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Un anónimo poema gauchesco de 1825 sobre la Guerra de la Independencia

Félix Weinberg



portada



A Beatriz



  —11→  

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Mas sepa, amigo Contreras,
que en todo lo que he contado,
no cuento ni la mitá
de todo lo que ha pasado.

Chano


Graciosa y divertida conversación... (1825).                


La literatura gauchesca, aunque suele creerse lo contrario, es un campo que dista de haber sido explorado suficientemente. Sobre todo cuanto se refiere a sus primeros tiempos, es decir antes de la presencia señera de los autores clásicos (Ascasubi, Del Campo, Hernández, Lussich). Es una tarea de investigación que debe emprenderse en forma sistemática si se quiere rescatar el perfil cierto -exento de imaginativas hipótesis y de riesgosas generalizaciones- de las primitivas letras gauchescas. Nuestra convicción es que los estudios al respecto, y con las consabidas excepciones, se han circunscripto a las figuras eminentes, con notorio olvido de la producción menor -anónima casi toda ella- que les antecedió o fue su coetánea. Mucho hay que hacer aún para reconstruir minuciosamente el largo y trabajoso itinerario que permita, recién entonces, elaborar una verdadera y completa historia de la literatura gauchesca.

  —12→  

Y como el movimiento se demuestra andando, ofrecemos ahora un aporte que reputamos novedoso y original, que será seguido próximamente por otro de similares características.

En 1825 la Imprenta del Estado, de Buenos Aires, publicó un anónimo poema gauchesco en un curioso -y hoy rarísimo- folleto in octavo de treinta y cinco páginas con este largo título: Graciosa y divertida conversación que tuvo Chano con señor Ramón, Contreras, en la que detalla el primero las batallas de Lima y Alto Perú, como asimismo las de la Banda Oriental; habiendo estado cerca de ambos gobiernos con el carácter de comisionado, y ahora acaba de llegar de chasque del Sarandí.

El único ejemplar que conocemos pertenece a la Biblioteca de Juan María Gutiérrez, incorporada a la Biblioteca del Congreso de la Nación. No tenemos noticia de que siquiera se haya mencionado su existencia numerosos estudios consagrados a las letras gauchescas1.

Hidalgo fue el creador de este peculiar género rioplatense. Asumió la entonación cívica del gaucho humilde, sufrido, anónimo, que hace suya con decisión y coraje la revolución por la libertad y la justicia. Desde 1810, y por espacio de más de una década, la gran pasión popular fue pelear contra los   —13→   mandones hasta su última destrucción. Los cielitos del bardo oriental ponen de manifiesto diversos aspectos de esa instancia suprema:


No queremos españoles
que nos vengan a mandar,
tenemos americanos
que nos sepan gobernar.



Pero la revolución fue más lejos aún y transformó al propio gaucho: el despreciado trascendió a símbolo de todo un pueblo. A la consagración de este hecho crucial contribuiría la recién nacida literatura gauchesca.

La victoria del general San Martín en los campos de Maipú (1818), que sellaba la independencia de Chile, exaltó el entusiasmo de los poetas. Ciñéndonos a los gauchescos, recordemos que se conservan varias composiciones alusivas, que corresponden a ese preciso año, entre ellas el Cielito patriótico que compuso un gaucho para cantar la acción de Maipú, de Hidalgo; el Cielito de Maypo, anónimo; y el sainete provincial El detalle de la acción de Maipú, también anónimo. Todas estas páginas son antecedentes que debió tener en cuenta, entre otros, el autor de la Graciosa y divertida conversación.

Téngase presente que estamos en los tiempos incipientes de la poesía gauchesca y cuando ésta trataba de abrirse paso por entre un difícil e impermeable medio que sólo aceptaba aquello que seguía las normas tradicionales y escolásticas del arte. El neoclasicismo monopolizaba la poesía de la época de la Revolución. Están sus frutos en La Lira Argentina y en la Colección de Poesías Patrióticas. Lo gauchesco estaba condenado como expresión subalterna, campestre, vulgarísima, y por lo tanto definidamente antipoética. Pero el tiempo inmisericorde cobra sus tributos: hoy el neoclasicismo está lejos de   —14→   lucir tan esplendente como entonces, mientras que la revaloración afirmativa de la poesía gauchesca ha permitido consagrarla como un género que expresó a lo largo del siglo pasado, con autenticidad y realismo, vivencias y aspiraciones populares.

