Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
IndiceSiguiente


Abajo

Sor Juana Inés de la Cruz

Drama en tres actos y en verso

José Rosas Moreno



  —61→  
PERSONAJES
 

 
JUANA INÉS DE ASBAJE
MARÍA LUISA,   condesa de Paredes.
DOÑA MENCIA,   dueña.
ISABEL,   camarista.
EL CONDE DE MANCERA,   marqués de la Laguna, virrey de México.
DON DIEGO DE ILLEZCAS.
DON NUÑO DE ALBA.
DON PEDRO MANUEL DE ASBAJE.
RAMIRO,   escudero.
JUAN INIESTRA.
CABALLEROS.
GUARDIAS.
ENMASCARADOS.
 

Época, siglo XVII, reinado de Felipe IV

 




ArribaAbajoActo primero

 

Antecámara en el palacio de los virreyes de México: galería en el fondo; mesas con recado de escribir en primero y segundo términos. Es de noche.

 

Escena I

 

(DON DIEGO e ISABEL en la galería. JUANA INÉS, escribiendo cerca del proscenio.)

 
DIEGO
Guárdeos el cielo, Isabel.
ISABEL
Os buscaba con porfía.
DIEGO
Mucho me place, a fe mía,
el veros servirme fiel;
y no os pesará, que ingrato,
¡vive Dios!, que nunca fui.
ISABEL
Lo sé.
DIEGO
¿Cumplisteis?
ISABEL
Aquí
tenéis, señor, el retrato.

 (Se lo da.) 

DIEGO
¡Ah!, por fin...
ISABEL
Esa alegría
que revela vuestro amor,
es mi disculpa mayor...
yo robarlo no quería.
DIEGO
¡Extremada es su belleza!

 (Contemplando el retrato.) 

ISABEL
Grande fue mi atrevimiento;
si sospecha vuestro intento
el virrey...
DIEGO
De su grandeza
no tengo ningún cuidado,
que en sus largas cacerías
pasa absorto muchos días.
ISABEL
Dicen que está enamorado.
DIEGO
¿De alguna agreste hermosura?
ISABEL
Yo no puedo, a fe, decillo;
mas Ginés, el pajecillo,
refiere que en la espesura
del bosque, al morir el día
habla el virrey, y en su anhelo
suspira y contempla el cielo
con triste melancolía.
DIEGO
¿Y la condesa?
ISABEL
Lo ignora;
y vive en tranquila calma,
sin una nube en el alma...
¡Es tan buena mi señora!
Sólo por vos he podido
traicionarla.
DIEGO
No es traición,
es piedad.
ISABEL
Tenéis razón,
vuestro amor me ha conmovido.
DIEGO
Sensible sois.
ISABEL
¿Qué queréis?
Siempre a mí me causan penas
las desventuras ajenas.
DIEGO
Pronto el cielo ganaréis.
ISABEL
Hablad bajo por favor.
DIEGO
¿Os recatáis?, ¿quién diría?...
ISABEL
¡Chist!... Escucharnos podría
la nueva dama de honor.
DIEGO
¡Ah!

  (Fijándose en JUANA.) 

ISABEL
¡Y es la Décima Musa!
Y cuentan que llega a tanto
lo mágico de su encanto,
que hasta tiene ciencia infusa.
La condesa la prefiere.
DIEGO
Justo es honrar tal portento.
ISABEL
Vive en su mismo aposento
y como hermana la quiere.
DIEGO
¿Y cuál es su cuarto?
ISABEL
Aquél.
DIEGO
Esta sortija tomad,
id con Dios.
ISABEL
Con Él quedad.
DIEGO
Sois un tesoro, Isabel.
 

(Vase ISABEL.)

 

  —62→  

Escena II

 

(Dichos, menos ISABEL. DON DIEGO se acerca a la mesa del fondo y escribe.)

 
DIEGO

  (Viendo a JUANA

(Yo lograré tu alegría
tornar en llanto.)  (Escribiendo.)  «Señor...»
INÉS
(Este hombre me causa horror.)
DIEGO
(Goza ya, venganza mía.)

 (Escribiendo.) 

«Del honor contra la ley
la condesa ha dado abrigo
a otro afecto... Un buen amigo
avisa al noble virrey.
Su retrato ha dado ya
en prenda de amor a un hombre:
si os interesa su nombre,
Nuño de Alba os lo dirá.»
(Ya pagaréis vuestra saña,
vuestra aversión importuna.)

