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ArribaAbajo2 -Sobre Doctrina cristiana

El método lo da trazado el Catecismo, que designa el prelado de la respectiva diócesis, y la forma es cíclica en cuanto al aspecto general que afecta la asignatura, y dialogístico-expositiva o mixta acerca de la manera de enseñarla e instruirse en ella.

En el primer ciclo, el niño prosigue la inmaculada y angelical ofrenda de su razón, de su sentimiento y de su voluntad, de las primicias de su conciencia religiosa, si, como acontecerá generalmente, inició tan puro y hermoso holocausto desde el regazo de la madre, que le unió las manitas, le encaminó la vista al cielo, le hizo pronunciar el nombre de Dios, alborear la idea, el amor y el querer hacia el primordial, absoluto Creador y objetivo de nuestros pensamientos, afecciones y voliciones -De no ser así, el maestro presidirá sin tardanza el punto de partida de tan esencial homenaje de la íntegra actividad del alma, así que la más edificadora de todas las enseñanzas, la más valiosa de todas las instrucciones y en el curso de las que el discípulo verá a cada paso, en cada instante, sobre cualquier ser natural, resplandecer los testificantes de la existencia de Dios, los motivos del culto que le debemos, de la docilidad en el obrar acordes con el destino que impreso conservamos en nuestro fondo anímico.

Respecto al alma, astro de luz propia, se ilumina y percibe a sí misma, tanto más clara, fácil y verdaderamente, cuanto mejor la guíe y la auxilie la acción profesional, y el discípulo irá, en modo insensible y gradual, contemplándose racional, conscio, libre, en aptitud y deber de obrar bien, con mérito y demérito en las acciones, por éstas responsable en infinitud de casos ante los hombres, siempre ante el Supremo Juez.

A más de lo respectivo a ciertas piedras angulares o columnas sustentadoras de la edificación religioso-moral, comprende el primer ciclo a que nos referimos sumarísimo resumen de nuestro dogma, de lo que hemos de creer y recibir, de cómo habremos de orar y obrar, todo lo que ha de aprenderse con gran fidelidad, recitarse con respeto y atención, adquirirse de manera muy sintética, compendiosa, pero con carácter de comprensión y acierto, procurando que los pequeñuelos, cuando expresen los asertos de nuestra fe, lo hagan en tono resuelto o sin dejos de duda ni vacilación; cuando lo oracional, como siempre debe rezarse en la escuela, activas las potencias y sentidos, a fin de que se adquiera la costumbre de elevar las preces al Eterno en vivo ejercicio del alma y del corazón.

Al tocar la línea terminal de la indicada zona, los escolares que la hayan recorrido, se encontrarán, si no expeditos y seguros en lectura, lo suficientemente impuestos para ir aprendiéndose de memoria y en el orden con que los presente el texto diocesano, los capítulos dialogados; pero, a medida que se realice tal estudio, el mentor adicionará su aclaratoria explicación, su forma expositiva, sencilla, meditada, circunspecta, sobria, circunscrita a lograr se entienda, por ejemplo, que el cristiano lo es por la gracia de Dios, por el don de los dones, por el favor de los favores, el de redimirnos haciéndose hombre y sufriendo su pasión y muerte, para abrirnos las puertas del Cielo y señalarnos la pauta a que debemos ajustar nuestras acciones en la Tierra.

La explicación no ha de extenderse a lo que no la tiene, a lo que, en exclusivo, corresponde a la fe y se sustrae en absoluto al alcance de nuestra limitada razón: intentar hacer perceptible el misterio, implica supuesta la posibilidad de sondearle; los símiles resultan siempre inadecuados, cual el del olor, el color y el sabor de la manzana, con respecto a la unidad de esencia y trinidad personal, pues Dios es el Padre, lo es el Hijo y lo es el Espíritu Santo; y ni el olor, ni el color, ni el sabor de la poma, son la íntegra totalidad, sino parciales elementos de la última.

Hay dialogísticos pareados en el Catecismo sobre los que no ha de darse explicación alguna; porque se escapan a la peculiar comprensión de los niños o por versar acerca de lo que pudorosamente se les veda en su infantil edad -A los primeros corresponde, verbigracia, el misterio de la Encarnación, y en general, el sexto mandamiento; y a los segundos, ciertas definiciones de selecto y metafórico estilo, cual en el catequístico librito del P. Ripalda, al decir que los frutos del Espíritu Santo son «como la fruta en el árbol, lo más suave, último y perfecto de las virtudes»; que los da «el árbol místico del justo, plantado en el jardín de la Iglesia», y que se llaman del Espíritu Santo, «porque se producen mediante el riego de su divina gracia».

En cambio, todo aquello de que la Moral surge como preciosa y naturalísima eflorescencia, ha de ampliarse, detallarse, ramificarse, ser tratado con la debida latitud y de una manera práctica, ejemplar, edificadora; con motivo del segundo mandamiento, la blasfemia, las palabras indecentes, torpes y groseras; del tercero, cómo los días festivos habrían de resaltar por la corrección en la conducta y resultar suele lo contrario; del cuarto, la plácida y ordenada observancia de la ley disciplinaria, de los principios y reglas de autoridad y subordinación, mandato y cumplimiento, y así de los demás -Análoga educación, enseñanza y aprendizaje moral surgen perfecta y llanamente de las obras de misericordia, pecados capitales y virtudes que los contrastan, etc.

Ciertos extremos, tan graves o importantes como la asistencia a misa y a otros actos de culto en los templos, confesar y comulgar, exigen actitud o predisposición de alma y de cuerpo, son de índole práctica, que ha de adquirirse a virtud de obra directriz, de la que no debe excusarse y sí intervenir directa y modeladoramente en ella el maestro, conforme indicamos en la educación religiosa.

La vigente ley de Instrucción pública concede a los párrocos intervención en el aleccionamiento católico de las escuelas públicas, la que en vez de molesta, es grata y provechosa, en cuanto proporciona solución a las dudas y autorizado visto-bueno para el tratado profesional de la materia.




ArribaAbajo3 -Sobre Historia sagrada

En cuanto al de la parte histórica, se le adapta perfectamente la forma cíclica, entre otras razones, por la de que, iniciado el estudio del ramo que ahora nos ocupa, cuando los niños todavía no saben leer, obliga por entonces la abstracción del libro.

Los hechos más culminantes, los que constituyen épocas, los que dejan honda huella de la marcha de nuestra especie, serán el contenido de la primera superficie circular -Creación del mundo, en general, y de la primitiva pareja humana, en especial, con su paradisíaca instalación y salida de ésta; el poder racional entre sombras y en extravío, el sentimiento enturbiado y torcida la voluntad; la corrupción por doquier, que motiva el diluvio -Multiplicidad específica, acuerdo de separación, Torre de Babel, caos lingüístico y derroteros generales para explorar y dominar la Tierra, para cumplimiento del Creced y multiplicaos -Nueva perversión moral y Abraham elegido padre de un pueblo llamado a recibir divino legado y realizar altos destinos -José y el pueblo hebreo -Moisés, el Sinaí y el Desierto -Josué y la Tierra prometida -Judicatura y Monarquía israelitas -David, Salomón..., Herodes, el Redentor.

Todo ello a grandes rasgos, de viva voz, con dicción gráfica, animada, movida; con el eficaz auxilio de la lámina, del recurso intuitivo; de tal suerte, que lo narrado llegue a la infantil conciencia, luzca en ella, se dibuje en la imaginación, se grabe en la memoria y se gane el sentimiento.

En tal bosquejo histórico-bíblico, figura sólo lo fundamental, lo más saliente, la delineación perimétrica y los puntos más pronunciados: luego, ya con discreto empleo del texto -afirmativamente censurado por la Autoridad eclesiástica, a más de por el Gobierno secular- y sin faltar y sí predominando la verbal narración, la enseñanza profesional y los medios intuitivos; luego, repetimos, se llenan los vacíos del cuadro, ocupándose de los hijos de Adán, del primer fratricida y de la errante y desesperada existencia de Caín; de Lot, de Isaac, de Esaú, de Jacob, de la respectiva y contraria conducta de José y sus hermanos, con los efectos de la envidia, por un lado, y de otro, de la generosidad y el perdón; de la esclavitud y de las plagas de Egipto, del paso del Mar Rojo, del maná, del Tabernáculo...; todo expresivo, comprensible y comprendido, imaginativo, a conciencia y con aplicación a la Moral y a fundamentar nuestras creencias.




ArribaAbajo4 -Sobre Moral

El tratado de esta trascendentalísima materia, decisiva para la suerte del individuo y del conjunto social, apenas si en nada ha de confiarse a la aridez y glacialidad de la regla, de la mera enseñanza y escueta instrucción; pero queda cimentada y casi hecha la edificación del alma para el cumplimiento del deber, realizando lo que sumariamente expusimos acerca de la cultura de la razón, del sentimiento y de la voluntad, de la conciencia moral; se asienta, consolida, fecundiza y ramifica con la educación religiosa y en el curso didáctico de la Doctrina cristiana; se comprueba, rectifica y desenvuelve en costumbres, con el habitual proceder, correcto y ordenado de la íntima y constantemente relacionada masa escolar, sin que por esto se excluyan retoques, precisiones y detalles de concretismo en la máxima, la historieta, la anécdota, la lectura moralizadora, tonificando, caracterizando, sosteniendo el ejemplo del maestro, cuya conducta será perenne y correcto modelo a que se adapte la de sus alumnos.




ArribaAbajo5 -Sobre instrucción cívica y acerca de la penalidad

La educación ha de predisponer y la instrucción ilustrar para el buen ejercicio del derecho, así que para el satisfactorio cumplimiento del deber en el concepto de factores personales de la localidad, de la provincia y de la nación, esto es, cultura de ciudadanía, cívica, que en cuanto se refiere al obrar, dentro de la efectividad de las prerrogativas individuales, acorde con las obligaciones, en disciplina social; y en cuanto haya de converger hacia la formación de hábitos o costumbres, tiene su propio lugar en el campo de la Moral.

Por otra parte, puede incurrirse, y se incurre, en comisión o en omisión de actos, deliberadamente, con libre voluntad, a conciencia, con discernimiento, comisiones y omisiones que, de constituir falta o delito, tienen sus correctivos, deduciéndose cómo ha de imponerse al niño en lo conducente a que, una vez responsable, conozca sus responsabilidades, las evite, niegue ejecución a los hechos de que son consecuencia, y en todo caso sepa a qué atenerse, no obre en ignorancia de que conculca el precepto escrito y queda aparejado para la subsiguiente pesadumbre aflictiva.

Uno y otro particular corresponden en manera palmaria al contenido de la Moral; en ésta han de comprenderse y tratarse; pero en las fases terminales del aleccionamiento, cuando la edad y el natural desarrollo del discípulo le permiten y aun le imponen fijarse en que, sin tardar mucho, será vecino de un pueblo, factor de una circunscripción provincial y de un estado; tendrá derechos que ejercitar y deberes que cumplir; se verá considerado en discernimiento, mérito y demérito, galardón y castigo, imputabilidad del obrar.

Atendiendo a la edad, al grado de desenvolvimiento educativo y al caudal de instrucción, peculiares de cuando se está en el caso de verificar ambas secciones de la labor moral, cabe encomendar gran parte de ésta al estudio escolar sobre libros en que aparezcan, ya el extracto de la ley fundamental del Estado y de los derechos individuales sancionados, bien la síntesis del Código penal. De la primera serie, puede decirse no se ha escrito entre nosotros texto alguno con destino al especial objeto que tocamos; de la segunda, conocemos la Guía moral de la juventud en materia penal, por el jurisconsulto D. Indalecio Martínez Alcubilla; y salta a la vista cómo procede y urge que el Gobierno declare obligatorios ambos extremos en las escuelas públicas primarias, declaración a la que pronto seguiría la oferta de Publicaciones consagradas al indicado objeto.

