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1.       Al pie de la figura debería aparecer �Fig. 65� en lugar de �Fig. 56�. (N. del E.).

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2.       Debería aparecer �fig. 226� al pie de la figura, en lugar de �fig. 126�. (N. del E.).

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3.       Para demostrarlo, sea mn (fig. 259) el espejo giratorio, O un objeto fijo situado en frente y formando su imagen en O�. Cuando el espejo acepta la posición m�n�, se encuentra la imagen en O��. Los dos ángulos O�OO�� y mcm� son iguales, por tener los lados respectivamente perpendiculares, pero el ángulo inscrito O�OO�� tiene por medida la mitad del arco O�OO��, mientras que el ángulo mcm�, cuyo vértice está en el centro, reconoce por medida todo el arco mm�. De consiguiente, el arco O�O�� es dos veces mayor que mm, lo cual nos demuestra que la velocidad angular de la imagen, es doble de la del espejo.

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4.       En el original aparece �s   �. (N. del E.).

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5.       �   ces� en el original. (N. del E.).

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6.       La palabra magnetismo viene del nombre griego �; bajo el cual designaban los antiguos la piedra imán, porque se dice que cerca de la villa de Magnesia, en Lydia, es donde por vez primera encontraron este mineral.

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7.       La palabra electricidad proviene del griego , que significa succino, o ámbar amarillo, porque en esta sustancia se observó por primera vez la propiedad de desarrollar la electricidad por frotamiento. El ámbar amarillo, que sólo se obtiene en estado fósil, tiene mucha semejanza con la resina copal. Se le encuentra, sobre todo, en las costas del Báltico, a las cuales le arrojan las olas, y también se halla en las costas de Sicilia.

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8.       M. Harris, en Inglaterra, ha efectuado, hace ya algunos años, numerosas experiencias para comprobar las leyes de Coulomb, sirviéndose de un aparato que guarda relación con la balanza de Coulomb, con la diferencia de que en vez de estar suspendida de un solo hilo la aguja móvil, lo está, según lo había efectuado ya Gauss en su magnetómetro, por dos hilitos elementales de seda, paralelos, muy aproximados entre sí, y a igual distancia del centro de gravedad de la aguja; de esta disposición toma origen el nombre de balanza bifiliar dado a este aparato. Resulta de este sistema de suspensión, que cuando la aguja móvil es repelida o atraída, no pudiendo conservar los dos hilos la posición vertical, se inclinan más o menos según a intensidad de la fuerza que obra sobre la aguja, y que ésta se eleva, por consiguiente, hasta que el equilibrio se establezca entre la gravedad que tiende a bajarla y la fuerza eléctrica que propende a su ascenso por efecto de la desviación de los hilos. Pero M. Harris ha observado que las oscilaciones de la aguja son en este caso isócronas, y que la fuerza que la mantiene a cierta distancia angular de su posición de equilibrio, es proporcional a dicha distancia.

     M. Harris ha efectuado igualmente sus experiencias con una simple balanza ordinaria, muy sensible, equilibrando, mediante pesos colocados en uno de los platillos, las atracciones eléctricas que se ejercían sobre un disco dispuesto en el otro platillo.

     Valiéndose de estos dos aparatos, M. Harris ha encontrado que la primera ley de Coulomb, la de la relación inversa del cuadrado de la distancia, no se verifica cuando los dos cuerpos están cargados de desigual cantidad de electricidad, cuando la tensión es muy débil, y finalmente, cuando la distancia angular de los dos cuerpos no llega a 8 o a 10 grados. M. Harris ha observado también que, en las mismas circunstancias, la segunda ley de Coulomb, la que se refiere a las cantidades de electricidad, tampoco se verifica.

     En la obra de M. de La Rive, anteriormente citada, observa el autor que estas excepciones a las leyes de Coulomb no son más que aparentes; que dependen de la influencia que los dos cuerpos electrizados ejercen entre sí, influencia que tiende a descomponer el fluido neutro (601); pero que cesa de ser apreciable desde el momento en que los dos cuerpos están bastante distantes; que, por ultimo, las leyes de Coulomb no son rigurosamente aplicables más que a puntos matemáticos, y que, por consiguiente, sólo pueden verificarse con cuerpos de pequeñísimas dimensiones.

