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ArribaAbajoA una coqueta


ArribaAbajo    Hija mía: con guiños y monadas
de otros a hacer aspira la conquista;
figurar nunca quise en la gran lista
que lleváis las coquetas desalmadas.

Conmigo no hay magnéticas miradas,
ni sonrisas que valgan una arista,
y los nervios, de que habla un romancista,
son para mí solemnes bellacadas.

Quede eso a mancebitos de la hoja;
(este verso no es mio, es de Quevedo)
yo no entiendo de tira ni de afloja;
yo ni subo, ni bajo, ni estoy quedo;
mas, sin darla de ser toro jugado,
soy ya... carabinero jubilado.

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ArribaAbajoDesdén


(De Víctor Hugo)


ArribaAbajo    No es de admirar que en cólera no estalle.
Si al trueno en vuestras manos falta vida,
¿qué mucho que de arriba abajo os mida
       y os hiele mi perdón?
Bien castigados vais, que en vez de encono
pena inspiráis. Osar contra un gigante
y de él no merecer (¡es humillante!)
       siquiera un bofetón!!!

Antes de que la injuria hasta mí llegue
       y excite mi furor,
costumbre tengo de medir la talla
      de mi difamador.

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ArribaAbajo No es imposible


ArribaAbajo   No se eleva el humilde jaramago
hasta la altura de la regia encina,
ni puebla de armonía el aire vago
quien como dulce ruiseñor no trina.
¡Sueño es mi aspiración! Ni la esperanza
       oso abrigar que un día
       se convierta en bonanza.
Del corazón la tempestad sombría.
¡Muy alta estás! Yo apenas me levanto
       del polvo de la tierra,
y en ti la humana esplendidez se encierra.
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Belleza, juventud, fortuna, cuanto
       hace bella la vida,
rodea tu existencia bendecida.
       Tú eres sol, yo soy nube
que hasta tu gran excelsitud no sube.
¡Ni a mirarme desciendes! ¡Ah! Si un día
del águila me alzara hasta la altura,
acaso tu mirada encontraría...
¡Quién sabe si intentarlo no es locura!
Quien sabe si en el fuego en que me abraso,
mariposa gentil, también pudieras
quemar tus alas, y por mí sintieras
lo que siento por ti... ¿Quién sabe acaso?...

Yo, que soy más prosaico que un botijo,
interrumpí al poeta: -¡Quién sabe, hijo!
Si a Cupido el capricho se le mete
       sucederá, de fijo.
De menos hizo Dios a un tal Cañete,
       pues lo hizo de un puñete.

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ArribaAbajo Los ojos de...


ArribaAbajo    ¿Que soy cobarde? ¡Corriente!
Téngote pánico atroz
y huyo de ti, dulce niña,
que soles tus ojos son
y temo arder en su llama,
mariposa del amor.
Asegurado de incendios
quisiera estar, como hay Dios,
para resistir sin miedo
de tu mirada el fulgor.
Huyo de ti que eres, niña,
animada tentación,
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capaz de tornar a un santo
en un muy gran pecador.
Eva, la del Paraíso,
tus ojos lindos debió
tener, sin disputa, cuando
Adán dio aquel resbalón,
cuyas consecuencias paga
la prole hasta el día de hoy.
Los rayos del sol son nieve
en la tropical región,
comparados de tus ojos
con el fuego abrasador.
No me mires, que me quemas
el ya enfermo corazón,
y me ha recetado el médico
que lo precava del sol.

