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ArribaAbajoJosé Romera Castillo: Con Antonio Gala (Estudios sobre su obra)

Ana Padilla Mangas


(Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1996, 335 págs.)

Hace pocos años que el estudioso interesado en la obra de Antonio Gala se encontraba con un panorama un tanto desolador: poco material bibliográfico tanto en estudios de investigación como en ediciones.

En la actualidad la bibliografía sobre la obra de Antonio Gala se ha acrecentado y enriquecido con trabajos serios y rigurosos que abren nuevas perspectivas. En esta línea hay que situar las aportaciones del profesor José Romera Castillo, que en esta ocasión nos ofrece un libro interesante y sumamente útil para el conocimiento de la heterogénea producción literaria de Antonio Gala.

Con Antonio Gala es una obra en la que el autor reúne diversos trabajos que con anterioridad habían sido expuestos o editados en diferentes publicaciones. Ahora bien, la diversidad de estudios sobre los   —430→   que trata la obra no impiden una adecuada organización cuyo núcleo es la dramaturgia del autor cordobés, desde la perspectiva de la Historia literaria y la Semiótica.

Después de un bello pórtico a modo de introducción, debido a la pluma de Antonio Gala donde se interroga sobre la condición del escritor, hallamos el prólogo que es más que un preámbulo al uso, pues el autor no se limita a presentar la obra que publica sino que se detiene, a modo de antesala, en la peculiaridad de un autor que goza de una enorme, y casi única -diría yo-, popularidad.

El profesor Romera Castillo, como fruto de una dilatada labor de investigación, propone planteamientos y propuestas sobre la recepción del conocido autor cordobés, apuntando diversas vías que pueden explicar tan peculiar fama.

En esta popularidad inciden varios factores que crean unos círculos concéntricos con predominio de unos sobre otros según el receptor: obras teatrales, novelas, intervenciones y series para televisión, artículos periodísticos reunidos más tarde en libros, intervenciones en la radio, etc.; de todo ello el hilo conductor es en definitiva su hábil y bello manejo del idioma, su facilidad para comunicarse con el público y el clima de complicidad que crea.

«En esta realidad -comenta José Romera-, es difícil sopesar, con exactitud, cuánto ha aportado la obra dramática -o literaria en general- al éxito del personaje público y qué ingredientes de lo artístico se imbrican en la fama de nuestro autor. Algo debe haber de ambas cosas. Lo que a mí parece -y lo pongo a la consideración de todos- es que el hecho de ser escritor haya sido el punto de inicio del proceso».

El público para el que escribe el polifacético autor es de sobra conocido, por un lado se dirige a «la inmensa mayoría», por otro, y en un ámbito intelectual -«minoría»-, halla el autor del libro dos vertientes diferenciadas: la de la crítica y la de los círculos universitarios.

En relación a la primera, tanto la crítica «comprometida» como la de «derechas», debido a sus planteamientos ideológicos estáticos atacaron en mayor o menor medida un teatro que se cimienta sobre la tolerancia y la libertad.

Por otra parte los círculos intelectuales trataron con cierta desconfianza una literatura que es aceptada por la mayoría, optando por una actitud despectiva. También el mundo universitario destaca por la tradicional actitud de no explicar la literatura más actual y todo ello incide en la   —431→   escasa atención que los manuales de historia del teatro español han dedicado a la obra de Antonio Gala. Esta suma de circunstancias hace que el autor del presente libro llegue a la conclusión de que no se ha leído la obra del escritor cordobés con el detenimiento y dedicación que merece.

Ahora bien, el cambio se prevé desde el momento que en 1992 se iniciaran en distintas universidades una serie de actividades en torno a la obra de Antonio Gala, así como la redacción de tesis doctorales, la aparición de ediciones críticas, de trabajos diversos, claro ejemplo de lo cual es el libro que hoy reseñamos.

El primer capítulo, «Síntesis de una trayectoria literaria», es sumamente conveniente y útil ya que con un carácter general, pero sin olvidar nada, traza un conciso recorrido que comienza con una breve biografía íntimamente unida a su singladura literaria para continuar en los siguiente epígrafes con los rasgos más sobresalientes de su obra poética, dramática, narrativa, guiones para televisión y artículos periodísticos.

Gala llega al teatro y a otros géneros literarios desde la poesía. Su paso por Cántico le dejará honda huella así como también le van a influir los poetas del 27 en su primer libro de poemas Enemigo íntimo.

A continuación el autor se centra, siendo el más amplio epígrafe del capítulo, en un esbozo de su dramaturgia tratando los temas, estructura y otros rasgos sobresalientes como son el protagonismo femenino y la influencia culta y popular en su obra.

Después de ofrecernos el repertorio de sus piezas dramáticas, se detiene en las características primordiales del teatro, haciendo especial hincapié en la relación de Gala con el teatro del realismo social y su despegue hacia otros derroteros estéticos así como su conexión con el contexto social. Precisamente de su estrecha y fuerte unión con la realidad española deriva y transciende a temas universales como el amor, rebeldía, justicia..., a través de una técnica bipolarizadora en la que la dicotomía -amor/desamor, esperanza/desesperanza...- articula la imprescindible presencia femenina junto a la poesía y la estrecha relación de lo culto y lo popular.

Sigue un amplio capítulo en el que se recoge la teoría dramática del autor a través de textos entresacados de su amplísima producción literaria. Observamos la preocupación y atención que siempre prestó a la obra dramática interesándose teóricamente por el proceso que va desde la propia creación al receptor, deteniéndose su interés tanto en el Texto Dramático como en el Texto Espectacular.

