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Un discurso crítico-social en el Chile del siglo XIX: Hostos

Juan Gabriel Araya Grandón



Hostos. Ilustración

Ilustración de Rafael Trelles





De la gran variedad de trabajos ensayísticos, periodísticos y críticos que Eugenio María de Hostos escribiera durante su primera residencia en Chile (1872-1873), su mejor producción, en relación con la nueva realidad que presenciaba, fue su ensayo titulado A Chile en su exposición de septiembre1.

Pues bien, consideramos que este trabajo constituye una de las más altas manifestaciones del pensamiento de Hostos desde la perspectiva de definir conceptualmente la imagen real de una nación en su formación republicana. Por lo tanto, en la medida en que nos sentimos motivados para indagar acerca de la identidad chilena e hispanoamericana, haremos alcances, observaciones y conjeturas sobre el contenido y proyección de dicho documento.

Su motivación directa fue la necesidad de reflexionar en torno a fenómenos sociológicos, políticos y económicos, a la luz de una circunstancia que trascendió la específica descripción de ella misma.

Importa señalar que en el escrito en cuestión se encuentran presentes muchas de las ideas fuerza que Hostos desarrolla en toda su obra. Tales ideas motrices se refieren a la libertad nacional, al progreso basado en la razón y a la necesidad del esfuerzo permanente en la construcción de una nación. Entendemos que la aplicación de dichas ideas, significó, la mayoría de las veces, profundidad en el tratamiento de los temas y certeza en el diagnóstico de problemas defectos y virtudes de la sociedad de su tiempo. Por tal razón, se hace imprescindible reactualizar su pensamiento, pues ninguna de sus ideas motrices ha perdido vigencia, antes bien, ha cobrado una actualidad mayor.

En la obra que se indica, el puertorriqueño es capaz de determinar dialécticamente y de un modo crítico, el estado material, social y espiritual de Chile en la segunda mitad del siglo XIX. Sin abandonar su óptica americanista, Hostos reflexiona sobre temas candentes de la realidad nacional. De esta manera se refiere, entre otras materias, a las causas del retraso económico y social, a los progresos del país, a la situación del campesinado o del obrero y a la irrupción del arte como necesidad vital.

Por otra parte, la monografía que nos preocupa puede ser calificada como un Discurso Inaugural del progreso material y cultural -visto por un extranjero- que la república chilena había alcanzado hacia la década del 70 del pasado siglo. En efecto, Hostos, al describir los progresos de Chile, -país que al inaugurarse la Exposición en septiembre de 1872 contaba con 62 años de vida independiente-, hacía, a la par, una radiografía social y política, necesaria tanto para favorecer el conocimiento de la nación en el exterior, como para contribuir al mayor develamiento de su propio cuerpo territorial.

En esa época, la noción chilena había conocido y privilegiado dos importantes discursos de intelectuales senderos: el de José Victorino Lastarria, pronunciado en la Sociedad Literaria el 2 de mayo de 1842, y el de Andrés Bello, referido al sentido y significado de la educación superior en el acto de fundación de la Universidad de Chile en septiembre de 1843. Pues bien, ambos discursos medulares constituyen la suma de las inquietudes espirituales independentistas del período; sin embargo, ninguno de los dos incluyó el entorno material y social en que se desenvolvía el país en esa década portaliana. Hostos, treinta años después, es el hombre elegido por América para completar ambos discursos. Así, lo estimamos, al menos, cuando fijamos nuestra atención en la visión global e integrada que ofrece del país que visita en misión propagandística en pro de la independencia de Cuba y Puerto Rico.

Hostos, por consiguiente, situado al lado de esos ilustres intelectuales, incluyendo a Sarmiento, entre ellos, elabora un nuevo mensaje del país, pues, pese a la hondura de su mirada y de la lectura social y geográfica que hace de la república, no incorporó a su letra ni la virulencia política extrema ni el elitismo o el idealismo enceguecedor, como tampoco la negación total del presente histórico chileno2. Hostos no ensalza ni anatemiza exageradamente.