Pero la lectura no excluirá la enseñanza del Maestro, su palabra, sus ampliaciones, sus aclaraciones, sus preguntas; todo ello encaminado a imbuir bien en los escolares cómo ha de ejercitarse el derecho sin obstruir, dificultar o lesionar el de los demás; la ilustración y la rectitud de conciencia, inherentes a la emisión del pensamiento, a la efectividad del sufragio, a la intervención directa en el Jurado; cómo no ha de entregarse el ciudadano al politiqueo, a la concejalía, con afán y predilección que distraigan de los propios y habituales quehaceres, amengüen o destruyan el patrimonio; mas tampoco atenerse al qué se me da a mí, ponerse en indiferentismo, rehuir a todo trance las funciones de autoridad o representativas, dejando así llano el acceso y libre el campo a los negociantes del municipio, de la provincia o del país -Reflexiones análogas a las presentes incumben al Maestro acerca del compendiado estudio del Código penal, no sólo con respecto a períodos de la vida, más o menos distanciados del escolar, sino sobre este mismo; que el imprudente juego, la pedrea, el vaivén al arbolito, etc., son prácticas o entretenimientos demasiado comunes entre niños y con lo que irrogar suelen daño a cosas y a personas.






ArribaAbajoCapítulo XXI

Sigue la Didáctica Pedagógica especial.


SOBRE EL LENGUAJE.



ArribaAbajo1 -Importancia suma y constante aplicación del lenguaje

No existe ramo del saber humano entre los que no se relacionan inmediatamente con lo sobrenatural, que iguale al nombrado en punto a agrandar, esclarecer y consolidar la obra de la educación, de la enseñanza y de la instrucción. El lenguaje semeja la íntima unión y la perenne correspondencia entre el cuerpo y el alma: nada comprenderíamos de nuestros actos, operaciones o fenómenos, si al expresarnos nos faltase la conciencia de los pensamientos, de las voliciones, de lo que se elabora en lo recóndito del yo; elaboraciones, por otra parte, nebulosas y sin determinación, si no la tuvieran en sus signos representativos -Encarna, pues, una gran verdad la doble proposición de que pensar es hablar consigo mismo, y hablar, pensar para los demás.

Tampoco materia alguna será de tan general e incesante aplicación como la a que nos referimos, puesto que tan frecuentísimas son nuestras manifestaciones verbales y escritas, tan común la audición o la lectura de lo procedente de nuestros semejantes, tan múltiples y mal conceptuados los dislates en el empleo del idioma por quien en él no se impuso siquiera regularmente.




ArribaAbajo2 -Cómo suele tratarsele en la enseñanza primaria

Y, sin embargo, la niñez se despide de no pocas escuelas con un lenguaje plagado de barbarismos, lectura perezosa, tropezona, entonillada e inconsciente; ignorancia crasa en ortografía e ineptitud para redactar ni medianamente los documentos de mayor curso en la vida ordinaria: hay, pues, que variar el método, el procedimiento y la forma en la didáctica de la asignatura a que consagramos las presentes consideraciones.




ArribaAbajo3 -Variedad de su propio contenido: contacto y reinflujo entre sus elementos y conveniencia de cursarlos con la posible correspondencia y simultaneidad

Puede decirse del tratado del lenguaje que constituye un árbol con variedad de ramas generales, cuyo cultivo debe ser simultáneo, coordenado y recíprocamente auxiliar.

Sin conocimiento previo del fondo anímico que haya de significarse, oral o gráficamente, o sea objeto de lectura, imposible la propia y acertada habla o recitación; mientras que la una y la otra serán satisfactorias en tanto cuanto se perciba lo que representen: la persona culta lo patentizará en su lenguaje correcto y oportuno, en la índole de sus giros, que suavicen lo en sí áspero, que atenúen lo grueso y hasta lo imperativo; no se satisface con que se la entienda, sino que aplica a cada caso, cosa, persona y circunstancia la retórica que bien cuadre -El estilo y la valía de un escrito se correlacionan con la suficiencia sintáctica, ortográfica, gramatical; así como en razón al manejo de la pluma está el acierto en el empleo de signos de la escritura; y el aprendizaje escolar de la última ayuda en gran manera a la lectura de manuscritos.

Guardanse, según se ve, mutua e inmediata correspondencia; se auxilian, facilitan, aclaran y compenetran; todo lo que informa la recomendación por notables pedagogos de que las aludidas materias marchen en rítmico compás, formando inseparadas secciones de un solo ramo de enseñanza o instrucción; concierto y suma que no abonamos en redondo, por oponérseles varias dificultades, entre ellas, la de la pérdida de tiempo o prolongación del aprendizaje; y el tiempo representa valor superior al del oro, se eleva al del diamante en la obra escolar, compleja y realizada con irregularidades o achicamiento en el período de asistencia de la niñez a los centros consagrados a su cultura.

Mas, si no asentimos a la fusión, reconocemos las ventajas de la posible simultaneidad y aconsejamos se la utilice en cuanto sea dable, para lo que no faltarán repetidas ocasiones u oportunidades, que iremos señalando.




ArribaAbajo4 -Lo respectivo al fondo de las expresiones

Al objeto de no expresarse sino a conciencia de lo que se exteriorice, bastará la resultante de una educación satisfactoria, en la que actúan armonizadas todas las irradiaciones de la actividad anímica, en la que la enseñanza aparece como aspecto de aquella educación, y la instrucción como el fruto y el acopio de la actividad espiritual, en la que, al usar el aparato oral, lo mismo que al leer, desde los comienzos de la humana cultura, se procede con previa comprensión y va adquiriendose el hábito de obrar siempre así, parándose a observar, a reflexionar, a razonar, en cuanto se alce el punto negro de lo desconocido o siquiera la nebulosidad de la duda.




ArribaAbajo5 -Ídem a la materia gramatical

Sobre Gramática -En punto a la estructura de la expresión, a lo propio y correcto de los giros, a lo que se denomina tratado gramatical, dase variedad de métodos, formas y procedimientos, de los que sólo haremos meras indicaciones, reservando el mayor espacio a la exposición de nuestro criterio en el particular.




ArribaAbajo6 -El texto

Comenzaremos descartándonos de lo respectivo a lo más añoso y utilizado, pero también lo más infructífero, en el particular; de lo predilecto para quienes discurrieron, o todavía discurren, que la Gramática es el objeto fundamental o la materia substancial del estudio que la comprende; sin haberse despojado de su errónea ofuscación, sin reconocer lo innegable o que aquella Gramática sólo representa un medio, y en modo alguno el más producente en el hecho de imponer o imponerse en el verdadero objeto, en la genuina substancia, en el idioma.

Quienes a tan torcido criterio atemperan sus aleccionamientos -opten por la forma expositiva, por la dialogística, o por la mixtura de ambas-, concuerdan en confiar lo más, si no todo, al libro, que los infantiles alumnos leen y releen hasta vaciarlo en su poco consciente memoria, con tan escasísimo provecho para el habla, como que suelen dejar la escuela sin haberse desprendido de garrafales barbarismos, sin aptitud para redactar medianamente los más comunes documentos, sin haberse dado cuenta de para qué podrá servirles el rutinario quehacer a que por varios años se les sometió.

Tan extrañas y antieducativas preferencias reclaman útiles a ellas acondicionados, textos que los pequeñuelos hayan de echarse al coleto memorativo, incomprendidos o con la violencia inherente al hecho de retener y recitar errores, del calibre de los que vamos a copiar y entrecomillar: Idioma es «el conjunto de palabras y modos de hablar de un pueblo o nación»; de donde resultan los dialectos elevados a la categoría idiomática -Oración, «la palabra con que se expresa un concepto»; cuando aquélla, por sintética que sea, como amén, adiós, ojalá, etc., nunca tendrá naturaleza oracional -«El oficio del nominativo es designar el sujeto agente (y ¿por qué no el paciente, o ni lo uno ni lo otro?) de la significación del verbo» -Pronombre, «aquella parte de la oración que se pone en lugar del nombre». (O del adjetivo, en Quería paño bueno, y éste no LO es; o de compleja frase, cual en Quieres no estudiar nada, y luego, resultar sobresaliente en los exámenes, y ESTO no puede ser) -Pronombres personales son «los que regularmente se ponen en lugar de personas (sería, si acaso, de los nombres de ellas); pues aunque los usamos para significar animales o cosas, es porque en cierto modo los personificamos. (No precisa tal personificación, sino que figura en tercera persona todo ser a que se refiera la palabra o de que se ocupe el hablista o escritor; y así, decimos Busco la pollina y no LA encuentro, y No me preguntes por ese vegetal, que no LE conozco)» - Pronombres relativos, «los que se refieren a alguna persona o cosa ya nombrada, la cual se llama antecedente»; de donde habría de inferirse el gracioso quid-pro-quo de considerar como pronombre relativo a los en Busco mis zapatos y no LOS hallo, y también a le en Me ha escrito Juan, y hoy LE contesto; así que negar la relatividad pronominal a quien en QUIEN despilfarra camina hacia la pobreza -Que volvía, por ejemplo, es pretérito imperfecto o adolece de imperfección, en VOLVÍA de paseo cuando me dieron el aviso; defenderé, futuro igualmente imperfecto, en Yo DEFENDERÉ tu causa; visita, presente en VISITA a mi suegro, cuando vayas al pueblo; al paso que pretérito, por añadidura ¡perfecto!, hayas terminado, en Cuando HAYAS TERMINADO los estudios del bachillerato, te llevaré a Madrid -Y... basta; que tendríamos tela cortada para rato, si hubiéramos de hacer completa citación de cuanto, análogo a lo precedente, cabe transcribir.

Queden con Dios o en su boga y utilidades, textos que dejarse deben a un lado, no sólo por sus magnos y abundosos errores, sino porque la enseñanza y el aprendizaje de la materia a que se refieren, para nada necesitan apenas del libro, rehusado por el buen profesor.

Cuantos merecen tal nombre y su calificativo, prescinden del texto muerto, aunque discrepen en la manera de enseñar, optando unos por lo cíclico; otros, por lo serial; éste, por lo expositivo; aquél, por lo dialogístico, y un tercero, por su combinación; ya por el derrotero analítico, bien por el sintético.




ArribaAbajo7 -Nuestro ecléctico plan

Respetando especiales predilecciones de los demás, expondremos nuestro plan, ecléctico, en aprovechamiento de lo que nos parezca aceptable, sin exclusión del inductivo análisis, ni de la deductiva síntesis, ni de lo serial, ni de lo cíclico, ni del diálogo, ni de la exposición, ni siquiera, en absoluto, del libro, utilizable para estudiar y adquirir las reglas ortográficas y hasta con el objeto de llevar a la memoria lo elaborado por la razón, las definiciones y las reglas que a veces no acierta a formular de por sí el infantil escolar.

Lo primero que aprendemos -bien, cuando niños, en el hogar doméstico; ya en el curso didáctico de cualquier lengua- es la pronunciación; y del propio modo, debe ésta ser materia de aprendizaje o perfeccionamiento, desde el principio del tratado escolar de la sobre que discurrimos. El niño ha de conocer muy luego los sonidos fundamentales y las articulaciones, con los signos o letras que les representan, conocimiento llano, no sólo por la labor gramatical, si que también por la lectura y la escritura; del propio modo que se impondrá en qué consisten el diptongo, el triptongo, la sílaba y la palabra; todo lo que precisa al acertado escribir y a cuya clara y segura diferenciación se arribará haciendo fijarse en lo que se verifica a cada momento, hablar en golpes de voz, cada uno de los que constituye sílaba, entre las cuales figuran numerosas formas diptongadas y triptongadas -Ejercicios verbales ad hoc irán adiestrando en la distinción de las palabras, aun cuando varios elementos silábicos se presten a dar una o más de las primeras, como en SI NO voy, te avisaré, y No iré a Madrid, SINO a Soria; o en CONSUELO dice que no quiere habitación con suelo tan desigual; además, la lectura y la escritura se prestan a ayudar eficazmente en el particular.