 (Cierra la carta y escribe en el sobre.) 

«Al Marqués de la Laguna,
virrey de la Nueva España.»

 (Vase.) 



Escena III

 

INÉS

 
INÉS
Mísero idioma, no puede
expresar la pena mía;
es brasa a la luz del día,
se ofusca, se humilla y cede.
Mustios y pálidos son
estos versos... ¿por qué en suma
no puede verte la pluma
lo que siente el corazón?
Este amoroso tormento
que en mi corazón se ve,
sé que lo siento, y no sé
la causa porque lo siento.
Siento una grave agonía
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y acaba en melancolía.
Y entre tan varios dolores
se juntan en mi existencia
con el rigor de la ausencia
del olvido los temores.


Escena IV

 

Dicha, DON NUÑO

 
NUÑO
La aurora de la ventura
con clara luz amanece,
pues que en palacio aparece
este sol de la hermosura.
INÉS
¡Don Nuño!
NUÑO
Inés, con porfía
os buscó mi amante anhelo,
y gracias le doy al cielo
de hallaros, señora mía.
INÉS
Poco, a fe, le agradecéis.
NUÑO
Siempre os mostráis desdeñosa;
esquiva sois cuanto hermosa.
INÉS
Perdonad...

 (Hace ademán de irse.) 

NUÑO
¿Iros queréis?
Dejáisme en tinieblas.
INÉS
¡Oh!
¡Me requerís! Ofendida
debiera estar.
NUÑO
Esta vida
siempre en la vuestra vivió.
Sois polo de imán oculto;
sois portento sin igual,
pirámide intelectual.
INÉS (Sonriendo.)
Culto andáis.
NUÑO
Os rindo culto,
sois un ángel, doña Inés.
INÉS
Advierto que blasfemáis;
si a lo inculto, culto dais,
inculto ese culto es.
Sellad el labio profano.
NUÑO
Tenéis algo de divino
y a daros culto me inclino,
pues sois serafín humano.
Vuestras prendas, vuestro porte,
tienen inmenso poder.
INÉS
Bien claro se deja ver
que habéis estado en la corte.
NUÑO
Vuestro ingenio siempre va
a mi pasión a la mano:
no peco de cortesano;
de enamorado, quizá.
Ocultaros no podría
este amor rendido y ciego;
mas sorda sois a mi ruego
y a la triste pena mía.
INÉS
Sois extremado en bondad.
NUÑO
Vos, en desdén y en rudeza;
siempre esa noble altiveza
se advierte en la majestad
de hermosura vencedora;
mas soy audaz, caballero
—63→
y noble; constante os quiero:
ésta es mi mano, señora.
INÉS
Esta pobre majestad,
a pesar de su grandeza,
os quiere hablar con franqueza.
NUÑO
¡Oh!, sí, con franqueza hablad.
INÉS
Agradezco la intención
que a ser franca me provoca,
y vais a ver en mi boca
entero mi corazón:
Dos dudas en que escoger
tengo, y no sé cuál prefiera:
pues vos sentís que no quiera,
y yo sintiera querer.
[...]
Si daros gusto me ordena
la obligación, es injusto
que, por daros a vos gusto,
haya yo de tener pena.
[...]
Mas, por otra parte, siento
que es también mucho rigor
que lo que os debo en amor
pague en aborrecimiento.
[...]
Y sea ésta la sentencia
porque no os podáis quejar:
que entre aborrecer y amar
se parte la diferencia.
[...]
Y así quedo a mi entender,
esta vez, bien con los dos:
con agradecer, con vos,
conmigo, con no querer.
NUÑO
A vuestro padre he de hablar,
venceré vuestra porfía.
INÉS
Si no habláis al alma mía
es preferible callar.

 (Vase.) 



Escena V

 

NUÑO

 
NUÑO
Muestra un injusto rigor:
olvidarla yo debiera;
pero, ¡ay!, olvidarla fuera
mi desventura mayor.

 (Vase.) 



Escena VI

 

(DON DIEGO y JUAN INIESTRA por la galería.)

