Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Anterior Indice Siguiente



-[378]-



ArribaAbajo- LIV -


Pacto con los indios. -El virrey Sobremonte. -Los misioneros. -Las cruces de palo. -Los cambalaches. -La paz


    En aquel malón funesto,
cuando al infeliz Genaro
su estancia del Cardalito
los Ranqueles le quemaron,  10230
Cambien a la de la Flor
solamente le dejaron,
las taperas y el ombú.

    Era allí tanto el ganado
que tenía don Faustino,  10235
que todo no se lo arriaron
esa ocasión los salvajes;
porque disparó asustado
a esconderse el novillaje
en las costas del Salado.  10240

    Luego, como las Indiadas
por espacio de dos años
siguieron dando malones,
el patrón don Bejarano
en repoblar a la Flor  10245
no pensó, pues asustado
dispuso mudarse al norte,
donde tenía otro campo.
-379-

    A esa mudanza resuelto,
trató de trair el ganado  10250
que pudieran recogerle
en la costa del Salado,
adonde dejurarnente398
debería andar alzado399,
pues a no cair al rodeo  10255
ya se habría acostumbrado.

    Como era hombre tan platudo
el patrón don Bejarano
todo lo facilitaba;
ansí, con plata y mandando  10260
trujo su ganado aquel,
y consiguió aquerenciarlo
muy cerca del Pergamino
en las puntas de Ramayo400,
y fue allí que se pobló  10265
a inmediación del curato,
donde estaba el patroncito
de cura hacían tres años.

    De allí a tres cuartos de legua,
siempre enfermo y atrasado  10270
vivía el otro Mellizo,
Jacinto, el apostemado,
por el golpe que en el pecho
le dio la argolla del lazo,
aquel día que en la yerra  10275
enlazó un novillo bravo
-380-
y se le rompió la armada
al tiempo de sujetarle.

    Desde esa ocasión, el pobre,
Jacinto tuvo un atraso  10280
infeliz en su salú,
y quedó inutilizado
para seguir su trajín
de acarriador de ganado,
con el cual mucho agenciaba  10285
porque estaba acreditado.

    Ya dije, y creo que ustedes
quizás no habrán olvidado,
que Jacinto y el curita
de un mesuro pecho mamarón,  10290
y ese fue el de doña Estrella
cuando güerfanos quedaron
los Mellizos en la Flor,
y a su cargo los tomaron
don Faustino y la señora  10295
y como a hijos los trataron.

    Luego como allí Azucena
era muchachita cuando
Luis, Jacinto y el curita
a caminar empezaron,  10300
al ser algo grandecitos,
ya se trataban de hermanos
con Azucena también,
la más linda de los cuatro,
y la que les enseñaba  10305
a rezar a sus seis años.

    Por estos antecedentes,
-381-
citando infeliz y postrado
de salú se vio Jacinto,
era en un todo auxiliado  10310
por don Ángel el curita,
y el patrón don Bejarano;
pero, ansí mesmo el enfermo
siempre trajinaba en algo,
y sin salir de su casa  10315
se entretenía sembrando,
ayudao por su mujer
y su hijita de cinco años,
perla que se la envidiaba
¡Alma bendita! Genaro,  10320
a quien no le dio Azucena,
en el tiempo de casado,
mas que dos hijos varones;
pero los dos no pasaron
del mal de los siete días;  10325
y ya no tuvo más parto.

    Ahora, dejaré a Jacinto
en su chacra trajinando,
donde pronto volveré
por necesidá a buscarlo;  10330
pero, antes de eso preciso
todavía decir algo
de la loca en Buenos Aires,
para seguir mi relato.

    Por supuesto, a doña Estrella,  10335
en su casa el primer año,
de su locura Azucena
le dio sustos y trabajo,
hasta que a los trece meses
-382-
la loca empezó despacio  10340
a recobrar su razón;
pero, allí de cuando en cuando,
de golpe se le aflojaba
la chaveta; y, sin embargo
no era cosa de temerle,  10345
sino que por el contrario
el oirla desatinar
divertía en ciertos casos.

