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Ibérica por la libertad

Volumen 2, Nº 8, 15 de agosto de 1954

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IBÉRICA es un boletín de información dedicado a los asuntos españoles y patrocinado por un grupo de americanos que creen que la lucha de España por la libertad es una parte de la lucha universal por la libertad, y que hay que combatir sin descanso en cada frente y contra cada forma que el totalitarismo presente.

IBÉRICA se consagra a la España del futuro, a la España liberal que será una amiga y una aliada de los Estados Unidos en el sentido espiritual y no sólo en sentido material.

IBÉRICA ofrece a todos los españoles que mantienen sus esperanzas en una España libre y democrática, la oportunidad de expresar sus opiniones al pueblo americano y a los países de Hispano-América. Para aquellos que no son españoles, pero que simpatizan con estas aspiraciones, quedan abiertas así mismo las páginas de IBÉRICA.

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  • SALVADOR DE MADARIAGA
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Editor:

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  • JOHN A. MACKAY
  • VICTOR REUTHER

IBÉRICA se publica el día 15 de cada mes, en español y en inglés por Ibérica Publishing Co., Inc., 112 East 19th St., New York 3, N. Y. Todo el material contenido en esta publicación es propiedad de Ibérica Publishing Co., Inc. y no puede ser reproducido en su integridad. Copyright 1954, Iberica Publishing Co., Inc.

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ArribaAbajo Sin permiso de la censura

Información de nuestro corresponsal en España


Franco quiere encontrar a Eisenhower

El viaje de la hija de Franco a los Estados Unidos, y de su marido, el marqués de Villaverde, fue decidido por dos razones principales: crear en los Estados Unidos, presentando una pareja joven y simpática, un movimiento favorable hacia la persona del Caudillo y otra, facilitar el encuentro que éste desea tener con el Presidente.

La primera persona que habló al Presidente de este proyecto fue el General Gallarza, ministro español del Aire, y hombre que goza de la confianza total del Pentágono, con ocasión de su viaje a los Estados Unidos en el mes de marzo. Volvió a Madrid diciendo «que el Presidente Eisenhower no veía inconveniente en encontrar al general Franco antes de que terminara su mandato presidencial, pero que existían ciertas dificultades para hacerla posible en un futuro próximo». Parece ser que en la Casa Blanca se ha insinuado al emisario del dictador que sería necesario tomar una decisión de orden interior antes de poder contar con la entrevista solicitada con el Presidente. Al parecer éste se ha limitado a decir que Franco no es sólo el jefe del Estado Español, sino al mismo tiempo jefe de Falange, partido totalitario, cuyos representantes, en principio, no tienen el derecho de entrada en los Estados Unidos. Esta confusión podría ser un obstáculo a los proyectos del generalísimo.

En los círculos cercanos a Franco hoy se declara que la cuestión se estudia de muy cerca. Uno de los procedimientos del dictador para salvar el obstáculo sería el siguiente: renunciar a controlar personalmente Falange colocando a la cabeza de ella a un hombre de toda confianza. De otro lado, a menos de crear una crisis grave en el seno de Falange, está obligado a preparar ese cambio de jefatura. En efecto, numerosos falangistas, que aceptan tener a Franco y nada más que a él como jefe, se negarían a obedecer a otro jefe cualquiera. Pero sobre todo, el Ejército acepta que Falange subsista a su lado dentro del Régimen porque Franco es el jefe supremo: el Ejército no tolerará jamás que le conceda una independencia al «movimiento». Por consiguiente, el deseo de encontrar al Presidente Eisenhower está obstaculizado por consideraciones de política interior y ellas son primordiales, pues la seguridad interior del Régimen depende del equilibrio entre el poder del Ejército y el de Falange: Franco está en el fiel de la balanza. Sin embargo, la tensión política interior hace que el caudillo tenga necesidad de hinchar su prestigio personal delante de los suyos. El encuentro con Eisenhower sería considerado por los militares como la prueba física de que la primera potencia del mundo trata a Franco como a los otros jefes de Estado de las potencias occidentales.

