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ArribaAbajoAdvertencias

Las citas de los escritores que apoyan las noticias dadas en los párrafos de la Parte primera, y las notas y autoridades pertenecientes a la Segunda por el orden de sus reclamos, se colocan después de las ilustraciones, para que en ambas Partes vaya el texto seguido, y no se interrumpa su lectura.

Los números precedidos del signo § en la Parte segunda, denotan los párrafos de la Primera a que corresponden las ilustraciones y pruebas subsiguientes.



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ArribaAbajoParte segunda

Ilustraciones, pruebas y documentos que confirman los hechos que se refieren en la vida de Cervantes



ArribaAbajoExamen crítico de los escritores que han ilustrado los sucesos de la vida de Cervantes (§. 1.º)

1. La cuestión sobre la verdadera patria de Miguel de Cervantes Saavedra, al paso que se complicó más y más con los mismos auténticos documentos que casi a un tiempo aparecieron en diferentes partes para resolverla, acrecentó también el empeño y la diligencia de muchos literatos de crédito, especialmente desde mediados del siglo último, hasta que D. Vicente de los Ríos demostró con sólidas razones y combinaciones cronológicas, que esta gloria solo pertenecía a Alcalá de Henares2: demostración que ha adquirido todo el vigor y fuerza de que es capaz, con otros documentos hallados posteriormente, y que publicamos ahora por la primera vez. Tales son entre otros el pedimento que el mismo Cervantes presentó en Argel a 10 de octubre de 1580 para que se recibiese una información judicial de su conducta y de sus servicios, donde expresa terminantemente ser natural de la villa de Alcalá de Henares en Castilla3; y como en otra información que hizo su padre en Madrid en 1578 consta que Miguel de Cervantes era hijo de Rodrigo de Cervantes y de Doña Leonor de Cortinas4, y se sabe por las partidas de rescate5, y por las de bautismo   -pág. 202-   encontradas en Alcalá6, que sus padres estaban avecindados en aquella ciudad, no queda el menor efugio a los que aún pretenden poner en duda una verdad tan clara, solo por sospechas vagas, por conjeturas ineficaces, o por una ciega e indiscreta propensión a honrar sus pueblos con la naturaleza o nacimiento de los claros varones. Por esta razón omitiremos entrar en nuevas discusiones sobre este punto; limitándonos a referir la historia de ellas, no solo para manifestar los insignes literatos que apreciando el mérito de Cervantes han procurado ilustrar los hechos de su vida, sino para añadir algunas noticias que nos parecen útiles y gloriosas a la historia literaria de nuestra nación.

2. Los contemporáneos de Cervantes, que por haber presenciado u oído los sucesos de su vida pudieron escribirlos con exactitud, no solo se desdeñaron de hacerlo, sino que por su descuido y negligencia se llegó al extremo de ignorar su verdadera patria; pues aunque el P. Fr. Diego de Haedo la expresó en su Topografía e historia de Argel publicada en 1612, y la indicó también tomándolo de aquel autor, pero sin tanta expresión, Rodrigo Méndez de Silva en un tratado genealógico impreso en el año de 16487, ni estos al parecer fueron leídos de muchos, ni fijaron la atención de los que en todo el siglo XVII y en la mitad del siguiente se propusieron hablar de nuestro escritor. Así es que Lope de Vega, que le conocía y trataba, se inclinó, según parece, a que había nacido en Madrid, sin duda por la larga residencia que hizo en esta corte, tanto en sus primeros años como en los últimos de su vida8. D. Tomás Tamayo de Vargas le hizo natural de la villa de Esquivias, acaso por las alusiones de La Galatea y los elogios que hizo de este pueblo, de donde era su mujer,   -pág. 203-   y donde estuvo avecindado después de haber contraído su matrimonio9. Igual fundamento tendría el famoso representante y poeta Andrés de Claramonte Corroy para darle por patria a Toledo en una obra que escribió y publicó viviendo todavía Cervantes10. D. Nicolás Antonio atribuyó este honor a Sevilla, por creer equivocadamente que allí había oído representar siendo muchacho a Lope de Rueda, y por hallarse establecidas en aquella ciudad las ilustres familias de los Cervantes y Saavedras11; a lo que pudo agregar la opinión que se tuvo en su tiempo de ser así, como lo indicaron los jueces del certamen de Zaragoza en el año de 159512. La autoridad de aquel docto bibliógrafo hizo que el diligente escritor D. Diego Ortiz de Zúñiga colocase a Cervantes en sus Anales de Sevilla entre los ilustres hijos de aquella ciudad13, sin embargo de que Rodrigo Caro no le incluyó en sus Claros varones en letras naturales de Sevilla, aunque por haber residido allí al mismo tiempo que Cervantes debió conocerle, y acaso tratarle con familiaridad; lo cual era una prueba, aunque negativa, de que le consideró como forastero14. Una tradición referida y conservada por D. Gregorio Mayans le hizo natural de Lucena; y las diligencias hechas para averiguar el fundamento de esta opinión la han desvanecido enteramente, porque ni en los libros parroquiales ni en otra parte se ha encontrado noticia de haber existido en aquella ciudad persona alguna del apellido Cervantes15.

3. En tal estado de oscuridad e incertidumbre se hallaba esta cuestión, cuando Carolina, reina de Inglaterra, mujer de Jorge II, formó para su entretenimiento una copiosa y selecta colección de libros de inventiva, que llamaba con mucha gracia la Biblioteca del sabio Merlín; y enseñándola   -pág. 204-   en una ocasión a Juan, barón de Carteret, sujeto sabio e ilustrado, y digno apreciador de los escritores españoles, le manifestó este que faltaba allí la fábula más agradable y discreta que se había escrito en el mundo, cual era el Ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha, y que quería tener la honra de colocarla por sí mismo y de hacer este obsequio a S. M.16. Con este motivo se empeñó Milord Carteret en que se hiciese con todo el esmero posible la magnífica edición castellana que se publicó en Londres en 1738; y para que no faltase en ella una vida de Cervantes, que hasta entonces nadie había escrito de propósito, encargó su formación a D. Gregorio Mayans17, quien examinando atentamente las obras de aquel autor, se aprovechó de la escasa luz que dan de sus hechos particulares, extendiendo unos apuntamientos, como repetidamente los llama18, en que procuró cubrir aquella falta y escasez con otras noticias amenas y recónditas concernientes a nuestra historia literaria. Allí sostuvo aquel erudito valenciano la opinión de Lope de Vega19, intentando apoyarla con nuevas razones y conjeturas; porque ni tuvo conocimiento de la obra del P. Haedo, ni de otros muchos documentos que hasta entonces guardaban intactos nuestros olvidados archivos.