En las enumeraciones habituales se suele pasar de Hidalgo a Ascasubi y luego a Del Campo y Hernández. Manuel de Araucho, Juan Gualberto Godoy, Luis Pérez y varios poetas anónimos, en cambio, son eslabones que se han intercalado en tiempos más o menos recientes entre los dos autores primeramente citados2. El poema que ahora reeditamos, hasta aquí desconocido, enriquece la línea gauchesca -ya por entonces incuestionablemente plasmada en joven y airosa tradición y es un nuevo eslabón en ese mismo tramo iniciador. Y aún restan otros...

Las circunstancias históricas que enmarcan el folleto preséntanse como un instante de transición y expectativa en la vida del país. Aquietados los ánimos tras años de enconos y violencias, se había instalado en Buenos Aires el Congreso Nacional -donde estaban representadas todas las provincias y las principales tendencias políticas actuantes en la época que se abocaría a organizar las instituciones que posibilitaran a la comunidad un regular y efectivo desenvolvimiento material y cultural. El prestigio y aún la seguridad nacional habían acrecido notablemente con el establecimiento de relaciones diplomáticas formales con el gobierno británico. Se desvanecían para siempre las amenazas de la Santa Alianza a los flamantes estados del nuevo mundo. La victoria de Ayacucho clausuró la guerra de la independencia en Sud América sostenida contra las armas españolas. Era el final de una ímproba   —15→   jornada de quince años de derroche de sacrificios y heroísmos, alentados entre nosotros por el programa revolucionario de 1810. Mientras tanto, a instancias de Bolívar, se aceleraban las gestiones para la reunión de un Congreso de naciones americanas en Panamá. Pero el horizonte se ensombrecía con la iniciación de otra guerra libertadora, por la reivindicación de la provincia Oriental ocupada por los brasileños. Y los hombres del Plata, mientras se esfumaba el pasado colonial, proponían su voto de fe en el porvenir al disponerse, en esos precisos días, a consagrar definitivamente el nombre de Argentina para esta tierra y sus esperanzas.

Puntualicemos ahora algunos rasgos salientes que presenta la Graciosa y divertida conversación.

Es un largo romance -el más extenso publicado hasta entonces en las letras gauchescas- de 1022 versos octosílabos3. Está estructurado en forma dialogada, con lo cual sigue pautas de expresión que luego se harían tradicionales. La escuela de Hidalgo está patente hasta en otro detalle de importancia: se retoman de él los personajes protagonistas, Jacinto Chano y Ramón Contreras4. Ellos son casi los únicos interlocutores   —16→   pues dos mujeres que intervienen al final -Chepa y Pitonga, mujer e hija de Contreras- sólo dicen cuatro versos cada una. Hay intercalada una relación de más de ochenta versos que Contreras pone en boca de un amigo suyo llamado Perucho. Otro personaje nombrado con reiteración es Goya, mujer de Chano5.

El romance dialogado, excelente vehículo narrativo de prosapia hispana, permitió al autor expresar con soltura la trama propuesta. El argumento es sencillo: Chano, gaucho bonaerense, narra los episodios salientes de sus andanzas como soldado de la patria. En esas sus fatigas, podemos, distinguir dos etapas sucesivas, una en el Alto Perú y otra en la Banda Oriental. Es protagonista así de los sucesos finales de la gran guerra contra España por la independencia americana, y de las primeras y triunfales acciones que tendían a rescatar una provincia argentina de la ocupación brasileña. Sin engreimiento, con sencilla naturalidad, da cuenta Chano a su amigo Contreras de su participación en victoriosas jornadas de guerra como Junín, Ayacucho, Rincón de las Gallinas y Sarandí. El   —17→   no establece diferencias ni jerarquías entre unas y otras: está cumpliendo con su deber y todos los campos de batalla le parecen iguales, porque la patria se jugaba lo mismo aquí o allá6. Pero no hay duda de que al autor, con su demorada descripción (más de un centenar de versos), otorgó a la memorable acción de Ayacucho el relieve que le correspondía por su trascendencia excepcional en el destino de Sud América.

Para enlazar los episodios del Perú con los posteriores de la Banda Oriental, sin solución de continuidad, se recurre a un ingenioso expediente: atribuirle a Chano el cumplimiento de sucesivas misiones confidenciales del gobierno de Buenos Aires ante Bolívar y Lavalleja. La admiración por el Libertador venezolano se reitera cálidamente en diversas partes del poema.