    Siendo el señor don Faustino
un hombre hasta emparentado  10350
en la ciudá con la gente
más copetuda y de rango,
visitaban en su casa
los médicos y abogados,
los oidores, el obispo,  10355
y el virrey recién nombrado
en ese tiempo, que fue
en mil ochocientos cuatro:
cuando al marqués Sobremonte
el rey de España ese cargo  10360
le mandó y la facultá
(se dijo) de hacer un palo
de convenio con los Indios,
para comprarles los campos
que sin plata pretendían  10365
trajinarles los cristianos;
enviándoles misioneros
con cruces y escapularios,
bendiciones, estampitas
y ofertas de bautizarlos.  10370

    A eso, en tropillas los padres,
-383-
aunque bien intencionados,
se largaban al disiento;
y como en un campo-santo
en las tierras de los Indios  10375
plantaban cruces de palo,
y con bendecirlas creiban
el negocio terminado.

    Pero los Indios querían
cruces de pesos cortados401,  10380
que había muchos entonces,
porque venían situados
de pura plata cortada
y de pesos colunarios.

    Eso querían los Indios,  10385
no santitos ni rosarios,
prendas que no conocían.
¡Pata en tierra, plata en mano!
por sus terrenos, decían;
o al menos cambalacharlos,  10390
proponían los salvajes,
por aguardiente y tabaco;
u otras cosas, como ser,
bayeta, liencillo y paño;
que es lo que les dio el virrey,  10395
pero ¡plata! ni un otavo.

    Pues bien, ansí consiguió
tan de una vez contentarlos,
que luego en puntas los Indios,
apenas se firmó el pato  10400
-384-
de la paz, confiadamente
con sus chinas402 principiaron
a venirse de sus toldos
con mancarrones cargados
de jergas y ponchos pampas,  10405
quillapices de guanacos,
plumas de avestruces, chuspas,
cueros de gama y venado,
cargas de sal en zurrones,
vendiendo o cambalachando  10410
todo eso, hasta en Buenos Aires,
adonde muy sosegados
venían a sus trajines,
que hacían con los cristianos
en esa paz que duró  10415
felizmente un tiempo largo;
y por eso las estancias
en el sur se repoblaron,
y algunas se establecieron
al otro lao del Salado.  10420

    Pues bien, a esa paz dichosa
sucedió luego un milagro
portentoso (dijo Vega);
y muchos que desgraciados
para siempre se contaban,  10425
fueron muy afortunados,
y felices de la vida
que hasta hoy están disfrutando.

    Eso lo sabrán después,
porque ahora estoy en el caso  10430
-385-
de darle otro giro al cuento,
pues hablar es necesario
de un truquiflor muy reñido,
que en cierta noche jugaron
cuatro personas en casa  10435
del patrón don Bejarano.



ArribaAbajo- LV -


El truquiflor. -El obispo. -El oidor. -El patrón. -Los gritones. -El gato asustado. -El pelado. -El vale cuatro. -Los reproches403


    Pues que de un partido al truco
ahora voy a contar algo,
dijo el viejo Santos Vega,
empezaré recordando  10440
un refrán gaucho, que dice
¡No hay hombre cuerdo a caballo!
A lo que yo añadiré...
¡No hay hombre serio jugando
al truquiflor! Esto es cierto;  10445
y ahora voy a demostrarlo.

    Cuasi todos los parientes
-386-
del patrón don Bejarano,
en el invierno de noche
venían de tortulianos  10450
y en su casa a la baraja
se entretenían jugando
a la biscambra, al tresiete,
y al truco de cuando en cuando;
juego en el que eran capaces  10455
de asustar al mesmo diablo,
con los gritos que se daban
al calentarse trucando,
o al echarse un contraflor;
por supuesto, jaraneando,  10460
pues, allí todos los que iban
eran de don Bejarano
(como se suele decir)
amigos de rancho y gancho,
y unos a otros se decían  10465
bromas de todo tamaño.

    A las siete, noche a noche,
y otras veces más temprano,
los tahures404 de la partida
ya estaban allí orejiando  10470
las cartas: pero, a las nueve,
apenas el campanario
tocaba en Santo Domingo
la agonía, bostezando
ya se iban los jugadores  10475
a sus nidos trompezando.

