baste decir que Lisias acostumbró usar de admirable arte en sus exordios. El del cónsul Marco Emilio Lépido en su oración contra Sila, hablando con el pueblo romano, es vigorosamente provocativo de la libertad i venganza301; como también el de Licinio Macro, tribuno de la plebe, contra el mismo Sila302; el de Lucio Filipo contra Lépido, astutamente pacífico303. El de Catilina a los conjurados en causa torpe, o fea, es astutíssimo; el de san Pablo acusado delante del rei Agripa304, es excelente; el de Tiberio al senado romano para moderar el luxo, gravemente pathético305. El de Otón a sus soldados, impensado306.




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Capítulo VII

De las bondades i vicios de los exordios


1. Los exordios deven ser del assunto de la causa, esto es, al propósito de ella; no como los que Salustio aplicó a la Conjuración de Catilina i a la Guerra yugurthina, que, aunque en sí son excelentes, no son del caso. Algunos quieren que estos prólogos son los que los antiguos llamaron galeatos según san Gerónimo; porque son como unos morriones, capacetes, o celadas que pueden acomodarse a muchas cabezas; pero es más cierto averse llamado assí, porque son como una defensa contra la común ignorancia.

2. Los mejores exordios son los que nacen de la misma causa. Por esta razón, después de la invención de todo lo que se ha de decir, deve pensarse en el exordio, como lo practicava Cicerón, el qual tenía un libro de exordios,307 i por esso repitió algunos por falta de memoria, aunque devemos confessar que la tenía buena.

3. Los exordios no deven ser vulgares. Luciano en su Negrino se burla de los que en los exordios hablan según las fórmulas de los rhetóricos. Manifestar deseo de mayor ingenio i eloqüencia proporcionada para la grandeza del assunto, como éste no sea extraordinariamente grande, es cosa vulgar.

4. El exordio no deve ser mui pathético, o afectuoso; porque la mayor vehemencia del decir es propia de la peroración, o fin.

5. Las oraciones pathéticas, esto es, animadas de afectos, 72 suelen carecer de exordio, como aquella de Veturia a su hijo Coriolano que es excelente308. i también lo es estotra de Metelo, el qual viendo en la isla de Samos que entre los cautivos que se espusieron delante de Julio César, para que los viesse, salió su padre Metelo, viejo, i con una barba mui crecida, desharapado, i handrajoso, conociendo a su padre, se levantó del assiento en que estava, como uno de los capitanes, i aviéndole abrazado llorando, i luego reprimiéndose, lleno de piadosa compassión i de tierno afecto, se bolvió al emperador, i le dijo309: Éste, o César, fue tu enemigo; yo, tu compañero; éste mereció castigo; yo, premio. Suplícote pues que por mí salves a mi padre, o por él me mates juntamente.

6. La omissión del exordio es mui freqüente en las oraciones de los reyes i capitanes generales; i donde lo pide la prissa, i falta de tiempo; como quando Carlos V, en el año 1549, viendo que los alemanes huían de los moros de Argel, los exhortó assí310: Bolved a ver huir los moros; i pelead a mi lado como alemanes, por la fe, por uestro emperador, i por uestra nación; o, quando el que habla considera que no necessita de exordio para manifestar su ánimo, como lo practicó Cayo Mevio, centurión de Augusto que, aviendo hecho muchas i mui grandes proezas en la guerra contra Marco Antonio, i aviendo sido aprisionado con assechanzas no esperadas, llevado a Alejandría a la presencia de Antonio, i aviendo sido interrogado qué merecía que se hiciese dél, respondió311: Manda degollarme; porque ni con el beneficio de la vida, ni con el castigo de la muerte, puedo ser persuadido a dejar de ser soldado de César, i a empezar a ser tuyo. Con cuya respuesta, quanto más constantemente despreció la vida, tanto más fácilmente la consiguió; porque Marco Antonio la concedió a su valor.




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Capítulo VIII

De la narración


1. La narración es una relación, información, o explicación, de lo que sucedió, o se finge que sucedió, desde el principio conveniente hasta el fin. Es de lo que sucedió, o se finge que sucedió; porque ai narración verdadera i fingida. Primeramente trataremos de la verdadera, i después de la fingida. La narración se dice que es desde el principio conveniente hasta el fin; porque, si no ai travazón de cosas, no ai narración, sino sentencia; como si uno digere: El diablo engañó a Eva. Es pues necessario principio, medio i fin. Al principio pertenecen las causas; al fin, los efetos, i al uno, i otro, i al medio, los demás lugares acomodables.




