Estrenada por el
Conjunto Dramático de Pinar del Río, bajo la
dirección de Manuel Miranda, en el teatro Milanés, el
19 de mayo de 1987. Elenco: Herminio Marín, Úrsula
Martínez, Gregorio Reina, Teresita Guerra y Filomena
Morales.
Mario Morales
realizó una versión, con el título original,
el 24 de febrero de 2005, con su grupo Teatreros de Orilé.
La temporada tuvo por sede la sala El Sótano. Elenco:
Alexander Silva, Raissel Cruz, Yeney Hernández, Jorge
Mederos, Darwins Valenzuela, Ramón Bermúdez y Jorge
Luis Curbelo.
La escena
representará un coche de un tren en movimiento. No
será necesario reproducirlo fielmente. Las soluciones
escénicas deberán ser sencillas, entre la naturalidad
y el desenfado. Por su estructura, número de personajes y
hasta por el carácter de las reflexiones en juego,
sería preferible asumir esta obra en un espacio que asegure
el contacto cálido con el público, buscando una
atmósfera de intimidad y cercanía.
Acto único
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Coche del tren. Se percibe la inquietud que provoca un
largo viaje. La PASAJERA 2
trata inútilmente de conciliar el sueño. La
PASAJERA 1 parece
aburrirse. Entra un hombre joven: el RECIÉN CASADO. El PASAJERO levanta la vista del libro
que lee.
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RECIÉN CASADO.- (A
todos.) ¿Para qué dormir tanto?
¡Hay que vivir!
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PASAJERA
2.- Si me imagino que va a montar un borracho, cojo
otro tren.
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RECIÉN CASADO.- Abuela, no hay que ser
borracho para estar contento. (Al PASAJERO que pretende
leer.) De todas formas usted y yo nos vamos a tomar
una cerveza juntos.
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PASAJERO.- Gracias, tengo que trabajar.
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RECIÉN CASADO.- ¡Y yo tengo que ser
feliz!
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PASAJERO.- ¿Conoce a esa mujer?
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RECIÉN CASADO.- ¿A la
mía?
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PASAJERO.- A la felicidad.
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RECIÉN CASADO.- La mía es una
maravilla.
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PASAJERO.- ¡Tremenda boda! ¿No?
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RECIÉN CASADO.- Todavía estamos en
la boda...
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PASAJERO
2.- ¿Y la novia?
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RECIÉN CASADO.- Es muy linda. Ya la
verán cuando salga del baño. Tiene tremendo embullo,
este viaje es muy importante para ella. La voy a llevar a Coppelia,
al zoológico, y aunque me digan guajiro voy a tirarme una
foto en el Capitolio. (Trata de llamar la
atención del Pasajero.) Mire, así, con
el brazo por encima de los hombros y las cabezas junticas...
(Pausa breve, pero incómoda.)
¡Dígame algo, hombre! Por lo menos que en Coppelia hay
mucha cola o que en el Capitolio ya no tiran
fotografías.
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PASAJERO.- ¿Qué quiere que haga?
Me lleva demasiada ventaja en el entusiasmo.
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PASAJERA
1.- Tremendos compañeros de viaje. Una vieja,
un intelectual y ahora... ¡El novio!
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PASAJERO.- A mí no me gusta el helado y
menos retratarme. Si le importa tanto La Habana, ¿por
qué va para Santiago?
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RECIÉN CASADO.- Menos mal que vamos
mejorando. Así que yo creo que voy para La Habana, pero a lo
mejor llego a Santiago. No se me ponga bravo, pero yo no creo mucho
en su seriedad. (A la PASAJERA 1.) ¿No
es verdad, mi amiga? (A la CAMARERA que se
acerca.) Niña, compañerita,
amorcito...
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CAMARERA.- (Seca,
mecánica.) Dígame, ¿qué
desea?
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RECIÉN CASADO.- ¿Tú
podrías...? ¿Serías tan buena como para
traerme (Mira alrededor, cuenta con los
dedos.) unas siete cervezas? Ah, ¿y por lo
menos una sonrisa?
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CAMARERA.- Si no habla alto y se porta bien,
puedo traerle dos.
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RECIÉN CASADO.- ¿Dos sonrisas?
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CAMARERA.- Dos cervezas y no muy
frías.
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RECIÉN CASADO.- ¿Tan poquito...?
¿Y qué hacemos tanto tiempo metidos en este tren, sin
poder escaparnos?
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CAMARERA.- Se me olvidaba, tiene que pedir
bocaditos.
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PASAJERO.- Creo que va a tener que suspender la
boda.
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RECIÉN CASADO.- Óigame, Camarera,
¿cuántas veces se ha casado usted? (La
CAMARERA va a responderle,
pero decide contenerse; hace algún gesto de impaciencia y
desagrado.) ¡Yo me casé hoy!
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CAMARERA.- Felicidades, pero los demás no
tenemos la culpa.
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PASAJERO.- Quiere que todo el mundo esté
contento a la vez. (A la PASAJERA 1.) ¿No
te parece demasiado difícil?
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RECIÉN CASADO.- No sea mala, Camarera.
Tráiganos, por lo menos, dos para mí y dos para
acá, el compañero, a ver si se embulla.
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CAMARERA.- (Cediendo ligeramente.)
Y dos bocaditos...
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RECIÉN CASADO.- ¡Perfecto! A la
joven me le trae una cerveza y un bocadito.
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PASAJERA
1.- Gracias y felicidades.
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RECIÉN CASADO.- Para mí dos de
cada cosa, que mi mujer es muy comilona.
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CAMARERA.- Comerá mucho, pero no la
veo.
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RECIÉN CASADO.- Ya la verá; se
parece a usted, pero es más...
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CAMARERA.- Más bonita que yo es
cualquiera.
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PASAJERO.- Yo no soy tan halagador como
acá el compañero, pero puedo decirte que no eres
fea.
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RECIÉN CASADO.- Y es la Camarera
más amable que rueda por el mundo.
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PASAJERA
1.- (Para sí.) No
es para tanto.
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PASAJERO.- (A la PASAJERA 1.)
¿Celosa?
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RECIÉN CASADO.- A mi mujer le gustan
mucho los dulces. (Como si descubriera en el momento
las cosas que dice.) Hace unas panetelas
riquísimas. ¿Usted sabe hacer dulces, camarera?
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CAMARERA.- ¿Nada más?
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RECIÉN CASADO.-
(Señala a la PASAJERA 2.) A la
señora me le pone un bocadito y una cerveza para que
sueñe cosas alegres.
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PASAJERA
2.- Gracias, joven, pero yo lo único que quiero
es silencio y tranquilidad.
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RECIÉN CASADO.- Un momento, Camarerita.
(A la PASAJERA
2.) Seguro que usted tiene en la casa dos o
tres gaticos.
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PASAJERA
2.- Quince «misus» preciosos. ¿Por
qué?
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RECIÉN CASADO.-
(Entusiasmado.) Traiga un bocadito
para la señora y dos o tres para sus gaticos.
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CAMARERA.- ¿Y no quiere una pastillita
para los nervios?
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RECIÉN CASADO.- No. Pero si por
casualidad aparece la sonrisa, acuérdese que yo la
pedí primero...
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(La CAMARERA sale
disimulando que le ha gustado la última frase del
RECIÉN
CASADO.)
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RECIÉN CASADO.- (Al
PASAJERO.) ¿Tú
vienes de Santiago?
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PASAJERO.- Voy para Santiago a trabajar;
salí a las cinco de la mañana.
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RECIÉN CASADO.- Eres tremendo. Así
que el tren va al revés.
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PASAJERO.- (Buscándole el
costado humorístico.) Está bien,
seré yo el confundido.
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RECIÉN CASADO.-
(Amistoso.) ¿Tú eres
habanero?
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PASAJERO.- Sí, ¿por
qué?
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PASAJERA
2.- Perdone, pero no me vaya a decir que es un
Recién Casado regionalista.
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RECIÉN CASADO.- ¡Qué va! Yo
no caigo en eso. Ser habanero es un defecto como otro cualquiera,
pero a, un buen amigo se le puede perdonar.
(Más serio y sin poder evitar cierta
nostalgia.) Yo soy casi que de Cuba entera, he dado
muchas vueltas...
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PASAJERO.- ¿Y no te gusta La Habana?
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PASAJERA
1.- (Que ha seguido disimuladamente el
diálogo.) Como hace tiempo que no voy a La
Habana...
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PASAJERO.- Tal vez un día te enamores de
un habanero.
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RECIÉN CASADO.- Mi mujer es tremenda.
