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ArribaAbajoSobre la venida a España de Monseñor Aquaviva (§§. 7 y 8)

70. Que Cervantes sirvió de camarero al cardenal Aquaviva lo asegura él mismo en la dedicatoria de su Galatea a Ascanio Colona. «Juntando a esto (dice) el efeto de reverencia que hacían en mi ánimo las cosas, que como en profecía oí muchas veces decir de V. S. I. al cardenal Aquaviva, siendo yo su camarero en Roma». Pero ignorándose las circunstancias y destinos de este purpurado, y el medio por donde pudo Cervantes incorporarse en su servicio, nos ha parecido oportuno ilustrar este asunto, de que apenas hacen mención nuestros historiadores castellanos.

71. Julio Aquaviva y Aragón, camarero y refrendario del papa Pío V, e hijo de Juan Gerónimo, duque de Atri, vino a España a fines de 1568 a dar a Felipe II de parte de su Santidad el pésame por la muerte del desgraciado príncipe D. Carlos, y acaso también a solicitar del Rey el desagravio de la jurisdicción eclesiástica, vulnerada, según creía, por los ministros reales en Milán, y aun en los reinos de Nápoles y Sicilia: sobre lo cual se habían suscitado graves disgustos y empeñadas competencias, sin embargo de que así el Rey como el duque de Alburquerque Don Gabriel de la Cueva, gobernador del estado de Milán, procuraban con suma prudencia buscar medios de concierto y de templar las pretensiones   -pág. 283-   del cardenal arzobispo, sostenidas por la corte de Roma177. Chacón en su historia latina de los Pontífices romanos refiere esta legación diciendo: «Hoc fugens munere adhuc juvenis, vix enim vigesimum excesserat aetatis annum, ab eodem Pio ad Philippum II celeberrimum Hispaniarum Regem legatus est, ut sacram jurisdictionem a regiis administris Mediolani violatam tueretur. Qua legatione peracta, ex utriusque signaturae referendario, in quo munere mira vitae laude fuerat versatus, annum agens quartum supra vigesimum rubeo pileo ornatur cum titulo S. Theodori ex Cabrera; ex V ghellio vero, qui Cancilleriae Apostolicae monumenta prae manibus habuit, S. Calisti primo, deinde S. Theodori»178.

72. Aunque Chacón no expresa el año de esta embajada tenemos dos documentos que nos le declaran, y que confirman no solo la venida de Monseñor Aquaviva a España, sino el objeto público de ella. Hállanse en el archivo de Simancas en estos términos:

1.º A la S. C. R. M. del Rey nuestro Señor: S. C. R. M.: Su Sanctidad envía a Julio Aquaviva, camarero y refrendario suyo, a condolerse con V. M. de la muerte del príncipe nuestro señor, que haya gloria. No podía nombrar su B. persona que de mejor gana fuese a besar las manos a V. M., ni más afición tuviese a su servicio: cabrá muy bien en él toda la merced y favor que V. M. fuere servido hacerle, porque demás de que cumple como debe con su obligación de vasallo de V. M., es mozo muy virtuoso y de muchas letras, y de quien se puede sperar mucho servicio, porque pasará adelante en esta corte; y pues él dará cuenta a V. M. de la salud de su Sanctidad y de las particularidades que fuere servido saber, no tendré yo para que alargarme en esta. N. Sr. la muy real persona de V. M. guarde por muy largos años, y sus reinos prospere como la cristiandad lo ha menester y los   -pág. 284-   criados y vasallos de V. M. deseamos. De Roma a 19 de setiembre de 1568.=D. V. M. hechura, vasallo y criado que sus muy reales pies y manos besa=D. Juan de Zúñiga».



2.º «Cédula de paso en Aranjuez a 2 de diciembre de 1568.=A Monseñor de Aquaviva, que los días pasados vino de Roma con cierta embajada, vuelva allá; y lleva cinco docenas de guantes adobados de ámbar y flores, una cuera adobada de ámbar, una docena de calcetas de seda, y ropa blanca de servicio, y algunos fruteros y tobajas de ellas labradas de oro, dos candeleros y una tocasalva de plata que trajo de Roma, y otros vestidos y aderezos de su persona y criados, y mil ducados en dinero de oro y plata: término de sesenta días por Aragón y Valencia»179.



73. De ambos documentos se infiere con evidencia que fue muy corta la mansión del embajador romano en España, y aun pudiera conjeturarse que no fue muy favorablemente recibido por Felipe II, respecto al corto plazo que se le señaló para su viaje, y a que Pío V tuvo que enviar sucesivamente otros legados de mayor condecoración sobre la misma demanda. Fue uno el cardenal Jacobo Boncompagno, que tratado por el Rey con tibieza y desabrimiento, obtuvo sin embargo favorable despacho en los negocios del arzobispo Carranza y otros de que venía encargado; pero sobre las quejas de jurisdicción nada adelantó, antes bien contestó Felipe II con su entereza natural, aunque proponiendo toda concordia sin perjuicio de sus regalías180. Casi el mismo resultado tuvo la negociación de que vino encargado en 1571 el cardenal Alejandrino, pues aunque, como sobrino del Papa, fue honoríficamente recibido y agasajado, y aunque se condescendió con varias de sus pretensiones sobre las operaciones de la armada de la liga, en cuanto a los disturbios de jurisdicción en los estados de Italia   -pág. 285-   no logró que el Rey cediese de los derechos que creía ultrajados con desdoro y mengua de su autoridad181. También vino a España con el mismo objeto el cardenal Fr. Vicente Justiniano, dominico, de quien dice Chacón: In legatione ad Philippum II. Hispaniae Regem de rebus Ecclesiae Mediolanensis obita... inaudita prudentia resplenduit182. Estos hechos comprueban nuestra conjetura de que Monseñor Aquaviva no concluyó felizmente su legación o embajada, y que tal vez, o por las circunstancias desagradables de la muerte del príncipe y de la reina, o por su corta edad y condecoración, o por el empeño y celo con que la corte de España sostenía los derechos de la corona, no tuvo en ella favorable acogimiento, a lo que puede atribuirse su pronta despedida y señalamiento de tan limitado plazo para su regreso a Roma. Sin embargo de esto fue creado cardenal a la edad de veinticuatro años, y murió en 21 de julio de 1574, habiendo sido sepultado en San Juan de Letrán.

