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ArribaAbajo- LVIII -


La villa del Pergamino. -El veraneo. -El curato. -Los recuerdos de la Flor


    En Buenos Aires andaba
el rumor acreditao
que las paces, o el tratao
con las Indiadas, ya estaba
cuasi, cuasi terminao.  11120

    Y eso mesmo se pensaba
del campo en las poblaciones,
viendo ya lo mansejones
que en sus toldos se aguantaban
los Indios sin dar malones.  11125

    El verano principiaba,
cuando salió don Faustino
con su familia en camino
para su estancia, que estaba
cerquita del Pergamino.  11130

    Pero, ni apurando el coche,
-410-
no era posible el llegar
a la villa, sin pasar
en el camino una noche
para medio descansar.  11135

    Ansí fue, en Giles418 pasaron
la noche cómodamente;
y de allí al día siguiente
al Pergamino llegaron.
con zozobra solamente:  11140

    Fijándose en que Azucena,
cuanti-más se amejoraba,
tanto más se acongojaba
día por día, y más pena
en su semblante amostraba.  11145

    Todo lo que era debido
a que la infeliz perdió
el juicio, al punto que vio
asesinao al marido;
y, como se enloqueció...  11150

    Aunque luego fue acusada
del crimen, a esa ocasión,
ofuscada en su razón
dos años vivió privada
de saber su acusación.  11155

    Pero, luego que se vido
en estao de comprender
su situación, y al saber
que acusada había sido,
principió a desfallecer;  11160
-411-

    Y, no queriendo afligir
a sus padrinos, sufría
su pena, y se consumía;
deseando pronto concluir
la vida que aborrecía.  11165

    A la muerte de Berdún
dos años y un mes hacían;
y cada vez lo sentían
más y más en Chascomún,
donde tanto lo querían:  11170

    Pero, ninguna noticia
tocante a quien lo mató,
hasta entonces no llegó
con certeza a la justicia
por más que la procuró.  11175

    Sólo el juez de San Vicente
fue el único que mandó
aquel enriedo que armó,
cuando como delincuente
a la viuda procesó.  11180

    Mas, desde su mocedá
ese juez fue sin agüelo
de cantimpla419, y bajo el pelo
tenia la enfermedá
de pajaritos al vuelo420.  11185

    Pues, ni debió suponer
que Azucena había sido
criminal, siendo sabido
-412-
que esa virtuosa mujer
adoraba a su marido.  11190

    Pensando ansí, el rastriador
Anselmo, aquel San-Juanino,
decía: «Que el asesino
del capitán Vencedor,
era su mesmo sobrino».  11195

    El caciquillo Manuel,
que agraviao se le escapó
a Berdún, que lo agarró
prisionero, «el día aquel
en que herido salí yo...»  11200

    Ansí, Anselmo se expresaba
al ñudo y de alabancioso,
muy trompeta421 y rencoroso
cuando un crimen le achacaba
por venganza a un guapo mozo.  11205

    Siendo de alvertir al caso,
que en regla peliandoló422,
ese Manuel le prendió
al San-Juanino un chuzazo,
y esto nunca lo olvidó.  11210

    Pero, voy perdiendo el tino:
dijo Vega el payador,
y por moralizador,
el viaje de don Faustino
he cortao a lo mejor.  11215
-413-

    Dispensen, pues la memoria
ya me va medio flaquiando;
bien que por fortuna es cuando
al remate de esta historia
mucho me voy acercando.  11220

    Prosigo, pues. -El patrón,
cuando de Giles salió
ese día, se apuró;
y después de la oración
cuasi loco se volvió.  11225

    Porque tuvo un arrebato
de alegría repentino,
cuando con su esposa vino
a bajarse en el curato
de su hijo en el Pergamino.  11230

    ¿Y Azucena? Háganse cargo
del gozo que sentiría,
cuando a ver feliz volvía,
después de un tiempo tan largo,
a quien tanto la quería:  11235