Seguro que se está arreglando para lucir bien y se demora y
se demora. ¿No será más de la cuenta ya?
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PASAJERO.- ¿Y si no vuelve?
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PASAJERA
2.- ¿Quién ha visto una recién
casada que no esté loca por estar al lado de su
Recién Casado?
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PASAJERA
1.- ¿Y si no vuelve?
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RECIÉN CASADO.- ¡Ni jugando me
hablen de eso!
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PASAJERO.- A veces uno tiene en la mano la
paloma de la felicidad y cuando viene a ver...
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RECIÉN CASADO.- Sí, ya sé,
vuela por la ventana y uno quiere correr detrás de ella,
pero no tiene alas. ¿Y cómo hace un hombre sin alas
para agarrar una paloma sin ponerle trampas?¿Y si me da la
gana de cerrar todas las puertas y las ventanas para que vuele nada
más que conmigo?
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(Llega la CAMARERA
con una bandeja repleta. El RECIÉN CASADO la
ayuda.)
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RECIÉN CASADO.- No se me desespere,
Camarerita, póngalo todo ahí y ahora repartimos como
buenos amigos. ¡Acuérdese que hoy es mi
día!
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CAMARERA.- ¿Y porque sea su día
todo el mundo tiene que estar contento?
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RECIÉN CASADO.- Claro, y cuando llegue mi
mujer...
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CAMARERA.- ¿La mujer invisible?
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PASAJERA
2.- No sea tan incrédula. Nadie sabe lo que
pueden tener los demás, pero últimamente parece que
desconfiar es más fácil.
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CAMARERA.- La vida se ha puesto que no se puede
creer ni en lo que uno tiene delante de los ojos.
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RECIÉN CASADO.- Yo lo que tengo delante
de los ojos es una camarera preciosa y en eso creo.
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CAMARERA.-
(Halagada.) ¿Y su mujer?
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RECIÉN CASADO.- Ella está
detrás de mis ojos o dentro, quién sabe...
(Repartiendo.) Arriba, que no se quede
nadie fuera y el que no esté de acuerdo que levante la
mano.
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CAMARERA.- Enseguida les traigo el vuelto. Los
dejo solos.
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RECIÉN CASADO.- Olvídese del
dinero y quédese un ratico. Mire que mi mujer no se come a
nadie.
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CAMARERA.-
(Saliendo.) Pero el jefe de turno
sí.
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PASAJERA
1.- (Tímidamente coqueta. Al
PASAJERO.)
¿Y su mujer también es celosa?
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PASAJERO.-
(Interesado.) ¿Para dónde
vas?
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PASAJERA
1.- ¿No me va a contestar?
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PASAJERO.- Me gustaría enseñarte
cómo preguntar.
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PASAJERA
1.- Disculpe, Recién Casado. Déjense de
disculpitas bobas y vamos a brindar.
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PASAJERA
1.- ¿Por qué?
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RECIÉN CASADO.- Por mi mujer.
(Al PASAJERO.) Mira, yo no
habré estudiado tanto como tú, pero conozco a las
personas de mirarlas un par de veces y tú sirves para amigo
mío.
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PASAJERO.- (Complacido por la
prueba de confianza.)
Gracias. (Señala a la PASAJERA 1.) ¿Y
esta muchacha que tal será?
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RECIÉN CASADO.- Es sincera, divertida...
(Se dirige a ella directamente.)
Sí, me lo imagino... Pero no te preocupes por esas
tristezas, que dentro de poco se te quitarán porque te lo
mereces.
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PASAJERA
1.- Gracias, pero yo sé que la única
mujer interesante en este tren es la suya, aunque no se vea
todavía. Yo soy de lo más aburrida.
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PASAJERO.- ¿Y si no te lo creemos?
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RECIÉN CASADO.- A ti no te pega la
amargura.
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PASAJERO.- Seguro que no tienes gaticos.
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PASAJERA
1.- Ni perrito ni gatico.
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PASAJERO.- Ella no tiene gatos porque tiene un
niño.
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PASAJERA
1.- ¿Adivino también? ¿Quiere que
le enseñe la mano izquierda?
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RECIÉN CASADO.- Eso es. Dale la mano
izquierda, yo se la voy a dar a la abuela y con la derecha de cada
uno nos empinamos la cerveza. (A la PASAJERA 2.) Sí,
ya sé que a usted no le gusta, pero un buchito no hace
nada.
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(El RECIÉN
CASADO organiza el brindis. La anciana prueba la cerveza con
temor. El Pasajero trata de retener la mano de la muchacha, que le
ofrece sólo un dedo.)
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PASAJERO.- Yo no quería probarla, porque
cuando arranco me cuesta trabajo parar.
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RECIÉN CASADO.- ¿Y quién
habló aquí de parar? ¡Hoy es el día
más feliz de mi vida!
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PASAJERA
2.- (Se le escapa.)
¿Te hace mucha falta?
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RECIÉN CASADO.-
(Evadiéndose.) Y no quiero que
nadie saque un quilo. Ni hablar de dinero. Yo los invito y se lo
agradezco porque me acompañan. No sé cómo hay
gente que le gusta la soledad. Yo no la quiero ni de vecina.
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PASAJERA
2.- ¿Y si se muda para enfrente de su cama?
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PASAJERA
1.- O para abajo.
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PASAJERO.- Si te rodea, si te provoca, si te
acorrala...
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RECIÉN CASADO.- (Para
sí.) La boto. (Se va
angustiando.) ¡La boto! ¡La boto!
(Silencio incómodo. El RECIÉN CASADO busca cualquier
tema que le sirva para salir del «bache». Al
PASAJERO.) Cuando
llegues a La Habana tu mujer te estará esperando como cosa
buena (Trata torpemente de
rectificar.) Aunque tú me habías dicho
que eras divorciado, ¿no?
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PASAJERA
1.- No se preocupen, yo sé desde chiquita que
los hombres cambian de estado civil cuando doblan la esquina.
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RECIÉN CASADO.- (Inventando
con ingenuidad.) ¡Ya sé! ¡Eres
divorciado y vives con tu madre!
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PASAJERO.- (Hosco.)
Vivo solo. (Breve y molesta pausa.) Y
no he llegado a Santiago.
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RECIÉN CASADO.- Discúlpame.
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PASAJERO.- No tengas pena.
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RECIÉN CASADO.- Si ya somos casi
amigos...
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PASAJERO.- Lo que no entiendo es cómo
eres un Recién Casado y tu mujer no se ve por ninguna parte.
Te encaprichas en que el tren va para La Habana y me parece que
seguirás con La Habana en tu cabeza cuando estemos entrando
a Santiago.
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RECIÉN CASADO.- ¿Santiago?
¿Y ella? (Monologa.) Yo la
dejé en el andén despidiéndose de las
hermanas. Me dijo: «Voy enseguida, mi amor».
Después montó en este tren. (Mira un
momento a los demás como si sospechara que
desconfian.) ¡Claro que montó! Pero no
quiso entrar al coche sin pasar por el baño.
¿Cuándo entró al baño?
(Angustiado.) ¡Ella
entró! ¿Verdad?
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PASAJERA
2.- No se desespere, ya verá que aparece.
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RECIÉN CASADO.- ¿Y el tren?
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PASAJERA
2.- Rueda. Ése es su oficio, rodar.
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PASAJERA
1.- (Al RECIÉN CASADO.)
¿Tú vas para La Habana en serio?
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RECIÉN CASADO.- (Luchando
por levantar el ánimo.) ¿En serio? No.
Voy tomando cerveza. (Va a buscar y se da cuenta de
que ya no quedan.) ¡Coño, se acabaron!
Voy contento de haberme encontrado con ustedes. (Al
PASAJERO.)
Tú eres un intelectual, un poeta casi, y yo soy un tipo que
quiere estar siempre contento, pero tiene la mala maña de
ser demasiado sentimental. ¿No es más o menos lo
mismo?
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PASAJERO.- Si vas para las estrellas no te hace
falta pasaje.
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PASAJERA
1.- Vamos para Santiago, pero cualquiera diría
que no; ahora me entero de que también se puede ir a las
estrellas y fácil... ¡sin pasaje! ¿En
qué tren me he metido yo?
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RECIÉN CASADO.- (Al
PASAJERO.)
¿Tú eres periodista?
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PASAJERO.- Sí, ¿y tú?
¿Adivino?
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RECIÉN CASADO.- He hecho muchas cosas.
Últimamente soy constructor.
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PASAJERA
2.- ¿Por qué, si usted es periodista, no
aprovecha y me le hace una entrevista a acá, al joven que se
casó hoy? Así se entretiene mientras llega ella.