74. Es regular que cuando vino a Madrid tratase al cardenal Espinosa, ya por su dignidad eclesiástica, ya por el influjo que tenía en la corte y en los negocios públicos; y que entonces conociese a Cervantes, como lo hemos indicado en el §. 7 de la parte primera: conjetura que hallamos apoyada con la siguiente noticia que nos dejó Mateo Alemán183 de cierto Monseñor enviado del Papa (los demás legados fueron cardenales): «En el tiempo (dice) que asistí sirviendo al rey D. Felipe II nuestro señor, que está en gloria, en oficio de contador de resultas en su contaduría mayor de cuentas; entre otras muchas grandezas que vi en su corte, fue que habiendo allí llegado de parte de su Santidad Pío V cierto príncipe de la Iglesia para tratar negocios della, tanto   -pág. 286-   gustó de algunos cortesanos de ingenio, que con curiosidad procuró granjear su amistad, y se la hizo tan familiar, que no solo se honraba de tenerlos en su posada y llevarlos en su carroza cuando salía público, mas convidándolos a comer les daba liberalmente su mesa, haciéndoles muchas particulares mercedes. Tenía de costumbre, luego como se alzaban los manteles, quedarse tratando de varias cosas, curiosidades dinas de tan grande príncipe... Monseñor, como tan discreto y famoso letrado etc.». Lo mismo nos persuade la reflexión de que dirigiendo entonces Aquaviva su viaje de regreso por Aragón y Valencia (según lo expresa el pasaporte) era preciso atravesase la Cataluña para continuarle por las provincias meridionales de Francia, como lo practicaron Periandro y Auristela, en cuya narración acreditó Cervantes haber observado por sí mismo las cosas más notables de las ciudades o grandes poblaciones de aquella carrera, pues desde el reino de Toledo encaminó a sus dos peregrinos por Valencia, Cataluña, Perpiñán, Languedoc, Provenza, saliendo por el Delfinado al Piamonte, y de allí a Lombardía, describiendo las curiosidades de Milán, Luca y Florencia, hasta la llegada a Roma, como término de su peregrinación184. Agrégase que por lo respectivo a Cataluña no solo describió con admirable propiedad en el Quijote, en la novela Las dos Doncellas y en La Galatea los caminos y costas de aquel principado, y los contornos y otras particularidades de Barcelona, sino que trató con inteligencia y exactitud de los bandos y bandoleros que eran tan antiguos en aquel país, y de otras costumbres y usos propios de sus naturales185: conocimientos que solo pudo adquirir en esta ocasión transitando para Roma, porque no se descubre en todo el resto de su vida   -pág. 287-   otra proporción de haber estado en Cataluña para poder hacer un estudio tan menudo y unas pinturas tan exactas de cuanto tiene relación con la topografía, historia y costumbres de aquel principado.


Cervantes sentó plaza en las tropas españolas (§. 9)

75. Hasta ahora se había creído que Cervantes se alistó y sirvió en las tropas del Papa, y que se halló embarcado en las galeras pontificias que mandaba Marco Antonio Colona en la célebre batalla de Lepanto. Los escritores de su vida fundaron esta opinión en las expresiones de que usó dedicando La Galatea a Ascanio Colona, hijo de aquel célebre general. «Hágale V. S. I. (le dice) buen acogimiento a mi deseo, el cual envío delante para dar algún ser a este mi pequeño servicio. Y si por esto no lo mereciere, merézcale a lo menos por haber seguido algunos años las vencedoras banderas de aquel sol de la milicia, que ayer nos quitó el cielo delante de los ojos; pero no de la memoria de aquellos que procuran tenerla de cosas dinas de ella, que fue el Excmo. padre de V. S. I.»; y como Cervantes acababa de residir en Roma de camarero del cardenal Aquaviva, y asegura él mismo haber seguido algunos años las vencedoras banderas de Colona, infirieron naturalmente que se había alistado o tomado plaza en ellas186. Bien se hicieron cargo Ríos y Pellicer de que en el prólogo de las novelas dijo, que había militado en aquellos años debajo de las banderas de D. Juan de Austria. «Perdió (dice hablando de sí mismo) en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo... militando debajo de las muy   -pág. 288-   vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra Carlos V, de felice memoria»; y como esto parece que contradice lo que aseguró en la dedicatoria de La Galatea, encontraron el medio de conciliar ambas proposiciones, advirtiendo que Marco Antonio Colona mandaba una de las tres divisiones de que se componía la armada, las cuales todas estaban bajo el mando general de D. Juan de Austria187. Suponen igualmente ambos escritores, que restablecido Cervantes de la herida que recibió en la batalla naval, se alistó o incorporó en los tercios españoles que guarnecían a Nápoles188; porque no solo en la partida de rescate se expresa que en aquella ciudad estuvo mucho tiempo en servicio de S. M.189, sino que en su Viaje al Parnaso dijo terminantemente que en su juventud había pisado más de un año las calles del mismo pueblo190.

76. Examinando con detención e imparcialidad estos lugares hallábamos tantos motivos de darles otra interpretación, como razones para separarnos del dictamen de aquellos escritores. Parecíanos que Cervantes, que hablaba y escribía su lengua con tanta propiedad y precisión, había dado a entender dos ideas muy diferentes con las frases o expresiones de seguir las banderas, o militar debajo de las banderas; porque la primera no envolvía en su significación el alistamiento o asiento de plaza que la segunda; y como Colona, aunque general del Papa, mandó la escuadra combinada en el año 1570, y también en el verano de 1572191, mientras D. Juan de Austria se quedó en Mesina, era factible que Cervantes, soldado de los tercios españoles, y embarcado en las galeras de España, hiciese aquellas y tal vez otras campañas a las órdenes del general romano. Parecíanos también inverosímil que   -pág. 289-   teniendo Felipe II (que dominaba en aquel tiempo casi toda la Italia) tantas tropas españolas de guarnición en Lombardía, Nápoles y Sicilia, sentase plaza un hidalgo español tan principal en unas tropas extranjeras; y hallábamos imposible que estropeado e inutilizado del brazo y mano izquierda al servicio de una potencia extraña, fuese admitido después en las banderas de su príncipe natural, contra las reglas y costumbres de todas las naciones para la admisión de sus soldados192: mucho más siendo la manquedad de tanta consideración, como lo declaró D. Beltrán del Salto y de Castilla, diciendo que en la batalla naval salió herido de una mano, y que le ha visto que de la dicha mano izquierda está manco de tal manera que no la puede mandar193; pues aunque continuó el servicio en las campañas sucesivas de levante, como después de su cautiverio en Portugal, las Terceras y otras partes, lo hizo sin separarse de las banderas de su príncipe, con la esperanza de lograr el premio a que aspiraba y que tan justamente merecía.