Poco después de entrevistar a «aquel hombre mentado que le dicen D. Bolívar», quien lo nombró asistente, entró Chano en campaña. Lo hace en el arma de caballería, «pues soy hombre, de a caballo». Aunque las batallas en que participó monopolizan el relato hay interesantes alusiones a otros hechos conexos, como el sitio del Callao, la obstinación fatal del general Olañeta, y las ambiciones territoriales de los imperiales brasileños. Estos y los godos son el blanco de sus pullas y más que desahogos de odio, reflejan la seguridad y absoluta fe en la justicia de la causa por la que él y sus   —18→   hermanos pelean. Derrotados y rendidos definitivamente los ejércitos españoles en 1825, otra época se abría:


Con esto quedó concluida
la guerra que ha destrozado
las Provincias del Perú
por tiempos tan dilatados.
Y entraron en relaciones
todos los pueblos y estados:
luego se empezó a arreglar
todo lo desarreglado.



En cuanto a Chano,


Como nada había que hacer,
pues todo se había acabado,
me despedí de Bolívar
y me largué por mi pago.



Al pasar por Santa Fe recibe un pliego del gobierno de Buenos Aires, por el cual se le ordenaba dirigirse de inmediato a la Banda Oriental para servir en la lucha ya entablada contra los brasileños. Obedeció con prontitud y aunque «en aquel terreno no soy bastante baqueano», se unió a las fuerzas orientales de Fructuoso Rivera, levantadas en armas contra los dominadores de aquella provincia. En su entrevista con el «inmortal Lavalleja» en su cuartel general, quedó concertada su colaboración en la lucha,


Para asistir con mi brazo
donde el riesgo urgiese más.



Después de Sarandí presentó Chano su informe al gobierno bonaerense, «pues para esto fui mandado». Como recompensa   —19→   a sus continuados y esforzados servicios se le concedió por primera vez licencia, «tan sólo por siete días», al cabo de los cuales debía regresar a la otra orilla, donde recién iba a encenderse la guerra decisiva.

El largo periplo de Chano comprende quince meses, entre agosto de 1824 y octubre de 1825, datos estos sugeridos por el propio poema7.

El contenido del folleto ofrece, pues, una imagen inesperada, cercana, familiar, de personajes prominentes y de episodios memorables de relieve histórico.

La realización del poema y el asunto que lo motivó son coetáneos. Los separan unos pocos meses y aún en algún episodio escasas semanas. Realmente debe estimarse un feliz acierto haber utilizado como hilo argumental sucesos de impar trascendencia continental como Junín y Ayacucho y los inicios de la liberación de la Banda Oriental. El tema es absolutamente original y único en nuestras letras, pues nadie hasta entonces ni después -téngase presente lo dilatado del escenario, que comprende media América del Sur, desde Perú al Plata- lo volvió a abordar8. Quedaba consumado, además, el primer poema gauchesco épico de largo aliento. La narración de la epopeya es relativamente extensa, y aún pudo haberlo sido más, pero un evidente sentido de la discreción evitó al autor caer en el inevitable tedio de lo desmesurado:


Le contaré por encima,
porque si le diera un diario
de tuito lo sucedido,
esto sería demasiado,
ni en tres días con sus noches
acabaría de contarlo.



  —20→  

El rancho de Contreras es el escenario donde, por gracia de la animada conversación, desfilan tantos sucesos prodigiosos que no terminan de fatigar la admiración del dueño de casa, de su mujer y de su hija. Es el pueblo que recibe, oye y premia a uno de los suyos. Pero Chano está de paso. No ha concluido su faena. Sabe que aún le aguarda sufrir nuevo trabajos, según el llano verbo de su modestia.

¿Sabemos algo más de este sencillo hacedor de la patria? Sí, que es hombre de «güena crianza» y «enseñado, en una escuela», «corriendo por el pago de que no soy muy negado». Dispuesto constantemente a sacrificarse por su patria -no era hombre de tener miedo-, estaba decidido a todo, sin titubeos ni remilgos:


Porque en negocios de Estado
corriendo riesgos la Patria,
no hay mujer, hijos ni hermanos
que contengan un patriota;
de este carácter es Chano.



Nunca codició otra cosa que «las glorias del Estado». No se benefició con la prendería de los despojos de los campos de batalla tras las derrotas del enemigo. Él cumple con lo suyo y se da por bien servido.


Es necesario hacer lomo,
Y a todo darle de mano,
Sin reparar en los tiempos,
Si es invierno o es verano.