Pensamos que la máxima aspiración de Hostos fue la de contribuir a echar las bases de una democracia efectiva en el país que sintió como suyo, sin ingresar al seno de las aristocráticas frondas que luchaban por el poder.

Posteriormente, al comenzar el siglo XX, su tarea crítica -desde otras vertientes del pensamiento- será retomada, en relación con el examen de los problemas del país, por destacados chilenos, los cuales ponen el acento, con mayor o menor intensidad, en detectar y perfilar la personalidad verdadera del país3. Entre ellos Alejandro Venegas, Luis Emilio Recabarren, Francisco Antonio Encina, Nicolás Palacios, Alberto Cabero.

La razón fundamental del trabajo de Hostos fue hacer un perfil de Chile a partir de la Primera Exposición Nacional de Artes e Industrias, inaugurada en la capital el 15 de septiembre de 1872, de acuerdo con la iniciativa visionaria de Benjamín Vicuña Mackenna4.

Ahora bien, con motivo de la señalada exposición, el ayuntamiento santiaguino convocó a Concurso Público de ensayo -llamado Memoria por los convocantes, de acuerdo con la nomenclatura universitaria vigente, la que aún no utilizaba la expresión «ensayo» para referirse a un tipo de trabajo intelectual-, a fin de ponderar la producción del país y la iniciativa misma. Hostos concursa y obtiene el Primer Premio con un trabajo de 96 páginas, dedicado a describir los frutos de la exposición y a enjuiciar sobre esa base la realidad chilena en general.

En forma muy didáctica, Hostos escribe su ensayo. Sin embargo, más que su exposición formal, nos interesa mostrar la motivación que explica su escritura. En este sentido, pensamos que Hostos al escribir sobre una realidad específica, no hace más que vaciar su personalidad centrada en tomo a una preocupación básica; la liberación política, social y económica de América Hispana, en función de su independencia definitiva y de su progresivo aumento material y espiritual. De tal manera que al convertir a Chile en tema de su ensayo, siempre se mantiene en sintonía con su impulso inicial: lograr la emancipación integral del continente de habla española y alejarlo del oscurantismo, la opresión y el pauperismo. Emancipación concebida en términos de cortar nudos con el antiguo régimen colonial, por ende, con su herencia de atraso y vasallaje.

Por consiguiente, la lectura de Hostos significa una contribución a la búsqueda reveladora de nuestra identidad nacional, en función de una mirada continental. Y en esa dirección hay que entender su monografía sobre Chile. Un intento logrado de construir el perfil del país austral, a través de una mirada desprejuiciada y altruista.

Parte del trabajo de Hostos se inserta en el viejo tópico de alabanzas y bondades del clima; sin embargo, avanza mucho más que otros en esa consideración, pues ahora establecerá la relación entre el clima y sus habitantes. Incluso, alerta sobre el cuidado que se debe tener en la preservación de la vegetación y en los peligros de la explotación y minera indiscriminada. ¡Un ecologista en ciernes!

Al comenzar su trabajo, Hostos parte de un rasgo considerado hasta el día de hoy como peculiar al chileno. Dicho rasgo lo apreciamos cuando el patriota puertorriqueño afirma que la exposición fue improvisada, debido a que hubo muy poco tiempo para montarla, sin embargo, agrega a continuación, este hecho permitió demostrar que el país estaba en condiciones de salir airoso de una situación de premio, pues disponía de los elementos necesarios para exhibir sus adelantos.

La sincera y directa observación sirve para insistir en la importancia de los recursos materiales del país. Pero, al mismo tiempo, para establecer que dichas materialidades: industriales, agrícolas, mineras y artísticas, fueron posibles porque el progreso tuvo un punto de partida: el día en que se inició la independencia nacional, porque, para él, fue el clima de descolonización la causa del progreso, más que la acción misma de la clase dirigente o la magia de la improvisación.

Hostos -inmerso en su problemática- obvia mencionar el denominado período anárquico de la república, para poner énfasis en la existencia independentista, aunque en verdad valora indirectamente sus aportes.

