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Serie de cinco artículos «La tortuga marina, a la extinción»

Homero Aridjis






ArribaAbajoLa tortuga marina, un camino torturado a la extinción1

(Primera de cinco partes)


La tortuga estuvo presente en el mundo antes y después de los dinosaurios; en su lenta existencia, ha vivido en el mar, en los pantanos y en la tierra. De las ocho especies marinas que sobreviven en el planeta, siete desovan en playas mexicanas, en el Atlántico y el Pacífico.

La conservación de estas especies, ejemplos vivos de la historia natural de la Tierra, es de gran responsabilidad para el gobierno mexicano, pues aunque éstas sobrevivieron a las grandes catástrofes naturales que acabaron con la vida de otras especies, no van a sobrevivir a la depredación humana. Una vez más la experiencia nos enseña que entre los depredadores de una especie -larva de mosca, perros, aves, peces-, el más pernicioso e insidioso es el hombre.

De las siete especies de tortuga marina que llegan a México a desovar, todas son especies amenazadas y una está en peligro de extinción: la lora. Seis tienen en el papel veda total y una, la golfina, veda parcial, que no se respeta y se cancela por cuotas y franquicias que otorga Sepesca, lo cual hace su matanza incontrolable. A lo largo del año, en rastros legales y clandestinos de las costas del Pacífico y del Atlántico se les sacrifica masivamente: la golfina (Lepidochelys olivacea, Pacific Ridley Olive); la lora (Lepidochelys kempi, Kemps Ridley); la carey (Eretmochelys imbricata, Hawksbill Turtle); la laúd (Dermochelys coriacea y Dermochelys coriacea schlegelli, Leatherback Turtle); la negra o prieta (Chelonia agassizii, Pacific Green Turtle); la verde o blanca (Chelonia mydas, Atlantic Green Turtle), y la caguama (Caretta caretta, Loggerhead Turtle).

De la tortuga carey, las zonas de mayor captura son también las de mayor demanda: Isla Mujeres y Cozumel, en Quintana Roo; Mérida y Puerto Progreso, en Yucatán, y Campeche, Campeche. En estos tres estados de la península donde está prohibida la venta de productos de tortuga marina crudos o manufacturados, los comerciantes y las autoridades saben que provienen de especies protegidas por la Ley Federal de Cacería y la Ley General del Equilibrio Ecológico, pero les da igual. «La venta de carey es ilegal, pero no hay problema», dicen. De cada tortuga adulta sacan más o menos. 2.500 gramos de concha útil. Isla Mujeres es el centro de distribución y donde se hallan ocho tiendas grandes; entre ellas está El Zócalo, que dispone de enorme cantidad de carapachos y calaveras de las tres especies que se encuentran en la zona. Mérida tiene el mayor número de tiendas vendiendo artesanías, carapachos y tortugas disecadas y es el centro de comercio para toda la península. Solamente durante la primera semana de julio de 1989, en Carrillo's Curios se encontraban 30 carapachos de carey recientemente sacrificadas. En estos días, en el campo tortugero de Sabancuy, a una hora de Ciudad del Carmen, Campeche, se está perpetuando matanza de tortugas carey y caguama. En Campeche, grupos de artesanos trabajan el carey y comercializan el caparazón en grandes cantidades en la ciudad de México y en diferentes partes de la República, mientras los huevos se saquean en la playa. Japón es el principal consumidor de tortugas en el mundo y fomenta el contrabando que existe de carey, que es usado en ese país para el montaje de circuitos electrónicos de alta frecuencia, la fabricación de armazones de lentes, peines y llaveros, y para el atuendo tradicional de las japonesas. Nada más en el mes de julio de este año, México exportó a Japón 259 kilos de carey por un valor de 6.483 dólares; en el mes de agosto, 265 kilos por un valor de 10.585 dólares, compitiendo con Jamaica, Haití, las islas Salomón y las islas Fiji en este miserable negocio. Para sacar estos kilos de carey unas 174 tortugas fueron sacrificadas. En 1973 sólo se exportaron ocho kilos; en 1983 sólo 36 kilos de carey. Como se ve, la exportación ha aumentado este año, no obstante que la captura y la comercialización de la tortuga carey está prohibida por ley en México.

