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Ibérica por la libertad

Volumen 2, N.º 1, 15 de enero de 1954

Portada



IBÉRICA es un boletín de información dedicado a los asuntos españoles y patrocinado por un grupo de americanos que creen que la lucha de España por la libertad es una parte de la lucha universal por la libertad, y que hay que combatir sin descanso en cada frente y contra cada forma que el totalitarismo presente.

IBÉRICA se consagra a la España del futuro, a la España liberal que será una amiga y una aliada de los Estados Unidos en el sentido espiritual y no sólo en sentido material.

IBÉRICA ofrece a todos los españoles que mantienen sus esperanzas en una España libre y democrática, la oportunidad de expresar sus opiniones al pueblo americano y a los países de Hispano-América. Para aquellos que no son españoles, pero que simpatizan con estas aspiraciones, quedan abiertas así mismo las páginas de IBÉRICA.

Presidentes de Honor:

  • SALVADOR DE MADARIAGA
  • NORMAN THOMAS

Editor:

  • VICTORIA KENT

Consejeros:

  • ROBERT J. ALEXANDER
  • ROGER BALDWIN
  • FRANCES R. GRANT
  • JOHN A. MACKAY, D. D., L.L.D.
  • VICTOR REUTHER
  • SERAFINO ROMUALDI

IBÉRICA se publica el día 15 de cada mes, en español y en inglés por Ibérica Publishing Co., Inc., 112 East 19 th St., New York 3, N. Y. Todo el material contenido en esta publicación es propiedad de Ibérica Publishing Co., Inc. y no puede ser reproducido en su integridad. Copyright 1954 U.S.A.

Suscripción anual: $ 3.






ArribaAbajoDeclaraciones

Salvador de Madariaga


Norman Thomas


Salvador de Madariaga

Por el mero hecho de salir con traje nuevo, en el momento en que, por haberse firmado el pacto Franco-Eisenhower hay quien declara muertas «las esperanzas de los desterrados», Ibérica desvirtúa profecías tan lúgubres. Es imposible que mueran las esperanzas de los desterrados porque son las esperanzas de España -de toda España menos el puñado de españoles que medran en la sombra a fuerza de concesiones, licencias de importación y otros hongos tan sabrosos como venenosos que crecen en las cuevas malsanas de la censura.

«Esperanzas de los desterrados». La frase es buena. Mejor de lo que se imaginan los que la inventaron. Porque hoy en día todos los españoles son desterrados. Antes de 1936 todos los españoles vivían en España y en libertad. Hoy, unos cientos de miles viven en libertad desterrados de España; y el resto viven en España desterrado de la libertad. Las esperanzas de estos desterrados, que son veintiocho millones, tienden a volver a la vida que perdieron cuando Franco ganó la guerra: los desterrados de España ansían volver a España sin perder su libertad; los desterrados, de la libertad, ansían volver a la libertad sin perder su España.

Ibérica se publica en este país de hombres libres para recordar a todos que la libertad es indivisible y que la tiranía es contagiosa; y como una prenda viviente de la esperanza de que el país de hombres libres no abandone al pueblo español en su lucha por la libertad. España descubrió el continente americano y dio vida y cultura a la mitad. Sin libertad en España, la libertad es imposible en Hispano-América. Un dictador en Madrid significa inevitablemente veinte dictadores en el Continente americano. Mientras rija España un dictador el país de los libres tendrá que vivir a distancia, bien poco agradable por lo corta, de un pelotón de dictadores. En esta fe se publica Ibérica; y al hacerlo, cree servir los intereses más altos y mejores del pueblo de los Estados Unidos.

SALVADOR DE MADARIAGA

Norman Thomas

El profesor Salvador de Madariaga ha dicho lo que todos nosotros querríamos decir sobre el hecho de salir Ibérica con traje nuevo, y lo ha dicho tan elocuente y persuasivamente que casi parece superfluo en mí decir otra cosa que un profundo «amen».

Sin embargo, las responsabilidades especiales que tenemos nosotros, ciudadanos americanos, me fuerzan a elevar mi voz.

El pacto Eisenhower-Franco ha sido criticado o al menos seriamente discutido, en las páginas del New York Times por un experto militar tan competente como Hanson Baldwin. El acuerdo, que no es un tratado, es una prolongación de los poderes ejecutivos del Presidente, de dudosa validez. Sus términos son en extremo vagos; sus beneficios inciertos. Un miembro del Congreso, de los más fervientes defensores de los acuerdos con Franco, rechazó la condenación que yo hice con respecto a la alianza de Franco con Musolini y Hitler diciendo: «Al fin y al cabo Franco traicionó a Hitler!» Moralmente es una buena recomendación para un aliado. La situación actual es la siguiente: hemos dañado nuestra moral de paladines de la democracia y de la libertad por unas bases que pueden ser saboteadas en una emergencia por una población hostil o mal humorada.

Nosotros americanos, que deseamos tener la confianza de todos los pueblos del mundo que viven en la esclavitud, tenemos más razón aún para continuar elevando nuestra voz por la justicia y la verdad. El pacto Eisenhower-Franco es un hecho, pero la opinión pública de los Estados Unidos tiene algo que decir ahora sobre la cantidad que se invierte en España y en qué se invierte. Todavía es posible dar al pueblo español alguna prueba, de que no le abandonamos en su lucha por la libertad.

Mi eco no recogerá nunca con bastante fuerza la declaración de Madariaga: «Sin libertad en España, la libertad es imposible en HispanoAmérica». Por estas razones creo que Ibérica tiene un importante papel que desempeñar en la escena americana.

