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21

Excelentes estudios como los de Vossler y José Gaos (ambos ya citados) inciden en la consideración desengañada de la aventura espiritual referida en el poema.

 

22

Por lo cual «no se puede evitar» -propone Rivers- «dado el carácter autobiográfico de este poema una conclusión evidente: la monjita mejicana admiraba el atrevimiento pertinaz del que, a pesar de todos los obstáculos, persistía tratando de cumplir su destino». Elias L. Rivers, «El ambiguo "sueño" de Sor Juana», Cuadernos Hispanoamericanos, 1965, n.º 189, págs. 271-282.

 

23

Según el autor, esta «primera generación hispanoamericana» está configurada por aquellos autores que detentan intelectualmente «ese otro modo de ser español» propugnado por Ortega. Sus nombres -junto al de Sor Juana- son los de Juan Espinosa Medrano (1632-1688), Juan del Valle Caviedes (1645-1697) y Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700). Hernández Sánchez-Barba, Mario, Historia y literatura en hispanoamérica (1492-1820) (La versión intelectual de una experiencia), Valencia, Fundación Juan March-Castalia, 1978, págs. 259-281.

 

24

Lope de Vega Carpio, El viaje del alma, en Obras escogidas, vol. III, Madrid, 1974, págs. 8-19, cita pág. 11. Nota preliminar a cargo de Federico Carlos Sáinz de Robles, págs. 7-8.

 

25

Ibidem, vv. 292-305, pág. 699.

 

26

Vid. Chevalier, Jean y Gheerbrant, Alain, Diccionario de símbolos, Barcelona, Herder, 1986.

 

27

Las alusiones metafóricas al agua y al mar -también presentes en el extenso texto- no comportan, a mi juicio, una estructura de viaje «purificador» como proceso horizontal. Son más bien indicios del presunto fracaso del alma en su viaje (se alude al mar siempre que el alma retrocede) y, por ello, queda minimizada su funcionalidad dentro de una interpretación no moralizante o ejemplificadora del poema. Cf. «Las velas, en efecto, recogidas / que fió inadvertidas / traidor al mar, al viento ventilante [...] / mal le hizo de su grado / en mental orilla / dar fondo, destrozado / al timón roto, a la quebrada antena/besando arena a arena/ de la playa el bajel, astilla a astilla» (vv. 560-570).

 

28

Ya reconocía hace años Marcelino Menéndez Pelayo que «lo que más interesa en las obras (de Sor Juana) es el rarísimo componente psicológico que ofrece la persona de su autora», afirmación de quien, por cierto, no supo gustar de las «revelaciones» intelectuales del poema que se comenta en estas páginas. Menéndez Pelayo, Marcelino, Poesía hispanoamericana, Tomo I, cap. I, México 1948, pág. 70 y ss.

 

29

Sáinz de Medrano, Luis, «Introducción» a Sor Juana Inés de la Cruz, Obra selecta, Barcelona, 1987, págs. IX-XIII. Ver también nota 69 a Primero sueño, pág. 213.

 

30

Esta «lectura» hace clara abstracción al sistema de distribución versal del poema, basado -como es bien sabido-, en el sabio empleo del hipérbaton. Justifico, empero, este «olvido estilístico» en beneficio de la claridad hermenéutica de mi propuesta. Recuerdo, en este sentido, que incluso un estudio especializado en los procedimientos de hipérbaton del texto desvela que «en el Primero sueño los hipérbatos se suceden unos a otros tan apretadamente que a veces el sentido de un pasaje se pierde y, aun en aquellos casos en que el reordenamiento lo hace inteligible, existe más de una manera de recuperar el sentido, más de una posibilidad de organización». Perelmuter Pérez, Rosa, «Noche intelectual: la oscuridad idiomática en el Primero sueño», Letras del siglo XVI al XVIII, México, 1982, págs. 99-110. Cita pág. 101.

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