    Pues Ángel nació en la estancia
de la Flor, donde se criaba
Azucena, y lo cargaba
al patroncito en su infancia,
y en la cuna lo arrullaba.  11240

    ¡Cuánta sorpresa esa noche
de placer tuvo el curita,
y su familia todita!
Luego, al bajarse del coche,
¡qué extremos! ¡Virgen bendita!  11245
-414-

    ¡Qué de abrazos se pegaron!
¡qué de cariños se hicieron
unos a otros! ¡cómo fueron
recebidos, y gozaron
los días que allí estuvieron!  11250

    Pero, complacencia y pena
tuvo el bondoso curita,
cuando abrazó a su amiguita
la inconsolable Azucena,
¡y la miró tan marchita!...  11255

    -No te aflijas, le decía:
pues Dios es justo y clemente,
y su poder no consiente
que la calunia o falsia
mortifique a un inocente.  11260

    Consólate, pues ya estás
con nosotros, hermanita.
Aquí serás cuidadita
y todo lo olvidarás;
espero en Dios, amiguita.  11265

    -¡Ángel! Quizá olvidaré
la muerte de mi marido,
pues así Dios lo ha querido;
pero, en vida, no podré
jamás echar en olvido...  11270

    Dijo llorando Azucena,
que de esa muerte ¡acusada
he sido yo!... ¡La enlutada!
Esa amarguísima pena
podré olvidarla... ¡enterrada!  11275
-415-

    A eso el cura repetía
lleno de esperanza y fe:
-No, por Dios; consuelaté.
Ya no está lejos el día
en que feliz te veré;  11280

    Pues tengo el presentimiento
de que muy pronto serás
dichosa, como jamás,
porque Dios hará un portento
para eso: ya lo verás.  11285

    -Si eso esperas, hermanito,
también debo esperar yo,
Azucena respondió;
porque tú eres un bendito...
Y las manos le besó.  11290

    En esta conformidá
religiosa, se apartaron
a esperar, y no esperaron
mucho a la felicidá
tan completa a que llegaron.  11295

    Ahora, pues, permitanmé,
dijo Vega, el levantarme;
voy a medio refrescarme
y al momento volveré.
-[416]-



ArribaAbajo- LIX -


La estancia de los Milagros. -La fonda de los Mogollones. -Las buenas noticias. -La paz arreglada


    Don Faustino y su familia  11300
dos días no más pararon
en la villa, con el cura,
sin moverse del curato;
donde, por supuesto, fueron
diariamente visitados  11305
por toda la gente honrada
que había en el vecindario;
y también por la familia
del Mellizo apostemado,
a cuya hijita el patrón  11310
allí le hizo un buen regalo.

    Al tercer día después
que en el curato almorzaron,
contentos y cariñosos
del cura se separaron,  11315
prometiéndole volver
de continuo a visitarlo;
y a las diez de la mañana
al Pergamino dejaron.

    La nueva estancia que al norte  11320
pobló el patrón Bejarano,
-417-
se hallaba sobre una loma
en las puntas de Ramayo;
y por nombre le pusieron
«la estancia de los Milagros.»  11325

    No estaba del Pergamino
sino a dos leguas y cuarto,
de manera que de allí,
por paseo hasta el curato,
siempre día de por medio  11330
de mañana en el verano,
el patrón y las señoras
se venían a caballo,
pues que para un galopito
era delicioso el campo,  11335
y el trébol423 recién nacido
soltaba olor delicado
luego que lo reventaban
las patas de los caballos.

    El caserío en aquella  11340
estancia de los Milagros,
era, sin ponderación,
une especie de palacio...
digo yo, como el mejor
de los que he visto pintados  11345
en esos titilimundis
que amuestran los Italianos
de noche, en la vereda ancha424,
-418-
en cajones alumbrados,
y con vidrios por afuera,  11350
cada vidrio como un plato.