NORMAN THOMAS




ArribaAbajoLuchamos por la libertad1

Jean Creach


I. Silencio sobre España

Desde el 26 de septiembre de 1953, los Estados Unidos de América están unidos a España por un acuerdo militar y por un acuerdo económico. El uno y el otro han sido firmados en nombre de la defensa de la libertad y de la paz. Sin embargo, desde esa misma fecha el gobierno español acumula gestos de desafío hacia la opinión americana: demuestra que su finalidad es aprovechar de su nueva alianza para ahogar la libertad individual que se ha comprometido a defender al lado de los Estados Unidos.

Es la libertad de opinión el objetivo principal de los ataques del gobierno español. Esos ataques tienden a aislar entre sí a los españoles en su propio país y a obligar a la opinión internacional y sobre todo a la opinión americana a ignorar lo que sucede en España. Para el gobierno español es esencial que los Estados Unidos no lleguen a comprender que es peligroso para su seguridad contar con Madrid.

Terror falangista contra el A.B.C.

El 9 de octubre último, Luis Calvo, redactor-jefe del periódico A.B.C. de Madrid, entraba en su casa a las seis de la mañana. Rendido y nervioso por el trabajo de la noche y por la amenaza de suspensión del periódico que, desde hacía varios días, hacía correr el director falangista de la prensa, Juan Aparicio, tomo una fuerte dosis de calmante y se durmió. A las ocho fue despertado violentamente: su mujer le aplicaba compresas de agua fría en la frente y le suplicaba contestara al teléfono. El director de la prensa en persona le llamaba.

Una llamada telefónica a esas horas es tan intempestiva como lo sería en New York a las cinco de la mañana.

-Quiero verte inmediatamente en el ministerio, gritaba Aparicio al otro extremo del teléfono.

Calvo tosía y trataba de despegar su lengua espesa del paladar.

-Me acabo de dormir, decía con voz entrecortada.

-No importa. Te espero en un cuarto de hora.

-Déjame por lo menos que me afeite...

El otro había ya colgado el teléfono.

Veinte minutos más tarde Luis Calvo atravesaba el Hall del ministerio de la Información, Calle de Monte Esquinza 2; lentamente subía la escalera sosteniendo con las dos manos sus espaldas. Las mujeres de la limpieza llevaban y traían los aspiradores con su ruido infernal. Aparicio escondido detrás de una cortina había visto entrar el coche en el patio del Ministerio. En lo alto de la escalera su secretario le esperaba. Allá iba Calvo con su dolor de riñones y su cara deshecha de trasnochador sexagenario. Sin proferir palabra, con las mandíbulas apretadas como las de un verdugo, el secretario le llevó al despacho del «Señor Director General».

Una luz violente llenaba la habitación, luz que provenía de dos reflectores situados sobre la mesa de Aparicio y concentraban sus focos sobre una silla vacía a dos pasos de la mesa. Calvo cegado por la luz de los reflectores, avanzaba separando los dedos delante de sus ojos: de este modo llegó a distinguir detrás de la mesa cinco hombres de pie con caras graves. En el personaje central, mejillas pesadas, vientre hinchado, cintura de pequeño barril, Calvo reconoció la silueta de Juan Aparicio. El director de la prensa tendiendo el brazo hacia la silla y le gritó: ¡Siéntate ahí!

Las cortinas de las dos ventanas estaban cerradas. Echaron a Calvo en la silla e inmediatamente un torrente de palabras destruyeron la seriedad forzada de esta escena.

-¡Canalla! Gritaron varias voces.

-¿Con que derecho has publicado el editorial de esta mañana?

-Tú no tenías la autorización de la censura...

-¡Eres un enemigo del Régimen!

-¿Quién ha escrito ese editorial?

-¿Quién... ¡Dilo!

-¡Yo te haré detener!... ¡En el A.B.C. todos sois colaboradores de los comunistas!

Aparicio aullaba como un perro rabioso. Calvo temblando se esforzaba en lanzar una palabra, como una boya en medio de aquella tempestad de injurias y sarcasmo. Al fin pudo proferir:

-... Estaba autorizado por la censura.

-¡Qué

-El Editorial!

-¡Mientes!

-... Desde hace seis semanas.

La cuestión era la siguiente: aquella misma mañana el A.B.C. había publicado un editorial, «Lisonja a Moscú». Ese editorial había sido leído y aceptado y visado por la censura de Aparicio seis semanas antes. El director de la prensa lo ignoraba. Él creyó que el artículo, que atacaba las costumbres soviéticas, iba dirigido al régimen franquista, quizás por razones de mil analogías. Pero no quiso reconocer su error. Durante cerca de dos horas Luis Calvo fue ahogado entre preguntas e insultos bajo la luz violenta de los reflectores, trataban de conseguir que confesara el nombre del autor del artículo en cuestión. Se negó a dar el nombre. Los funcionarios del ministerio de la Información llegaban y el interrogatorio, de la más pura esencia terrorista, fue interrumpido.

El asunto Beria

Dos razones había para esta querella contra el A.B.C. Con anterioridad había publicado el A.B.C. la noticia de que «Beria estaba en España». El ministerio de la Información lo mismo que el de la Gobernación, menos ágiles que los periodistas, habían ignorado la llegada a España de un personaje que decía llamarse Beria. Por mi parte yo me encontraba en Madrid en esos momentos y tuve la prueba, por conductos informativos distintos de los del A.B.C. de que un evadido del mundo soviético, portador de un pasaporte suizo con una fotografía de Beria, había entrado en España hacia el 18 de septiembre y estaba escondido en los alrededores de Málaga. El A.B.C. había publicado la información sin pedir permiso a la censura, al menos eso decía Aparicio. Pero eso era un pretexto para atacar al A.B.C. El director de la prensa quería aprovechar la ocasión para liquidar de una vez el único diario español que cobijaba a hombres profundamente hostiles al régimen franquista y que aprovechaban todas las ocasiones para hacerlo entender así. Gracias al «affaire Beria» los falangistas podían decir que se había cometido un crimen de «lesa-censura».