    El obispo y un oidor
-387-
eran muy aficionados
al truquiflor, y por eso
se venían muy temprano  10480
a fin de hallar en la mesa
asientos desocupados.

    Estos dos mesmos señores,
una noche que dentraron
a casa de don Faustino,  10485
a la oración, lo encontraron
tan solo con doña Estrella
en la sala platicando.

    Su ilustrísima el obispo,
luego que le dio la mano  10490
a besar a la señora,
preguntó por el estado
en que se hallaba Azucena,
y en su salú interesado,
pues que la apreciaba mucho  10495
por haberla él confirmado.

    El patrón y la patrona
lueguito le contestaron
que ya estaba cuasi buena,
como iba a verla el prelado,  10500
porque Azucena venía
a la sala a cada rato.

    -Pues, señor, dijo el obispo,
me alegro; y vamos armando
entre los cuatro un partido  10505
al truco...

-Sí, señor, vamos,
-388-
dijo el patrón; y en seguida
en la mesa se cruzaron
doña Estrella y don Faustino
contra el oidor y el prelado,  10510
quien siempre jugando al truco
gritaba a puño cerrado.
Para no olvidar el vicio,
cuando estuvieron sentados,
se tomó una narigada  10515
de polvillo colorado
el obispo, y preguntó:
-¿Hasta qué pieza jugamos,
hasta el siete?...

-No, hasta el dos,
contestó don Bejarano.  10520

    -Me gusta, dijo el obispo.

    -Pero bien ¿cuándo paramos?
doña Estrella preguntó
con su bolsita en la mano.

    -¡Dos riales! dijo el oidor,  10525
una peseta sacando
del bolsico, siendo un viejo
platudo y acaudalado.

    -¡Dos riales! ¿tenés valor,
primo? No seas tacaño,  10530
doña Estrella replicó;
al menos, juguemos cuatro.

    -¡Cállate, mujer! ¿no sabes
que el dinero anda a caballo
hoy día? dijo el oidor.  10535
-389-
No, prima mía, no paso
de dos riales. Aquí están
los míos...

De ahí, bolsiquiando
el obispo, don Faustino
y la señora, juntaron  10540
la parada405, y la pusieron
en un platito dorado.

    Debo alvertir que el obispo
allí se había sentado
a la zurda del patrón;  10545
quien de un naipe empaquetado
sacó los ochos y nueves,
y después de barajarlo
dio las cartas, y de muestra
echó el Perico406 de bastos.  10550

    En esa primera dada,
el patrón, sin ser extraño,
le dio al obispo una flor
con la Perica407 y el cuatro,
y de yapa la espadilla  10555
que es truco superiorazo.
En esa dada también
el mesmo don Bejarano
se dio otra flor infeliz
compuesta del rey de bastos,  10560
que es decir, con el Perico,
un cinco y un cuatro falsos.
-390-

    Luego que vido sus cartas
el obispo, siendo mano,
como que estaba a la zurda  10565
de don Faustino sentado,
cantó... ¡Flor!

-Como la mía,
díjole don Bejarano,
al tiempo que doña Estrella
le hizo seña, que en la mano  10570
el dos de triunfos tenía
felizmente asigurado.

    -Flor chica, dijo el obispo.

    -Pues críela con cuidado,
contestole don Faustino,  10575
con intención de agarrarlo
en el truco y presumiendo
atracarle un vale cuatro,
o un retruco por lo menos.

    Después de que se achicaron,  10580
por delante la espadilla
jugó a su vez el prelado.

    Como tenía el perico,
le trucó don Bejarano.

    El obispo que guardaba  10585
la perica con el cuatro
todavía de reserva:
-¡Quiero! dijo, esperanzado
en que la espadilla es triunfo.

    Entonces con el caballo  10590
le hizo la primera baza
-391-
el patrón, y... ¡háganse cargo!
con qué intenciones saldría
jugando su cinco falso...

    A esta carta con un tres  10595
salió el oidor apretando,
y al tres con el siete de oros408
la señora le dio palo.

    Su ilustrísina que estaba
con dos triunfos en la mano,  10600
a pesar que la señora
le venía forcegiando:
-¡Retruco! dijo el obispo,
dándole tal puñetazo
a la mesa, que del susto  10605
echó a disparar el gato.

