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Ibérica por la libertad

Volumen 2, N.º 2, 15 de febrero de 1954

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IBÉRICA es un boletín de información dedicado a los asuntos españoles y patrocinado por un grupo de americanos que creen que la lucha de España por la libertad es una parte de la lucha universal por la libertad, y que hay que combatir sin descanso en cada frente y contra cada forma que el totalitarismo presente.

IBÉRICA se consagra a la España del futuro, a la España liberal que será una amiga y una aliada de los Estados Unidos en el sentido espiritual y no sólo en sentido material.

IBÉRICA ofrece a todos los españoles que mantienen sus esperanzas en una España libre y democrática, la oportunidad de expresar sus opiniones al pueblo americano y a los países de Hispano-América. Para aquellos que no son españoles, pero que simpatizan con estas aspiraciones, quedan abiertas así mismo las páginas de IBÉRICA.

Presidentes de Honor:

  • SALVADOR DE MADARIAGA
  • NORMAN THOMAS

Editor:

  • VICTORIA KENT

Consejeros:

  • ROBERT J. ALEXANDER
  • ROGER BALDWIN
  • FRANCES R. GRANT
  • JOHN A. MACKAY
  • VICTOR REUTHER
  • SERAFINO ROMUALDI

IBÉRICA se publica el día 15 de cada mes, en español y en inglés por Ibérica Publishing Co., Inc., 112 East 19 th St., New York 3, N. Y. Todo el material contenido en esta publicación es propiedad de Ibérica Publishing Co., Inc. y no puede ser reproducido en su integridad. Copyright 1954 U. S. A.

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ArribaAbajoLuchamos por la libertad1

Jean Creach


II. Desconfianza española ante la política de Madrid

Tres grandes acontecimientos han afectado a España durante el año 1953: la muerte de Stalin, la firma del Concordato con el Vaticano y la firma de los acuerdos con los Estados Unidos. Inmediatamente consideró Franco que la muerte de Stalin marcaba una nueva etapa de la política mundial. Ciertas confidencias de militares de alta graduación, me han llevado a preguntarme a mí mismo si Franco no veía en ese acontecimiento como el preludio de un apaciguamiento general y como consecuencia, el descenso de su poder dictatorial anticomunista. Sea como sea, a partir de ese momento es cuando ha apresurado la conclusión de los acuerdos más importantes de la historia moderna de España: el 27 de agosto de 1953, el Concordato con el Vaticano; el 26 de septiembre, los acuerdos militares y económicos con los Estados Unidos. Estos dos acuerdos han cambiado categóricamente la proyección de la política tradicional de España: España ha dejado su neutralidad territorial guardada estrictamente desde la derrota de Napoleón en su territorio en 1812 y mucho más aún desde la pérdida de Cuba y Filipinas en 1898. ¿Será o no será la nueva política de España un éxito? Esa es otra cuestión. El hecho es que esos dos acuerdos han modificado completamente los modos hacia el occidente, inaugurando teóricamente una era de activa cooperación. El éxito de la nueva política puede depender del deseo del pueblo español de continuarla. La cuestión, que es de una gran importancia para los poderes accidentales, es pues, saber si la nación española acepta la nueva política de Madrid. Para tratar de apreciar con realismo el grado de esa adhesión o de esa repulsa, es necesario dejar a un lado toda clase de prejuicios de opiniones y de ideas preconcebidas.

Cómo vota el Parlamento español

El poder legislativo está constituido en el Régimen español por las «Cortes», Pero de esta vieja institución que, durante siglos, todos los regímenes se han esforzado en defender, los «fueros», es decir, las libertades elementales del pueblo español, no subsiste más que una reunión de trescientas personas: los llamados «procuradores» que no son elegidos libremente. Una parte es designada directamente por el general Franco, otra por los municipios y las corporaciones constituidas: la Iglesia y el Ejército; otra parte por los sindicatos oficiales. Las «Cortes» dan al Régimen franquista su propia imagen y no la del pueblo español.

El 26 de octubre último; asistí a la «ratificación» del Concordato por esas Cortes. Inmediatamente después que entraron y hubieron ocupado sus asientos los diputados, el Presidente, señor Esteban Bilbao, se levantó y pronunció un largo discurso de alabanzas a Franco y a su política vaticanista. El señor Bilbao fue escuchado cortésmente. A su derecha y a su izquierda se encontraban los Ministros en sus butacas de altos respaldos azules. El ministro del Trabajo, José Antonio Girón, estaba ausente del suyo. Mientras que el señor Bilbao hablaba en la tribuna. Girón hablaba en los pasillos, rodeado de ardientes sindicalistas. Pasó aproximadamente una media hora, en la butaca azul más alejada alguien se inquietaba: era Carrero Blanco, ministro de la Presidencia del Consejo y el hombre de confianza del Caudillo. Escribió algunas palabras sobre un trozo de papel, llamó a un ujier y se lo entregó. Un minuto después el ujier volvió con Girón que, tropezando con las piernas de todos sus compañeros, llegó a su propia butaca, en la que se tendió más que se sentó. Los codos sobre las rodillas, la cabeza apoyada en una mano, su cara pronto reveló el fastidio y el malhumor. Desde hacía días algunos de nosotros sabíamos que Girón estaba muy descontento del Concordato: decía por todas partes que con ese tratado Franco había entregado a la Iglesia católica una parte de la soberanía del Estado español. Esta vez, en plenas Cortes, a la vista de todo el alto personal del Régimen, acababa de mostrar su desacuerdo con el Concordato y con el general Franco.