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Capítulo IX

Utilidad de la narración: quándo tiene lugar, i de qué manera sea


1. La narración es el assiento i fundamento de la creencia, i es como una sementera de argumentos; porque, si es qual deve ser, en ella están esparcidas las semillas de la confirmación, o de las pruevas. Digo las semillas; porque, si el orador no se contenta de ir sembrando en la narración los principios de las pruevas, sino que las estiende i amplifica, i deshace los argumentos contrarios; esto es agotar toda la creencia, i querer que no tenga lugar la contención, o contienda.

2. A veces no se usa de la narración; otras, se usa de la narración seguida, o continuada; otras, de la cortada i entrecortada; i otras, de la mezclada.

3. En el género deliberativo raras veces se usa de la narración.

4. En el demonstrativo, no ai otra narración sino la entrecortada que pertenece a la confirmación.

5. En el género judicial se usa, quando discordamos con el contrario sobre el modo como sucedió la cosa. Assí vemos que aviendo hecho Tertulo una narración falta i calumniosa contra san Pablo312; la varió el apóstol en su eloqüentíssima defensa313. Pero en este género no es necessaria la narración, quando no aprovecha hacerla, como quando lo sucedido es tan notorio a los oyentes que el contrario nada puede dañar a nuestra causa, aunque lo cuente de otra manera. También puede omitirse la narración, quando aya de ser la misma que la del contrario, i sabemos que el oyente se acuerda de ella.

6. Usamos de narración cortada, i hecha por partes, quando los sucessos que se relatan, desnudamente dichos, nos dañarían; i entonces devemos procurar dar razón de todo lo que vamos diciendo, aplicando presto a la llaga el remedio conveniente para que la defensa bien hecha aplaque luego el odio. También usamos de la narración cortada, quando sus partes causan aversión al contrario; i quando se hace esto, cada una de las partes se ha de ir relatando de por sí, manifestando en las circunstancias el artificio i maldad del contrario, para que el juez se indigne no solamente una vez, sino muchas, i por varias i justas causas. I assí mismo, quando la seguida de la narración no es otra cosa sino una confirmación; i toda la confirmación es una narración entretegida de pruevas i de amplificaciones. Por esta razón dijo Aristóteles314, que la narración en el género demonstrativo no es seguida, sino distinguida en partes.

7. Usamos de narración continuada, quando nada desto ai, esto es, quando la narración de lo que ha sucedido no nos aprovecha, i no puede concitar al contrario gran desprecio i abominación, i no consiste en ella la importancia de nuestra causa.

8. Finalmente usamos de la narración mezclada, quando lo que ha sucedido, en parte nos aprovecha, i en parte nos daña; i entonces lo que aprovecha, se dice con narración continuada, o seguida, i lo que daña, con cortada.

