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141

El propio Borges (inspirándose directamente en las fantasías lógicas de Carroll) trata este tema en su brevísimo cuento-ensayo Del rigor en la ciencia (143-4).

 

142

Otra cuestión es cómo puede la divinidad haber convenido consigo misma la función representativa de su sentencia, pero esto nos llevaría a una escalada en temas metafísicos y teológicos fuera de lugar en este comentario. En lo que respecta a la analítica, esta cuestión podría llevarnos a discurrir sobre las tesis del lenguaje privado (Wingenstein) si este trabajo se circunscribiese dentro del ámbito del pensamiento puro.

 

143

De aquí el riguroso aserto «Sombras o simulacros...» al final del fragmento citado en el cuerpo de texto. «Las ambiciosas y pobres voces humanas todo, mundo universo» se limitarían a una mera función referencial de enorme «pobreza» en comparación con el potencial existente en la sentencia divina.

 

144

Respecto a esta posibilidad interpretativa, véase también PÉREZ (1986, 159-163).

 

145

Nouménico por lo menos para Tzinacán, a partir de sus preconcepciones.

 

146

Es frecuente en la obra de Borges el evitar la narración de los procesos por los que se llega a un hecho fundamental de la trama. Es una licencia que permite el pacto ficcional: no buscar en los hechos una explicación histórica, causal (cómo se ha llegado a esto), sino centrarse en el hecho mismo (qué sucede con esto, qué podemos pensar o esperar de esto). Así, por ejemplo, en «Pierre Menard, autor del Quijote», donde el autor evita la narración del proceso por el que se llega a una obra fragmentaria textualmente idéntica a otros fragmentos del Quijote de Cervantes.

 

147

En esta sección me veo obligado a prescindir de citas extensas en el cuerpo de texto, más que nada por economía de espacio, dado que las citas que me parecen relevantes para un comentario de esta narración en términos de filosofía del lenguaje abarcan prácticamente la mitad de la narración.

 

148

Vale la pena citar explícitamente las palabras, aunque sólo sea por aprovechar la relación que mantienen con el tema tratado: «Ni mi manto oscuro, ni el traje obligado de luto solemne, ni los suspiros vaporosos y profundos, ni el abundante río de lágrimas, ni la expresión abatida del rostro, a más de todas las formas, modos y clases del sufrimiento, pueden descubrir mi estado de ánimo. Todo son cosas que «parecen» en tanto acciones que el hombre interpreta» (Hamlet, 1, ii, 78-84).

 

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Esta relación con el universo justifica la idea monogeneticista del lenguaje presente en la narración: aún en la variedad de idiomas y de combinaciones de idiomas (F, 93), permanece el uso de los mismos símbolos gráficos para expresarlos, en virtud de un único origen de la escritura, con una relación directa con los elementos del universo.

 

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Obviamente, no es imposible la repetición artificial, como un acto de voluntad consciente por parte de un bibliotecario, de unas combinaciones sígnicas ya existentes en los libros. Lo que en la narración se señala es su absurdidad de acuerdo con los principios ontológicos, fundamentales de la existencia de este universo, señalados al principio de esta narración. Vid. Nuño (1986: 45-47).