Según los familiares del palacio del Pardo, dos etapas considera Franco necesarias para alcanzar su objetivo:

1.º) Abandonar la presidencia de la junta política de Falange. Para ello colocaría en ese puesto a Fernández Cuesta, «el señor Fernández» como él le llama. Fernández Cuesta es, como todo el mundo sabe, el ministro que representa a Falange en el gobierno.

2.º) Sólo en el año próximo abandonaría el titulo de jefe del movimiento.

Esta perspectiva se considera como una de las razones que obligan a un cambio ministerial. Los actuales ministros aseguran que nada se prepara, pero la tensión presente de la situación económica, la necesidad de poner frente a los americanos hombres acostumbrados a las cosas internacionales, la necesidad de llenar dos puestos diplomáticos esenciales, la gravedad de la crisis entre la Iglesia y el Régimen, son otros tantos elementos que hacen que en los medios serios, como lo son los medios económicos madrileños, se considere que la crisis no puede estar muy lejos. Naturalmente otros observadores sostienen que Franco no tiene prisa y que la crisis puede esperar hasta fines de año. La lógica no es uno de los métodos del régimen franquista.

Sobre el terreno diplomático se hacen los siguientes cálculos: Lequerica irá al Vaticano o al ministerio de Asuntos Extranjeros; Navascuez, actual subsecretario de Asuntos Extranjeros, a Londres para sustituir a Miguel Primo de Rivera, que ha presentado su dimisión hace va meses por razones de escándalos de orden personal; Sánchez Bella, director del Instituto de Cultura Hispánica, será enviado a Santiago de Chile; Casa Miranda, que actualmente es embajador en Bruselas, irá a París; Casa Rojas, que es embajador en París, irá a su tierra; Doussinague, que está en Santiago de Chile, irá al ministerio de Asuntos Extranjeros a sustituir a Navascuez.

Marruecos

Se asegura que el Caudillo estudia una modificación del mando en la zona española del protectorado marroquí. Desea nombrar como alto Comisario, pero solamente con poderes civiles, a su hermano Nicolás Franco. Este último, cuya francofilia es conocida, desea establecerse en Tetuán para suavizar la situación entre París y Madrid en Marruecos y abrirse el camino de la embajada de España en París, lo que desea hace mucho tiempo.

Esta política de Nicolás Franco tropieza con dos dificultades: una en Lisboa, donde actualmente es Embajador de España y donde representa a su hermano, tanto cerca de Don Juan como cerca de Salazar. Como por el momento Don Juan continúa viviendo en Portugal, aunque se preocupa de hacer frecuentes viajes a Francia y a Inglaterra, no es fácil encontrar otro hombre que merezca la misma confianza al Caudillo para representarle en Lisboa. De otro lado, el Ejército se muestra hostil a compartir el poder del Alto Comisariado en Marruecos.

Un General a quien Franco deseaba confiarle el mando militar ha renunciado a primeros del mes de julio. Este General ocupa un alto puesto en el Ejército y goza de gran crédito entre los militares. No existe más que un general, al parecer, que puede prestarse a los proyectos de Franco. Este único General es Mohammed El Mizzian, musulmán y actualmente Capitán General de Galicia. Si Franco consigue que el Ejército acepte esa designación -lo que parece difícil por el momento- incuestionablemente en el dominio internacional y para la opinión árabe, habrá dado un golpe maestro.

