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111

Nos apresuramos a decir que F. Poyatos en su ya abundante obra no contempla específicamente el estudio del espacio novelesco, sin que su línea de investigación se asienta sobre el interés por los recursos extraverbales. Ocurre que algunos de estos son de naturaleza espacial como los kinésicos, los objetos, y los proxémicos, y F. Poyatos ha establecido su propia sistemática para estudiar estos aspectos, muy útil para los que desde otra óptica de estudio: el espacio novelesco, también hemos de estudiar tales aspectos en las novelas. Por ello es por lo que en la introducción relacionamos el estudio de la proxémica con la tradición de estudios sobre el espacio. Rogamos, por tanto, al lector que, en nuestras citas o referencias a Poyatos, haga abstracción de sus aportaciones sobre estos elementos espaciales, ya que, al manejar él la categoría de «extraverbales» para englobarlos, estudia también otros fenómenos que no son espaciales y que por tanto, desde nuestra óptica, no es pertinente la referencia a ellos.

 

112

El artículo de Romera Castillo que venimos citando se estructura siguiendo la categoría englobadora de «extraverbales», manejada por F. Poyatos. Por tanto, en nuestras referencias a Romera Castillo, también debe tenerse en cuenta lo que hemos indicado en la nota 111 sobre los trabajos de Poyatos.

 

113

Los términos: fábula, historia, intriga, etc., no están exentos de confusión en su uso actual en narratología (veáse un resumen del estado de la cuestión en Pozuelo Yvancos, 1994: 221). Para evitar tal problema, seguiremos en el uso de estos términos el diccionario de narratología de Carlos Reis y A. Cristina Lopes, reseñado en el texto que genera esta nota.

 

114

Entre los no pocos estudiosos que también aceptan esta propuesta, citamos a García de la Concha (1981: 97) y a Lázaro Carreter (1972: 151), el cual, precisamente basándose en esta premisa, señala un desajuste constructivo en la novela, ya que según él la ingenuidad que manifiesta Lázaro de Tormes en este tercer tratado no se corresponde con la madurez ya alcanzadas por el personaje.

 

115

Citamos sólo la página por la edición de Blecua (1972).

 

116

Véase el interesante artículo de Abril (1995) sobre la semiótica de la figura de la puerta.

 

117

Redondo (1979) constata el progresivo deterioro objetivo de los hidalgos y escuderos; matiza, sin embargo, que en la época en que se escribió el Lazarillo y años posteriores aún gozaban estos de cierto prestigio y respeto social.

 

118

Véase Greimas y Courtès (1990: 152-154, 246-249) para la teorización sobre la potencialidad semiótica de las relaciones espaciales en la obra literaria. Asimismo, Greimas (1983) para una sistematización práctica de aquellos postulados teóricos aplicada al estudio del espacio en el relato.

 

119

Ante un excesivo hincapié que determinada crítica viene haciendo en la individualización del personaje Lázaro (véase, por ejemplo, Rico (1989: 50): «no hay valores: hay vidas, y lo que sirve para una tal vez es inútil para otra. Esa parece ser la lección de Lázaro»), llamamos la atención sobre el carácter universalista del personaje Lázaro: el esquema, en clave proxémica, de la conducta de supervivencia de Lázaro aproximación/huida que venimos describiendo en este artículo, coincide con el esquema-modelo propuesto por Schenirla a través de su teoría, llamada bifásica, como modelo universal para las situaciones de supervivencia de animales y de humanos (citamos a este autor a través de Sebeok, 1996: 137 y 138).

 

120

De Torres (1979), en su estudio sobre el léxico taurino en la novela picaresca, si bien hace notar que el Lazarillo es de las novelas de este género la más parca en alusiones directas costumbristas a la fiesta nacional, constata, sin embargo, el uso en la obra de analogías taurinas para hacer referencia a determinadas situaciones. Sobre estos aspectos simbólicos de lo taurino ha abundado Ruffinatto (1991).