4. Sin embargo, como era el primero y único historiador de Cervantes, y este gozaba por todo el mundo tan alta reputación, la obra de Mayans fue recibida con sumo aprecio, multiplicándose en repetidas ediciones dentro y fuera de España, y mereciendo ser consultada por cuantos quisieron honrar la memoria de aquel sublime ingenio. Así lo hizo el caballero Jarvis, que no contento con publicar una traducción inglesa del Quijote, ilustrándole con un erudito prólogo sobre el origen   -pág. 205-   de los libros de caballerías, con varias notas y primorosas estampas, añadió una vida de su autor, extractada de la de Mayans que había sido impresa en Londres la primera vez con admirable ostentación y magnificencia; y este mismo extracto, traducido al holandés por Jacob Campo Weyerman, se publicó en la Haya el año de 1746 al frente de la colección de las exquisitas estampas dibujadas por Coypel, y grabadas por Picard y otros hábiles profesores, con una explicación en verso y prosa en el mismo idioma bátavo de las principales aventuras que representaba cada estampa. De tales fuentes se tomaron las noticias que forman los artículos de Cervantes en varios diccionarios históricos, siendo muy apreciable por su concisión y exactitud el que se halla en la Enciclopedia británica, edición del año de 1778, vol. IX, art. Saavedra.

5. Así fue cómo el empeño y estímulo de una nación extraña despertó entre nosotros en aquel tiempo el recuerdo y la estimación hacia el ingenioso autor del Quijote, divulgando por toda la Europa el mérito de aquella obra inmortal; porque sin dejar de agradecer tan públicos y relevantes obsequios hechos en honor de nuestra literatura, correspondía que la nación, para honrar la memoria de sus hombres ilustres, y acrecentar el aprecio de sus eminentes obras, entrase en una noble competencia, que siendo laudable y generosa de parte de los sabios extranjeros, debía reputar coma propia de su gloria y de la obligación de todo buen patricio. Con esta idea proyectó el célebre ministro marqués de la Ensenada que se hiciese en Madrid otra edición del Quijote de Cervantes a emulación de la de Londres, en la cual la tipografía, el dibujo, el grabado y otras artes ostentasen los grados de perfección y adelantamiento   -pág. 206-   que habían adquirido en España a impulsos de su celo e ilustrada protección; y encargó además a D. Gregorio Mayans, por medio de D. Agustín de Ordeñana, que procurase añadir a la vida de Cervantes que había escrito cuantas noticias se pudiesen descubrir y recoger de nuevo20. Practicó para ello Mayans muchas diligencias, valiéndose del erudito D. Manuel Martínez Pingarrón, íntimo amigo suyo, entre cuyos papeles se hallaron después de su muerte varias cartas del doctor Don Santiago Gómez Falcón, abad de la magistral de San Justo y Pastor de Alcalá, escritas en los años de 1752 y 53 sobre la fe de bautismo de Cervantes, de que remitía una copia autorizada; y otra de D. Antonio Remírez, beneficiado de Esquivias, su fecha a 9 de junio de 1755, incluyendo una esquela del cura párroco de aquella villa sobre la partida del matrimonio de Cervantes que existe allí. Estos documentos, que por fallecimiento del D. Manuel pararon en poder de su sobrino Don Joaquín Martínez Pingarrón, los publicó D. Juan Antonio Pellicer en 1778, aprovechándose en sus Noticias literarias para la vida de Cervantes21 de cuantas se recogieron en aquella época para auxiliar a Mayans en la gran obra que se había concebido, y que se desvaneció sin duda por haber sido separado el marqués de la Ensenada del mando e influjo que había mantenido en los negocios públicos.

6. El buen éxito de las diligencias de D. Manuel Martínez Pingarrón no se debió tanto a sus propias investigaciones como a las que desde pocos años antes habían practicado D. Juan de Iriarte, docto bibliotecario de S. M., y el erudito benedictino Fr. Martín Sarmiento, entre quienes debe partirse la gloria de haber sido los descubridores de la verdadera patria de Cervantes. Escribiendo   -pág. 207-   aquel religioso a Iriarte con fecha de 30 de diciembre de 1743 sobre bibliotecas y otros asuntos, le dice: «¿Qué cosa más lastimosa que no saber al presente la patria de Miguel de Cervantes, habiéndose hecho tan famoso por su historia de D. Quijote?»22. Lo que prueba que ni al P. Sarmiento le satisfacían las conjeturas de Mayans, ni hasta entonces se había adelantado esta indagación. Hacia el año de 1748 encontró D. Juan de Iriarte en la sala de manuscritos de la biblioteca real una relación, impresa en Granada el año de 1581, de ciento ochenta y cinco cautivos rescatados en Argel el año anterior, entre cuyas primeras partidas se expresaba a Miguel de Cervantes, de edad de treinta años, natural de Alcalá de Henares23. Gozoso con este documento lo manifestó a su sobrino D. Bernardo de Iriarte apenas llegó a su casa, ofreciendo comunicarlo al día siguiente con el P. Sarmiento, como lo verificó. Este docto benedictino aplaudió la noticia, y desde luego comenzó a practicar diligencias para comprobarla, como lo consiguió, leyendo la Topografía e historia de Argel del P. Haedo, autor coetáneo a Cervantes, que escribió sus diálogos por deposición de los mismos sujetos que se hallaron cautivos en Argel, y los imprimió en Valladolid en 1612; y aun no satisfecho de esto ofreció continuar sus investigaciones, hasta conseguir se sacase en Alcalá la fe de bautismo. Así lo asegura D. Bernardo de Iriarte, testigo ocular de estos hechos24; pero o bien fuese que el M. Sarmiento no se convenciese enteramente por estas solas autoridades de la verdadera patria de Cervantes, o que el hallazgo de la fe de bautismo de otro Miguel de Cervantes Saavedra en Alcázar de San Juan le hiciese vacilar en su primera opinión, entrando en nuevas combinaciones para asegurarse de ella,   -pág. 208-   lo cierto es que D. Agustín de Montiano y Luyando y D. Josef Miguel de Flores atribuyeron exclusivamente al M. Sarmiento esta averiguación25, y que este mismo escritor se la apropió en varias obras suyas. En la disertación que escribió sobre la Cebra en la primavera de 1752 (precisamente cuando tropezó con el texto del P. Haedo26, y cuatro años después de la noticia que se supone le dio D. Juan de Iriarte), aludiendo a un pasaje del Quijote27, en que nombrando Cervantes a Alcalá la llama la gran Cómpluto, continúa así el M. Sarmiento: «Advierto de paso que en llamar Cervantes a la capital la gran Cómpluto miraría acaso a señalar su patria con aquel elogio de grande, siendo cierto que según el P. Haedo era Miguel de Cervantes un hidalgo principal de Alcalá de Henares»28. Al leer desapasionadamente estas palabras se nota la incertidumbre y perplejidad en que estaba el P. Sarmiento en aquel año sobre ser Alcalá la patria de Cervantes, apoyándose en una conjetura, como lo indica la expresión miraría acaso; y como esta duda no podía tenerla en lo que dice el P. Haedo, añadió: siendo cierto, que según el P. Haedo, era Miguel de Cervantes un hidalgo principal de Alcalá de Henares. Pero si este modo de explicarse parece incompatible con la certeza que se supone tenía, él mismo se explicó más terminante y decididamente sobre este punto en una de las muchas obras que dejó manuscritas: «Hasta que yo tropecé (dice) en la historia de Argel del P. Haedo con una columna, en la cual hay noticia de que Miguel de Cervantes era natural de Alcalá de Henares, se escribía mucho y nada se sabía de la verdadera patria, y sobre cuyo asunto tengo escrito veinte pliegos»29. En esta disertación que intituló Noticia sobre la verdadera patria   -pág. 209-   de Cervantes, y trabajó en 1761, refirió el M. Sarmiento, con el candor que le caracterizaba, las circunstancias de su casual descubrimiento en estos precisos términos: «Ese año de 1752, entre otros libros que compré, compré el dicho tomo Historia de Argel (habla de la del P. Haedo). A la primera abertura del libro abrí en la pág. 185 del Diálogo de los Mártires, en donde está el famoso contexto de que era Miguel de Cervantes un hidalgo principal de Alcalá de Henares. Así que tropecé con la noticia de la verdadera patria de Cervantes la comuniqué, y con franqueza, al librero Francisco Manuel de Mena, que viene a mi celda con frecuencia. Señalele el libro y el folio 185 de Haedo, encarguele que esparciese esa noticia de que Alcalá era la patria de Cervantes en la real biblioteca y en otros congresos de literatos. Mi fin era para que si alguno quisiese tratar ese punto buscase antes en Alcalá la fe de bautismo de Cervantes. Creo que si algunos hicieron la diligencia; pero el que más se esmeró en hacerla ha sido D. Agustín de Montiano y Luyando»30. La publicidad de esta noticia del M. Sarmiento dirigió sin duda al bibliotecario Pingarrón para las investigaciones que hizo en el mismo año de 1752, en el cual, después de varias diligencias que a instancias suyas se practicaron inútilmente por el doctor Falcón en la magistral de San justo y Pastor de Alcalá, se encontró al fin la partida de bautismo deseada en la parroquia de Santa María, y de ella se le remitió una copia certificada a 18 de julio de 1752 por el doctor D. Sebastián García y Calvo, cura de ella, que fue la que después publicó Pellicer31; aunque ya con algunos días de antelación se había sacado otra copia de la misma partida, que acaso fue la que poseyó y publicó en 1753 el señor   -pág. 210-   Montiano, con data de 19 de junio del propio año 5232. Con tan auténtico documento creyó este erudito académico dar a la opinión y hallazgo del M. Sarmiento todo el apoyo que podía desearse para no dejar arbitrio a la duda ni a la cavilación.