Crisis entre el Régimen y el Vaticano

Sea cual sea la evolución interior de la política española de las semanas próximas, el acontecimiento de este mes es la advertencia oficial que ha hecho al General Franco la más alta autoridad de la iglesia española, el Cardenal Primado Plá y Daniel. Esta advertencia ha sido hecha por dos conductos: una en la Carta pastoral del 26 de junio, después en un discurso, el 29, ante la Asamblea General de Acción Católica celebrada en Madrid. Ya nos hemos referido anteriormente al descontento que reina entre el clero por la actitud del régimen respecto al protestantismo y a su política americana. Ahora la iglesia responde los ataques violentos que han dirigido contra ella los falangistas sirviéndose de la palabra de Fernández Cuesto. No cito la carta pastoral porque la prensa la ha dado a conocer ampliamente, pero las dos ideas centrales que contiene son: una, que «La Iglesia deja al Estado las glorias de sus éxitos y también la responsabilidad de sus eventuales fracasos». Otra, que «Acción Católica debe intervenir en la formación de los dirigentes políticos». Estas dos posiciones responden, de un lado al esfuerzo de Falange y del General Franco para hacer creer que el Concordato ha sido una especie de legitimación espiritual del régimen; de otro, a las tentativas de Falange y del actual Ministro de Educación Nacional para darle a la enseñanza un poco de independencia respecto al dominio clerical.

No hay que equivocarse

Nos podríamos equivocar si de todo esto dedujéramos que la Iglesia retira su apoyo al régimen franquista: el Cardenal Primado ha dicho que la Iglesia nunca había sido tratada mejor en España bajo ningún régimen. De otro lado, la Iglesia es tan indispensable al régimen, como el régimen es indispensable para el mantenimiento del Poder temporal en España. Sin embargo, en lugar de aceptar la Iglesia los ataques de Falange bajando la cabeza, ha decidido tomar la ofensiva y hacerse la iniciadora de las reformas en el seno del régimen. Las reacciones del pueblo, de Juan Español, son simples: traduce esta situación diciendo «que el Vaticano no sostiene al régimen». Esta es una apreciación tosca, pero ayuda a la Iglesia a sostener su posición.

Los dos hombres más molestos por la actitud y las palabras del Cardenal Plá y Daniel son aquellos a quienes Acción Católica no ha otorgado su confianza: el Ministro de Relaciones Extranjeras y el Ministro de Educación Nacional. Los dos se encuentran en esa situación en que se encontrarían dos ministros en un régimen democrático a los que su Partido les hubiese retirado la confianza. Las camarillas de estos dos Ministros están muy descontentas contra el Cardenal, dicen «que la Iglesia española no comprenderá nunca que se hunde en el oscurantismo y que hace el juego a los anticlericales de Falange y del Ejército».

Sea como sea, la inquietud no se disimula: el General Franco tiene necesidad de hombres que tengan la confianza de la Iglesia, pero nos preguntamos aquí ¿va a conservar Franco por mucho tiempo esos dos hombres a los que la Iglesia acaba de dar un golpe tan espectacular? Hasta ahora Franco se muestra prudente, pero no hay que olvidar que llega siempre un momento para los dictadores, aún si son gallegos, que se ven forzados a cometer faltas graves.

Madrid, Agosto, 1954.


Salvador de Madariaga invitado a Princeton

El ilustre escritor y diplomático español Salvador de Madariaga, Presidente de Ibérica, ha sido invitado por la Universidad de Princeton como visitante de honor. Tendrá a su cargo un curso de altos estudios hispánicos.

La Universidad de Princeton, una vez más, afirma el prestigio de que goza su alta y honorable dirección. Ibérica hace patente su satisfacción.




ArribaAbajo Los republicanos italianos y nosotros

por José M.ª de Semprún Gurrea1


Nosotros somos, naturalmente, los republicanos españoles, los de todas las tendencias y todos los partidos, e incluso algunos, como yo, que quizá por más huraños, no estamos en ningún partido, estando, sin embargo, metidos hasta lo más profundo de lo que es ideal y causa común de todos los republicanos e incluso de todos los verdaderos demócratas con tendencia republicana. Siendo pues honra mía la de pertenecer libremente a la variada y gran muchedumbre de los republicanos españoles, y habiendo frecuentado durante siete largos años, el trato, los centros políticos, las redacciones periodísticas de nuestros correligionarios de Italia, con algunos de los cuales he llegado a entablar una excelente amistad personal, creo tener la posibilidad y, con ella, el deber no sólo de conocer sino de difundir en nuestros medios, esforzándome por atenerme lo más honesta y fielmente posible a la realidad, cómo actúan y se sitúan respecto a nosotros estos tenaces republicanos italianos.

