421
«En el estado de lastimosa decadencia a que están reducidos los dos teatros principales de la corte»
. (El Correo Nacional, del 27 de Julio de 1838).
422
«Además de la Declamación propiamente dicha, deben explicarse en esa escuela: Psicología experimental; elementos de Fisiología en relación especial con los fenómenos psicológicos;
Historia universal; Historia de España; Arqueología con ampliación de la Indumentaria; Estética con aplicación al arte dramático y a la declamación; nociones de Literatura general con aplicación especial a la Literatura dramática; Historia de la Literatura española con
ampliación de la de nuestro teatro; nociones de Glosología y Lingüística; Gramática castellana con ampliación de la Prosodia, y repetidos ejercicios prácticos; elementos de Música y canto, Retórica, Poética y Arte métrica. Baile, Mímica, Esgrima y Gimnasia»
. (La Ilustración Española y Americana, de 8 de Mayo de 1878, Año XXII, n.º XVII, pág. 290).
423
Larra: El Pobrecito Hablador, Teatros. O. C., pág. 45 y N. Díez de Escovar y Francisco de P. Lasso de la Vega: Historia del Teatro Español, t.º II, págs. 21 y 23.
424
Mesonero Romanos: Memorias de un setentón, t.º II, pág. 75 (Madrid, 1928), ed. Renacimiento.
425
Recuerdos del tiempo viejo, págs. 88 y 89.
426
«Porque es muy disonante estar viendo delante, cual sucede a menudo, a tal héroe barbudo, de quien dice la historia o es cosa muy sabida y muy notoria que nunca barba usó ni usarla pudo. O ver a un sacerdote con poblado bigote, o tal vez a un muchacho, que dice sin empacho que no ha llegado a mozo, y no debiera ni apuntarle el bozo ostentar un magnífico mostacho».
(Teatro social del siglo XIX, por Fray Gerundio, Madrid, 1846. Reformas de teatro).
427
Aconsejado incluso por los Comités de lectura. Véase esta escena de El Proscripto, de García de Quevedo, aun cuando haya algo de satírica hipérbole:
| 427.1 | * De la Historia. | |
428
Hasta Zola, a pesar de su documentalismo, ha cometido anacronismos tan imperdonables como el de la protagonista de Una página de amor, que colocada en lo alto del Trocadero, en el año 1853, ve el gran edificio de la Ópera, el cual no fue construido hasta 1861. Tomemos esta observación de la condesa de Pardo Bazán: (El Naturalismo. Madrid, s. a. página 126), la que la tomó de Sarcey.
429
«No es preciso ser muy viejos para recordar la época en que nuestros teatros no tenían por todo recurso de aparato escénico más que la consabida baraja de decoraciones de palacio, calle corta, casa pobre y selva, con tres o cuatro trastos sueltos para transformaciones
tan inocentes como la de La pata de cabra o Los polvos de la madre celestina. Sobre este obligado fondo habían de destacarse las figuras de los actores, cuyo exiguo guardarropa inventarió con tanta gracia el inimitable Fígaro en uno de sus mejores artículos»
(Páginas desconocidas de Gustavo Adolfo Bécquer, recopiladas por Fernando Iglesias Figueroa. Madrid, s. a. t.º I, pág. 155).
430
«Natural de Toledo, autor de compañía, inventó los teatros por los años de 1570, que es decir introdujo en ellos decoraciones pintadas y movibles, según el argumento lo requería; mudó el sitio de la música, aumentó los trajes, hizo varias alteraciones en las figuras de la comedia, puso en movimiento las máquinas, imitó las tempestades y animó sus fábulas con el aparato estrepitoso de combates y ejércitos»
(Orígenes del teatro Español), por D. Leandro Fernández de Moratín. Biblioteca de Autores Españoles (Madrid, 1871), t.º II, pág. 162.