 
DIEGO
Aguarda... que no nos mire:
¡ah!, ya se fue... Juan Iniestra,
tú eres valiente.
INIESTRA
Don Diego,
sabéis que no hay quien me venza;
en Murcia nos conocimos
cuando...
DIEGO
Basta.
INIESTRA
¡Qué soberbia
aventura! Me parece
que vuelvo a la noche aquella.
¡Pobre conde de Vallejo!
La estocada fue maestra.
Pero entonces os llamabais
don Rodrigo de Pereda,
y eráis contador del conde.
DIEGO
¡Silencio! Si nos oyeran...
¿Quieres ganar cien ducados?
INIESTRA
Sabéis que mi espada es vuestra.
¿Qué es lo que tengo que hacer?
DIEGO
Es arriesgada la empresa.
INIESTRA
Decid.
DIEGO
Si cumples, el oro;
si no cumples, tu cabeza:
¿puedes contar con tres hombres
audaces cual tú?
INIESTRA
Muy cerca
los tengo.
DIEGO
Bien, esta noche
se aguarda al virrey, y hay fiesta
en palacio; allí en la plaza
los cuatro estaréis alerta:
a una señal penetráis
con disfraces y caretas.
Has de robar una dama
que yo mostraré.
INIESTRA
Pues vengan
los ducados.
DIEGO
Aquí están.
INIESTRA
Muy bien.

 (Cuenta el dinero y lo guarda.) 

DIEGO
En la plaza espera.
INIESTRA
Yo necesito un resguardo
para salir de esta tierra
por si acaso...
DIEGO
Lo tendrás.
INIESTRA
Pues la fortuna os proteja.
 

 (Vase INIESTRA.) 



Escena VII

 

DON DIEGO

 
DIEGO
El retrato de tu esposa
tengo al fin, ¡oh!, conde, y él
—64→
sirviendo a mis miras fiel
mi venganza hará gloriosa.

 (Deja el retrato sobre la mesa.) 



Escena VIII

 

DON NUÑO, DON DIEGO

 
DIEGO
Siempre buscáis el retiro,
don Nuño; lo extraño en vos.
NUÑO
¡Ay!
DIEGO
¿Suspiráis? ¡Vive Dios!
NUÑO
¡Ah!, sí, don Diego, suspiro.
DIEGO
¿Por acaso saber puedo
quién es la dama? Decid:
¿quién es ella? Así en Madrid
me preguntaba Quevedo.
NUÑO
Es la noble Juana Inés
de Asbaje.
DIEGO
(¡Ah!) Sí, la doncella
llegada ayer; es muy bella,
y dicen que sabia es.
NUÑO
¡Sí!
DIEGO
Merecéis mis albricias,
que es fama que esa señora
fue graduada de doctora
en las aulas pontificias
de aquesta universidad;
y cuentan que tanto sabe,
que fue de un obispo grave
vencedora.
NUÑO
Es la verdad.
DIEGO
Pero según aseguran
tiene amor, y no con vos.
NUÑO
¡Oh!, don Diego... ¡Vive Dios!
DIEGO
Eso las damas murmuran.
NUÑO
La envidia es infame.
DIEGO
No
puede así dejar de ser;
pero es frágil la mujer...
¡Si supierais lo que yo!
NUÑO

 (Exaltado.) 

¿Qué?
DIEGO
Vuestro amor os exalta;
mas reprimid vuestra llama;
yo no hablo de vuestra dama.
NUÑO
¿Pues?
DIEGO
De otra dama más alta.
NUÑO
¿De la condesa?
DIEGO
Escuchad.
Muchas cosas he sabido...
¡Ah!, ¿comprendéis este olvido?

 (Fingiendo que le sorprende el retrato que está en la mesa.)  

Este traslado mirad.
Volverlo a su dueño es ley,
y ya que al virrey tratáis,
os ruego que así lo hagáis.
NUÑO

 (Guardando el retrato.) 

Darélo al señor virrey.
DIEGO
¡Ah, la mujer!
NUÑO
¡Qué porfía!
DIEGO
Vuestra dama...
NUÑO
Yo la adoro,
don Diego, porque es tesoro
de bien y sabiduría.
DIEGO
Será mucho su saber
pero es mala.
NUÑO
¡Caballero!
DIEGO
Mala, muy mala, y lo infiero,
don Nuño, de que es mujer.
Tened precaución en fin:
si Eva que nada sabía
cometió cierta herejía,
¿qué hará sabiendo latín?
NUÑO
Siempre gastáis buen humor.
DIEGO
Siempre soy justo.
NUÑO
No, a fe.
DIEGO
Por experiencia lo sé:
la mujer es un horror.

 (Salen MARÍA LUISA y JUANA y se quedan escuchando.) 