    -No me lo asuste al morrongo409
ni a mi mujer... ¡Vale cuatro!
Y del grito que pegó
clon Faustino, disparando  10610
con la cola entre las piernas,
el pelao410 salió ladrando.

    -¡Quiérole...! largó el obispo
lo mesmo que un cañonazo;
y al siete de doña Estrella  10615
le metió ahí mesmo el prelado
su perica, y muy garifo
-392-
jugó en seguida su cuatro,
que al truquiflor, ya se sabe,
es un triunfo soberano.  10620

    Al ver tal triunfo en la mesa,
y que el patrón Bejarano,
que fue el de la flor, no pudo
apretarla, y no contando
con su prima para nada,  10625
gritó el oidor muy ufano:
-¡Que viva mi compañero!

    -Primo, te has equivocado
y yo quiero corregirte,
díjole con mucho garbo  10630
doña Estrella. Decí, primo:
¡que viva este dos de bastos!...
Y como una tapadera
lo puso encima del cuatro,
dejándolo a su pariente  10635
con las quijadas colgando.

    Al mirar ansí al oidor,
le dijo serio el prelado:

    -No me siga haciendo señas;
usté, amigo, me ha engañado,  10640
y me ha hecho perder el truco,
causa de haberme mirado,
abriendo ¡tamaños ojos411!
pues yo retruqué confiado
en que usté tenía el dos...  10645
-393-

    -¡Qué abiertos ni qué cerrados!
respondió luego el oidor;
no, señor; no hay que negarlo;
¡El truco lo hemos perdido,
porque no lo hemos ganado!  10650



ArribaAbajo- LVI -


Un acceso de locura. -Los ultrajes. -La mansedumbre del obispo. -Las visitas. -El bergantín volador. -Noticias de Bonaparte


    Como sucede en el truco:
cuando el obispo perdió,
sin pensar el vale-cuatro412,
al istante se quedó
sin ganas de jugar más,  10655
y un poco de mal humor;
pero, al ver que entró la loca,
su ilustrísima esperó
divertirse a costa ajena.

    No fue ansí; la viuda entró  10660
de luto muy rigoroso,
como que se lo estrenó
-394-
por primer vez ese día,
y eso la destornilló
a la cuenta, pues de entrada  10665
a ninguno saludó,
y al lado de su madrina,
medio inquieta se sentó,
apenas un istantito,
porque luego se paró  10670
y a mirar de arriba abajo
al obispo principió
gruñendo medio entre dientes.

    El prelado la miró,
y corro le conocía  10675
las viarazas, sonriyó
diciendo con mansedumbre:
«Creo que esta noche yo
seré irremediablemente
el pavo de la función;  10680
pero sufriré, y que sea
todo por amor de Dios.»

    Al decir esto el obispo...
-¡Qué suerte, dijo el oidor,
será que a mí no me saque  10685
a bailar el pericón
esta loca, que me da
tantísima compasión!

    La pobre loca seguía
de firme mirandoló  10690
al obispo, y con los ojos
quería comerseló.

    A pesar de eso, y siguro
-395-
completamente el patrón
que Azucena les daría  10695
un rato de diversión...
-Dime, Azucena, le dijo,
¿no conoces al señor?...
señalándole al obispo.

    -Sí; la loca contestó  10700
con impaciencia notable;
sí, mi padrino, ¡pues no!
Lo conozco y lo aborrezco
a este viejo saltiador,
aunque como mojiganga  10705
se ha disfrazao de intención,
poniéndose la camisa
encima del levitón.
¡Condenao! ¡Maldito sea!
Este brujo asesinó  10710
a Berdún en la Vitel...

    -No, Azucena: no fuí yo,
dijo el obispo riyendo;
pues todo el mundo se echó
a reír como reventando,  10715
mientras la loca siguió
con su tema; hasta que allí
doña Estrella la sentó
muy cariñosa a su lado,
diciéndole: -Es un error  10720
ese en que estás, Azucena
porque te asiguro yo
que este es el señor obispo
que a la estancia de la Flor
fue, a las fiestas que allá hicimos  10725
cuando Ángel se bautizó
-396-
en Chascomún. ¿No te acuerdas,
que también te confirmó
el señor obispo allí,
y luego te regaló  10730
un cartucho de confites...?

