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Los signos de puntuación, en la transcripción del discurso oral, constituyen una intervención del analista (o de quien realiza la desgrabación). Son diversos los criterios que pueden asumirse; en este trabajo se ha optado por sustituir el punto «.», la coma «,», el punto-y-coma «;» y los dos-puntos «:», por el signo «#», para desemantizarlo de su sentido de acabamiento o de interrupción temporal en el desarrollo de una expresión y para que el signo diferente propuesto (#) advierta al lector de que, en correspondencia con algún tipo de pausa realizada por el productor del texto, meramente se está proponiendo un corte cuya duración es materia de interpretación y que incluso podría eliminarse, si se considera que corresponde hacerlo. No obstante, el signo (#) es importante ya que permite reflexionar sobre la estructura sintáctica que se está normalizando.

 

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Según anticipamos, en este caso, como en los restantes que aparecen entre paréntesis «(...)», el texto recuperado implica una mínima intervención del analista ya que, ya bien se trata de un sujeto implícito (como ocurre en este concreto primer caso, en cuanto inferencia directa de la actuación pragmática; lo que se marca anteponiendo el   —244→   signo «+» a dicho sujeto implícito) o ya bien se trata de la recuperación anafórica de un término o expresión que ya ha sido efectivamente dicha (en cuyo caso se ubica el paréntesis antes del correspondiente pronombre y el signo «=» dentro y fin derecho del paréntesis) o de la recuperación catafórica de un término o expresión que aparecerá en la continuación inmediata o relativamente próxima del texto (en cuyo caso se ubica el paréntesis después del pronombre, y el signo «=» dentro y al comienzo izquierdo del paréntesis); no obstante, siempre es una zona de riesgo.

 

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Es muy posible que «cuidarte» sea el verbo que el productor del texto no ha llegado a enunciar, pero no hay ninguna marca que así lo exija o lo justifique; sólo existe una ausencia por la incompletez de la sintaxis y una intuición del analista, en cuanto hablante nativo, por captación de la isotopía que viene generándose en la respuesta. Puede decirse que el analista corre un mayor riesgo al incorporar esta expresión que en los casos comentados sub 2. Por ello, conforme a lo dicho anterionnente, el analista ubicará su incrustación entre corchetes «[...]», preservando así la calidad de criticable que corresponde a cada una de las intervenciones que lleva a cabo sobre el texto en estudio.

 

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Cuando, para salvar el sentido, la incorporación implica, además, una corrección gramatical respecto de la forma utilizada por el productor del texto (y el analista se decide a yuxtaponer tal corrección junto a la expresión originaria), ello se marca, en este trabajo, incluyendo el agregado corrector entre corchetes y asteriscos: «[*...*]».

 

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Desarrollo con más detalle la siguiente explicación del signo peirciano en Merrell (1995a, 1995b, 1996).

 

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Cabe decir que el físico Erwin Schrödinger en 1945 sugirió que en su manifestación más fundamental la vida consta de «cristales aperiódicos», lo que resultó en una premonición que fue comparada con el descubrimiento del DNA algunos años después (Schrödinger, 1967).

 

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Dos disparos de ametralladoras policiales acabaron el domingo por la mañana con la «vaca de Lüdenscheid». El animal había aterrorizado durante el fin de semana la zona forestal de meinerzhagen y Lüdenscheid (Sauerland) y habría atacado a varias personas. Finalmente un helicóptero de la policía logró descubrir la vaca dañina y los integrantes de cinco coches patrulla intentaron atraparla. Cuando la vaca cargó furiosa contra los agentes, estos abrieron fuego.