    Todas las comodidades
a que estaba acostumbrado,
tenía allí don Faustino;
porque era hombre acaudalado  11355
y tan voraz425 de rumboso,
que, habían averiguado,
que él solo con su familia,
para vivir regalado,
gastaba tanto en un día  11360
como el virrey en un año.

    Alviértase que la estancia
tenia, por decontado,
buena chacra, linda quinta,
un jardín que era un encanto,  11365
árboles de todas layas,
especialmente paraísos,
y esos fragantes aromos426
que dan botones dorados:
ricas frutas y verduras,  11370
aves de todo tamaño,
corderos gordos, lechones,
conejos, y hasta pescado
-419-
se agenciaba algunas veces;
y, como con mucho agrado  11375
recebía a los amigos
que iban allí a visitarlo,
era su estancia una fonda
de mogollas427 en verano.

    En fin: dejemos por ahora  11380
la paja, y vamos al grano.

    El veintiocho de diciembre
de mil ochocientos cuatro,
hacía ya dos semanas
há que el patrón Bejarano  11385
con su familia habitaban
la estancia de los Milagros.

    Ese día doña Estrella
el patrón se levantaron
muy tempranito, pero antes  11390
había ya madrugado
alegrecita Azucena.

    Al verla así, se alegraron
la señora y don Faustino,
y quisieron a caballo  11395
sacarla a pasiar viniendo
a la misa del curato,
que se decía a las ocho;
-420-
y, como estaban a un paso
de la iglesia, muy a tiempo  11400
de un galopito llegaron;
oyeron misa, y después
con el curita almorzaron,
quien les dio unos chunchulines428
que los dedos se chuparon,  11405
y unos pichones de loro429
perfeutamente guisados.

    De la mesa todavía
no se habían levantado,
al tiempo que el sacristán,  11410
con un papel imprentado,
que acababa de llegar
del pueblo430, entró muy ufano
diciéndoles: -¡Caballeros!
Buenas noticias les traigo...  11415
y, para que las leyera,
se las dio a don Bejarano.

    El tal papel se llamaba
entonces: El Telebrajo431,
el cual decía esa vez,  11420
que, de las paces el pato
o convenio con los Indios,
-421-
lo había el virrey firmado
el veinticinco en el Fuerte432,
adonde se lo aprobaron  11425
muy conformes seis caciques
de aquellos más respetados
por los Indios: y que, ya
en esas paces confiados,
(decía el mesmo papel)  11430
deberían los cristianos
como amigos a los Indios
recebirlos y tratarlos,
como ir a sus tolderías
sin recelo ni cuidado  11435
de que allá los agarrasen;
pues, también rezaba el pato
del referido convenio,
que, a partir del día cuatro
de enero del año entrante,  11440
los cautivos que agarraron
los Indios, y estén entre ellos
siendo cautivos cristianos...
sin quedarse con ninguno,
debían ser entregados  11445
por los Pampas, y en los puntos
adonde los cautivaron
en cualquier tiempo y edá,
y fueran hembras o machos:

    -¡Bendita sea la paz,  11450
y el Señor sea alabado!
-422-
dijo el curita gozoso
y a todos felicitando.

    -¡Y que la Viren permita,
dijo Azucena llorando,  11455
que yo vea a mi cuñada
la Lunareja, que tanto
la quería y se acordaba
de ella mi pobre Genaro!

    -Y, también permita el cielo,  11460
dijo el patrón Bejarano,
que yo vea lo que espero
en su justicia confiando...

    A su ahijada doña Estrella
entonces le dio un abrazo,  11465
y besándola en la frente
le dijo: -Anoche he soñado
que vas a ser muy feliz
el día menos pensado.

