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21

El que escriba en latín no puede caer en una desviación de lo que ya fue dicho en latín, no puede permitirse una sola novedad en el léxico, ni en el orden de las palabras, ni en el uso del subjuntivo, sin que el dedo de los profesores le denuncie una falta. Y el mayor elogio a que puede aspirar es que le digan que escribe en perfecto estilo ciceroniano u horaciano, lo cual ¡claro! no es ya estilo sino lo que fue estilo de un espíritu individual, que es un fluir un ser y un devenir, hecho en bloque lengua, convención, un hielo sólido y manejable, un estar y un haber sido.

 

22

Como en todo hombre piadoso, su devoción se exalta con el manejo de reliquias, y éstas hacen el milagro aunque con frecuencia sean apócrifas.

 

23

Es recurso de todo escritor auténtico. Voy a volver a citar como ejemplo, con todo intento, a Gabriel Miró (El abuelo del Rey). Para referirse al estilo epistolar del padre del abuelo, estilo ingenuo, patriarcal y pomposo, escribe Miró: «Siempre se despedía de esta guisa: "... y dispón de los leales afectos de un padre que ama a su Familia.- Agustín Fernández Pons de Quesada"». Esto en carta a su hijo. Gabriel Miró ha puesto en este guisa, precisamente por su catadura arcaica, toda su visión sonriente y benévola de personaje tan anacrónico.

 

24

Hablo, naturalmente, de la que no sea emoción de localismo, pues entonces el local la siente en todas partes de modo distinto que el forastero. Si por suburbio entendemos el de Buenos Aires, claro que un porteño se emocionará de modo distinto que un santafecino.

 

25

Nada más que empezado el poema leemos:


como la ave solitaria
con el cantar se consuela.



 

26

Así sucedió en la Edad Media con el latín de los escolásticos y, respectivamente, con el romance. Y si éste salió de su baja condición de patois, fue gracias a la socialización de un nuevo sentido lingüístico que irradiaron las nacientes literaturas: el sentido de la norma, de que luego hemos de hablar.

 

27

Más adelante explicaré el alcance de esta afirmación. Ahora cuento con que el lector me ha concedido su fe provisionalmente.

 

28

La rebelión de las masas, págs. 109-110.

 

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Es más: en Buenos Aires es creencia común que tal pronunciación es propia de los correntinos (algo así como coyentinos dicho por un porteño), que, en efecto, la tienen más marcada. Esto mismo prueba que en los casos porteños no se trata de norma, sino de accidentes de pronunciación, por frecuentes que sean.

 

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Oposiciones regionales equivalentes se pueden observar en todas las lenguas cultas del mundo. En Alemania, por ejemplo, la lengua literaria llama Knabe a un muchacho de unos 12 años pero en el norte se dice Junge, y en el sur Bube. Pues bien: en el norte Bub(e) tiene un sentido despectivo, algo así como en España granujilla o aquí atorrantito, y Knabe se le dice al que hace chiquilladas. Y sin embargo a nadie se le ocurre hacer a base de ésas y otras divergencias una cuestión de escisión lingüística.