Prendada de su belleza,
siempre está, de veras hablo,
su corazón en el diablo,
en las galas su cabeza.
Cuando en su rostro tranquilo
dulce calma se divisa,
debemos ver en su risa,
la risa del cocodrilo.
Cuando altiva, indiferente,
muestra desdén y recelo,
es su desdén el anzuelo
que engaña al pez inocente.
Cuando es amable y discreta,
el engaño lleva al cinto,
y es su pecho laberinto
más terrible que el de Creta.
Se agita su corazón
cual la veleta en el viento;
es su espejo el fingimiento,
el engaño es su ambición.
Ya nuestras iras afronta,
y ya sin motivo llora;
si es honrada, es gastadora,
si no es gastadora, es tonta.
Es su vida liviandad;
bella o no, joven o vieja
a la serpiente semeja.
NUÑO
No, don Diego.
DIEGO
Recordad
la manzana pestilente
—65→
que se comieron a dos,
contra el mandato de Dios,
la mujer y la serpiente:
la mujer pariente es
de Satanás, no es agravio.
NUÑO
Don Diego, sellad el labio,
que yo adoro a Juana Inés.
DIEGO
Mucho lo siento por vos.
NUÑO
Mirad que si el hierro empuño...
DIEGO
Me dais lástima, don Nuño.
NUÑO
¡Me ofendéis! ¡Ira de Dios!
Riñamos en buena hora.
DIEGO
Sois un necio.
NUÑO

 (Desenvaina su espada.) 

¡Defendeos!
 

(DON DIEGO desenvaina también.)

 
LUISA
¡Caballeros!

 (Interponiéndose.) 

INÉS
¡Deteneos!
DIEGO
(¡Ah, la virreina!)
NUÑO
¡Señora!


Escena IX

 

Dichos, INÉS y MARÍA LUISA

 
INÉS

 (A DON DIEGO.)  

Hombres necios que con mengua
del honor de un caballero,
encomendáis al acero
los errores de la lengua.
Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;
sí con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
y las incitáis al mal?
[...]
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo
[...]
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis,
que, con desigual nivel,
a una culpáis de crüel
a otra de fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?
Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
[...]
Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis,
o hacedlas cual las buscáis.
DIEGO
Vencisteis en buena ley:
sois extremada en la lid.
NUÑO
¡Oh!, sí.
LUISA
Don Diego, salid,
id a esperar al virrey.

 (Vase.) 

 (A DON NUÑO.)  

Y vos por allá.

 (Señalando otra puerta.) 



Escena X

 

JUANA y MARÍA LUISA

 
LUISA
¿Suspiras?
INÉS
Siempre suspiro por él.
LUISA
Vamos, desdobla el papel,
que quiero oír esas liras.
INÉS
Señora, el lenguaje vago
bosquejo es del pensamiento,
cual suele del firmamento
ser bosquejo el turbio lago.
Mas su divino arrebol
pincel humano no pinta:
para el sol nos falta tinta,
y el pensamiento es un sol.
LUISA
Tu ingenio a tu musa acusa,
mas la defiende la fama:
ya el orbe hispano te aclama
como a la Décima Musa.
INÉS
Señora, vuestra bondad
siempre incesante se muestra;
mi voluntad es la vuestra.
  —66→  
LUISA
Bien, pues escucho.
INÉS
Escuchad:
«A un ausente.»

 (Con voz muy conmovida.) 

No os asombre
que yo me conmueva tanto;
se deshace mi alma en llanto
al recuerdo de aquel hombre.

 (Leyendo.) 