77. Pero aun dada la hipótesis de que se hubiera hallado en aquella memorable jornada embarcado en las galeras pontificias, creíamos que pudieron haber sido estas reforzadas con tropas de las compañías de los tercios españoles: lo cual no carecía de ejemplar, y se nos presentaba, entre otros, el que refería una carta escrita por Francisco Duarte en Corfú a 1.º de octubre de 1538 al comendador mayor de León194, en la que para noticia del Emperador le refería difusamente todas las operaciones de la armada de la liga, de que era generalísimo el príncipe Doria desde el 18 de setiembre, y del encuentro que tuvo con la armada de Barbarroja el 27 de aquel mes, en el cual todas las galeras, menos nueve,   -pág. 290-   abandonaron al príncipe; que a haber sido menos precavido hubieran perecido aquel día todas las fuerzas navales de la cristiandad. No solo en la galera del Papa que mandaba el abate Bibiena había entonces cincuenta españoles de la compañía de Diego Vélez de Mendoza, sino que después de la acción el patriarca general de la armada pontificia pidió al príncipe le reforzase con treinta o cuarenta españoles más por cada galera; y el general veneciano tomó también tropa española para reforzar las suyas. Este caso nos hacía ver que no hubiera sido extraño sucediese lo mismo en la armada coligada de Lepanto; y que Cervantes, soldado español, fuese con su compañía a reforzar alguna de las galeras del Papa; pero ni aun esto acaeció, porque consta por varias relaciones originales y por autores coetáneos, que solo las galeras de Venecia tuvieron necesidad de ser reforzadas con gente española, y de ningún modo la escuadra romana195. Escribiendo D. Juan de Austria a D. García de Toledo en Mesina a 25 de agosto de 1571, comunicándole su llegada a aquella ciudad, le dice196: «Hallé aquí a Marco Antonio Colona con las doce (galeras) de su Santidad, que están a su cargo, bien en orden: asimismo hallé a Sebastián Venier, general de la armada de venecianos, con cuarenta y ocho galeras, seis galeazas y dos naves; estas no están tan en orden cuanto yo quisiera y fuera necesario al servicio de Dios y beneficio común de la cristiandad, según el estado de las cosas presentes. Hame certificado el dicho general que muy en breve se esperan otras sesenta galeras que tienen en Chipre». En otra carta de 30 del mismo mes dice: «Las galeras de venecianos comencé a visitar ayer, y estuve en su capitana: no podría creer vmd. cuan mal en orden   -pág. 291-   están de gente de pelea y marineros. Armas y artillería tienen; pero como no pelean sin hombres, póneme (cierto) congoja ver que el mundo me obliga a hacer alguna cosa de momento, contando las galeras por número, y no por cualidad: con todo esto procuraré de no perder ocasión en que pueda mostrar que por mi parte he cumplido con mi obligación...» Y en posdata añade de propio puño: «Quiero añadir al mal recado en que vienen venecianos otro peor, que es no traer ningún género de orden, antes cada galera tira por do le parece: vea vmd. qué gentil cosa para su solicitud en que combatamos». Habiendo llegado las sesenta galeras de Venecia que estaban en Candía a Mesina el 1.º de setiembre, escribe igualmente S. A. al mismo D. García de Toledo con fecha del 9: «M. I. Sr.: con la ocasión de una estafeta que despacho a Nápoles me ha parecido avisar a vmd. que estos señores venecianos a la fin se han acabado de resolver en tomar en sus galeras cuatro mil infantes de los de S. M., es a saber: dos mil quinientos españoles y mil quinientos italianos, y así se les quedan consignando a estas horas». Estos testimonios desvanecen toda sospecha de que en las galeras del Papa que mandaba Colona se hubiesen embarcado de auxilio tropas españolas, como fue necesario y aun urgente en las de Venecia.

78. La solidez de nuestras conjeturas y reflexiones se vio además comprobada con otros documentos que las calificaron de un hecho histórico completamente demostrado. Halláronse algunos en Sevilla y Simancas, y entre ellos la información de 1578, en que declarando el alférez Mateo de Santisteban, dice: «Que el día de la batalla que el dicho Sr. D. Juan de Austria dio a la armada turquesca, este día vio que el dicho   -pág. 292-   Miguel de Cervantes sirvió en la dicha batalla, y era soldado de la compañía del capitán Diego de Urbina, en la galera Marquesa de Juan Andrea, en el cuerno de tierra, y que un año antes había que el dicho Miguel de Cervantes servía en la dicha compañía, porque lo vio asimismo este testigo... que se halló presente por ser soldado de la misma compañía»197. Infiérese de aquí que empezó a servir el año 1570 en la compañía de Urbina, a quien alabó muchos años después en la novela del Cautivo, cuando refiriendo este sus aventuras, dijo: alcancé a ser alférez de un famoso capitán de Guadalajara, llamado Diego de Urbina198: y aunque su padre en la información citada, afirmaba que su hijo había servido a S. M. de diez años a aquella parte; esto es, que empezó en 1568, y el mismo Cervantes en su memorial al Rey, fecho en mayo de 1590, aseguraba también que sirvió en las jornadas de mar y tierra que se habían ofrecido de veintidós años a aquella época, confirmando el mismo cómputo, ni esto se comprueba de un modo satisfactorio, ni de tantos testigos como hay en las dos informaciones hechas en Madrid y en Argel, resultan más que los alféreces Santisteban y Diego Castellano que lo conociesen desde 1570, pues todos los demás se refieren a fechas posteriores. La compañía de Diego de Urbina pertenecía al tercio de D. Miguel de Moncada, así como las mandaban Gerónimo de Gis, Marcos de Isaba, Pedro de Torrellas, Rafael Puche, Rafael Luis Terrades, D. Enrique Centellas, Rodrigo de Mora, Melchor de Alveruela y Gerónimo de la Cuadra199; y ya fuese que estas compañías quedasen incompletas o con poca gente de resultas de la batalla naval, o que se necesitase reforzar con ellas las guarniciones españolas de Nápoles y Sicilia,   -pág. 293-   lo cierto es que cuando D. Juan de Austria llegó a Mesina concedió licencia a D. Miguel de Moncada para venir a la corte, y mandó completar la guarnición de Nápoles con los soldados de su tercio, aunque no consta se verificase. Así lo escribía al Rey desde aquella ciudad a 11 de noviembre del mismo año 1571, pues entre otras cosas añade200: «Heme informado de qué número de infantería spañola hay en este reino de la ordinaria dél, y me dicen que pasan de dos mil soldados, de manera que a esta cuenta se podrán cargar pocos de los extraordinarios de la armada: he mandado que se pida relación a los oficiales de la hacienda, que sea puntual de lo que en esto hay, para enviarla a V. M.=También he escrito al cardenal Grandvela que me avise de los soldados que le faltan a cumplimiento de los cuatro mil que ha de tener aquel reino, para dárselos de los del tercio de D. Miguel de Moncada, que va a esa corte con mi licencia a besar a V. M. las manos, y a negocios suyos, como se entenderá por otra carta que scribo aparte.=A mi parescer fuera muy necesario reformar un buen número de capitanes que tienen poca gente, y enviarlos a esos reinos a levantar la que de nuevo se ha de hacer; pero el quitarles las compañías tras haber vencido una batalla tan importante, sería darles justa causa de se desdeñar, y a enviarlos a España sin licencia y orden de V. M. no me atrevo, porque no sé cómo se tomará».