Rancho Nuevo, Tamaulipas, es importantísimo para la anidación de la lora, en peligro de extinción, porque tiene la playa principal y única conocida donde se reproduce la tortuga más rara del mundo. Todas las especies tienen otros lugares alternativos para el desove, pero ésta no. De ella quedan menos de 1.000 ejemplares en la población reproductiva, cuando en 1947 se contaba en la playa más de 40.000 ejemplares en un solo día. Su arribazón comenzó a mediados de abril de 1989. Para salvarla de la extinción se invierten muchos recursos económicos y hay un Convenio de Colaboración México-Estados Unidos, pero en 1987 cuando los conservacionistas mexicanos y norteamericanos volvieron a Rancho Nuevo para instalar un campamento de protección, se encontraron con un edificio perteneciente a pescadores de huachinango con lanchas y motores transitando por la playa de la lora, y capturándola también. Para empeorar las cosas, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes proyecta hacer una carretera en Rancho Nuevo, junto a la playa donde llega a desovar la tortuga lora, lo que pondrá en peligro su sobrevivencia aún más. En el Golfo de México, otra amenaza que hay para esta tortuga, como para la carey, es su captura incidental en las redes de los barcos camaroneros y escameros. En estos días, el Senado de Estados Unidos aprobó un acta que estipula que el país que no proteja debidamente a la tortuga marina de muerte incidental durante la pesca comercial del camarón será sancionado con un embargo de camarón a partir del 1.º de mayo de 1991.

Quizás ésta sea la última generación de mexicanos que ve a la tortuga laúd, pues esta especie de quelonio, la más grande que existe y cuyo peso es de 100 a 200 kilos, está siendo fuertemente afectada por el saqueo de sus nidos y la matanza de sus hembras en las playas de Michoacán, Guerrero y Oaxaca, que carecen de protección adecuada. La población de laúd ha ido disminuyendo en los últimos años y su renovación poblacional es imposible a causa del saqueo de sus huevos. En Chacahua, Oaxaca, la vigilancia es nula, y la playa Barra de la Cruz que, después de Mexiquillo, Michoacán, es la más importante para la laúd, no fue incluida en el sistema de reservas por el desarrollo turístico de Huatulco. En Mexiquillo, por el saqueo tremendo de sus huevos, ya nada más quedan unas cuantas laúd; las sacrifican en el agua, porque es difícil de cargar por su tamaño. Gentes de Lázaro Cárdenas la matan contratados por un hombre apodado el Gato, quien con su hijo Rafaelillo tiene dos lanchas de alta velocidad y es propietario de un restaurante. En Manzanillo, estos mismos individuos trafican con tortuga negra. La piratería que existe en Michoacán es de laúd, golfina y negra. Hace unos tres años se descubrieron corrales con tortugas vivas, a los que acudían compradores de Sonora y Sinaloa, quienes adquirían de 20 a 30 tortugas para vender en esos estados. En los corrales muchas veces se mantiene a la tortuga viva en condiciones terribles, boca arriba. En Colola y Maruata, sin embargo, hay biólogos que promueven alternativas económicas entre la gente local para que eviten acabar con las tortugas marinas.




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(Segunda de cinco partes)


Escobilla, Oaxaca, es la playa más importante para la tortuga golfina, porque es donde se presentan más arribazones en el Pacífico mexicano y donde más crías se producen. Durante los periodos de anidación, allá donde el agua no llega, cada hembra esconde en un agujero en la playa entre 90 y 100 huevos que salen de su cloaca.