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ArribaAbajo Rhampsenit


(De Enrique Heine)


ArribaAbajoA sus caros y fieles vasallos
del Egipto y la Etrusca región,
amistad y salud les promete
Rhampsenit, por la gracia de Dios.
En la noche del cuatro de junio,
atrevido robose un ladrón
las alhajas del reino, y tan sólo
mi corona y mi cetro dejó.
A nuestra hija, la augusta princesa,
encargamos guardase estas dos
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bajo llave, en su estancia sagrada...
¡¡¡Y a nuestra hija también se robó!!!
Por poner a los robos un coto
y simpático siendo el raptor,
le acordamos la mano de aquella
con derecho a reinar, muerto Nos.
Dado el trece de junio del año
al arribo de Cristo anterior,
setecientos catorce -firmado-
Rhampsenit, por la gracia de Dios.

Y el ladrón con la princesa
       se casó.
Rhampsenit bajó a la huesa
y al trono el ladrón subió.
Y se lee, para su gloria,
       en la historia
       nacional,
que dejó eterna memoria
a Egipto el ladrón real.

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ArribaAbajoConsejo


ArribaAbajo    No así te muestres altiva,
que la altivez es dañosa,
y mucho pierde una hermosa
que lides de amor esquiva.
    De adoradores la grey
hace tu desdén huir;
mas vencer sin combatir
es triunfo de mala ley.
Y al verte hacer tanto alarde
de inclemencia, dirán luego:
-Esta niña teme al fuego
y ando huyéndole cobarde.
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    De las flores peregrinas
la rosa la reina fuera,
si su esplendor no ofendiera
verla rodeada de espinas.
Mejor tú no eres que Eva,
y claro la Biblia dice
que al fin mordió la infelice,
no sé si manzana o breva.
    Que el travieso corazón
se pone, es cosa probada,
a la hora menos pensada
en total sublevación.
    Y demonio o serafín,
a todas, no hago excepciones,
en materia de pasiones
les llega su San Martín.
    Por lo cual, dice un centón,
que debe ser la mujer,
ni sencilla de cocer,
ni áspera de condición.
    Pero ¡por vida del diablo!
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¿Quién sufrirá a una hechicera
siempre adusta y altanera
como santo de retablo?
    Lo que haces va en vilipendio
de tu sexo, ¡por quién soy...!
Y no hablo por mí, que estoy
asegurado de incendio;
    Pues la edad y los achaques,
la experiencia y desventuras,
no me permiten locuras
que hacen otros badulaques.
    Así, niña de mis ojos,
si Dios no te llama a monja,
fuerza es que oigas la lisonja
de un amador, sin enojos.
    No contestes con agravios
al que de tus ojos bellos
diga son de luz destellos,
que son púrpura tus labios;
    Y que es tu talle gentil
y tu cutis de azucena,
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y que tu voz dulce suena
como el aura en el pensil.
    Oye esas galanterías
como quien oye llover,
aunque plagios puedan ser
del Trovador y Masías.
    Óyelo por caridad,
y en actitud complaciente,
aunque la historia te cuente
del califa de Bagdad.
    Porque sino... ¡no hay tu tía!
si no te recoge Dios,
como uno y uno son dos
vestirás santos un día.

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ArribaAbajoEcco il problema


ArribaAbajo    Hay una institución de nuevo cuño:
DATARÍA CIVIL tiene por nombre,
lo cual a los casados, hembra y hombre,
se ha propuesto meterlos en un puño.

    Yo de esa institución no refunfuño,
(justo es que la estadística que se alfombre
con toda exactitud) y no os asombre,
porque ella no cosecha en mi terruño.

    Mas si me tienta el diablo el mejor día,
exaltando nervioso mi sistema,
y me entra de casarme la manía;

    ¿Me dará Dios la suficiente flema
para andar entre Curia y Dataría!
¿Qué opina usted, lector? Ecco il problema.

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ArribaAbajoCuestión de gustos


ArribaAbajo    Burla y escarnio de los hombres sea
(dicen unos) el ángel hechicero
que fuma, como fuma un granadero,
y echa más humo que una chimenea.

    Quédese vicio tal para la fea
que no tiene noviazgo en candelero,
y que, con el cigarro y el faldero,
su doncellez impávida pasea.

