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527-532 La capitulación total de las fuerzas españolas fue firmada por Canterac y Sucre «en el campo de Ayacucho» el mismo día de la batalla, esto es el 9 de diciembre de 1824. El facsímil del célebre documento puedo verse en la ya citada publicación del célebre documento puede verse en la ya citada publicación del Archivo General de la Nación, Capitulación de Ayacucho. La noticia de la gran victoria llegó a Buenos Aires en la noche del viernes 21 de enero de 1825. Hubo grandes demostraciones de júbilo. Cfr. El Argos de Buenos Ayres, N.º 114, Extraordinario, Buenos Aires, 24 de enero de 1825, pág. 1, col. 1. El regocijo público se exteriorizó durante varias jornadas, El 5 de febrero se recibieron las comunicaciones oficiales y la capitulación, lo que dio origen, y a lo largo de muchos días, a nuevas celebraciones del pueblo y de las autoridades. Al respecto leemos en un periódico de la época este comentario: «Hace más de un mes que con motivo (el más grande y justo) este pueblo ha estado entregado a celebrar a porfía el triunfo de las armas del Libertador Bolívar en Ayacucho. No creemos que todos lo periódicos puedan ser bastantes para dar un detalle exacto de todas las funciones que se han hecho...». Cfr. El Americano Imparcial, N.º 55, Buenos Aires, 3 de marzo de 1825, pág. 14 (N. del E.)

 

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553-554 Después que los jefes realistas del Callao se negaran a acatar la capitulación de Ayacucho, Bolívar formalizó en febrero de 1825 el bloqueo y sitio de esa fortaleza. El Callao resistió durante un año el asedio hasta que el 22 de enero de 1826 el gobernador español de esa plaza fuerte, general José Ramón Rodil, rindió la guarnición. Casi simultáneamente, el 18 de enero de 1826 capitulaba en las costas del Pacífico sur otro grupo de obstinados realistas: el general Antonio de Quintanilla -tras larga resistencia- entregaba el archipiélago de Chiloé a la soberanía de la República de Chile. Definitivamente había caducado el dominio español en la América del Sur (N. del E.)

 

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558 Sarra: apócope de sarraceno, que al igual que godo, maturrango, chapetón y otras, fueron denominaciones peyorativas aplicadas a los españoles realistas en América durante la guerra de la independencia (N. del E.)

 

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563-567 El mariscal de campo Pedro Antonio de Olañeta, ultrarrealista, que controlaba, gran parte del Alto Perú, no aceptó la rendición estipulada en Ayacucho y se aprestó a resistir a las fuerzas libertadoras. El general Alvarado, prisionero del jefe español, realizó infructuosas gestiontes para que éste depusiera las armas. «Olañeta era tenaz -escribe y se hallaba resuelto a morir antes que traicionar la causa de su soberano». Cfr. Rudecindo Alvarado, Recuerdos históricos acerca de los sucesos que ocurrieron después de la batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, en Selección de Documentos del Museo Histórico Nacional, Museo Histórico Nacional, Buenos Aires, 1952, t. I, págs. 181-185. Bolívar creyó ver una liga de intereses entre Olañeta y el emperador del Brasil, «bajo los auspicios de la legitimidad» y para «destruir el germen de la revolución». Véase su carta al general Santander, vicepresidente de Colombia, de fecha 23 de enero de 1825, en Simón Bolívar, Obras completas, Editoria Lex, La Habana, 1950, t. II, págs. 74-75 (N. del E.)

 

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569-572 Olañeta hizo públicas varias proclamas para justificar su actitud. En El Argos de Buenos Ayres, N.º 121, Buenos Aires, 12 de febrero de 1825, pág. 1, col. 2 y pág. 2, col. 1, se reprodujeron las dirigidas «A las tropas del ejército real» y «A los pueblos del Perú», fechadas en Oruro el 4 de enero de 1825, donde convocaba a proseguir la lucha contra los enemigos «del altar y del trono» (N. del E.)