    Azucena se quedó
como en dudas, por un rato;
y, al verla en tal suspensión
-No dudes más, ahijadita,  10735
la señora repitió;
porque si dudas me agravias,
cuando bien sabes que yo
te quiero, y nunca te engaño.
Puede ser que el matador  10740
de tu marido esté aquí
en la sala; pero no
ha sido el señor obispo.
A ver; míralo al señor:
dijo en broma doña Estrella  10745
señalándole al oidor:

    -¡Por la Virgen! No le digas
nada más, le suplicó
el primo...

Pero Azucena
dijo: -Ni preciso yo  10750
queme digan nada más;
porque (díjole al oidor)
ahora, sí, ya estoy sigura
que es usté el gaucho ladrón
que asesinó a mi marido.  10755
¡So pícaro, malhechor!
De balde anda de casaca.
-397-
A ver; desnudenmeló,
y sáquenle la camisa;
verán la marca que yo  10760
le puse cuando pensé
ensartarle el asador.
Ahora lo verán si es él
que no se escape ¡por dios!...
Y llorando les pedía  10765
al obispo y al patrón
le ayudasen allí mesmo
a desnudar al oidor.

    Estando en ese delirio,
aletargada cayó  10770
en brazos de doña Estrella,
que tristemente lloró.

    Felizmente en ese istante
el médico Gafaró
con oros tres caballeros  10775
entraron de buen humor
a la sala, sin saber
nada de lo que ocurrió
antes de que ellos entraran;
y nada se les contó.  10780

    Cuando entraron, don Faustino
en general preguntó:
-¿Qué traín ustedes de nuevo?

    -Algo traimos: respondió
el menos viejo de aquellos  10785
llegados con el dotor.

    -Vamos a ver, ¿qué nos cuentan
ustedes? Dijo el oidor.
-398-

    -En las gacetas que ha traído
el bergantín Volador,  10790
que con ciento ochenta días
de feliz navegación
desde Cádiz hasta acá
esta mañana llegó,
por ser barco muy velero,  10795
nos dicen: que Napolión
Bonaparte es un tirano
hereje, y usurpador
horroroso, a quien la Uropa
le ha tomado un odio atroz,  10800
porque se la va tragando
con insaciable ambición,
ahora que lo han coronao
haciéndolo emperador.
Ahí tienen lo que se dice  10805
del franchuti sabliador.

    -Pues eso, dijo el obispo,
es poco en comparación
de lo que me han dicho a mí,
no hace mucho. Escuchenló.  10810
Me han dicho, claro, en mi cara,
que yo soy un saltiador,
una mojiganga, un brujo
y un condenao matador...

    -¡Virgen santa! ¿Quién ha dicho,  10815
ilustrísimo señor,
todos esos sacrilegios?
Preguntaron a una voz.

    -No está muy lejos de aquí,
el obispo respondió;  10820
-399-
bien cerca está: que lo diga
mi compañero el oidor,
a quien le han dicho también
que es un gaucho malhechor,
aunque viste de casaca,  10825
siendo asesino, ladrón,
y marcao en las espaldas...

    -Vamos: ya conozco yo
a la infeliz que esas bromas
ha dicho, dijo el dotor,  10830
riyéndose a su pesar.

    A este tiempo levantó
Azucena la cabeza,
y al primer hombre que vio
de los que estaban allí,  10835
fue al médico Gafaró.

    -¿Cómo se halla usté, amiguita?
el dotor le preguntó.

    A eso, con triste sonrisa
Azucena respondió,  10840
dándole afable la mano:

    -¡Cuánto me alegro, señor,
de verlo, y poder decirle
que sigo mucho mejor
día por día; a pesar  10845
que hoy he tenido dolor
en la cabeza y modorra;
pero ya se me pasó
con dormir; aunque he soñado
cosas que quisiera yo  10850
-400-
no recordarlas ni en sueños,
porque me causan horror
y, no sé, no sé, Dios mío!...

    En ese istante el patrón,
por distraela, dijolé  10855
-Azucena, miraló,
aquí está el señor obispo.