7. Pero habiendo parecido poco después en Alcázar de San Juan, lugar de la Mancha, perteneciente al gran priorado de Castilla, otra fe de bautismo, por la cual consta que a 9 de noviembre del año de 1558 fue bautizado por el licenciado Alonso Díez Pajares un hijo de Blas Cervantes Saavedra y de Catalina López, al cual se puso por nombre Miguel, y a cuyo margen se halla anotado, de distinta letra, este fue el autor de la historia de D. Quijote33, quedó la cuestión aún más dudosa y complicada, inclinándose muchos literatos recomendables, entre ellos Fr. Alonso Cano, trinitario, a creer era este el autor del Quijote, como lo indicaba el segundo apellido Saavedra, que comúnmente usó nuestro escritor, y no se descubre en el de Alcalá. Inducía también a este dictamen su predilección a la provincia de la Mancha; la tradición antigua que se conservaba en Alcázar; la nota puesta al margen de la partida, y la exactitud de las descripciones topográficas de este país, en el cual residían familias ilustres de estos apellidos. Así parecía a primera vista; pero examinadas y confrontadas ambas partidas en el año de 1760 por el M. Sarmiento, ya con el contexto de la relación de Haedo, ya con lo que el mismo Cervantes refiere de sus propios sucesos, resultaron de este análisis y combinación las pruebas y demostraciones convincentes, que amplió después D. Vicente de los Ríos, y desvanecieron del todo aquellas sospechas, dejando decidida y terminada la contienda a favor de Alcalá de Henares34.

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8. Es cierto que si la partida de Alcázar de San Juan se hubiera encontrado en el siglo XVII o principios del siguiente, cuando por tan ligeras sospechas, o con tan débiles fundamentos disputaban la gloria de poseer tal hijo Madrid, Sevilla, Toledo, Esquivias y Lucena, nadie hubiera dudado en adjudicar a Alcázar aquel apreciable derecho. Lo mismo hubiera sucedido con respecto a Consuegra, donde se ha encontrado en estos últimos tiempos otra partida de bautismo, de cuyo tenor se deduce que en 1.º de setiembre de 1556 Diego Abad de Arabe, clérigo, bautizó a Miguel, hijo de Miguel López de Cervantes y de su mujer María de Figueroa; hallándose también al margen de esta partida, aunque de letra menos antigua, la siguiente nota: el autor de los Quijotes35. La circunstancia de expresarse en este documento el patronímico López, de que jamás usó nuestro escritor, debería resolver desde luego el problema, creyéndolo diferente del famoso Miguel de Cervantes, si el uso de aquellos apellidos de filiación, tan comunes y útiles entre nuestros antiguos, no se hubieran olvidado o descuidado entre nosotros por incuria o negligencia; pero aun desvanecido este reparo podrían alegar a su favor los de Consuegra la época y país del nacimiento de Cervantes y la nota marginal, que aunque por sí no tenga la suficiente autoridad, no dejaría de apoyar las razones anteriores. Ambos documentos, muy semejantes entre sí, correspondientes a unos mismos años con tan leve diferencia, y a dos pueblos de la Mancha, hubieran triunfado en aquella época de las opiniones y autoridades de tan diligentes literatos como D. Tomás Tamayo, D. Nicolás Antonio y D. Gregorio Mayans, y de las pretensiones de los demás pueblos que, apoyándose solo en una vaga tradición, no presentaban   -pág. 212-   iguales o semejantes documentos.

9. Pero la juiciosa crítica con que Ríos desvaneció las razones que se alegaban a favor de Alcázar de San Juan36, y que tiene igual aplicación a la pretensión de Consuegra, deja sin recurso alguno adjudicada a Alcalá de Henares la gloria que se la disputaba: y aun si pruebas tan concluyentes necesitasen el apoyo de otras conjeturas, sería fácil deducirlas de algunos lugares de las obras de Cervantes que no se han examinado hasta ahora con suficiente reflexión. Es bien conocido el artificio con que este ingenioso escritor disfrazó en ellas muchos hechos de su vida, y otros muy notables de su tiempo, y a veces indicó también su patria, aunque con tal oscuridad que no se pudiese traslucir sin algunos antecedentes, como ya lo sospechó el P. Sarmiento37, respecto al pasaje que hemos citado del Quijote; bien que estos lugares se hayan leído generalmente sin excitar la curiosidad para combinarlos con otros datos mas averiguados o menos dudosos. Cuando hablemos de La Galatea manifestaremos el artificio y objeto de esta fábula pastoril, y veremos que siendo sus disfrazados pastores personajes reales y verdaderos, ocultó bajo el nombre de Tirsi a Francisco de Figueroa, célebre poeta castellano, natural también de Alcalá de Henares, quien hablando con Elicio (que es Cervantes) de la condición de Galatea, le dice: en las riberas de nuestro Henares más fama tenía Galatea de hermosa que de cruel38, señalando con la palabra nuestro la patria o naturaleza común de ambos en las márgenes de aquel río donde tiene su asiento la ciudad de Alcalá.