Dentro de 45 a 50 días ocurrirá la eclosión, nacerán las tortucruitas que instintivamente se encaminarán al mar. Pero antes de que ocurra la eclosión, los nidos corren el peligro de ser saqueados por los hueveros o ser dañados por larvas de mosca, hongos, cangrejos, escarabajos, perros y aves. De las tortugas nacidas llegará al mar un número reducido, y de este número, sólo un porcentaje muy bajo alcanzará la edad reproductiva y culminará su ruta migratoria en la procreación de la especie.

En 1989, la primera arribazón de golfinas se presentó en la playa de Escobilla las noches de los días 30 y 31 de julio, con unas 8.000 anidaciones. La segunda arribada sucedió las noches de los días 23 y 24 de agosto, y fue mucho más grande, con unas 40.000 anidaciones. Aunque el comercio de huevo de tortuga marina de todas las especies está prohibido en México por decreto presidencial, hay robo de huevos en todos los estados costeños, desde Sinaloa a Chiapas, desde Quintana Roo a Tamaulipas. Se estima que anualmente 10 millones de huevos de tortuga se venden en el país debido a la matanza legal e ilegal de las hembras. Para su explotación comercial existe una red bien organizada y administrada de hueveros compradores, distribuidores, mayoristas y vendedores al menudeo. Mejores medios de comunicación a lo largo de las costas han contribuido a mayores niveles de saqueo en comparación con la década de los setenta. Para acabar con esta plaga humana que está poniendo en peligro la sobrevivencia misma de las tortugas, algunos conservacionistas proponen que se persiga a los compradores y distribuidores más que a los hueveros, pero que se mantenga una presencia de las autoridades que ahuyente a éstos.

Los nidos son saqueados por los hueveros de Escobilla y de lugares cercanos, quienes se llevan en costales hasta 1.000 huevos. Pululan de noche o de madrugada, sin luces, y a veces los marinos, encargados de la vigilancia de los huevos, los acompañan en el saqueo, sin uniforme. Durante las arribazones, cuando hay menor abundancia de huevo fresco, el inspector de Pesca, señor Víctor Armida Rojas, y los marinos en turno, a cambio de dinero, no hacen recorridos de vigilancia, permitiendo a los hueveros que roben todos los huevos que puedan. Aún se llevan a las hembras, ya que a menudo sólo se encuentran sus huellas en la arena, sin regreso al mar, o se les halla agonizando a causa de un machetazo que les han dado en la cabeza o porque las caparon para sacarles los huevos. En medio de esto, hay también una enorme cantidad de perros que depredan los nidos.

Entre los principales compradores de huevo hay varias mujeres tehuanas. Habitantes del pueblo, incluso niños, transportan los huevos de la golfina a un camión de pasajeros para su venta en otros poblados. En 1988, en las dos playas más importantes para la anidación de la golfina, Escobilla y Morro Ayuta, se robaron unos tres millones de huevos. Los hueveros reciben 50 pesos por huevo, que en total hacen unos 150 millones de pesos, o sea, 57.000 dólares. En el mercado del Distrito Federal se vende cada huevo a 1.500 pesos, lo que hace un total de 4.500 millones de pesos, o sea, 1.307.700 dólares. Un negocio redondo para los comerciantes, pero no para los pescadores ni los hueveros.

El tráfico de huevos de tortuga en Morro Ayuta lo lleva a cabo descaradamente un oficial de la Marina, quien establece retenes para confiscar todo lo que sale de allá. Según informantes del Grupo de los Cien, en esa playa y en otra de Oaxaca con menor número de nidos de tortuga, se está tomando cerca de 100% de los huevos. Cuando los hueveros son detenidos con cantidades excesivas de huevos, el Ministerio Público de Puerto Escondido los deja libres por 100.000 pesos y pronto vuelven a la playa a saquear los nidos.