79. Si en virtud de esta licencia vino a España entonces Moncada, es cierto que regresó para la próxima primavera, y que sirvió con su tercio en la campaña del verano siguiente en los mares de levante, pues consta por relaciones del 13 de junio y 31 de julio de 1572 que el marqués de Santa Cruz transportó aquel tercio a Corfú desde   -pág. 294-   la parte meridional de Sicilia, donde había invernado; que se componía de mil quinientos sesenta y ocho hombres, cuyos sueldos, inclusos los de sus oficiales, importaban siete mil cuatrocientos sesenta y ocho escudos al mes; y por consiguiente que su reforma no se verificó hasta fines de aquel año o principios de 1573, pues en 5 de marzo mandó D. Juan de Austria que los soldados aventajados del expresado tercio reformado de Moncada disfrutasen sus ventajas en el de D. Lope de Figueroa201, en el cual estaba ya incorporado Cervantes desde 29 de abril de 1572 en la compañía de D. Manuel Ponce de León, como consta de las siguientes anotaciones de los libramientos que se le hicieron.

1.ª Este día (15 de enero de 1572) se dio cédula de veinte ducados de ayuda de costa a Miguel de Cervantes.


(L. 4.º titulado Diversorum, año 1572 en adelante, f. 12)                


2.ª A 9 de dicho mes (marzo de 1572) se dio cédula para el pagador Juan Morales de Torres de veinte ducados de a once reales a Miguel de Cervantes de ayuda de costa para acabar de curar de las heridas que recibió en la batalla.


(El mismo L. 4., f. 55)                


3.ª A 29 de dicho mes (abril de 1572) se ordenó a los oficiales de la armada que asienten en los libros de su cargo a Miguel de Cervantes tres scudos de ventaja al mes en el tercio de D. Lope de Figueroa en la compañía que le señalaren.


(El mismo L. 4.º, a f. 95 vuelto)                


4.º En dicho día (11 de febrero de 1573 en Nápoles) se ordenó a los oficiales de la armada que libren a Miguel de Cervantes, soldado de la compañía de Don Manuel Ponce de León, diez scudos a buena cuenta de lo que se le debe.


(L. 2.º titulado Órdenes, año 1573: no está foliado)                


5.ª A seis del dicho (marzo de 1573) se ordenó a los mismos (oficiales de hacienda de la armada) que   -pág. 295-   libren a Miguel de Cervantes, soldado de D. Manuel Ponce de León, veinte scudos que pretende le deben; constando ser así, se le den los recaudos necesarios para la cobranza dellos.


(El mismo L. 2.º Órdenes, año 1573)                


6.ª A 15 de febrero (en Nápoles) se ordenó a los oficiales de la armada que librasen a Miguel de Cervantes, soldado de la compañía de D. Manuel Ponce de León, treinta scudos a buena cuenta de su sueldo.


(L. 8.º titulado Regestrum diversorum, año 1574, a f. 46)                


7.ª D. Juan de Austria etc. Licenciado Navas de Puebla (asesor de la armada) yo os ordeno y mando que de cualesquier dineros que estuvieren en vuestro poder de los procedidos de las condenaciones de cámara y gastos de justicia deis a Miguel de Cervantes treinta scudos que le mando librar, del cual tomaréis su carta de pago, con la cual y la presente os serán rescibidos y pasados en cuenta. Fecha en Nápoles a 10 de marzo de 1574.=D. Juan de Austria.=Refrendada de Juan de Soto.


(El mismo L. 8.º f. 115)                


8.ª y 9.ª «En el cuaderno de gastos secretos y extraordinarios del Sr. D. Juan de Austria en la jornada de Levante, rotulado con el núm. 12 al f. 8.º, hay una partida del tesorero general de la armada, por la cual consta que en Mesina a 23 de enero de 1572 se le dio recaudo formal de varias libranzas sueltas a favor de los heridos en la batalla de Lepanto, y entre ellas hay una de veinte ducados a Miguel de Cervantes. En el mismo cuaderno al f. 15 aparece que en Palermo a 17 de marzo de 1572 se dio recaudo formal al tesorero general de la armada de varias libranzas sueltas a favor de personas beneméritas en la batalla de 7 de octubre de 1571, y entre ellas hay una de veinte y dos escudos a Miguel de Cervantes». Estas partidas y anotaciones, de que nos ha remitido el Sr. González un certificado, con fecha de 24   -pág. 296-   de junio de 1817, se hallan en los libros de registro de D. Juan de Austria en el archivo de Simancas, sala 4.ª de Estado, números 1568, 1569 y 1570.

80. Además de las razones y pruebas que hemos dado para asegurar que la compañía de Don Manuel Ponce de León correspondía al tercio de D. Lope de Figueroa, tenemos otra no menos autorizada. El comisario y proveedor general Francisco de Ibarra escribió al Rey desde Mesina a 16 de setiembre de 1571, remitiéndole una relación de la gente de guerra española, italiana y alemana que se embarcó en aquella armada, con expresión de los tercios y sus jefes, y de las compañías y sus capitanes202. Cuatro son los tercios que se nombran en dicha relación: 1.º el de Don Lope de Figueroa: 2.º el de D. Pedro Padilla: 3.º el de D. Miguel de Moncada; y 4.º el de D. Diego Enríquez. Exprésase igualmente que en las catorce galeras de España se embarcaron catorce compañías del tercio de Figueroa, que fueron 1.ª la del mismo D. Lope, 2.ª la de Cristóbal de Azpeleta, 3.ª la de D. Pedro Bazán, 4.ª la de Luis de Palma, 5.ª la de D. Manuel, 6.ª la de D. Martín Ayala, 7.ª la de Pompeyo Speciano, 8.ª la de Juan de Licea, 9.ª la de Juan Díaz, 10.ª la de Juan de Zúñiga, 11.ª la de D. Sancho de Reinoso, 12.ª la del capitán Carrión, 13.ª la de Juan Fernández de Córdoba, y 14.ª la de Juan de Córdoba Lemos. El proveedor Ibarra omitió casualmente o por descuido el apellido de D. Manuel; pero no puede ser otro que D. Manuel Ponce de León, no solo porque sabemos por las órdenes anteriores que estuvo en aquella época en Italia203, sino porque en las compañías de los demás tercios no se expresa capitán alguno de aquel nombre204. Resulta de todo lo dicho por Cervantes nunca sirvió   -pág. 297-   en las tropas del Papa, ni se halló en las galeras pontificias cuando se dio la batalla de Lepanto; que desde 1570 hasta abril de 72 fue soldado de la compañía del capitán Diego de Urbina, que era del tercio de D. Miguel de Moncada; y que desde 1572 continuó en la de D. Manuel Ponce de León, que correspondía al tercio de D. Lope de Figueroa, en el cual disfrutó de la ventaja que se le había concedido.

