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91

Según la definición del Diccionario de Autoridades, disfraz es un «artificio para disimular o encubrir alguna persona o cosa, que no sea conocida, desfigurándola».

 

92

En lo sucesivo citaremos, para los dramas, por Valbuena Briones (1991, t. II). Consignaremos tomo, jornada y página.

 

93

Para los autos, seguimos la edición de Valbuena Prat (1991, t. III), mediante el registro del tomo y la página.

 

94

Para las comedias, utilizamos los textos de Valbuena Briones (1987, t. I). Consignaremos tomo, jornada y página.

 

95

Para las piezas breves, citaremos por Evangelina Rodríguez y Antonio Tordera (1982). Consignaremos página y versos.

 

96

Vv. 280-283. Véase, por ejemplo, la edición de Juan Manuel Rozas (1976: 190).

 

97

La polémica del disfraz varonil, así como los demás aspectos polémicos del teatro, fueron reflejados por autores de la época como Francisco de Barreda (1622) o Bances Candamo (1690). Ya en nuestro siglo, estos testimonios fueron recopilados por Cotarelo (1904); y en nuestros días, por otros investigadores como Duncan Moir (1970) o Sánchez Escribano y Porqueras Mayo (1972). Recordemos que desde 1608 existen reglamentos que prohíben que las mujeres salgan a bailar o a representar en hábito de hombre y que tal prohibición se repite en 1615 y en 1641 (recogido por Varey y Shergold, 1971b: 48, 56 y 92). Algunos años más tarde, en 1644 y 1646, mueren la reina doña Isabel, primera mujer de Felipe IV, y el príncipe Baltasar. Con este motivo, señala Pellicer (1804), resucitaron las polémicas y el Consejo de Castilla formuló una orden en la que aconsejaba que se suspendieran las comedias, pero ponía como condición en caso de representarse, que las mujeres no se vistiesen de hombres y que sacasen las basquiñas hasta los pies (Edición de Díez Borque, 1975: 150 y Cotarelo, 1904: 164).

 

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El cronista Gil González Dávila relata el entretenimiento palaciego que se celebró en el antiguo Alcázar de Madrid el martes de Carnestolendas, 29 de febrero de 1623. Se representó una versión burlesca de una boda de aldea en que varios miembros de la Corte aparecieron vestidos de mujer. Entre ellos, dos mayordomos del Rey, varios ayudas de cámara del Infante, un conde, etc. (documento editado por J. E. Varey, 1971a: 745-754). Casiano Pellicer (1804) recoge el festejo con que el Conde-duque de Olivares obsequió a Felipe IV la noche de San Juan, conocida su inclinación «a las recreaciones y desahogos públicos», y señala la presencia de galanes disfrazados (Edición de Díez Borque, 1975: 124 y 128).

 

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Recordemos el estudio de Emilio Orozco Díaz (1969) sobre la teatralidad en aquella época, que, a pesar de contar ya con una antigüedad de tres décadas, goza de plena vigencia.

 

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En lo referente a la clasificación y organización de los elementos que componen ambos tipos de signos seguiremos las directrices de J. M. Díez Borque (1975: 53), por su claridad y sistematización, y las adaptaremos al análisis que requiere el recurso del travestismo.