10. Ni tampoco falta en abono de este pueblo el apoyo de la tradición, como lo creyó Ríos39, diciendo que no había quedado allí rastro ni memoria   -pág. 213-   de Cervantes ni su familia; pues el señor D. Manuel de Lardizábal, secretario que fue de la academia Española, y que durante su larga residencia en aquella ciudad examinó cuantos documentos y noticias existían allí de nuestro escritor, dijo en carta de 22 de noviembre de 1804 lo siguiente: «La única memoria que yo sepa que hay en el día es la casa en que dicen que vivió, que hoy está incorporada en la huerta de los capuchinos, no habiendo quedado de ella más que la pared y la puerta de la calle tapiada, la cual está manifestando bastantemente que era casa de un hombre pobre, como lo fue siempre Cervantes, a pesar de su grande mérito y talentos».

11. También se conservan en Alcalá memorias de varios sujetos avecindados allí del apellido Cervantes y de sus derivados Caravantes y Çaravantes. En los libros bautismales de la parroquia de Santa María consta que en lunes 1.º de mayo de 1542 fue bautizado Juan, hijo de Juan de Cervantes y de su mujer Doña María de Córdoba: que en los años de 1541 y 1542 recibieron el bautismo dos hijos de Juan de Caravantes y de Ana su mujer: que en 3 de octubre de 1547 se bautizó Francisco, hijo de Antón de Caravantes; y en 16 de mayo de 1543 Ana hija del licenciado Saavedra. En un libro de partidas de matrimonio que existe en la iglesia magistral consta igualmente que en el año de 1634 el licenciado Juan de Torralba casó y veló a D. Pedro de Castro y a Doña María de Cervantes, siendo sus padrinos D. Diego Ramírez de Solazar y Doña Ana de Cervantes40; de cuya Doña María se conservan otros documentos sobre su dote y pertenencias en el archivo de la ilustre cofradía de Caballeros Hijosdalgo, llamada de San Justo y Pastor41. El apellido Cervantes había sido conocido desde muy antiguo en   -pág. 214-   Alcalá, pues en la diligencia original de obedecimiento del fuero o código de leyes establecidas por el cardenal D. Fr. Francisco Jiménez de Cisneros para el gobierno de aquella ciudad (entonces villa), se hace memoria de que en 22 de febrero de 1509 era corregidor y justicia mayor de aquel pueblo, por el expresado cardenal, Pedro de Cervantes, comendador de la orden de Santiago; y en el año de 1640 obtenía el mismo empleo otro Pedro de Cervantes, graduado de licenciado42. Esto prueba que las conjeturas que pudieron haberse formado a favor de Alcalá tampoco carecían de la tradición ni de las memorias de la familia de aquel apellido, que se habían procurado hacer valer con tanto afán en otros pueblos, y que en todos suelen transmitirse más o menos adulteradas de unas a otras generaciones.

12. Mas sin recurrir a tan falaces o equívocas pruebas, las encontró Ríos en otros nuevos documentos que descubrió su infatigable diligencia, los cuales fueron los más decisivos en la materia. Reflexionando sobre el cautiverio de Cervantes, le ocurrió que en el archivo de la Redención general debían existir las partidas de su rescate, y valiéndose de la amistad y literatura del R. P. M. Fr. Alonso Cano, obispo de Segorbe (entonces redentor general), le escribió en 1.º de setiembre de 1765, extractándole las noticias que refiere Haedo, y pidiéndole hiciese registrar el archivo para ver si se conservaba en él alguna noticia que pudiese ilustrar esta parte de la vida de aquel célebre escritor. La diligencia y actividad con que correspondió el M. Cano proporcionaron a Ríos el hallazgo que deseaba, pues le contestó aquel el 7 del mismo mes, incluyéndole copia de las dos partidas encontradas; añadiéndole, que aunque veía cuan uniformemente coincidían las circunstancias   -pág. 215-   que en ellas se expresan con las del autor del Quijote, confirmando la opinión de otros sabios amigos suyos que le hacían natural de Alcalá, todavía no se determinaba a abrazar este partido, porque la fe de bautismo de Alcázar de San Juan, y la noticia de cierta tradición que se conservaba en aquella villa, le tenían perplejo, hasta comprobar una data en que sospechaba podía haber alguna equivocación. Para satisfacerle, y hacer que depusiese toda perplejidad, le escribió segunda vez Ríos con fecha de 10 de aquel mes, reuniendo todas las razones y cómputos cronológicos que después expuso con extensión en sus pruebas, logrando de este modo no solo convencerle y atraerle a su partido, sino que confesase haber sido el mismo Ríos el descubridor de estos documentos, o el primero a quien ocurrió la diligencia de buscarlos, así como también el que antes que otro alguno tuvo presentes las pruebas y combinaciones con que logró su convencimiento43. En una de sus cartas decía el M.. Cano, que para recordar las señas que Cervantes da de sí en sus obras, por pasar de veinte años que no las leía, había conferenciado el asunto con uno de los compañeros de la academia de la Historia, que le tenía visto de propósito44. Era este su amigo D. Josef Miguel de Flores, secretario de aquel cuerpo, que aprovechando la ocasión de ayudar al M. Cano en esta pesquisa y reconocimiento, logró acaso tener las partidas de rescate antes que algún otro, e imprimir una de ellas en el número XXVI de la Aduana crítica o Hebdomadario de los sabios de España, que componía por aquel tiempo; donde expuso igualmente las razones que obraban para determinar a favor de Alcalá la cuestión de la patria de Cervantes: bien que se nota algún error o equivocación en la fecha de la carta en que se publicó esta   -pág. 216-   noticia, porque siendo, como se expresa, de 13 de febrero de 1765, no podía coger de nuevo esta especie al M. Cano cuando Ríos se la comunicó en 1.º de septiembre de aquel año, ni menos atribuirle entonces el hallazgo de ambas partidas, que se debía enteramente a su diligencia y estudio45. Así consta del examen de las mismas cartas que originales tenemos a la vista, y de las reflexiones que el mismo Ríos hizo en defensa suya, aunque sea cierto que la partida de rescate se imprimió y publicó la primera vez por el citado autor de la Aduana crítica con muchos años de anticipación a la Vida de Ríos, y aun a las Noticias literarias de Pellicer.

