Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

ArribaAbajo

X. Avisos para los flacos e imperfectos en la virtud

     Y porque en este sermón no sólo pretendemos animar los flacos, sino también avisarlos de algunas cosas para que estén más libres de peligros y den menos ocasión a los maldicientes de murmurar, apuntaremos aquí algunos documentos. Entre los cuales, uno es avisarles que pongan todo su estudio y diligencia en conocerse, humillarse y aniquilarse en la presencia de Nuestro Señor, acordándose de aquel ejemplo notable del gran Antonio, el cual vio todo el mundo lleno de lazos, y espantado de cosa tan grande, exclamó diciendo: ¡Oh quién escapará de tantos lazos! Y en este punto oyó una voz que le dijo: la humildad.Y puede tener el hombre por cierto que nunca hastahoy el humilde cayó, ni fue desamparado de Dios.Y ninguno hasta hoy se levantó en su pensamiento que no cayese y fuese desamparado. Lo cual confirma Salomón, diciendo: Antes de la caída se levanta el corazón del hombre. Y en otro lugar dice: A la caída precede la soberbia; y al humilde de espíritu sucede la gloria. Y lo mismo significó el Profeta cuando dijo: Cuando se levantare en alto el corazón del hombre, Dios se levantará más alto, para derribarlo de su alteza.

     El segundo aviso procede de la misma humildad, que es encubrir el hombre, cuanto le sea posible, sus buenas obras y los favores que recibe de Dios. Lo cual encarece Nuestro Señor tanto que viene a decir que no sepa una mano lo que hace la otra. Sabe Él muy bien la liviandad de nuestro corazón, el cual compara el santo Job con la hoja del árbol, y con una paja seca, que cualquier soplo de vanidad la menea. Sabe cuán delicado y cuán peligroso es el vicio de la vanagloria; el cual toma ocasión de nuestras mismas virtudes para envanecernos. Los otros vicios se vencen con las virtudes que le son contrarias; mas éste, de las mismas virtudes toma ocasión para levantarnos. Y por esto ni a los mismos confesores, debe el penitente dar parte de las virtudes o favores que ha recibido de Nuestro Señor, si no hubiere alguna particular necesidad para ello.

     Otro aviso es contra unas obediencias que suelen dar algunas mujeres devotas a sus padres espirituales. Porque como ellas, por una parte, oyen tanto alabar la virtud de la obediencia y por otra nacen con una inclinación de sujetarse a sus mayores, ambas cosas las inclinan a esta manera de sujeción y obediencia, cuando no tienen otros superiores a quien se sujeten. Y aunque, generalmente hablando, toda obediencia sea buena, pero ésta es muy peligrosa, porque de ella nace una familiar amistad entre el penitente y el padre espiritual, la cual suele el demonio poco a poco fomentar y atizar de tal manera, que, como Santo Tomás dice, «muchas veces esta amistad espiritual se transforma y muda en carnal». Y debe la persona acordarse y temblar del ejemplo que arriba pusimos, que San Agustín refiere, de la caída de los altos cedros por ocasión de estas amistades espirituales. Basta para las cosas de más peso que suceden tomar consejo con el padre espiritual, cuando es persona para eso; acordándose que está escrito que aunque el hombre tenga muchos amigos con quien esté en paz, pero el consejero se ha de buscar uno entre mil; para dar a entender que ha de ser muy escogido a quien habemos de entregar la llave de nuestro corazón y el gobernalle de nuestra vida. Y por dichosa se puede tener una ánima a quien Dios depara tal consejero, porque también éste es don de Dios. Y en pago de sus buenas obras, proveyó Nuestro Señor a Cornelio Centurión de semejante consiliario, diciéndole que enviase a llamar a San Pedro, porque él le diría lo que le convenía hacer para su salvación.