81. De estos dos ilustres y valientes caudillos, en cuyos tercios militó Cervantes, daremos ahora una breve noticia.

D. Miguel de Moncada fue hijo de Guillén Ramón de Moncada, señor de Villamarchant, y de Doña Constanza Bou. Sirviendo en la guerra de 1557 cayó prisionero de los franceses en los reencuentros sobre S. Quintín; y estando para darse el precio de su rescate, Antonio de Borbón, su mujer Juana, señora de Bearne, y el Rey de Francia supieron que era de la casa de Moncada, de quien ellos venían, le agasajaron y honraron como a deudo suyo, y pagando el rescate a quien pertenecía, le enviaron libre. Después de la guerra de Granada, en la cual se había acreditado, y siendo ya maestre de campo, pasó a Italia con su tercio en 1571, según queda dicho en el §. 11, parte I. Fue uno de los que el Rey Felipe II nombró para el consejo de D. Juan de Austria, y el que más insistió en que se saliese a batir la armada turca. Destinado en la galera Real al lado de S. A., sobresalió entre todos por su acierto y valor en la batalla de Lepanto. Vino después con licencia a España; pero regresando a Italia en la primavera de 1572, se halló en toda la jornada de este año y en la tentativa contra Navarino. Aunque su tercio se reformó en el invierno siguiente, continuó de consejero de S. A.; y ni los respetos de este   -pág. 298-   príncipe, ni las sugestiones de su sagaz secretario, lograron que Moncada, faltando al dictamen de su conciencia, apoyase con su voto la conservación de Túnez. En 1577 se hallaba de capitán general de las Baleares; y relevado en fines de aquel año por D. Antonio Doms, pasó con igual empleo a Cerdeña, y en los cinco que permaneció allí fortificó y puso sus costas al abrigo de los corsarios. Empleó toda su vida en servicio del Rey, la edad robusta en las fatigas de la guerra, y la ancianidad en los gobiernos: casó dos veces: la primera sin sucesión con Doña Esperanza Ladrón en 1538; y la segunda don Doña Luisa Bou, de quien tuvo una virtuosa hija llamada Doña Catalina, que casó con su sobrino D. Gastón de Moncada, marqués de Aitona, y murió en 1617205.

82. D. Lope de Figueroa y Barradas, natural de Guadix, fue hijo de D. Francisco Pérez de Baradas, señor de Graena, alcaide de la Peza, trinchante y maestresala del Rey Católico D. Fernando, y caballero de la orden de Santiago, y de su mujer Doña Leonor de Figueroa, nieta de Don Pedro Ponce de León, primer conde de Arcos. Inclinado a la milicia desde joven, pasó a Lombardía hacia el año 1550, y allí sentó plaza de soldado, habiendo llegado por sus méritos a ser capitán de caballería ligera. Siéndolo de infantería peleó esforzadamente en la desgraciada jornada de Gelves de 1561, logrando salvar su compañía a costa de quedar cautivo; cuya suerte sufrió tres años en Constantinopla y al remo en una galera, hasta que fue rescatado por cuatro mil ducados en 1564. Hallose este mismo año en la reconquista del Peñón de Vélez, donde con solos ochenta soldados desalojó a gran número de moros de un cerro que habían ocupado para cortar la vuelta a nuestras tropas. En Córcega asaltó con   -pág. 299-   muy pocos soldados el fortísimo castillo de Istria, y apoderándose de una colina, hacia la torre de Falca, allanó la suma dificultad de llegar a él que los enemigos oponían a nuestro ejército. En Malta el año 1565, cuando los turcos levantaron el sitio, fue uno de los que los pusieron en derrota, persiguiéndolos hasta su reembarco. Enviado a Flandes a las órdenes del duque de Alba, y estando en el mayor conflicto el ejército Real, alcanzó la victoria (le decía el Rey) por vos principalmente, a do ciertamente ganasteis gloria para nos y honra para vos; porque en la batalla de Frisa, cerca del río Jama, en 1568, como Figueroa se viese envuelto y cortado en un reducto por el ejército del conde de Nasau, distante más de mil y quinientos pasos del nuestro, y con solos trescientos arcabuceros, se abrió paso a viva fuerza y ganó a los rebeldes siete piezas de artillería, y volviéndolas contra ellos los deshizo y causó tan horroroso estrago que aterrados y puestos en desorden hasta los que tenía a sus espaldas, le dejaron por fin dueño de todo el campo, según refiere D. Luis Zapata: aunque otros dicen, que ganada por él la artillería, acudió el ejército a su socorro, y siguiendo a los enemigos en su fuga, ninguno de ello escapó de muerto o prisionero, habiendo perdido D. Lope su caballo y recibido diecisiete heridas. En Brabante, teniendo ocupado un espesísimo bosque tres mil hombres de Guillelmo Nasau, los acometió con pocos arcabuceros, echándolos de allí les hizo caer en manos de nuestro ejército. Por estos servicios le concedió el Rey una pensión vitalicia de cuatrocientos ducados. En las guerras de Granada, ya como maestre de campo, ya después como general de las Alpujarras, ejecutó muy señaladas acciones; recibió en una de las refriegas un balazo en un   -pág. 300-   muslo; y dio un testimonio de piedad cristiana, sacando de la villa de Güecija los cuerpos de unos religiosos que habían sido martirizados, y fundando en el convento de S. Francisco de Guadix, adonde los llevó, un aniversario en memoria de su martirio. Acabada esta guerra, pasó a Italia con su tercio en 1571, según se ha dicho en el §. 11, parte I; y embarcado en la galera Real con D. Juan de Austria, de cuyo consejo era también, no solo rechazó por más de dos horas en la batalla de Lepanto ayudado de D. Bernardino, de Cárdenas y D. Miguel de Moncada, el abordaje que intentaba la capitana turca, sino que saltando a ella con muchos españoles, que dieron muerte al bajá, derribó Don Lope el estandarte de Mahoma que los turcos defendían a popa; con lo que vino a decidirse la victoria por los cristianos, y D. Juan le despachó el 10 de octubre con diez galeras a traer a Felipe II tan gloriosa nueva. En 1582 se halló en el combate que la escuadra española sostuvo contra la francesa de Felipe Estrocci, junto a las islas Terceras, según hemos referido en el §. 61. Sirvió además en Milán, Portugal e Isla de S. Miguel: fue caballero de la orden de Santiago, comendador de Bastimentos, y capitán general de la costa de Granada, y en todas partes, durante los treinta y cinco años de su carrera militar, hasta 28 de agosto de 1585 que murió en Monzón, acreditó su gran valor y su nobleza, por lo cual el historiador de Guadix le aplicó el dicho de Virgilio:


Cui genus a proavis ingens, clarumque paternae
Nomen erat virtutis, et ipse acerrimus armis206.