    Pero nada hay que tanto a mí me incite
como el mirar golpeando una panquita,
a una muchacha de gentil palmito.

Y atrévome a decir: -si usted permite
que la pida limosna, señorita,
cuando acabe... regáleme el puchito.

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ArribaAbajoUn retrato


ArribaAbajo    Silencio, ratas, que la noche es larga.
Yo tomo la palabra, y que me emplumen
sino brota mortal de mi cacumen,
contra cierto bribón una descarga.

    Ostentando una facha de botarga,
es de todos los vicios el resumen;
y si es verdad que el mal tiene su numen,
no sé porqué con el malsín no carga.

Aumentó con lo ajeno su gabeta;
traicionó a todos, tirios y troyanos;
nunca dio de limosna una peseta;
chisme y calumnia fueron sus hermanos,
y dice ¡desalmado fariseo!
que cree en Dios y que gana el jubileo.

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ArribaAbajo¡Vaya un consuelo!


ArribaAbajo    No te irrites, hermano, porque un chinche
a quien ninguno conoció en la escuela,
y que ha leído tal o cual novela,
echándola de crítico relinche.

No rasgues sangre ni te dé berrinche
de ese zoilo la necia cantinela,
¿qué eres bruto? ¡Corriente! y que la abuela
del criticastro estúpido te cinche.

Saber debiste, desde el mismo día
en que te echara Dios por estos trigos
trayendo del talento la joroba,

Que en esta tierra tuya, y también mía,
los reptiles, del mérito enemigos,
y los tontos se barren con escoba.

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ArribaAbajo Indirectas directas


ArribaAbajo   Un mozo enamorado,
cuando apenas el sol en el Oriente
a escape había lanzado
su carro refulgente,
vio una chica apoyada en la ventana,
y díjola: -¡ay tirana!
diérame el cielo amigo
poder entrar y platicar contigo.
Y la niña con púdica sonrisa
dio por respuesta: -Abierto está el postigo;
madre en dos horas no vendrá de misa,
yo estoy sola y en mangas de camisa.
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    Dejémonos de curvas y de rectas,
que el hombre es fuego y la mujer estopa.
¿Qué hicieras tú, lector, si a quema-ropa
te echasen indirectas tan directas?

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ArribaAbajo Semejanzas


A...

ArribaAbajo    Como la luz de una estrella
que apaga el albor del día;
como en la playa sombría
de ola argentada la huella;
como el sol que el horizonte
oculta al morir la tarde;
como la niebla, que alarde
de coronar hace el monte;
como el perfume en la flor,
como melódica nota,
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como rósea y pura gota
que se convierte en vapor;
así de mejor edad
las ilusiones huyeron,
y a nuestras almas trajeron
fatídica realidad;
y vamos en la vital
senda, entre mil decepciones,
¡ay! de nuestros corazones
celebrando el funeral.

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ArribaAbajoGalantería


ArribaAbajo    De caridad hermana
era en un hospital sor Sinforiana,
y ni agrego ni quito,
diciendo que era lindo su palmito.
Un enfermo del pecho
(mirándola de pie junto a su lecho
mucho más bella que oriental sultana)
exclamó: -¡Dios eterno!
y la hermana le dijo: -No se aflija.
¿Qué quiere usted con Dios? Yo soy su hija...
-¿Qué quiero?, que me acepte por su yerno.

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ArribaAbajoAmor peligroso


(De Enrique Heine)

ArribaAbajo       Muy más que las inglesas
eran blancas las hijas de Atta-Troll;
       y los hijos tan negros
como el caos, la noche y el dolor.
       En el más pequeñuelo
de la madre cifrábase el amor;
       su Benjamín él era,
su embeleso, su gloria, su ilusión.
       Como pocos, travieso
era, y gimnasta y diestro luchador,
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       y tanto era patriota,
que odiaba por de estrangis al jabón.
       Y una noche la madre,
del maternal cariño en la efusión,
       besándolo entusiasta
la oreja de un mordisco le arrancó.