Respecto a ciertos vicios de pronunciación, remitimos al lector a lo expuesto en el número 4 del capítulo XI, añadiendo aquí que, en general, deslustran la expresión oral, así que desdoran o ridiculizan a quien incurre en ellos; que no faltará en la escuela quien de alguno adolezca y experimente sus mortificadores efectos en la súbita sonrisa o chanzoneta de sus compañeros; manifestaciones que si ha de atajar el profesor, surgirán lo suficiente para que el gangoso, el tartamudo, el balbuciente, el de voz bronca o atiplada, el cachazudo o precipitado..., vislumbren lo que les espera, si a tiempo no se esfuerzan para corregir el defecto -Esta campaña contra las excrecencias del habla no ha de verificarse sólo en el curso gramatical, sino donde y en cuanto se dé oportunidad para continuarla, extensiva al modismo local, provincial o regional y más aún al barbarismo ortológico, como en Duviges, alventar, garbana, picia, cencia y diferiencia; por Eduvigis, aventar, galbana, pifia, ciencia y diferencia; o prosódicos, cual cólega y síncero, por colega y sincero.

Constanos que todo esto no figura en la generalidad de las gramáticas; pero nadie negará en firme que ello es de primera estima en el estudio, dominio y correcto empleo del idioma.

No empleamos sueltos los materiales del último, sino relacionados, en coordenada construcción, que cual todas, supone el preconocimiento del valor, naturaleza y lugar de cada uno de aquellos constituyentes; empresa analítica y que comprende el estudio de los vocablos agrupados en conformidad a las clases de ideas que expresan, con los accidentes de varios de tales grupos; la formación etimológica de los unos y de los otros, y los lexicográficos significados de los primeros.

En cuanto a las indicadas agrupaciones y sus particularidades accidentales (Analogía), así que a la citada sección etimológica, optamos, como de seguros y satisfactorios resultados, por la forma analítico-inductivo-dialogística, sucedida y auxiliada de la sintético-deductiva y también dialogística; ampliadas, confirmadas y consolidadas ambas por frecuentes ejercicios de análisis sobre el valor gramatical y las significaciones, uno y otras inseparables y que no deben separarse.

Los diálogos han de realizarse de suerte que interesen el pensar, el sentir y el querer; que hagan atender y razonar, con placer y buena voluntad; en los que se aliente y no se intimide, a cuyo efecto será ilimitada la más difícil y fructífera de las variedades de la paciencia del educador, la de no perder la calma, ni la aptitud afable y propicia para enseñar y reenseñar ante la persistente incomprensión, la tardanza excesiva en el contestar; que el niño está en las primeras fases del despliegue de sus energías anímicas, tarda a veces demasiado en atender o no da con la expresión de lo que conoce, y en lugar de impacientarse, enojarse, amenazar y castigar, frente a las naturales escabrosidades pedagógicas, hay que ampliar y detallar las preguntas, que imprimirlas nueva forma, variarlas el rumbo, discurrir y acertar lo conducente al fin apetecido. Infierese que los diálogos han de ser minuciosos, desmenuzados, diversificados; y esto así, sólo podremos ofrecer de ellos algunos ejemplares, por vía de muestra; pues lo contrario llevaría la extensión de nuestra obra demasiado más allá de donde nos proponemos termine -Presentaremos, pues, aquella muestra no más que en lo suficiente como modelo para quienes reputen el plan digno de aceptación, en lo que, sin más preámbulo, va inmediatamente:

-Dime, Enrique, ¿cómo se llama este objeto?

-Tintero.

-Y ¿este otro?

-Libro.

-Y ¿el lugar de tu nacimiento?

-Bernardos.

-¿La capital en que nos encontramos?

-Segovia.

-¿Tu padre?

-Juan Alba.

-De modo, que puedes citar las cosas y las personas, porque tiene cada cual su respectivo...

-Nombre.

-¿Sabes tú, Emilio, cómo se designa gramaticalmente el grupo que comprende todos estos nombres?

-No, señor.

-Pues, sustantivo, por lo que entenderás por sustantivo...

-El grupo de palabras cuyo objeto es nombrar las cosas y las personas.

-Cítame, Diego, algunos sustantivos, distintos de los que ya nos han servido de ejemplos.

-Cuartel, pluma, río, camino, Madrid, Pedro...

-¿Cómo se denomina cada uno de los objetos de barro cocido que cubren la superficie exterior de las casas?

-Teja.

-Y ¿cada cual de los animalitos que ves volar por esta sala?

-Mosca.

-¿Tiene cada uno nombre distinto de sus semejantes, de los demás de la especie a que pertenecen?

-No, señor.

-¿Sería posible que la tuviera?

-No lo sé.

-¿Concibes la posibilidad de dar y conservar denominación diferente a cada hormiga, mosca y demás seres naturales que, apenas vistos, se pierden entre sí; a los ladrillos, tejas..., que se fabrican, emplean, destruyen y renuevan constantemente?

-En modo alguno.

-Luego teja, libro, mosca, mujer, niño, etc., ¿designan individuo por individuo?

-No, señor, sino a todos los de la especie o grupo, siendo para ellos el nombre sustantivo correspondiente.

-O común.

-Sí, señor.

-¿Qué entiendes, pues, por sustantivo común?

-El que nombra a todas las cosas o personas que por su semejanza, forman grupo.

-¿Cuál es el sustantivo común, que por la edad, se te aplica?

-Niño.

-Además de este designativo, común a cuantos estáis aquí, ¿tienes tú otro, que te corresponda, que sea propio tuyo?

-Sí, señor; Diego.

-¿Tu padre se llama?...

-Roque.

-¿Tu madre?...

-Antonia.

-¿La ciudad en que estamos?

-Segovia.

-¿Los ríos que pasan por ella?

-Eresma y Clamores.

-¿No te parece que tales sustantivos pertenecen a quienes los llevan, son como sus propiedades y les cuadra bien la calificación de propios?

-Sí, señor.

-Luego, ¿qué entiendes por sustantivo propio?

-El que se aplica a denominar individuos particularizados.

-Julián, ¿te has enterado de lo que hemos visto se entiende por sustantivo, de cuándo es común y cuándo propio?

-He entendido que sustantivo es el nombre de un ser o del conjunto de cosas o personas; común, si designa grupo de las unas o de las otras, y propio, si ha de referirse a concreto individuo.

Comprenderáse que las respuestas no surgirán tan pronto, llana y correctamente como las presentamos, y que quien enseña ha de desmenuzar, diversificar y aclarar hasta poner el caso y la inteligencia que obra para instruirse en la condición adecuada a contestación satisfactoria; pero en nuestro propósito de no alargar demasiado los diálogos, reservamos bastante al buen criterio y tino del mentor.

Otros ejemplos:

-Visto que los sustantivos comunes se destinan a nombrar el género, la especie, el sexo...; un grupo más o menos numeroso de seres semejantes, ¿os parece que podrán hacerlo con limitación a uno solo o a cierta cifra de ellos?

-No, señor.

-El que contesta negativamente, lo hace así, sin duda, porque no se paró en lo que verificamos con suma frecuencia, según voy a patentizaros.

-Emilio, ¿gorra qué es?

-Sustantivo.

-¿De qué clase?

-Común.

-¿Qué pides al decir Tráeme LA GORRA, una cualquiera?

-No, señor; la mía.

-En este caso, ¿gorra sigue nombrando a su especie?

-No, señor, sino a una gorra que supongo saben cuál es.

-Y ¿qué es lo que individualiza la significación del vocablo gorra?

-La palabra la.

-Di, Jorge, ¿qué hace cinco en Me han dado CINCO almendras?

-Acorta el sentido de almendras hasta reducirlo a determinado número.

-¿Esta, en Limpia ESTA chaqueta?

-Conduce a que chaqueta se refiera a una, que se tiene a la vista y se señala.

-Luego ¿la, cinco, esta y muchos vocablos más sirven para particularizar el valor general que corresponde a los sustantivos comunes, para determinar la extensión con que se emplean en infinidad de casos?

-Sí, señor.

-Si determinan, ¿cómo habremos de reputarlos?

-Como determinativos.

-¿Qué serán, pues, los determinativos?

-Palabras que circunscriben, limitan, fijan, determinan la extensión de los sustantivos comunes, cuando dejan su significación general por otra particular.

-Si te preguntara, Santiago, qué era el niño que comprende pronto y bien las lecciones, ¿qué contestarías?

-Que era listo.

-Y ¿el que estudia mucho?

-Estudioso.

-El que disfruta salud y notable desarrollo, ¿cómo dirás que está?

-Sano y robusto.

-¿Qué es la nieve, por su color?

-Blanca.

-¿El hielo, por su temperatura?

-Frío.

-¿Qué os parece hacen los vocablos listo, estudioso, sano, robusto, blanca y frío?

¿Os calláis, no lo discurrís? ¿Qué es lo que expresan poseen las personas o cosas a que se aplican tales dicciones?

-Cualidades.

-Si expresan cualidades, ¿qué harán?

-Calificar.

-Si califican, ¿cómo procederá denominarlos?

-Calificativos.

-Perfectamente. Y éstos, como los determinativos, ¿dejan el significado de los sustantivos, cual si no se les aplicasen?

-No, señor.

-Pues, si no le dejan intacto, si le varían, si le modifican, ¿cómo podremos llamarles?

-Modificativos.

-¿Estos modificativos habrán de ser colocados distantes o cerca de los sustantivos a que se apliquen?

-Cerca.

-En efecto, como agregados o adjuntos, razón por la cual se les llama adjetivos.

-Conque ¿es adjetivo?...

-Toda palabra que modifica al sustantivo.

-¿De cuántas clases puede ser?

-De dos; determinativo y calificativo.

Reputamos suficientes los ejemplares del molde en que, según nuestro plan, recibirían forma la enseñanza y la instrucción de que nos ocupamos, en punto a lo que indicaremos sumaria e inmediatamente.

Palabras cuya propia función es la de sustituir a otras, por lo común, sustantivos o adjetivos; de donde resulta, que ordinariamente se emplean en lugar del nombre o son pronombres -Reemplazan, en el habla y en la escritura, a los designativos de quienes se expresan, y constituyen la primera persona gramatical, cual en YO no comí; de aquellos a que se dirigen las expresiones, como en No OS entiendo, formando la segunda persona; así que la tercera, cuando se ponen en lugar de los nombres de las entidades de que trate, cual en LE ofrecí un dulce y ÉL LO rechazó; Prometiste ser bueno, y no LO eres; ESTO está hermoso; QUÉ hora tenemos; QUIEN se deja dominar por el vicio, acabará mal, y ALGUIEN anda por ahí.

Existen dicciones que sirven para unir los nombres de los seres con los de sus ideas modificativas -Juan ES dócil y Pedro ESTUVO enfermo-; o para expresar hechos: El pájaro VOLÓ; Mis criados CAVARON la viña; Ellos IRÁN al campo, y El éxito DEPENDE de ti -Cada una de tales dicciones recibe el designativo de verbo; éste, por tanto, une las denominaciones de los seres con las de sus ideas de modo, o expresa un hecho; siendo, en consecuencia, de dos clases, sustantivo y atributivo -El último puede concluir en sí mismo su significado, no pasar a otra idea, para terminarle, resultando intransitivo o sin tránsito a su exterior, a lo que no es él -El niño DUERME-; o ser transitivo, precisarle el tránsito o paso a donde aparezca su efecto inmediato -La vid PRODUCE uvas y Yo APRECIO a Pedro-; a donde se dirija o tenga su término - IRÁS a Sevilla-; o a lo que en otra cualquier forma complementaria ultime el concepto, como en El Mal PROVIENE de los desarreglos.

Se comprenderá con facilidad que lo anterior es materia a desenvolver, a enseñar y a aprender, respectivamente, en manera análoga a la presentada en los ejemplos modeladores que dejamos ya puestos; materia acrecida por selección de lo necesario a los cursantes de una escuela primaria, en el resto de los grupos analógicos, en accidentes gramaticales, en palabras primitivas, derivadas, simples y compuestas, en colectivos, gentilicios, patronímicos, aumentativos, diminutivos, comparativos, superlativos...; entresaca acertada de la Analogía y de la Etimología, de la Analítica gramatical.

Echanse de menos compendiosos, infantiles diccionarios, en que tuviera su punto de partida y despliegue preliminar el interesante, útil y placentero estudio de tan valioso ramo del saber; pero tal deficiencia es en gran parte subsanable por la enseñanza en verdad pedagógica y la instrucción racional y a conciencia, que no prescinden de los significados; y como lo propio ha de hacerse en la lectura, de día en día iránse acostumbrando los niños a no desentenderse del conocimiento de cuanto expresen y adquiriendo aptitud para dar fácil y prontamente con aquellos significados.