     Esto es lo que confirman las experiencias de M. Marié Davy, quien, sabiendo repetido las de M. Harris, ha reconocido que la ley de las distancias se verifica muy aproximadamente para dos esferas iguales, y que disten más de 9 o 10 veces su radio.

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9.       �Según M. Faraday, la tendencia que tiene la electricidad a situarse sobre la superficie de los cuerpos es más aparente que real, y las experiencias que manifiestan que sólo en la superficie existe electricidad libre, se explican fácilmente de otro modo. Según su teoría, ninguna carga eléctrica puede manifestarse en el interior de un cuerpo a causa de las direcciones opuestas de las electricidades en cada una de las partículas interiores, con lo cual resulta un efecto nulo; mientras que la inducción (601) ejercida por los cuerpos exteriores hace sensible la electricidad en la superficie. Según esta consideración, la electricidad debe manifestarse tan sólo en la superficie de una cubierta conductriz, cualquiera que sea la conductibilidad o la facultad aisladora del cuerpo colocado en el interior. Esto es lo que M. Faraday, ha demostrado electrizando enérgicamente la esencia de trementina colocada en una vasija de metal, en cuyo caso sólo ha existido electricidad sensible en el exterior de la vasija. El mismo físico ha construido una cavidad cúbica, de un metro de lado, cuyas paredes de madera estaban recubiertas exteriormente de láminas de plomo, en la cual, después de aislada y de haber colocado en ella electróscopos y otros objetos, electrizó el aire interior con una poderosa máquina. En el interior no se manifestó señal alguna de electricidad, mientras que surgían grandes chispas y penachos luminosos en todos sentidos de la superficie exterior. Estas experiencias, completando las de Coulomb, en las cuales no se trataba más que de los cuerpos conductores, hacen poco aceptable la explicación que de ellas se daba, en atención a que en ellas se tomaba por base la propagación de la electricidad en la masa conductriz, de donde se deducía que esta electricidad se marchaba por completo a la superficie. Puesto, que el fenómeno se verifica igualmente con los cuerpos aisladores colocados interiormente, semejante explicación no puede sostenerse�.

(De la Rive; Tratado de electricidad, t. I, p. 148),

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10.       �La teoría de M. Faraday, dice M. de la Rive, aun cuando exige mayores estudios, solicita ya sin embargo, la justa atención de los físicos. Al parecer descansa sobre un principio exacto, el de que las acciones eléctricas no se manifiestan jamás sino por el intermedio de las partículas materiales; tiende a establecer una semejanza notable entre las fuerzas eléctricas y las demás fuerzas de la naturaleza. En fin; las experiencias de M. Faraday consignan ya un punto importante adquirido para la ciencia, a saber, el hecho de la polarización molecular en los cuerpos aisladores, modo probable igualmente de la propagación eléctrica en los cuerpos conductores�.

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11.       En las aplicaciones de la fórmula P=VD, es de observar, conforme se dijo en el párrafo 107, que contado V en decímetros cúbicos, debe serlo P en kilogramos, y si V en centímetros cúbicos, P en gramos; y recíprocamente, si P se evalúa en kilogramos o gramos, V lo será en decímetros o en centímetros cúbicos. Por último, si el volumen V estuviese medido en metros cúbicos, como sucede en algunos problemas que resolveremos, cada unidad de P correspondería a 1000 kilogramos, porque conteniendo un metro cúbico 1000 decímetros cúbicos, es claro que un metro cúbico de agua pesa 1000 kilogramos, y de consiguiente, que para otra sustancia, dos, tres veces más densa que el agua, el metro cúbico pesa dos, tres veces 1000 kilogramos.

     Debe observarse también que la fórmula P=VD, no se aplica inmediatamente a los gases. Por eso en todos los problemas en que se trate de calcular el peso de cierto volumen de gas, se averiguará primero el de igual volumen de aire, fundándose en que un litro de aire a cero y a la, presión de 0m,76, pesa lgr,3; y luego se multiplicará el peso obtenido por la densidad del gas dado, supuesto que las densidades o los pesos específicos de los gases marcan el peso de estos cuerpos con relación al aire.

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