13. Con igual eficacia procuró Ríos el examen de otros archivos, y el descubrimiento de nuevos documentos en Sevilla, Alcalá, Esquivias, Madrid y Alcázar de San Juan, aunque con poco fruto, según puede inferirse de la correspondencia que hemos registrado; pero su constancia por espacio de quince años, y su delicado gusto en la literatura y elegancia en el escribir, le proporcionaron levantar el mejor monumento que hasta ahora se ha erigido a la memoria de Cervantes. Su primer trabajo fue la formación de un elogio histórico de este autor, con un análisis o juicio crítico de todas sus obras; y ya tenía concluido lo primero cuando el duque de Alba, director de la academia Española, le proporcionó su ingreso en aquel cuerpo literario. Allí leyó por primera vez esta obra a principios de marzo de 1773, ansioso de corregirla y mejorarla con las advertencias de la academia; la cual no solo juzgó ventajosamente de su mérito, sino que su lectura excitó la idea de emprender la correcta y magnífica edición del Quijote, cuya propuesta hizo en la misma junta el secretario D. Francisco Antonio de Angulo; y   -pág. 217-   apenas fue aprobada, se solicitó el permiso del Rey por medio del marqués de Grimaldi, ministro del Estado, quien en 14 del mismo mes contestó manifestando la suma aceptación que había merecido a S. M. el pensamiento de reimprimir una obra tan gloriosa a la nación, como clásica por la propiedad y energía de su lenguaje, fomentando al mismo tiempo la perfección de la imprenta, y la útil ocupación de los dignos profesores de las artes: agregando a estas expresiones otras muy honoríficas a Ríos y conformes al concepto que ya merecían sus producciones literarias. La academia miró desde entonces esta empresa con particular y decidido empeño; y como uno de los objetos que debían hacerla más recomendable era la nueva Vida de Cervantes y el juicio analítico de sus obras, insinuó a su autor que no la continuase en la forma de elogio que tenía; pareciéndola mejor se dividiese en tres partes, y se te diese otro título. Condescendió Ríos a estas insinuaciones, con la única limitación de que se expresase al frente su nombre, en cuyo concepto la continuó y mejoró con el título de Memorias de la vida y escritos de Cervantes. Comprendía la parte primera la narración histórica de la vida; la segunda el juicio crítico o análisis, y la tercera las pruebas y documentos que apoyaban los hechos referidos en la vida. Bajo de este plan rehízo y corrigió la parte primera, que leyó con gran aplauso en junta de 21 de marzo de 1776; y al año inmediato presentó igualmente varias observaciones y notas sobre la patria de Cervantes, que debían entrar en la parte última de su escrito. Trabajó también el mapa del país que comprende los viajes de Don Quijote: dispuso el plan de los asuntos más propios para las láminas; y descubrió en Sevilla, proporcionando su adquisición a la academia, el antiguo   -pág. 218-   retrato de Cervantes que poseía el conde del Águila. Por tantos medios contribuyó aquel laborioso literato a perfeccionar la magnífica edición del Quijote que después se publicó, y a honrar la memoria de un escritor tan célebre, de cuyas obras era sumamente apasionado, porque su penetración y estudio le hizo percibir hasta aquellas bellezas y lunares que se ocultan a la muchedumbre, la cual solo se deleita en su lectura por puro pasatiempo; pero el hado fatal, que arrebató de entre nosotros a este digno historiador de Cervantes en una edad temprana sin dejarle completar su propósito, le privó también de la satisfacción de ver publicada la parte que tenía concluida, y frustró las lisonjeras esperanzas que la nación había formado de su ingenio y de su aplicación a las ciencias y a la literatura46.

14. Las dilaciones que produjo el deseo de la perfección y del acierto en una empresa tan vasta, en que se ocupaban no solo los literatos, sino los profesores de otras artes, dieron lugar a que D.. Juan Antonio Pellicer publicase en 1778, al principio de su Ensayo de una biblioteca de traductores españoles, unas Noticias para la vida de Cervantes, en que aprovechando los documentos que paraban en poder de Pingarrón, las partidas de rescate, las reflexiones del M. Sarmiento y del autor de la Aduana crítica, y otras noticias que su diligencia le proporcionó entre los manuscritos de la biblioteca Real, coincidió con cuanto Ríos tenía escrito tantos años había, como era natural sucediese, tratándose de cosas de hecho, y siendo unas mismas las fuentes de donde habían de sacarse los documentos para que fuesen verídicos. «Lo que esto prueba únicamente (dice la academia en su prólogo) es que D. Juan Antonio Pellicer y D. Vicente de los Ríos trabajaron con igual diligencia,   -pág. 219-   y por diversos medios y conductos llegaron a conseguir un mismo fin, sin que el trabajo del uno disminuya en nada el del otro». Así lo reconocieron ambos escritores, como lo publicó Pellicer en 1797 trasladando una carta de Ríos47, y como este lo manifestó también al Sr. D. Manuel de Lardizábal en la siguiente: «Segovia 15 de agosto de 78. Mi querido amigo y señor: tuve muy luego la obra de Pellicer, que me regaló su autor así que salió, y leí sin dilación. La vida que yo presenté cuatro años hace a la academia contiene lo mismo y más; de lo que se infiere que a mí de nada me ha servido esta obra para la composición de aquella; además de la mucha antelación con que la mía estaba concluida y publicada en esa academia, donde dentro y fuera de ella la han visto muchos, principalmente en un año entero que anduvo en manos de los censores. Lo único nuevo que trae Pellicer es un soneto inédito, que no podía yo saber, porque está oculto en la biblioteca entre los manuscritos, por el cual consta que Cervantes estaba en Sevilla el año de 1596, y comprueba lo mismo que aseguro yo en su vida; esto es, que verosímilmente estuvo en Sevilla desde 1594 hasta 1599. Estoy concluyendo con harto afán y fatigas, en medio de mis infinitas ocupaciones, nuestra obra para enviarla a vmd., de quien queda su más apasionado amigo y servidor=Vicente de los Ríos.=Sr. D. Manuel de Lardizábal».

15. Mientras que ambos literatos escribieron y publicaron estas obras, anunció el proyecto que había formado para otra de la misma clase Don Juan Josef López Sedano, con los materiales que dice estaba acopiando algunos años hacía relativos a Cervantes, para la formación (según sus palabras) de un edificio o monumento en obsequio de   -pág. 220-   la ilustre memoria de este admirable ingenio. Así hablaba en el año 1778 al fin del tomo IX del Parnaso español48, sin que el público haya visto cumplido tan magnífico ofrecimiento; porque a la verdad ni aquel colector era suficiente arquitecto para trazar y concluir tal edificio, ni los materiales acopiados podían ser otros que los que descubrieron y manejaron Ríos y Pellicer, y le habrían acaso franqueado confidencialmente, como lo hicieron antes, el uno con las memorias de Villegas49, y el otro con las de los hermanos Argensolas50, para que sin fatiga pudiese dar a luz las vidas de estos ilustres poetas entre las demás, que fueron bien escasas y diminutas cuando le faltaron semejantes auxilios y cooperadores51.