Amado dueño mío,
escucha un rato mis cansadas quejas,
pues del viento las fío,
[...]
si no se desvanece el triste acento
como mis esperanzas en el viento.
Yo sin cesar te aguardo:
si miras hoy de Bética las flores,
recuerda que aquí guardo
la flor que prenda fue de mis amores,
y que tanto la miro y quiero tanto
que es su rocío mi amoroso llanto.
Si del campo te agradas,
goza de sus frescuras venturosas,
sin que aquestas cansadas
lágrimas te detengan enojosas;
que en él verás, si atento te entretienes,
ejemplos de mis males y mis bienes.
[...]
Si ves el cielo claro,
tal es la sencillez del alma mía;
y si, de luz avaro,
de tinieblas emboza el claro día,
es con su oscuridad y su inclemencia,
imagen de mi vida en esta ausencia.
[...]
¿Cuándo tu voz sonora
herirá mis oídos, delicada,
y el alma que te adora,
de inundación de gozos anegada,
a recibirte con amante prisa
saldrá a los ojos desatada en risa?
¡Ay!, ¿cuándo, gloria mía,
mereceré gozar tu luz serena?
¿Cuándo llegará el día
que ponga dulce fin a tanta pena?
¿Cuándo veré tus ojos, dulce encanto,
y de los míos secarás el llanto?...
LUISA
En conceptos que son flores,
tu galana poesía
traduce bien, a fe mía,
de la ausencia los rigores.
Conozco tu sentimiento,
que yo, Juana, sin reposo,
aunque corta, de mi esposo
la ausencia también lamento.
INÉS
Le deseo conocer
ya que conozco su fama,
que el que es vuestro y tanto os ama,
grande sin duda ha de ser.
Mucho, a fe, señora mía,
vuestro tormento me pesa.
LUISA
Consuélame, que hoy regresa
de su larga cacería.
INÉS
Pues hoy vuestra dicha es doble,
que abrazaréis anhelante
a un esposo y a un amante
tan generoso y tan noble.
LUISA
Juana, el dolor de los celos
viene a ofuscar mis amores.
INÉS
No hay corazón sin dolores,
no existen sin nubes cielos.
¿Más pruebas tenéis?
LUISA
Ignoro
si es culpable; sólo sé
que lloro y suspiro, y que
entre temores le adoro.
INÉS
Al mirar el tierno amor
cuya ausencia os causa duelo,
aún más conocer anhelo
al virrey vuestro señor.
Su nobleza generosa
es digna, la fama cuenta,
del gran rey que representa
y digno de tal esposa.
Aunque nunca yo le vi,
joven y hermoso le creo
y digno de tal empleo.
LUISA
Es verdad, digno de mí.
¿Y tu amado? Di quien es,
di su nombre.
INÉS
No os asombre,
señora, no sé su nombre.
LUISA
Es extraño, Juana Inés.
INÉS
Señora, la historia mía
encierra tristes memorias,
cual las que guardan historias
de andante caballería:
cual semidiós inmortal
de los que Homero ha pintado,
a mi doncel adorado,
mi hermoso valle natal
miré cruzar una vez.
Jamás su recuerdo pierdo;
palidezco a su recuerdo;
contemplad mi palidez.
Era una tarde; volaba
negra tormenta y rugía:
sus ojos el sol cubría
—67→
y el cielo ciego quedaba.
A mis padres, ¡ay de mí!,
de amor y ambiciones ciego
quiso robarme don Diego.
LUISA
¿Don Diego de Illezcas?
INÉS
Sí.
LUISA
¡Perverso!
INÉS
Y torpe y cruel.
LUISA
Prosigue.
INÉS
Asióme en sus brazos...
LUISA
¡Infame!
INÉS
De aquellos lazos...
LUISA
¿Te arrancaron?
INÉS
Era él.
Combatieron con ardor;
rayos eran las miradas,
eran rayos las espadas,
era rayo su furor.
Huyó don Diego cobarde,
y como en bronce grabada
queda la historia pasada,
quedó en mi pecho esa tarde.
Él de sus ojos la viva
llama en mis ojos fijó,
y no bien me libertó,
de amor me dejó cautiva.
Su favor le agradecí,
y aunque verlo no quería,
amor, él, en mí veía.
Yo amor en sus ojos vi.
Mi mirada, entre sonrojos,
le reveló mi pasión,
que cuando habla el corazón
no pueden callar los ojos.
LUISA
¿Desde entonces?
INÉS
Por él lloro.
LUISA
¡Ah, Juana Inés!
INÉS
Y sin calma
vivo sin él, y sin alma,
que es el alma en quien adoro.
LUISA
¿Le has vuelto a ver?
INÉS
El ingrato
partió lejos de mi amor;
diome en prenda esta flor
y yo le di mi retrato;
él comprendió en mi ansiedad
que era mi gloria, mi aliento,
mi ambición, mi pensamiento,
mi dicha, mi eternidad...
Pero el alma un mal presiente
al ver que flor marchitada,
flor en cenizas tornada
es prenda de fuego ardiente.
Aunque alejóse crüel,
vive siempre en mi memoria,
y es mi ventura, la gloria
de que padezco por él.
Desde que le amo, percibo
grandeza en mis pensamientos,
aliento con dos alientos,
con dos existencias vivo:
su recuerdo me acompaña.
LUISA
Consuélate, Juana Inés,
presto sabremos quién es,
escribiremos a España.
INÉS
¡Si le volviera a mirar!
LUISA
Será mío tu contento.
Aguárdame aquí un momento,
voy por el conde a rezar.
 