El trabajo analítico que esbozado queda, no pasa de estudio de los materiales del lenguaje, que repetimos, no se emplean sueltos e independientes, sino correlacionados, en el orden, lugar y función que les correspondan.

Hay, pues, que imponer a los pequeños alumnos en el habla, que no es otra cosa que conjunto de oraciones, cláusulas y períodos -Acomodándose al molde que hemos dado, basta que los escolares comprendan que la oración es determinado grupo de palabras en que aparecen los nombres de los seres, unidos con los de sus ideas modificativas o se enuncia un hecho; llamanse unas sustantivas y otras atributivas -Que en todas ellas, hay un nominativo o parte primera y principal, con la que concierta el verbo, y que en las oraciones atributivas, será agente, si denomina al ejecutor del hecho, y paciente, si al sobre que se verifica -Que cabe que tal hecho demande el designativo de su resultado u objeto inmediato, acusativo, o de lo a donde se dirige o termina, dativo, o de lo que, en cualquiera forma, sea necesario (Esto procede DE AMÉRICA); a todo lo que se adiciona lo verdaderamente omitible, de detalle, circunstancial, como Vosotros iréis a paseo EN el coche DE Antonio; resultando, con el vocativo, invocación o signo de llamamiento, los seis casos gramaticales -Que la cláusula tiene por carácter el expresar siempre operación acabada por la actividad espiritual, dejando completo, cerrado el sentido -Que en ocasiones lo verifica una oración, cual en Yo compraré un caballo; pero en otras exige varias, principios y conclusiones o miembros principales y subordinados, aparte lo meramente incidental, determinativo o explicativo -Bien poco podrá decirse del régimen, no mucho de la construcción, y sí iniciar en la concordancia y sus clases generales.

A esto se reduce el máximum del contenido del programa escolar sobre el idioma; y quien no lo recorra por retirarle prematuramente de la elaboración profesional, deficiente y poco aprovechable llevaría su aprendizaje, realizaralo cíclica o serialmente -Los que, merced a acentuado talento, laboriosidad o puntual y larga asistencia a la escuela, hubiesen antes de despedirse de ella llegado al punto límite de la primera, previa y fundamental zona, encontraríanse con la inmediatamente sucesiva, más rica y detallada en conocimientos cuya enumeración sería prolija y reputamos omitible.

A la señalada forma dialogística ha de adicionarse el análisis, lo mismo de significados que de expresiones orales y escritas; ese medio de afirmarse en la posesión del lenguaje, tan precioso y eficaz, como que basta cualquier párrafo para examinar la suficiencia de un sujeto en la pronunciación, analítica, sintaxis y ortografía -Luego, ejercitese mucho a los niños en aquel análisis, haciéndoles distinguir las sílabas, palabras, sustantivos..., números, géneros, tiempos, regularidades e irregularidades verbales, oraciones, casos, cláusulas, períodos, miembros, partes incidentales, régimen, concordancia, construcción y sus figuras, empleo de letras equívocas, separación de sílabas en fin de renglón, acentos, etc.




ArribaAbajo8 -Escritura

Comprende dos secciones generales: la una referente al empleo de los signos, o a la Ortografía, a la que se asigna el cuarto y último lugar entre las cuatro partes de la Gramática; la otra, artística, variedad del dibujo, aplicada a la imposición en el trazado de aquellos signos, la Caligrafía.




ArribaAbajo9 -Ortografía

La primera ha de iniciarse no bien el niño sea inscrito en la matrícula escolar, haciéndole distinguir el sonido, la letra, la sílaba y la palabra, para lo que son de constante y eficacísima aplicación los trabajos en lectura y en escritura -Consignándolo en las muestras para la última, y repitiéndolo en ejercicios verbales, se lleva a la memoria infantil lo más esencial en punto a reglas sobre el empleo de las letras equívocas: la b antes de otra consonante, en los verbos acabados en aber, menos precaver, o en bir, con excepción de hervir, servir y vivir; las palabras finalizadas en bundo y las terminaciones del pretérito imperfecto o coincidente, como lanzaba, visitabas e iban; sobre la v, en los adjetivos terminados en ava, ave, avo, eva, eve, evo, iva e ivo, menos árabe y los compuestos de sílaba, cual monosílaba y trisílabo; y así de las demás, del propio modo que acerca de las mayúsculas después de punto final y en nombres propios, y las reglas generales de acentuación en monosílabos y voces de más de una sílaba; todo en lo fundamental, de pocas o ninguna excepción y de llano aprendizaje.

Cuando el escolar avanzó en su cultura, ya lee, puede aumentar el número de reglas adquiridas sobre lo precedente y respecto a signos de pausas y demás ortográficos, dentro de los regulares límites de la cabal y satisfactoria instrucción primaria.

No ha de olvidarse que gran número de los dislates en la materia no proceden de ignorancia, sino de descuido, y, en consecuencia, acostumbrese a los niños a atender, a fijarse; obligueseles a ello en interrogatorios, unos orales, otros sobre párrafos impresos o escritos; tengan que discurrir al efecto de que sus respuestas sean atinadas; persuadaseles del desconcepto que recae en el que disparata al escribir; cómo las faltas permanecen, subsisten lo que el escrito, y a observarlas indefinido número de personas; escriban mucho al dictado, y adquirirán el hábito de atender, de esmerarse, y no quedarán tan ineptos como quedar suelen en tan importante particular.




ArribaAbajo10 -Caligrafía

El curso de esta asignatura en las escuelas primarias no tiene por meta la formación de pendolistas, de calígrafos que, conforme al valor etimológico del designativo (compuesto éste de kalos o bello y graphein o escritura), han de presentarla digna de figurar entre los tipos de la belleza artística.

Son bastantes más modestas las aspiraciones dentro de los naturales límites de la cultura infantil, aunque se la considere referida a quienes la reciben más extensa y no a la mayoría de los niños, hijos de poblaciones rurales, cuya buena forma de letra degeneraría luego con el poco ejercicio, deshábito del pulso, para los movimientos delicados, acrecentado grosor de la mano, aspereza epidermática de la misma y demás correlativo a las duras y fuertes tareas del campo.

Ha, sin embargo, de atenerse el Maestro a que lo precedente no es inexcepcional, a que hasta en las localidades agrícolas existen pequeñuelos a los que consagrarán después a la prosecución de estudios académicos, al comercio, a la industria, a centros fabriles, a aprendizajes y funciones en que se despega, deslustra y perjudica el garabateo en vez de aceptable y apropiada escritura; infiriéndoso, por tanto, que el grado de bondad de la última debe acondicionarse a las peculiares necesidades del individuo y de la colectividad municipal.

En todo caso, se procurará que -aparte lo respectivo al ortográfico empleo de los signos y hasta cierto punto, literaria redacción, de que nos ocuparemos más adelante-, a la mera forma gráfica adornen fundamentalmente las cualidades de claridad, permanencia y cierta rapidez de curso, de precisión, para que cuadre a la letra el dictado de cursiva.

Acerca de la primera de aquellas notas, procede, no sólo aleccionar lo suficiente a que resalte en los trabajos caligráficos de los alumnos, sino prevenir a éstos contra la generalizada, vana y necia moda de tornar la mayor o menor pericia en ilegibles rasgos, porque ellos suelen constituir el facsímile de los tipos correspondientes a escritores y estadistas, como si lo que puede y debe dispensarseles para la pronta estampación del producto de inspirada mente o el autorizar numerosos pliegos, hubiera de legitimarse a quienes, borrajeando zigs-zags, no avanzarán en su rezagada jerarquía y sí harán imposible la lectura y copia de lo que están obligados a dar en forma legible y cuyo incumplimiento se ha generalizado de suerte que hasta echanse de menos el veto y el correctivo por la trasgresión, tratándose de documentos públicos.

La permanencia y la rapidez son prendas de la letra bastarda española, no de la inglesa, cuyos sutilísimos trazos se oponen a la duración, así que a la velocidad las frecuentísimas variaciones de presión que exige se impriman a la pluma, a cuya acelerada marcha protege, por otra parte, la inclinación de las letras hacia la derecha, no así en el tipo vertical, que algunos recomiendan y que en su dirección y la ruta seguida al escribir producen la sustractiva resultante de dos impulsos contrarios.

Acontecenos, sin embargo, con la escritura lo que con el idioma: ambos hermosos, envidiables, pero el último desfigurado por innecesarias y exóticas importaciones; la primera, por el empleo de plumas que no se la acondicionan y han venido a fundir la armónica y bella combinación de los trazos grueso, mediano y sutil en seco, pesado e invariable palote.

La pluma de ave, aunque de gran estima, si se atiende preferentemente a la calidad caligráfica, supone inconvenientes y dificultades generales acerca de su corte y conservación, y especiales respecto a economía de tiempo, al orden y al no interrumpirse durante la clase de escritura; que es casi absoluta y desde luego definitiva su sustitución por la metálica.

Mas admitido esto como incuestionable, hay que reconocer cuánto nos precisa que tal Pluma metálica -fabriquese acá o se traiga del extranjero- sea de estimable calidad y se ajuste a nuestra escritura nacional; que tan fundamental y decisivo útil se adapte al corte y demás exigencias de la letra bastarda española; se emplee, no sólo en el aprendizaje sobre lo magistral, sino también en lo cursivo, en la escuela como doquier no se intente escribir en tipo inglés u otro distinto del a que nos referimos y que tan maltratado se encuentra, principalmente por el hecho muy común de valerse de la primera pluma que se viene a mano o prefiere el irreflexivo, inmotivado, ciego capricho.

Ya que la ocasión nos trajo al tratado de uno de los útiles más indispensables y característicos de la escritura, seguiremos ocupándonos de los demás.

Del propio modo que la pluma con destino a la letra bastarda española ha de sujetarse a las exigencias peculiares de la última, habrá de estimarse en su decisiva valía la calidad de la tinta y del papel.

La mayoría de los maestros condenaron a inaplicación y olvido o desconocimiento las fórmulas para confeccionarla de por sí; prefieren los paquetes de polvos, meramente a diluir en agua, y si optan por los más baratos, sin más que pasar la mano sobre lo escrito, quedará semiborrado y ennegrecida la superficie que lo contenga.

El papel ordinariamente empleado, bajó a extrema baratura, pero también a ínfimo valor intrínseco, por lo que en él se corre y pasa la tinta y resulta imposible no sólo el satisfactorio aprendizaje de la escritura, sino el que no se torne mediocre la del verdadero pendolista.

Cierto que difícilmente se encontraría hoy papel pautado cual lo recomendamos y demanda la fructífera enseñanza; pero certísimo igualmente que la fábrica produce y el comercio expende lo que más solícita el comprador: pidase de la clase que debe utilizarse, y muy luego volvería hasta la competencia en presentarlo.

Como los éxitos del aleccionamiento profesional y del aprendizaje del discípulo se corresponden de por fuerza con el grado de bondad de cosas tan esenciales al objeto como la pluma, la tinta y el papel, el Magisterio público ha de recabarlos apropiados a su destino y las entidades fiscalizadoras, persuadirse de que se verifica así.