Si Carrera Blanco le había llamado, era para que viniera a escuchar «el mensaje» que Franco dirigía a las Cortes para explicar ese tratado. Esteban Bilbao leyó el mensaje después que hubo terminado su propio discurso. Continuados aplausos saludaron el final: Girón dejando caer suavemente la punta de sus dedos sobre la palma de la mano confirmaba así su desaprobación.

Prohibidos los debates

Los aplausos resonaban cuando vimos al señor Bilbao tender los brazos para calmar la tempestad, agitar paternalmente la mano del lado de algunos diputados que levantaban la suya mostrando un papel en el que algo decían, quizá formulaban algunas reservas. El señor Bilbao sonreía complaciente. Abrió la boca y dijo sencillamente esto: «Esos aplausos me traen la evidencia de que aprueban Vds. por aclamación el Concordato que ha sido firmado entre la Santa Sede y el Gobierno español».

Unas semanas más tarde el mismo ceremonial permitía afirmar que los acuerdos con los Estados Unidos habían sido aprobados por las Cortes. En el primer caso, como en el segundo, ningún contacto se había establecido con la opinión española para asegurar su adhesión, y la Asamblea, teóricamente encargada de representarla no había sido autorizada a debatirlo.

No existe unanimidad sobre la política americana

Hasta el 22 de julio de 1953, dos meses antes de la firma de los acuerdos entre Washington y Madrid -las negociaciones duraban desde hacia dos años-, tres ministros solamente conocieron su desarrollo y contenido. El resto del Gobierno ignoraba todo hasta esa fecha; la mayoría del personal oficial dudaba de que los acuerdos se llegaran a firmar, les parecía peligroso para la estabilidad interior del Régimen. Hasta el mismo día de la firma de los acuerdos, el 26 de septiembre, ningún hombre de negocios, ningún industrial, ningún economista español fue consultado, directa o indirectamente, sobre la orientación que debiera darse a las negociaciones del acuerdo económico. El negociador principal, señor Arburua, ministro de Comercio -que es al mismo tiempo el director de un importante banco de Madrid- había guardado para él y sus dos adjuntos el secreto y las ventajas eventuales.

Hoy en todos los sectores sociales, en todos los sectores que tienen una responsabilidad nacional, el español se dice: «Nos han colocado delante del hecho consumado. Algo hay que nos han ocultado». La opinión de los españoles más liberales de la Península es firme, la misma que la de los hombres de negocios españoles, franquistas o no: «Si Franco no dice todo lo que se ha decidido entre él y Eisenhower -me dijo una de esas personalidades- la opinión española será antiamericana antes de seis meses». Esta frase se me dijo en octubre último. Estamos en febrero... Franco no ha querido revelar nada aún.

Poco antes de la firma, en el mes de julio, el embajador americano míster James Dunn, había conseguido crear, gracias a su habilidad, a su afabilidad y a sus numerosos viajes a través de España, una atmósfera de confianza hacia los Estados Unidos. Hoy, las esperanzas de julio se han convertido en desilusión, las gentes prudentes se han vuelto desconfiadas, los desconfiados hostiles, salvo, esto es esencial, en el ejército.

En las filas de Falange la reacción ante los acuerdos es pura y simplemente negativa. Formada hoy por los «aprovechados» sin talento, sabe muy bien que en el mundo actual es una especie de criatura prehistórica; teme que una evolución de España hacia el Occidente haga circular el aire de la política interior y que sus hombres descubran su mediocridad y su incompetencia en el transcurso de contactos internacionales; en una palabra, prevé que el choque con la democracia americana será en detrimento suyo.

En la noche del 25 al 26 de septiembre -los acuerdos se iban a firmar al día siguiente- un periodista aseguró al ministro de Información, señor Arias Salgado, que el embajador americano le había anunciado, él mismo, algunas horas antes, que la firma de los acuerdos era inminente: «El embajador de los Estados Unidos no sabe lo que dice», respondió el ministro de Información. Ese mismo «no querer saber» lo confirmaron otros dos falangistas que ocupan altos cargos, no querían ver. El 26 de septiembre, los dos funcionarios españoles más importantes encargados de anunciar a su país que los dos acontecimientos más importantes de su historia contemporánea acababan de realizarse, el director de la prensa y el de la agencia oficial de informaciones EFE, se encontraban, el primero en la lejana provincia de Asturias, en Oviedo, el segundo en Londres.

La Iglesia desaprueba

En cuanto a la Iglesia de España, salvo algunos altos prelados que se esfuerzan en hacer comprender a sus clérigos el sentido de los acuerdos con América, la mayoría de sus miembros ha encontrado su propia expresión en estas líneas del cardenal Segura, Arzobispo de Sevilla. El tres de diciembre, en el boletín parroquial de su diócesis, escribió: «La Iglesia, que durante tantos siglos ha conservado la unidad católica de España, no puede, por mezquinas razones temporales, tales como algunas retribuciones en dólares, cambiar su manera de ser, perjudicar sus creencias, dejar pervertir sus hijos». Esta opinión no es hoy sólo la opinión del cardenal Segura, sino de la mayoría de los curas de Castilla, de Aragón, de Badajoz, así como de Pamplona. El general Franco es un hombre muy religioso: los motivos enunciados por la Iglesia de España están entre los que pueden despertar en él la mayor desconfianza hacia los Estados Unidos.