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Recuerdo, para empezar, que hace algún tiempo un escritor erudito y de fuste, católico por añadidura (y en este caso la añadidura es lo que más cuenta) en una polémica bastante personal que en la prensa mantenía con otro ciudadano, le echaba en cara que le habían expulsado del partido republicano: y venía a añadir que esto podía considerarse de significativo descrédito para su adversario porque el escritor recordaba, -repito que es un católico-, haber oído decir ya desde su niñez que el partido republicano italiano era un partido de «gentiluomini», es decir, de hidalgos o de caballeros. A testimonios individuales tan calificados y poco sospechosos como el aducido, puede añadirse muchos otros de carácter colectivo, algunos de los cuales serán tal vez menos concretos o menos pronunciados, pero inspirándose todos en una gran estima, una deferencia sincera y un respeto sin fingimiento hacia el partido republicano y hacia sus hombres en general. Al partido no le faltan, ni podría ser de otro modo en el agitado y pasional mundo político, enemigos encarnizados y adversarios más o menos leales; los principales son los extremistas totalitarios de izquierda y de derecha, contra los cuales los republicanos vienen luchando denodadamente a banderas desplegadas. Pero creo que si esos extremistas odian al partido republicano y concentran sus dardos más venenosos contra algunos de sus dirigentes, y si otros, menos enconados, ven con disgusto a aquel y a éstos, nadie, ni entre los furibundos ni entre los templados, se atreve en el fondo a despreciar al grupo republicano ni es fácil que le trate con burla; esto queda reservado a algunos raros bufones, tal vez de ingenio, pero de ingenio fácilmente cínico. Como quiera que sea, compensando ampliamente hostilidades más o menos abiertas y felices, el partido republicano cuenta con grandes consideraciones en muchos y muy importantes sectores y órganos de la opinión pública, siendo de notar que nos referimos a los que, aún siendo demócratas, o pretendiendo serlo, no identifican sus posiciones con las del partido. Y esto ha quedado sobradamente manifestado con motivo del reciente Congreso que ha celebrado en la bellísima Florencia: periódicos de máxima circulación, por algunos reputados como «los mejores», otros de tirada más corta, inteligentes y honestos, ninguno dependiente del partido, algunos muy diferenciados de su figura, han seguido con sostenida atención las tareas del Congreso, y con ocasión del mismo han vuelto a exponer los motivos del respeto político que el partido merece: su coherencia, su honestidad, su caballerosa fidelidad a las alianzas, su defensa a ultranza, sin desmayo, de las Instituciones democráticas de la República.

Pero aquí podría salirnos al paso -como más de una vez le ha salido al mismo partido durante las batallas y escaramuzas con sus contrarios-, una observación maliciosa, con pretensiones de ocurrente, según la cual parece imposible detenerse a dar importancia a un partido que hoy por hoy cuenta con cinco Diputados, en una Cámara donde los comunistas, por ejemplo, tienen 143, los Democristianos 260 y pico, ¡y hasta los monárquicos 40!... Pero esta es arma que se vuelve contra quien la esgrime, porque si un partido en tal desproporción numérica, merece tan recia hostilidad de algunos y la alta consideración de muchísimos más, provenientes éstos de respetables y muy varios sectores políticos, por algo será, por algo de tanto peso y tan alto valor político que compense la marcada inferioridad numérica. Frente a esta fuerza y esta influencia auténticas y democráticamente reconocidas del partido republicano italiano, -«pequeño partido de masa» le ha definido La Malfa, uno de sus dirigentes, varias veces Ministro-; frente a lo que semejantemente acontece con otros partidos llamados «menores» como el Socialdemócrata y el Liberal, cabría preguntarse si la Democracia, que conforme a uno de sus principios más puros, debe seguir en el gobierno, dentro de los límites constitucionales, la opinión dominante en el país, se halla expresada siempre, y de modo exclusivo, precisamente al aplicar aquel principio, por fórmulas meramente cuantitativas... Con otras palabras: si la cualidad, o, si se prefiere, el valer y el valor no deben ser también tenidos en cuenta junto a las terminantes exactitudes del número, como complemento y acaso corrección (ni insistamos en el término) de aquellas exactitudes, o como base de otras formas de numeración, que hasta ahora apenas han salido de su prestigioso encierro en los doctos volúmenes del Derecho Político. Me limito a sugerir el tema, recordando que aquí en Italia se ha dado, no en la ley, ni contra la ley, pero en la práctica política una respuesta limitada aunque muy clara, cuando en pasadas formaciones ministeriales, lo mismo que en la presente, se adjudicaron a todos o a algunos de los tres partidos «menores» bastantes más carteras de las que una proporción estrictamente matemática con sus fuerzas parlamentarias hubiera determinado. Aparte de esto, hay aquella otra forma de valoración y de estima difusa en amplios sectores de la opinión pública, que son el reconocimiento y, con ello, la efectividad de una fuerza y una importancia muy superiores a las que provendrían de los escuetos guarismos electorales. Y esto es lo que, quizá como a ningún otro, le sucede al partido republicano italiano.