    -Ya lo veo, sí, señor;
y a besarle la sortija
al obispo se acercó.  10860

    El prelado conmovido
echole su bendición,
después que humilde la viuda
el anillo le besó;
y luego muy expresiva  10865
diole la mano al oidor.

    En seguida, atentamente
de todos se despidió,
y con su amable madrina
de la sala se marchó  10870
abatida, pero linda
en todo, a la perfeción.
-[401]-



ArribaAbajo- LVII -


La arenga del patrón. -Los oidores roncadores. -La rabieta de don Faustino. -Cuatro verdades


    Como dije antes que de algo
le sirvieron a Azucena
sus locuras, a probarlo  10875
ahora voy a la evidencia.
Váyanme, pues, escuchando;
dijo Vega a sus oyentes.

    Después que se retiraron
de la sala doña Estrella  10880
y su ahijada, se quedaron,
lo menos media hora larga,
sin jugar los tortulianos413;
porque allí se les volvió
el patrón, gauchi-abogado;  10885
y les soltó en una arenga
todos los rollos del lazo414.
-402-

    Quedáronse, como he dicho,
sin jugar los tortulianos
divididos en dos grupos,  10890
compadeciendo y hablando
de la infeliz Azucena,
y de lo muy intrincado
que era probarle el delito...

    -¡Qué es eso que están hablando!  10895
No digan barbaridades.
¿Qué delito, ni qué diablos,
(con permiso del Obispo),
dijo el patrón Bejarano,
piensan ustedes probar...?  10900
Ustedes, digo, porque hablo
delante de tres oidores
por mi primo principiando,
que oye poco y ronca mucho
en el tribunal sentado,  10905
donde duerme a pierna suelta;
a lo que están habituados
también el que tengo al frente
y este otro que está a mi lado
a quienes yo los he visto  10910
que se largan bostezando
del tribunal, sin saber
de lo que allí se ha tratado,
y sin hacer más, por fin,
que escrebir un garabato;  10915
cosa que hacen, cuando más,
dos o tres veces por año.
Esta es verdá: como es cierto,
que el preludio que he largado
es propio de mi carácter;  10920
-403-
no se anden pues cosquillando,
tengan paciencia y aguanten,
porque yo soy campuzano,
pero, al clavar el rejón,
ya sé los güeyes con que aro.  10925

    Siendo ansí, escuchen con calma,
conforme yo he aguantado
el que ustedes, en la causa
de Azucena, haigan lerdiado
para declarar que no hay  10930
tal delito ni intrincado;
y hacen ya veintidós meses
a que siguen mañeriando
y aburriéndonos a todos.

    No hay pues, tal enmarañado  10935
en ese brutal proceso
que el alcalde embalcanado,
a quien todos conocemos
por hombre precipitado
a decir barbaridades,  10940
como nos lo ha demostrado
en público, y ya sabemos
que ese hombre destornillado
en San Vicente a mi ahijada
le hizo alzar, mal informado  10945
por un funesto sargento,
que los Indios espantaron
en la Vitel, al istante
en que hirieron a Genaro.

    El sargento ese fatal,  10950
esa mañana asustado,
se encontró con Azucena,
-404-
por desgracia en un estado
de delirio o de locura
y dolor desesperado  10955
por la muerte de su esposo:
ahí tienen el intrincado.

    Mi ahijada no estaba en sí
en aquel momento aciago;
y, porque al torpe sargento  10960
de un modo desatinado
le dijo Azucena allí
lo que le ha dicho al prelado
y a mi primo, hace un momento,
el sargento atropellado  10965
la hizo amarrar como a un Cristo,
sin conocer el estado
en que mi ahijada se hallaba
en aquel istante amargo.