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ArribaAbajoPor una letra


ArribaAbajo       Era Mariquitiña
lo que se llama una hechicera niña;
fresca, bonita, dócil, hacendosa,
una muchacha, en fin, jacarandosa,
de aquellas que un buen médico receta
contra romanticismo de poeta.
No era de esas tontuelas infelices
que diz que se alimentan del rocío...
¡Un demonio! Ella, a falta de perdices,
embaulábase un pan con jamón frío.
       Pero... ¡maldito pero!
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(En mundo tan bellaco y cominero
       sin pero no hay viviente)
       el defecto tenía
(que para mí no lo es, valgan verdades,
pues nunca me detuve en nimiedades)
de destrozar encantadoramente,
escribiendo al galán, la ortografía.


- I -

Él a ella

    Ayer me escribiste, y excusa que tache
lo que hay en tu billete de antigramatical.
    Hamor ¿quién demonios escribe con ache
en este que es un siglo de ciencia universal?
    ¡Vea usted! una letra fatídica, aleve,
partiome por el eje, despedazó mi ideal,
    y temo que el fuego conviértase en nieve,
si no haces de la enmienda propósito formal.
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    Esa ache es más que hacha, cuchillo o machete
teniéndola presente ¿quién pasa el Rubicón?
    Amor es una ópera; y siempre el falsete
produce en nuestros nervios tremenda crispación.
    ¿Qué amante, en tus cartas, viendo esos lunares
no sentirase herido por la desilusión?
    Tú dirás que nones, yo digo que pares,
y o hay más ortografía o echamos el telón.


- II -

Ella a él


ArribaAbajo Procede usted con solapa
cuando ese pretexto atrapa
que, en verdad, no vale una ache,
y que es como el de la capa
del motín contra Esquilache.
    Quien bien quiere hace hincapié
tan sólo en puntos de fe,
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no en letra, coma, ni tilde...
el pretexto es más que humilde
y poco honor le hace a usté.
    Para mí la propiedad
ortográfica es un lío,
confieso mi ceguedad;
pero en amor, señor mío,
soy toda sinceridad.
    ¿O cree usted que a la mujer
académicos aliños
bastan a hacerla valer,
aunque no sepa coser
ni amamantar a los niños?
    Dar gran significación
a un mísero error plumario
prueba afecto estrafalario,
en que más que el corazón
toma parte el diccionario.

    En el invierno de la vida un día
dirá usted, recordando mi cariño,
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la pobre no sabía ortografía
       pero sabía amar.
Candor era ella; abnegación, ternura,
y acaso su ignorancia era la dicha,
que no siempre donde hay literatura
       hay un feliz hogar.


- III -

Estas cartas cayeron a mis manos
       por gran casualidad,
y movido de fines muy cristianos
       las doy publicidad.
Si en materia de amor la ortografía
       está o no está de más,
ecco il problema. En fin, lectora mía,
       tú lo resolverás.

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ArribaAbajo La argolla


(Elegía política)


ArribaAbajo   Señor Gobierno: de la anarquía
que nos amaga de día en día
la patria espera mucho de malo.
No se salva ella con palo y palo.
No queda duda: la civil guerra
tornará en yermo la fértil tierra.
Dándonos mutuos cachiporrazos,
¿qué nos hacemos, faltos de brazos?
¡Muerte a la industria! ¡muerte al comercio!
y luego corra su rumbo el tercio.
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Manden los tirios o los troyanos,
siempre los pueblos son los paganos;
porque son niños zangolotinos
que no se cuidan de sus destinos,
y que en cualquiera titiritero
miran un héroe como el de Homero.
Cambio de caja trae un cataclismo;
pero el redoble siempre es el mismo.
¡Paz, por San Telmo! ¡de lucha basta!
madre es la patria que no madrasta.
No haya partidos ni pelotera,
dé sombra a todos una bandera.
No más de sangre pretendáis que haya
la divisoria funesta raya.
No haya caído ni levantado.
¿Quién de vosotros es sin pecado?
De creerse justo ¿quién no se arredra?
¿Quién lanzar puede la primer piedra?
No tiréis tanto... porque si estalla
la cuerda, entonces habrá batalla.
Y, entre otros muchos males prolijos,
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sembrareis odios de padre a hijos:
Porque hoy sois fuertes vivís confiados,
¡guay! si se exaltan los oprimidos
y los soberbios son abatidos
ved que el despecho todo lo arrolla
y oponer pueden, desesperados,
       a argolla, argolla.