En las altas esferas económicas algunos creen en el «milagro del dólar» y desean importantes inversiones en España. Estas personas las encontramos, sobre todo, en la industria catalana, entre esas personas con las que míster Williams, jefe de la Misión Económica Americana, se entrevistó a fines del mes de diciembre último en Barcelona, lo que provocó el descontento del Gobierno español. Pero la mayoría de los patronos españoles, esos que tienen la experiencia de la vida internacional, consideran que «para los Estados Unidos España no tiene volumen». Temen que un estrechamiento de los lazos económicos, no tiendan si no hacer de su país un satélite americano y creen que Madrid no debe aceptar, sin poderlas discutir, todos las consecuencias exteriores de la política Americana.

Los obreros por su parte presentan dos tendencias: los unos consideran los acuerdos como una «traición de Franco hacia el pueblo español»; los otros como una «traición de Franco, hacia España, por haber vendido su país». Los envíos de azúcar y de leche condensada que los Estados Unidos han hecho llegar a España para las fiestas de Navidad, los españoles los han recibido con más reserva que agradecimiento: «los Americanos -esa era la expresión del hombre de la calle- quieren comprar nuestra simpatía». Esto prueba que es muy delicado para un país rico socorrer a un pueblo tan pobre y tan orgulloso como el español.

El Ejército aprueba los acuerdos con América

Este balance negativo está compensado, en cierto modo, por las reacciones en los sectores militares. Para el Ejército, los acuerdos hispanoamericanos han logrado los objetivos que para él son esenciales: asegurar que las fuerzas españolas estén bien equipadas sin que el prestigio y la soberanía de España estén amenazados. Las primeras entregas de aviones y tanques anunciadas para fines de este mes de febrero, los generales españoles las estimaban como una garantía de que los 141 millones de dólares prometidos para este año, llegarían a sus manos en ese plazo. Además, la idea de que los Estados Unidos pondrán a España al mismo nivel de armamentos que las otras naciones occidentales, está ganando terreno en ese medio. En el círculo del Caudillo se lanza la hipótesis de que «el ejército español es la sola alternativa de un resurgimiento militar de Alemania». Las promesas cambiadas entre Washington y Madrid sobre el probable envío de siete divisiones españolas a los Alpes, o son desconocidas del Ejército o le dejan indiferente. En general no desean sino una cosa; combatir el comunismo, siempre que le den los medios para ello. Las condiciones sobre la participación de los Estados Unidos en las bases españolas quedando, como quedan, bajo el mando español, las estiman satisfactorias. Aun los riesgos de la transformación de ciertas bases aéreas en bases atómicas les parecen aceptables, siempre que esas bases y la periferia española sean defendidas contra los ataques soviéticos. Los Estados Unidos han prometido que esa defensa será asegurada. En una palabra, los riesgos de la cooperación con América en una «cruzada contra la U. R. S. S.», han sido aceptados por los medios militares españoles. Respecto a la posibilidad de una modificación de las estructuras internas y de la forma de vida de la España actual, en cuanto a los riesgos de perturbaciones económicas que pudieran surgir al contacto de los Estados Unidos, esos mismos medios frecuentemente se atienen a las verdades oficiales y, según la frase de uno de sus representantes más calificado; «Nosotros tenemos plena confianza en el general Franco».

Cambio de actitud

No se debe olvidar que esta actitud del ejército es reciente: hasta el momento de la firma de los acuerdos, el ministro del Ejército en persona, el general Muñoz Grande, era considerado por los oficiales españoles como el símbolo de la oposición a la alianza americana. En oposición a él y a sus amigos del sector militar, Franco ha conservado, durante dos años de negociaciones, sus objetivos: asegurar, con el menor gasto, la renovación del equipo militar y una parte de la economía de España. Hoy su orgullo está satisfecho, el Ejército de nuevo sostiene la política franquista. Pero el menor error por parte de los Estados Unidos condenaría a sus ojos esta política.

Aunque la economía española tiene mucha necesidad de dólares, el régimen actual preferiría no tener esa ayuda si con ella ha de aceptar procedimientos diferentes a los suyos. El fracaso de la Misión Económica americana que preside míster Williams, es hoy la prueba. España es nacionalista: la leve acentuación de la presencia americana en España que ha seguido a la firma de los acuerdos, ha sido suficiente para poder apreciar un retroceso de la opinión española ante los Estados Unidos. Todos los diplomáticos occidentales de Madrid están de acuerdo sobre este punto. Por otra parte, Franco desconfía de las ambiciones y avidez de su alrededor: para coordinar la ayuda económica ha designado, no a un economista de entre los numerosos aficionados «desinteresados» que le ofrecieron su competencia y sus proyectos, sino... a un autor dramático, Jiménez Arnau, conocido solamente como hombre de buen sentido y honesto.

Franco ha firmado. El pueblo español todavía no.

JEAN CREACH
(Traducido del francés)

Nuevo saludo de Franco

Nuevo saludo de Franco






ArribaAbajo El trabajo en la España de Franco

por Robert J. Alexander


La reciente huelga en las factorías de Bilbao ha servido para demostrar, una vez más, el estado de opresión en que viven los trabajadores de la España de Franco. Ha dado la medida de la magnitud de lo que han perdido esos trabajadores en los veinte años de tiranía del Caudillo y lo que continuarán perdiendo mientras que siga teniendo la dirección de los destinos de ese infortunado país.

La organización del trabajo en España ha sido destruida por el régimen franquista. La unión de trabajadores fue el principal sostén de la República durante los dos años y medio de guerra civil, y desempeñó un firme y honroso papel en la defensa de la democracia española. Estaban agrupados en dos organizaciones: la Unión General de Trabajadores y la Confederación Nacional del Trabajo. Estos trabajadores organizados se unieron a la causa de la República y cayeron cuando las fuerzas internacionales del fascismo vencieron las valientes fuerzas de la República.