Tiene sus adversarios el papel pautado; mas -aparte la notoria fuerza del argumento de que algo y algos le abonarán, cuando le utilizan en casi, o sin casi todas las escuelas- los alegatos contra él aducidos son flojos y aun susceptibles de inversión de sólido raciocinio que les haga reflejar y destruir aquello a cuya defensa se encaminan -Dicese que la pauta cohíbe, obliga a evolucionar la mano dentro de estrecho e inflexible circuito; pero esto conduce a regularizar y afirmar el pulso y el movimiento -Se añade que con tan rígidos, invariables y para todos iguales moldes, todos, del propio modo, se parecerán o confundirán después en sus caracteres caligráficos; pero tal reparo queda desvanecido por la notoriedad del hecho de diferenciarnos individualmente por aquéllos, como por la voz y la fisonomía, a pesar de haber aprendido la práctica asignatura con el preliminar auxilio de la misma pauta -Se adiciona que, habituados a concretas inclinaciones, ancho y altura, a discurrir en estrecho aprisionamiento, son seguros el tropiezo y el extravío al retirar súbitamente la valla; pero ésta no desaparece en manera brusca y repentina, sino gradual, insensible y cuando ya la memoria recuerda, la imaginación representa, la esbozada costumbre ha nocionado sobre la inclinación, ancho, altura y demás condiciones que han de adjuntar los caracteres -No se reviste de mayor firmeza y verdad lo de que la aplicación del pautado implica mengua del tiempo debido al ejercitarse en la letra cursiva; porque de darse este inconveniente, será efecto de consagrar a lo magistral plazo largo en demasía; que discreto y acertado, anticipa la llegada a aquel tipo cursivo y al dictado, con lo que la pauta facilita y abrevia el imponerse en los preliminares de la escritura -En resumen: aquélla, bien utilizada, conduce a la más pronta y satisfactoria seguridad del pulso, de los procedentes movimientos y presiones de la mano; a la vez que habitúa acerca de la inclinación, anchura, longitud, direcciones y otras notas características de los signos, con economía de tiempo, a aprovechar en las postreras fases del proceso en la materia que nos ocupa.

Se transparentará en lo que dejamos expuesto nuestra preferencia por el prudente uso del papel pautado, al que se renunciará tan en breve como sea posible, mas sin tránsito instantáneo al papel limpio de toda línea auxiliar, y sí mediante la alternativa de renglones totalmente pautados, otras en ausencia de los caídos, en una misma plana y hasta en algunos de aquellos renglones; pasando luego a donde sólo aparezcan las líneas de división, la superior y la inferior del renglón; después no más que las dos últimas; más tarde, la postrera; y, al fin, ninguna.

Nada de calco y otras bien proscriptas antiguallas, ni tampoco de pautado gráfico, como no sea con aplicación por párvulos, miopes, faltos de pulso o torpes en demasía; que los débiles trasuntos de las letras, para que los sigan los niños, son exceso de ayuda, nocivos a la atención y al interés, y, en general, reseguidos con descuido, distraídamente, sin que resulten los trazos de la pluma, ni a veces, la figura de la letra, por salirse de los indicadores trazos; y consecuencia de todo ello, retrasando y desvirtuando el aprendizaje, en lugar de acelerarlo y dotarle del necesario y posible perfeccionamiento.

Las muestras, desde antigua fecha, objeto de encontradas y ariscas polémicas, habrán, sin duda, sido y son utilizadas por los mismos que las combaten en la controversia; que, aun admitiendo que huyeran o huyan siempre como aleccionadores, de ponerlas ante la vista de los aleccionados, cuando éstos trazan deforme y desacertadamente, no entienden las indicaciones o reglas, ni acaban por dar el signo con la figura procedente y apetecida, el amostazado o aburrido maestro coge, al fin, la pluma, da la estampa de lo que el discípulo no llega a producir, exhibe la muestra, de su puño y letra; la muestra, que es algo más que simple útil didáctico, que es forma de enseñanza, la gráfica, la que en el aprendizaje como en la discusión sobre la materia a que corresponde, constituye pareja con su contraria, con la regla, forma verbal en el práctico aleccionamiento, pues quien aprende a escribir, oye de su profesor y no adquiere del libro las instrucciones para verificarlo.

Lo que sí ha de cuidarse mucho es que el alumno mire, consulte, aproveche la muestra, lo que hará de por grado y aun de por fuerza, si el maestro o el instructor le señala las incorrecciones debidas a la deficiencia de observación y aceptable copia del modelo, y a lo que contribuirá variándosele lo suficiente a evitar que, aprendido de memoria, se llegue hasta no mirarlo ni comparar con él lo que va grabandose en el papel.

Recomiendase, pues, la variedad en las muestras, que se obtiene con el combinado empleo de las que se adquieren coleccionadas y se colocan en marcos, con las que en su renglón primero presenta cierta clase de papel pautado y con las hechas por el mismo maestro, bien entendido que unas y otras han de escatimarse en la medida con que se avanza en lo magistral y se penetra en lo cursivo, en progresión creciente hasta quedar de lleno sobre la escritura al dictado y aun de los propios pensamientos.

Si en el aprendizaje de la escritura -cual en el de cualquier clase de dibujo, de que aquélla es una variedad- no debe ni cabe decir, puede prescindirse de lo que tan eficaz y poderosamente ayuda, de la intuición, del modelo o muestra, tampoco de la regla, de la forma expositiva, oral, viva, susceptible de la ampliación y aclaraciones necesarias; del directo e inmediato agente profesional, que de otra suerte holgaría; el discípulo de por sí, en su casa, doquier, sin más que la muestra, conseguiría... confundirse y hastiarse, ignorando, por ejemplo, en los comienzos de su aislado quehacer, hasta por dónde comenzar la d, mientras que aquel agente profesional diríale trazase la tercera radical o c caída y seguidamente el primer ejercicio o la l, saliendo incontinenti del aprieto o mejor, sin que se le presentase.

Previas las consideraciones anteriores, y sin entrar en crítica ni comparación de los bastantes procedimientos que para el caso se conocen, expondremos lisa y llanamente el de nuestra predilección.

A quien inicia su aprendizaje en la escritura -con especialidad, si se encuentra en el período infantil- hay que hacerle conocer, y a la postre, adquirir en forma de hábito, las posturas y configuraciones que para el acto de escribir deben afectar la cabeza, la columna vertebral, los brazos y los dedos, a los efectos de la buena higiene y de la estimable imposición en la asignatura -Hay que verificar lo propio acerca de la toma, posición y curso de la pluma, así que de la colocación del papel -Hay que tener muy en cuenta que las viciosas costumbres de echar a un lado la cabeza, poner el tronco en tiesura o arquear demasiado la columna vertebral, dejarse caer excesivamente hacia lo posterior del asiento o apenas posarse en su arista de delante, insistir el esternón sobre el borde de la mesa, suspender fuera de ésta brazo y antebrazo o internarlos mucho en ella, agarrotar los dedos, empuñar la pluma y llevarla de corte o de plano, fuera de su propia insistencia en el papel, prolonga, entorpece y esteriliza los aleccionamientos, daña la configuración, la normalidad, la salud corporal; afea el aspecto del que escribe, bastardea y empobrece los aprovechamientos de las extremidades torácicas, da menguada idea de cómo el educador habilita para los trabajos manuales; y, en conclusión, bien posible de evitar en un principio, cual todo lo aún distanciado de la costumbre; si la impericia, la desatención o la desidia dejan que aquélla se forme, será luego difícil o imposible desarraigarla, acaso subsista nociva por toda la vida.

En cuanto al exceso y al defecto en arquear la columna vertebral y distancia entre la mesa y el que escribe, suele depender de las condiciones de la última y del asiento, particular de que nos ocuparemos oportunamente; mas lo demás insinuado, va a ser objeto de nuestras inmediatas observaciones.

Con buen acuerdo, muchos maestros, primero que poner en escritura a los tiernos e inhábiles alumnos -logrando únicamente informes trazos, con borrones en el papel, en los dedos y aún en la ropa- les ejercitan con pluma en seco y de grueso corte; prodigan la enseñanza, las rectificaciones y la paciencia pedagógica, hasta lograr que la pluma sea tomada ligera y desembarazadamente entre el pulgar e índice de la mano derecha, se apoye con suavidad sobre el mayor, éste insista en el anular un tanto arqueado hacia adentro y el meñique, con el lado exterior o derecho de la yema y uña se acontacte con el papel y sirva de pequeña superficie de apoyo en el mismo al correr aquella pluma, moviéndola al compás de los tres primeros dedos, sujetándola cuando convenga, sólo con el pulgar y el índice, disminuyendo el roce, alternando y regularizando el ya citado movimiento -Y no se para aquí, sino que se recurre al pautado y también en seco la pluma, se la coloca una y cuantas veces sean necesarias, en la posición concretamente inclinada que demanda el escribir nuestra letra nacional; así que se la toma no por tan cerca de su extremidad inferior que forme con el plano sobre que se actúa ángulo demasiado abierto, con perjuicio de la regularidad de los trazos, que resultarían más delgados que lo procedente, y riesgo de mancharse los dedos; ni, al contrario, tan hacia arriba, que la angulosidad resulte oblicua en demasía, las superficies de la pluma y del papel lo bastante aproximadas para que la tinta llegue borronosa al último y los caracteres excedan de su debido grueso.

Completamente falta la mano de las iniciales prácticas indicadas, dudosa, insegura y torpe en sus movimientos; débil y temblón el pulso, borrones, más bien que signos, resultarían en el punto de partida del aprendizaje caligráfico, si no se recurriese, cual se recurre, a más limpios y resistentes auxiliares, a la pizarra y al pizarrín con el aditamento que le es correlativo y en que se incrusta. Así se consolidan y regularizan las evoluciones manuales y se templa el pulso, a la vez que se ensaya sobre las lineas fundamentales de la escritura, rectas verticales, horizontales o inclinadas, éstas exentas de toda adición o ya con curva en la extremidad de arriba, en la de abajo o en las dos; todo lo que no formará motivo de juego para el niño, y en resultado, grotesco garabateo, y sí aceptables y beneficiosos preliminares, como existan la indicación, la rectificación, la guía, la enseñanza de parte del maestro o estimable instructor.

Aunque el período invertido en lo que dejamos expuesto, no es pérdida, sino economía de tiempo, por lo que favorece y abrevia su duración a las ulteriores prácticas, éstas comenzarán tan en breve como sea posible sobre el papel pautado. Opinan unos que debe principiarse por el tipo relativamente pequeño, para luego pasar al mediano, y por fin, al grueso; mientras otros prefieren sea el segundo el punto de partida; y demasiados, entre los que nos declaramos comprendidos, optan por principiar la didáctica excursión en la parte de mayores dimensiones o regla primera; habida consideración a que en el grado con que menguan aquéllas, se repiten el cierre o los borrones en las curvas de l, j e i con sus análogas, en las intersecciones de la línea de división y hasta en el contacto de una letra con otra.

El orden en el curso del aprendizaje lo da expuesto cualquier calígrafo de nota, cuyo método y procedimiento se prefiera. Según Iturzaeta, por ejemplo, tras rudimentos de trazos medianos sin y con curvas terminales, el primer ejercicio o de eles directas, el segundo o de eles inversas, el tercero o de jotas también inversas, el cuarto o de efes con la vírgula del ligado; en presentación ordinal, las cuatro radicales minúsculas (i, r, e caída y o), las irregulares v, x y z; acabando con lo respectivo a las mayúsculas, en punto a tipos de derivación, signos de ellos procedentes e irregularidades.

Opinamos que este aspecto de la materia debe ser de mero dibujo, tras la adquisición de la forma, con mucho atender a la muestra, procurar imitarla, comparar lo que ofrece con lo que se ejecuta y rectificar procedentemente; con no menos de vigilancia, guía, auxilio, aclaraciones, facilidades, reglas de parte del que enseña; siempre aspirando a que el discípulo deje la pauta de la manera gradual en otra parte aconsejada, lo más pronto posible; y sin olvidar que el tránsito de lo magistral a lo cursivo ha de anticiparse cuanto sea dable respecto a quienes después, labradores, jornaleros, etc., tendrán, adultos, mediocre forma de letra; mas no así con quienes su seguro o muy probable porvenir haya de exigirsela de cierta estima.

A más del aspecto material, artístico, de mera figura o dibujo, tiene la escritura otro, de que no ha de prescindirse en su enseñanza y adquisición: el empleo de los signos ortográficos, el componer correctamente, el redactar conforme a las peculiares condiciones, al menos los documentos de más frecuente aplicación.

Esta parte, no ya estrictamente material, de mayor discurso, más reflexiva, marcadamente ideológica, es de especial importancia y valioso aprovechamiento, por lo que conviene avanzar hasta lo sumo en su dominio.