9. Los rhetóricos dividen la narración en sencilla, confirmada i ilustrada.

10. Sencilla, se llama aquella en que ni se ponen causas, ni descripciones; porque lo que se cuenta es cierto i claro.

11. Confirmada, se llama aquella en que se tratan las causas o assuntos.

12. Ilustrada, aquella en que se entremeten descripciones i ethopeyas.

13. El dotor Benito Arias Montano, varón mui sabio, i no solamente eloqüente, sino insigne maestro de la eloqüencia, nos dio un admirable egemplo de la narración sencilla i de la confirmada en su Leción christiana315, felizmente traducida por su eruditíssimo dicípulo Pedro de Valencia. Empezó assí su narración con una sabia i noble sencillez: «En Ramatha, lugar pequeño, i en la sierra, nació Samuel, i desde su niñez se ocupó en los sagrados ministerios del templo. Allí le davan cada año sus padres de su pobre hacienda el vestido que se vestía. Después, ya hombre de madura edad, se encargó por disposición i determinación divina del govierno de la república, i casi quarenta años enteros tuvo, como príncipe, juez, i governador en la guerra i en la paz, el supremo lugar i mando de toda la república de los doce tribus, que comprehendía muchos pueblos, i estava mui florida, mui rica, mui poderosa, i mui abundante de todas cosas. Empleávase tanto, como el que más, en los trabajos del govierno. Atendía a sus cuidados; velava con perpetua assistencia, sin alzar la mano de las ocupaciones de su oficio. Hasta aquí la narración sencilla, a la qual sigue la confirmada deste modo. Pero en todo este tiempo de quarenta años, ni acrecentó su hacienda, ni mudó su casa del lugarcillo pequeño en que nació, passándose a otra ciudad más ilustre, aunque fuesse de las de su mismo tribu; ni se dio a ocio i descanso; ni a regalos i deleites, valiéndose para gozarlos de las ocasiones i comodidades, que la variedad de los lugares suele causar; sino aviendo ganado, i cobrado con guerra, todo lo que les pertenecía a los israelitas, i puesto en paz toda la provincia, i acudiendo a hacer audiencia a ciertos tiempos, quando convenía i era menester; se bolvía después de todo esto, por no ser grave a ninguna ciudad, ni familia, ni aun persona, a su casa, a su pobreza, en donde ni estava ocioso de sus ocupaciones, ni perdía ninguna ocasión de aumento del servicio de Dios; como está escrito316: Fue pues la mano del Señor sobre los filisteos todos los días de Samuel. I restituyéronsele a Israel todas las ciudades que los filisteos le avían quitado, desde Accaron hasta Geth i sus términos; i libró a Israel de mano de los filisteos, i avía paz entre Israel i el Amorrheo. I juzgava Samuel a Israel todos los días de su vida. I dava buelta cada año por Bethel, i Gálgala, i Masfath, i juzgava a Israel en los dichos lugares. I bolvíase a Ramatha; porque allí estava su casa; i allí juzgava a Israel; i allí también edificó un altar al Señor. Con el breve dibujo desta historia nos muestra claramente el Espíritu-Santo con quánta diligencia i solicitud corrió este gran varón la carrera del oficio de capitán general en la guerra, i de supremo governador en la paz; quán sin injuria, ni agravio de persona alguna, egercitó su oficio; quán piadoso, i celador del servicio de Dios, se mostró en él; i la gran limitación con que trató su persona i casa; i quánto se abstuvo de pompas, deleites i regalos; el qual, aviéndole despojado del govierno, i sucedídole en él el rei que eligieron, no quedó más rico, ni más poderoso, ni con más ilustre casa, ni mayor hacienda; sino se bolvió al mismo estado en que avía nacido. Fuese pues Samuel a Ramatha, donde passó el tiempo que le quedó de vida; porque ni en Ramatha, ni en otro lugar más ilustre, avía edificado palacios o grandes casas. Ni tampoco avía prevenido para quando muriesse un suntuoso sepulcro, el qual en Gerusalén, o en otra de las ciudades que en la guerra avía ganado, eternizasse su fama con los títulos i epitafios de que estuviesse adornado; sino murió Samuel, i juntóse todo Israel, i lloráronle, i enterráronle en su casa en Rarnatha»317.

14. Egemplo de la narración ilustrada se halla en los Nombres de Christo del maestro frai Luis de León, en el nombre, padre.

15. La narración, o es derecha, o obliqua.

16. Derecha aquella en que sencillamente se explica lo que ha sucedido.

17. Obliqua, o torcida, aquella en que cautelosamente se omiten o se mezclan muchas cosas para desviar, o distraher a otra diferente, el ánimo del oyente, i quitar de él la sospecha del delito.

18. La narración deve ser clara para que se entienda; verisímil para que se crea; virtuosa, o bien acostumbrada que los latinos llaman morata, para que assí se oya de mejor gana. I para ser virtuosa, o bien reglada, deve expressar lo que manifieste la bondad, prudencia i virtudes del orador, i la maldad, imprudencia i vicios de los contrarios. Bien que puede aver oración virtuosa sin que lo sea su autor, como lo son las de Salustio, aunque él fue hombre mui vicioso según lo refiere Aulo Gelio318. Cicerón dio por egemplo de la oración bien acostumbrada la de Theofrasto, diciendo319, que manifestava cierta bondad i ingenuidad. Nosotros, con mayor razón la de santa Theresa de Jesús, i de los maestros, frai Luis de León i frai Luis de Granada, i de frai Antonio de Aranda.

