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VII. De la reverencia y acatamiento que se requiere para la Sagrada Comunión. Y de los abusos que acerca de esto puede haber

     Vengamos agora a los que han menester freno, que son los que por amor se llegan a esta mesa celestial con la hambre y deseo que de este amor procede. Y digo esto porque como el amor a veces es atrevido, es menester enfrentarlo con la discreción y templarlo con el temor, como lo aconseja David cuando dice: Servid al Señor con temor y alegraos delante de Él con temblor. Pues este temor concebirán en sus ánimas, considerando los castigos que Nuestro Señor tiene hechos por algunos desacatos semejantes. Entre los cuales es uno muy notable el de los hijos del summo sacerdote Aarón, los cuales porque no ofrecieron a Dios sacrificio con fuego del Santuario, con que había de ser ofrecido, salió fuego del Santuario y quemó a entrambos, sin que les valiese ni la dignidad de su padre ni la privanza de su tío Moysén, que hablaba con Dios cara a cara, como un amigo con otro. Y hecho esto dijo el mismo Dios: Seré santificado en aquéllos que se llegan a Mí. Quiere decir, que si se llegaren indignamente y con pecado, castigarlos he; y con el castigo mostraré cuán justo y santo soy, pues no consiento pecado sin castigo.

     A este ejemplo añadiré otro, no menos temeroso. Y fue así, que el rey de Egipto, por nombre Filopator, vino a Hierusalem y entró en el templo y ofreció sacrificio a Dios (aunque infiel) y pretendió entrar en el más sagrado lugar del templo, que se llamaba Santa Sanctorum, en que estaba el arca del Testamento y el propiciatorio de oro entre los dos querubines; en el cual lugar no podía entrar sino solo el summo sacerdote, y esto una sola vez al año. Y como el rey porfiase por entrar en aquel lugar tan sagrado, recibió luego el castigo de su loco atrevimiento, cayendo en tierra medio muerto, de donde le sacaron sus criados en brazos, porque no acabase allí de morir. Pues si de esta manera castigó Dios a quien se atrevía a entrar en el lugar donde estaba el arca del Testamento, que no era más que figura del Santísimo Sacramento, ¿cómo castigará a los que atrevidamente se llegaren al que por aquella arca era figurado, sin el temor y reverencia que a tan grande Majestad se debe?

     Notorio es también el ejemplo del sacerdote Oza: el cual, súbitamente, fue muerto porque puso mano en el arca del Testamento estando en peligro de caer. Y considerando esto el rey David, que la llevaba a su casa con grande solemnidad, concibió tan gran temor de este castigo, que no se atrevió a ello, y así la mandó poner en casa de Obededom. Y oyendo después la prosperidad y grandes mercedes que Dios había hecho al dueño de aquella casa, ayuntó el santo rey con el temor que tenía la confianza, y así no dudó llevar el arca a su casa, pues tan bien pagaba Dios la posada. Pues según esto los que se quieren llegar dignamente a este misterio hagan lo que este santo rey hizo, y juntando con la confianza el temor, se lleguen a esta mesa celestial.

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