El ministro de la Información, Arias Salgado, un antiguo jesuita, hoy falangista y adulador de Franco, decidió solicitar del jefe del Estado español la destitución del director del A.B.C., Torcuato Luca de Tena. En el consejo de ministros del 6 de noviembre consiguió que Franco aprobara en principio la destitución, pero los ministros pidieron que la decisión fuera aplazada hasta el próximo viernes 13 de noviembre. Arias Salgado estaba tan seguro de obtenerla ese día que el miércoles 11, convocó a Luca de Tena al Ministerio y le anunció que: «sintiéndolo mucho, estaba obligado a destituirle». Su certeza estaba basada en la promesa que Franco le había dado privadamente. Pero los monárquicos amigos de Luca de Tena organizaron sus defensas en cuarentiocho horas: desde el jueves por la tarde varios ministros dieron a entender a Franco que presentarían su dimisión si la destitución se sostenía y Franco, el 13, en lugar de mantenerla la suspendió; tenía temor de que una dimisión colectiva de algunos de sus ministros más importantes, hiciera un efecto catastrófico en la opinión americana. El director de A.B.C. no fue destituido, pero el miedo que había pasado garantizaba su sumisión para el futuro. Esa sumisión es la que permite hoy al gobierno español afirmar que «su prensa es libre».

La frase puede ser cierta sólo si se aplica a los periódicos de los falangistas: es el caso del semanario El Español. Aparicio, director de la prensa, es también director de El Español. Cobra como director del dinero que produce la venta del periódico, que él como funcionario ayuda a su prosperidad. Es uno de los casos más notables de abuso de autoridad de la España actual.

Las agencias americanas no informan sobre España

Otro ejemplo de este abuso de autoridad lo encontramos en las agencias de información y principalmente en las agencias americanas. La agencia francesa está también al mismo nivel: cuando volví a París el mes pasado expulsado por el gobierno español, el gobierno francés decidió expulsar a un periodista español, como respuesta. El director de la A.F.P. (Agencia de Prensa Francesa) Négre, intervino cerca del ministerio francés des Affaires Etrangéres para que el periodista español en cuestión no fuese expulsado «porque la A.F.P. estaba negociando en esos momentos un contrato con el gobierno español».

Con la sola excepción de la agencia inglesa Reuter, todas las agencias de prensa que tienen representantes en España, siguen como norma de conducta no informar sobre los asuntos de España a los periódicos que son sus clientes, pero venden al gobierno español los servicios de información y las indicaciones que reciben de su dirección. En cambio de ese dinero que entrega el gobierno, se pide a los directores de las agencias de información en Madrid observar la más simpática discreción sobre la situación política en España.

Sin gran esfuerzo puede deducirse las consecuencias de esta situación: en las distintas secciones de información de los grandes diarios de Europa y América no se reciben, digámoslo así, ninguna información política sobre España. De eso yo sé algo, yo que, cuando no estoy de viaje, tengo a mi cargo en el diario Le Monde de París, la sección «Península Ibérica». Durante los meses que he pasado en Madrid he enviado unas 100 líneas de información política por una de las que enviaban todas las agencias reunidas. En dos ocasiones, en septiembre y en octubre, en Madrid, el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Ministerio de la Información me pidieron «que no publicara noticias sobre la situación política en España si no quería tener disgustos». He sido expulsado de España, pero tengo conciencia de haber cumplido con mi deber. Los corresponsales locales de agencias como Associated Press o United Press, son, el primero completamente silencioso, lo que le permite llevar una existencia muy agradable en España desde hace 10 años, el segundo es la voz del gobierno franquista. Le es tan fiel que le acaban de decorar con la Cruz de Isabel La Católica. Este testimonio de satisfacción es la mejor prueba del servilismo de las agencias de información americanas hacia el gobierno totalitario de Madrid.

La segunda consecuencia de esta situación es aún más grave: tiende a crear en los países occidentales un estado de opinión sistemáticamente favorable al franquismo, y a hacer creer que la opinión española está enteramente unida detrás de Franco. Quiere dar la impresión de que la estrategia de las bases que persiguen los Estados Unidos en España, no puede hacerles correr ningún riesgo. Esta ilusión es peligrosa. De ello se han podido dar cuenta en Madrid con ocasión de la visita de Míster Talbott, secretario de las Fuerzas Aéreas en Washington.

Silencio sobre las bases atómicas

El lunes 2 de noviembre, a las diez de la mañana, Míster Talbott reunió en el Hotel Castellana Hilton, fuera, en el paseo de la Castellana, a los corresponsales de prensa extranjera y algunos periodistas españoles. Durante un cuarto de hora el diálogo transcurrió sobre generalidades cuando alguien preguntó:

-¿Los Estados Unidos enviarán armas atómicas a España? Sin la menor vacilación Talbott contesto:

-Armas atómicas serán puestas a disposición de las fuerzas americanas y españolas. Esas armas serán utilizadas puestos de acuerdo los dos países.

El ministro abrió la boca sin duda para hacer alguna otra revelación tan sensacional como la anterior, cuando el general Kissner, jefe de la misión militar en Madrid, y el agregado de prensa americana se precipitaron sobre él; cada uno de un lado murmuraron alguna cosa en sus oídos que nadie oyó, naturalmente, pero hicieron sonreír al ministro, y con la mayor soltura continuó.

