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En las cuestiones planteadas por Víctor Hugo, durante el primer tercio del siglo XIX, en el prólogo a Cromwell, se resumen las bases de la teoría romántica en torno al teatro. Sus ideas, al igual que va a ocurrir con la teoría wagneriana, conllevan una paradoja por tratarse, por un lado, de «la entrega de la escena a las formas burguesas y abrir la senda que conducirá al realismo y al naturalismo» (Sánchez, 1999: 20) y por otro, por constituir al mismo tiempo, y en cierto sentido, el germen de la apertura de una vía que impulsará un giro en la escena teatral que supone, a su vez, su renovación, así como la revisión de la palabra como elemento fundamental y clave de la misma. (N. del A.)

 

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Son precisamente las ideas wagnerianas las que enlazan con el pensamiento de corte romántico, abriendo así la posibilidad de un cambio en el paradigma de la escena occidental a lo largo del siglo XX. (N. del A.)

 

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Este interés se encuentra en relación con el pensamiento en torno a la rítmica o eurítmica que desarrolló Émile Jaques-Dalcroze, al que Adolphe Appia había conocido personalmente en 1906. (N. del A.)

 

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La cuestión sobre la armonía con las ideas del autor resulta interesante por mostrar de algún modo hasta qué punto la «fidelidad» a la intención del autor queda incuestionada y es incuestionable, incluso en aquéllos que se plantean seriamente la legitimidad de las formas escénicas más tradicionales como poseedoras de la esencia teatral. (N. del A.)

 

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En su texto, La obra de arte viva o The Work of Living Art (trad. del original L'Oeuvre de «art vivant») Adolphe Appia afirma respecto a la idea de gesamtkunstwek lo siguiente: «such an idea is tempting -tempting because of the soothing simplification it so readily offers; and we have eagerly accepted this nonsense. [...] If dramatic art is to be merely a harmonious combination or union of all the other arts, then I no longer understand anything at all about any of them, and still less about dramatic art. Chaos is complete» (Appia, 1997: 5-6). («Una idea así es tentadora -tentadora por la tranquilizadora simplificación que tan fácilmente ofrece; y hemos aceptado gustosos este disparate. [...] Si el arte dramático tiene que ser una simple combinación armoniosa o unión del resto de las artes, entonces ya no entiendo nada en absoluto acerca de ninguna de ellas, y todavía menos sobre el arte dramático. El Caos es total». La traducción es mía). (N. del A.)

 

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«¿Cómo pueden todas las artes combinarse y dar lugar a un único arte? Sólo puede dar lugar a una broma... a un teatro. Las cosas que pausadamente, mediante la ley natural se unen, pueden tener algún derecho para en el curso de los años o siglos pedirle a la naturaleza que le otorgue un nuevo nombre a su producto. Sólo así puede nacer un arte nuevo. (...) No se las puede poner juntas y proclamar que se ha creado un arte nuevo». La traducción es mía. (N. del A.)

 

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«Acaba con el actor, y acabarás con los medios mediante los cuales un degradado realismo escénico se produce y florece. No existirá nunca más una figura viva para confundirnos al conectar realidad y arte; nunca más una figura viva en la que las debilidades y temblores de la carne sean perceptibles». La traducción de este fragmento es mía. (N. del A.)

 

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Entendiendo representación como reproducción externa de la realidad. (N. del A.)

 

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El elemento vital, la vida en definitiva para Appia es considerada un valor positivo. (N. del A.)

 

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El movimiento es para Gordon Craig, equiparable a aquellos otros elementos que desde la escena desafiaban la capacidad racional que se había ocupado de abanderar y explotar el texto dramático o, en definitiva, la palabra. Se asocia a la música, a la luz y a todos aquellos elementos que cuestionan la posibilidad de otorgar, a lo que ocurre en la escena, un significado directo y comprensible por la razón del espectador. (N. del A.)