Bajo la dominación de Franco el problema del trabajo cae dentro del partido fascista del país: Falange. La Delegación Nacional de Sindicatos, que rige la llamada «unión de trabajadores» de la España actual, es oficialmente una dependencia del partido de Falange, como su nombre indica.

La estructura jerárquica de los sindicatos

Los «sindicatos» u organizaciones de trabajo, que suman veintitrés, están organizados en líneas industriales. Según los principios del estado corporativo de Falange; patronos y obreros pertenecen a estos sindicatos y toda relación entre patronos y obreros está bajo la inspección oficial. Sin embargo, los patronos juegan cierto papel en el sindicato, pero limitado, puesto que la mayoría no está en buenos términos con Falange; en todo caso no les dan demasiadas facilidades por el temor de que un día puedan convertirse en una fuerza contra ella.

Cada trabajador en España tiene que dejar una parte de su jornal a los sindicatos, aunque la mayoría de esos trabajadores intervienen poco en la vida diaria de la organización. Cierto que se les ha dado una mayor participación en los sindicatos en estos últimos años, pero poco pueden influir si se tiene en cuenta cómo está constituida la organización.

La dirección de los sindicatos va de arriba abajo. El que lleva el nombre de jefe de sindicato, el Delegado Nacional de Sindicatos, es nombrado por Franco mismo -en su función de leader de Falange- a instancia del Secretario General de Falange. El jefe de cada uno de los veintitrés sindicatos es nombrado por el Delegado Nacional. Existe un jefe provincial con autoridad sobre los jefes locales de los sindicatos, que también es nombrado por el Delegado Nacional, así como el Secretario Provincial de la organización. Así pues, obreros y patronos pertenecen al sindicato y están organizados en líneas paralelas, teniendo cada sindicato un lado «social» u obrero y otro lado «económico» o patronal. En cada sindicato nacional existe un jefe nacional en la sección económica y otro en la sección social; cada uno de ellos es elegido indirectamente por la sección de patronos y por la sección de trabajadores, respectivamente.

Sin embargo, en los sindicatos nacionales, como en toda la estructura, el personal dirigente es elegido por el jefe falangista. Cada sindicato tiene un jefe nacional, nombrado por el Delegado Nacional de Sindicatos. En la estructura provincial, aunque el jefe provincial es elegido indirectamente por los representantes de los trabajadores y de los patronos, la persona ejecutiva, el secretario provincial, es nombrado desde arriba.

La estructura, pues, del sindicato en la España de Franco, tiene muy poco parecido al democrático trade unionism. La única participación directa que tienen los trabajadores en todo este engranaje, es la elección de los llamados «enlaces sindicales». Esos individuos, que se supone que son los enlaces entre los trabajadores y las factorías y talleres en el sistema de sindicato, son elegidos, de vez en cuando, por los trabajadores en sus puestos de trabajo. Esa selección está rigurosamente vigilada por los sindicatos oficiales, y el delegado provincial de sindicato tiene el poder, en cualquier momento, de decretar la ilegibilidad de cualquier trabajador para las elecciones, así como para los «enlaces» y anular los enlaces ya escogidos.

Los jornales y las horas de trabajo, decretados

Naturalmente, bajo este sistema no hay nada que pueda parecerse a esas reuniones libres de los trabajadores en las que se promueven discusiones colectivas; las condiciones de salarios, horas y trabajo en la industria española son decretadas por el Ministerio del Trabajo y están contenidas en los reglamentos. En la redacción de estos reglamentos los dos lados de los sindicatos son requeridos por el Ministerio para que sometan sus sugestiones. Fácilmente podemos imaginar que hay poca probabilidad de que ninguna de las dos partes presenten sugestiones que puedan causar serias perturbaciones a las autoridades del sindicato o del gobierno. En todo caso, el Ministerio puede atender o no esas sugestiones.

Las quejas diarias de los trabajadores también caen bajo el sistema del sindicato. Funciona una especie de tribunales dentro de los sindicatos, donde los trabajadores, lo mismo que los patronos, deben comparecer. Para ser justos debemos decir que esos tribunales, a menudo, toman el lado de los obreros que individualmente presentan sus quejas, aunque la actitud del tribunal puede depender de la lealtad del trabajador y del patrono a Falange. Por esta razón muchos patronos no se molestan en presentarse. Más o menos estos tribunales son una válvula de seguridad para el sindicato; ellos dan a los trabajadores la única oportunidad para presentar sus quejas legalmente, aunque, naturalmente, esas quejas tienen necesariamente que referirse estrictamente al patrono individual y no al sistema. La apelación de las resoluciones de estos tribunales tienen que presentarse ante los tribunales del gobierno que funcionan en el Ministerio del Trabajo, donde generalmente la decisión se basa en preceptos de la ley más que en la equidad.

Este sistema no ha favorecido a los trabajadores. El gobierno de Franco ha seguido la política de mantener salarios bajos, mientras que su política sobre los precios no ha dado ningún resultado. La consecuencia es que los obreros españoles no pueden vivir del producto de sus ocho horas de trabajo. Por esta razón lo normal es que los obreros tengan más de una ocupación. Los ejemplos de este sistema de dos empleos los podemos encontrar donde se quiera. En Bilbao, donde existe un número escaso de obreros de la construcción, es corriente que los obreros de las fábricas trabajen cuatro horas adicionales después de su tarea de ocho horas; en Valencia he hablado con un «enlace» local que tenía dos empleos, desde las ocho de la mañana hasta las doce de la noche. Aun con esta terrible carga los trabajadores de España son dolorosamente pobres. El único factor que puede compensar el régimen impuesto por el franquismo, es el sistema de seguridad social que da, al menos, los primeros cuidados médicos. Parte de este sistema está a cargo de los sindicatos, otra parte es de la competencia del Instituto Nacional de Previsión.