    A las doce, en ese día,  11470
habían ya regresado
muy contentos a la estancia,
por las noticias del pato
y las paces con los Indios;
ansí es que determinaron  11475
don Faustino y su señora
el montar siempre a caballo,
y desde el día siguiente,
día por día temprano,
seguir yendo al Perganino  11480
a oír la misa del curato,
-423-
hasta la pascua de Reyes
que se venía acercando
y, ahora verán esas misas,
al fin en lo qué pararon433...  11485



ArribaAbajo- LX -


La invocación gaucha. -El lindo nacimiento. -La estrella de los magos. -El lujo del pesebre. -La Maldición a la mula


    «¡Virgen Santa de Luján!
¡madre de Dios soberano!
Que sois en nuestra campaña
la abogada de los gauchos.

    «¡Y vos también, madre mía  11490
y señora del Rosario!
Abogada de imposibles
y de los desamparados;
dénmele a mi pecho voces
y expresiones a mis labios,  11495
ahora, al fin, que explicar debo
los prodigiosos milagros
-424-
que tan repetidas veces
ha hecho Dios en estos campos.

    «¡Señor de la Redención!  11500
que fuistes crucificado
hasta morir en la cruz;
y en gloria resucitado
a la diestra de Dios padre
y del Espíritu Santo,  11505
para insecula sin fin
seréis del género humano
juez, y eterno protetor
misericordioso y sabio.

    «Por vuestra pasión y muerte,  11510
yo, mal coplero y negado,
a causa de la inorancia
con que he vivido en el campo;
que iluminéis mi memoria,
Dios mío, os pido postrado  11515
y también que a mis palabras,
de expresivas les deis algo,
porque no podré explicarme
sino como un rudo gaucho,
ahora que de tu clemencia  11520
voy a contar los milagros.»

    Después de su invocación,
sentándose el gaucho Santos
recorrió su pensamiento
en el semblante amostrando,  11525
que iba a contar con placer
sucesos afortunados;
y seguidamente dijo
en tono alegre y pausado...
-425-

    El primer día de pascua  11530
de Reyes al Pergamino,
a las diez de la mañana,
aún no había aparecido,
y ya cuasi no esperaban
que viniese algún cautivo  11535
de los que soltar debieron,
el día cuatro, los Indios.

    Desesos de ver algunos,
el día seis tempranito,
después de nacer el sol,  11540
doña Estrella, don Faustino,
y Azucena madrugaron
y salieron en camino
desde la Estancia al curato
antes que fueran las cinco;  11545
y una preciosa mañana
en ese día les hizo.

    ¡Qué fragancia la de aquellos
árboles del paraíso!
¡la del jardín y del campo!  11550

    ¡Qué cantar los pajaritos
y qué juguetear saltando
las cabras y los cabritos!

    ¡Qué celajes al Naciente,
de topacios y rubizos,  11555
hizo el sol cuando empezaba
a nacer! ¡y qué fresquito
tan delicioso soltaba
del sur un viento blandito!

    ¡Qué brillar el pastizal  11560
-426-
con las gotas del rocío,
donde el sol se reflejaba
lo mesmo que un espejitos!
pero, en aquella mañana,
lo maravilloso y lindo,  11565
o para mejor decir,
lo celestial y divino,
era ver en todo el cielo
azul celeste purísimo
millares de nubecitas  11570
todas de igual tamañito,
tan blancas que parecían
majadas de corderitos
que de los campos al cielo
a echarse habían subido;  11575
celajes que por acá
muchas veces hemos visto.

    Pues bien, como iba diciendo;
poco después de las cinco,
con las señoras llegó  11580
al curato don Faustino,
y al llegar, en la capilla
ya el cura había concluido
de arreglar para la fiesta
un nacimiento muy lindo,  11585
que para la adoración
de los Reyes, fue preciso
agregarle muchas cosas.

    Ansí fue, tres reyecitos,
del altor de una limeta  11590
cada uno, estaban juntitos,
recién llegaos de sus tierras,
un blanco, un negro y un indio;
-427-
a cual de ellos más garboso
y ricamente vestido,  11595
hincados junto al pesebre
de Jesús recién nacido
en el portal de Belén,
que era un y galpón peladito434.

