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121

Téngase presente la distinción teórica que viene estableciendo García Berrio desde 1979 entre «literaridad» y «poeticidad», con objeto de reconocer, respectivamente, tanto los elementos textuales necesarios que fundamentan el fenómeno estético-literario como el valor cambiante de su recepción. El trabajo a que me refiero es el titulado «Lingüística, literaridad/poeticidad (Gramática, Pragmática, Texto)», 1616 Anuario de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada, II, 1979, 125-168 (cf. Pozuelo, 1988: 76-77; Albaladejo-Chico Rico, 1994: 239-240). (N. del A.)

 

122

A propósito de A. Sirvent Ramos, La teoría textual barthesiana, Murcia: Universidad de Murcia, 1992, 194 págs. (N. del A.)

 

123

Este artículo procede del capítulo «El discurso memorialístico», de mi tesis doctoral Memorias del siglo XIX (1875-1914) como fuente de información lingüística y literaria, leída en el Departamento de Filología Hispánica de la Universidad de Barcelona, en octubre de 1993 (A. Mateos, 1994). (N. del A.)

 

124

Entendemos por relato, siguiendo la definición de Genette: «el enunciado narrativo, el discurso oral o escrito que entraña la relación de un acontecimiento o una serie de acontecimientos» (Genette, 1989: 81). (N. del A.)

 

125

Empleamos este término incorporado recientemente en el DRAE, en su vigésimo primera edición, a instancias de Pere Gimferrer, según confiesa él mismo en una entrevista a EL PAÍS, Babelia, 11 de marzo de 1995. (N. del A.)

 

126

«Como en las memorias, el que sostiene la pluma y el que vemos vivir, distintos en el tiempo, tienden a juntarse; tienden hacia ese día en que la marcha del personaje en acción acaba en esa mesa en que el narrador, ya sin intervalo ni memoria, lo invita a sentarse junto a él para que escriban juntos la palabra: Fin» (Martín Chauffier, «Proust ou le double Je de quatre personnes», en Confluences, 1943, citado por Genette, 1989: 317, nota 36). (N. del A.)

 

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La cuestión de los géneros que integran la literatura del yo ha sido tratada en los ya clásicos trabajos de Lejeune (1975) y Gusdorf (1991) y también ha sido uno de los temas que más interés ha despertado en nuestras letras, como lo demuestran los trabajos de Caballé (1986, 1987) y Romera Castillo (1980). Véanse también Anthropos 125 (1991), Suplementos Anthropos 29 (1991) y José Romera Castillo et alii (eds.), Escritura autobiográfica (1993). (N. del A.)

 

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Amado Alonso (1969: 356), dice al respecto: «Es fácil percibir la diferencia entre Diario y Memorias. En el Diario, las reacciones emocionales y valorativas del narrador forman parte de los actos mismos narrados. En las Memorias, se superponen obligatoriamente a los sucesos y a las reacciones anímicas que en su momento provocaron en el actor, las que ahora provoca en el autor la evocación de aquellos hechos lejanos; ahora contemplamos lo que entonces vivimos. Han cambiado nuestros conocimientos, nuestro organismo; la experiencia y los cambios biológicos nos han dado una visión del mundo distinta de la que teníamos entonces. Y el lenguaje de las Memorias reflejará superpuestas ambas visiones. [Sigue ejemplo de D. Segundo Sombra para reflejar esa opinión de dos mundos.] Las dos visiones del mundo, la de entonces y la de ahora, corren por el papel nítidamente paralelas». (N. del A.)

 

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Entre sus memorias de carácter justificativo sobresalen las de Godoy, Escoiquiz, Ruiz Zorrilla y José Paul y Angulo. Entre las de carácter informativo, las del Marqués de Miraflores y las de Víctor Balaguer. Para esta cuestión véase Artola (1957). (N. del A.)

 

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En esto se diferencian las memorias de nuestro corpus, que son las de los espectadores de la historia, de las memorias escritas por los protagonistas de ella, que presentan un carácter histórico. De ello hablo en el capítulo 2 de mi tesis. (N. del A.)