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(Tercera de cinco partes)


Oficialmente, Sepesca fijó una cuota de 20.000 tortugas golfinas a ocho cooperativas pesqueras para la temporada 1989-1990, la sexta parte de su población adulta estimada. Las capturas se iniciaron el 15 de agosto, dos semanas después de la primera arribada. Pero en los tres meses transcurridos (agosto, septiembre y octubre) ya se habían capturado 25.000 tortugas, hembras en su mayoría, rebasando en un 25% la cuota. Siguieron capturando en Escobilla y Morro Ayuta, porque la temporada, terminada «la veda oficial» a fines de octubre, puede durar hasta abril. A mediados de diciembre llevaban más de 35.000 tortugas. Un informante reveló hace poco que cuatro cooperativas están involucradas en la captura ilegal de la golfina.

Lo que se objeta a la política de cuotas es que ésta no está determinada con criterios biológicos de la especie. Porque primero debe conocerse el tamaño poblacional de ésta y, segundo, se debe conocer la estructura poblacional (su composición por grupos de edad: crías; juveniles; adultos reproductivos, y adultos posreproductivos). Hay otros dos aspectos: 1) tasa de reclutamiento anual (la cantidad de jóvenes que se integran al sector reproductivo adulto); y, 2) el conocimiento de la tasa de mortalidad anual, según grupo de edad. Como se ve, las estimaciones para las cuotas se hacen con criterios básicamente de mercado.

En el año de 1989, a comienzos de octubre, de dos a 12 lanchas piratas pescaban día y noche frente al santuario de la playa de Escobilla entre 40 y 50 tortugas en cada viaje; un promedio de 80 a 600 tortugas al día. Las lanchas piratas operan al lado de los barcos de los cooperativistas, sin que las patrullas de la Marina intervengan para evitar lo que está a la vista de todos.

Los piratas cortan las aletas delanteras y traseras de la tortuga y la arrojan viva al mar, antes de descargar las pieles en la playa de Mazunte. El comprador se ocupa de todo, desde la gasolina para las lanchas hasta el pago de multas y el trámite para sacarlos de la cárcel en caso de ser arrestados. El inspector de Pesca no se deja ver en el campamento; sólo cuando aparece el delegado de la secretaria pide a los marinos que hagan recorridos de vigilancia. Los cooperativistas no vigilan la playa por temor a los hueveros, quienes entran y salen de la reserva.

En Escobilla, los 11 infantes de Marina en el campamento sólo hacen recorridos de vigilancia cuando el inspector de Pesca les ordena; reciben 2.000 pesos diarios cada uno para su comida y completan su dieta con huevo de tortuga, por lo que se quejan de no tener fuerzas suficientes para recorrer la playa. En 1987, con el inicio de las construcciones turísticas en Huatulco, se concentró allí a la mayor parte de los infantes de Marina, y los inspectores de Pesca disminuyeron la coordinación de la vigilancia. En Chacahua, la gente local se queja de los marinos y los acusa de estar inmiscuidos en el tráfico de tortugas.

En Cacalotepec tiene lugar el mayor tráfico ilegal de la golfina y aquí no se ven nunca las autoridades de Pesca ni de Marina. Según informantes, todos los pescadores de la localidad están involucrados en el contrabando y cada tercer día llega un camión del Distrito Federal para recoger las pieles. El comprador principal es dueño de tres fábricas que se llaman Las Vigas. El año pasado, frente a la playa de Escobilla los infantes de Marina decomisaron más de 1.500 huevos y 60 pieles a unas lanchas piratas operadas por miembros de una cooperativa de Cacalotepec. Los que aquí operan el rastro clandestino presentan permisos falsos de Pesca de Puerto Escondido.

En Puerto Ángel, en julio de 1989, todos los restaurantes en la playa tenían ya carne de tortuga y huevos de matriz en sus menús, a pesar de existir la veda total. La oficina de Pesca no puso ninguna atención y se dijo que daba permisos verbales para la matanza ilegal de la golfina durante julio y agosto, y que recibía mordidas a cambio de verificar los embarques de carne y piel que salían de la planta procesadora del rastro.