La oposición no es fácil

A pesar de su pobreza los trabajadores españoles consideran que es difícil oponerse al Estado de Franco; no pueden hacer otra cosa que lo que han hecho: la resistencia pasiva. El sistema de vigilancia y espionaje policiaco es tal, que toda resistencia al Régimen es peligrosa. De cuando en cuando el sistema policiaco cambia; desde el final de la guerra civil, en 1939, hasta cerca del año 1943, el sistema de terror era el único usado. Los no partidarios del Régimen o los sospechosos eran sacados por la noche y fusilados en los cementerios locales y luego echados en la fosa sin nombre.

En la última década este sistema de terror ha disminuido. Sin embargo, el Régimen sigue el sistema de las «redadas»; periódicamente son detenidas personas más o menos conocidas por haber sido activas en las reuniones de trabajadores durante la República o que son sospechosas por pertenecer al movimiento de resistencia. Estas personas son interrogadas, unas son puestas en libertad a las pocas horas, otras son retenidas por más tiempo y luego puestas en libertad y otras no alcanzan la libertad. En este último grupo están los condenados silenciosamente a muchos años de cárcel y, en casos extremos, ejecutados.

El destino de los trabajadores es, pues, bien duro. Hay muchas quejas privadas -los españoles han sido siempre personas que han hablado de sus dificultades- pero a veces estallan de indignación. Así ocurrió en la reciente huelga de Bilbao, y en las huelgas de marzo y abril de 1951 en Barcelona, Bilbao, Vitoria, Valencia y otros centros urbanos. En la mayoría de los casos estos movimientos son espontáneos, con alguna previa organización o no. Solamente en la región vasca los trabajadores pueden sostener una organización clandestina, que está en contacto con los trabajadores opuestos al Régimen. Los trabajadores tienen simpatía por las antiguas uniones de trabajadores organizados, especialmente en Cataluña y las provincias vascas. En Cataluña hay simpatía por el viejo movimiento anarco-sindicalista, simpatía que es compartida por algunos activos sindicalistas de Franco. Sin duda estas uniones volverían otra vez si la oportunidad se presenta.

Desilusión

Esas organizaciones clandestinas de trabajadores, que no son sino un esquema de organización, mantenido por esforzados grupos idealistas, han sufrido una gran desilusión ante el acercamiento de los Estados Unidos y el Régimen de Franco. Ven ese paso como la iniciación de un movimiento encaminado a robustecer la tiranía del Caudillo, esa desilusión se extiende hasta los poderes del oeste. Se acuerdan de la gran ayuda que ellos prestaron a los refugiados aviadores y soldados durante la segunda guerra mundial y se preguntan aún por qué están abandonados de esos países que hace diez años ellos consideraban como aliados.

La tarea de sostener la fe en la democracia en estos trabajadores corresponde a los liberales, socialistas y a todos los que en este país creen en la democracia y a aquellos otros de los países del oeste que son amigos de la causa de la libertad y progreso de España. A ellos corresponde mantener el contacto con los trabajadores españoles, prestarles ayuda moral y las otras que sean posibles, para tratar de convencer a esos hombres que la democracia no olvida a los que fueron sus amigos y aliados.

ROBERT J. ALEXANDER




ArribaAbajo Sin permiso de la censura

Información recibida de España


Los proyectos del señor Lequerica

A su regreso a España, el embajador de Madrid cerca del gobierno americano, señor Lequerica, visitó al general Franco. En Madrid se dice, entre los amigos del embajador, que éste había insistido en ofrecer su dimisión, considerando que, habiendo obtenido su política un resultado concreto, había llegado el momento de retirarse. Esta intención de retirarse apareció visible ante los amigos del señor Lequerica en Bilbao, cuando se enteraron de que buena parte de sus efectos personales, los había enviado a España. En su visita a Franco éste le ha pedido que siga en su puesto hasta que llegue el momento del cambio ministerial que prepara, según se decía para las proximidades del mes de julio, lo que pudiera adelantarse dados los acontecimientos recientes en España. Parece que el señor Lequerica, por el momento, ofreció quedar en Washington. Por su parte el General le ha dado a entender que, en la nueva combinación ministerial, tenía la intención de reservarle el puesto de Presidente de las Cortes, hoy en posesión del señor Esteban Bilbao.

En los círculos monárquicos de Madrid se hace notar que, en un momento de crisis grave, como lo sería las semanas que siguieran a la desaparición de Franco, la presencia del señor Lequerica en ese puesto sería de una importancia considerable. Estiman que la personalidad del embajador le permitiría limitar las ambiciones de los militares en ese momento y facilitaría el nacimiento de un nuevo régimen que sería -según asegura el círculo de amigos del señor Lequerica-, una monarquía liberal. Esta monarquía se esforzaría en hacer elecciones libres en España, excluyendo solamente al partido comunista. En cuanto al soberano que, según los deseos del embajador, estaría a la cabeza de esta monarquía, sería don Juan Carlos de Borbón, el primogénito de don Juan de Borbón. Juan Carlos hace en estos momentos sus estudios en el norte de España, en San Sebastián, en el Colegio de Miramar. Sería, llegado el caso, asistido por un Consejo de Regencia hasta su mayor edad.