-... Yo quiero decir que, eventualmente, las armas atómicas podrán ser utilizadas por las fuerzas americanas partiendo de bases españolas... sí por las fuerzas americanas... (Kissner vuelve.)... No, nada de depósitos atómicos... (el general Twining, jefe del Estado mayor de las fuerzas aéreas americanas le lanza una mirada.)... Sí, todo dependerá de la situación internacional.

Los periodistas extranjeros reían detrás de sus cuadernos de notas, los españoles oscilaban entre el orgullo y el terror. Por la tarde los periódicos españoles aparecían con títulos contradictorios: habían pedido la opinión al Estado Mayor español, que estimó que la información podía publicarse.

Dos días después en Atenas, Míster Talbott pedía lo que había oído y anotado en sus cuadernos veinte periodistas. Tres días más tarde, en fin, la prensa de Madrid publicaba el verdadero punto de vista español: «no se hará público el almacenaje de bombas atómicas en España». Por mi parte, yo había publicado la noticia en Le Monde de París, en junio de 1953. La imprudencia de Talbott tenía que ser perdonada: cuando el admirante Radford llegó a Madrid quince días más tarde y anunció-conforme a los acuerdos hispanoamericanos que haría una conferencia de prensa, se entregó a una serie de consideraciones infantiles; habló de la belleza del paisaje español, de la escaseces del agua, etcétera, lo que dio una pobre idea de su capacidad de desmontar. Pero esta vez el agregado de prensa de la embajada de los Estados Unidos sonreía con satisfacción: las consignas de silencio dadas por el gobierno español habían sido observadas escrupulosamente.

(Continuará)

JEAN CREACH2

(Traducido del francés)


ASAMBLEA NAZI EN ESPAÑA

Se nos informa que jefes del movimiento nazi que actúan en estos momentos en Egipto, Siria, América del Sur y Portugal, celebrarán una asamblea en Madrid en este mes de enero. Según esta información, la reunión tiene por objeto analizar las causas del triunfo de Konrad Adenauer en las elecciones alemanas, que ha sido valorada por las extremas derechas como una derrota y trazar un programa de actividades futuras.


DIFICULTADES DE LA MISIÓN ECONÓMICA AMERICANA

La Misión Económica Americana en España ha sido advertida por el gobierno español, a través de la prensa, de que debe abstenerse de establecer contactos directos con los hombres de negocios, y que solamente puede tratar con el gobierno de Madrid. La advertencia ha sido hecha después de la comida que la Cámara de Comercio de Barcelona ofreció al Ministro Encargado de los Asuntos Económicos en el Extranjero, Míster Edward Willams y a varios miembros de la Misión Económica, para informarles directamente de los problemas industriales.




ArribaAbajoDespués del año catorce

por Ramón Sender


Llevamos ya catorce años en el exilio. ¿Qué hemos hecho? Cada cual lo que ha podido según sus aptitudes y medios. Los escritores, escribir. Los maestros enseñar. Los campesinos laborar la tierra de otros; los obreros dar sus brazos a la fábrica o al taller. Hay también quien he hecho dinero. ¿Y los políticos? Bien, los políticos han hecho política. ¿Qué política? Pues... la que hacían en España. Política personal y de grupo.

Pero en el problema español cabe un punto de vista nacional, también. ¿Dónde está? ¿Quién lo tiene? Naturalmente no se puede sugerir un solo nombre sin que suscite en alguna parte reservas enconadas y sectarias. No hay duda sin embargo de que ese punto de vista es más frecuente y natural dentro de España y lo tienen las gentes anónimas de los campos y los talleres. Y de las cárceles. Sobre todo, de las cárceles.

Nosotros tenemos fuera de España el punto de vista que podemos. Yo por ejemplo pienso en la gente que dejé allá y en la que encontraré el día que vuelva, si vuelvo. Y escribo pensando que el pueblo español podría tener un poco más de pan, libertad y cultura si todos los políticos tuvieran un poco menos de espíritu sectario y de localismo de tribu. El sentido nacional está en el pueblo. Y en los escritores y artistas sin partido. Aunque yo siento mejor el «territorio» español que la nación.

Si recordamos lo que sucedió en España desde 1931 hasta 1939 aceptaremos que el pueblo se conducía no solo heroicamente sino con un sentido común y un don de continuidad poco frecuentes en la historia de otros países. Votó por la república, supo crearla y defenderla. Combatió y venció a Mola cuando los partidos en julio de 1936 querían pactar con el general rebelde y defendió a Madrid tres años cuando los partidos habían decretado que Madrid no podría resistir tres días. El pueblo acertó siempre a su manera y si hubiera dependido de él habríamos ganado la guerra. En cambio los partidos se equivocaron. Parece que en el exilio siguen equivocándose.

Los hombres sin partido seguimos haciendo lo que podemos. Pensamos no en las resoluciones de una comisión, sino en los campos sembrados y en los ríos de la primavera, en las aldeas castellanas y andaluzas y gallegas, en los labradores austeros de Aragón y en los viejos patricios liberales, en la ciudad industriosa y en la ciudad muerta de la castiza, castellana y castrense Castilla. En las dulzuras de las tardes del Buen Retiro y en la batalla de Brunete. En la justicia de don Quijote y en la sólida alegría de los milicianos que tomaron Alcalá de Henares y Guadalajara y el cuartel de la Montaña. Cuando se ganaban todavía las batallas.