    Ahí estaban los tres Reyes  11600
de rodillas, cono he dicho,
adorándolo a Jesús;
y queriendo allí mesmito
entregarle de regalo
prendas de precio infinito,  11605
que le hacían mucha falta
al pobre niño bendito,
que estaba allí tiritando
en pelota desnudito,
porque nació sin tener  11610
ni camisa el pobrecito,
pues por toda vestimenta
tenía un chiripacito.

    Pero, entre tanto, el pesebre
era de ¡hilo de oro fino!  11615
Porque ansí lo mandó hacer
el cura del Pergamino,
en lugar de que lo hicieran
de pura paja de trigo.

    En fin, como era el curita  11620
el hijo de don Faustino,
todo lo podía hacer
y todo lo hizo muy lindo.
-428-

    Qué aperos y qué chapiaos435
traiban los tres caballitos  11625
de los Magos! un cebruno436
un alazán y un tordillo.

    Luego, adentro del portal,
a mas de los Reyecitos,
también San José y la Virgen  11630
estaban cuidando al niño,
el uno junto a una mula,
la otra junto a un buey barcino
que con su resuello estaba
calentando al angelito;  11635
mientras la mula al pesebre,
como era paja de trigo,
se lo empezaba a comer;
y por eso la maldijo
la Virgen, diciendolé;  11640
¡No parirás! Y ansí ha sido,
que desde entonces hasta hoy
ninguna mula ha parido.

    Pero lo más asombroso
que en ese portal se vido,  11645
(se entiende, en el nacimiento
que se hizo en el Pergamino
para esa pascua de Reyes,
en mil ochocientos cinco),
fue la estrella de los Magos.  11650
Dejuramente, un prodigio
de resplandor debió ser
-429-
esa estrella, porque la hizo
otra estrella la patrona
con los mejores zarcillos  11655
de diamantes que tenía,
del tamaño de un cuartillo
el más chiquito de todos;
siendo ochenta cabalitos
con los que armó ese lucero  11660
la esposa de don Faustino.

    Ansí, a la luz de esa estrella
era un encanto divino,
almirable, celestial,
ver la nube de angelitos  11665
que le cantaban gloriosos
v al vuelo al recién nacido.

    Luego, afuera del portal,
era todo un laberinto
de puras preciosidades,  11670
como casitas, ranchitos,
arboledas, gramillales437,
sembrados y jardincitos;
bailarines y pastoras
que bailaban el cielito438  11675
con guitarra y panderata;
y las viejas ¡ojo al Cristo!
En la pastizal sentadas,
sin querer tomar polvillo,
por vichar cada una a su hija  11680
cuando entregaba el cuerpito
-430-
para que se le prendiese
a valsiar el pastorcito.

    De ahí, el campo estaba lleno
de albardones, y arroyitos  11685
y lagunas, donde andaban
gansos, cisnes y patitos;
y en el gramillal se vían
vacas lindas y toritos,
y yeguitas retozando  11690
con baguales clinuditos.

    Ansí fue la preciosura
del nacimiento divino,
con que celebró en su iglesia
el cura del Perganino  11695
a la pascua de los Reyes,
en mil ochocientos cinco.

    Finalmente, Santos Vega
sintió que era tardecito,
porque empezó a bostezar,  11700
y soñoliento les dijo
a Rufo y Juana Petrona;
me estoy quedando dormido
y lo mesmo están ustedes
desiando meniar ojito439;  11705

    Por lo que les aconsejo
que se vayan a su nido,
y yo, con perdón de ustedes,
me largo a mi rinconcito.
-[431]-



ArribaAbajo- LXI -


El oidor de llegada. -La misa cantada. -La sorpresa de los repiques. -El aparecido. -La Lunareja. -El volido de Azucena. -El grupo de los cinco


    Como tres horas después  11710
que llegaron don Faustino
y su familia al curato,
cata-aquí440 que el señor primo
de doña Estrella, el oidor,
allí se hizo aparecido,  11715
y en la sala se metió
luego de golpe y zumbido,
diciéndoles: -¡Buenas Pascuas!
Aquí estoy, porque he venido;
y con esto digo todo.  11720
¡Vaya un abrazo, sobrino!
¡otro a mi prima! ¡otro a ti,
regañón viejo Faustino;
y a mi amiguita Azucena
un amable apretoncito  11725
de manos y parabienes,
pues que tan guapa la miro.