Crisis de electricidad en España

El Ministerio de la Industria de Madrid, prepara un plan para elevar la producción de la energía eléctrica actual de 9 billones de KWH, a 15.5 en 1958 y a 22.5 en 1963. Estas cifras no representan la realidad de la energía eléctrica en España, sino la posibilidad teórica de la producción. Si se estudian las previsiones hechas desde hace diez años en España y la producción real de electricidad durante la misma época, nos damos cuenta que la producción se sitúa en 707% del plan teórico. Sin embargo, la política industrial consiste en demostrar que las previsiones coinciden con la realidad; este optimismo hace que se den autorizaciones para la creación de nuevas industrias y que la demanda sea superior al 30 ó 35% de la producción real. Este optimismo ha sido también el origen de la grave crisis económica que comenzó en el mes de octubre de 1953 y que continúa desarrollándose.

Crece el paro en las ciudades

Mientras que se creaban nuevas industrias en los centros urbanos más importantes, como Madrid y Barcelona, la emigración de los campesinos hacia la población la fomentaban los industriales, deseosos de obtener la mano de obra. La consecuencia ha sido el aumento de un proletariado urbano que está en paro parcial desde el otoño último. En una población como Barcelona este proletariado llegaba, sobre todo, de las montañas pobres de la alta Andalucía y de la región de Murcia. Llegaban en viajes semiclandestinos y se alojaban miserablemente en los suburbios de la ciudad. El paro se intensificaba y la policía de Barcelona obligó a regresar a su región a 3700 personas que habían creído encontrar en Cataluña la tierra prometida.

Después de haber dado la preferencia durante doce años a la producción hidroeléctrica sobre la producción de electricidad térmica, el gobierno se esfuerza en hacer desaparecer esta política. Una gran central térmica comienza a funcionar en Escatrón, Aragón, cerca de Teruel, se alimentará de lignitos procedentes de una explotación cercana. Otros cuatro proyectos van a ponerse en marcha este mismo año: una central térmica en Bilbao, otra en Barcelona, en Cartagena y en Alicante. Estas cuatro centrales quemarán petróleo. Su construcción, no obstante, depende de las divisas necesarias para la compra de maquinaria en el extranjero; el petróleo vendrá, en gran parte, de la destilería que existe en Cartagena.

¿Se destituye o no a Luca de Tena?

En Madrid se pregunta la gente si el joven director del periódico ABC, don Torcuato Luca de Tena, triunfará sobre la censura del Ministerio de Información, o si esa censura, representada por el director de la prensa, don Juan Aparicio, llevará las de ganar en esta oposición antifalangista.

En el mes de diciembre último, don Torcuato Luca de Tena había ganado la primera partida: el ministro de Información, señor Arias Salgado, por la intervención de varios ministros cerca del general Franco, había renunciado a destituir al director monárquico de ABC. El ataque había sido organizado por el director falangista de la prensa, señor Aparicio, que desde entonces no se resignaba a su derrota. En los últimos días del mes de diciembre, aprovechándose de que el decreto de destitución del señor Luca de Tena había sido sólo «suspendido», pidió a su ministro que lo firmara y lo pusiera en vigor. El ministro de Información se negó, haciendo notar que la suspensión del decreto había sido acordada en Consejo de Ministros. En estas condiciones el director de la prensa decidió tomar al pie de la letra los poderes que, teóricamente, su función le confiere, y el 31 de diciembre, firmó, él mismo, el decreto y lo envió al señor Luca de Tena, con una carta en la que le expresaba que se había visto obligado a tomar esa decisión por el ministro de Información, pero que estaba desolado personalmente de tener que ejecutarla. Segunda partida para Aparicio.

Ahora bien, lo que decía esa carta, era que, entre los documentos sobre los que había pretendido basar su decisión de destituir al director de ABC, se encontraban siete cartas de las que no había hecho el menor caso: esas cartas habían sido enviadas a su ministro por otros siete ministros del actual gobierno, todas ellas en favor de Luca de Tena.

El 6 de enero, el ministro de Marina, el almirante Moreno, reunió en su despacho algunos periodistas, como tenía por costumbre hacerlo todos los años en ese día de los Reyes, que es una de las festividades más tradicionales del calendario español. Todos expresaron al ministro sus mejores votos.

-Bien -dijo el almirante-, ¿qué se cuenta por Madrid?

-Que el agua falta -respondieron los periodistas-, que los precios suben, que...

-Y el asunto Luca de Tena, ¿en qué está?

-Aparicio le ha destituido. Será necesario que busque otro empleo...

-El ministro de Asuntos Exteriores -añadió uno- le ha ofrecido ir a París como corresponsal de ABC, para substituir a Roca Mora, que ha sido expulsado por el Gobierno francés.

-Ciertamente, pero él no lo ha aceptado.

El almirante Moreno puso una cara apacible.

-Es curioso -dijo- que Aparicio haya obrado así. El decreto de suspensión de Torcuato Luca de Tena no podía ser ejecutado sin un acuerdo del Consejo de Ministros. Aparicio lo sabía perfectamente. El consejo que ha de tratar de este asunto se reunirá próximamente. La batalla no ha terminado... El almirante Moreno, ministro de Marina, es uno de los adversarios de Falange en el seno del gobierno, y de los métodos actuales de dictadura personal, amigo de don Juan y monárquico convencido: era uno de los siete ministros que habían intervenido en favor de Luca de Tena y el que inspiró toda la campaña en su favor.

Dos días más tarde, el 8 de enero, a la salida del Consejo de Ministros, Arias Salgado, el ministro de Información, reunió, como de costumbre, a los periodistas. Eran las nueve de la noche.

-¿Qué ocurre con el asunto del ABC? -le preguntaron los periodistas.