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RECIÉN CASADO.- (Regresa a
la angustia.) Le he dicho mil veces que yo no
soporto las demoras. Hoy, el tren pitando, y ella chachareando con
las hermanas. Luego dice que soy muy nervioso, que me
desespero.
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PASAJERO.- ¿Ya no quieres la
entrevista?
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RECIÉN CASADO.- ¡No puedo
más! ¡Me voy a buscar a mi mujer!
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PASAJERO.- Ahora no la vas a encontrar.
Todavía no es el momento.
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RECIÉN CASADO.- ¡La tengo que
encontrar!
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PASAJERA
2.- No te asustes, muchacho. Seguro que se
escondió para ver qué tú hacías.
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PASAJERA
1.- (Buscando salvar la
situación.) Yo no soy periodista, pero voy a
empezar a preguntar. ¿Cómo se llama?
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RECIÉN CASADO.- Ernesto, Ernesto
Cano.
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PASAJERA
1.- ¿Cuándo naciste?
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RECIÉN CASADO.- Hace un rato.
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PASAJERA
1.- No juego más. Me están cogiendo la
entrevista pa'l relajo.
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PASAJERO.- Para nosotros, como Recién
Casado, es verdad que nació hace un ratico. Te voy a ayudar.
(Al RECIÉN
CASADO.) ¿Cómo y cuándo
conociste a tu mujer?
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RECIÉN CASADO.- Yo trabajo ahora subido
en un andamio.
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PASAJERA
1.- ¿Y antes qué hacías?
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PASAJERA
2.- Con dos periodistas a la vez no puede.
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PASAJERO.- Es que mi alumna tiene que
practicarse.
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RECIÉN CASADO.- (Entrando
progresiva y dulcemente en la atmósfera del
pasado.) Ella pasaba todos los días vestida
de blanco. Yo nunca me hice muchas ilusiones. Caminaba derechita,
como si fuera para algún lugar, muy decidida. Yo, lo que
sí hacía, era mirarla, mirarla siempre, encantarme
con su manera de andar. Una vez, de tanto seguirla con la vista
hasta que sé perdiera en la próxima esquina, casi me
caigo y me rompo un hueso. ¿Tú te has subido alguna
vez en un andamio?
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PASAJERO.- Bueno, sí; es decir, hace
mucho tiempo. Habrá que inventar algo para que el hombre no
se arriesgue de esa forma. ¿No te parece, Recién
Casado?
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RECIÉN CASADO.- El trabajo duro hay que
hacerlo de todas formas y nadie tiene la culpa de que mi mujer
-cuando todavía ni era mi mujer- pasara todos los
días frente a mi vista y yo me desconsolara. No te creas...
Cuando uno le coge la vuelta, sudar la camisa es mejor que estar
ocho horas trancao en una oficina; siempre en peligro de que te
hagan perder el tiempo o de que se metan en tu vida.
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PASAJERA
1.- (Animándose.)
Su futura mujer pasaba y usted la miraba, ¿y qué
más? Me parece a mí que si uno de los dos no se
hubiera decidido, todavía estarían uno, en el andamio
y la otra dando vueltas alrededor.
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RECIÉN CASADO.- recién casado. Un
día yo estaba trabajando de espaldas a la calle.
(Sube a uno de los asientos e imita la posición de
trabajo. No se trata de una recreación naturalista de la
acción concreta, sino de un frenético juego que tiene
mucho de voluntaria teatralidad.)
Mire, así,
¿y a que no saben por qué supe que era ella la que
venía por la calle?
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|
(La CAMARERA entra
rápidamente.)
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CAMARERA.- Por eso a mí no me gusta
despachar ni media cerveza más de la que les toca. Te dicen
«mi vida», «mi cielo»,
«amorcito», «corazón de chocolate».
Pero cuando la fría les calienta la cabeza, discuten
altísimo, empiezan a meterse con las mujeres...
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RECIÉN CASADO.- Nos estamos portando
bien.
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PASAJERA
1.- Ni la señora ha protestado.
|
RECIÉN CASADO.- Ella sabe que nosotros
suspiramos por sus gaticos.
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CAMARERA.- (Al RECIÉN CASADO.)
Oiga, ¿su mujer no lo habrá dejado por subirse donde
no debe?
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RECIÉN CASADO.- Ella me adora.
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PASAJERA
2.- (A la CAMARERA. Su posición ha ido
evolucionando de la curiosidad al entusiasmo.)
¿Quiere enterarse de cómo la conoció?
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CAMARERA.- Tengo que atender en el otro
coche.
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PASAJERO.- ¿De verdad? ¿O quieres
escaparte?
|
RECIÉN CASADO.- ¿Tú eres
casada?
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CAMARERA.- No sé.
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PASAJERA
1.- ¿No sabe?
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PASAJERA
2.- ¡No puedo creerlo!
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CAMARERA.- Se me olvida, se me olvida todo
aquí arriba; sólo me importa que el tiempo vuele, que
los cruces no se enmarañen, que no haya nada raro en medio
de la vía, que el tren corra rápido para regresar a
mi casa, o para llegar al albergue y reírme con las
muchachitas; dar una vuelta, salir, coger un poco de aire de la
calle. (Breve pausa. Se sorprende de su propia
sinceridad.) Aquí no me importa nada ni me
acuerdo de lo que pasa.
|
PASAJERA
2.- ¿Cómo que no se acuerda?
|
PASAJERO.- Y... (Con
intención.) ¿Aquí arriba nunca
se enamora?
|
CAMARERA.- No. Quiero decir, casi, pero no como
allá afuera. Aquí no soy soltera ni casada; no tengo
edad, ni dirección, ni teléfono, ni siquiera
nombre.
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PASAJERA
1.- ¿Entonces sube al tren vacía?
|
PASAJERO.- ¿Como si fuera
plástica?
|
CAMARERA.- ¿Qué le vamos a hacer?
¡Tiene que ser así!
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RECIÉN CASADO.- No, no tiene que ser
así.
|
CAMARERA.- (A la ofensiva, como si
hubiese recuperado el dominio de su territorio.) Si
voy a hacerle caso a todo el que sube, me vuelvo loca.
|
PASAJERA
1.- Y si no le haces caso a nadie, ¿qué
pasa?
|
CAMARERA.- Por lo menos, así es
más fácil.
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PASAJERA
1.- (Sin confundir la complicidad
prematura con la vanidad o el paternalismo.) Yo
también trabajo con personas, yo también me aburro de
lo mismo, a mí también me mortifican a veces y me
sacan de quicio, pero me preocupo por ellas.
|
CAMARERA.- (Sensibilizada por los
argumentos de la PASAJERA
1.) Pero este tren es distinto, pasan cada
cosas... Para que vean que no soy plástica ni de
cartón: pueden hacer todas las historias y los cuentos que
quieran, pero sin alborotar demasiado. Vaya, háganse la idea
de que son unos pasajeros normales.
|
|
(Sale sin dar tiempo a ningún otro
comentario.)
|
PASAJERO.- (Al RECIÉN CASADO.)
¿La oíste? Estás autorizado para contarnos
cómo es tu mujer, dónde la encontraste, cómo
se enamoraron. Vamos a ver, ella pasaba todos los días
vestida de blanco.
|
RECIÉN CASADO.- No miraba a nadie. A las
mujeres siempre les gusta un poco hacerse las difíciles.
(A la PASAJERA
1, como buscando colectivizar definitivamente el viaje y el
juego.) ¿Tú no crees?
|
PASAJERA
1.- A mí me parece que eso era antes.
(A la PASAJERA
2, con ingenua picardía.) Ahora hay
que aprender a tomar la iniciativa.
|
PASAJERA
2.- (Con la ingenuidad del
público de las telenovelas.) Todavía
no sé bien cómo ellos se conocieron.
(Al RECIÉN
CASADO.) Estás trabajando de espaldas
a la calle, es decir, que no la has visto a ella, pero la
adivinas.
|
RECIÉN CASADO.- ¿Por qué no
aparece por esa puerta? ¡La necesito mucho!
|
PASAJERO.- Acércate a ella.
|
RECIÉN CASADO.-
(Excitado.) ¿Dónde
está?
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PASAJERA
2.- Tráela tú con esa historia.
|
RECIÉN CASADO.- (Estimulado
por la complicidad.) Claro, si somos capaces de coger
un tren para las estrellas.
