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ArribaAbajoEmilia Cortés Ibáñez: El teatro en Albacete en la segunda mitad del siglo XIX

Francisco Linares Valcárcel



(Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses «Don Juan Manuel» de la Excma. Diputación Provincial, 1999, 331 págs.)

El libro que reseñamos aquí no es un estudio más sobre la historia del teatro en España, sino que entronca con las nuevas corrientes de investigación teatral que desde la UNED, bajo la dirección del Dr. José Romera Castillo -autor del prólogo de este libro-, y desde otros centros de investigación como el CSIC, vienen en estos últimos años dando unos granados frutos, afrontando el hecho teatral desde su misma entraña y aportando datos importantísimos referentes a la reconstrucción teatral de lugares, que, como en el caso de Albacete, tuvo -y tiene- una amplia tradición de representaciones.

Cortés enfrenta su investigación desde la óptica más rigurosa, esto es, documentándose desde las fuentes, persiguiendo los datos de la representación en todos sus aspectos, con el rastreo minucioso de la prensa, acudiendo a legajos y, en fin, agotando todas las vías posibles, para ofrecernos este magnífico trabajo.

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Tras un somero repaso de los acontecimientos históricos de la ciudad de Albacete durante el siglo XIX, la autora se adentra en, seguramente, una de las partes más interesantes de su libro: los lugares escénicos. Tras una detallada investigación de campo, reconstruye los avatares sufridos por los lugares de representación a comienzos del siglo XIX: la Casa de las Comedias, el teatro en el Convento de San Agustín, los salones particulares, posadas y paradores al aire libre.

Al llegar a la mitad del siglo XIX, la investigación de los lugares escénicos se hace más detallada. Así, se aporta una valiosísima información sobre el primer proyecto de un Teatro Cómico en Albacete, tras el cierre en marzo de 1849 del Convento de San Agustín. Este teatro no llegó a construirse y «a la orden de reconocimiento pericial de teatros del 25 de octubre de 1852, Albacete envió un informe, con fecha 15 de junio de 1853, en el que decía que el único teatro de la provincia era el de la villa de Hellín». Tuvo que ser un salón del Hospital de San Julián el que, rehabilitado en agosto de 1853 y en funcionamiento hasta 1866, recogiera las representaciones teatrales, siendo las recaudaciones a beneficio de la Casa de Caridad. Es también la segunda mitad del siglo XIX la época de florecimiento de los casinos, que recogen también actividad teatral de una manera esporádica.

Mientras «todo esto ocurría y se celebraban las representaciones en el Hospital de San Julián, en un principio, y, posteriormente, en los Casinos» en Albacete se continuaba con su proyecto de construcción de un teatro. Con fecha de 28 de enero de 1866, el arquitecto provincial, José Moreno de Monroy, elaboró una memoria de un «Proyecto de un teatro para la ciudad de Albacete», y se comenzó con la expropiación de unos terrenos situados en la calle de San Agustín. Remitido el proyecto a la Real Academia de Arte de San Fernando, ésta desestimó el proyecto por ciertas irregularidades en el foso del escenario y en el decorado de la fachada principal. Se devolvió por tanto al arquitecto municipal para su reclaboración, pero éste, después de un tiempo, rechazó asumir el proyecto que pasó por las manos de otros arquitectos que, finalmente, también lo abandonaron. Otros intentos para la construcción de un nuevo teatró fracasaron a causa de la escasa suscripción de acciones a la hora de llevar a cabo dichos proyectos.

El 20 de junio de 1880 se inauguró el Teatro Vidal. En un principio teatro de verano, fue cubierto posteriormente con un techo de zinc y calentado a base de estufas. Con estos medios y sin retretes, no reunía   —629→   las condiciones necesarias para la representación. Este teatro tenía una sala planta con palcos, entradas, lunetas, y entrada general. Unos años más tarde, el 1 de octubre de 1886, fue fundada la sociedad «Teatro Circo», que desarrolló el que sería el teatro más importante de la ciudad y buque insignia de las representaciones teatrales hasta bien entrado el siglo XX: el Teatro Circo.

La autora, en una minuciosa reconstrucción, relata los avatares de la construcción del teatro desde sus inicios hasta su inauguración el 7 de septiembre de 1887.