 

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573-576 De una comunicación oficial del gobernador de Salta, general Juan Antonio Álvarez de Arenales, al gobierno de Buenos Aires (22 de marzo de 1825), se transcribe textualmente lo que sigue por constituir fuente directa de esta parte del poema: «Después de la insurrección de la importante provincia de Cochabamba y de haber ocupado las tropas del Ejército Libertador del Perú la rica provincia de La Paz, el general Olañeta se vio forzado a replegar las suyas sobre la Villa de Potosí, en donde se mantenía hasta el 10 del corriente con una fuerza reunida como de dos mil hombres poco más o menos. En el entretanto las provincias y pueblos de la circunferencia han ido sacudiendo el yugo de su odiada opresión. Se anuncia muy de positivo que Santa Cruz de la Sierra ha recobrado su libertad y que al gobernador Aguilera lo prendieron sus tropas tumultuadas en el pueblo de Chilón. La ciudad de La Plata proclamó su libertad el 23 de febrero próximo pasado y la Villa de Tarija hizo lo mismo el 8 del presente. Los partidos de Cinti y La Laguna también se han levantado contra el general Olañeta; de manera que no ocupa ya con sus armas sino la Villa de Potosí y el partido de Porco y el de Chichas...». Cfr. El Argos de Buenos Ayres, N.º 140, Buenos Aires, 18 de abril de 1825, pág. 2, col. 1 (N. del E.)

 

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581-583 El 28 de febrero de 1825 el gobierno de Buenos Aires, encargado del Poder Ejecutivo Nacional, pidió al de Salta que las fuerzas de línea disponibles allí fueran dirigidas de inmediato hacia el Alto Perú para colaborar en la liquidación de las tropas de Olañeta. Buenos Aires proporcionó los recursos para equipar y sostener esta expedición. Cfr. El Argos de Buenos Ayres, N.º 147, Extraordinario, Buenos Aires, 6 de mayo de 1825, pág. 2, col. 2; pág. 3, cols. 1-2; y pág. 4, cols. 1-2 (N. del E.)

 

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584-585 La división expedicionaria al mando del general Arenales se puso en marcha hacia el Alto Perú el 22 de marzo de 1825. Se produjeron algunas acciones bélicas en Tupiza, Tarija y Mojo (N. del E.)

 

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591-601 El coronel Carlos Medina Celi -de las fuerzas de Olañeta- comunicó el 29 de marzo de 1825 a la división expedicionaria de Arenales que había resuelto abandonar las banderas reales y, adherir a la causa de la libertad con cuatrocientos hombres bien armados y varias piezas de artillería. Esa decisión se complementó con una incitación final a su antiguo jefe para que depusiera las armas, cosa que Olañeta rechazó de plano al igual que una última intimación de Arenales. En consecuencia de ello el comandante de vanguardia de la expedición, coronel José María Pérez de Urdininea, marchó con sus tropas para auxiliar a Medina Celi (N. del E.)

 

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607-614 Olañeta, que había evacuado Potosí ante la presión de las fuerzas de Sucre, atacó a Medina Celi. El combate, librado en la quebrada de Tumusla el 1.º de abril de 1825, duró cuatro horas y los absolutistas fueron completamente derrotados. Olañeta resultó gravemente herido, falleciendo al día siguiente. El Alto Perú quedaba definitivamente libre de sus opresores, al cabo de quince años de guerra. El suceso mereció una edición extraordinaria de dos páginas de El Argos de Buenos Ayres, N.º 145, Buenos Aires, 2 de mayo de 1825. El coronel Paz, de las fuerzas de Arenales, comentó por esos días que la acción de Tumusla era «muy semejante a la que trescientos años antes se dio entre el presidente La Gasca y Gonzalo Pizarro, bien que triunfó el partido contrario». Cfr. General José María Paz, Diario de marcha, Archivo General de la Nación, Buenos Aires, 1938, pág. 158. Sobre Olañeta y sus actividades después de Ayacucho véase [Andrés García] Camba, Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú, cit., t. II, págs. 286-289; Mariano Torrente, Historia de la Revolución Hispano-Americana, Imprenta de Moreno, Madrid, 1930, t. III, págs. 509-515; y los cinco volúmenes publicados por el conde de Torata con el título común de Documentos para la historia de la guerra separatista del Perú, Imprenta de la viuda de M. Minuesa de los Ríos, Madrid, 1894-1896, passim (N. del E.)