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PASAJERA
1.- (Toma la caja de cervezas
vacía y se la tiende. Ella también comienza a
necesitar el juego.) Súbase.
|
RECIÉN CASADO.- Salía del
hospital, con el lazo de enfermera detrás del pelo. Caminaba
de una forma como si no pisara el suelo, o como si estuviera
bailando unos pasillos muy corticos que sólo ella se
inventó para salir del trabajo cada tarde o cada
mañana. Bueno, yo no sé hacerlo como ella, y subido
en este andamio requetemenos. Ya estamos terminando la pared de una
escuela que está enfrente del hospital. Estoy pensando que
cuando tire el último cucharazo de cemento, no la
veré nunca más.
|
PASAJERO.- (A la PASAJERA 1.)
¿Por qué no camina como ella?
|
RECIÉN CASADO.- Sí, camina. Seguro
que lo haces bien.
|
|
(Todos miran a la PASAJERA 1, en un movimiento que
recordará el de una cámara
cinematográfica.)
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PASAJERA
1.- Pero, ¿qué sé yo?
(Cediendo lentamente.) Da la
casualidad que también soy enfermera, pero a esa mujer no la
conozco. En mi vida la he visto, ni en fotografías.
|
RECIÉN CASADO.- Se llama Elena.
|
PASAJERA
1.- Yo necesito más.
|
RECIÉN CASADO.- Imagínate que es
después de un turno de once a siete.
|
PASAJERA
1.- (Entrando en el universo de sus
propias disyuntivas y referencias.) Y si es cuando
falta una compañera y hay que doblar el turno...
|
PASAJERO.- (Adquiriendo matices de
la teatralidad del RECIÉN
CASADO.) Mira ahora a unos tipos dejar a un
lado su trabajo y empezar a decirte cosas. Acuérdate que
están subidos en un andamio, se están jugando la vida
con tal de piropearte.
|
PASAJERA
1.- (Con un fingido
«despiste».) ¿Y qué
dicen?
|
PASAJERO.- (Entrando de lleno en
el juego de la coquetería.) ¿Seguro
que no sabes?
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PASAJERA
2.- ¿Qué mujer no ha sentido eso?
|
PASAJERA
1.- (Alegre, juguetona. Al RECIÉN CASADO, pero con
indirecta referencia al PASAJERO.)
Póngame un ejemplo.
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RECIÉN CASADO.- (Al
PASAJERO.)
Ayúdame, hermano.
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PASAJERO.- Yo nunca he trabajado en la
construcción. No sé bien las cosas que les dicen a
las muchachas.
|
RECIÉN CASADO.- Los que se ensucian la
ropa, hablan el mismo idioma de los que usan guayabera. Tú
eres periodista, debes saber de todo. ¡Dale!
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PASAJERO.- Si ella no camina...
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PASAJERA
1.- Vamos a ver cómo sale.
(Comienza con cierta y estudiada timidez y torpeza.
Rápidamente, se va soltando.)
¿Está bien así?
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RECIÉN CASADO.- (Al
PASAJERO.)
Arriba, dile algo...
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PASAJERO.- (Sobreactúa.
Está realmente nervioso.)
«Abusadora», «Doña
Bárbara»...
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PASAJERA
1.- (Disimulando la
complacencia.) Ni que una estuviera siempre para
eso.
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PASAJERO.- «Cosa rica».
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PASAJERA
2.- ¿Lo hizo bien? ¿Se parece a su
verdadera mujer?
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RECIÉN CASADO.- Caminando así...
Las dos caminan como la gente que está dispuesta a luchar
hasta el final.
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PASAJERA
1.- (Deteniéndose. Casi con
cariño.) Dime la verdad, ¿eres un
Recién Casado al que la mujer se le demora cuando más
falta le hace o...?
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PASAJERA
2.- ¡Deja eso ahora, muchacha!
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RECIÉN CASADO.- (Muy
exaltado. Se baja del «andamio».) Si
ella no existe, si no me casé, si no funciona... no tiene
por qué existir este tren, ni la Camarera, ni siquiera los
gaticos de la señora...
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PASAJERA
2.- Deja tranquilo a mis gaticos y sigue con tu
historia, que es muy linda y, para mí, muy verdadera. Cuando
subiste, con aquel alboroto, me ericé. A mí los
borrachos me sacan de quicio. Frente a mi casa hay un bar, y no
hacen más que abrirlo para que yo esté
poniéndoles seguro a las puertas y rodando muebles. Me
atrinchero mucho antes de que se emborrachen. Al principio
pensé que eras uno más. Pero estás enamorado,
y al amor yo lo respeto mucho. Por favor, hazme creer en tu mujer.
Yo también necesito que ella exista.
|
PASAJERO.- Eso es, mi vieja.
(Buscando la atmósfera de la
representación.) Ella pasaba todos los
días vestida de blanco...
|
RECIÉN CASADO.-
(Subiéndose
al«andamio».) ¡No hay uniforme
más lindo que ése!
|
PASAJERA
1.- Lo que es la vida. Yo siempre llevo mi pitusa, un
pulóver y no hago más que marcar la tarjeta de salida
para ir corriendo a cambiarme de ropa.
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PASAJERA
2.- (Casi agresiva ante esta
intromisión de la «realidad».)
¡Respeta las reglas del juego!
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PASAJERA
1.- Está bien. Salí de doblar un turno.
Son las siete y pico de la mañana, estoy muerta de
sueño.
|
PASAJERO.- El amigo galán está
vigilando, y en cuanto se acerca
(Sobreactúa.) :
«Niña», «Mamita...».
|
|
(La PASAJERA 1
juega a la muchacha distraída. El PASAJERO se queda como sin texto. El
RECIÉN CASADO y la
PASAJERA 2 son ahora un
público completamente cómplice.)
|
RECIÉN CASADO.-
(«Soplándole» al PASAJERO.)
«Criminal».
|
PASAJERO.- (Va a repetir
mecánicamente, pero al final se decide por otra
palabra.) «Bomboncito».
|
RECIÉN CASADO.- (En la
situación del juego.) No me gustan las
groserías con las damas, me parece que así se
espantan.
|
PASAJERO.- Deja eso. (Falso,
caricaturesco.) A mí no hay jeva que se me
resista, asere...
|
RECIÉN CASADO.- ¡Caballo!
Allá en mi pueblo dicen «caballo».
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PASAJERO.- Pero este socio pasó el
servicio militar, cuando terminó se quedó
«pinchando» en la construcción. ¿No te
gusta así?
|
RECIÉN CASADO.- (En su
personaje.) Tú serás de La Habana y yo
soy un guajiro, pero ni tú ni nadie me quita de la cabeza
que «el pollo» se ablanda mejor con dulzura.
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PASAJERA
1.- ¿Qué hago yo ahora?
|
PASAJERO.- (Entusiasmado con la
variante que ve venir.) Una tarde tú, por
cansancio, me respondiste los piropos y entablamos
conversación. Entonces él se puso muy celoso.
¿Les gusta así?
|
PASAJERA
2.- Pero una muchacha de su casa no va a oír a
un hombre con esos modales.
|
PASAJERO.- Usted verá, mi vieja.
¡Sss!, oyee, mírame, niña... No seas criminal y
abusadora. Dime algo, cielo...
|
PASAJERA
1.- (Muy coqueta y
sensual.) Hasta que no me diga bomboncito, no lo
miro.
|
PASAJERO.- Ven acá, bomboncito,
¿tú me quieres matar del corazón?
|
PASAJERA
1.- ¡Qué va, compañero! Yo no
quiero matar a nadie. Fíjese que mi oficio es curar.
|
PASAJERO.- Pues cúrame a mí, que
estoy enfermo de ausencia, de tristeza y desesperación. A
mí, que se me fracturó la alegría.
|
PASAJERA
2.- Si el amigo le habla tan bonito, me parece que
ella se va con él.
|
RECIÉN CASADO.- (Un tanto
ausente.) Es posible.
|
PASAJERO.- Vamos a tratar de arreglarlo.
(A la PASAJERA
1, en situación.) ¿Por
qué si tu trabajo es curar me haces sufrir de esta manera?
¿Por qué esa indiferencia con los hombres que te
adoran?
|
PASAJERA
1.- (Señalando al RECIÉN CASADO.)
¿Y serán tantos los hombres que me adoran?
|
PASAJERA
2.- (Al RECIÉN CASADO.)
Ahora le toca entrar, ¿no?
|
RECIÉN CASADO.- Yo estaba esperando mi
oportunidad, me llegó un día en el que se
acabó el cemento y paramos el trabajo. Me dije: «32
años que tengo yo, y unos 25 que tendrá ella, son
cincuenta y siete años perdidos sin encontrarnos.