A ese Partido pertenecía el caballeroso Mario Angeloni, que, hallándose desterrado en Francia el verano del 36, -después de haber conocido las prisiones fascistas y las islas Lipari-, le faltó tiempo para ponerse al servicio de la República española y hacerse matar en el frente de Aragón el 28 de agosto, con algunos de los primerísimos voluntarios italianos, a quienes comandaba. Vino en seguida para ponerse al frente de la brigada Garibaldi otro republicano, Randolfo Pacciardi, que después fue Ministro en Italia libertada, y es siempre en ella figura política de notorio relieve. Dio pruebas de cordial amistad hacia nosotros el llorado Cipriano Facchinetti gran mutilado de la guerra del 14-18, y primer Diputado -Diputado republicano-, por el distrito de Trieste, reincorporado a la Nación italiana. Republicanos son: Giuseppe Chiostergi, que en el Parlamento, en la Asamblea de Estrasburgo, en los Congresos interparlamentarios ha defendido muy claramente la causa republicana española; G. A. Belloni que en la Cámara, a la que ha pertenecido y, sobre todo, en su revista Idea Republicana no pierde ocasión de manifestarse en nuestro favor; etc., etc. El órgano diario del Partido (La Voce Republicana), ha roto más de una lanza por nosotros y tiene habitualmente sus páginas prestigiosas a la disposición de toda palabra autorizada que hable nuestro lenguaje. En el reciente Congreso de Florencia se acogió con clamorosa ovación (registrada incluso por diarios que no se desviven mayormente por nosotros), la evocación del Gobierno republicano en exilio, hecha con motivo del saludo enviado por aquel. Si, con todo eso, los resultados prácticos no son más visibles, ello depende (dejando a un lado otras deficiencias organizativas), de las resistencias que opone un mundo turbio.

Dirigentes y representantes parlamentarios del Partido republicano italiano conocen y aprecian nuestras pasadas experiencias; ellos van ahora haciendo la suya, que a nuestra vez debiéramos seguir con suma atención.

Nos atreveríamos a indicar como posiciones centrales y fundamentales de este partido republicano desde la liberación acá, las siguientes: laicismo, pero sin darle carácter de finalidad exclusiva, ni convertirla en arma de incisiva agresión; liberalismo de tradición burguesa, pero poniendo en primerísima línea, con creciente empeño la reforma social (empezando por la agraria); cálido patriotismo, pero sin nacionalismos fanfarrones ni gestas imperiales; italianidad, pero también universalidad y europeísmo; acentuada tendencia hacia la autonomía regional, sin separatismos vesánicos; fidelidad inquebrantable a los principios esenciales y a la defensa férrea de las Instituciones republicanas, y, sin perjuicio de esto, (o acaso por esto...) un gran sentido de la adaptación capacitando alianzas con partidos democráticos aunque sean más moderados, (ningún partido ha sido más fiel que el republicano a la Democracia Cristiana, ni ha recibido de los dirigentes de ésta mayores pruebas de amistad política y de sincera confianza); oposición implacable al totalitarismo de izquierda lo mismo que al de derecha; sobre la plataforma democrática, un republicanismo íntegro e inflexible, que puede aceptar virilmente la derrota, pero no la deserción, ni las acomodaticias amabilidades de quienes dicen: «Yo soy republicano, qué duda cabe! Pero en fin,... si llegase el caso... si resultase mejor y no hubiera más remedio... yo no tendría inconveniente, etc., etc.». ¡No! No hay obligación de ser republicano; pero, mientras uno lo sea, no puede estar buscando el resquicio por donde, llegado el caso, dejaría de serlo: eso es ya una traición virtual.