Acerca del plazo que ha de consagrarsela y cuándo ha de comenzar, varían mucho el criterio y la acción profesional, desde los que están por que se la inicie no bien el discípulo, todavía en papel de la regla primera, escribe vacilante, lenta y penosamente palabras sueltas, a quienes la reservan para la sección más adelantada y compuesta por los más cercanos a la definitiva salida de la escuela, o prescinden de tan aplicable y preferente quehacer didáctico, empequeñeciendo y esterilizando la escritura hasta el menguado e infructífero trabajo meramente gráfico, mecánico.

Juzgamos que no debe pasar el alumno a los ejercicios de dictado y composición tan pronto como preconizan los del primer extremo, menos en las postrimerías preferidas por los del segundo y que en modo alguno cabe justificar ni consentir la perjudicial abstracción de los últimos. Niño a quien se anticipa tanto su práctica en el particular, como que ni salió de la regla primera de la pauta, ni apenas acierta a trazar cortas y sueltas dicciones, sacará escasísimo provecho para sí y amenguará el de los demás, obligados a lenta e interrumpida marcha, si, como precisa, han de ir todos a compás.

En hora buena que como ejercicios especiales, de corta duración, sobre el papel, la pizarrita de cada cual o la mayor y común de la plataforma, de vez en cuando se haga escribir a los más pequeños y atrasados ciertos vocablos o frases; pero como ejercicio cotidiano y general, conviene se verifique únicamente a partir de los niños que cruzan el trayecto medio entre la letra magistral y cursiva.

Diversificados los procedimientos para dictar y componer, así que para corregir, han de respetarse las preferencias de cada profesor, y así excitar la personal inventiva, por lo que sólo formularemos ligeras indicaciones sobre el particular. Unos, impreso o de antemano escrito, llevan a la vista lo que han de dictar, y en tanto van verificandolo, pronunciando uno de los niños más rezagados la última palabra que se les diera a trasladar al papel, para que se les emitan otras nuevas, el maestro observa, advierte, corrige, da reglas, alecciona a los que se ocupan de lo estrictamente magistral -Otros confían la última incumbencia a discípulos de los más adelantados, reservándose la primera; o por el contrario, invierten los papeles, sin que falte quien con ellos establezca recomendable alternativa, o discurra otras variantes de innecesaria y aun imposible citación cabal.

Lo propio acontece con las correcciones, acá hechas por el profesor, fuera de las horas de clase; allá, escribiendo él mismo con rapidez y corta duración lo que haya sido materia del dictado, para que cada cual rectifique sus dislates; en otro lado, examinando cada día no más que una parte de lo en suma hecho, con cambio de individuos a que corresponda lo visto y rectificado, para que, hoy unos, mañana otros, todos pasen por la fiscalizadora mediación profesional.

El material del dictado se diversifica y enriquece en razón directa con el período de asistencia a la escuela, desde la sencilla carta a la ya menos lacónica y familiar, al recibo, la obligación, el pagaré, la cuenta, la factura... En modo alguno se contraiga lo que nos ocupa a la escritura de lo que se dicte, a la función de mero copiante; sino que un tanto impuestos los discípulos, habrán de estampar en el papel o la pizarra documentos análogos a los iniciados, pero en su originalidad, de su propia cosecha, cuya recolección ha asimismo de rendir otros diversos frutos, por ejemplo, redactando definiciones, elaboradas por la infantil razón y no vertidas desde la memoria que las posea; reglas o problemas aritméticos, sencillas y cortas narraciones históricas, etc., etc.

Como todo lo precedente implica el ejercicio caligráfico, lecturas que surgen con frecuencia, empleo de los signos con sujeción a la acertada ortografía, construcción sintáctica, formas peculiares de lo que se copia o redacta, e interpretación de los significados de la palabra, de la frase, de la oración, de la cláusula y del período; se patentiza cómo se auxilian, acontactan y reinfluyen; se compenetran en sin remedio simultánea práctica, las distintas ramas que en el principio de este capítulo dijimos constituían el complejo y frondoso árbol del lenguaje.

Y haciendo ya punto final en la didáctica especial de la Escritura, pasemos a la parte correspondiente a la




ArribaAbajo11 -Lectura

Materia es ésta de las más complejas, laboriosas y difíciles del humano arte; como que arranca del conocimiento de los signos de otros signos, de las figuras literales, representación de sonidos y articulaciones directas simples; continúa su recorrido por lo respectivo a la sílaba, al vocablo, a la frase, a la oración... al lenguaje oral, en impreso o manuscrito, íntegramente trasladado al papel u otra superficie.

Abarca, pues, el total contenido del habla, retratada en la escritura y que ha de aparecer al expresar en alta voz lo que la última expresa; comprende, además, lo versificado y que si cabe emitirlo sin leer, precederá su tránsito a la memoria, viniendo el hecho a ser en realidad cual si la estampa de la composición se tuviera ante la vista; y se adicionan dificultades que no alcanzan al lenguaje verbal, en cuanto quien exterioriza lo elaborado en su espíritu, conoce bien lo que pretende decir; mientras que el llamado a exponer el ajeno pensar, sentir o querer, necesita interpretar -en tiempo más o menos breve, pero siempre de corta duración- el estado, los sentimientos, las pasiones, la intención y demás que ha de notarse en la cantidad, en el acento, en la pausa y en las entonaciones; de tal modo, que la misma palabra, frase o giro puede presentar distintos y aun contrapuestos significados, sin más indicadores diferenciales que ligeros cambiantes prosódicos de la voz y que el lector debe percibir y marcar -Vease por qué el número de los buenos lectores es inferior al de los oradores de primera talla.

Aunque a la cultura peculiar de la infancia, en la materia ahora en tratado, falta bastante de la extensión y comprensión precisas al buen lector, queda lo suficiente de ambas para que el aprendizaje sea el más accidentado y laborioso de cuantos asume el programa general escolar; y atendiendo, por otro lado, a que la lectura, aun exenta del abusivo y memorioso empleo que suele asignarsela, siempre aparecerá como eficacísimo medio de instrucción, se evidencia cuánto interesa anticipar hasta lo sumo el que el niño pueda utilizarla, cuánto empeño y cuánto acierto ha de consagrar el Maestro a su consecución.

Reconocidas las dificultades indicadas, negamos que se las adjunte el débil interés y aun la glacial indiferencia, desvío u hostilidad que, según algunos, los pequeños alumnos experimentan de por sí hacia la asignatura objeto de nuestras presentes consideraciones. Cuando se manifiestan aquellas circunstancias negativas, no se exterioriza lo peculiar, espontáneo en el tierno discípulo, ni siquiera lo que adquiere con su aplacimiento y por su voluntad, sino lo que la rutina, el aprendizaje inconsciente, mecánico, memorioso, la torpe y antieducativa acción pseudo-profesional le implanta, desenvuelve y vigoriza, haciéndole aprender de carretilla los carteles o la cartilla, el libro, casi cuanto lee hasta despedirse de la escuela, en manera entonillada, machacona y hasta ridículamente risible, sin haber sacado gran provecho -en cuanto entiende mal o nada comprende- del libro, del cuaderno, ni de volumen o documento alguno; y, lo que es peor, desdeñoso o desafecto con prácticas cuya bondad no le hicieron medir y aprovechar, y que, en vez de proseguir en el transcurso de la vida, apenas se acordará de ellas si, adulto, ingresa en el gran núcleo social, en las clases trabajadoras destinadas a las faenas corporales.

Si hasta tal punto se transfigura y atrofia uno de los más próvidos medios de engrandecimiento moral y material, por culpa de la enorme preponderancia de la orgánica memoria del papagayo, el cuantioso beneficio desaprovechado comenzará a ser debidamente recogido sin más que emplear en el grado y forma que procede las aptitudes superiores que nos capacitan para estudiar, conocer y retener o saber adquirir con la razón, recibir y ver en la conciencia, y se observará cómo el niño camina y avanza en el curso de la lectura, cómo abrevia el período de su duración, cómo le impulsan el plácido sentir y la propicia voluntad hacia el perfeccionamiento que hoy a muchos nada preocupa y hacia el ejercicio que presentarse suele indiferente o enojoso; cómo más adelante, ya hombre, rico o pobre, de vida sedentaria o remarcadamente corporal, consagra buenos y repetidos espacios temporales a recorrer y utilizar lo siempre provechoso en todas las jerarquías y condiciones sociales.

A la consecución de tan bienhechores móviles han de enderezarse los esfuerzos de los pedagogos, teóricos o prácticos; a ella se dirigen los nuestros, presididos por mayor o menor acierto, pero detenidamente razonados, concienzudos y expuestos en plenitud de sinceridad.

Derechos a nuestro objeto, no nos desviará de él acudir a cosas de detalle, preliminares o de poca monta; no nos detendrán el examen ni la crítica de lo que, con más o menos demasía valorado o denominado, no pasa de recursos para los comienzos de la enseñanza, y esto en las escuelas de párvulos, cual la iconografía o alfabetos a cada una de cuyas letras acompaña el dibujo de material objeto; por ejemplo: un águila a la a, una bellota a la b, un carro a la c, etc.; las cintas, los cuadros, los cilindros y otros artificiosos mecanismos o los caracteres sueltos, de madera, de cartón y aun de dulce, si se les quiere llamativos, mediante la golosina.

Numerosos los métodos discurridos, expuestos y preconizados -bastantes sin tener de tales más que el nombre- como vías a seguir en el curso de la materia, existen dos que se contraponen por sus puntos de partida y por los procedimientos que les son inherentes: el que arranca de un párrafo a descomponer de mayor a menor o en oraciones, palabras, sílabas y letras, y el que principia por el conocimiento de las últimas, sigue por el de sus combinaciones silábicas y avanza hasta llegar al final del vasto y complejo entramado del lenguaje.

Renombranse entre los partidarios del primero de ambos derroteros y procedimientos Jacotot, con su frase de selecta literatura y aun de mitología o «Calipso no podía consolarse de la marcha de Ulises...», y Vallejo, con su peregrino párrafo fuera de sentido o «Mañana bajará chafallada la pacata garrasayaza», no faltando quien abone la cosa, siempre que el trozo a desmenuzar sea de fácil interpretación o siquiera comprensible.

Inconmensurable la posibilidad, no hemos de negar a lo indicado la nota de lo factible; sin duda que por ello cabría arribar al término de la enseñanza e instrucción: en rodeo curvilíneo es dado llegar al punto apetecido, emprendiendo la marcha en dirección opuesta; pero como precisaría pérdida y aun derroche de tiempo, siempre de estima y, por motivos ya expresados, de gran valía en lo que nos ocupa, comprendemos que el proceso disgregador y descendente se realice alguna vez como ejercicio especial en la pizarra, no en sentido de método-procedimiento general y uniformemente seguido: una por una visitadas todas las escuelas, no encontraríamos jacotista o enchafallado, positivo, práctico, ni al precio de ojo de la cara.

Tampoco negamos lo innegable o que la sílaba es el más simple elemento de la palabra hablado; mas como la lectura se verifica sobre la escrita, y en ésta aparece cual primer constituyente rudimentario, la letra, que conoce todo el que sabe leer, por el conocimiento de los abecedarios debe iniciarse el aprendizaje de la asignatura y, de acuerdo con tal aserto, formularemos nuestras inmediatas consideraciones.

Sirvan en ella aquellos abecedarios de introito en el aprendizaje; verifiquese sobre carteles, cartillas o donde sea dable y se apetezca: lo que ha de procurarse y conseguirse es que el alumno diferencie, conozca y denomine acertadamente cada letra, ora le sea señalada en el citado cartel, bien en la antedicha cartilla, ya en el primer libro a la mano, en cualquier impreso.

Después se le alecciona sobre las vocales diptongadas o triptongadas (ai, ia, au, ua, oi, io, uei, etc.), sin excluir las combinaciones binarias o ternarias finalizadas por y (ey, oy, uey, etc.); pero advirtiendo que la ye en final de palabra representa el sonido que la i y así debe pronunciarse -Cierto que la cosa nada tiene de lógica, ni se ajusta a lo racional, ni cabe retenerla sino en la memoria orgánica; pero ella constituirá una de las varias anomalías y dificultades en el particular, subsistentes hasta que la Academia tenga a bien otorgar a lo procedente, regular y beneficioso las innovaciones que, literales o de acentuación, viene decretando a informe del capricho o la genialidad.