19. Se ha de cuidar también de que lo que se dice agrade a los jueces.

20. También deve la narración mover los afectos, i entonces se llama pathética, como lo es con admiración de los letores la de don Diego de Saavedra Fajardo, el qual, tratando de la inhumanidad de los que guerreavan en su tiempo, refiere lo siguiente320. «Qué géneros de tormentos crueles inventaron los tiranos contra la inocencia que no los ayamos visto en obra, no ya contra bárbaros inhumanos, sino contra naciones cultas, civiles i religiosas; i no contra enemigos, sino contra sí mismas, turbado el orden natural del parentesco, i desconocido el afecto a la patria. Las mismas armas auxiliares se bolvían contra quien las sustentava. Más sangrienta era la defensa, que la oposición. No avía diferencia entro la protección i el despojo; entre la amistad i la hostilidad. A ningún edificio ilustre, a ningún lugar sagrado perdonó la furia i la llama. Breve espacio de tiempo vio en cenizas las villas i las ciudades; i reducidas a desiertos las poblaciones. Insaciable fue la sed de sangre humana. Como en troncos se provavan en los pechos de los hombres las pistolas i las espadas, aun después del furor de Marte. La vista se alegrava de los disformes visages de la muerte. Abiertos los pechos i vientres humanos, servían de pesebres; i tal vez en los de las mugeres preñadas comieron los cavallos, embueltos entre la paja los no bien formados miembrecillos de las criaturas. A costa de la vida se hacían pruevas del agua, que cabía en un cuerpo humano, i del tiempo que podía un hombre sustentar la hambre. Las vírgenes consagradas a Dios fueron violadas, estupradas las doncellas, i forzadas las casadas a la vista de sus padres i maridos. Las mugeres se vendían i permutavan por vacas i cavallos como las demás presas i despojos, para deshonestos usos. Uncidos los rústicos tiravan los carros; i para que descubriessen las riquezas escondidas, los colgavan de los pies i de otras partes obscenas, i los metían en los hornos encendidos. A sus ojos despedazavan las criaturas, para que obrasse el amor paternal en el dolor ageno de aquellas partes de sus entrañas, lo que no podía el propio. En las selvas i bosques, donde tienen refugio las fieras, no le tenían los hombres; porque con perros ventores los buscavan en ellas, i los sacavan por el rastro. Los lagos no estavan seguros de la cudicia, ingeniosa en inquirir las alhajas, sacándolas con anzuelos i redes de sus profundos senos. Aun los huessos difuntos perdían su último reposo, trastornadas las urnas i levantados los mármoles para buscar lo que en ellos estava escondido. No ai arte mágica i diabólica que no se egercitasse en el descubrimiento del oro i de la plata. A manos de la crueldad i de la cudicia murieron muchos millones de personas, no de vileza de ánimo, como los indios, en cuya extirpación se egercitó la divina justicia, por aver sido por tantos siglos rebeldes a su Criador.»

21. La narración no siempre sigue al exordio inmediatamente; sino que a veces se difiere, si se juzga que conviene prevenir algo.

22. La narración del defensor suele ser más breve, que la del acusador; porque aquél procura relacionar todas las circunstancias que agravan el delito, i ponderar algo la malicia; i éste solamente apunta i disfraza lo dañoso.

23. A veces se hace la narración en fe de otro, lo qual conduce para la seguridad del orador. Otras veces se usa de la afirmación que concilia más el crédito. Otras veces reúne uno i otro. Todo lo qual se explicará mejor más adelante.




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Capítulo X

De las partes de la narración


1. Las partes de la narración son quatro. Procalástasis, narración dicha assí propiamente, petición, i su razón.

2. Hermógenes llamó procatástasis a la parte de la narración que cuenta la vida antecedente, o qualesquiera cosas que precedieron al hecho principal, como en la oración de Cicerón en defensa de Aulo Licinio Arquias, aquella noticia de los estudios, i de la reputación de Arquias, quando los de Heraclea le hicieron ciudadano suyo que era el hecho sobre que se contradecía. El prudente rhetórico solamente contará lo que sirve para persuadir mejor lo que se ha de relacionar.

3. La narración propiamente tal, es la relación del hecho principal i más propio de la causa. Según esto la procatástasis es la entrada de la narración, i la disposición para hacer más verisímil el hecho principal.

4. La petición que es la tercera parte de la narración, es la que pide brevemente al oyente que esté devidamente animado; como si uno contasse un patricidio, i digera: ¿Quién no se indignará al oír tal maldad?

5. La última parte de la narración, es la razón de la petición, la qual deve ser breve. I assí a la petición antecedente podrá añadir: Porque, si uno mata a quien le dio el ser; qué crueldad no practicará contra qualquier otro.