 (Vase por la galería.) 



Escena XI

 

(INÉS sola, tomando la flor.)

 
INÉS
Rosa divina que en gentil cultura
fuiste, con tu fragante sutileza,
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada a la hermosura.
Prenda de mi pasión ardiente y pura:
aunque ejemplo de vana gentileza,
y aunque en tu ser unió naturaleza
la cuna alegre y triste sepultura;
no cual tú morirá mi fe querida,
que tú, que el riesgo de morir desdeñas,
yaces al fin marchita y encogida;
de tu caduco ser dos mustias señas,
mas no es mi amor así, tú con tu vida
tan sólo al falso amor la vida enseñas.
 

(Se dirige el su habitación y al abrir la puerta se encuentra con DON DIEGO.)

 


Escena XII

 

JUANA INÉS, DON DIEGO

 
INÉS
¡Ah! ¡Vos aquí!
DIEGO
Juana Inés,
¡silencio, silencio!

 (Tomándole las manos.) 

INÉS

 (Rechazándole.) 

Idos...
¿Qué pretendéis?
DIEGO
Ya que injusta
mi corazón has herido,
y despreciando mi amor
de otro amor me haces ludibrio,
sabré obligarte.
  —68→  
INÉS
¡Jamás!
DIEGO
Está ya comprometido
el honor...
INÉS
Mi honor, don Diego,
como el sol fulgura límpido;
ni al cielo alcanza el insecto,
ni vos...
DIEGO
¡Juana!
INÉS
Al honor mío.
¡Basta ya!; salid.
DIEGO
Mi mano
te ofrezco.
INÉS
Callad... ¡Qué he oído!
DIEGO
Penetrar por el balcón
de tu aposento me han visto
cien caballeros y damas.
INÉS
¡Sois un infame!
DIEGO
He querido
comprometerte.
INÉS

 (Con dignidad.) 

¡Salid!,
o doy voces.
DIEGO
He vencido
siempre, Juana, y venceré.
Esa flor...

 (Pretende arrebatársela; luchan.) 

INÉS
Quitad... ¡Dios mío!
¡Socorro!
DIEGO
¡Triunfé!
INÉS
¡Señora!
 

(Corre hacia la galería. DON DIEGO se va precipitadamente por la derecha.)

 


Escena XIII

 

(Dichos, NUÑO. NUÑO desenvaina su espada y se va en seguimiento de DON DIEGO.)

 
NUÑO
¡Deteneos! ¡Vive Cristo!


Escena XIV

 

(INÉS, MARÍA LUISA. Después varios caballeros.)

 
LUISA
¡Juana Inés!
INÉS

 (Con mucha agitación.) 

Señora... aquí
van a cruzar sus aceros...
don Diego... ¡Infame! ¡Ay de mí!
LUISA
¡Guardias!, venid... Caballeros,

 (Aparecen varios caballeros.) 

¡Corred!... ¡corred por allí!

 (Vanse.) 



Escena XV

 

INÉS, MARÍA LUISA

 
LUISA
¿Pero qué es lo que ha pasado?
INÉS
¡Señora!...

 (Prorrumpiendo en llanto.) 

LUISA
Juana, no llores.
INÉS
El traidor me ha arrebatado
la rosa de mi adorado,
la prenda de mis amores.


Escena XVI

 

Dichos, RAMIRO y DOÑA MENCIA.

 
RAMIRO
Grande escándalo se advierte.
INÉS
Es muy triste y dolorosa
de rosa y mujer la suerte...
la vida, señora, es muerte
en la mujer y en la rosa.
MENCIA
¡La nueva dama de honor!
INÉS
Mi destino es padecer.
MENCIA
Era su amante, ¡qué horror!


Escena XVII

 

(Dichos, DON NUÑO y CABALLEROS. DON NUÑO entra con la espada desenvainada.)

 
NUÑO
Aquí tenéis vuestra flor.
INÉS
¡Pobre flor!

 (La besa apasionadamente.) 

¡Pobre mujer!

 (Se arroja sollozando en brazos de MARÍA LUISA.)  


 
 
CAE EL TELÓN
 
 



IndiceSiguiente