Ya que hayamos de chocar en aquellas obstrucciones cuando más precisa llana y desembarazada marcha, al menos desaparezcan los obstáculos cuya retirada nos es lícita; fuera el absurdo fundamento para llamar semivocales a consonantes que ni la mitad ni nada tienen de vocal; digase desde el principio fe, le, lle, me, ne, ñe, re, rre y se, en lugar de efe, ele, elle, eme, ene, eñe, ere, erre y ese; y se facilitará sucesivo ejercicio de que en breve habremos de ocuparnos.

Como la h carece de valor fonético, la simple indicación de su nulidad representativa bastará para que el principiante lea ah, ha, eh, he,... hay, hoy,... como si no existiera aquella significativa figura.

Presentando o señalando la b, el niño la denominará en seguida, puesto que la conoce -Se le ofrece inmediatamente be, al objeto de que aprenda y retenga que tal combinación binaria suena cual si estuviera sola la consonante -Luego aparece ba y mediante claras consideraciones y suficientemente repetido y ampliado diálogo, se encamina al conocimiento de que ya no ha de sonar la e, no ha de emitirse be ni bea, sino ba; tarea laboriosa, de errores de parte del discípulo y de rectificaciones por el maestro; pero que hay que conllevar y que acortará la acción reflexiva del niño y el recuerdo de que frecuentemente, en el habla más común y familiar, se pronuncia el valor de aquella pareja literal -A continuación, opera la b seguida de la i, y menos cuesta arriba, en más corto tiempo, se llegará a la lectura correspondiente, a bí; después, en grado decreciente de duración y dificultad, toca su turno a bo y a bu -Labor semejante demandan de, da, di, do y du; fe, fa, fi, fo y fu, y lo respectivo a las demás consonantes de nomenclatura en correspondencia con lo que representan; a medida que se avance en el tratado de los grupos, estará más expedito el camino, tanto que en su término, el niño, pronto y con sólo su propio discurso, dará con las verdaderas interpretaciones.

Al final de esta colectiva articulación directa simple, figurarán las pertenecientes a las letras ilógicamente denominadas, o de c, z, k y q, g y j; conjunto de anomalías, sin base o justificación racional y de forzoso aprendizaje por el machacón y enojoso procedimiento de la memoria mecánica.

Como remate de este primer ciclo de la lectura, vienen las sílabas ya tratadas o constituidas por una vocal, varias en un solo golpe de voz o articulaciones directas simples, formando palabras, frases y cláusulas o períodos, así: ave, aire, mano, palo, sopa, botijo, camino, zapatero y caballería -madera de pino y vaso de agua -Paco va a misa y Te llevaré a paseo, si no llueve.

Según se advertirá, excogitamos ejemplos que pueden diversificarse y aumentarse cuanto plazca, de fácil comprensión, al alcance de los niños, como deben ser cuantos se los ofrezcan, toda vez que han de pedirseles los respectivos significados y que se expresen con la pausa, acento, entonación y demás notas indispensables a la buena lectura, a fin de que con la iniciación del aprendizaje de la última coincida la de ponerse siempre al tanto de las ideas o pensamientos representados y emitir apropiadamente sus expresiones gráficas -Así comienza, prosigue y se forma la costumbre de atender y razonar lo necesario para dar con las verdaderas interpretaciones, de no pasar adelante sin lograrlo, de identificar hasta lo sumo la lectura con el habla, de acuerdo con el principio de que leer es hablar lo impreso o manuscrito, y así también de día en día se dominan más a fondo los inmensos beneficios que cabe obtener de la posesión y uso de la materia que nos ocupa, se agrandan y avivan el interés, la complacencia y el propósito de manejar y remanejar los libros fuera de la escuela, por todo el curso de la vida.

Luego se pasa a la inmediata zona -combinadas las formas expositiva y dialogística, así que variándolas y ampliándolas cuanto precise-, o sea al tratado, a la enseñanza y al conocimiento respectivos de las sílabas o articulaciones inversas simples, de proceso, que condensadamente, consiste en lo que sigue. Se enseña en cartel, cartilla o libro la binaria combinación literal an; probable o seguramente, juzgará el escolar que debe leerse ane o la suma de las dos letras; se le manifiesta que no es así, sino lo que repetidas veces habrá emitido al hablar, an; aparecen luego en, in, on y un; las equivocaciones y perplejidades irán en menguante; serán menos con respecto a al, el, il, ol y ul; ar, er, ir, or y ur; as, es, is, os y us, y terminará por no vacilar ni dislatar -Reservaránse para las últimas las parejas de vocal y las consonantes b, c, d, f, g, j, m, p, t, x y z, porque las pronunciaciones a que corresponden no son tan bien determinadas, distintas, limpias y llanas como las correlativas a las primeras, y ha de marcharse de lo fácil a lo difícil.

Nos anticiparemos a los reparos que discurrimos podrían ponerse a lo que dejamos sintetizadamente expuesto. Desde luego que el niño, una, dos y más veces quedará en silencio, ignorancia o duda; romperá el primero para no dar con la acertada interpretación de las letras combinadas; obligará a repetidas rectificaciones, aclaraciones, ampliaciones, a largo ejercicio de una de las virtudes características del educador, de la paciencia pedagógica; pero no es más grato y abreviado el rutinario machaqueo con que en número de centros que no hemos de precisar, se inicia el aprendizaje de la asignatura, o con mayor propiedad, la caminata hacia la lectura entonillada, inconsciente, desagradable, repulsiva, y en consecuencia, por muchos apenas repetida desde que se despiden de la escuela -En cambio, obrando según aconsejamos, se despliegan y actúan las energías que nos hacen naturalmente aptos para el estudio; la razón, la conciencia, la faz superior de la memoria; se discurre, mira el alma y cada vez se ve más distintamente, en la medida en que se adelgazan, rompen y disipan la obscuridad y la niebla de la ignorancia y de la duda; al paso que el dar con la debida interpretación es auxiliado por el comparar de sílabas muy pronunciadas en el habla con lo que ha de dejarse oír al leer en alta voz; yendo en todo caso, asociadas la educación y la instrucción; el ejercicio, el desarrollo y el perfeccionamiento de la potencia intelectiva, con el fruto, cada día más asequible y substancioso, de su actividad.

Fútil seria el óbice de que los métodos de lectura -aunque sean de los llamados racionales- no presentan, ni en carteles ni en cartillas, el orden con que exigimos aparezcan las sílabas o articulaciones: sea el que se quiera el último, quien enseña podrá buscar en aquellos colectivos medios didácticos las combinaciones que cuadren a su gradual marcha; y no sólo los señalará sobre los últimos, sino en cualquier libro u hoja suelta; que en el uno y en la otra abundarán ba, ce, di, po, no, mesa, silla, paloma,... an, es, ir, op, ul...; y así consolidando lo aprendido, se patentizará lo racional del estudiar y conocer; no se hará aplicable aquello de Sólo sabe leer en su misal.

Si al maestro, desde luego en imposibilidad de realizar solo tales aleccionamientos, faltan instructores a quienes encomendar, con satisfactorio resultado, parte de su excesiva obligación, deberáse a que los últimos aprendieran por el papagayeo los rudimentos del arte a que aludimos: enseñados de la manera indicada, así, mayores, enseñarán a los pequeñuelos.

Tras la práctica que ha motivado los ampliativos párrafos que anteceden, combinaciones en que figuren cuantas clases de sílabas ya nos ocuparon: Caín, estudiar, albacea, puerto, ambición...; jarro de estaño, espuerta de esparto...; Él no quiere estudiar, pero un día le pesará, cuando el daño no esté en condición para remediarlo -Y así sucesivamente, siempre obligando a repetir lo leído, hasta que se emita con el grado de velocidad, de tono, de elevación o flexiones de voz que proceda para leerlo según se hablaría; siempre pidiendo y obteniendo el fiel significado de la palabra, de la frase, del párrafo; siempre avanzando en el proceso hacia el leer con propiedad y acertada traducción de lo leído -Consideraciones son éstas extensivas a todas las zonas o fases evolutivas de la asignatura, desde la primera a la última; y que, por tanto, no las repetiremos ya.

Toca su vez a las articulaciones de juego duplo, con vocal intermedia o directo-inversas, cuyo aprendizaje, compendiadamente expuesto, consiste en conducir al niño al conocimiento de que, verbigracia, en col se superponen o funden en parte co y ol; en la escritura como si ambos elementos se aproximaran recíprocamente hasta coincidir una o con la otra, quedando la de debajo oculta por la de encima, percibiéndose ésta no más; fusión que asimismo realizan en el habla las unidades de la pareja fonética, resultando no ya dos emisiones o golpes de voz -co y ol- sino simplemente col -Será esto artificioso, convencional; mas nos parece conducente a que el niño se apropie más con facilidad y prontitud el concepto que se pretende adquiera, y al que llegará a dominar, ejercitándose sobre cal, cel, etc, los, cun, bar, mas, etc.

Tras estas prácticas, las obligadas palabras, frases y períodos en que figuren las articulaciones de juego duplo; después, lo análogo y correspondiente a las directas dobles -bla, cre, fri...-; a las inversas dobles -ins, abs...-; a las de juego triplo -cons, tras...-; y, en conclusión, a las de juego cuádruplo -trans, por ejemplo.

Estamos en el término de lo que se denomina el primero de los tres grados que suelen reconocerse en la enseñanza-instrucción sobre la lectura y que no vemos inconveniente en que sean admitidos.

Las dicciones que se hayan preferido para los correlativos ejercicios, habrán ofrecido abundosos casos de dudas, confusiones y errores acerca de la adyacencia de vocales con o sin diptongo o triptongo, de la distinción de las sílabas y del acento prosódico; particularidades que ni han debido dejarse pasar ni por nosotros quedarán desapercibidas o inaprovechadas para arribar a indispensables conocimientos y acertados empleos.

El niño ha de asesorarse de que vocales sucesivas con o sin anteposición o posposición de consonante, unas veces se adiptongan o atriptongan y otras no (ay y ahí u ; sabia y sabía, león y función, averiguáis y teníais); de que esto ha de advertirse atentamente y observarse en el habla cual en la lectura y la escritura; de que en las palabras hay al menos un elemento silábico en que acrecen la fuerza y la elevación de la voz, el acento agudo, no siempre marcado en lo escrito con la vírgula obligada que lleva el mismo nombre que él; con otras particularidades que, lejos de hacer su abstracción, han de ser pronto y suficientemente tratadas.

Desde luego que la cosa demandará tiempo y repetición, opondrá dificultades; pero relativamente más abordables y antes abordadas con nuestro procedimiento, en que se adunan el ejercicio racional del discípulo, su recuerdo y la comparación de lo respectivo en el lenguaje oral y el compenetrarse según se compenetran en recíproco auxilio y mutua facilitación, el fondo y la forma o las elaboraciones anímicas y sus representativos signos; lo gramatical, lo gráfico y lo lectivo -Por el contrario, en los procesos del rutinarismo gran parte de aquellas dificultades no se abordan ni se vencen, sino que se las deja a un lado; y, así, gruesos dislates, repetidos aun después de ya no recibir la modelación primaria, bastantes de los que hemos tenido el disgusto de notar, como Yo soy SÍNCERO, Adiós, CÓLEGA, Mi abuelo tiene PARALÍSIS, Está CÁIDA la gorra del señor MÁESTRO; y hasta sabemos de donde se enseñaba a leer por el método de D. José María Flórez y en la práctica sobre el cartel que comienza por Aleve, Úbeda y búfalo, no sólo se quedaban los pequeñuelos en ignorancia de los significados correspondientes a la segunda y a la tercera palabra, sino en desconocimiento y barbarismo respecto a la acentuación, puesto que en subido y monótono coreado, decían Ubéda y bufálo.