16. Con bien diferente empeño y caudal de erudición trabajaba en Inglaterra por aquel tiempo D. Juan Bowle, pastor de la parroquia de Idemestone, en ilustrar la obra del Quijote con copiosas notas y glosarios, tan enamorado de ella, y apasionado de su autor, que le llama honor y gloria no solamente de su patria, pero de todo el género humano52. Hallándose pues al concluir su vasta empresa, en que consumió cerca de catorce años, recibió las Noticias literarias para la vida de Cervantes, que le remitió su autor D. Juan Antonio Pellicer con carta de 20 de julio de 177853; y como allí viese bien averiguada la patria de aquel ilustre español, y otros hechos recientemente descubiertos, y desconocidos aún en Inglaterra, procuró el Sr. Bowle darlos a conocer, haciendo en su prólogo a las Anotaciones del Quijote un resumen de la nueva vida de Cervantes, sumamente lacónico, y cuanto bastaba a dar una idea muy general de los principales acontecimientos de ella; a lo que añadió una noticia cronológica de las primitivas ediciones de aquella obra célebre. Como   -pág. 221-   concluyó y firmó estas notas en su estudio de Idemestone a 26 de octubre de 178054, y toda la obra se publicó al año siguiente, no pude este laborioso literato disfrutar de la magnífica edición publicada entonces mismo en Madrid por la academia Española, cuyas correcciones al texto y sus variantes, y sobre todo la vida de Cervantes y el análisis del Quijote escritos por Ríos, le hubieran aliviado mucho en su arduo empeño, y prestado materia para celebrar una nación que amaba con entusiasmo, y que habiendo producido ingenios tan eminentes, sabía honrar su memoria, y perpetuar sus obras con dignidad y magnificencia. La estimación y el aplauso con que dentro y fuera de España fue recibida la gran edición de Quijote, hecha por la academia en 1780, y las dos en 8.º que se repitieron en 1782 y 1787, propagaron los escritos de Ríos, y les merecieron desde luego grandes elogios de los literatos juiciosos e imparciales, quienes en adelante tomaron de ellos cuantas noticias necesitaron de Cervantes, ya para ilustrar sus obras, ya para dar a conocer su carácter o sus acciones particulares. Hízolo así Mr. Florian cuando en el año de 1783 publicó en París La Galatea traducida al francés, aunque con alteraciones muy sustanciales. Al principio de esta obrita puso el traductor o imitador francés una vida de Cervantes, extractando de la de Ríos todo lo concerniente a los hechos, y entregándose después libremente su propio discurso para juzgar del mérito de sus obras. Fiel y exacto en lo primero, mientras no abandona aquella guía, sabe con la gracia y propiedad de su estilo dar tal novedad e interés a la narración, que causa ciertamente pesar que sea tan limitada y compendiosa. Otro tanto sucede en el juicio de los escritos de Cervantes, cuya crítica procura amenizar y exornar agradablemente   -pág. 222-   con la noticia de las traducciones que se han hecho en Francia de cada uno de ellos, y de la estimación y concepto que en particular han merecido; logrando, aunque tan ligeramente, dar una idea de Cervantes y de sus producciones literarias más cierta y ventajosa de la que antes se tenía en aquel país, porque la noticia que intercalaron los continuadores de Moreri en su gran Diccionario histórico55, y se ha copiado sin examen en las demás obras de esta clase, sobre estar llena de absurdos y necedades, contiene especies injuriosas a la buena memoria de tan gran ingenio, de las cuales han procurado vindicarle con mucha solidez y energía dos españoles tan beneméritos como Don Vicente de los Ríos y D. Gregorio Garcés56.

17. El epítome de la vida de Cervantes, colocado al frente de su retrato en el cuaderno tercero de la colección de los de españoles ilustres, no merece fijar nuestra atención ni ocupar nuestra examen, porque tomadas las noticias de las obras anteriores, reúne a la falta de novedad la de extensión conveniente, pues aun sería diminuto para un índice o sumario, y, lo que es menos disimulable, carece de aquella dignidad y elegante concisión con que deben estar escritos tales resúmenes. Mayor aprecio merece en nuestro concepto el que escribió en latín, con tanta elegancia como laconismo, D. Francisco Cerdá y Rico, y publicó en uno de los eruditos apéndices con que ilustró la Retórica de Gerardo Juan Vosio, impresa en Madrid en 178157. Considera a Cervantes como uno de los escritores españoles que habían escrito la lengua castellana con mayor pureza, corrección y elegancia; e indica con este motivo los principales sucesos de su vida, siguiendo el texto de Ríos, cuya pérdida lamenta58, copiando de D. Nicolás Antonio el juicio y elogios de las obras de nuestro   -pág. 223-   escritor, citando sus primeras ediciones, y añadiendo el Sr. Cerdá un magnífico anuncio de la que acababa de publicar la academia59. Pero no pudiendo formarse por tan ligeros extractos una idea justa de Cervantes, es preciso adquirirla en las demás obras que vamos examinando.

18. En el año de 1788 publicó D. Antonio Capmany el tomo IV de su Teatro histórico-crítico de la elocuencia española, y al fin de él60, precediendo a los lugares que escogió como muestras del buen estilo de Cervantes, dio un extracto de su vida, sacado de las que escribieron Ríos y Pellicer, añadiendo un juicio sobre la adversa y próspera fortuna de aquel escritor, y sobre su mérito literario, especialmente por la parte del lenguaje castellano y calidades de su variado estilo; pero con tal concisión en lo tocante a los hechos de la vida, que omitió todos los sucesos de su cautiverio, sin embargo de ser tan extraordinarios, su residencia en Valladolid, y otros de que hicieron mención los escritores precedentes, incurriendo en las mismas equivocaciones que ellos cuando sigue sus pasos, y adoptando tal vez como hechos indudables algunas de sus conjeturas y sospechas. En las reflexiones que hace sobre el mérito de Cervantes asegura que no son esenciales las censuras que se pueden hacer del Quijote61, y que en todas las obras hay bastante materia para acreditar el justo y eminente mérito de Cervantes62, cuya memoria vivirá eternamente mientras haya prensas que impriman y ojos que lean 63; y con todo parece que disgustado contra los que han procurado investigar los hechos de la vida de este escritor, convierte a ellos su amarga crítica, diciendo que no sabe qué otra cosa importe saberse acerca de un autor de novelas y comedias64. Desconoció el Sr. Capmany en este dictamen contradictorio   -pág. 224-   la natural propensión de los hombres a interesarse en los acontecimientos de los que son objeto de su admiración por su justo y eminente mérito; lo que estas indagaciones ilustran la historia literaria de una nación; el oportuno lugar que, según la reflexión de Mabli65, hallan en estas obras biográficas las circunstancias que, por pequeñas y frívolas que parezcan, contribuyen a manifestar las costumbres de nuestros mayores, o las irregularidades del espíritu humano; el ejemplo de otras naciones cultas, aun en obras menos clásicas, como lo es la novela francesa de los gigantes Gargantúa y Pantagruel, que se reimprimió a mediados del siglo último con multitud de notas históricas y gramaticales, y excelentes estampas de Bernardo Picart, entre las cuales se halla el retrato de su autor Francisco Rabelais, el plano del caserío en que nació, el de la casa en que habitaba, y hasta el de su propio aposento66; y finalmente que la censura que se hace de Cornelio Nepote porque no entró en los pormenores necesarios para dar a conocer sus héroes, será siempre una apología de los que han procurado ilustrar la vida de Cervantes, y con ella facilitar la inteligencia de muchos pasajes de sus obras.