     Otro aviso muy importante es que las personas espirituales ni hagan caso de algunas revelaciones ni las admitan y mucho menos las deseen. Ca en sintiendo el demonio este deseo, luego se transforma en ángel de luz y siembra revelaciones de algunas cosas que pasan en otros lugares de que él da noticia a quien quiere engañar, y también de algunas cosas que están por venir, que él puede alcanzar por conjeturas, conociendo por las causas de los negocios los efectos que pueden suceder de ellas, y muchas veces acierta en algunas cosas de éstas para acreditarse y hacer creer con esto otras falsas y perjudiciales. Y estas revelaciones, son principalmente a personas espirituales, porque a éstas acomete él más veces, mayormente cuando las ve deseosas de saber alguna cosa por vía de revelación. A mis manos llegó un hombre virtuoso, al cual, habiendo hecho muchas oraciones para saber una cosa que deseaba, apareció el demonio en figura de ángel y díjole una grande falsedad; y en esto entendió que aquél era demonio y no ángel. Otra mujer honrada tuvo el mismo deseo de saber de una ánima de un defunto, sobre lo cual hizo muchas oraciones y ayunó muchos días a pan y agua, con lo cual se le desvaneció la cabeza y vino cuasi a perder el seso; y entonces le apareció el demonio, diciéndole que para qué quería saber el estado de las otras ánimas, pues la suya había de ser condenada. Con esta imaginación no sólo vino a perder totalmente el seso, sino (lo que es más para sentir) vino a echarse en un pozo; lo cual pasó así certísimamente en nuestros días. A fray Rufino, uno de los compañeros de San Francisco, apareció el demonio en figura de Cristo crucificado, dándole por consejo que desamparase a San Francisco y se fuese a un monte a hacer vida solitaria para gastar todo el tiempo en oración. Y estuvo tan determinado en esto que, si no entrevinieran muchas lágrimas y oraciones de San Francisco (el cual le mostró que aquel crucifijo era el demonio), todavía pasara adelante su determinación. De semejantes ejemplos que éstos, están llenas las historias de los padres del yermo; mas éstas bastarán agora para que las personas devotas no procuren ni admitan ni hagan caso de revelaciones, antes las tengan por ilusiones y con esto estarán más seguros. Porque si Nuestro Señor quisiere revelar alguna cosa, Él dará orden cómo se sepa la verdad de ella.

     Otro aviso servirá para algunas mujeres que profesan virtud, encomendándoles el recogimiento de sus casas y que eviten cuanto sea posible, según la condición de su estado, demasiados descursos de unas partes a otras y coman su pan con silencio; porque una de las cosas que Salomón nota en algunas mujeres es que no pueden sufrir la quietud ni tener los pies sosegados en casa, sino andan de una parte a otra. Lo cual es cosa que impide mucho el recogimiento del corazón, porque en el cuerpo inquieto no suele estar el corazón recogido. Y más particularmente eviten en comunicar en casa de señoras nobles, porque como algunas de ellas tienen marido, hijos y hijas, y pretenden casamientos y haciendas para ellos y aun salud en sus enfermedades, y tampoco les faltan pleitos y negocios, suelen pedir socorro de oraciones a este linaje de mujeres, y hacerles por esto algunas limosnas. Y entendiendo ellas que estas caridades se les hacen por el olor de la virtud, a veces, procuran de parecer más santas de lo que son, aún de contar algunas revelaciones o favores de Dios; y por aquí halla el demonio entrada para pervertirlas y engañarlas. Por tanto, si son pobres conténtense con un pedazo de pan y trabajen por ganarlo con sus manos; porque así dice San Hierónimo que lo hacía Nuestra Señora, y negocien con Dios lo que les falta, y no anden por casas ajenas vendiendo santidad para ganar de comer.

     Juntemos, pues, agora el fin con el principio suplicando a Nuestro Señor que pues Él tiene en su mano los corazones de todos los hijos de Adam, El los rija y enderece de tal manera en semejantes ocasiones, que ni pierdan el crédito de la virtud de los buenos ni entibien el buen propósito de los flacos. Y pues Él no permite males sino para sacar bienes de ellos, lo que debemos sacar en las caídas de estos nuestros hermanos es conocimiento de nuestra flaqueza y peligro de nuestra vida; pues todos caminamos por un camino, todos navegamos por un mismo mar y todos somos combatidos de los mismos enemigos y, por tanto, en esta vida, no hay seguridad; mayormente siendo tan profundos los juicios de Dios, pues muchos, navegando prósperamente toda la vida, al tiempo de tomar puerto, dieron a la costa. No se alaban, dice San Hierónimo, en el pueblo cristiano los principios sino los fines. Judas comenzó muy bien y fue escogido de Cristo por uno de sus apóstoles; y de apóstol se hizo demonio y acabó tan mal. San Pablo comenzó persiguiendo a la Iglesia y fue, después, el mayor defensor de ella. Por tanto los siervos de Dios en estas caídas públicas (como todos sean de una misma masa) vienen a hacerse más temerosos, más humildes, más cautos y más desconfiados de sí mismos y más confiados en Dios y más rendidos y sujetos a Él; pues Él solo nos puede guardar de estos peligros.

     Verdad es que, prudentemente examinado este negocio, hallaremos que por maravilla el Santo Oficio tiene que hacer con un hombre derechamente virtuoso sin ningún respecto del mundo; sino su principal negocio es contra los engañadores y burladores y hipócritas, y lobos vestidos en hábito de oveja. Estos son los que castiga. Y este castigo no había de causar en los buenos temor, sino alegría y confianza, viendo las ovejas que tienen pastor que las defiende de los lobos y procura su remedio. Mas, el vulgo ignorante y ciego no sabe examinar estas cosas y de cualquier castigo de éstos toma ocasión para intimidar y enflaquecer a los buenos, habiendo de ser lo contrario.

     Esto basta para esta materia; lo demás enseñará el Espíritu Santo que es Maestro de los humildes y tiene contados los cabellos de la cabeza de sus siervos. Al cual sea gloria y honra en los siglos de los siglos. Amén.

Arriba