¡Está bueno ya, desde hoy voy a ser feliz... porque me
da la gana!».
|
CAMARERA.- (Entrando. Su alarma es
bastante exagerada.) ¡Qué clase de
escándalo! Si sube un inspector, me busco un lío.
|
RECIÉN CASADO.- Los aburridos y los bobos
son los únicos que no se buscan problemas.
|
PASAJERA
2.- Y esos que monten en otro tren.
|
CAMARERA.- Me divierto con ustedes, pero a
mí no me convienen estas locuras.
|
PASAJERA
1.- No se preocupe. Yo soy la mujer de mentirita, sin
mí no hay juego.
|
CAMARERA.- ¿Y la mujer de verdad? Esto
parece una película de misterio.
|
PASAJERA
2.- (Apasionada.) Pero no
lo es. Aquí todo el mundo se acuerda del amor, y si a
alguien se le olvida, lo inventamos de nuevo.
|
PASAJERO.- Ven acá, Recién... Dime
la verdad, Ernesto. ¿Tú te casaste hoy con firmas y
mucha gente alrededor o te inventaste la boda contigo mismo?
|
RECIÉN CASADO.-
(Después de una larga pausa en la que se
respira cierto desasosiego.) No me entienden;
tampoco ustedes me entienden, desconfían...
|
CAMARERA.- Pero si no vemos a su mujer...
|
PASAJERA
2.- Usted no ve nada... ¿No quedamos en que era
plástica?
|
CAMARERA.- De hierro quisiera ser con los que se
creen que tienen derecho a todo, porque dejan una propinita, con
los que están vigilando al de al lado para robarle el
maletín, con esos tipos que te miran con hambre, como si
fueras un bocadito o una hamburguesa vestida de uniforme.
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PASAJERA
1.- ¿Y todos son así?
|
CAMARERA.- No. Hay otros peores.
|
PASAJERA
2.- ¿Cuáles?
|
CAMARERA.- Los que hablan bonito, los que
prometen, los que hacen recordar... (Breve
silencio.)
|
RECIÉN CASADO.-
(Súbitamente deprimido.)
Pensaron que yo era un mentiroso que va de tren en tren comiendo
bolas, inventando fiestas... ¡Y no es así,
coño! (Casi
melodramático.) Si ella no está, es
porque le ha pasado algo.
|
PASAJERA
2.- Ni hables de eso.
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PASAJERA
1.- Si su mujer existe, entonces...
|
PASAJERA
2.- ¡Claro que existe, niña!
|
CAMARERA.- Tengo que seguir trabajando.
Después me cuentan...
|
RECIÉN CASADO.- ¡Oiga,
Camarera!
|
CAMARERA.- ¿Quieren más
cerveza?
|
RECIÉN CASADO.-
|
recién
casado. (Apunto de gritar.) Quiero que
me quieran un poquito. (La CAMARERA va a contestar, pero en el
último momento decide escapar.)
|
PASAJERO.- Discúlpame, amigo, pero,
¿cómo no te das cuenta de que el tren va para
Santiago?
|
RECIÉN CASADO.- (Con un
destello de solemnidad.) Hoy se me juntaron las dos
cosas que dan la borrachera ] más rica de la vida; pocos
tragos y mucha esperanza de ser feliz. Hace un buen rato, me di
cuenta de que el tren no va para La Habana, que yo estoy al
revés. El problema es que yo quiero...
|
PASAJERA
1.- (Solidaria.)
Bájate y coge otro tren.
|
RECIÉN CASADO.- ¿Y ustedes siguen
para las estrellas sin mí? (Como
aferrándose a una nueva ilusión.) Ya
sé. Seguro que ella me vio subir y se escondió para
darme la sorpresa.
|
PASAJERA
2.- (En tono confesional, pero con
entera naturalidad.) La esperanza es muy linda. Yo
salí de España cuando tenía 18 años,
cuando llegó Franco. Dejé un hijo chiquito. Nunca
más lo he visto. Sabe donde vivo ahora, puede venir a verme.
Pero nada, ninguna noticia... ¡Y yo tengo mi esperanza! A
pesar del tiempo y de lo sola que he vivido todos estos
años. En el barrio algunos dicen: «Por ahí va
la viejita de los gatos...», pero yo sigo en lo mío.
Hasta el último día voy a vivir con mi esperanza.
|
|
(Silencio.)
|
|
RECIÉN CASADO.- ¡Vamos, mi vieja!
Entre usted y yo ya verá que encontramos a mi mujer.
|
PASAJERA
2.- Por lo menos, para mí es posible.
|
PASAJERO.- Si no la encuentras...
|
RECIÉN CASADO.- ¡La tengo que
encontrar!
|
PASAJERA
2.- (Recoge sus cosas,
entusiasmada.) Aguántame los bocaditos. Si
quieres cómete uno, debes tener hambre y cuando uno se casa
se tiene que alimentar.
|
RECIÉN CASADO.- (Saliendo.
A la PASAJERA 1 y al
PASAJERO.)
Traten de pasarla bien y extráñenme.
|
|
(El PASAJERO duda
en llamarlo; cuando ya casi está al salir,
grita.)
|
PASAJERO.- ¡Ernesto...!
(Silencio. Regresa junto a la PASAJERA 1.)
¡Qué tipo! Nos ha hecho reír.
|
PASAJERA
1.- A mí casi me hace llorar. Me ha hecho
pensar en mil cosas que no tienen que ver con este tren ni con su
boda extraña. Lo que no me cabe en la cabeza es cómo
pudo confundirse...
|
PASAJERO.- ¿No seremos nosotros los que
vamos al revés? ¿Tú sabes lo que es tener una
buena ilusión?
|
PASAJERA
1.- Ahora no se puede estar pensando en las
musarañas. Yo soy una mujer práctica.
|
PASAJERO.- ¿Tú nunca te
confundirías de tren?
|
PASAJERA
1.- (Retada.)
¡Qué va! Yo no me confundo fácil.
|
PASAJERO.- La vida es más compleja y
más rica que las películas o las novelas de
televisión.
|
PASAJERA
1.- Es verdad que hay muchas cosas raras. Tú
mismo... Al principio pensé que eras muy aburrido. Cuando te
vi con tu librito, mirando el paisaje, el Recién Casado, te
«espabilaste» y empezaste a parecerme otra cosa.
|
PASAJERO.- ¿Qué es para ti...
(Burlándose de la palabra.) un
intelectual?
|
PASAJERA
1.- No sé, un hombre que sabe mucho, lee libros
y eso. Que habla con palabras raras y bonitas.
|
PASAJERO.- ¿Y nunca dice
«ricura» o «mamita»?
|
PASAJERA
1.- (Cómplice, regresando al
juego.) Cuando jugamos a que yo era la mujer del
Recién Casado, vi que te sabes unas cuantas palabritas de la
calle. Hasta bomboncito...
|
PASAJERO.- Bomboncito fue la que más te
gustó, pero también te dije «criminal»,
«asesina», y otros piropos más o menos
sangrientos. Mira... (Se da cuenta de que no sabe su
nombre.)
|
PASAJERA
1.- María Victoria.
|
PASAJERO.- Yo, Arturo. Mira, Vicky, esos
intelectuales de bufanda, pipa para fumar, que toman té a
las cinco, los muy... ingleses. Ésos sí son de
películas y de películas malas.
|
PASAJERA
1.- (Seria.) Pero el
nivel siempre influye. Si tú tienes mucha cultura, te
gustará reunirte con gente que sea igual que tú. Tu
mujer, tus amigos, seguro que también saben mucho.
|
PASAJERO.- Depende. Yo vivo en la Habana
Vieja...
|
PASAJERA
1.- ¿En una barbacoa?
|
PASAJERO.- En la barbacoa viven los libros y la
máquina de escribir, pero mi hijo, cuando viene,
también juega barbacoa. A él le gusta.
|
PASAJERA
1.- (Sin poder disimular la
curiosidad.) Ah, tienes un niño.
|
PASAJERO.- Sí. ¿Pensabas que los
intelectuales tampoco...?
|
PASAJERA
1.- Yo no soy tan bruta. Martí fue tremendo
intelectual y tuvo un hijo. Le hizo unos versos muy lindos,
¿no?
|
PASAJERO.- Ya ves. Te decía lo de la
Habana Vieja, porque vivir en un barrio como ése te ayuda a
estar más cerca de la gente. Un vecino cualquiera, el Chama,
que se crió junto conmigo y que ya se ha dado dos o. tres
buenos golpes en la vida, viene a verme para pedirme consejos, pero
yo también aprendo de él.
|
PASAJERA
1.- ¿Aprendes a piropear como los guapos?
|
PASAJERO.- Tal vez. (Breve pausa.