Piensa uno en aquella terrible vacación de la guerra (siempre se recuerda la guerra como una vacación) y en algunas coincidencias curiosas como la de tocarme defender con otros, durante dos días y dos noches una posición de Seseña que había sido tres siglos antes una viña de Cervantes (la que el gran escritor recibió, en dote, de su mujer). En tiempos más calmos, llevado por un romanticismo juvenil habíamos ido algunos amigos a Esquivias y a Seseña a localizar aquellos lugares.

Detrás de esos recuerdos, el de nuestra patria expectante y tensa con los telares de Cataluña, los naranjales de Valencia, las herrerías de Bilbao, los maizales de Galicia, los olivares de Andalucía y los hombres atentos a una sola faena perentoria; la guerra.

Tal vez en esas cosas elementales y «territoriales» es donde se refugia el sentido más puro de lo nacional. En alias se funde uno con la entraña del sentimiento popular donde reside nuestra verdad de españoles. No hay otra. Ahí está lo que hemos sido porque Pizarro, Santa Teresa, Cervantes, Lope de Vega, eran pueblo, lo que somos y lo que seremos si es que vamos a sobrevivir. El resto es política de partidos. Lo digo sin sarcasmo. Qué más querríamos que tener partidos dignos de admiración.

Lo malo es que los partidos solo recurren al pueblo cuando se ven abocados a la catástrofe. Los políticos españoles son especialistas en catástrofes, pero después de desencadenarlas es el pueblo quien las resuelve o al menos las afronta y padece. Tal vez ahora en el exilio los partidos están viéndose al borde de una de esas crisis después de catorce años de estériles luchas de fracción, de discursos retóricos y de reiterados ires y venires por el atlántico. Los que no tenemos partido tampoco tenemos responsabilidad, pero aceptaríamos con gusto la que nos tocara si fuera posible volver al lado del pueblo y tener una trinchera en la antigua viña de Cervantes. En un sentido ideal es lo que modestamente tratamos de hacer los que escribimos. Pero recuerdo con fruición los primeros tiempos de la guerra en los cuales la pasión de clan, grupo, capilla y partido no había destruido todavía y ni siquiera debilitado el sentido nacional del pueblo. En aquel tiempo en el que aún ganábamos batallas.

RAMÓN SENDER




ArribaAbajoEl Concordato

por Salvador de Madariaga


Hace poco, durante el Congreso que el Movimiento Europeo celebró en la Haya, donde, como suele suceder, España estaba representada por desterrados, le oí decir a un vasco: «El régimen le ha entregado el cuerpo a Nueva York y el alma a Roma». El caso es que, si se comparan los acuerdos Franco-Eisenhower con el Concordato, no deja de impresionar el paralelismo. Para durar y perdurar, el régimen malbarata los intereses de España, en Roma como en Washington. Pero no es seguro que la metáfora del alma y del cuerpo sea tan exacta.

Para que lo fuera, habría que demostrar que en el Concordato no se han entregado a Roma más que intereses morales y espirituales. Pero se da el caso de que, si bien, para complacer al Vaticano, el régimen echa por la borda hasta los derechos más elementales del individuo en cosas del espíritu, también lo es que la Iglesia no ha descuidado el cajón del pan; vaya con los poderes espirituales en cuanto se les pone a tiro un buen negocio! Dudo mucho que los banqueros de Nueva York y los mercaderes de petróleo del Estado de Tejas lograran haber hecho un negocio comparable al que, en lo puramente material, representa para la Iglesia el Concordato franquista.

Si fuera a enumerar todos los beneficios que la Iglesia le ha extraído al régimen por pago de su bendición apostólica, tendría que llenar muchas páginas. Vayan tan sólo unas notas sobre el asunto. Se aumentan las diócesis, y el Estado subvencionará los presupuestos de su organización, para construcción de catedrales y de residencias de prelados, oficinas de curia y seminarios. Otro tanto se estipula para las nuevas parroquias, que recibirán auxilio del Estado para establecer sendos patrimonios eclesiásticos, fomentar órdenes religiosas y otras necesidades nada urgentes de la Iglesia. Se exime de impuestos y contribuciones a las iglesias, capillas, edificios de Acción Católica, residencias de obispos, canónigos, oficinas de la curia y parroquiales. Casas de las Órdenes, congregaciones o institutos religiosos y seculares, universidades eclesiásticas, seminarios, colegios, huertos, jardines, dotaciones del culto y clero, donaciones legados, herencias. Todos los impuestos que de tan vasta tajada del capital nacional se sustraen al Estado, la Iglesia se los sacude para que los paguen los ciudadanos cuya cura de almas le está encomendada. ¿Qué gana España? Unas pequeñas concesiones jurídicas y lingüísticas, a cambio de tantas cargas materiales y de un retroceso al siglo XVII en materia de libertad religiosa. Y, desde luego, un puesto de canónigo en Roma, para el Generalísimo, que así resulta no sólo excelentísimo sino reverendísimo -lo que sería divertidísimo si no fuera tristísimo.

Uncido con óleos romanos, lubrificado con aceites neoyorkinos, entregado a Roma de tejas arriba y a Nueva York de tejas abajo, el régimen parece supeditarlo todo a su divisa suprema: Durar.

