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Un nuevo arte sagrado

Ricardo Gullón





Ya fue consagrada y abierta al culto la Iglesia de Nuestra Señora en Assy (Saboya), construida con una intención ejemplar. Ilustres artistas contemporáneos contribuyeron a realzar la sorprendente belleza del templo: Fernand Léger realizó los luminosos mosaicos de la fachada, con símbolos tomados de la Letanía: sobre el altar mayor cuelga una admirable tapicería de Jean Lurcart, que representa el árbol de la vida, el Apocalipsis y la victoria de San Miguel sobre el Dragón.

La puerta del tabernáculo fue hecha por Braque, el Cristo en la cruz por Germaine Richier; el Santo Domingo, por Matisse; el San Francisco de Sales, por Bonnard. Las vidrieras, admirables de color y de belleza, se deben a Bazaine, Paul Bony, Huré, Bercot y otros. Acaso lo más extraordinario sean las vidrieras de la parte de la fachada, invención del gran pintor católico Rouault, cuyo Cristo agonizante alcanza la más para emoción religiosa y artística.

En Vence acaba Matisse la decoración de una capilla; en el Aisne han encargado a Fernand Léger las vidrieras para otra iglesia, cuya fachada en mosaico hará Bazaine, mientras nuestro Juan Miró realiza el bautisterio. Por toda Francia circula una poderosa corriente en pro de la renovación del arte religioso. Los dominicos se hallan en cabeza de esta batalla y luchan por vencer las resistencias de los sistemáticamente adversos a todo intento renovador. El Padre Coutourier, a quien se debe la iglesia de Asay, propugna una mayor relación entre sacerdotes y artistas, que a su juicio viven incomunicados: «no viven en el mismo mundo -escribe en la revista "L'Art sacré"-: no se encuentran, y cuando se encuentran, no se comprenden. Desconcertados, los sacerdotes se vuelven hacia los comerciantes especializados, y se dejan robar. Creyendo tener "arte religioso", no tienen sino morralla y una clase de arte de propaganda de muy baja calidad».





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