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Los de las Obras poéticas (1778), a no ser que se trate de los dos primeros tomos del Theatro Hespañol. Nuevo arcaísmo («ferido») que recuerda adrede el lenguaje de D. Quijote.

 

42

Alusión al poema satírico de Huerta El loco de Chinchilla.

 

43

Alusión a El Pedo dispersador. Tres y cuatro son siete, y éste es el número real de los «apestados» en esta «fábula medio verdad y medio mentira».

 

44

Voz despreciativa usada por el autor en el poema citado en la n. ant.

 

45

La expresión es de Huerta (Theatro Hespañol, M., Imprenta Real, 1785, Prólogo del colector, p. XXXIV, n. 1: «...trágicamente contagiados de un galicismo volátil»).

 

46

«Del traductor de la Xaira / feridos de la Advertencia...» (El P. dispersador).

 

47

Véase n. 13

 

48

«...at aeternum vivere amica manus» (véase n. 31).

 

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Los muchos neologismos rimbombantes del autor -algunos de los cuales se han incorporado a la lengua-, esos «vocablos de su nuevo cuño», o «nuevas y exóticas voces», según escriben varios contemporáneos, desataron, como es sabido, la risa de sus contrarios («transpirenaicos», «innocuidad», «espontaneidad», «pusilidad», «fastidiosidad», «livores», «soporoso», «despreocupado», «impuntualidad», «capciosidades», «intranscendental», «philo-galo», «hispano-celta», «garrulidades», etc.). «Antes no sabíamos cómo expresar las palabras sofisma o cavilación, visita, congreso, coloquio, fastidio, sin sustancia, poca puntualidad o exactitud, nada oportuno, entrometerse, nacional, sin transcender, enredo o maraña, embidia, grandiloquo o eloqüente, desapasionado, odio o pusilanimidad...»; ahora conviene sustituirlas por «capciosidades, entrevista, fastidiosidad; es necesario desterrar el sin y decir insustancial, insustancialidad, impuntual, intranscendental; debemos decir indigena, intriga, livor; se ha de procurar ser magniloquo, despreocupado; y aunque se incurra en odiosidad, es menester salir de la pusilidad». Tentativa de aprovechamiento crítico en la Lección crítica de D. Vicente García de la Huerta que dio a los lectores del Papel intitulado Continuación de las Memorias críticas de Cosme Damián. Dala a luz en defensa del inimitable Miguel de Cervantes Saavedra D. Plácido Guerrero (Joaquín Ezquerra), M., 1785, p. VI; anunciada por la Gazeta del 15 nov.

Manuel Rubín de Celis, en su Diálogo Céltico, Transpirenaico e Hiperbóreo en defensa de la Escena Hespañola con Apostillas de Don Vicente García de la Huerta, elogio irónico de La Escena hespañola defendida... (reedición del prólogo del Th. Hesp. y de la Lección crítica...), que anunció la Gazeta del 17 oct. 86, trata de «imitar al Leccionista» en lo que a neologismos se refiere, proponiendo en la p. 7: instrenuos y obsoletos, inyucundamente, dentifrangíbulos (los puños, con los que se rompen los dientes), nucifrangíbulos (los dientes, de que nos valemos para romper las nueces)..., y exclama más adelante (p. 16): «¡Oh dichosos y bienaventurados términos! y ¡oh dichoso y bienaventurado cerebro donde se forjaron!».

Y por último, merece la pena recordar, para comprender mejor aún la elección del metro octosílabo por Jovellanos, Forner, y otros en sus sátiras contra Huerta, que D. Juan Pablo, en su Fe de erratas del Prólogo del Theatro Hespañol que ha publicado D. Vicente García de la Huerta (B.N.M., ms. 9587), afirma burlonamente que el referido prólogo es lectura de todos los españoles, «y hasta los ciegos de esquina lo leen con un placer imponderable y han tomado sus gallardas frases y expresiones magníficas [esto es, barroquizantes] ya para modelo de sus romances y jácaras» (p. 129). Y supongo que el copista que caligrafió las obras de Forner destinadas a Godoy, al transcribir la frase: «instruid Arrieros y Cabreros en los íntimos Gavinetes de los Palacios», no debió de entender o de leer bien el verbo «intrusad», que fue probablemente la lección correcta, pues escribe Huerta una vez «intrusarse» (Lección crítica.... p. XVIII) con el sentido de «introducirse», «meterse» (véase: «entrometerse» en la citada frase de Ezquerro), y esta introducción o artificial mezcla de clases en las concurridas «comedias de teatro» era uno de los «defectos» más condenables de dichas obras para los neoclásicos.

 

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Lope de Rueda, Juan de Mal Lara, Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola, y Esteban Manuel de Villegas. «De sólo Juan de Mallara (sic), que floreció mediado el siglo décimo sexto, afirma Juan de la Cueva que escribió mil Tragedias» (Huerta, Lección crítica.... p. XVI).