El usufructo de la libertad es uno de los fundamentos justificativos de las nuevas repúblicas nacidas al calor del ideal y de la indoblegable voluntad de tantos hombres anónimos   —21→   como este paisano aprehendido por un instante en las páginas también anónimas de un poema. Es fuerza creadora que empuja, a los pueblos. Pero los grandes conceptos sólo son realidad cuando cuajan de veras en la convivencia, cotidiana.


No permita Dios que Chano,
enseñado en una escuela,
mire a ningún ciudadano,
como si él mismo no juese.



El poema no hace incursiones en la política interna de nuestro país. Acaso, por contraste, y desde la altura de quien como por oficio o costumbre toca la gloria con sus manos, desea advertir la miseria de los enconos sectarios que suelen extraviar los más promisorios destinos. Está claro, en el pensamiento del autor, que era necesario para el país superar definitivamente los recientes años de anarquía y consagrarse al trabajo fecundo y al progreso. En los brindis con que finaliza el poema Chano expresa su deseo


Que las glorias de la Patria,
y el aumento de las luces,
corran con más ligereza,
que corren los avestruces.



A lo que Contreras agrega:


Que seamos hombres de bien,
y que tengamos unión9.



  —22→  

Tampoco le podían ser indiferentes a Chano los progresos que trabajosamente hacía su patria chica, Buenos Aires, por aquellos precisos años de sosiego y expansivo desarrollo. El espíritu animador de Rivadavia aparece seguramente aludido -y no se pretenda ver en esto pizca alguna de malicia- cuando se regocija de «tanta ilustración que nos tiene encandilados». Ilustración pública por la que también bregó Hidalgo.

El papel asignado a Contreras es breve y pasivo: admirador de su amigo Chano, le escucha y agasaja. Sus intervenciones quiebran oportunamente los largos monólogos de Chano y le dan pie para transiciones donde éste explica su modo de ser, para más luego proseguir su historia.

¿El relato pormenorizado de las batallas y de otros episodios lejanos significa necesariamente información recogida in situ? ¿Estamos en la guerra, en verdad, el anónimo autor del poema gauchesco? Desde ya aseguramos que, no. Las fuentes de sus vívidas narraciones estaban en su propia casa, en Buenos Aires. Eran los periódicos porteños, especialmente El Argos de Buenos Ayres y La Gaceta Mercantil10. Tal como lo probamos en el apéndice agregado a este trabajo lo esencial del texto del poema se corresponde linealmente con la información periodística11. En nuestro caso hemos recurrido al solo testimonio de El Argos de Buenos Ayres y el resultado es tan   —23→   concluyente en este sentido que creemos innecesario un cotejo similar con La Gaceta Mercantil12.

Pero no se crea que el poema es una mera versificación de noticias y documentos publicados en la prensa. Tal como podrá apreciarse en el texto, este es una lograda recreación que sólo un verdadero poeta puede hacer. La peculiaridad de la lengua gauchesca, utilizada con destreza, otorga al relato la frescura y espontaneidad convenientes. Así es como la relación de las batallas -verdadero eje argumental de la obra- de acuerdo a los pormenores ofrecidos en los partes de guerra oficiales, resultan de una sorprendente vivacidad, acentuada por oportunos toques de chanza e ironía a costa de los enemigos. La intercalación de episodios imaginarios protagonizados por el propio Chano durante su intervención en los combates conforma, paradójicamente, la nota verista e intransferiblemente personal. En la introducción del poema como en los versos que enlazan el relato de una batalla con otra, se apuntan elementos relativos al carácter y patriotismo del protagonista, sus sentimientos y miras. Hay también bastantes datos costumbristas y descriptivos de la vida del gaucho. El pintoresquismo está ausente del poema pues este se muestra como franca y sencilla expresión de una realidad que todos conocían y vivían. La obvia intención del autor era en definitiva hacer memoria de la azarosa aventura de un pueblo lanzado a conquistar su libertad.

Ya se ha señalado la notoria influencia de Hidalgo en la realización de este poema13. La estructura, las formas, el   —24→   ambiente, siguen las pautas trazadas por el bardo iniciador. Además, dicho está antes, los personajes son suyos. A tres los exactos de la muerte de Hidalgo, la resurrección de Chano y Contreras era el mejor tributo de reconocimiento a la hondura popular de su huella y el anuncio cierto de la perdurabilidad poética de su nombre precursor.