6. Dige que la petición i la razón della deven ser breves; porque de otra suerte la narración passara a ser confirmación.




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Capítulo XI

De las virtudes de la narración


1. La narración deve ser clara, verisímil, expressadora de las buenas costumbres del reo, o de las malas del contrario, breve, virtuosa, o bien acostumbrada, i movedora de los afectos; i, si fuere conveniente, se ha de reservar, i no poner siempre al principio.

2. La claridad de la oración, que los rhetóricos latinos llaman perspicuitas, deve hallarse en toda la oración, sino es que de propósito se quieran oscurecer algunas cosas para que no las entiendan todos. Pero la claridad deve ser dote especial de la narración, porque de ella depende la inteligencia de toda la causa, i, si fuere oscura, lo será toda la oración, i no se logrará el fruto de decir que es la persuasión.

3. La narración será clara, si se hace con palabras puras i usadas, i oración distinguida, esto es, en la qual aya buen orden, partición apropiada, i enumeración, o repetición diligente, guardando el orden de los tiempos, como lo practicaron los buenos historiadores a diferencia de los poetas que tal vez empiezan por el medio, o por fin; como Virgilio su Eneida por el año seteno del sitio de Troya; i antes que él, Homero, su Iliada, por el año deceno que fue el último; para lo qual tuvieron los poetas razón especial, porque, como la composición heroica es larga, necessita de algún ardid para ser leída con mayor gusto. I assí comenzando el poeta por el medio de la acción, o más adelante, está el oyente deseoso de saber no sólo el fin, sino también el principio; i con este artificio está deseoso de informarse de toda la acción.

4. Conviene no hacer interrupciones para que lo que se dice tenga más coherencia i travazón; como se ve en esta narración que David hizo de sí al rei Saúl321: Pastoreava éste tu siervo el ganado de su padre, i venía un león, o un osso, i se llevava un carnero de medio de la manada; i salía yo a perseguirlos, i los hería, i se lo sacava de su boca; i ellos se bolvían contra mí; i yo los cogía por la barba, i los sufocava, i matava.

5. A la claridad da la última luz la energía, o evidencia, con la qual no tanto parece que se dice la cosa, como que se manifiesta i se pone delante de la vista; i assí viene a formar una ilustre hipotiposis, como la que hizo santa Theresa de Jesús de san Pedro de Alcántara que es admirable, i digníssima de trasladarse aquí. «Paréceme (dice322 la discretíssima virgen) fueron quarenta años los que me dijo avía dormido sola hora i media entre noche i día, i que éste era el mayor trabajo de penitencia que avía tenido en los principios de vencer el sueño, i para esto estava siempre, o de rodillas, o en pie. Lo que dormía, era sentado, la cabeza afirmada a un maderillo que tenía hincado en la pared. Echado, aunque quisiera, no podía, porque su celda, como se sabe, no era más larga que quatro pies i medio. En todos estos años jamás se puso la capilla, por grandes soles i aguas que hiciesse, ni cosa en los pies, ni vestido, sino un hábito de sayal, sin ninguna otra cosa sobre las carnes; i éste, tan angosto como se podía sufrir, i un mantillo de lo mismo encima. Decíame que en los grandes fríos se le quitava, i dejava la puerta i ventanilla abierta de la celda, para que con ponerse después el manto, i cerrar la puerta, contentasse al cuerpo, para que sossegasse con más abrigo. Comer a tercero día era mui ordinario. I díjome ¿que de qué me espantava? que mui possible era a quien se acostumbrava a ello. Un su compañero me dijo que le acaecía estar ocho días sin comer. Devía ser estando en oración, porque tenía grandes arrobamientos i ímpetus de amor de Dios, de que una vez yo fui testigo. Su pobreza era estrema, i mortificación en la mocedad; que me dijo, que le avía acaecido estar tres años en una casa de su orden, i no conocer fraile, sino era por la habla; porque no alzava los ojos jamás. I ansí a las partes, que de necessidad avía de ir, no sabía, sino ívase tras los frailes. Esto le acaecía por los caminos. A mugeres jamás mirava. Esto muchos años. Decíame que ya no se le dava más ver, que no ver. Mas era mui viejo, quando le vine a conocer; i tan estrema su flaqueza que no parecía sino hecho de raíces de árboles. Con toda esta santidad era mui afable, aunque de pocas palabras, sino era con preguntarle. En éstas era mui sabroso; porque tenía mui lindo entendimiento.» Aun después de leído este egemplo tan sublime hallará el letor gusto en estotro de Buenaventura Moyano de Morales, en el tratado de la oración mental pintando la gloria celestial desta manera: «Allí está todo bien cumplido, i de allí está desterrada toda miseria. Allí ai vida sin muerte, gozo sin tristeza, reposo sin cansancio, felicidad sin temor, amor sin pena, deleite sin hastío; i brevemente allí está el bien sin mezcla de algún mal. Allí el lugar es espacioso, claro, hermoso i seguro; la compañía agradable, buena i excelente; el tiempo perpetuo, i no distinguido en mañana i tarde, mas en simple i permaneciente eternidad. Allí andan los ángeles, sirven los arcángeles, triunfan los principados, jubilan las potestades, señorean las dominaciones, resplandecen las virtudes, relampaguean los thronos, relucen los querubines, arden los serafines.»