Pero por mucho que dure el régimen más ha de durar el tiempo, y con el tiempo, España. Día vendrá en que el Vaticano se encuentre frente a otro régimen menos obseso con su propia duración y más consciente de los derechos e intereses del país. Y entonces, ¿qué va a pasar con este Concordato? ¿Podrá subsistir ni un mes siquiera esta almoneda de impuestos, este derroche de libertades humanas, esta construcción de catedrales cuando la gente vive en cuevas, esta invasión de frailes y monjas al olor del dolce far niente bajo el cielo luminoso de España y a costa de sus trabajadores, esta evasión de las cargas para mejor gozar de los privilegios, esta organización de la señanza en competencia desleal con la del Estado, esta inquisición familiar y personal, esta previa censura de libros, revistas y conferencias, todo este oscurantismo, en fin, que ya encendía el ánimo y apuraba el ingenio de Larra hace más de cien años? ¿Se va a contentar una España libre con una Iglesia atrasada y encastillada en sus privilegios y cerrazones teniendo al Norte de los Pirineos el ejemplo noble e inteligente de la admirable Iglesia Francesa? ¿Cree el Vaticano que España, la de verdad, va a tolerar que se trate a los católicos españoles, los de verdad, como si no fueran tan dignos de libertad y de respeto como los católicos de Francia?

Queden estas preguntas en el aire, mientras llega el día en que habrá que contestarlas. Y ojalá que ese día permita debatir el tema en frío y con serenidad. Nosotros que tanto hemos luchado no sólo contra el clericalismo sino contra el anticlericalismo, los qué hemos soñado con la paz religiosa en España, y sinceramente creímos que la lucha en el terreno religioso era un síntoma de atraso político, nosotros tenemos que lamentar más que nadie que sea precisamente la Iglesia la que venga a dar nuevo vigor a la pasión anticlerical. El Concordato, tanto en su forma, por haberse firmado con un régimen sin base política, como por su fondo exorbitante, lejos de ser, como su nombre pide, un instrumento de concordia, es un reto a la opinión liberal. Nuestra labor de hoy más ha de consistir en preparar la opinión española para una paz futura con la Iglesia, aunque la Iglesia no lo merezca, es decir en preparar para el porvenir un verdadero concordato.

SALVADOR DE MADARIAGA




ArribaAbajoSaludos a la nueva Ibérica

por Frances R. Grant3


El momento más crítico en la lucha de un pueblo que trata de romper el cautiverio impuesto por una dictadura, es aquel en que otros gobiernos democráticos comienzan a aceptar la dictadura como inevitable. Se permite que descienda el telón de la respetabilidad sobre una mise-en-scene totalitaria; se abandona al pueblo subyugado a su amarga pena; y la colonia diplomática -cuyo hastío se prolongaba demasiado sin cocktails ni banquetes en los palacios de gobiernos- se apresura a tender los brazos al enemigo de la libertad, y a gozar del champaña y de los emparedados.

Ese es precisamente el momento en que los caudillos democráticos deben hacer nuevo acopio de vigor para intensificar la lucha sin desanimarse. No solamente tienen que reavivar el fuego interno del espíritu, sino que reanimar también la esperanza de los pueblos desesperados que todavía languidecen bajo la dictadura.

Esta es la hora crítica en la Causa de la España liberal -una hora más aún para los que, empeñados en la prolongada batalla, tienen que luchar todavía reiterando su devoción a la más noble de todas las causas: la libertad del espíritu humano.

Es por eso por lo que la Inter-American Association for Democracy and Freedom, y su órgano, Hemispherica, ven con especial beneplácito la organización de un comité independiente para Ibérica, para que pueda así seguir luchando con mayor fervor por la causa de España.

Para la Inter-Amercan Association for Democracy and Freedom ha sido muy grato haber tenido a su lado Ibérica durante el año que acaba de terminar. Pero es ahora tiempo de que asuma otro carácter la lucha, con la creación del nuevo comité Ibérica batallará por libertad en la cual el enemigo común es el medievalismo eterno y cooperando a la labor que desarrollamos. En gran parte, la lucha por la libertad en la América latina y la lucha por la libertad en España son aspectos de una sola lucha magna -la guerra inconclusa por la libertad en la cual el enemigo común es el medievalismo político. Este mal del medievalismo político es endémico en todo el mundo de habla española y hay que extinguirlo una vez, y otra, y otra, y continuar la tenaz lucha a lo largo de los dos frentes: España y América Latina.

Al iniciar este nuevo esfuerzo Ibérica continuará dedicada intensamente a su propósito de esclarecer la verdad en España, a la luz de la realidad, así como su hermana mayor, Hemispherica, seguirá adelante con su labor: mostrar lo que es la verdad en la América Latina. Con la misma intensidad que ansiamos la libertad de las Américas, deseamos ver libre a España. Empeñados en esta lucha común -en la que hay que vencer por todos y para todos, o para ninguno- felicitamos a Ibérica y a su nuevo comité y le deseamos éxito en la abnegada tarea que se ha impuesto.

FRANCES R. GRANT






ArribaAbajoEditoriales

Unamuno ganó la batalla

La Universidad de Salamanca cumplió en el pasado mes de octubre sus 700 años de existencia. Para los españoles esa fecha era obligada marcarla de una manera especial. La Universidad de Salamanca tiene una gloriosa historia que España ha sostenido a través de los siglos. La España actual también se aprestó a rendir homenaje, en esta ocasión, a tan gloriosa institución. Se organizaron varias ceremonias con esta finalidad y fueron cursadas invitaciones a las Universidades extranjeras y distinguidas personalidades. Según nuestras noticias los intelectuales más calificados del interior de España acudieron a Salamanca a rendir el debido homenaje.