Crecimiento de la complicidad.)
|
PASAJERA
1.- Debimos haberle dicho a ese hombre desde él
principio que el tren no iba para La Habana. Se hubiera bajado
enseguida.
|
PASAJERO.- O dejarlo con su tren en la cabeza, y
rodar nosotros en la misma dirección.
|
PASAJERA
1.- ¿Se te pegó la locura?
|
PASAJERO.- El miedo mío es que se
desespere y haga alguna barbaridad.
|
PASAJERA
1.- Es un hombre alegre, no va a dejar la vida tan
fácil.
|
PASAJERO.- (Sin demasiada
gravedad.) A todos nos gusta la vida, pero a cada
rato se suicida alguien.
|
PASAJERA
1.- Cuando llegan al hospital te piden de favor que no
los dejes morir. Vamos ahora mismo detrás del
Recién.
|
PASAJERO.- Tal vez no le guste que le caigan
atrás como si fuera un muchacho. Me encanta que te
preocupes; así por el Recién Casado, aunque haga nada
más que un rato que lo conoces.
|
PASAJERA
1.- (Más
relajada.) Ese hombre me cae bien y yo casi nunca me
equivoco en eso de quién vale la pena y quién no
sirve. Trabajar cinco años en un hospital da mucha vista
para distinguir la amistad. Dice mi abuela que soy demasiado
confianzúa, que le doy demasiado rápido entrada a la
gente.
|
PASAJERO.- ¿Con todos a la misma
velocidad?
|
PASAJERA
1.- Depende. (Silencio. Ligera
incomunicación.) Estoy lejos de mi casa desde
chiquita y he conocido malos, egoístas, hipócritas,
oportunistas, descarados, pero siempre hay alguien que te devuelve
la esperanza. Alguien que te da la mano para que salgas del
hueco.
|
PASAJERO.- (Impresionado, por
decir algo.) Los santiagueros son muy
hospitalarios.
|
PASAJERA
1.- Yo no soy santiaguera. Nací en Bayamo.
|
PASAJERO.- Entonces eres una muchacha
incendiaria.
|
PASAJERA
1.- ¿Por qué?
|
PASAJERO.- A Bayamo la quemaron hace mucho
tiempo. ¿No te enteraste?
|
PASAJERA
1.- Claro, para saber eso no hay que ir a la
universidad.
|
PASAJERO.- No te pongas brava. Mira, yo
venía bastante deprimido y entre tú y Ernesto me
quitaron la tristeza. (Se le ocurre de
pronto.) ¿Cómo fue tu incendio,
Vicky?
|
PASAJERA
1.- Se ve que eres periodista.
|
PASAJERO.- ¿Cómo te enteraste?
|
PASAJERA
1.- ¿Del incendio?
|
PASAJERO.- De mi profesión.
|
PASAJERA
1.- (Con franca
coquetería.) Lo oí, las mujeres somos
curiosas y tenemos buena memoria.
|
PASAJERO.- ¿Y tu incendio?
|
PASAJERA
1.- (Con
añoranza.) La maestra habló en la
clase de cuando los bayameses quemaron la ciudad para no
entregársela a los españoles y se fueron para el
monte. Llegué a la casa con la cabecita llena de humo.
|
PASAJERO.- ¿Hace mucho tiempo de eso?
|
PASAJERA
1.- ¡Averiguarme la edad con lo del incendio
sí que no! (Breve pausa.
Alegre.) Ahora me toca preguntar a mí.
|
PASAJERO.- ¿Me subo en el andamio y
tú pasas con el uniforme muy blanco? (Breve
pausa.) Primera respuesta: No soy casado.
|
PASAJERA
1.- Si tú supieras, eso es lo único que
yo nunca pregunto. (Silencio.)
¿Por qué no buscamos al Recién? Tal vez se
sienta mal.
|
PASAJERO.- ¿No te parece que una vez en
la vida hay derecho al egoísmo?
|
PASAJERA
1.- ¡Qué va! No soporto a los
egoístas. El pobre hombre se montó en su tren lleno
de ilusiones... ¿Qué se hará ahora cuando se
quede sin nada?
|
PASAJERO.- ¿Pero si yo no tengo fe,
cómo voy a inculcársela a otro?
|
PASAJERA
1.- Tú no tienes problemas. Eres bastante
joven, vives en La Habana, tienes un hijo, una mujer, o; muchas
mujeres... ¡Qué sé yo!
|
PASAJERO.- Tenía una mujer, la
quería mucho.
|
PASAJERA
1.- ¿Se fue?
|
PASAJERO.- Se escapó...
|
PASAJERA
1.- ¿Te dejó?
|
PASAJERO.- La perdí.
|
PASAJERA
1.- Disculpa.
|
|
(Silencio incómodo.)
|
PASAJERO.- No voy a echarme a llorar; no te
preocupes. La vida sigue y uno con ella. Pasea, toma ron, se
acuesta con otras mujeres, pero en el fondo siente un vacío
muy grande.
|
PASAJERA
1.- La soledad es una cabrona. Yo era muy apegada a mi
padre, y cuando lo perdí...
|
PASAJERO.- ¿Tuviste un hombro o un hombre
donde recostar la cabeza?
|
PASAJERA
1.- Un rato.
|
PASAJERO.- ¿Por qué un rato?
|
PASAJERA
1.- ¡Porque estaba con un hombre casado!
(Pausa escabrosa.) Es sencillo. Para
él era cómodo y para mí también. Nos
gustábamos, salíamos de vez en cuando, pero sin mucha
complicación, sin celosa sin tragedias. Los domingos me
aburría un poco. Me daba envidia ver a mis hermanas ir al
cine o dar una vuelta con sus novios. Pero tampoco tenía
obligación con nadie.
(Silencio.) ¿A ti qué te
importa todo esto?
|
PASAJERO.- Eso no me importa casi nada. Tus
preocupaciones sí me importan; tus ojos, tu historia me
importan muchísimo, Vicky.
|
PASAJERA
1.- Ahora en el tren, para pasar el rato. Cuando te
bajes le dices lo mismo a la primera que te encuentres, se va
contigo, y de mí ni te acuerdas más nunca.
|
PASAJERO.- Eso es lo normal, lo
lógico.
|
PASAJERA
1.- ¡Es lo que siempre pasa!
|
PASAJERO.- ¿Y si nos proponemos que con
nosotros sea distinto? Si ahora mismo (Hace
algún gesto que recuerda la acción del RECIÉN CASADO al subirse al
«andamio».) les grito a todas las
lógicas del mundo: «¡Váyanse al diablo!
¡En este tren no entra la lógica!».
(Pausa breve. Más suave.)
¿No tenemos derecho a eso?
|
PASAJERA
1.- Mi vida es muy complicada. Vivo en Contramaestre,
trabajo en Santiago de Cuba y casi todos los días tengo que
regresar a mi casa lo antes posible, porque mi madre está
vieja y enferma.
|
PASAJERO.- A las cinco de la mañana
tenía muy pocas ganas de venir, me parecía que casi
nada valía la pena, y sólo me movió la idea de
que, por muchos problemas que uno tenga, tiene que cumplir con su
deber. Después empecé a sentir una cosa muy rara...
¿Parecía muy concentrado en la lectura?
(Ella asiente muy interesada.) Apenas
podía ver las letras. ¡Arriésgate, Vicky! Ya no
me acuerdo de cómo es vivir sin tu
compañía.
|
PASAJERA
1.- Todo es muy lindo... pero después se te
olvida.
|
PASAJERO.- Todos los hombres no somos iguales.
¡Olvídate de esa vieja mentira! ¿Y Ernesto?
