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11

A lo largo de este breve epistolario aparece varias veces este verbo, «perecerán...», como alusión a una frase o muletilla que producía hilaridad en los dos amigos. A lo que parece, la frase en cuestión, acuñada por un individuo al que llaman Gregorito, quien la repetiría de continuo, expresaba la idea de que todo lo que no estuviera escrito en latín perecería. Véanse, mas abajo, cartas 2, 7 y 8.

 

12

Alusión a Fedro 4, 10, texto que permite comprender la de más arriba a «la talega de tonterías que llevamos todos colgada no sé dónde»: Peras imposuit Iuppiter nobis duas; / propriis repletam uitiis post tergum dedit, / alienis ante pectus suspendit grauem. / Hac re uidere nostra mala non possumus; / alii simul delinquunt censores sumus. Es decir: «Júpiter nos ha cargado a todos con unas alforjas de dos bolsas; una, llena de nuestros propios defectos, nos la ha puesto a la espalda; la otra, pesada a causa de los ajenos, nos la ha colgado sobre el pecho. Por eso, no podemos ver nuestros defectos, pero en cuanto otros cometen una falta los censuramos».

 

13

El texto de Cicerón dice exactamente (nótese el orden de palabras): maximum ornamentum amicitiae tollit qui ex ea tollit uerecundiam (De amicitia 82); esto es: «quien despoja a la amistad del respeto le quita su mayor ornamento».

 

14

El Systema naturae de Linneo, obra básica de la sistemática o clasificación de las especies naturales, conoció numerosas ediciones, progresivamente ampliadas, desde la primera (1735).

 

15

Es el episodio de Maritornes y el arriero, en la venta que don Quijote creía ser castillo (I, 16); don Quijote atribuye los golpes que recibe a la intervención de un moro encantado (I, 17).

 

16

No he encontrado confirmación de la existencia en Aranjuez de una posada con este nombre.

 

17

Alusión a un pasaje de una oda de Horacio (3, 1, 5-6): regum timendorum in proprios greges, / reges in ipsos imperium est Iouis, «los reyes temibles tienen imperio sobre sus propios rebaños (de súbditos), sobre esos mismos reyes lo tiene Júpiter».

 

18

La calle de la Reina es un largo paseo que flanquea por el Sur el llamado Jardín del Príncipe, y que arranca, junto con las calles del Príncipe y de las Infantas (formando las tres una especie de tridente), de la glorieta (llamada hoy de Santiago Rusiñol) que se sitúa a la entrada de Aranjuez, junto a la gran plaza de San Antonio.

 

19

Aunque hoy se llama «del Rey» el pequeño jardín rectangular situado en la esquina sudoriental del palacio de Aranjuez -y unido al llamado «del Parterre», ante la fachada trasera del edificio-, creo que no es a este al que se refiere Coetanfao, por dos razones: porque es muy pequeño para dar por él un «largo paseo» y porque entonces era conocido como jardín «de las Estatuas» (Álvarez de Quindós, p. 294). Seguramente, Coetanfao se refiere al inmenso Jardín del Príncipe, comprendido entre la calle de la Reina y el río Tajo; había sido realizado durante el reinado de Carlos III a instancias de quien era entonces Príncipe de Asturias, y de ahí su nombre; pero en 1791, con Carlos IV ya en el trono, Coetanfao probablemente considera menos equívoco llamarlo «del Rey».

 

20

«salvo porque no estás conmigo, por lo demás alegre»; es el último verso de una epístola de Horacio (1, 10, 50).

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