El rastro de San Agustinillo se encuentra entre Zipolite y San Antonio, a unos kilómetros de Escobilla. En este pueblo se inició la captura de la golfina hace 22 años y se estableció un campamento que funcionaba día y noche, y como no tenía capacidad para procesar a todas las tortugas que capturaban los pescadores tenían que enterrarlas enteras. Desde 1970, se aprovecha toda la tortuga y los trabajos del rastro incluyen descargue del animal, sacrificio, acarreo de carapacho, peto y aletas, colecta de huevos y vísceras en costales, limpieza de piel y carne, destace, triturado de carapacho y procesado de harina de huevo, alrededor de 10 costales de huevos por día.




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(Cuarta de cinco partes)


Un miembro del Grupo de los Cien que estuvo en la costa y visitó el rastro informó que casi todas las mañanas del segundo semestre del año se ven llegar a San Agustinillo a pescadores cargados de golfinas para sacrificar. Brutalmente amontonadas, como si fuesen piedras, una por una van recibiendo un balazo de calibre 22 en la cabeza; en la playa se matan con machete o a palos para sacarles los huevos, aunque con frecuencia solamente se les abre el vientre y al sacarles los huevos se les deja abiertas para morir lentamente sobre la arena. Las que matan en el rastro son colgadas para que las destacen los trabajadores, los cuales se ocupan de triturar el carapacho, del acarreo de peto a la camioneta, de la colecta de vísceras y de la carga de los productos que serán transportados a Puerto Ángel. También se ocupan de vigilar a las personas que entran en el rastro. Los peladores y los destazadores pertenecen a la cooperativa de Mazunte y trabajan 80 tortugas diarias cuando hay pesca, quitándoles con cuchillo el pecho y abriéndolas para sacar los huevos, de los que incuban el maduro y el tierno lo utilizan para la molienda. Cerca de la playa hay una colina de caparazones de unos 25 metros de altura. De las aletas se aprovecha la piel. Este rastro inicia sus actividades a las nueve de la mañana y las termina en la tarde. Las tortugas que aquí se matan son capturadas en el mar esa misma mañana. En el mar es donde sucede la mayor captura y la peor matanza. Allá, los contrabandistas, que disponen de lanchas rápidas y capturan antes de temporada, les quitan la piel (para enviar luego a Japón) y les abren el vientre para sacarles los huevos, de manera que las hembras llegan a la playa abiertas, desangrándose, moribundas. De hecho, no se puede pescar cinco días después de la arribada para dar tiempo a que los huevos maduren, pero a los piratas no les importa y pescan donde quieren, cuando quieren y cuantas quieren. Los que controlan la piratería gozan de impunidad porque están protegidos gracias a sus prácticas corruptas.

El rastro infame de San Agustinillo debería ser cerrado por el gobierno, ya que «legaliza» la masacre de tortugas.

El primer rastro en Escobilla fue propiedad de la empresa PIOSA, a cargo de Antonio Suárez, y al quebrar surgió Propesa, propiedad del mismo individuo, quien creó en 1977 el Centro Biológico Daniel León Guevara, a un kilómetro de San Agustinillo, con el pretexto de repoblar la especie e investigar pero con la intención de capturar tortugas. Ahora el señor Suárez se dedica a la industria del atún, con muerte incidental de delfines. Después de cinco años, el centro pasó al gobierno del estado de Oaxaca, y desde entonces las instalaciones se deterioran. Las cooperativas que trabajan el rastro son vigiladas por las secretarías de Pesca y Marina, que supervisan la matanza. Supuestamente éstas se encargan de que la gran cantidad de huevos que se extraen sean llevados al centro biológico, pero en el centro biológico solamente se encuentra un marino aburrido con su fusil nuevo entre las cajas de poliestireno con arena, que sirven de incubadoras, porque gran parte de los huevos son distraídos para su venta y consumo en otra parte. En las playas donde trabajan conjuntamente grupos conservacionistas con autoridades de Pesca, Marina, Sedue y universidades estatales, se ha tenido más éxito en la incubación de huevos y en la devolución al mar de las tortugas nacidas de ellos. En esta temporada no existe vigilancia por parte de Marina ni de Pesca, y los últimos huevos incubados en la temporada 1988-1989 fueron saqueados por la partida de marinos. Todo el mundo sabe que hay una mafia que trafica en Escobilla con los huevos de tortuga, cuya venta y consumo se prohibió en 1966.