6. Deve la narración ser expressadora de las buenas costumbres del reo i de las malas del contrario; porque assí se concilia la bienquerencia al reo, i el desprecio al contrario.

7. Ser breve la narración no es otra cosa, que no ser prolija, ni enfadosa por la superfluidad de lo que se dice, o demasiada estensión con que se refiere. Pero no ha de ser menguada, sino media entre el compendio, o resumen, i la proligidad. La del que defiende, suele ser más breve que la del acusador; porque la de éste precede; i siguiéndose la del reo, ya halla informados a los oyentes, i solamente deve tratar de repetir lo necessario para la defensa, i de circunstanciarlo favorablemente a ella, i contra lo que dijo el contrario.

8. Para que la oración sea bien virtuosa, o bien acostumbrada, se ha de espresar i representar la voluntad, propósito, o intención, assí del actor, como del reo; i para manifestar esta procatástasis, o entrada de la narración, se deve contar de tal suerte que parezca que el que refiere sigue la bondad, i que el contrario principalmente mira a la utilidad. A este propósito es admirable la narración de Jacob a su suegro Labán323: «¿Para tratarme assí, he estado yo contigo veinte años? Tus ovejas i tus cabras no han dejado de parir. No he comido los carneros de tus manadas. Ni te he mostrado alguno que ayan cogido las fieras. Yo pagava todo el daño. Todo lo que perecía por hurto, lo cobravas de mí. De día i de noche me consumía con la siesta i con la elada. I el sueño huía de mis ojos. I deste modo por espacio de veinte años te serví en tu casa, catorce por tus dos hijas, i seis por tus rebaños, i además desso mudaste mi soldada diez veces. Si el Dios de mi Padre Abrahán, i la piedad de Isaac no me huviera assistido, quizá ahora me despedirías desnudo. Pero vio Dios mi aflicción i el trabajo de mis manos, i te reprehendió ayer.»

9. Si algo de lo que se cuenta pareciesse menos creíble, se dará la razón para hacerlo verisímil. Assí leemos en Sófocles que Antígona decía que más cuidava de su hermano que de su marido i de sus hijos; porque podía tener nuevo marido i más hijos; pero no otro hermano.

10. La narración deve mover los afectos convenientes para persuadir mejor con este movimiento. Cicerón alabó mucho a Servio Sulpicio Galba324, porque fue el primero de los oradores latinos que se valió de los afectos para deleitar, o mover los ánimos de los oyentes; bien que este movimiento no ha de ser tan vehemente en la narración, como en la peroración, o fin.

11. Ahora solamente falta decir, quándo se puede usar de la narración refiriéndose a otros; i quándo se deve usar sobre el propio crédito con afirmación. Lo primero se puede hacer en el género demonstrativo; porque diciendo que los poetas o historiadores afirman algo, o que assí se ha oído de hombres dignos de creencia; carga el crédito sobre la fe agena, i no se tiene por fácil o mentiroso el que habla. Pero en el género judicial deve usarse de afirmamiento; porque no es fácil que los jueces crean al que duda de lo mismo que dice, o no trata de averiguarlo pudiendo i deviendo hacerlo. A veces se hace uno i otro, afirmando que assí lo han dicho graves autores, o hombres acreditados i sinceros; i que aquello mismo lo tiene bien averiguado quien lo dice.



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