Continúa Cortés haciendo un recorrido, de forma general, por las compañías, profesionales y de aficionados, que representaron sus obras en Albacete durante esta segunda mitad del siglo XIX; también dedica unas páginas al comentario de las obras representadas, los géneros de las mismas, dramaturgos, letristas y compositores. Las preferencias de la ciudad seguían la línea del teatro declamado, aunque el teatro lírico tuvo importante presencia en el periodo, y toma mayor importancia en los últimos años del siglo. Los dramaturgos más representados en la escena de Albacete fueron los hermanos Álvarez Quintero, Miguel Echegaray, Joaquín Dicenta, Mariano Chacel, Vital Aza, etc., aunque la importancia progresiva del teatro musical hizo que letristas como Carlos Arniches y Barrera o Miguel Ramos Carrión fueran también muy representados. Entre los compositores figuran Federico Chueca, Manuel Fernández Caballero, Tomás L. Torregrosa, además de Ruperto Chapí, de importante presencia también en los primeros años del siglo XX.

Capítulo aparte en este volumen son los comentarios referidos a las representaciones: puestas en escena, empresario, director, decorado y vestuario. La autora repasa la figura del empresario y la diversidad de papeles que jugaba en muchos aspectos de la representación. Normalmente el empresario era el propio director de la compañía; un ejemplo es el de Francisco Corona, que en 1857 fue primer actor, director y arrendatario. Aborda también en este apartado la tan discutida figura del director de escena. A mediados del siglo XIX, según la autora, ésta todavía no se daba, aunque hubo autores serios que se preocuparon por el trabajo del teatro en su conjunto, y sobre todo por las puestas en escena. Según Cortés, «los directores-actores de esta época, en general no eran buenos, porque no desempeñaban su trabajo de manera correcta y no trabajaban con seriedad y rigor».

Los decorados y la luminotecnia también eran deficientes, ya que la iluminación eléctrica todavía no había llegado a los escenarios de   —630→   Albacete, y algunos espectadores se quejaban «del humo que había en la sala y de las huellas que dejaba en los espectadores».

Repasa la autora, a continuación, la labor de la crítica, punto fundamental para el conocimiento de la recepción teatral. Ésta es muy abundante y ha sido base y soporte para gran parte de este trabajo. Los críticos, en general, eran periodistas o aficionados de la capital que intentaban desarrollar su labor de la forma más seria posible, aunque, en ocasiones, se deja notar su poca preparación.

Importantes son a la vez los comentarios que la autora realiza en torno a la sociología del hecho teatral: público, precios...; cabe destacar los dedicados a la censura, donde se aportan, tanto los nombres de algunos censores de la época como de obras censuradas. En cuanto al público, éste consideraba el teatro como un punto de reunión social. Parece que el público albaceteño era activo y participativo, aficionado a arrojar confeti «no sólo en el intermedio, sino también durante la representación». Sobre los precios de las representaciones, se manejan pocos datos, dada la escasez de información en sus fuentes. Aun así, se aportan algunos precios que nos sirven para confirmar la escasa inflación en lo que se refiere a las entradas para espectáculos teatrales.

Tras este detallado estudio, la autora confecciona una lista cronológica de las obras representadas, donde de forma ordenada el lector podrá descubrir datos referentes a las representaciones y donde, a partir de las fuentes antes señaladas, se han reconstruido el número de actos, cuadros, autor.. y el género de cada una de las obras. Este listado es de vital importancia para conocer los datos de obras que, antes de este trabajo, sólo se conocían de manera incompleta.

Por último, la autora incluye una lista de las compañías teatrales que representaron sus obras en Albacete. Aquí aparece el nombre de la compañía, así como el de todos los componentes de la misma. Estos datos son valiosísimos para el investigador que se aproxime a este libro, pues reconstruyen parte de la historia de las compañías en un momento determinado de su trayectoria.

Es, por todo ello el libro de Cortés un instrumento de trabajo importantísimo para todos aquellos que trabajan en la historia de la escena española en el siglo XIX, y, a la vez, es un ameno libro de lectura cuajado de anécdotas sobre las representaciones teatrales en esta ciudad manchega. La reconstrucción de una historia de la escena en España pasa obligadamente por este tipo de investigaciones   —631→   que, esperamos que en poco tiempo, podrán darnos una visión de conjunto de la historia viva del teatro en España, una visión del todo distinta de aquella a la que los manuales de historia de la literatura nos tienen acostumbrados.