Insiste en que Chile ha nacido y se ha formado a raíz de una protesta violenta contra una vida colonial anterior. En esta línea de pensamiento se hermana con Lastarria y otros, pero se separa de él y de representantes del liberalismo5 en su carácter y en la valoración del presente nacional, tan estigmatizado por el prócer chileno.

El puertorriqueño formula, evidentemente, su pensamiento desde una realidad distinta a la del chileno, pues, para hacerlo, parte del estado calamitoso de opresión que sufre su país. De allí su énfasis en el progreso chileno y en su independentismo. No obstante esta actitud, Hostos no vacila en denunciar lacras y miserias del Chile republicano.

Por otra parte, Hostos no sólo se separa de Lastarria en su teorizar y práctica, sino que también lo hace de Sarmiento y otros intelectuales americanos, pues al referirse a la dicotomía América-Europa, no trepida en decir que es falso aquel juicio que plantea la superioridad de esta última. Y, a pesar de destacar visiblemente los grandes progresos europeos, concluye expresando que América Latina ha hecho más que Europa en pro de la civilización universal, porque todo lo ha hecho en menos tiempo de su historia. Más aún, no vacila en aseverar que Estados Unidos y su grandeza, no es más admirable que la fuerza vital de las sociedades latinoamericanas, pese a encontrarse éstas contaminadas por las enfermedades de su origen colonial.

Al referirse a Chile concretamente, Hostos establece relaciones entre el país y su geografía6, entre la naturaleza y el hombre que la habita. Formula inteligentes observaciones sobre especies representadas en la exposición. Maderas y granos, por ejemplo, las sirven para hacer una historia de la vegetación chilena. De tal suerte que el análisis hostiano, siempre culmina en predicamentos generalizadores y en categorías que el estudioso puede aplicar a la realidad social.

Por lo tanto, el estudio de Hostos supera la muestra de referencia para proyectarse en una suerte de sociología de la historia y la geografía. La inicial descripción de los referentes y objetos es el pretexto par una construcción superior que incluye principios de la razón y la ciencia.

Al detenerse en los adelantos industriales, reflexiona acerca de la importancia que adquiriría el trabajo agrícola al considerar la mecánica en su cultivo. A raíz de ese hecho puntual, Hostos patentiza su grado de conciencia positivista al aseverar que la actividad material modifica el carácter del hombre y su sociedad7. Existen a lo largo de su obra muchos planteamientos semejantes.

Revela una gran comprensión de los complejos problemas que emanan del trabajo y de la producción de un país que recién entraba en la modernidad. En especial de una sociedad liberada de la dominación extrajera.

Hostos -proveniente de un país, centro de una arrasada economía colonial y empapado de un ideario liberal con conciencia social-, no puede menos que exteriorizar su satisfacción al encontrarse en una nación que era administrada -aunque no correspondiese a su ideal pleno- por un gobierno liberal. De allí la ilusión que se forja al creer que los trabajadores chilenos comienzan a emanciparse del yugo impuesto por los patrones. Contempla -además- con asombro, la gran obra pública que realiza el dinámico y derrochador Intendente de Santiago, el escritor Benjamín Vicuña Mackenna8. Contempla, a su vez, el auge económico del país como producto de la explotación de los ricos minerales de plata descubiertos cerca de Antofagasta (Caracoles, 1870), del salitre y de las guaneras del norte.


El porvenir de Chile

En cierto modo, Hostos estima que la situación económica determina un progreso político en las instituciones, las cuales, en virtud de esta dinámica, en el futuro tendrán que democratizarse por la vía de la liberalización del trabajo y el capital. En apoyo a su argumentación señala las mayores libertades cívicas que ofrece el liberalismo en comparación con el conservadurismo autoritario. La utopía liberal ejerce su fascinación, con pasión, en el espíritu de Hostos.

A la postre, dadas las argumentaciones que arguye acerca de «lo que puede ser Chile», Hostos construye idealmente el país que lo recibe. Funda sus esperanzas en un futuro promisor, que dará cabida a una nación de sólido carácter, altiva y confiada en sí misma. Del mismo modo, estima que, si Chile modifica en mejor forma su estado social, podrá llegar a ser una democracia. Así expresa: «La democracia, aunque parezca lejana todavía, será asegurada para Chile, porque es una condición necesaria del movimiento de la sociedad chilena». Y reitera que no habrá verdadera civilización en Chile hasta que haya una verdadera democracia, porque, siendo la democracia la expresión necesaria del desarrollo completo de la sociedad, se impondrá definitivamente a ella y a sus gobiernos.

