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Sermón contra los escándalos en las caídas públicas

Fray Luis de Granada



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Al cristiano lector

     Costumbre ha sido siempre en la Iglesia de todos los ministros de la palabra de Dios acudir con su doctrina a las necesidades espirituales de ella, y de aquí procedieron tantos libros que, en diversos tiempos, se han escrito contra diversas herejías; y otros que trataron de la divina Providencia contra los que, viendo las calamidades y desórdenes de la vida humana, la negaron. Y no sólo con sus escripturas, sino mucho más con la doctrina de sus sermones procuraron ocurrir a estas necesidades alumbrando y desengañando a la gente de poco saber. Pues, considerando yo ahora algunas necesidades que se han ofrecido en nuestros tiempos y a que los predicadores y ministros de la palabra de Dios deben acudir, ya que por causa de la edad no puedo ejercitar este oficio, quise, con el favor divino, ayudar algo con la escriptura, suplicando a Nuestro Señor muy de corazón quiera Él dar virtud a estas palabras para que prendan en los corazones de los que las leyeren y les den luz y conocimiento de lo que en semejantes ocasiones deben hacer. Y si esta escriptura no bastare para enfrenar a los que en estos casos hablan con poca caridad y mucha soltura, a lo menos aprovechará a los flacos y pusilánimes para que, ayudándoles Nuestro Señor, no desmayen ni desistan de sus buenas obras y santos propósitos.



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Argumento de este sermón

     Dos principales males se siguen cuando alguna persona de grande reputación de santidad cae en algún error o pecado público. El uno, es descrédito de la virtud de los que son verdaderamente buenos, pareciendo a los hombres ignorantes que no se debe fiar de ningún bueno, pues éste que parecía tal vino a dar tan gran caída. El otro, es el desmayo y cobardía de los flacos, que por esta ocasión vuelven atrás o desisten de sus buenos ejercicios. Y en estos casos así como son diversos los juicios y pareceres de los hombres, así lo son también sus afectos y sentimientos. Porque unos lloran, otros ríen, y otros desmayan. Lloran los buenos, ríen los malos y los flacos desmayan y aflojan en la virtud y el común de la gente se escandaliza. Pues de todas estas cosas, con el favor y ayuda de Nuestro Señor, pretendo tratar en este sermón e inducir a todos los fieles a lo que en semejantes casos, según Dios y toda buena razón, deben hacer y sentir.

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