19. Muy de otra manera pensó el autor de una obrita, que con el título de Noticia de la vida y de las obras de Cervantes se publicó al frente de la bella edición del Quijote, hecha en la imprenta Real el año de 1797 en seis volúmenes en 12.º, pues aunque en la parte histórica no sea sino un compendio de cuanto escribió Ríos, y en la parte crítica una ampliación de las indicaciones de Florian, el método, el estilo, el ornato y el juicio que brillan en este opúsculo le dan cierto aire de novedad, que obliga a leerle con interés y con aprecio. Acaso omitió algunos hechas por entregarse   -pág. 225-   más libremente a sus propios discursos: acaso manifestó en ellos una censura demasiado severa y aventurada sobre varios escritores nuestros, que gozaban de más ventajosa reputación; pero tampoco pretende cautivar el dictamen ajeno, contentándose con exponer el suyo lisa y llanamente. Al mismo tiempo que examina y califica el mérito de todas las obras de Cervantes con entereza e imparcialidad, le defiende con vigor de las ligerezas o acriminaciones de sus émulos y censores; y retratándole siempre grande y maravilloso, sin detenerse como otros en abultar sus lunares, comunica al lector el placer de contemplar la elevación y gracia del original, dejándole al mismo tiempo percibir la propiedad y semejanza de su copia; acreditando de este modo que ni el gramático minucioso, ni el filósofo metafísico son jueces aptos para calificar las obras del ingenio por la parte esencial que las constituye, que es la invención, sino solo aquel que, reuniendo a los profundos conocimientos del arte gran sensibilidad de alma y fuerza de imaginación, es capaz de sentir sus bellezas y la sublimidad de las ideas, que en vano se buscarán por medio de los preceptos estériles de los unos, y de las meditaciones abstractas de los otros.

20. Aún no había salido a luz esta edición cuando publicó otra muy correcta y suntuosa Don Juan Antonio Pellicer, ilustrando el texto del Quijote con amplias y eruditas notas, con un discurso preliminar, en que examina el mérito y artificio de aquella fábula, con una descripción geográfico-histórica sobre los viajes de D. Quijote, y sobre todo con una nueva Vida de Cervantes, en la que reunió a las noticias que tenía publicadas en 1778 cuantas pudo allegar desde aquella época con su infatigable diligencia. Estas noticias, y los documentos inéditos que insertó por apéndice, dieron   -pág. 226-   muchas luces sobre la vecindad de Cervantes en Esquivias y sus intereses domésticos; sobre su residencia en Sevilla desde 1595, y en Valladolid desde 1604, con los sucesos que le ocurrieron en esta ciudad cuando le complicaron en una causa criminal al año siguiente; sobre la numerosa familia que allí mantenía; y sobre muchos puntos de historia literaria, relativos a Lope de Vega, Vicente Espinel, Avellaneda y otros escritores contemporáneos. Si el método, la crítica y el buen gusto correspondiesen a la erudición, a la novedad y al número de las noticias, nada quedaría que desear en cuanto a la historia civil y literaria de Cervantes; pero su historiador, entregado a su genio noticioso, y divagando eruditamente sobre cuantas especies le vienen a la mano, hace olvidar continuamente a su héroe, a quien se pierde de vista a cada momento, ya entre la narración de las críticas y apologías de Lope de Vega, ya entre la discusión del origen del baile y cantar llamado la zarabanda, ya entre la historia de la sucesión y herencia por el espacio de dos siglos de los poseedores o dueños de la casa en que murió, ya entre otra multitud de episodios y digresiones, demasiado prolijas, cuando tienen tan poca o ninguna conexión con los hechos principales, de lo que nace que puede aligerarse esta obra, suprimiendo muchos párrafos y noticias de ella, sin que se echen de menos ni hagan falta para la unidad de la narración, como lo ha hecho discretamente el Sr. Ideler en la edición del Quijote castellano, que publicó en Berlín en 1804, pretextando que no podían interesar tales noticias a los extranjeros, aun cuando hubiesen sido bien recibidas de los españoles. De su multiplicidad y falta de orden y analogía resulta también la incorrección o inexactitud de algunas, como lo expusimos francamente a su propio   -pág. 227-   autor, y lo manifestaremos con igual sinceridad en los lugares oportunos. Pero no por tales reparos deja de ser útil y aun agradable la lectura de este escrito, que se mirará siempre como un rico almacén o copioso depósito de noticias tan varias como recónditas, adonde acudirán a tomarlas cuantos en adelante quieran escribir la vida de Cervantes e ilustrar sus obras, o instruirse en algunos hechos particulares de la historia literaria de su tiempo. Nosotros lo hemos experimentado así; y confesamos con ingenuidad habernos sido de sumo auxilio las investigaciones del Sr. Pellicer para la empresa en que hemos procurado imitarle: motivo demasiado poderoso para acreditar ahora justamente nuestra gratitud, y renovar la memoria de la amistad y consideración que le merecimos durante su vida. El empeño y constancia con que por otra parte procuró ilustrar varios sucesos de la historia de España, singularmente las vidas de algunos de sus literatos insignes, y conservar su buena reputación, defendiéndola de las críticas injustas y extravagantes67, le hacen acreedor al aprecio de todos los hombres juiciosos, que miren con amor e interés el esplendor y la gloria de su patria.

21. Las ilustraciones del Sr. Pellicer dieron ocasión al Sr. D. Vicente Novella, dignidad de chantre de la santa iglesia metropolitana de Zaragoza, para corregir algunas de aquellas notas, para reflexionar sobre las opiniones de su autor, y para adicionar sus comentarios. Con este objeto llegó a formar en 1802 tres tomos en cuarto manuscritos de curiosas observaciones, las cuales fue corrigiendo y acrecentando hasta que durante el primer sitio de aquella ciudad en 1808, creyendo ponerlas en lugar seguro, las depositó en el hospital general de nuestra Señora de Gracia, en cuyas ruinas han quedado sepultadas. Por casualidad un familiar suyo,   -pág. 228-   que copiaba estas notas conforme se iban trabajando, conservó en su poder algunas sobre el discurso preliminar y vida de Cervantes, y por su muerte en la epidemia de 1809 vinieron a parar a manos del mismo autor, cuya modestia y juicio campean más en su trabajo que otras calidades que pudieran hacerlo ameno y agradable.

22. Tantos y tan esclarecidos son los literatos que se han dedicado a investigar y escribir los sucesos de Cervantes, y a ilustrar y dar a conocer el mérito de sus obras; y como después de tan multiplicados y eruditos afanes acaso podrían parecer superfluas e impertinentes nuestras investigaciones sobre el mismo asunto, justo será que procuremos satisfacer a los que así pensaren, exponiéndoles sencillamente las causas que nos empeñaron en la composición de esta obra, los medios que hemos puesto en práctica para su mejor desempeño, y para darla mayor novedad e interés, y el éxito feliz que estas diligencias han producido, proporcionándonos documentos desconocidos hasta ahora, pero importantes para dar una idea más cierta, noble y elevada del carácter, costumbres y servicios del celebrado autor del Quijote, y aun para comprender mejor varias alusiones y aventuras de sus ingeniosos escritos: descubrimientos en que han tenido mucha parte algunos sujetos laboriosos, que favoreciéndonos con su amistad se prestaron gustosamente a desempeñar los encargos que les dimos para inquirir y recoger en los pueblos de su residencia las memorias que se conservasen de Cervantes, haciéndose acreedores por su celo y aplicación a nuestro agradecimiento y a la memoria que haremos de sus trabajos en los lugares oportunos de estas ilustraciones.