-¡Ah!... -respondió el ministro fingiendo sorpresa-. ¿La destitución de Torcuato?... Miren ustedes, yo no tengo nada contra ese joven... La cuestión ha de volver ante el Consejo. Por mi parte estaré encantado de que salga victorioso de la batalla.

Al día siguiente el general Franco salía a cazar hacia la región de Jaén, en Andalucía, por ocho días.

La tercera partida se juega en este momento.


CIO POR LA LIBERTAD DE ROBLES-ARANGIS

Míster Jacob S. Potofsky, presidente del Comité Internacional del CIO, ha dirigido una carta a míster Dulles, Secretario de Estado, pidiéndole su intervención en el caso de Manuel Robles-Arangis para lograr su libertad. Arangis fue presidente de la federación de trabajadores vascos y miembro del Parlamento español durante la República. Exilado en Francia volvió a España en 1952, pensando, sin duda, que nada tenía que temer del gobierno franquista después de una llamada «amnistía» concedida por Franco, en la que estaban incluidos algunos de los que participaron en la guerra civil española. Robles-Arangis no ha tomado parte en ninguna actividad que pudiera ser más o menos sospechosa. Fue encarcelado en el mes de junio.

En la carta dirigida por el señor Potofsky al Secretario Dulles, ha ido incluida una copia del certificado que recibió Robles-Arangis del general Eisenhower en 1945, expresándole «la gratitud y aprecio del pueblo americano por los valiosos servicios prestados a los soldados aliados» durante el tiempo que Robles-Arangis estuvo exilado en Francia. Míster Potofsky dice, entre otras cosas, en su carta: «Creemos que este caso ofrece una excelente ocasión a su Gobierno para emplear sus buenos oficios intentando reparar la terrible injusticia, urgiendo la libertad del señor Robles-Arangis».


CONFERENCIA HISPANO-PORTUGUESA

De Madrid nos comunican que han sido nombrados representantes de España y Portugal para el estudio del proyecto de un plan común de defensa de la Península Ibérica. Las conversaciones han dado ya comienzo.




ArribaAbajo La Biblia en la España de hoy

La lectura de la Biblia duramente castigada


Recibimos, de altas autoridades protestantes en España, el informe que sigue:

Hace varios meses el señor Pegro Moreno, que vive en el pueblo llamado Pedro Andrés, de la provincia de Albacete, fue requerido por el alcalde, señor Anaceto, para que explicara el carácter de las reuniones que se habían celebrado en su casa. El señor Pegro no tiene capilla y no es pastor protestante; las reuniones se limitaron a la lectura en común de la Biblia.

En la Alcaldía, el jefe de la Guardia Civil interrogó a Pegro Moreno y le exhortó a que confesara si había celebrado en su casa reuniones religiosas; él negó. Inmediatamente, el mismo jefe, golpeó al señor Pegro que cayó, indefenso, abatido al suelo. Fue puesto en libertad bajo la amenaza de que, sí celebraba nuevas reuniones en su casa, sería castigado en la misma forma. El señor Pegro Moreno ha continuada el servicio, a pesar de los malos tratos de la Guardia Civil. Este trato es el común en la España rural para aquellos que leen las Sagradas Escrituras.

Vandalismo en Jaén

En Chiclana de Segura, provincia de Jaén, ha surgido un fuerte brote antievangelista. Los evangelistas de este pueblo fueron apedreados repetidas veces en la reunión que celebraron a fines del mes de junio último. Durante este acto de vandalismo fueron apedreadas las ventanas e interrumpido el servicio en la capilla, capilla que tiene licencia del gobierno para actuar.

Al misionero británico que fue a protestar de este acto de vandalismo, se le advirtió que los evangelistas no podían cantar ni celebrar servicios. Ninguna medida ha tomado el alcalde para prevenir estos actos. El dos de julio, un grupo de jóvenes cortó los cables de conducción eléctrica, golpeó la puerta y, después del servicio, impidieron el paso a los misioneros. Cuando preguntaron qué autoridad les había dado el permiso para tal acción, dijeron: «Lo hacemos en nombre de Acción Católica». En la noche del cuatro de julio forraron la puerta de la capilla y robaron el órgano, el púlpito, la mesa, el vestuario del servicio, biblias y libros. Las protestas que han sido formuladas al alcalde no han tenido contestación.


LA LIGA ÁRABE INVITA A FRANCO

Se nos comunica desde El Cairo que el general Franco ha sido invitado por la Liga Árabe a visitar Egipto y otros estados árabes. La noticia fue dada por un locutor de la radio de El Cairo en la emisión del día 26 de enero último. La visita ha sido aplazada para momento más oportuno.






ArribaEditorial

Derrota en dos frentes


La prensa de los países de uno y otro lado del Atlántico ha dedicado amplio espacio a los acontecimientos desarrollados en España en los últimos días del mes de enero. Con interés, expectación o ansiedad ha seguido Europa y América el desarrollo de las estridentes manifestaciones de estudiantes en España y de las peligrosas maniobras fuera de ella.

La intervención de los estudiantes en esas protestas puede ser interpretada de muy distinto modo y se le puede encontrar raíces nutridas por distintas substancias, pero lo que no puede hacerse es empequeñecer el hecho. Es tradicional en España la intervención de los estudiantes en la iniciación de movimientos políticos, cierto; es también tradición europea. Recuérdese, sin remontarnos muy lejos, las algaradas estudiantiles que precedieron a la instauración de la República; fueron los estudiantes los primeros encarcelados por la dictadura del general Berenguer, ellos fueron igualmente los primeros que tomaron las armas para defender la legalidad republicana. Recuérdese la carta-manifiesto dirigida por los estudiantes franceses al mariscal Petain, origen del «maquis» en la resistencia francesa. En la Europa actual la juventud universitaria y otra, son un valioso sostén del Movimiento para la Unidad Europea.