83. La legación del Papa solicitando el auxilio de Felipe II, el mando general de Colona en esta campaña, y la reunión de las fuerzas aliadas en Otrotanto (§. 9), se comprueban con los siguientes documentos... Escribiendo el Rey al marqués   -pág. 301-   de Santa Cruz desde Córdoba a 24 de abril de 1570 le dice entre otras cosas:

«Habiendo enviado S. S. a D. Luis de Torres, clérigo de cámara, a tratar conmigo de su parte algunos negocios de importancia, y entre ellos a pedirme sea yo servido de dar orden que se junten en el nuestro reino de Sicilia la mayor banda de galeras que se pudiere de las nuestras y de las que andan a nuestro sueldo, para lo que se podrá ofrecer, abajando la armada del turco este verano, como se tiene por cierto; he holgado mucho de ello por complacer a S. S., y así envío a mandar a Joan Andrea que con todas las galeras que hubiere juntado, conforme a la orden que se le tiene dada de antes para atender a lo de la Goleta, asista en el dicho reino de Sicilia y por aquellas partes: de lo cual os he querido avisar para que lo tengáis entendido, y para que en todo lo que se ofreciere de nuestro servicio sigáis la orden que él os diere, conforme a una cédula nuestra que le habemos mandado enviar, que yo seré dello muy servido, y de que me aviséis de todo lo que se ofreciere».


(Orig. en el arch. del marq. de Santa Cruz, n. 18, leg. 6)                


«El Rey.=Marqués, Pariente: Habiendo entendido por cartas de mi embajador en Roma lo mucho que S. S. desea que con las galeras que se ha ordenado a Juan Andrea Doria que se junten en Sicilia y estén a punto para lo que se ofreciere, vaya a juntarse con las que S. S. ha mandado armar para socorro de los venecianos, y con las de aquella república; con el deseo que tengo de complacerle en todo, me he resuelto en ordenar a Juan Andrea que así lo haga, y que obedezca a Marco Antonio Colona como a general de las galeras de S. S., y siga su estandarte el tiempo que durare la dicha junta; de lo cual os he querido avisar para que lo tengáis entendido, y encargaros, como lo hago, que con las galeras de vuestro cargo hagáis lo que el dicho Juan Andrea os ordenare en nuestro nombre, teniendo cuidado, como vos le tenéis, que vayan proveídas de todo lo necesario como conviene para semejante jornada. Del Escurial a 15 de julio de 1570.=   -pág. 302-   Yo el Rey.=Antonio Pérez.


(Orig. en el mismo arch. y lugar)                


«El Rey.=Ilustre Marco Antonio Colona, Primo: vuestra carta de XXI de agosto recibí; y he holgado de entender por ella que Juan Andrea hubiese llegado a Otranto, adonde vos le estábades aguardando, y la resolución que habíades tomado de ir a Candía; y fue muy acertado despachar fragatas adelante al general de la armada de venecianos, avisándole de ello por la causa que decís.=Por la copia que venía en cifra con la dicha carta he visto lo que escribistes a D. Juan de Zúñiga, mi embajador, sobre la conservación de mis galeras, lo cual me ha parecido muy bien; y así os ruego mucho, aunque cuando esta llegue estarán ya las dichas galeras recogidas en sus puertos, si no lo fueren y todavía os tomare esta por aquellas partes, que tengáis mucha cuenta con ellas, y que os aprovechéis siempre del parecer de Juan Andrea, pues será tan acertado en todo con la experiencia que tiene de las cosas de mar. De Madrid a 18 de octubre de 1570».


(Arch. de Simancas, Estado.- Negociación de armadas y galeras, leg. n. 8)                


«El Rey.=Marqués de Santa Cruz, Pariente, nuestro capitán general de las galeras de Nápoles: cinco cartas vuestras de 5 y 17 de setiembre, 13 de octubre, 10 y 15 de noviembre se han recibido; y he visto lo que por las primeras escribís del discurso de la jornada que este verano han hecho las armadas, y ha sido bien habernos avisado dello.=He holgado de entender por las últimas que hubiésedes llegado a Nápoles en salvamento con las galeras de vuestro cargo, y de que se hubiese despachado la gente de buena boya y de cabo que no era menester, y puesto las galeras a invernar, etc. Madrid a 26 de diciembre de 1570».


(Arch. del marq. de Sta. Cruz, n. 18, leg. 6)                


84. De la reunión en Mesina de las fuerzas aliadas (§. 11, parte I) avisaba D. Juan de Austria a D. García de Toledo en la carta siguiente:

«M. I. Sr.: A los 31 del pasado escribí a vmd. avisándole del estado en que se hallaban las cosas desta   -pág. 303-   armada hasta aquella hora: lo que en esta tengo que decir es, que las sesenta galeras de venecianos que se esperaban llegaron al puerto desta ciudad a primero del presente. Juan Andrea llegó el siguiente día con once galeras: ayer, que fueron los cinco, el marqués de Santa Cruz con las treinta de su cargo. De su llegada he recibido tan grand contentamiento como me daba congoja su tardanza: a los 9 ó 10 del presente, a Dios placiendo, saldré de aquí con el armada, dende donde irá tan a punto y en orden de pelear como si se oviese de encontrar la del enemigo a la boca del faro. Espero en S. M. divina que mediante su favor se han de hacer tales efectos, que él sea muy servido y augmentada su santa religión. Lo que se entiende del armada enemiga se verá por los avisos que con esta irán; de lo demás que subcediere daré aviso a vmd. Guarde nuestro Sr. la muy ilustre persona de vmd. como desea. De Mecina a 6 de setiembre de 1571.=A servicio de vmd.=D. Juan».


(Orig. en el arch. del marq. de Villafranca)                


85. Aunque en la información hecha en 1578 consta el denuedo con que peleó Cervantes (§. 12), no podemos omitir lo que dijo de sí mismo en el Viaje al Parnaso, cap. 1.º


Arrojose mi vista a la campaña
   Rasa del mar, que trujo a mi memoria
   Del heroico Don Juan la heroica hazaña;
Donde con alta de soldados gloria
   Y con propio valor y airado pecho
   Tuve, aunque humilde, parte en la victoria.


Y más adelante hablando Mercurio con Cervantes le dice:


Que en fin has respondido a ser soldado
   Antiguo y valeroso, cual lo muestra
   La mano de que estás estropeado.
Bien sé que en la naval dura palestra
   Perdiste el movimiento de la mano
   Izquierda para gloria de la diestra.


En el prólogo de las Novelas y en el de la segunda   -pág. 304-   parte del Quijote habló también de sus heridas y de la memorable ocasión en que las adquirió, con aquella noble jactancia que es característica de un valiente militar. Hablando de Diego de Urbina el P. Fernando Pecha en su historia inédita de Guadalajara, dice que en la batalla de Lepanto mató quinientos turcos de la capitana de Alejandría y a su capitán, y tomó el estandarte real de Egipto: en cuyas acciones era preciso que interviniese Cervantes y los demás soldados de su compañía.