Claridad

Una de las ceremonias tenía como finalidad rendir homenaje al filósofo, gloria de España, Miguel de Unamuno, otra inaugurar como museo de la Universidad la casa en que vivió y murió. Unamuno desempeñó el cargo de Rector de la Universidad de Salamanca desde el año 1901 hasta el 1923, en que Primo de Rivera decretó su destierro por su actitud frente a la dictadura y frente al monarca Alfonso XIII. Las Cortes republicanas tuvieron el privilegio de contarle entre sus diputados, Unamuno criticó el régimen republicano en lo que él veía de vulnerable. Llegado el régimen falangista fue destituido de su cargo por Franco, tenía ya 72 años. En Salamanca murió en 1936, el año en que comenzó la guerra civil española, pero vio ya lo que el falangismo significaba y en un acto publico y oficial les dijo: «Venceréis, pero no convenceréis». En el mismo acto el general Millán Astray gritó una y otra vez: «Abajo la inteligencia y viva la muerte». El gran filósofo y gran español salió de aquel acto apesadumbrado, pero erguido. No necesita Unamuno presentación, pero sí es necesario, en estas circumstancias, hacer la claridad en torno a su memoria.

La batalla

Salamanca se preparaba para el gran día de fiesta, pero la semana anterior a la fecha fijada, aparecieron unas octavillas (según se dijo salidas del Obispado de Salamanca) que decían: «Miguel de Unamuno, gran hereje y maestro de herejes», frase que figura en una pastoral del obispo de las Islas Canarias, Antonio Pildaín y Zapiaín. Varios periódicos habían protestado del homenaje, solamente el diario Pueblo, de Madrid, recordó, en dos líneas, que «Unamuno fue, en este siglo, la gloria de la Universidad de Salamanca».

Dos días antes de la fecha señalada para la conmemoración, el Ministro de Educación Nacional fue llamado a Toledo por el Cardenal Primado de España, Monseñor Pla y Daniel. Inmediatamente después se publicó la orden de suspender todas las ceremonias que se habían organizado en honor a Unamuno. En Salamanca cundió el pánico y se quitó el letrero que se había colocado ya en la casa de Unamuno, que decía: «Museo de la Universidad» y fueron canceladas las invitaciones hechas a la familia.

Llegado el día de la conmemoración los invitados de las Universidades extranjeras y los intelectuales nacionales que acudieron a ella, rindieron el homenaje debido a Miguel de Unamuno. Filas interminables llenaban la casa llevando ofrendas de flores que depositaban al pie del busto. La lluvia caía sobre Salamanca, pero la multitud fue a visitar la tumba del gran hombre y a dejar allí también su ofrenda. Finalmente el público entró en el paraninfo de la Universidad y los discursos que debían pronunciarse se pronunciaron. Cada uno de los oradores elogiaba la Universidad y más y más y más el nombre que habían querido borrar llenaba el salón y cobraba la fuerza indestructible que guarda. Finalmente el Rector de la Universidad de Madrid, Pedro Lain Entralgo, lanzó un apasionado elogio de Unamuno Y terminó su discurso diciendo: «Unamuno es uno de los maestros españoles que vivirá después que muchas generaciones hayan pasado».

El gran hereje

De Unamuno, «el gran hereje y maestro de herejes», son estas palabras: «Ese hombre futuro, ese sobrehombre no es otra cosa que el perfecto cristiano que, como mariposa futura, duerme en las cristianas larvas o crisálidas de hoy. Cuando rompa el capullo gnóstico en que está encerrado y salga de las tinieblas místicas, entonces se romperán esas sombrías concepciones medievales en que se ha ahogado al sencillo, luminoso y humano Evangelio»4.

Vigilancia

Ibérica se presenta a sus lectores ampliada y robustecida con nuevo vigor, valiosas aportaciones personales la apoyan y su difusión llegará tanto a los países de lengua española como a los de lengua inglesa. Razones varias y fundamentales nos llevan a presentar a los asuntos de España una atención más viva; los intereses americanos en España han cobrado mayor volumen; de otro lado creemos que los liberales y demócratas españoles no pueden, ni deben, dejar de prestar su atención a las múltiples manifestaciones de la vida de esta democracia americana.

Antes de la firma del pacto España interesaba a los Estados Unidos, después de la firma este interés esta elevado a la enésima potencia. Para una parte de la opinión americana España es un aliado del que desconfía, para otra, la firma del pacto y sus consecuencias pueden llevar, de una manera gradual, a suavizar los métodos de gobierno de la dictadura española.

No abrigamos la más leve esperanza de que la ayuda americana modifique en lo más mínimo los métodos de la dictadura franquista. La respuesta a la firma del pacto la tenemos en la celebración del primer congreso nacional de Falange que, se valore como se quiera valorar respecto a su contenido eficiente, significa una actitud subrayada para el exterior y una advertencia al interior. Al exterior la dictadura española ha dicho «Estoy donde estaba», y al interior: «Mi sistema es insustituible». Afirmaciones que, con unas u otras palabras, han sido claramente expresadas en discursos oficiales. Y es lógico que se haya hecho así. Si la España franquista, gracias a las circunstancias, ha conseguido la ayuda americana, que se apunta como un triunfo, ¿qué puede llevar a Franco a modificar unos procedimientos de gobierno que le han dado, en el interior, el silencio inhumano de las masas y en el exterior, la firma del pacto con los Estados Unidos? El pacto, desgraciadamente, no modificará los procedimientos de la dictadura española, por el contrario, surgirán problemas imprevisibles, algunos de los cuales han salido ya a la superficie.

España es inseguridad y riesgo, ninguna dictadura puede ofrecer garantías de estabilidad ni de lealtad. Cuando los pueblos están ausentes de las decisiones de los que gobiernan, el timón puede girar, por la fuerza de la corriente, a la derecha o a la izquierda y un fuerte viraje puede llevar a la catástrofe. Ibérica, en la medida que le es posible, redobla su vigilancia.

