Science Fiction

Ricardo Gullón

A las novelas policíacas, a las novelas «rosa» y aun a las del Oeste las vence ya en los Estados Unidos la avalancha de science fiction, término que mejor será traducir por novelas fantásticas que por novelas científicas. Edgar Poe y Julio Verne pudieron ser considerados como inventores de este género literario que para muchos americanos constituye hoy el alimento espiritual preferido. Y la moda está penetrando velozmente en Europa.

En realidad el lector, maravillado y desconcertado por los descubrimientos de la física actual, está dispuesto a admitir como posibles y meras anticipaciones cuantas fantasías adecuadamente aliñadas le sirvan los especialistas. Después de la bomba atómica, las velocidades supersónicas conseguidas por los aviones, el «suero de la verdad», la conducción de aeronaves sin piloto y tantas otras novedades no menos sensacionales, cualquier invención resulta verosímil, y el viaje a Marte o a la Luna no es más que una pequeñez pendiente de algunos detalles sin importancia. Una compañía americana de navegación aérea -dícese- tiene ya reservados varios centenares de pasajes para cuando se inauguren los servicios interplanetarios.

La causa principal de la boga alcanzada por estas ficciones es seguramente la necesidad de escapar a la realidad preñada de contingencias desagradables en que nos debatimos; de modo consciente, o tal vez sin plena conciencia, el hombre actual tiende a perder de vista realidades cuya presión le conturba, y uno de los medios empleados para lograrlo es esta literatura en que (como en la «rosa») los problemas reales se escamotean y ceden su puesto a otros que no provocan angustia en cuanto su irrealidad los envuelve en reconfortantes nieblas. Además, en todos los tiempos (angustia y temores aparte) el hombre siente el deseo de volar con la imaginación lejos de lo cotidiano, a mundos donde la vida se organiza de un modo fantásticamente simple y pueden vivirse los sueños, cerrando los ojos a lo inmediato, a lo vulgar, a lo existente.