La técnica con que se elaboró el poema es más que aceptable. La habilidad con que se narra sin agobiar, el estilo esmerado, la fluidez expresiva, son índices sugerentes de la solvencia poética del autor. Si nos atenemos a esos valores, está más cerca de la vivacidad de Hidalgo que de tantas desvaídas páginas de Ascasubi.

La riqueza de vocabulario y modismos utilizados en la obra ofrece excelente material para el estudio de la lengua gauchesca primitiva. El poema aguarda ahora quien lo aborde para desentrañar los múltiples problemas lingüísticos que plantea. En este sentido presenta algunas particularidades del mayor interés.

En el aspecto lexical es pródigo el poema en inesperadas deformaciones de palabras cultas. Pero lo sobresaliente, desde este punto de vista, son los vocablos (marmancho, berrenquear, culanchar, futinguear, etc.) y expresiones (tomar lenguas, andar boyante, tener irronía, andar colloneando, etc.) poco frecuentes o desconocidas incluso en los gauchescos posteriores. En el plano fonético es muy llamativa la insistencia en el uso de las formas mii (por muy) y fii (por fuí)14.

  —25→  

Casi no hay audacias expresivas chocantes, resueltas las más de las veces con eufemismos que irrumpen como guiños intencionados.

También presenta el poema algunas imágenes y descripciones notoriamente logradas. Como estos versos tomados de la relación de los festejos con que Buenos Aires recibió la noticia de la victoria de Junín:


Ya cerca de la recoba,
Al tiempo que iba pasando,
Cataquí la gritería,
Del juerte los cañonazos,
Y tirintín las campanas
Por todas partes sonando15.



Y esta alusión a la muerte por obra de la artillería que arroja balas o bochas de gran tamaño que a quien alcanza


Puede decir que ha almorzado
Para no almorzar jamás.



O las vivencias con que se narra el ataque, sable en mano, a las filas españolas en la acción de Ayacucho; o cuando en la Banda Oriental Chano persigue y derrota a un oficial brasileño, buen jinete, pero que no pudo resistir el impetuoso arrimo de las tres marías...

Hemos dicho ya que el poema fue realizado en base a   —26→   información periodística de época. Esto facilita el precisar la fecha de su elaboración, pues es posible que se hiciera sobre la marcha de los acontecimientos. De todos modos su comienzo es posterior al 1.º de octubre de 1824, en que se anunció en Buenos Aires la victoria de Junín. El último material utilizado -triunfo de Sarandí- se difundió en la ciudad porteña el 5 de noviembre de 1825. En consecuencia el folleto debió publicarse alrededor de diciembre, pues el pie de imprenta corresponde a ese año.

El folleto que, nos ocupa, como ya se anticipó, es anónimo y no hemos podido hallar indicio alguno que permita identificar fehacientemente a su autor. Aunque es evidente que se trata de un hombre culto, ducho en estas lides y, lo que importa más, de un meritorio poeta. No hay duda que se muestra como un avezado intérprete de la peculiar poesía gauchesca. Esto presupone que el autor, reunía otra condición, indispensable: un conocimiento cercano, directo, de la vida y costumbres rurales. Que ello se da aquí lo prueba con holgura la sorprendente riqueza del poema en cuanto hace a su lexicografía gauchesca.

Es posible que el anonimato en este caso signifique que el autor, quizá vinculado a la imprenta estatal -en cuyo establecimiento se tiró el folleto- a través de alguno de los periódicos que allí se publicaban (el oficio de literato y el de periodista se confundían en una misma e inquietante faena), debió tener la convicción de que la lengua gauchesca no había adquirido aún, a pesar de Hidalgo, jerarquía literaria en el consenso del estrecho círculo de letrados que había en la ciudad. En consecuencia habría considerado a su poema com un juguete o pasatiempo de tono menor de imposible perduración más allá de su momento, y por lo tanto, innecesaria y hasta inconveniente la confesión pública de su autoría.

  —27→  

Desaparecido Hidalgo en noviembre de 1822 se hace en extremo difícil determinar la paternidad del poema. Es realmente insólito que una composición de tal aliento, por su tema y extensión, no haya repercutido de algún modo, en sus días, en el ambiente literario de Buenos Aires, impidiéndole así incluso trascender a la posterioridad. Es de confiar que nuevas investigaciones develen este secreto tan celosamente guardado.