    Por supuesto, alegremente
el oidor fue recibido
-432-
y allí no más, de parao,  11730
le dijo al cura; -Sobrino,
mándame dar chocolate
pronto, espeso y bien batido,
que aunque vengo desganao
tomar algo necesito.  11735

    -Sí, sí, dijo doña Estrella.
-Muy bien, repitió el sobrino;
chocolate con bizcochos,
tráinganle pronto a mi tío,
aunque viene desganao.  11740

    -¡No, no! dijo don Faustino;
porque eso será exponerlo
a que le dé un tabardillo.
Déjenlo que se repose,
y ansí, que beba enterito  11745
un balde de agua del pozo
que le abrirá el apetito;
pero...

-Aquí está el chocolate,
velay, tómelo, mi tío,
díjole el cura: porque  11750
aprontarme necesito
para la misa cantada...
¿que oirá usté?

-Sí, sobrinito,
dijo el oidor: y de un soplo
se despabiló el pocillo  11755
con ocho o diez bizcochuelos;
y entonces dijo. Estoy listo;
iremos pues a la iglesia
cuando gustes, Angelito.
-433-

    Al momento repicaron  11760
las campanas, y al ratito,
con dos padres forasteros
amigos del padrecito,
se hizo una misa cantada,
grandiosa en el Pergamino,  11765
con música y camaretas441
y cuhetes como es de estilo.

    Acabada la función,
el cura con sus amigos,
los otros dos sacerdotes,  11770
y tragaldabas su tío,
Azucena, doña Estrella
y el rumboso don Faustino
se pusieron a almorzar...
¡háganse cargo! A lo ricos.  11775

    Cuasi acabando el almuerzo,
oyeron que en el pueblito
con música y cuhetería442
daban vivas repetidos
cera de la comendancia,  11780
donde estaban reunidos
en muy alegre algazara
cuasi todos los vecinos.

    Por supuesto, en el curato,
a ese sonar tan festivo  11785
todos pararon la oreja443,
-434-
sin saber a qué atribuirlo;
hasta que dijo el oidor:
-Quizás se habrán recibido
grandes noticias de España,  11790
y estas acá habrán venido...

    A este tiempo el sacristán
que dentró sin ser sentido,
medio loco de contento,
por su cuenta y sin permiso  11795
del curita, y sin tener
fundamento conocido,
se les prendió a las campanas
de la iglesia, y... ¡Cristo mío!
Empezó un repicadero,  11800
que salieron aturdidos
todos, menos el oidor,
que se quedó a dos carrillos
comiendo un pastel de choclo444
y se lo engulló él solito.  11805

    Salieron, pues, el patrón
y el cura muy afligidos,
creyendo que el sacristán
hubiera perdido el juicio,
o se hubiera emborrachao.  11810

    El cura, en cuanto lo vido,
le preguntó al sacristán;
-¿Qué es esto, don Celestino?
Está usté loco o mamao?
¡Respuenda!...
-435-

Pero el bendito
 11815
y entusiasmao sacristán
se hacía el desentendido,
y déle guasca445, seguía
a las campanas prendido,
repicando y repicando  11820
como a sacarles el quilo,
sin hacer caso del cura.

    Serio entonces don Faustino,
díjole allí: -¿Qué demonio
es el que se le ha metido  11825
a usté? ¿Díganos por qué
repica?...

-¿Por qué repico?
¡por un milagro de Dios!
pues por mis ojos he visto
llegar a la comendancia  11830
¡sano y bueno! Ahora mesmito,
al capitán don Berdún
con su hermana y su sobrino.
¡Velahí están! ¿No los ven
apiándose?