23. El placer con que desde nuestra juventud leíamos las obras de Cervantes, y la instrucción   -pág. 229-   que en ellas encontrábamos, nos hicieron apreciar su ingenio singular, aun cuando todavía carecíamos de la reflexión madura y del conocimiento necesario para percibir todas sus gracias y bellezas: aprecio y conocimiento que crecieron con la edad y con el estudio, excitando nuestros intereses por las noticias que pertenecían a tan ilustre escritor. Así fue que su vida escrita por Ríos nos agradaba tanto más, cuanto que por su mérito real y distinguido, ya en el excelente método de su narración, ya en la elegancia y pureza de su estilo y lenguaje, ya en la oportunidad y discreción de sus reflexiones, nos parecía uno de los frutos más sazonados y gloriosos de la literatura española del siglo XVIII; pero como desde que Pellicer publicó en 1797 su nueva Vida de Cervantes con mayor copia de noticias, con hechos más averiguados y ciertos, y con documentos antes desconocidos, no podía dejar de ser diminuta, y desmerecer en esta parte la obra de su antecesor, satisfaciendo menos la curiosidad del público, fue nuestra primera idea intercalar en ella todas las noticias descubiertas recientemente, imitando, en cuanto nos fuese dable, su bello y encantador estilo, para lo cual examinamos con detención los escritos de Pellicer, anotando sus descuidos e inexactitudes, y logrando al mismo tiempo adelantar con nuevas pesquisas y combinaciones sus descubrimientos. Mas al comenzar nuestra empresa conocimos la dificultad de llevarla al cabo, porque ni era posible tocar la bella y acabada pintura de Ríos sin desfigurarla enteramente, ni podíamos adoptar con libertad algunas de sus opiniones, tal vez aventuradas, y mucho menos podían satisfacernos otras varias conjeturas y consecuencias que deduce de tradiciones o noticias que aún eran vagas e inexactas en aquel   -pág. 230-   tiempo. En tal estado resolvimos formar de nuevo la historia civil y literaria de Cervantes; y aunque adoptamos el método que siguió aquel laboriosos académico, conservando algunas de sus narraciones cuando la falta de documentos no permite alterar los hechos, y estos se han de tomar de los mismos originales que él manejó, nos valimos también de los materiales acopiados por los demás escritores, particularmente por Pellicer, intercalando en sus lugares las muchas noticias que ellos no conocieron, y hemos logrado descubrir, y cuanto nuestra meditación y estudio nos han hecho discernir, aun en los puntos anteriormente controvertidos. Por este medio nos lisonjeamos de haber dado tanta luz y novedad a los sucesos de Cervantes, que parece la vida de otro sujeto diferente si se compara con las anteriormente publicadas: y este ha sido el fruto de las noticias con que correspondieron nuestros amigos a los interrogatorios y cuestiones que les dirigimos desde el año de 1804. El Ilmo. Sr. D. Manuel de Lardizábal, secretario de la academia Española, que residía en Alcalá de Henares, registró por sí mismo y por otros amigos suyos los libros parroquiales, los de ayuntamiento y los de la universidad, y examinó cuantas memorias podían existir allí de Cervantes y de su familia. El teniente de navío D. Juan Sans de Baturell, individuo de la academia de la Historia, que se hallaba reconociendo por orden del Rey el archivo general de Simancas, encontró en él varios documentos que dieron nuevas luces sobre los destinos de nuestro escritor en las campañas de Italia, de Levante y de África, y sobre la embajada del cardenal Aquaviva. El Sr. D. Tomás González, canónigo de Plasencia, y catedrático que fue de Retórica en la universidad de Salamanca, con la proporción de haber sido comisionado después por   -pág. 231-   S. M. para el arreglo del mismo archivo, no solo acrecentó y comprobó estas noticias, sino que descubrió algunas desconocidas hasta ahora concernientes a las comisiones que tuvo Cervantes en Andalucía desde 1588, y otras relativas a diversos parientes suyos; las cuales nos ha remitido por medio del ministerio de Estado con aquella franqueza propia de los literatos que se interesan en la historia de los hombres célebres que han honrado a su patria. El Sr. D. Juan Agustín Ceán Bermúdez, de la academia de la Historia, encargado entonces por S. M. del arreglo del archivo general de Indias en Sevilla, practicó por sí y por medio de otros literatos exquisitas diligencias en aquel archivo, en el de la catedral, en el de la audiencia, y entre los papeles de varios curiosos; y aunque infructuosas por el espacio de tres años, obtuvo al fin el premio de la perseverancia hallando el día 12 de enero de 1808 en el archivo de Indias un expediente que contenía varios documentos originales respectivos a Cervantes, los cuales confirmando y ampliando algunos hechos ya conocidos, y descubriendo otros enteramente nuevos, dieron ideas más cabales y extensas sobre los servicios y empresas de aquel hombre memorable, y sobre la elevación y dignidad de las prendas de su ánimo. El Sr. Antonio Sánchez Liaño, presbítero de la orden de San Juan, que había sido cura párroco diecinueve años en Argamasilla y tres en Alcázar de San Juan, nos comunicó cuantas noticias pudo recoger en aquel país pertenecientes al autor del Quijote, ya en algunos documentos que logró ver, ya en las tradiciones cuyo origen y fundamento procuró examinar. El Excmo. Sr. D. Juan Pérez Villamil, consejero de Estado, y director que fue de la academia de la Historia, nos facilitó cuanto constaba en la congregación   -pág. 232-   de la calle del Olivar y otros apuntes curiosos para ilustración de nuestra obra. Igual obligación debemos al Sr. D. Juan Crisóstomo Ramírez Alamanzón, bibliotecario mayor que fue de S. M., por lo respectivo a varios puntos de crítica y de historia literaria; y finalmente otros sujetos, que tendremos ocasión de nombrar, nos han auxiliado con sueno celo y eficacia, practicando diligencias o dándonos avisos, que si no han tenido siempre un resultado feliz, han contribuido a lo menos alguna vez a desvanecer tradiciones o conjeturas admitidas hasta aquí con sobrada ligereza. ¡Ojalá que nuestro desempeño correspondiese a tanto esmero y diligencia, y aun a la esperanza de tan sabios y laboriosos cooperadores! Entonces únicamente podría ser este un obsequio digno del sublime mérito de Cervantes, y tendríamos derecho de esperar de la justicia del público la aprobación, que ahora será un puro efecto de su indulgencia y generosidad, por más que creamos no desmerecerla, atendidas la pureza y rectitud de nuestras intenciones.