    Después; amarrada ansí,  10970
en las ancas de un caballo
la hizo montar, y de allí
salió el hombre disparando
a llevarla a San Vicente,
donde la entregó azorado;  10975
y el alcalde del balcón
remachó por fin el clavo
de la locura en mi ahijada...
después de haberla encerrado
en un calabozo inmundo,  10980
y de allí haberla sacado
más loca que cuando entró,
para hacerle el sainetazo
que hizo, levantandolé
el proceso que ha formado,  10985
-405-
solamente porque allí
el sargento y dos soldados
de la partida asustada
por los Indios, declararon
diciendo: «Que en la Vitel  10990
quedaba muerto Genaro,»
sin más averiguación;
porque, ni se le arrimaron
para ver si estaba muerto
o tan solo lastimado.  10995

    Me han dicho que únicamente
en eso que declararon
los dos soldaos y el sargento,
el alcalde se ha fundado
para achacarle a mi ahijada  11000
el crimen de asesinato;
y también en que fue presa
con un puñal en la mano;
y además, en que tenía
todo el vestido manchado  11005
con la sangre del marido
poco antes apuñaliado;
y que con tales indicios
estaba cuasi probado
que la viuda debe ser  11010
quien lo había asesinado...
A juicio del Montañés.

    Pero ¡por Dios soberano!
Esos no pasan de indicios,
y yo, sin ser abogado,  11015
digo; que eso no es bastante
para que se le haga un cargo
tan infamante a mi ahijada,
porque no sería extraño
-406-
que el pobrecito Berdún  11020
que fue siempre desgraciado,
y no pudo adelantar
en quince años de trabajo,
infatigable, juicioso
y completamente honrado,  11025
hallándose reducido
al más pobrísimo extado,
después de que los salvajes
su propiedá le quemaron,
y que ni un solo ternero  11030
en su estancia le dejaron;
y siendo además un hombre
puntilloso y delicado,
pues vivió toda su vida
del sudor de su trabajo,  11035
y que a naides molestaba,
pues a mí, siendo mi ahijado,
ahora poco en su infortunio
muchas veces se ha negado
a recibir mis socorros;  11040
¿qué tendría pues de extraño;
que en su triste situación,
demente o desesperado,
en un momento fatal
él se hubiera suicidado  11045
con ese mesmo puñal
que a mi ahijada le encontraron?
O, ¿quién sabe si ese día
los salvajes no mandaron
algún Indio de bombero415,  11050
y ese Indio mató a Genaro?
-407-
porque en ese mesmo istante
de su muerte atropellaron
los Pampas a la Vitel
y su rancho le quemaron.  11055

    Puede esto haber sucedido,
y yo me siento inclinado
a crerlo; porque Azucena
se acuerda de haber quemado
con su marca al asesino;  11060
y es un tema continuado
que, hoy mesmo, acá la infeliz
furiosa lo ha recordado
en presencia de mi primo
y delante del prelado.  11065

    Últimamente, señores;
yo, Faustino Bejarano,
asiguro por mi honor,
y con mi fortuna afianzo,
que mi ahijada está inocente;  11070
pues, habiéndola educado
en nuestra casa, sabemos
sin duda, que hemos formado
una virtuosa mujer,
y una esposa que no ha dado  11075
jamás el menor disgusto
a su esposo infortunado.

    Y dijo más: ¡oiganló!
pues voy a explicarme claro,
aunque les haba cosquillas;  11080
si hasta hoy no se ha declarado
de Azucena la inocencia
-408-
es porque siguen lerdiando416
los jueces en ver su causa,
como están acostumbrados  11085
a dormir sobre las otras;
pero, no tengan cuidado,
déjense no más andar,
porque yo hago poco caso
de las mañas de los jueces;  11090
ansí es que, en este verano...
dígoles (entre parientes)
me mando mudar al campo
con mi mujer y mi ahijada,
si no me ponen atajo417  11095
los chochos del tribunal,
y voy del todo confiado
en que curaré a mi ahijada;
y si la curo, me encargo
de trairla a donde me ordenen,  11100
si ansí fuere necesario,
No tengo más que decirles.

    -Sí: Faustino, andate al campo,
el día que se te antoje,
luego allí le contestaron  11105
los tres oidores que estaban;
pero, esta noche aguardamos
que acá nos dés chocolate,
pues ya lo ves: cabeceando
nos ha dejao tu discurso,  11110
y ya queremos largarnos
diciéndote al despedirnos:
-409-
andate, Faustino, al campo,
y por allá nos veremos,
si Dios quiere, este verano.  11115
Anterior Indice Siguiente