No hemos hallado aviso alguno de su aparición en los periódicos de la época, como regularmente se hacía con todas las producciones salidas de las prensas porteñas, lo cual hace suponer que no se puso a la venta y que por lo tanto con el folleto no se perseguía fin de lucro. Pensamos que debió distribuirse exclusivamente entre los amigos del autor. Ateniéndonos a la actual rareza del opúsculo, su tiraje debió ser mínimo.

Tampoco encontramos ningún comentario, nota bibliográfica o siquiera alguna noticia periodística -hemos compulsado las colecciones de El Argos, La Gaceta Mercantil, Mensajero Argentino, El Ciudadano y El Correo Nacional- que dé cuenta del folleto. Aparentemente, nadie -entre quienes llegaron a conocerlo- quiso llamar la atención pública sobre esta obra. Estos detalles robustecen la hipótesis que dejamos expuesta precedentemente sobre la intencionalidad del silencio que rodeó a esta Graciosa y divertida conversación.

Veamos ahora qué grado de relación pudieron tener con el poema quienes en años inmediatos a 1825 utilizaron la veta gauchesca para expresarse.

¿El mendocino Juan Gualberto Godoy? Vivía aún en Cuyo y sus composiciones gauchescas son posteriores a su residencia en el Tuyú (1827-1830)16. ¿El tucumano Luis Pérez?   —28→   Cuanto de él se conoce es de muy inferior factura. Sus burdos versos no resisten cotejo alguno con los que aquí nos ocupan. ¿El padre Castañeda? Si bien se le ha considerado en alguna medida vinculado a la producción gauchesca, debe descartarse cualquier relación suya con el folleto porque éste no se corresponde con su personalísimo estilo.

¿El oriental Manuel Araucho? En las dos únicas composiciones gauchescas conocidas de este autor se encuentra algunos vocablos que en el poema ya hemos señalado como llamativos por lo infrecuente de su uso. Pero al lado de esta posibilidad de atribución -por cierta afinidad léxica- caben algunos reparos. En primer lugar, en el poema se hace expresa mención -sin que hubiera necesidad de ello- de que el protagonista, Chano, no conoce a la Banda Oriental. En segundo término, no se otorga un relieve especial a los acontecimientos de la vecina orilla, actitud difícilmente concebible en un autor que en sus composiciones se ha expresado siempre con encendido amor al terruño. Finalmente, sabemos que Araucho, por la época de elaboración y publicación del poema se hallaba radicado en la Banda Oriental, donde se incorporó casi desde el comienzo a la empresa libertadora de Lavalleja. Eran aquellos, para él, tiempos de acción y no de octosílabos. Sea como fuere es más que sugestivo, concluyente, el hecho de que no aparezca este diálogo en Un paso en el Pindo, recopilación que en 1835 hiciera Araucho de sus composiciones poéticas.

Consideremos ahora la posible vinculación de Ascasubi. Este residió en Salta desde 1824 hasta diciembre de 1825. Fue allí encargado de la recién introducida Imprenta de la Patria, que publicaba La Revista Mensual de Salta (setiembre de 1824 a marzo de 1825). Sus biógrafos han asegurado que Ascasubi escribió y publicó allí un Canto a la victoria de Ayacucho, que hasta ahora nadie ha visto. Aunque se lo ha   —29→   calificado de «famoso» se ignora por supuesto si esos versos pertenecen siquiera al género gauchesco17. Mujica Láinez dice que «dado el tono de toda la producción literaria conocida de Ascasubi, invariablemente fiel a la manera gauchesca, el misterioso canto se nos presentaría como un ensayo juvenil, como un ingenuo sacrificio en el altar de la moda estética entonces imperante y que regía con autoridad de pontífice don Juan Cruz Varela», todo ello, aclara, «en el supuesto caso de que el tal himno haya existido alguna vez»18.

De acuerdo con esto se podría pensar que la Graciosa y divertida conversación fuera el poema perdido de Ascasubi. Sin embargo no somos partidarios de una adjudicación tan apresurada. Se nos ocurren varias objeciones, que podemos enumerar así:

  1. Al publicarse el poema -extenso y bien logrado- Ascasubi contaba solamente con dieciocho años. Sería realmente un alarde de precocidad y madurez. La obra, ya lo hemos señalado anteriormente, muestra oficio y dista bastante de ser un fruto primerizo.
  2. En los ocho números de La Revista Mensual de Salta, que a partir del número cinco se llamó La Revista de Salta, no se inserta ninguna poesía y el material   —30→   es puramente noticioso19. Si no se advierte en esas páginas -puestas a su entera disposición- rastro alguno de Ascasubi literato se hace dudoso que aparezca enseguida con una composición de la envergadura de la que nos ocupa.
  3. No hay referencias a Salta en el poema, como hubiera sido dable esperar en un residente de esa ciudad, pues el argumento lo permitía.
  4. Se menciona con franco elogio al general Arenales, jefe militar en el Alto Perú, y que a la sazón se desempeñaba como gobernador de Salta, y con quien tuvo Ascasubi un desagradable incidente que determinó su salida de esa provincia.
  5. Ascasubi sale de Salta en diciembre de 1825, incorporado a las fuerzas del coronel José María Paz. ¿Habría logrado, mientras tanto el milagro de que publicasen en Buenos Aires un texto gauchesco enviado desde la lejana ciudad norteña por un poeta desconocido como era él hasta ese momento?
  6. La información más reciente que se utiliza en el poema corresponde a la batalla de Sarandí, cuyo parte fue publicado por El Argos el 5 de noviembre de 1825. Tomando en cuenta la lentitud de las comunicaciones propia de aquellos días, y después de completar las noticias con el retraso de rigor ¿tuvo el autor materialmente tiempo para elaborar su obra, concluirla, remitirla a Buenos Aires, gestionar su edición, hacerla componer y sacarla a luz en el cortísimo lapso de poco más de un mes?
  7. —31→
  8. En los Recuerdos que de las glorias de la patria hicieron los gauchos argentinos Chano y Contreras..., poema escrito por Ascasubi en 1844 se hace una rememoración de las guerras de la independencia desde 1810 en adelante, y no aparece ninguna alusión a la batalla de Ayacucho, que sería imaginable haber insertado allí, aunque más no sea como reminiscencia de una obra suya de juventud.
  9. Si bien Ascasubi retomó en Montevideo los personajes de Chano y Contreras, forjados por Hidalgo, ya se ha visto que no fue el único en utilizarlos.
  10. Sería extraño que quien aparece componiendo un poema en 1825, sin precedente poético alguno, dejara transcurrir un lapso tan prolongado -hasta 1833- para recién publicar otra composición del mismo género.
  11. No aparece el poema en la recopilación de su obra gauchesca, en tres tomos, -«colección completa de mis trabajos», dice en el prólogo- y que él mismo editó en París en 1872. ¿Había perdido el folleto o no era suyo? En el primer supuesto, nada obstaba advertir tal circunstancia, tratándose de una composición importante.
  12. El poema, insistimos, es ágil y fluido y aún resiste la comparación con muchas páginas conocidas de Ascasubi. ¿Cabe suponer que en una primera y muy temprana obra evidenciara tanta madurez como en sus composiciones más logradas?
  13. El ejemplar de Gutiérrez no contiene anotación alguna. ¿Es posible que él -tan minucioso en sus apuntes- no consignara el nombre del autor, de haberlo conocido? Y Ascasubi era un amigo a quien seguramente   —32→   debió consultar en el curso de sus imaginables indagaciones para determinar la paternidad del folleto.

De todos modos es nuestra convicción que además de un estudio exhaustivo de las circunstancias que rodearon la aparición del poema, se torna imprescindible un cotejo estilístico, severo y cauto, entre este texto y los de Ascasubi, pues el lapso que los separa es demasiado amplio, y durante el mismo la poesía gauchesca avanzó mucho terreno por obra de diversos cultores que se influenciaron mutuamente. Recién entonces se podría dilucidar esta compleja e interesante cuestión.

No obstante cuanto se lleva dicho quedan aún expeditas diversas vías para investigar y discutir otras posibilidades de atribución del poema.

Por aquellos días había ciertamente contados poetas en Buenos Aires, ciudad-aldea donde todos se conocían. La desaparición de Rodríguez en 1823 y de Luca, Lafinur y Rojas en 1824 redujo sensiblemente aún más el círculo.

Como es bien sabido, los poetas gauchescos en todos los casos no fueron precisamente gauchos sino hombres de ciudad. Algunos -Hidalgo, Araucho- pertenecieron al cenáculo del neoclasicismo rioplatense, única escuela literaria vigente por entonces. Con estos precedentes a la vista cabe conjeturar si de ese rígido parnaso pudo descender a la rusticidad gauchesca, retozonamente, algún otro avezado vate porteño. Por cierto no tenemos motivos para vincular al poema los nombres de Vicente López o de Manuel Belgrano -el dramaturgo de Molina-. Pero ¿y Juan Cruz Varela, el poeta de mayor relieve de la época?20.