86. De las discordias entre las cortes de Roma y Florencia (§. 15) hablaba a D. Juan de Austria el embajador de España en Roma D. Juan de Zúñiga, escribiéndole con fecha de 25 de abril de 1572, entre otras cosas, lo que sigue... «Yo dubdo que la (armada) de S. S. parta de Civitavieja antes de los 15 de mayo, porque andan en demandas y respuestas con el duque de Florencia sobre el enviar sus galeras, porque pretenden que no se ha cumplido con él conforme a la capitulación que tiene hecha con S. S.: yo he hecho oficios con el cardenal de Médicis y con el cardenal Pacheco para que procuren que el duque se allane, pues no es agora tiempo de ponerse en estos puntos, y ansí me dicen que creen que el duque enviará las galeras...» (Entre la correspondencia de D. J. de Austria con D. García de Toledo en el arch. del marqués de Villafranca)

87. La eficaz diligencia de D. Juan de Austria para incorporarse con Colona (§. 16), se manifiesta en las cartas siguientes que dirigió al mismo D. García de Toledo:

«M. I. Sr.: Dende la Fosa de San Juan a los tres del presente escribí a vmd. dándole aviso de la partida de Mesina con la armada del Rey mi Señor, y que venía   -pág. 305-   a esta isla a juntarme con la de la liga, para pasar adelante a daño del común enemigo, según lo que pareciese que fuese más conveniente. Allegué a la dicha isla a los 9 del dicho al anochecer, donde no solamente no he hallado a Marco Antonio de Colona con su armada que tiene a cargo; pero ni aun carta suya, en que me avise a qué parte ha ido a aguardarme, ni adonde nos habemos de juntar. He despachado dos galeras a buscarle, y ordenádole que se vuelva a la isla del Zante, para donde me partiré con esta armada dentro de tres días, porque me voy entreteniendo para dar tiempo al dicho Marco Antonio que se pueda juntar conmigo, y juntos que seamos se procurará de hacer los efectos que parecerán más convenientes al beneficio común de la cristiandad. De lo que adelante sucediere avisaré a vmd., cuya muy ilustre persona nuestro Sr. guarde como desea. De Corfú a 13 de agosto de 1572.=A servicio de vmd.=D. Juan».


«A los 15 del presente escribí a vmd., y últimamente lo que hasta aquel día había que poder avisar. Después se han tenido las relaciones de las armadas de la liga y del turco, que serán con esta. Paresciéndome que al beneficio común de la cristiandad es muy conveniente que yo me junte con grand brevedad con Marco Antonio Colona, y que esto no se puede hacer sin muy grandes dificultades, llevando todos los navíos que aquí tengo; me he resuelto en poner treinta galeras muy bien en orden, con las cuales me partiré en este punto la vuelta de la isla del Cirigo, donde entiendo que se halla Marco Antonio. Espero en Dios (cuya es la causa que llevo) que se hayan de hacer efectos muy conformes a su santo servicio. De lo que adelante sucediera avisaré a vmd., cuya muy ilustre persona guarde Dios nuestro Sr. como desea. De la galera Real en el puerto de Corfú a 19 de agosto de 1572.=A servicio de vmd.=D. Juan».


«M. I. Sr.: Estando para partir a la isla del Zante con las treinta galeras que escribo en otra carta que va con esta, ha vuelto D. Alonso de Bazán, a quien había   -pág. 306-   enviado con dos galeras a llamar a Marco Antonio Colona, y avisádome como quedaba en el Zante con el armada de la liga, y que a la del turco había dejado, cuando él partió del Cirigo, a la isla de los Ciervos, que es allí cerca. Partirme he con toda esta armada mañana a la Chefalonia a juntarme con el dicho Marco Antonio, y se tomará la resolución en lo que se habrá de hacer que parescerá que más convenga al beneficio común: de lo que fuere le avisaré a vmd., cuya muy ilustre persona guarde nuestro Sr. como desea. De la galera Real en el puerto de Corfú a 19 de agosto de 1572.=A servicio de vmd.=D. Juan».


«M. I. Sr.: A los 20 del presente scribí a vmd. lo que hasta aquella hora había que avisar. Lo que después ha sucedido se entenderá por la relación que va con esta. Partirme he esta noche con cincuenta y tres galeras y dos galeazas, en que llevo trece mil infantes escogidos, la vuelta de la Chefalonia a juntarme con el armada de la liga que allí está, dejando las naves en este puerto. De lo que adelante sucediere avisaré a vmd., cuya muy ilustre persona nuestro Sr. guarde como desea. De Galera en el puerto de Corfú a 29 de agosto de 1572.=A servicio de vmd.=D. Juan».


(Hállanse origs. en el arch. del marq. de Villafranca)                


88. En el archivo de Simancas, Estado, Negociación de armadas y galeras, leg. n. 12, se halla un documento rotulado: Relación de Sancho Zorroza, fecha en Palermo a 10 de setiembre de 1574, de los caudales que poco más o menos se necesitan para concluir la jornada de este año, presuponiendo su duración hasta fin de noviembre. Y en esta relación se expresa la siguiente partida: A las catorce compañías de infantería española del tercio del maestre de campo D. Lope de Figueroa, que fueron a invernar a Cerdeña, y al presente sirven en esta armada con las cuatro viejas que se sacaron de la Goleta, se les deberán para en fin del mes de noviembre   -pág. 307-   que viene cincuenta mil escudos poco más o menos, quitadas las raciones y lo demás que han rescibido. Las cuatro compañías viejas que se sacaron de la Goleta eran también del tercio de Figueroa (§. 18); pues en otra relación de lo que montaba el sueldo de la gente de guerra de la armada, naves, etc., que firmaron D. Pedro Velázquez y el mismo Sancho de Zorroza en Mesina a 31 de julio de 1572, se expresa que el tercio de Figueroa se componía de dieciocho compañías, en que había dos mil seiscientos sesenta y cinco hombres. Después del desembarco en la Goleta sacó de allí D. Juan de Austria dos mil quinientos soldados viejos que hacían temblar la tierra con sus mosquetes, de la disciplina de D. Alonso Pimentel, y metió otros tantos bisoños, diciendo que los viejos como prácticos le servirían mejor. Dio su gobierno al marqués de Santa Cruz; y mandó se acercasen él, D. Diego Enríquez y el Castellano Salazar con ellos a Túnez, y que si no hallasen resistencia se entrasen en el lugar y su alcazaba. Así lo refiere Vanderhámen (L. 4, f. 173); y como la relación de Simancas dice que se sacaron de la Goleta cuatro compañías viejas, las cuales, según dejamos dicho, eran del tercio de Figueroa, hay suficiente fundamento para creer que fuesen las mismas de que trata Vanderhámen, y para persuadirnos de que Cervantes se hallase en una de ellas, respecto a que en el memorial de sus servicios hace distinción de los que hizo en Túnez y en la Goleta, habiendo sido la jornada o expedición una misma, y a que con igual diferencia y expresión hablaron su padre en el pedimento e interrogatorio, y los testigos en sus declaraciones.

89. En la carta siguiente manifiesta D. Juan de Austria su sentimiento por la lentitud (§. 19) con   -pág. 308-   que se procedía en los preparativos de la armada para defensa y socorro de Túnez; pero los Virreyes de Nápoles y Sicilia recelaban que si desguarnecían sus costas pudieran los turcos al pasar por sus inmediaciones hacer un desembarco que causase mayores daños.