No, no se puede minimizar la intervención de los estudiantes en los movimientos políticos, sea cual sea el país donde se produzca y en las circunstancias que se produzca: la intervención de los estudiantes españoles, aun en las condiciones en que se ha producido, tiene también una significación. El comienzo de esas manifestaciones fue organizado por Falange, pero cuando los estudiantes llegaron a la emisora de radio y se apoderaron de ella durante 30 minutos, ya no obedecían a ningún mandato, ese acto fue en contra de Falange, en contra de la organización que les había dado la orden de marchar.

Dada la orden los estudiantes se lanzaron a la calle, cometieron actos hostiles contra Inglaterra, se lanzaron al desorden hasta el extremo; pero en el momento que se sintieron engañados, es decir, desatendidos por las fuerzas del gobierno en el que Falange está representada, pidieron por las calles, a gritos también, la destitución del jefe de la fuerza pública, del ministro que representa Falange en el gobierno, del ministro de Información y del presidente del sindicato falangista de estudiantes. Las consecuencias de este final son: que los directores de la organización no tienen autoridad, que la presencia de Falange en el gobierno es ficticia, que Falange está herida de muerte. Franco no ha ganado la batalla en Madrid.

Paralelo a estos acontecimientos en España, se desarrollaron otros más graves en Marruecos. Dirigentes marroquíes de la zona española habían sido organizados previamente, y de un modo espectacular pidieron la independencia del Marrueco español. Cantos y gritos de guerra resonaron en las calles de Tetuán y en el acto celebrado en el Hipódromo entregaron un pergamino con sus peticiones al Alto Comisario español, general García Valiño. El general, representante de Franco, atacó la política francesa en Marruecos violentamente.

A estas manifestaciones Francia ha respondido enviando fuerzas navales a su base de Mers-El-Kebir y refuerzos de tropas en el territorio bajo su dominio, trasladando al sultán depuesto, Sidi Mohammed Ben Youssef quelque part en Orient, con anuncio de una demanda de intervención a los Estados Unidos y de la presentación de la disputa de Marruecos a la reunión de los cuatro grandes en Berlín.

La unidad de Marruecos, bajo la autoridad del sultán, fue establecida en 1906 en el Acta de Algeciras; los acuerdos contenidos en ella fueron completados más tarde por el tratado hispano-marroquí de 1911, por los acuerdos franco-alemán del mismo año y por el convenio hispano-francés de 1912. Como consecuencia de estos tratados y convenios, el imperio marroquí quedó dividido en dos zonas de influencia, la española y la francesa, y una tercera zona internacional: Tánger, que quedó y está bajo la administración de todas las potencias firmantes del Acta de Algeciras. El acta fue firmada por casi todos los países de Europa, entre ellos España. Francia, Inglaterra, y Rusia y los Estados Unidos. Si se produjeran movimientos de agitación «dirigidos» contra la unidad de Marruecos, ellos pudieran provocar una situación de extrema gravedad.

Toda relación internacional con la España actual es difícil, las relaciones de los Estados Unidos con ella tienen forzosamente que ser complejas y delicadas. Se ha dicho que es difícil escapar a la convicción de que los últimos acontecimientos que hemos presenciado en España, sean una secuela de los acuerdos firmados entre los Estados Unidos y España. Es cierto, es difícil escapar; no se puede cerrar los ojos delante de los hechos: los disturbios en España y en Marruecos han comenzado después de la firma del pacto. Ciertamente que no es una virtud del pacto el provocar desórdenes ni en el interior ni en el exterior, pero de lo que ningún español duda -y en esto se ha hecho la unanimidad entre franquistas y antifranquistas-, es de que Franco se ha sentido más seguro. Que se haya sentido más no significa que lo esté; esa es otra cuestión.

La España franquista no tenía ni alianzas ni amigos en Europa; la firma del pacto no le ha dado amigos, pero le permite sentirse y presentarse como un aliado de los Estados Unidos. En esta nueva situación, no hay que dudarlo, se ha apoyado Franco para levantar la voz en España y a los marroquíes en Marruecos. Pero ni las provocaciones organizadas en España, ni los actos de Marruecos han sido triunfos. Franco ha perdido en los dos frentes: en Marruecos y en Madrid.


LONG LIVE THE QUEEN

Al mismo tiempo que se hacían las manifestaciones antibritánicas en las calles de Madrid, Sevilla, Granada y otras ciudades españolas, y era apedreada la embajada británica en Madrid y los consulados de provincias, el general Cuesta Monereo, nuevo Gobernador militar de Algeciras, realizaba una visita oficial al Gobernador británico en Gibraltar, sir Gordon Mac Millan. Al desembarcar se hizo una salva de 17 cañonazos y fue recibido por una guardia de honor británica.

En una recepción que se celebró en su honor, el Gobernador británico brindó por el jefe del Estado español y el general Cuesta Monereo brindó en inglés por la reina de Inglaterra.


U. R. S. S. DEVUELVE A ESPAÑA PRISIONEROS

Un telegrama de Madrid, fechado el 29 de enero, da cuenta de haber sido puestos en libertad 250 prisioneros de la División Azul. Se dice que han embarcado en el puerto de Odesa en buque francés, que la Cruz Roja soviética lo ha comunicado a la de Francia y que el gobierno francés ha transmitido la noticia al gobierno español.

En Madrid se estima, en los círculos oficiales, que existe aún detenidos en Rusia más de mil españoles, esperándose continúe la liberación de otros grupos.



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