Según el biólogo Carlos Maya, del Instituto Nacional de Pesca, quien desapareció accidentalmente en el mar a mediados de septiembre, el centro biológico funciona muy mal y los huevos de vientre que se trasplantan a los corrales en la playa por falta de cajas de poliestireno también son saqueados. Tampoco existe un control apropiado del número de huevos incubados. De los tres millones de huevos obtenidos en las tortugas cosechadas legalmente y procesadas en el rastro de San Agustinillo, Sepesca afirma que nacen en el centro biológico de Mazunte 47% de las crías, pero la eclosión real es máximo de 13% por ciento, lo que representa un desperdicio de recursos limitados. También se reparte mucho huevo entre los cooperativistas, la gente del pueblo y los compadres de los directivos.

Los cooperativistas tienen que vender la tortuga a Propemex y Retecsa, dos empresas del gobierno, que procesan y comercializan piel, concha, huevo tierno, aceite, carne, harina y vísceras. Los cooperativistas reciben 23.000 pesos por cada tortuga entregada al rastro. En cambio, en el tráfico ilegal, cada par de aletas (delanteras o traseras) valen 20.000; es decir, 40.000 pesos tan sólo por la piel.

Retesa (Refrigeradora Tepepan, S. A.) distribuye las pieles, vendiéndolas principalmente a Japón a través de varias empresas privadas, entre ellas Empresa Artesanía y Tenería Minerva, S. A., y Pielmar, S. A., ambas en el Distrito Federal. Retesa también vende pieles importadas de los países centroamericanos. En 1988, las dos empresas citadas exportaron más de 27.000 pieles de tortuga golfina. Actualmente, Tepepan tiene toneladas de carne de tortuga congelada.




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(Quinta y última parte)


El sistema de contrabando es tan endémico de la costa oaxaqueña que es muy difícil erradicarlo, pues cada vez que sale un embarque de piel y carne de la planta procesadora con destino a México, el jefe de la oficina de Pesca en Puerto Ángel recibe dinero para cerrar los ojos y sólo firmar el número que le indican los cooperativistas involucrados en la captura ilegal de tortuga. Alguien que se opuso a que sacaran 3.000 pieles en lugar de 2.000 fue obligado a renunciar. La cooperativa de Cacalotepec fue sorprendida por los infantes de Marina con dos embarcaciones y les decomisaron 60 pieles y 1.500 huevos. Un contrabandista de la familia Aguirre en las costas de Oaxaca que descaradamente comerciaba con grandes cantidades de tortugas vivas, que transportaba boca arriba en camionetas, fue arrestado y liberado por 100.000 pesos, que dio al Ministerio Público de Puerto Escondido. La matanza de la golfina es incontrolable. Su carne como sus huevos se encuentran en los menús de los restaurantes y en los puestos de los mercados costeros, y las marcas que los biólogos les colocan se hallan en muchas de ellas en los mataderos. Las cuotas que se fijan anualmente siempre se sobrepasan y las vedas no son respetadas, ya que existen franquicias que permiten la captura extra. Estas cuotas las ha ido disminuyendo Pesca en los últimos 10 años de 80.000 a 20.000. La cuota de 1989-1990 ya se rebasó en octubre con más de 4000; de aquí a abril la captura puede ser de más de 30.000, unas 200 diarias. O sea, todas las que se puedan capturar, ya que Sepesca no toma en cuenta la captura ilegal en la cuota. Los Aguirre han tenido durante años un rastro clandestino en Cacalotepec, con «permiso de la oficina de Pesca de Puerto Escondido». Los huevos son saqueados en la playa de Escobilla y en los campamentos de los biólogos, siempre a la carrera contra los hueveros, quienes roban los nidos apenas aquéllos se alejan un poco de éstos.