En virtud de la exposición, Hostos enuncia que Chile está distante de tener una civilización propia, pero que va hacia ella y deberá llegar hacia ella.

No menos interesantes son sus ideas en torno a la inmigración europea, al telégrafo, a los ferrocarriles o a los problemas que suscita la tendencia de la tierra.




La dinámica discursiva

En la monografía hostiniana se advierte una aguda vigilancia intelectual que alza la reflexión teórica hacia horizontes más globales de comprensión del mundo. Por esa misma razón su autor no sólo describe e interpreta el hecho puntual que examina sino que, además, ahonda sus reflexiones según las motivaciones que recibe. Es en este punto donde Hostos funda su discurso crítico-social, en función de las realidades chilenas observadas.

Por lo tanto, cuando Hostos nos habla de las virtudes de los productos exhibidos en la exposición, presenta, a la vez, sus ideas sobre el movimiento de la sociedad chilena hacia formas más perfectas de civilización.

En este sentido, Hostos, definiendo a la civilización como un producto del trabajo humano9, dirige la mirada y la intramirada de su ensayo a cuatro momentos sociales: el momento de la agricultura, el momento de la industria, el momento de la mecánica aplicada y el momento del arte. Cada uno de ellos vinculados a las respectivas secciones, pero estudiados a posteriori dentro de un contexto más universal.

Al examinar la sección agrícola, Hostos también piensa en el hombre que ha creado los productos y en el campesino que lo representa, confiando en que algún día aprenda a leer. Estima que detrás del objeto está el ser verdadero, el que crea y el que sufre. Sólo por ese hecho piensa «merece ser contemplada con reverencia la Sección Agrícola».

Al detallar sus observaciones, critica al latifundio, acusándolo de demoler los templos vegetales para ensanchar sus terrenos cultivables y de explotar al campesino, afirmando, a la vez, que «el influjo de la ley no llega al campo». En ese hecho aprecia la sorda oposición entre campo y ciudad.

Por lo tanto, a la llama de dichos planteamientos, la vieja dicotomía sarmientina de civilización y barbarie queda superada al introducir el puertorriqueño un elemento más preciso de la contradicción: la mala administración de la justicia.

Para que no haya dudas acerca de su posición al respecto, asevera que «el progreso, como la civilización, está en peligro, cuando existe el desnivel intelectual que separa al hombre que sólo tiene necesidades animales del que tiene necesidades más complejas».

Al igual que la preocupación demostrada por el campesino, Hostos vela solidariamente por el obrero al reclamar por sus ominosas condiciones. A tono con su mentalidad, expresa enérgicamente que éste debe tener derecho a escuela nocturna, biblioteca y a formación tecnológica, política y social, para que sea un ser humano normal.

A fin de profundizar en el aspecto anterior, el puertorriqueño eleva el bisturí de su pluma en la educación colonial hispana, calificándola de nefasta por estar basada en la inercia y en el descrédito del trabajo10. Y así expresa:

Trabajar era confesarse pobre honrado; confesarse pobre honrado era declararse pueblo, ser pueblo era ser víctima.



En consecuencia con los razonamientos anteriores penderá el uso de maquinaria agrícola moderna11, sin dejar de denunciar a los gobiernos conservadores anteriores que habían negado el año 1847 el uso de tales máquinas porque aquellos eran ejecutores de una voluntad negativa de la sociedad.

Hostos. Óleo

Hostos, óleo de Lorenzo Homar




La apreciación artística

En ningún caso Hostos descuida el análisis de la cuestión artística, al contrario la privilegia, pues realiza una serie de atinadas observaciones en torno a la Sección Artística de la Exposición.

