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Abajo

Sonetos de «Cancionero Antequerano»

Francisco de Quevedo





Edic. Dámaso Alonso y Rafael Ferreres, Madrid, 1950

Pág. 38




El mismo


Abajo   Tú, rey de ríos, Tajo generoso,
que el movimiento y cálida hurtaste
al cuerpo de alabastro que bañaste,
gentil en proporción, gallardo, hermoso;

   ora natural músico ingenioso  5
seas entre las conchas que criaste,
ora el valle le ofrezcas do engendraste,
para su frente, el ramo victorioso;

   ora, sueltas del hielo tus corrientes,
le des espejo, sólo te suplico  10
que, cuando quiera en ti ver sus despojos,

   junto con su hermosura representes
mi llanto con que creces y estás rico:
vean siquiera mis lágrimas sus ojos.

Pág. 39




Don Francisco de Quevedo


ArribaAbajo   Piedra soy en sufrir pena y cuidado,
y cera en el querer enternecido,
sabio en amar dolor tan bien nacido,
necio en ser en mi daño porfiado.

   Medroso en no vencerme acobardado  5
y valiente en no ser de mí vencido,
hombre en sentir mi mal, aun sin sentido,
bestia en no despertar desengañado.

   En sustentarme entre los fuegos rojos,
en tus desdenes ásperos y fríos,  10
soy salamandra, y cumplo tus antojos;

   y las niñas de aquestos ojos míos
se han vuelto, con la ausencia de tus ojos
ninfas que habitan dentro de dos ríos.

Pág. 100



Arriba   En tierra sí, no en fama, consumida,
yaces, oh vida, cuanto más temblada,
de la púrpura al mármol derribada,
por, más que a sangre, a llanto abierta herida.

   llorada ya de cuantos fue temida,  5
del hado no, del mundo respetada;
en quien, con vil usar sangrienta espada,
tantos quitó a la muerte en una vida.

   Cuando poner presume en mil victorias
tintos los campos y los mares rojos,  10
desnudos centros de envidiosas glorias,

   viste el suelo un traidor de sus despojos;
de horror, su lis; de ejemplo, las memorias;
de ocio, las manos; de piedad, los ojos.





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