Los protestantes en España

Pese a las informaciones restringidas y a los comentarios benévolos de algunos periódicos de los Estados Unidos, el concordato con Roma firmado por España, agrava la situación de los protestantes en aquel país. Esta benevolencia viene de que el Vaticano ha reconocido en el Protocolo que el artículo 6 del «Fuero de los Españoles» CONTINUABA EN VIGOR. Este artículo establece que: «Ninguna persona podrá ser molestada por sus creencias o por practicar sus cultos privadamente». Pudo no ser admitido por Roma el citado artículo, todo es posible para el Vaticano, pero en rigor es igual; él ha sido desaprobado y atacado por las altas autoridades eclesiásticas de España, entre ellas el Cardenal Segura, Arzobispo de Sevilla. Podemos dar, pues, por inexistentes el artículo 6.

Clausuras y denuncias

El cierre de iglesias protestantes continúa después de la firma del pacto con los Estados Unidos y después del Concordato. En el mes de diciembre último fue clausurada una iglesia protestante de los bautistas en Madrid. La policía puso en manos del pastor de la iglesia, Don Francisco Fernández, una orden disponiendo el cierre de la capilla. Esa capilla pertenece a la misión cristiana del Canadá, que tiene establecidas en España más de ochenta capillas, pero en la actualidad están clausuradas más de cincuenta. Las autoridades canadienses de esa iglesia temen que continúe la clausura sistemática de las que aún sostienen abiertas, lo que es explicable, pues el cierre de iglesias que pertenecen al Canadá no afecta las relaciones con los Estados Unidos y, en definitiva, el resultado es el mismo: se suprimen iglesias protestantes, que es lo que la iglesia católica española persigue sin descanso. Anotemos que un periódico católico de Barcelona ha dicho recientemente: «Preferiríamos tener diez millones de comunistas en España que un millón de protestantes».

Por su parte el general Franco, en el mensaje dirigido a «sus Cortes» declaró el alcance del citado artículo al decir que: «[...] En todo caso, la tolerancia de las demás creencias y cultos privados, no significa la libertad de propaganda que pueda fomentar discordias y socavar la posesión unánime y segura de la verdad y su culto religioso en nuestra patria». «Casi la totalidad de la nación desea conservar, a cualquier precio, su unidad católica». Estas palabras, en boca de un dictador, es necesario valorarlas como es debido y habiendo sido pronunciadas después de la firma del pacto con los Estados Unidos, que lleva, como una de sus consecuencias, la entrada y permanencia por largo tiempo de ciudadanos americanos en España, que profesan la religión protestante.

Hay otro hecho que ha podido alentar también la esperanza de algunos protestantes y es que, al parecer, según declaraciones del rabí Señor Cardoso, que ha recogido la prensa, las autoridades españolas le han dado permiso para construir una sinagoga en Barcelona. Nada puede significar ese permiso para la construcción de una sinagoga, ni otros semejantes. La religión judaica es una religión de iniciados, de tradición; apoyada fuertemente en la idea racial; al judaísmo no le interesa el proselitismo, la religión israelita queda cerrada en la familia y la familia israelita no desea introducir en ella a otros individuos de distintas creencias religiosas. El protestantismo emplea la propaganda y hace prosélitos y prosperaría en España si hubiese libertad religiosa.

No creemos que haya esperanzas para el proselitismo de los protestantes en la España actual. Ni los discursos del Caudillo ni las pastorales de las altas autoridades eclesiásticas de España, que marcan la vida española con procedimientos dictatoriales, pueden dejar la más leve esperanza de una mayor tolerancia hacia los protestantes. Las dificultades, que a veces llegan a persecuciones, para celebrar matrimonios, entierros y cualquier otro acto en que públicamente tengan que declarar los protestantes su religión, continúan. La clausura de iglesias protestantes, de una misión o de otra, continuará.

La realidad actual de España para los protestantes ha sido expresada fina y claramente por una de las más altas autoridades americanas de la iglesia Bautista de España, el Doctor Stanley I. Suber, que ha dicho: «Considerando la reciente declaración del Vaticano sobre las minorías y el nuevo Concordato, la situación de los protestantes en España es peor que nunca. La gente libre, por donde quiera, deben protestar de la intolerancia que llega a la persecución».




ArribaResumen de noticias

El crucero Baltimore rinde honores a dos visitantes en Palma y Mallorca

El Crucero Baltimore de la sexta flota de la marina Norte Americana, en su visita a España ancló en el puerto de Palma de Mallorca. Diariamente el hermoso buque era visitado por numeroso público ansioso de admirar las modernas instalaciones y equipo del crucero. Un día se suspendieron las visitas al público, pero dos jóvenes de 17 y 15 años aproximadamente, fueron recibidos. Un destacamento de la marina de los Estados Unidos les presentó armas. Los jóvenes visitantes eran los hijos del pretendiente al trono de España, Don Juan de Borbón, Juan Carlos y Alfonso. La prensa Española no ha mencionado la noticia ni aún el A.B.C. de Madrid, periódico monárquico. El señor Luca de Tena, seguramente, no quiere arriesgar de nuevo su destitución.

A laboristas se les niega la entrada en España

Las autoridades españolas han negado el permiso de entrada a dos miembros del partido Laborista británico que se proponían investigar la verdad sobre las noticias llegadas hasta ellos de que, socialistas y demócratas en España, están encarcelados desde hace tiempo sin que se les haya incoado proceso. La prensa de New York da cuenta de algunos comentarios hechos por la Central del partido Laborista en Londres sobre el caso y dice: «El gobierno español se aterra ante la idea de que dos delegados del partido Laborista hicieran comentarios duros sobre el régimen de la España actual. El partido Laborista continuará vigilando a los socialistas y demócratas de España privados de sus derechos fundamentales».

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