    -No a tus quejumbres haré yo coro.
¡Sales con unas patas de gallo!
Precisamente... ¡qué salga el toro!
eso queremos los de a caballo.

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ArribaAbajo Idealismo y materialismo


ArribaAbajo   ¡Mucho deslumbra el brillo de la gloria!
Ocupar una página en la historia
es muy noble ambición. Cuando al ocaso
llegamos del vivir, será muy bella
cosa poder pensar: -yo dejo huella
en el pícaro mundo de mi paso.
No fui el ave ligera
que cruza por la esfera,
ni el bajel cuya estela borra impía
ola revuelta de la mar bravía.
El cuerpo, esa cubierta desdichada
del yo que es inmortal, vuelva a la nada;
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mas vivirá mi nombre
y con él el espíritu del hombre.
Batallador, artista,
poeta, leve arista
no soy que ha de perderse en el vacío.
¡El porvenir, el porvenir es mío!
Yo viviré en los siglos más distantes.
¡Soy Bolívar, soy Rubens, soy Cervantes!

No se remonte más, mi caballero,
y en paz deje a los muertos infelices,
o habremos de taparnos las narices
si removiendo sigue el pudridero.
Linda será la gloria ¡que aproveche!
Pero a las gangas póstumas prefiero,
la rica taza de café con leche
y el humo de un soberbio coracero.

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ArribaAbajo Una mendiga


(Cuentecillo)


ArribaAbajo    Puesto que estoy con lo moderno en guerra
y mi pasión por antiguallas es,
escuchad esto que pasó en mi tierra,
allá en los tiempos del virrey inglés.

    A la puerta de un templo,
una doncella de quince abriles, caridad pedía;
y aunque nunca miró la luz del día,
dicen que la muchacha era muy bella.
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    El diáfano cristal de su inocencia
jamás empañar pudo
de impuro pensamiento la presencia;
mas no hay candor que valga, si sañudo
el gavilán asoma
y atrapa a la paloma.
Una limosna, por amor de Cristo,
demandaba la pobre cierta noche,
cuando un mancebo, trapalón y listo,
apéabase de un coche.
-¿Quieres limosna? -Quiero.
Contestó la infeliz a aquel maldito.
-Pues sígueme, lucero.
-¿Pero a dónde me lleva el caballero?
-Te llevo a los infiernos y... ¡chitito!

    Y prosigue la historia
que no fue infierno, sino dulce gloria
lo que halló la rapaza
en brazos del mancebo libertino,
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el que hastiado, a la postre, buscó traza
para plantarla en medio del camino.
Y de entonces la ciega, noche y día,
en el alma el recuerdo entretenía
del venturoso instante
en que al infierno la llevó un tunante.
Y vuelta a la fatiga
de paupérrima vida la mendiga,
sintiendo su alma del deleite esclava,
no ya de pan limosna demandaba.
Y, entre lágrimas vivas,
decía con clamores sempiternos:
-¡Almas caritativas!
¿No hay una que me lleve a los infiernos?