¿Puedes medir a un tipo como el Recién Casado con esa
idea viejísima?
|
PASAJERA
1.- Es muy simpático, y su mujer, si es que por
fin existe, debe quererlo mucho.
|
PASAJERO.- (Con
pasión.) Él la quiere más. La
quiere hasta antes de existir o después...
|
PASAJERA
1.- Pero si la encuentra, si la tiene cerca todo el
tiempo, y se meten seis o siete meses a vivir juntos entre cuatro
paredes...
|
PASAJERO.- ... A bajar la basura, ver la
televisión y darle cuerda al mismo reloj todas las noches,
para levantarse todos los días a la misma hora...
|
PASAJERA
1.- Entonces ya verás cómo se aburre,
cómo empieza a mirar a otras mujeres.
|
PASAJERO.- Es verdad que a los hombres cubanos
nos encanta la mujer ajena. Pero mientras más dulce es la de
uno, menos se te ocurre fijarte en la compañera de trabajo o
en la pepilla del barrio que va a la bodega con un short cada vez
más corto.
|
PASAJERA
1.- ¡Ya ves!
|
PASAJERO.- ¡Pero no somos iguales! Al
principio pensé, que eras una mujer arriesgada, dispuesta a
luchar.
|
PASAJERA
1.- Tal vez, pero luchar por algo, no por gusto.
|
PASAJERO.- ¿Y si te pido que luches por
lo más lindo, por lo más grande, por lo más
importante? Perdóname, Vicky, pero estoy casi seguro de que
tú y yo nos necesitamos.
|
PASAJERA
1.- (Defendiéndose de su propia
ilusión.) Yo no necesito nada. Sé
defenderme sola desde hace tiempo.
|
PASAJERO.-
(Delirante.) Si quieres me bajo, llamo
a Santiago, explico... Tú tienes que seguir conmigo.
|
PASAJERA
1.- Tengo 25 años y no estoy para marineros ni
para periodistas. (Breve pausa. Más dulce que
nunca.) A lo mejor me embullo, pasamos ratos muy
sabrosos... Después me acostumbro a que me hables mucho y a
oírte acostada con los ojos cerrados. Cuando venga a ver
estamos enviciados a estar juntos. Sigue tú en lo tuyo y yo
en lo mío, que para cosas de novela, con la historia del
Recién Casado tenemos.
|
|
(Entra el RECIÉN
CASADO.)
|
PASAJERA
1.- Ella...
|
RECIÉN CASADO.- Ella no está. Se
fue, me dejó solo.
(Angustiado.) Eso me pasa por dejar
que todo le fuera facilito. ¡Qué comemierda soy!
|
PASAJERO.- No te pongas así. Ella no
tiene la culpa de que tú te confundieras.
|
RECIÉN CASADO.- (Entre la
amargura y la melancolía.) El tren, el
tren... Así que yo me casé hoy y todo el mundo tiene
que estar contento... Yo les dejaba que me creyeran un loco y hasta
que se divirtieran conmigo. ¿Saben por qué? Confiaba
en que ella iba a aparecer de un momento a otro por ese pasillo,
pero no apareció, no está, no la tengo... ¡Todo
es mentira!
|
PASAJERO.- No tienes derecho a hablar
así. Nosotros te hicimos caso enseguida, nos dejamos
arrastrar por ti.
|
PASAJERA
1.- ¿Es que no te importamos? Yo hice
monerías y caminé como me dijeron. ¿Sabes por
qué lo hice?
|
RECIÉN CASADO.- Sería para pasar
el rato, para que tu pueblo llegara más rápido hasta
ti.
|
PASAJERA
1.- Tal vez al principio. Pero si te hubiera
creído un loco como otro cualquiera, no te hubiera prestado
ningún interés. Parece mentira, pero empezamos a
meternos en tu mundo, te sentimos cerca, y por eso pudimos
jugar.
|
PASAJERO.- Para que no te importara que el tren
fuera al revés, y no perdernos esa alegría. Y ni
siquiera lo hacíamos por buenos... Tú sacaste la cara
por nuestra cobardía, por nuestra sinceridad, por nuestra
necesidad de abrazarnos...
|
RECIÉN CASADO.- Sí, pero ella no
es mi mujer. Y la otra, la mía, va a pensar que yo soy un
desastre.
|
PASAJERO.- ¿Tú conoces a alguien
que sea perfecto?
|
PASAJERA
1.- A mí ni que me lo enseñen.
|
RECIÉN CASADO.- A todo el mundo le gusta
mi carácter. Me llaman para que haga cuentos en las fiestas
del trabajo. (Representa un poco.)
«Donde está Ernesto está la
alegría». En las asambleas, Ernesto es el único
que se para, discute y no se deja pasar una. A las mujeres les
caigo bien (Con una sonrisa picara y sensual, pero un
tanto triste.) , se divierten, me buscan...
¿Pero qué he hecho con mi vida? Tengo 30 años
y dos divorcios en las costillas. ¿No se dan cuenta de que
ésta es mi última oportunidad para ser un poquito
feliz?
|
|
(Silencio.)
|
PASAJERO.- No te voy a perdonar que no
estés de acuerdo contigo. Eres de las pocas personas capaces
de transformar a los demás.
|
PASAJERA
1.- Y en unos minutos.
|
RECIÉN CASADO.- ¿Y quién me
cura a mí? ¿Quién me levanta?
(Breve pausa.) Yo me alegro siempre de
la felicidad. Dondequiera que veo a alguien contento, me río
solo como un bobo. Me encanta ver a las parejas por el
Malecón... Cien, doscientas, y siempre se creen que son
ellos dos los únicos en el mundo. Lo que me fastidia, lo que
me mortifica, lo que me jode, es que ni en este tren pueda estar
todo el mundo contento a la vez.
|
PASAJERO.- Lo más triste es que nos
alejamos unos de otros. El que está contento, goza de su
felicidad como un niño egoísta y goloso. El triste,
al que le fueron mal los planes, mastica solo su
depresión.
|
PASAJERA
1.- (Como continuación
orgánica de la idea anterior.) Se esconde en
un libro, inventa una boda...
|
RECIÉN CASADO.- ¡Una boda nunca es
mentira! Aunque no se firme ningún papel, ni nadie se
entere. Los abuelos del campo nunca firmaban, pero hacían
tremendas fiestas en silencio. Se ponían la mejor ropita
para llevarse a sus muchachas.
|
PASAJERO.- (Al RECIÉN CASADO.)
No puedes frustrarte por una bobería.
|
PASAJERA
1.- (Como quien recuerda algo
absurdamente olvidado.) ¿Dónde dejaste
a la señora de los gaticos?
|
RECIÉN CASADO.- ¡Pobre vieja! Le
regalé mi saco. (Con triste
ironía.) Total, ya yo no me voy a casar
más nunca.
|
PASAJERA
1.- Quédate en mi pueblo conmigo! Te
bañas y comes en mi casa, llamas por teléfono a tu
mujer...
|
RECIÉN CASADO.- ¿A dónde la
voy a llamar?
|
PASAJERA
1.- Al hotel...
|
RECIÉN CASADO.- (Es
difícil precisar si está angustiado o cogido en
falta.) No teníamos reservación.
Íbamos a resolver con un pariente.
|
PASAJERA
1.- Pues llámala a casa del pariente, o a la
terminal, no sé. ¡Ojalá todo fuera como eso! Ya
verás que dentro de un tiempo los dos se ríen de todo
esto.
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RECIÉN CASADO.- Yo nunca me apartaba de
ella. Todas las noches la iba a ver y le llevaba cinco o seis
cartas. Se las hacía a la hora del almuerzo, o en cualquier
otro rato que me sobrara en el trabajo. Me ponía a escribir
como si estuviera muy lejos y ella me esperara en su portal
bañadita y linda. Los amigos me decían:
«Llévala recio». «No la
malacostumbres». A veces cogía un poco de cuerda y me
decía: «Tengo que apretarle la mano».
¡Pero no podía! Es que para mí ella es mi mujer
y la niñita que todavía no he tenido. Las dos al
mismo tiempo.
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PASAJERO.- Uno da muchos consejos, pero cuando
le toca su hora, malcría y requetemalcría, y hace
bien; las mujeres son lo más lindo y lo mejor.
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PASAJERA
1.- (Al PASAJERO.) Menos mal
que no eres machista.
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PASAJERO.- Hasta sé cocinar un
poquito.
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RECIÉN CASADO.- Si ella hubiera sufrido
un poco por mí... Mi abuela lo decía: «El que
quiera azul celeste, que le cueste». Todo le ha sido
demasiado fácil.
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PASAJERO.- Ya te lo dije, ni Vicky ni yo vamos a
permitir que te desesperes. Y menos que abandones la lucha por lo
que más quieres. Ella, tu mujer, existe.
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RECIÉN CASADO.- Pero ustedes no creen en
ella.
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PASAJERA
1.- Sí creemos.
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PASAJERO.- Vamos a brindar los tres, la vamos a
encontrar y estar juntos, porque también tenemos la sonrisa
de Vicky.
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PASAJERA
1.- Cuando perdiste a tu mujer, ¿tuviste quien
te hablara así?
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PASAJERO.- No. Y muchos amigos me viraron la
espalda. Me volví un solitario de mierda, uno de esos
tomadores de bares donde nada más que hay tipos queriendo
hacerse los duros, pero que van a esos lugares porque no tienen
valor para salir a la calle y abrazar a la primera mujer que les
guste o al primer amigo que se lo merezca. (Al
RECIÉN
CASADO.) No quisiera que a ti te pasara lo
mismo.
