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181

I. Paraíso (1985: 234) encuentra dos tendencias métricas en el libro: una, hacia formas isométricas con base en el octosílabo, con asonancia única o múltiple; y otra tendencia -menos frecuentada- hacia formas heterométricas que da como resultado silvas libres híbridas, con mezcla de metros impares y pares, y con asonancias dispersas.

 

182

González Muela (1954: 60) ve tanto en Valéry como en la Generación del 27 el interés por la eufonía del diptongo y sobre todo, por ritmo fundamental en toda la composición.

 

183

En adelante todas las citas se harán por esta edición.

 

184

Es en Pedro Salinas característica constante: célico junto a escombrera leemos en Todo más claro.

 

185

Claudio Guillén (1991: 75) recuerda la actitud ambivalente de Salinas, entre la adhesión y la desconfianza, ante el lenguaje, ante los «nombres».

 

186

«Los adjetivos antepuestos representan nuestra manera de sentir las realidades del mundo». Mediante la abundancia de adjetivos antepuestos conocemos la manera de sentir las realidades del mundo que tiene el poeta, sus juicios de valor (Salinas, 1983: III, 131).

 

187

«¡Qué verdad es la sinestesia!... la sensación que no viene de un solo sentido, sino de varios, y de una síntesis interior de los sentidos. Así me explico lo que mis ojos hacen, al traerme al alma un aire» (Soria Olmedo, 1996: 164).

 

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Las máquinas son para Salinas fuentes de bellezas nunca previstas. La poesía no podía sino sentirse «fatalmente seducida, antes o después por este aspecto del mundo que tiene tanto derecho a ser tema estético como la rosa, la gacela o el sentimiento de la muerte» (1983: I, 285).

 

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Y el jardín de los frailes («Enorme/ deber de la piedra gris/... Se te quiebran las rectas,/ los planos se te arquean»); la estación («Pregonada ciudad, villa en el aire,/... tu ausencia con tres sílabas/... ¡Qué ciudad temblorosa de un minuto...!»); la máquina de escribir («a las treinta, eternas ninfas»); el taxi, el teléfono («nos separaban diez ríos,/ tres idiomas, dos fronteras:/ ... Me llegabas,/ en alambre, por tu voz»), etc.

 

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Como señala C. Guillén, (1991: 81) interrogación, afán y búsqueda confieren una indiscutible unidad a la tan diversa obra de Salinas. Unidad estética, claro está, y unidad moral.