 

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Como fuente básica para desarrollar el estudio de este inventario e identificar y describir los muchos y distintos fenómenos paralingüísticos, remito al lector a mi monografía Paralanguage: Interdisciplinary Approach to Interactive Speech and Sound (Amsterdam/Filadelfia: John Benjamins, 1993) y, en español, a La comunicación no verbal, volumen I: Cultura, lenguaje e interacción; volumen II: Paralenguaje, kinésica e interacción; volumen III: Nuevas perspectivas en novela y teatro y en su traducción (Madrid: Ediciones Istmo, 1994; 2ª ed. ampliada, en prep., con el inventario paralingüístico y el kinésico del Quijote completos, en el volumen III. En español, otros temas afines se encuentran, por ejemplo, en «La comunicación en el discurso y en el texto» (Analecta Malacitana, XIX, I, 1996), «Los silencios en el discurso vivo y   —294→   en la literatura: para el estudio realista del lenguaje y su entorno» (Oralia: Análisis del discurso oral 1, en prensa) y «El acto de lectura: su realidad verbal-no verbal» (El Extramundi y los Papeles de Iria Flavia, en prensa).

 

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Paralenguaje: las cualidades no verbales de la voz y sus modificadores y emisiones independientes cuasiléxicas -producidas o condicionadas en las zonas comprendidas en las cavidades supraglóticas (desde los labios y nares hasta la faringe), cavidad laríngea y cavidades infraglóticas (pulmones y esófago) hasta los músculos abdominales, así como los silencios momentáneos-, que utilizamos consciente o inconscientemente para apoyar, realzar, debilitar o contradecir los signos verbales, kinésicos, proxémicos, químicos, dérmicos y térmicos, simultáneamente o alternando con ellos, tanto en la interacción como en la no-interacción. Comprende cuatro categorías, aquí sólo identificadas:

(a) cualidades primarias, las más próximas a los elementos suprasegmentales de la estructura lingüística: timbre (personal, cultural, anormal), resonancia (oral, nasal, faríngea, etc.), volumen (personal, cultural, actitudinal), registros (personal, cultural, actitudinal, etc.), campo entonativo (monótono-melódico), duración silábica (alargamiento-acortamiento), tempo (lento-rápido) y ritmo (suave-desigual);

(b) calificadores, también posibles cualidades básicas, pero generalmente distintos tipos de voz debidos a: control respiratorio (aspirada o espirada: «¡Ah!»), control laríngeo (susurrante, áspera, estridente, ronca, etc.), control esofágico (esofágica), control faríngeo (hueca, apagada, etc.), control velofaríngeo (gimoteante, gimiente, etc.), control lingual (retrofleja, velarizada, etc.), control labial (por distensión o contracción de los labios), control mandibular (voz mascullante con la mandíbula cerrada y girando), control articulatorio (ultracorrecta, confusa, etc.), control de tensión articulatoria (tensa, relajada) y control objetual (hablando y comiendo a la vez, o con una pipa en la boca);

copy; diferenciadores, modificadores de las palabras y de sus rasgos suprasegmentales, pero posibles también independientemente como reacciones fisiológicas o emocionales: risa (de afiliación, agresión, tristeza, etc.), llanto (de afiliación, compasión, gozo, ansiedad, etc.), grito (de agresión, dolor, alarma, ritualizado, etc.), suspiro (fisiológico, de placer, nostalgia, sorpresa, alivio, etc.), jadeo (por esfuerzo físico, etc.), bostezo (de fatiga, aburrimiento), tos (fisiológica, de ansiedad, etc.), carraspeo (de tensión, advirtiendo a alguien de algo, etc.), escupir (fisiológico, casual, ritualizado, etc.), eructo (fisiológico, elogioso, actitudinal), hipo (con conductas asociadas) y estornudo (conductas asociadas de carácter cortés, religioso o supersticioso);

(d) alternantes, como «cuasipalabras», identificables y clasificables fonética y funcionalmente y utilizados tan semánticamente como las palabras, pero la mayoría sin nombres y verbos para designarlos, ni representación gráfica: clics, siseos, bisbiseos, gruñidos, soplos, aspiraciones y espiraciones, carraspeos, ronquidos, «¡Mmmm!», «¿Mm?», «¡Ajá», «¡Buh!», «Ffss», «¡Psche!», «¡ras!», «¡zas!», «¡Brr!», «Chsss», «¡tlin!», «¡Uf!», imitaciones de sonidos, llamadas a animales, etc.

 

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Véase la discusión detallada de ambas alternativas en nuestro «El acto de lectura...» (El Extramundi, en prensa).