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ArribaAbajoNecedad de la guerra


(De Víctor Hugo)

ArribaAbajo   Estúpida Penélope de sangre bebedora,
que arrastras a los hombres con rabia embriagadora
a la matanza loca, terrífica, fatal;
¿de qué sirves? ¡oh guerra! Si tras desdicha tanta
destruyes un tirano y un nuevo se levanta,
y a lo bestial por siempre reemplaza lo bestial.

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ArribaAbajo Hasta los gatos quieren zapatos



- I -

ArribaAbajo    Señora mía, yo soy un mozo
que, aunque apenitas me apunta el bozo,
       soy como amante
       de alma gigante.
Si usted se apiada de mi ternura,
causará envidia nuestra ventura
a los querubes de rubio pelo
       que hay en el cielo.
-¡Jesús me asista! Si hasta los gatos
quieren zapatos.
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- II -

    Sin elogiarme, yo soy un bolo
y para bruto me pinto solo;
       mas, sin modestia,
       vi otro más bestia.
que yo calzarse ¡quién lo diría!
de un ministerio la oficialía.
Yo hago, como otros que no son zotes,
       cuatro palotes...
¡Bravo! ¡Archibravo! Si hasta los gatos
    quieren zapatos...


- III -

    Con triste sueldo de ochenta pesos,
mantiene dama y otros excesos
       un amanuense
       liliputiense;
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y va a los toros en carretela,
y por las noches a la zarzuela,
y lleva guantes, y fuma puro
       de los de a duro.
-¡Qué tiempos éstos! ¡Si hasta los gatos
       quieren zapatos!


- IV -

    Señor ministro: sepa su esencia
que a mí me debe la independencia
       muchos servicios
       y sacrificios.
En Ayacucho fui en la guerrilla,
y casi pierdo la rabadilla.
¿No habrá una paga? ¡De hambre me muero!
       -¡Eso... al cajero!
¡Qué pretensiones! ¡Si hasta los gatos
       quieren zapatos!
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- V -

    Usa quevedos, melena blonda,
diz que conoce la O por redonda,
       y el muy mendrugo
       de Víctor Hugo,
y hasta del manco que ideó el Quijote
hizo ayer noche salsa y jigote;
para él es Byron un mal petate
       de escaparate.
¡Paciencia amici! Si hasta los gatos...
       son literatos.

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ArribaAbajo A Anita Soler


ArribaAbajo   Amistosa indiscreción
me hizo ver el otro día,
que mi humilde poesía
despertó en tu corazón
entusiasta simpatía.
       ¡Ay Anita!
Nunca tu estrella permita
que me mires cara a cara;
pues tuvieras ¡cielo santo!
el más atroz desencanto,
la desilusión más rara.
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    Tú romántico me sueñas
y muy mucho espiritual,
y en adornarme te empeñas
con todas aquellas señas
de tu fantástico ideal.
       Aunque te aflija,
¡qué chasco te llevas, hija!
Pues dijo una gacetilla
que es chirle mi inspiración,
y que soy en conclusión
escritor de pacotilla.

    En tan delicado punto,
como decís las mujeres,
me atengo a otros pareceres
que, en detalle o en conjunto,
me ponen entre los seres,
       ¡San Facundo!
más prosaicos de este mundo.
Y aun te añadiré, lucero,
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por si no te lo han contado
que ya empiezo, aunque soltero,
a oler a papel quemado.

    Desde Ovidio hasta Cervantes
fuimos los poetas bichos
por demás extravagantes,
y más llenos de caprichos
que engreídos comediantes.
       Y como éstos,
lanzamos muy peripuestos
en la mundana Babel
palabras de relumbrón...
sabiendo hasta un motilón
que no es oro el oropel!

    Que me conozcas no quiero.
A orillas del fértil Rata,
y entre el ombú y el pampero,
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tu espíritu se dilata
expansivo y lisonjero.
       Dios te guarde,
y por mil años alarde
hagas de ingenio, paloma,
libre de todo naufragio...
que yo me atengo a este adagio:
bien se está San Pedro en Roma.

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