-¡Jesucristo!
 11835
exclamó don Bejarano;
y corrió llamando a gritos
¡Azucena! ¡Estrella! Corran,
vengan, ¡Genaro ha venido
bueno y sano! ¡Y acá está  11840
con su hermana y su sobrino!
¡Gracias a Dios! ¡veanlós!
-436-

    No fue correr, fue un volido
con el que salió Azucena
a encontrar a su marido,  11845
y de placer en sus brazos
se le quedó sin sentido.

    Allí mesmo doña Estrella,
el curita y don Faustino,
sobre Azucena y Genaro  11850
un grupo hicieron de cinco,
abrazaos unos sobre otros;
y de gozo sorprendidos
riyendo y llorando a un tiempo
se encontraban confundidos,  11855
ya creyendo, ya dudando
de ver al aparecido.

    Cuando Azucena volvió
a recobrar el sentido,
en los brazos de su esposo,  11860
dudaba de verlo vivo;
pero, ansí mesmo mostraba
un inmenso regocijo.

    En igual caso se hallaban
doña Estrella y su marido;  11865
lo que no le sucedía
al cura don Angelito,
porque, con fe y esperanza,
de Dios esperó un prodigio
que salvara la inocencia  11870
de Azucena; y que el castigo
también Dios se lo daría
algún día al asesino.
-437-

    Pasao el primer momento
de goces tan repentinos,  11875
de allí a Genaro a la sala
con su hermana y su sobrino,
entre mil demostraciones
de placer y de cariño,
los llevaron, al istante  11880
que en el patio se deshizo,
donde mesmo se formó,
aquel grupo de los cinco;
pero Azucena siguió
abrazada a su marido.  11885

    Entraron, pues, a la sala,
todavía sorprendidos
por el gozo que tuvieron
al ver al recién venido,
y al conocer a su hermana,  11890
pues nunca la habían visto;
pero que de su belleza,
eso sí, habían sabido;
y tocante a esa lindura446
voy a decir lo preciso.  11895

    Treinta y nueve años tendría
la Lunareja cumplidos,
cuando con su Hijo Manuel
de los disiertos se vino
en compaña de Berdún,  11900
aquel su hermano querido,
que no murió en la Vitel
por serle tan parecido.
-438-

    Esta hermana de Genaro,
a pesar de haber sufrido  11905
cautiva de Cocomel
diez y nueve años cumplidos,
al fin de su cautiverio
muy poco había perdido
de su garbo y donosura  11910
ansí llegó al Pergamino
en el día seis de enero
de mil ochocientos cinco,
siendo Rosa todavía
de preciosura un prodigio.  11915

    ¡Qué cabeza y qué garganta!
¡qué cuerpo tan redondito!
¡qué brazos como torneaos!
¡qué pieses447 tan arquiaditos!

    Hebras de oro eran sus trenzas  11920
de rubios cabellos finos,
que en sus espaldas brillaban
naturalmente esparcidos.

    Eran de carmín sus labios,
y en su sonrisa, al abrirlos,  11925
entre su preciosa boca
amostraba dos cintillos
de dientes como de nácar.

    El rosado morenito
de su rostro era un esmalte,  11930
donde estaban embutidos
como luceros sus ojos,
-439-
color celeste subido;
que a quien se los dirigía
era como darle un tiro  11935
de aquellos que el corazón
le ponen a uno blandito
para entregarse al amor...

    En fin, de los atrativos
tenía Rosa el conjunto:  11940
pero, el adorno más lindo
de su cara era el lunar,
tan crespo y tan renegrido
y de tan preciosa forma,
que tenía en un carrillo  11945
como una flor de azabache,
y, a ese lunar fue debido
el que, al fin y para siempre,
felices hubieran sido,
ella, su hermano Berdún  11950
y Manuel el caciquillo.