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Su adscripción a la «Generación realista» ha sido siempre discutida por el autor que, poco amigo de los grupos generacionales, considera que la unión proviene no de consideraciones estéticas sino éticas, formulando, pese a todo, las características generales de tal generación en la que destaca unos rasgos esenciales: personajes arquetipos, técnica instantánea y voluntad de estilo. También son inherentes a estos escritores dos elementos con los que han de contar y que les influirá decididamente en su concepción dramática: «uno por exceso, la censura; y otro por defecto, el público.»

Las características del peculiar teatro de Gala son analizadas en el siguiente epígrafe, destacando el carácter unitario de su obra por cuanto sus temas giran entorno a la justicia y esperanza, a través de una estructura siempre similar. Acaba el capítulo con un recorrido por toda la dramaturgia de Antonio Gala desde Los verdes campos del Edén (1963) hasta Los bellos durmientes (1994), deteniéndose en las piezas que no van a ser objeto de un estudio más detenido en el siguiente capítulo.

El tercer capítulo del libro ofrece un demorado estudio de cinco obras. El autor hace un análisis diferente en cada una de ellas poniendo de relieve el aspecto más destacado de las piezas. Comienza con el estudio de Los verdes campos..., obra que consagra a Gala como autor dramático. A partir del significativo título que nos da el sentido final de la obra, José Romera continúa con la organización externa del texto poniendo de relieve la estructuración dual y enfrentada que se extiende desde el espacio, personajes y temas, cuya ubicación resulta ser un espacio cerrado, ámbito escénico por el que el autor cordobés siente especial predilección a causa de su alcance metafórico ya que subraya el significado final de sus piezas teatrales. «La escenografía -comenta Romera Castillo- de Los verdes... viene a simbolizar que el mundo carente de libertad es como un cementerio, en el que se prohíbe 'vivir' aunque alguno lo intente. De ahí que los verdaderos muertos no sean los enterrados en el camposanto, sino los vivos que pueblan este mundo injusto y represivo». Los personajes, a través de un lenguaje sencillo y popular no exento de referencias culturalistas se integran en este espacio dualista, insistiendo el autor en la simbología y las referencias críticas de carácter político sobre la España de los 60.

A esta obra le sigue El cementerio de los pájaros (1982) y al igual que la anterior desvela el contenido metafórico del título que condensa y relaciona significado y escenografía. La estructura de la obra sigue las pautas marcadas por Gala en su concepción dramática: «Un escenario oprimente», «alguien que ha perdido la libertad», «... un factor desencadenante» y «... las situaciones que a continuación se producen».

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Al tratar la semántica textual en estas obras y al igual que ocurre con el resto, el profesor Romera tiene muy en cuenta el testimonio del autor para mejor entender las claves del significado, deteniéndose en los temas tan gratos para Gala como son la libertad y la esperanza, temas que también relaciona con Petra Regalada (1980) y La vieja señorita del Paraíso (1980), destacando el lenguaje tan teatral de esta pieza.

A partir de aquí y en los epígrafes que siguen trata tres obras: Samarkanda (1985), El Hotelito (1985) y Cristóbal Colón (1989). En las tres piezas realiza un recorrido por la crítica teatral como testimonio inmediato de la recepción para detenerse en las claves de dichas obras. Samarkanda destaca por la relación texto-autor. La obra tiene componentes autobiográficos: es una transformación de lo vivido y es la evocación de un amor. Si en toda la dramaturgia de Gala existe una relación estrecha con momentos históricos concretos -Petra Regalada, cambio de régimen; El cementerio de los pájaros, golpe de estado; El Hotelito, las Autonomías...- en esta obra es diferente, «Samarkanda es la obra más personal» de Antonio Gala, afirma Romera Castillo.

En El Hotelito analiza detenidamente el lenguaje coloquial que es utilizado conscientemente y con plena voluntad de estilo por Antonio Gala.

Finalmente la obra Cristóbal Colón, primera incursión en el mundo operístico, cierra el capítulo. Desde una perspectiva semiótica destaca la complicada estructura temporal en la que se conjuga pasado-presente, imbricándose a su vez con diversos matices de la realidad: evocada, recordada y soñada.

Finalmente el capítulo IV recoge un interesante y variado conjunto de trabajos de gran interés para el estudioso de Antonio Gala. Siete son los trabajos presentados: «Francia en el teatro de Antonio Gala» (IV.I), donde se aprecia la influencia positiva y negativa de lo francés en su obra. «Rosalía de Castro (una figura en su paisaje)» (IV.2). «Antonio Machado y Antonio Gala» (IV.3). «Dos palabras sobre San Juan de la Cruz y Antonio Gala» (IV.4). En estos trabajos examina las huellas de los tres poetas y su profunda presencia en la obra del autor cordobés. «Referencias sobre Iberoamérica en su obra periodística» (IV5). El autor rastrea ahora la presencia hispanoamericana en cuatro volúmenes de artículos periodísticos: Texto y pretexto (1977), Charlas con Troylo (1983, En propia mano (1983), y Cuaderno de la Dama de otoño (1985).

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Le siguen «Algunas observaciones de Antonio Gala sobre las hablas andaluzas» (IV.6), para finalizar el capítulo con un «Análisis de un fragmento de El cementerio de los pájaros».

El capítulo V, «Referencias bibliográficas», cierra el libro, ofreciendo al lector la procedencia de los diversos trabajos así como la bibliografía más reciente de y sobre Gala.

Puede decirse que José Romera Castillo, además de poner al día «el estado de la cuestión» sobre Antonio Gala, aporta en su libro un variado conjunto de trabajos sumamente útiles al estudioso o persona curiosa interesada en el autor cordobés. El sugestivo diseño de la portada refuerza el atractivo que desde su presentación Con Antonio Gala puede ejercer sobre el futuro lector.