«M. I. Sr.: No he tenido carta de vmd. después que partí de Gaeta, y siento en extremo la falta dellas: consolarme he con que no la haya tenido tal de salud que haya impedido el hacerme este regalo, que cierto es para mí muy grande; y así pido a vmd. por merced me la haga de avisarme de contino cómo se halla, y cuando pudiere de lo que le fuere ocurriendo de que le parezca es bien que esté advertido. Yo llegué a este lugar a los 8 del presente: he hallado las cosas de por acá quietas, y de Francia no hay más de lo que vmd. verá por los traslados que van con esta. Yo, Sr., soy tan aficionado a las cosas de mi cargo que holgara harto más andar trabajando en la mar que no estar aquí, no teniendo que hacer más de lo que agora, y creo que no fuera tiempo mal gastado según veo que se va muy flojamente en la preparación de la armada, y lo que convendría que se pusiese en muy buena orden para poner freno a los enemigos: no ha quedado por acordar con tiempo: y aunque yo he cumplido con esto, no basta para dejar de darme infinita pena los inconvenientes que de no haberse hecho podrían suceder. El parecer de vmd. sobre lo de Túnez espero, con mucho deseo, y así le pido muy encarescidamente que en caso que al recibir desta no se me haya enviado, se haga en hallándose disposición para ello, que demás del servicio que a S. M. se hará, yo recibiré singular contentamiento: cuya muy ilustre persona guarde nuestro Sr. como desea. De Begeben a 16 de mayo de 1574.=Vmd. me dé siempre nuevas de su salud, pues sabe que no he de perder jamás este cuidado, ni el deseo de que avise de su opinión sobre todos efectos.=A servicio de vmd.=D. Juan».


(Arch. de Villafr.)                


90. Lo que se dice (§. 20) de los destinos y   -pág. 309-   alteraciones que tuvo el tercio de Figueroa consta de varias relaciones mss. que se hallan en el archivo de Simancas. En una: Estado, Negociación de armadas y galeras (leg. n. 14) de las prevenciones y provisiones que en fin del año de 1574 pareció que se debían prevenir y proveer para el año siguiente de 1575, así para la defensa de la armada del turco como de los reinos de Nápoles, Sicilia y las islas, se encuentra la siguiente partida: Sicilia.- En el reino de Sicilia se ordenó que se creciese el tercio de la infantería española al número de cuatro mil, como el duque de Terranova escribió que convenía. Y al margen añade: Entiéndese que hay los cuatro mil españoles que él escribió que convenía; porque ha escrito que había incorporado el tercio de D. Lope de Figueroa con el de aquel reino. En otra relación que se halla en el mismo legajo, fecha de Nápoles a 16 de enero de 1577, sobre el importe de los gastos de la armada, se expresa lo siguiente: Infantería española.- El sueldo de las cuarenta y tres compañías de infantería española que sirven al presente en la armada debajo del gobierno del maestro de campo D. Lope de Figueroa, en que hay, según la última muestra, cinco mil seiscientos treinta y dos soldados, los dos mil quinientos cincuenta y cinco en las veinte compañías viejas, y los tres mil setenta y siete en las veinte y tres nuevas que vinieron de España últimamente, importa veinte y cuatro mil quinientos escudos poco más o menos. De lo cual se infiere que las tropas que mandaba Figueroa se separaron del tercio de Sicilia luego que fueron de España los soldados suficientes para completar ambos tercios y ponerlos en una fuerza tan considerable como jamás lo habían tenido.

91. Mandaba interinamente D. Martín de   -pág. 310-   Argote el tercio de Figueroa (§. 20).

Consta de una carta para el Rey escrita por D. Juan de Austria en Nápoles a 12 de noviembre de 1574, sobre las causas que le habían movido a pasar a aquel reino, dejando en Palermo al duque de Sesa encargado de cuanto podía ofrecerse en su ausencia. En ella dice que había dejado en Sicilia con el duque el tercio de Figueroa, así para estar a la guardia de las marinas de aquel reino, como para que se rehiciese por estar muy mal tratado, y para que quedase en disposición de servir en la primavera próxima. También había ordenado se feneciesen las cuentas y se pagase todo cuanto se debiese a dicha infantería; y luego continúa así: D. Lope de Figueroa me ha pedido licencia para ir a España a curarse de su enfermedad y a concertar algunas cosas de su hacienda que mucho le importan; hésela dado para este efecto, por haberme prometido que volverá a servir para la primavera, hasta la cual, quedando como queda alojada la gente de su tercio en diversos lugares de las marinas y otras partes de Sicilia, parece que hará poca falta su persona: para lo que se podrá ofrecer en este invierno queda en el lugar del dicho D. Lope, D. Martín de Argote, a cuyo cargo ha estado esta infantería otras veces en su ausencia, y de quien tengo satisfacción que ha procedido como debe. Concluye la carta dando cuenta de las disposiciones que había tomado para la invernada y habilitación de las galeras y tropas, para la defensa de las Baleares y Cerdeña, y sobre otros puntos económicos y particulares de su persona.

92. Regresó D. Juan de Austria a Nápoles en junio de 1579 (§. 20)

Así consta de las siguientes cartas que escribió a D. García de Toledo, la primera desde Cartagena   -pág. 311-   a 5 de mayo del mismo año, y la segunda desde Puerto-Especia en 10 del expresado junio.

«M. I. Sr.: Yo quedo en este lugar tan de camino para esas partes que con el primer buen tiempo partiré. Irá conmigo el Sr. D. Pedro, y yo muy contento de llevarle y pensar que he de ver muy pronto a vmd. Daré principio a mi viaje con hasta treinta galeras, y con las que restan a cumplimiento de cuarenta me seguirán los marqueses de Mondéjar y Santa Cruz. Tocaré en Mallorca para tomar vituallas y dejar algunas cosas que S. M. ha ordenado que se lleven para defensa de aquella isla, de la cual seguiré mi camino derecho a Génova, y de allí daré orden que se encaminen a Cerdeña la gente y el resto de las provisiones que S. M. ha mandado hacer para aquel reino. Procuraré usar de la mayor diligencia que pudiese en llegar allí para pasar luego a Sicilia».


«M. I. Sr.: Desde Cartagena a los 5 del pasado avisé a vmd. que mi partida de allí sería en el primer tiempo. Partí a los 9, y por mucha diligencia que procuré usar por llegar a Italia no fue posible arribar aquí antes de los 9 del presente. Lo que he pasado en la navegación y el acogimiento que me han hecho los de Génova reservo a la vista, pues ha de ser tan presto. Diré solamente que habiéndome detenido tres o cuatro días a esperar al marqués de Ayamonte, y dar orden en algunas cosas que aquí hay que despachar, seguiré mi camino a esa ciudad».