    Luego que estuvieron todos
en la sala reunidos,
tomaron asiento en rueda;
y mirando de hito en hito  11955
a Berdún, como dudando
doña Estrella y don Faustino,
desconfiaban todavía
de que allí estuviera vivo,
aquel hombre a quien sin duda  11960
muerto lo habían creído:
y sobre qué le dirían
se encontraban indecisos.

    Genaro les conoció
-440-
ese dudar, y les dijo  11965
con una voz conmovida:

    -No tengan dudas, padrinos;
yo soy Genaro Berdún,
gracias a Dios que estoy vivo;
y después de Dios, le debo  11970
estar aquí... a mi sobrino.

    Él me salvó en la Vitel,
el día que un asesino
creyó de una puñalada
haber mi vida concluido;  11975
y hasta ahora, quién fue ese aleve
averiguar no he podido;
pero ya lo he perdonao,
sea quien hubiere sido;
porque nunca la venganza  11980
encontró en mi pecho abrigo.

    Lo único que en el disierto
me hizo saber mi sobrino,
fue, de que los Araucanos
quemaron el Cardalito,  11985
por no encontrarse él allí,
pues que lo habría impedido.

    Bien pues, esa madrugada
cuando yo fui mal herido,
y quedé como un dijunto  11990
desangrado, y sin sentido,
mudo, sin habla y sin vista,
solo en mi catre tendido,
allí me habría quemao
adentro de mi ranchito,  11995
-441-
porque ya empezaba a arder,
cuando a Manuel mi sobrino
que ni sabía el que yo
me hallara en ese destino,
la Providencia lo trajo  12000
allí, a mi rancho mesmito,
de adonde un Indio salió
con mi chaqueta, y le dijo;
¡OFICIAL BLANDENGUE MUERTO,
ACÁ ADENTRO, MOZO LINDO!  12005

    Al oír al Pampa, Manuel
entró, y en cuanto me vido
me conoció, y, de sorpresa
o de pesar dando gritos,
mandó que entraran sus Pampas  12010
y les dijo: «¡Este es mi tío!
Genaro Berdún, de quien
tantas veces les he dicho,
que para mí en este mundo
es el hombre más querido;  12015
vamos a llevarlo pronto,
¡con cuidao, porque está vivo!...»

    Manuel, que está aquí presente,
hasta ahora jamás me ha dicho
cómo fue que me llevó  12020
de allí a sus toldos consigo.

    Yo sólo sé que allá estuve
veinte meses asistido
por el memo Cocomel,
por mi hermana y mi sobrino,  12025
y dos buenos curanderos
de los que tienen los Indios.
-442-

    Después de esos veinte meses
enderezarme he podido,
hasta hoy, que gracias a Dios,  12030
del todo restablecido,
tengo la felicidá
de hallarme aquí reunido
a mi adorada Azucena,
a mis amados padrino;  12035
y para alabar a Dios
al cura del Pergamino.

    Ahora por fin les diré
que para siempre venimos
a vivir cerca de ustedes,  12040
sin recelo de los Indios,
ni haber agraviao a naides;
pues Cocomel nos ha dicho,
abrazándonos a todos
al tiempo de despedirnos,  12045
que siempre y en todas partes
será nuestro buen amigo;
y que nos hará querer
y respetar por los Indios.

    Cuando Genaro acabó  12050
su relación, don Faustino
a Manuel le dio un abrazo
muy apretao, y le dijo:
-¡Ya lo quiero a usté de veras!
Porque es hombre agradecido.  12055
Disponga usté pues de mí,
para siempre, como amigo.

    A este tiempo a festejar
a los que habían venido
-443-
libres de su cautiverio  12060
y llegao al Pergamino,
el comendante, el alcalde
con otros varios vecinos
y seis músicos, allí
en el curato mesmito  12065
tocaron musiquería;
y se alborotó el corrillo
hasta las seis de la tarde
que se fueron divertidos448
todos los festejadores,  12070
a costa de don Faustino.
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