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El fondo vital de la cultura popular del sur de la península sería la base para las comparaciones que el mismo Emilio García Gómez lleva a cabo entre las formas métricas arabigoandaluzas y españolas, y cuya tesis podríamos resumir en palabras del mismo arabista como sigue: «Hay dos métricas clásicas (la grecorromana y la árabe), provistas de funcionamiento estudiado, prosodia sistematizada y notación particular. Entre las dos hubo en los tiempos medios dos métricas silábico-acentuales (la dialectal arabigoandaluza y la de la poesía en romance). De cada una de estas aspira a tirar cada una de las métricas clásicas: cada cual la suya. Pero no pueden. Las métricas vulgares se abrazan y se defienden. No las enlaza la subordinación, sino la simbiosis. Tienen las mismas dificultades y las mismas soluciones, los mismos métodos y los mismos procedimientos, los mismos méritos y acaso los mismos defectos. Tienen una dimensión común» (1968: 286-287). Esa base común es la que trata de destacar siempre en sus traducciones presididas por un afán de utilizar formas métricas equivalentes en árabe y en español. (N. del A.)

 

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Oigamos, como ejemplo, el análisis que hace de un fenómeno como el encabalgamiento. Traduzco del francés sus palabras: «El rechazo de la doble organización [sintáctica y métrica] en los versos no es un rechazo inocente. Es posible que deba ser interpretado como la aplicación de un principio más general, que no interesa sólo a la literatura. La prohibición del encabalgamiento se produce en una época en que la burguesía, jugando momentáneamente la carta del poder central contra el feudalismo sobreviviente, pone sobre el tapete una ideología de la razón, que es también una ideología de la racionalización. La victoria de la burguesía, tras la Revolución, se traducirá por la muerte del rey, pero también por la supresión de la complejidad administrativa heredada de una larga tradición. No se trata de decir que la prohibición del encabalgamiento refleje directamente los conflictos del gobernador y del intendente en las provincias. No es quizá imposible sostener que los dos fenómenos no son extraños el uno al otro. La ideología literaria no tiene una existencia independiente. Mantiene relaciones estrechas con las otras formas de ideología» (1974: 23). (N. del A.)

 

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Leído en el ICLA de 1959, y publicado en Werner P. Friederich, ed. Comparative Literature: Proceedings of the International Comparative Literature Association, Chapel Hill, N. C., 1959, I, 160-175. (N. del A.)

 

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Las razones, según R. Fowler, son: 1.- Los traductores, muchas veces, lo primero que hacen es tirar por la borda la forma métrica del original que traducen; 2.- cuando incluso el hablante nativo no suele analizar bien los versos, es mucho más difícil aún que alguien aprecie las sutilezas métricas en más de una lengua; 3.- la influencia de la lingüística, que tiende a enfatizar la dependencia que la métrica tiene respecto de su lengua, y a reducir la métrica a una parte de la fonología. El móvil de la traducción precisamente está en la base de la amplia comparación del verso español y el verso europeo propuesta por O. Bli en su reciente obra (2000). El trabajo del profesor Bli constituye una referencia imprescindible para la métrica comparada española. El hecho de traducir y reflexionar sobre la traducción en verso explican la vertiente comparatista que da a sus dos recientes trabajos Esteban Torre (1999, 2000). (N. del A.)

 

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La del primero establece una división en dos sistemas: simple (sólo se funda en el número de sílabas) y complejo (basado en el número de sílabas + un rasgo prosódico, que puede ser: duración (cuantitativo); acento (silábico-acentual); tono (pitch) (tónico). (N. del A.)

 

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Véase, al respecto, la presentación que hacemos de los sistemas de versificación española, que matiza, sin duda, la caracterización de la métrica castellana como exclusivamente silábica (Domínguez Caparrós, 2000). (N. del A.)

 

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Benjamin Hrushovski analiza cómo la métrica yidish se hace acentual en los países germánicos, silábico-acentual en la Europa oriental, y libre en países de influencia americana. (N. del A.)

 

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No me resisto a traducir el último párrafo de este interesantísimo trabajo: «Las repercusiones cuando se juntan las lenguas o las literaturas son infinitas, y el campo es muy ancho para el metricista comparatista. Lo mismo que la lengua y la literatura confluyen en el metro, la lingüística comparada y la literatura comparada confluyen en la métrica comparada, que desde ese momento es capaz de dar una sólida fundamentación lingüística al estudio de la poesía sin olvidar la parte que juegan en su proceder la tradición cultural y la imaginación literaria» (1977: 299). (N. del A.)

 

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Resumo aquí aspectos de los que me he ocupado en «Verso regular y verso libre», en Gómez Redondo (1994: 65-78). Por supuesto, son nociones que han de ampliarse con «9.4. Verso libre», de Domínguez Caparrós (1993: 183-190), amén de un amplio abanico de estudios que convergen, ahora, en Domínguez Caparrós (1999a). (N. del A.)

 

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«El problema de la relación entre verso y lenguaje se centra en la adecuación del verso al lenguaje, o en la resistencia que el lenguaje ofrece al verso», como indica Domínguez Caparrós (1988: 83). (N. del A.)