En efecto, celebra la exposición de pinturas, esculturas y otras artes en el escenario de la gran muestra nacional. Elogia los trabajos de Nicanor Plaza, el gran escultor chileno del siglo XIX, pero, al mismo tiempo, con delicada ironía, manifiesta que en Chile ha empezado a formarse un museo doméstico -creación adulterina de la vanidad y el lujo- en el ámbito de algunos poderosos validos de la fortuna. Formula esta observación en el bien entendido que lo que debe interesarle a un pueblo realmente, es el desarrollo del arte, no en forma privada ni al servicio de un individuo en particular, sino en función social para que sea exponente y coeficiente de la vida de un pueblo.

Asimismo, volcándose contra la miopía de la clase dirigente chilena en su comprensión del arte verdadero, critica mordazmente el gusto artístico de la alta sociedad. Así afirma que esta última no estima otra pintura que la que signifique la representación de algún retrato familiar, pues no comprende la obra de arte, sino en cuanto ésta señale un fin útil o práctico. De este modo, solamente valorará como arte el adorno de un estrado o un homenaje retratístico a sus antepasados.

Sin embargo, desde una perspectiva optimista, no vacila en afirmar que esta sociedad iba a salir de su ignorancia, arguyendo que el arte es un producto del desarrollo y de la evolución de los pueblos. De tal forma que, a pesar de expresarse en el «museo doméstico» y en el gusto unilateral de una clase, el movimiento ascendente del pueblo en la búsqueda de su prosperidad, produciría, a la postre, la necesidad colectiva de la dignidad estética. Hostos expresa este ideal en los siguientes términos:

El vago sentimiento de lo bello que había estado desarrollándose en silencio, se había convertido en realidad. Chile tenía vocación artística porque tenía artistas y tenía obra de arte.






Consideraciones finales

Por último, y a modo de síntesis, planteamos que la monografía en cuestión, accede en un alto grado a la construcción teórica y práctica de un perfil de Chile. Teórica, en la medida en que reflexiona sobre la naturaleza y el ser de una nación dentro de una concepción utópica de la tierra de América; práctica, en cuanto toma para su quehacer los datos materiales: sociales, políticos, y culturales de una exposición nacional. Por lo tanto, cumple los requisitos de un estudio activo, no contemplativo, al incorporar la reflexión interpretativa y creativa más los datos científicos que la hacen posible.

De tal suerte, Hostos construye una definición posible de Chile en un período de su historia y en su contexto hispanoamericano. Situado el autor en el interior del mismo período, le otorga a su visión toda la validez política y moral que puede emanar de un patriota auténticamente americano.

Por tal razón postulamos que la monografía en cuestión -utilizamos esta expresión genérica para apuntar a su limitación temática y a la intensidad en su estudio12-, representa un auténtico «discurso inaugural». Discurso inaugural, puesto que perfila los rasgos materiales y espirituales más representativos de un país que comienza la lucha por tener una identidad.

Como se ha podido apreciar, los puntos de vista que el puertorriqueño tomó en cuenta para su estudio, objetivizan los adelantos y retrasos de un país, los defectos de su clase dirigente, los avances históricos y muchas otras expresiones más. Sin embargo, nos interesa destacar el hecho de que Hostos aplica en Chile un proyecto de transformación y exigencia de amplitud libertaria. Un proyecto que considera la fuerza del cambio y de la renovación que incluye todos los estratos de la sociedad, a fin de incluir en él todos los agentes que configuran la nación. Dado ese paso, fácil es deducir que Hostos aspira a un reforzamiento de la identidad cultural del país andino, cortando las amarras con el elitismo estrecho y con una suerte de hispanismo educacional anquilosado e inerte.

Ahora bien, para hacer efectivo tal proyecto es necesario considerar la idea matriz que genera a todas las demás. La idea del progreso, basado en el esfuerzo, en el sacrificio y en la emancipación del hombre y su pueblo, sin incluir en dicha idea la dominación cultural por la vía de la penetración foránea. Pretende a través de su puesta en práctica llegar a la emancipación cultural que conduzca, finalmente, a la redención social, política y económica del ser hispanoamericano.

De algún modo entendemos que este trabajo contribuye a perfilar en mejor forma la imagen del Chile del siglo XIX.







 
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