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Situación de la obra de Delibes en la novela española

Gonzalo Sobejano





Cuatro palabras nada más para referirme a la situación de la obra de Delibes en la historia de la novela española. Si consideramos los enlaces con la tradición literaria de España, podríamos decir que son escasos: pocas o ningunas las huellas de Cervantes, de Quevedo, de la narrativa barroca, y también muy reducidas las de la novela realista del siglo XIX, tan importante (Galdós, Clarín). Parece así Delibes un escritor que solamente podría relacionarse con la generación del 98, y dentro de ella creo que el parangón más legítimo sería el de Unamuno: no Unamuno como creador de unas formas novelísticas, sino el mundo de Unamuno. El mundo ético de Unamuno parece asomar en la obra de Delibes con una profunda actualidad.

A mí me hubiera gustado realmente hablar de otro tema, poco tratado, que es el del miedo en la novelística de Miguel Delibes. Creo que es fundamental ese sentimiento del miedo (que probablemente es el que le ha impedido venir a Düsseldorf, lo digo como mera suposición) y es el que domina desde la primera novela hasta la última. Miedo -claro- a la muerte, porque no se puede tener miedo más que a la muerte en distintas formas, y aquí (sintiendo diferir de la opinión de mi maestro don Manuel Muñoz Cortés) no veo senequismo. Éste consiste precisamente en un dominio sobre las pasiones, los temores y las esperanzas, y también en un dominio sobre la muerte: el derecho a poder suicidarse perfectamente en calma. Por el contrario, en Delibes lo que hay es un miedo terrible a la muerte, pero -más significativo todavía- miedo al amor. Es uno de los novelistas más castos, más recogidos, más apegados a la costumbre, como Unamuno (la «santa costumbre»). Me estoy refiriendo más que a valores formales y artísticos a valores éticos, y todo esto, y el vivir siempre en una ciudad de provincia (Valladolid), como Unamuno en Salamanca; la castidad de sus novelas y de su vida y su obra; el recogimiento, la meditación, una cierta calidad de desnudez y dramatismo que hay en sus novelas, todo esto creo que está muy cerca de Unamuno. Al menos, éste sería un escritor con quien podría relacionarse a Delibes. Pero creo que su producción muestra también unas vinculaciones considerables con el movimiento neorrealista que se da en los años 50 y que él prepara. En El camino encontramos el ambiente rural, la infancia, el niño (temeroso también, ¿cómo no?: todos los protagonistas están llenos de miedo) temeroso de ir a la ciudad, cambiar de costumbres, perder a sus amigos. La costumbre, el apego, el cobijo en una tierra conocida, en una amistad antigua, todo esto en una forma de miedo. Y ahí está el mundo rural, la infancia, el mundo de los humildes, el testimonio: la voluntad de dar testimonio del vivir de los humildes. Esto me parece decisivo en Delibes desde el principio hasta el final. Es algo que Delibes prepara (también en cierto modo Carmen Laforet) y que tiene su eclosión en torno a 1954, con dos novelistas como Ignacio Aldecoa y Rafael Sánchez Ferlosio, muy próximos a Miguel Delibes; son más jóvenes, pero transmiten a Delibes inspiración y apoyo, y él lo ha reconocido. El lenguaje de El Jarama ha tenido una influencia muy poderosa. Y el mundo de los humildes que Aldecoa expone en todos sus cuentos y novelas (los guardias civiles olvidados, los gitanos atemorizados, los perseguidos), todo esto está en una relación muy estrecha con el mundo novelesco de Delibes, cosa que él nunca ha negado. Y encuentro que el neorrealismo tiene no sólo ese valor de testimonio de la realidad de los humildes sino también humor y participación de lo fantástico y de lo maravilloso (el neorrealismo de un Zavattini, por ejemplo). El neorrealismo no se cerraba a la imaginación ni mucho menos, aunque su principal intención era dar testimonio. Veo, por tanto, a Delibes como a un escritor mucho más ético que estético y más dado al testimonio que al poema formal. Y creo que por lo menos tres o cuatro de sus novelas fundamentales, Cinco horas con Mario sobre todo, pero también La hoja roja, Parábola del náufrago y Las guerras de nuestros antepasados, serán novelas que quedarán. Aunque las profecías, son siempre un atrevimiento que no se debe arrostrar. Pero ya los lectores han dado su aprobación repetida a algunas de estas novelas. Opino, pues, que los principales vínculos literarios son Unamuno, la generación del 98 por un lado, y el neorrealismo de los años 50, italiano, norteamericano y español, por otro. Creo que en cambio no influyó para nada en él ni la novela intelectual de los años 20, ni tampoco la tradición barroca ni la realista del siglo XIX. Se podrían haber notado afinidades estilísticas con Camilo José Cela al principio, en algunas fórmulas expresivas, en cierto humor negro, pero me parece que Delibes es más compasivo que Cela, o por lo menos quiere mostrarlo, no sólo serlo, mientras que Camilo José Cela parece que no quiere mostrarlo. No sé si lo es o no, y no importa. En las novelas de Delibes la compasión está siempre allí, se percibe; en las de Cela quizá también lo esté, pero más bien a través de su contrario: la crueldad.





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