No hay por qué la referencia produzca mortificación individual ni colectiva; que ello, si funesto y sensible, no rebasa los límites de lo excepcional y ha de registrarse en clase numerosísima que comprende maestras y maestros incompletos, y pésimamente satisfechos en inverosímiles y vergonzosos sueldos, tan míseros, tan suficientes para el sonrojo y tan en considerable cifra, como revela el siguiente suelto de revista profesional fechada en el mes en que esto escribimos (Diciembre de 1895) y que dice: «Según nuestro estimado colega... (omitimos los nombres propios) las propuestas recientemente formadas por la Junta de Instrucción pública de aquella provincia, ascienden a unas ciento ochenta, dieciséis de ellas dotadas con ciento veinticinco pesetas anuales (menos de real y medio diario de haber); una con ciento diez; otra con noventa y nueve; veintiséis, con noventa (menos de un real por día); quince con ochenta y dos, y cuarenta y una con sesenta y dos (unos quince céntimos de sol a sol) =Huelgan los comentarios.»

Sí que huelgan, pero no el citar las plazas y sus dotaciones, así que los efectos, por nosotros antes indicados; para que quien deba y pueda, haga cesar pronto lo que nos desdora, mengua y empobrece.

Al finar el primer grado, el discípulo lee lenta, tropezona y dificultosamente; necesita soltarse, hacerlo con seguridad y expedición, que es a lo que se camina en el trayecto hasta la segunda etapa, por libros, cuadernos o pliegos sueltos, impresos o manuscritos, siempre diversificados, correctos, de instructiva y sana doctrina, al alcance de los llamados a ejercitarse por ellos, susceptibles de ser comprendidos sin más que la actividad y el personal esfuerzo del novel lector.

Con el propósito de arribar a la indicada e indispensable soltura con cierta economía de tiempo y de trabajo, se recomienda y utiliza la separación por medio de guioncitos de las sílabas de cada palabra; pero esto ha de escatimarse y abreviarse, y juzgamos cede en ventaja al convencimiento práctico y suficiente de que -exceptuando la x entre dos vocales, que articula y se une con las dos como en examen; subrayar, con sus derivados, y contadísimas dicciones más- un sonido fundamental sólo forma articulación inversa cuando no cabe la directa, cual en acción o acto, estuve, invierno y demás en que se suceden consonantes incombinables o que finalizando una el vocablo, mal ha de unirse a vocal que no la sigue, en sartén, martes, función, etc.

A esto se adjunta y favorece lo señalado ya acerca de cómo va ganando las dificultades la acción racional del que se instruye, cómo gradualmente van siendo más factibles los accesos, cómo ayudan el recuerdo de lo análogo en el habla y la reinfluencia de las diversas secciones generales del estudio del lenguaje.

Puesto que la lectura de manuscritos suele ser cuando adultos y en cualquier posición social, tan o más frecuente y obligada que la de los impresos, deben ejercitarse mucho y adiestrarse hasta lo sumo todos los discípulos, ejercicio y adiestramiento a que coadyuva el aprendizaje de la escritura. De notoriedad que, para el objeto, existen textos autografiados, quedanos indicar que se huya de los poco acertados en sus tipos de letras, deficientes en corrección, amanerados hasta el punto de apenas ofrecer sino ejemplos del género epistolar, superiores a las ordinarias aptitudes de los infantiles lectores o dudosamente apropiados a la edificación religioso-moral.

De todos modos, no deben ser patrones únicos los aludidos libros; han de adicionarseles papeles sueltos, de procedencia múltiple y particular, de los que sin reparo puedan ponerse a la vista de los discípulos; y con tal variedad de materiales, subirá el grado del aprendizaje y abundarán las ocasiones adecuadas al objeto de disminuir los tropezones, paradas y dislates, sólo por fijarse poco, inadvertir que en modo alguno la palabra puede ser la leída, evidentemente más corta, más larga, distinta de la verdadera; o no deducir esta dicción por el sentido, por las anteriores o posteriores, a la dudosa relacionadas en la frase.

El tercero y último grado se extenderá por mayor o menor superficie, de acuerdo con la aptitud, laboriosidad, adelantos y período de asistencia a la escuela; pero en todo caso, habrá de procurarse alguna práctica e imposición sobre diálogos, aunque hayan de reducirse a los más ligeros y sencillos; de versos, siquiera no puede pasarse de los de índole popular; ampliando el curso de unos y otros lo posible, dentro de las circunstancias indicadas antes, y esforzándose por llegar entre las dificultades, a lectura estimable y ajustada a las exigencias de cada composición.

No cerraremos el tratado y el capítulo sin encarecer una vez más la precisión y la eficacia de que doquier se encuentre el discípulo en su excursión tras el dominio de la lectura, proceda con el doble propósito de acomodarla al habla y de interpretar bien los conceptos, a cuyo fin, se le pondrá en frecuentes casos de recordar la forma de párrafos mal leídos, decirlos como si correspondieran a su propia y espontánea emisión oral; comparar lo uno con lo otro, e incontinenti, las rectificaciones y repeticiones hasta dar con lo procedente -En cuanto al segundo extremo, ha de ser repetidísima la práctica de pedir inmediata y sucinta explicación de lo leído, y se verá cómo de día en día las interpretaciones son cada vez más llanas, prontas y fieles; y lo fundamental, cómo el niño se aficiona a la lectura, cómo se predispone para utilizarla mucho, deleitosa y provechosamente en el ulterior transcurso de su vida.






ArribaAbajoCapítulo XXII

Continúa la didáctica pedagógica especial.


SOBRE MATERIA MATEMÁTICA Y SUS APLICACIONES.



ArribaAbajo1 -Doble objeto asignado al estudio de la Aritmética en las escuelas, y cómo suele tratarselas

Reconocido por todos que uno de los generales motivos que informan el curso de la Aritmética en las escuelas, es su importante y repetida aplicación en la vida individual, doméstica y social, tienesela, además, como inagotable y permanente fuente de cálculo, estímulo y precisión para el discurrir; sin igual campo de despliegue, laboriosidad y fruto para los poderes intelectuales.

Así es, en efecto, aunque no en manera privativa; porque si estudiamos y llegamos al saber, en cuanto poseemos y aplicamos aquellos poderes, en cuanto seres de razón y de conciencia, no hay materia alguna de conocimiento sobre la que no quepa educar, ejercitar y enriquecer nuestro racional y consciente espíritu.

Sólo que resulta tan obligado, predominante y en genuino empleo, el cálculo citado, el discurso, la reflexión en los espacios aritméticos y, en general, matemáticos -que intentar recorrerlos, examinarlos, conocerlos y aprovecharlos- aunque algunos lo intenten y aun lo efectúen- sin más luz, guía y medio que la definición, la regla o la fórmula, destinadas a la memoria mecánica, marchando de continuo entre las sombras de lo abstracto y general; apenas amengua la ignorancia, ni desvanece la duda, ni redunda en práctico beneficio, ni conduce a otra cosa que a mareos, confusiones, errores; a dañar con éstos la inteligencia, mortificar la sensibilidad y rebelar la voluntad.

El ideal que ha de presentarse el maestro, esforzándose en seguirlo y completarlo, hasta lo sumo de cuanto le permitan las contrariedades que sin duda han de oponerselo, consiste, sintetizadamente expuesto, en escatimar, y de ser posible, rehusar en absoluto el texto escrito, esquivar las abstracciones y generalidades, enseñar en la pizarra y con el auxilio del concreto ejemplo, del práctico problema; poner, con toda la frecuencia, latitud y densidad dables, al discípulo en el caso de reflexionar, juzgar, razonar y concluir los conceptos de por sí; ascender inductivamente a la cumbre del conocimiento, descender en selecta, acertada y provechosa recolección de deducciones; elaborar los posibles razonamientos a que equivalen no pocos de los desarrollos de teoremas o principios aritméticos, dándose así cuenta del fundamental porqué de los mismos.




ArribaAbajo2 -Exposición de nuestro plan

Formulados los prejuicios anteriores y sin más introito, pasamos a la exposición de nuestro criterio sobre la didáctica especial que ahora nos ocupa; advirtiendo previamente que estamos por la combinación de las formas expositiva y dialogística; que algo desplegaremos de vez en cuando acerca de ambas, pero reservando generalmente el concreto modo de utilizarlas a la ilustrada pericia de los mentores que nos lean.

La mayoría de los autores y aleccionadores en materia aritmética, cual en las demás, comienzan por el fin, por la definición de la asignatura, por la quinta-esencia, por resumen de imposible instrucción para el aleccionado, que mal limitará, condensará, sintetizará lo que todavía no conoce a fondo ni en detalle. Tal definición se presentará clara, rica, en su verdadero sitio, al ganar la cumbre, al finalizar la marcha ascensional analítico-inductiva.




ArribaAbajo3 -Sobre ciertos conceptos fundamentales

En cambio, hay ideas que son como puntos de partida y han de tratarse con prioridad, cual las de cantidad, unidad y número, que pueden y deben enseñarse y aprenderse, así:

-Di, Juan, ¿qué es lo que tengo en la mano?

-Un trozo de cinta.

-¿Por qué la has nombrado sin tardanza ni vacilación?

-Porque la veo y la conocía.

-¿Dejaría de ser tal, aunque apareciera más o menos larga de lo que se presenta?

-No, señor.

-Luego, ¿es susceptible de aumento o disminución, sin que hubiera de tenersela por otra cosa que por un trozo de cinta?

-Sin duda alguna.

-¿Conoces su longitud?

-No, señor.

-¿Podrías determinarla?

-Seguramente.

-¿Cómo?

-Midiéndola.

-Pues, cuanto percibimos por la vista u otro de los sentidos, puede aumentar o disminuir sin dejar de ser lo que era y se presta a su determinación, recibe en Aritmética el nombre de cantidad -Enrique, cítame otra.

-Un montón de trigo.

-¿Por qué lo es?

-Porque montón de trigo seguirá, aunque se le quite o se le añada algo; porque le percibimos y puede determinarse.

-¿De qué manera?

-Midiéndolo.

-A ver tú, Alberto, dime otra cantidad.

-Una porción de arroz.

-¿Se determinaría...?

-Pesándola.

-Luego, ¿qué entiendes por cantidad?

-Todo lo susceptible de percepción por los sentidos, aumento y mengua, así que determinación.

Seguramente que las respuestas no serán terminadas con la presteza y el acierto que venimos presentándolas; habrá que auxiliar, aclarar, ampliar, variar, rectificar; pero, al fin, se llegará a lo apetecido, con los rodeos de que nos desentendemos para no agrandar demasiado los límites de nuestra exposición.

Prosigámosla.

-¿Qué haríamos, Antonio, en el deseo de conocer la longitud de la cinta?

-Medirla.

-¿Con qué?

-Con el metro.

-Quieres decir que compararla con otra cantidad de valor fijo y conocido; que dejaría de ser tal metro no bien se la acortara o alargase; metro por el que iría pasando la primera, hasta ver cuántas veces le contenía. Pues, fijaos bien: aquella, cantidad, tipo establecido para tornar en concreta o precisada la característica indeterminación de las demás, recibe el nombre de unidad, así que el de número, el resultado de comparar con la última la cantidad; por ejemplo, cinco en el caso presente, si otras tantas veces hubiera cabido exactamente el metro sobre el largo total de la cinta.

Ampliando las consideraciones, las preguntas y las respuestas, el niño o la sección llegaría a comprender y definir bien la unidad y el número citados, y también, que éste es entero cuando aquélla contiene a la cantidad justamente una o varias veces; quebrado, propio o en verdad, si la última, más pequeña que la repetidamente nombrada unidad, equivaliese sólo a parte o fragmento, a fracción de la misma; mixto, cuando resultara una, dos, etc., unidades, y a más, porción de otra o compuesto de entero y quebrado.

Luego haríase perceptible cómo al decir uno, dos, tres, cuatro..., se omite el manifestar a qué cantidades, cosas, personas, seres, se refieren tales determinaciones; se prescinde de los correlativos nombres, se hace su abstracción y se tiene el número abstracto, mientras será concreto no omitiendo, no prescindiendo, no abstrayendo; y que los números concretos son homogéneos cuando se refieren a seres semejantes de una misma especie u otro colectivo grupo -ocho almendras, diez almendras y doce almendras-; heterogéneos, si lo determinado no presenta aquella identidad específica, cual tres caballos y siete coches.