  —33→  

¿O el autor, acaso, fue un individuo sin mayores antecedentes conocidos en este campo? Ello explicaría de algún modo el olvido absoluto en que se le mantuvo.

Sea, quien fuere, lo cierto es que Buenos Aires tuvo hacia 1825 -oculto en voluntario anonimato- un poeta gauchesco de insospechados méritos, que en nada desmerece a los clásicos de este género y aún puede parangonarse con ellos.

Finalmente unas palabras sobre la versión que aquí ofrecemos del poema. Es fidedigna y sigue literalmente el texto original del folleto, sin alteración de ninguna índole, respetándose la ortografía, puntuación y acentuación, incluso las erratas, que fácilmente advertirá el lector. Se ha indicado la numeración de los versos para facilitar su consulta y estudio, como asimismo la paginación del folleto. Solamente se agregaron -respondiendo a un criterio histórico- las notas aclaratorias y comentarios relativos al contenido.


Addenda

Estaba ya en imprenta este volumen cuando leímos en el suplemento de La Nación del 2 de junio de 1968 el artículo de Olga Fernández Latour de Botas, «Una pieza olvidada de la primitiva poesía gauchesca», donde daba cuenta de su hallazgo de un folleto anónimo de veintitrés páginas titulado Graciosa   —34→   y divertida conversación que tuvo Chano con señor Ramón Contreras, con respecto a las fiestas mayas de 1823, publicado en Buenos Aires por la Imprenta de los Expósitos, presumiblemente en 1823.

Creímos oportuno entonces, por nuestra parte, dar noticia del folleto que aquí rescatamos del olvido. En el artículo «Un primitivo poeta gauchesco», publicado en las páginas literarias de La Nación del 21 de julio de 1968, anticipamos algunos fragmentos del poema que ahora se reedita y señalamos la relación que, a nuestro entender, existe entre estas dos composiciones coetáneas, extrayendo de allí algunas conclusiones que a continuación transcribimos:

«En ambos folletos -decíamos- hay sugestivos elementos comunes: título, estructura, personajes, léxico, estilo. No es aventurado, pues, admitir que las dos piezas han sido escritas por una misma pluma. Y esto nos lleva a un terreno seguramente pródigo en sorpresas. No se trata sólo del hallazgo de una o dos composiciones gauchescas más, sino de la aparición de un nuevo autor, no advertido hasta ahora.

El hecho que puntualizamos es, creemos, de gran significación para nuestra historia literaria. Este nuevo autor -con méritos propios- continúa en la huella iniciada por Hidalgo. Como el vate oriental falleció en 1822 y los dos folletos fueron compuestos e impresos en 1823 y 1825 no hay posibilidades de confundir su atribución aunque el estilo es muy próximo. Pero se nos ocurre una pregunta: si estos poemas se publicaron inmediatamente después de desaparecido Hidalgo ¿no habrá publicado su autor otras composiciones en vida de aquél? Téngase presente que en las obras atribuidas a Hidalgo hay piezas de filiación dudosa y sumamente discutidas. ¿No se hallarán entre ellas algunas cuya autoría corresponda más bien al creador de estas dos graciosas y divertidas conversaciones?

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Las controversias acerca de la producción de Hidalgo carecían de la perspectiva que ahora se abre, pues tenemos ya ubicado -si bien no identificado aún- un nuevo autor coetáneo, y las obras de ambos pudieron confundirse incluso hasta por el anonimato que los ocultaba. No se trata de cuestionar al padre de la gauchesca sino de poner las cosas en su lugar. Aun con la posibilidad siempre abierta de que se descubran nuevas composiciones de este gauchesco anónimo, creemos que urge un minucioso y sólido estudio filológico y estilístico de los dos poemas ahora revelados -después de que se reediten in extenso- y de los atribuidos sin certeza a Hidalgo. Este necesario replanteo quizá podrá develar secretos no sospechados hasta hoy».



Agregamos, ahora, que el conocimiento del folleto publicado en 1823 refuerza en grado decisivo nuestras objeciones en cuanto hace a la posible atribución a Ascasubi de la paternidad del poema épico de 1825. La cronología es aquí por demás elocuente y resultaría ya insostenible la hipótesis de que un joven pergeñase entre los dieciséis y los dieciocho años, composiciones de semejante aliento.

Queda abierto el camino para que ulteriores investigaciones logren identificar este «nuevo» autor que ha accedido con relieve propio al campo de la poesía gauchesca primitiva.





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