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PASAJERA
1.- Yo llevo muchos años fuera de mi casa.
Sé lo que es no tener ni una sólita puerta donde
tocar. (Sin melodrama ni
grandilocuencia.) Muchas veces me cogí con un
teléfono descolgado pensando en algún número
-aunque fuera inventado-, pero que pudiera responderme una voz
amiga. A veces uno se demora meses y hasta años en hacer una
amistad. En un rato han logrado que me sienta muy cerca de ustedes.
Ahora no quiero perderme esto.
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RECIÉN CASADO.- (Conmovido.
Al PASAJERO, tratando de
recuperar la euforia del principio.)
¡Bájate con ella! Llévala cargada hasta la
puerta de su casa. Di que te la robaste porque te dio la gana.
Porque es linda y porque tiene unos sentimientos del carajo.
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PASAJERO.-
(Eufórico.) ¡Y porque
tú nos convenciste! Ya eres el mismo tipo que formó
una boda en medio del tren
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PASAJERA
1.- Me gusta más el juego del andamio y la
muchacha. (Al RECIÉN CASADO.)
¿Quieres que vuelva a caminar como tu mujer?
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RECIÉN CASADO.- Deja eso ahora. Camina,
camina alegre y simpática, abraza a tu hombre.
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PASAJERA
1.- (Con un destello de rubor
adolescente.) Pero es que yo casi no lo conozco a
él...
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RECIÉN CASADO.- Sí lo conoces. Y
no puedes bajarte de este tren. (Ella va a contestar.
Él no le da tiempo.) ¿Qué vas a
hacer si te bajas? ¿Casarte con el enamoradito tonto de toda
la vida, que no tiene temple para una hembra como tú?
¿O con el viejo que te recoge a veces en su carro y tiene
hijos de tu edad?
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PASAJERO.- ¿Adivinó?
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PASAJERA
1.- (Serena.) Sí,
y ya no tengo mano que dar. (Muy cerca del
PASAJERO.)
La mayoría de los hombres piensa nada más que en la
cama. Por muchas vueltas que le den, siempre caen en lo
mismo...
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PASAJERO.- No se trata de darle vueltas a la
cama, sino de dar muchas vueltas en la cama hasta emborracharte de
felicidad.
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RECIÉN CASADO.- Yo me embullo
rápido con las cosas, pero cuando me desilusiono recibo un
golpe grande. (Confidencial.) Lo que
menos soporto es el engaño. Me he ido de algunos trabajos y
he dejado tremendos sueldos por no engañarme. Para cuando me
pare, ¡así!, delante de un espejo, poder decir:
«¡Ése soy yo!», sin que me dé asco
ni miedo. A veces siento que estoy en un cuarto cerrado y que me
ahoga la incomprensión de los que me rodean. ¡Y esta
manía de dolerme por todo! ¿Saben por qué
logro salir y respirar? (El PASAJERO y la PASAJERA 1 parecen a punto de
intervenir.) Porque salgo a la calle y me doy cuenta
de que uno puede hasta equivocarse, hasta tener mala suerte, y si
no sirvo para profesor de una escuela, puedo levantar una pared y
que quede bonita, para que a los muchachos se les alegre la
vista.
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PASAJERA
1.- Porque eres capaz de querer a una mujer que no
aparece y encontrar precioso un uniforme.
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PASAJERO.- Tienes que venir con nosotros.
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PASAJERA
1.- Es una lástima, pero el nosotros, se
está acabando. El tren está a punto de parar en mi
pueblo. La he pasado muy bien, pero la locura tiene su
límite.
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RECIÉN CASADO.- ¿Dónde
están?
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PASAJERO.- Ahora no puedes irte, olvídate
de los límites.
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PASAJERA
1.- ¿Por qué no puedo irme? Yo tengo que
ayudar a mi mamá, tengo que luchar.
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PASAJERO.- (Encarándosele,
pero lleno de afecto.) ¡Luchar por ti!
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RECIÉN CASADO.- ¿Y él?
¿Y los demás? ¿Y la viejita de los gatos que
con nosotros se olvidó de que la muerte ya la tiene citada?
(Pausa.) ¿Y yo? ¿Si no
hay boda, ni amigos, ni mujer linda? ¿Cómo vivo si el
tren no va para la dicha ni para las estrellas?
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PASAJERA
1.- Un rato de compañía puede ser muy
rico, pero no me va a quitar mis preocupaciones ni a resolver mis
problemas. (Al RECIÉN CASADO,
justificándose con dulzura.) Te voy a dar mi
teléfono por si quieres llamarme y me necesitas.
(Al PASAJERO, entre dos fuerzas, entre dos
fuegos.) Como mismo me encantas a mí...
(Casi en susurro, emocionada, apunto de
abrazarlo.) , como mismo quisiera vivir en La Habana,
tenerte cerca para ir haciéndote mío, puedes gustarle
a muchas. Y dentro de un rato te habrás olvidado de esta
guajirita atrevida y sincera.
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RECIÉN CASADO.- Me voy. Ya no me queda
nada de la cerveza encima, el dinero se me está acabando y
mi saco debe ser una suave camita para los gatos de la abuela.
Cuándo llegue al otro coche y me tire en un asiento
(Desinflándose.) , como se tira
uno cuando perdió el juego, nadie me va a decir
Recién Casado. (Pausa. El pito del tren suena
insistentemente.) Antes de irme, quisiera que
supieran cuál es la segunda cosa que me deja respirar hasta
en el peor momento; lo que me hace sacar la cabeza cuando quisiera
esconderla y comerme solo mi gorrión, lo que me deja vivir
cuando empieza a faltarme el aire.
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PASAJERO.- (Toma a la PASAJERA 1 del brazo. Se acerca al
RECIÉN CASADO y al
público.) Vamos a hacer una cosa. Un juego.
Cuando tú termines de poner sobre la mesa esa segunda
razón, ya ella tendrá que haber decidido si se baja o
se queda en este tren. Si se va, no habrá despedidas ni
promesas para un después. Si se queda tampoco quiero
palabras, sino... (Se interrumpe por la
emoción. Al RECIÉN
CASADO.) Me parezco más a ti de lo que
supones y me gusta decidir rápido. ¡Arriba el juego!
Por favor.
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(Pausa breve. Le extiende al RECIÉN CASADO la caja de
cervezas vacía que ya para todos es el
«andamio». El RECIÉN CASADO se sube a su
andamio.)
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Yo me encanto de
verla caminar. (A la PASAJERA 1.) Camina,
anda...
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(La PASAJERA 1
comienza a pasearse con coquetería, que por momentos
desaparece, y su andar se convierte en vueltecitas de
impaciencia.)
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PASAJERO.- (Con ritmo que recuerda
una caricia.) Bomboncito, bomboncito...
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PASAJERA
1.- ¡Ya! Si sigues no me voy a ir nunca de tu
lado. Te estás buscando ser el padre de mis hijos.
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RECIÉN CASADO.- Lo que me deja
reírme y hacer cuentos toda una noche; aunque
después, cuando llegue a mi casa por la madrugada, llore
como un niño desconsolado por algo que no me cabe en la
cabeza... y que yo lo sufro por todos a los que les da lo mismo. Lo
que me hace levantarme y volver a jugármela, aunque pueda
volver a perder es la sospecha de que quedan otros iguales o
parecidos, que me pueden querer... o por lo menos oírme. Y
desde ahora sé una cosa mejor; sé que quedan
muchachas como María Victoria, capaces de brindarle la casa
al amigo, sin que haga falta que le enseñen un carné,
un papelito o la foto de la mujer del hombre como si fuera un
comprobante. Una muchacha que ahora mismo va a caminar...
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PASAJERA
1.- Vestida de blanco, con un lazo detrás del
pelo y el uniforme más lindo del mundo.
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PASAJERO.- Y en los dos o tres minutos que
faltan para que llegue tu mujer, voy a hacerte mi mejor entrevista.
¿Cómo te llamas?
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RECIÉN CASADO.- Ahora mismo, y quiero
seguir naciendo todos los días.
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PASAJERO.- ¿Cuál es tu oficio?
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RECIÉN CASADO.- Rodar.
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PASAJERA
1.- Contéstame bien ahora. ¿Cómo
te llamas?
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RECIÉN CASADO.- ¡Recién
Casado! ¿No la estás viendo a ella que viene
corriendo hacia nosotros?
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(El PASAJERO y la
PASAJERA 1 miran junto con
el público hacia el lateral que señaló el
RECIÉN CASADO. Se
oye un largo y muy agudo pitazo del tren.)
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FIN
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