En el Distrito Federal, Pielmar, S. A., ubicada en la colonia Del Valle, en 1988 exportó 8.540 pieles de la tortuga golfina a Estados Unidos y países de Europa, Asia y Oceanía; a Japón, 8.780; el comprador fue Takara Tsusho Co., Ltd., Nihonbashi-Honcho, Chuo-Ku, Tokio. El distribuidor fue Refrigeradora Tepepan y la empresa Artesanías y Tenería Minerva, S. A., en la colonia Tránsito. Los países clientes de esta empresa son Japón, Corea y España. Las aduanas de salida han sido los aeropuertos de la ciudad de México, Ciudad Juárez, Manzanillo y Mazatlán. El representante legal de la empresa es el licenciado Lázaro Mendiola Morales.

Las «cuotas» legales e ilegales de explotación de carne, piel y huevos están acabando con las especies de tortuga marina que vienen a desovar a las playas mexicanas; tal parece que nunca sirvió de nada el decreto oficial del viernes 13 de julio de 1973, que consideraba «necesario y urgente establecer la veda de tortugas marinas tanto en el litoral del Golfo de México y mar Caribe como en el Océano Pacífico -ya que- la tortuga marina necesita actualmente un periodo de recuperación, en virtud de haber sido explotada irracionalmente en épocas anteriores -y porque- el lento desarrollo biológico y alta predación de la tortuga marina no permiten su recuperación en un periodo inmediato». Ante su desaparición indetenible, las autoridades responsables de su protección cierran los ojos y dan la espalda para no ver la crueldad que se comete en contra de ella, no aplican sanciones drásticas a las mafias que la sacrifican y tampoco cambian leyes vigentes, que son simplemente ridículas, quizás adrede. Urge que el gobierno mexicano declare veda total para la golfina, cierre los rastros legales y clandestinos donde se les asesina y persiga eficazmente a aquellos que con sus acciones ponen en peligro su sobrevivencia. Que se establezca veda total de la golfina es necesarísimo, ya que Pesca y Marina no pueden controlar la cuota autorizada a las cooperativas y están legalizando el exterminio de la especie. Sobre las otras especies de tortuga marina se debe poner en práctica en la realidad la protección que sólo existe en el papel: en el caso de la carey, se debe impedir su captura y venta en los tres estados de la península y, sobre todo, se deben de negar todos los permisos de exportación al Japón; respecto a la lora, el gobierno debe cancelar el proyecto de hacer una carretera en Rancho Nuevo, controlar las actividades de los pescadores de huachinango y evitar su muerte incidental, con la de la carey, durante la pesca del camarón y los peces de escama. En las playas donde desova la laúd, se debe vigilar que no haya saqueo de huevos ni matanza de hembras y debe incluirse Barra de la Cruz en el sistema de reservas. Por otra parte, México debe firmar la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés) para proteger especies de la tortuga marina, los delfines, peces picudos, lobos marinos y otras especies que están siendo exterminadas en nuestros mares y costas. La desaparición de especies que han sobrevivido millones de años en la Tierra es una grave responsabilidad del gobierno de México.





Nota final: La información que he incluido en mis artículos sobre la tortuga marina me ha sido proporcionada por más de 15 testigos oculares, bastante fidedignos, que han conocido de cerca y a lo largo de muchos años la mala suerte de las tortugas en las costas mexicanas. No los cito por nombre por respetar sus demandas expresas de anonimato. Las razones son obvias. Por lo demás, la mayor parte de hechos que denuncio son prácticamente del conocimiento público en las localidades donde ocurren las matanzas y el saqueo de huevos. Matanzas y saqueo que, en algunos casos, yo mismo he presenciado. H. A.



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