No pretendo con nada de lo dicho iniciar un proceso de canonización, que nadie pide y que sería bastante desplazado en este agitado mundo de la política. He querido señalar unas cuantas realidades que me parecen estimabilísimas, interesantísimas, aleccionadoras; nada menos y nada más. Y no terminaré incurriendo en la fatuidad de sacar una moraleja y aplicarla a los republicanos españoles. En la medida en que convenga hacerlo, cada uno de ellos lo sabrá hacer cumplidamente.

JOSÉ M.ª DE SEMPRÚN GURREA.




ArribaAbajoEl asesinato de la aventura

por Víctor Alba2


En 1939, cuando los tres gritos del ritual falangista aún sorprendían a la gente, se hicieron muchos chistes sobre aquello que se lee en el escudo del Estado franquista: «España, una, grande y libre». Y recuerdo que alguien, alguna vez, dijo:

-Sí, sí una ha de ser, porque si hubiera dos, toda el mundo se marcharía a la otra.

Entonces era verdad. Habíanse desvanecido ya las ilusiones de quienes las tuvieron, y hasta aquellos que; a finales de 1938, rezongaban: «Aunque venga Franco, que se acabe la guerra», comenzaban a pensar «Que se vaya Franco, aunque venga la guerra».

La gente no hacía tantas colas como en el periodo postrero de la guerra civil y dormía de seguido de la noche a la mañana -si alguna de las tres a cuatro policías que se hacían competencia no le cortaba el sueño-. Pero ocurría un fenómeno curioso. Aunque el régimen de Franco era «el único del cual los ricos salían más ricos», como dijo la prensa, en 1939, reproduciendo una frase del Caudillo, y aunque toda clase de partidarios del Generalísimo -falangistas, requetés, monárquicos, o simplemente reaccionarios sin etiqueta-, podían expresarse a su gusto y participar en el reparto del botín, la gente, -y entre ella esos mismos partidarios-, había perdido las ilusiones. La segunda guerra mundial no comenzaba todavía. La emigración malvivía en los campos de refugiados de Francia, pensando en el visado y los «papiers». Nada amenazaba al régimen franquista ni siquiera las disensiones internas que, andando el tiempo, habían de permitir a Franco manifestar toda su habilidad de cacique de alta categoría, para el cual la ideología es lo de menos y la permanencia en el poder lo de más.

Víctor Alba

Víctor Alba

Y, con todo, ya entonces se vivía con una sensación de provisionalidad, de incertidumbre respecto al porvenir. Se hacían grandes negocios, se moría de hambre, se participaba en el «estraperlo» ambiente, pero no se hacían proyectos, no se pensaba en el porvenir. Franco, por una curiosa alquimia, había borrado el futuro.

No sé si esto sigue siendo así. Sospecho que no, porque un gran porcentaje de los habitantes de España se criaron en este ambiente y lo deben considerar normal, y otro porcentaje, después de quince años, ha de haberse dicho que lo provisional que dura ya no es provisional. Pero, sin embargo, el clima en el cual se vive -y que no tiene ninguna relación directa con la política, con las perspectivas inmediatas del régimen-, puede ser muy bien caracterizado por el pronombre neutro -¡neutro, en España!- «eso».

«Eso» se ha convertido en una palabra-diccionario tema central de todas las conversaciones ocasionales, resumen de la incapacidad colectiva para definir la atmósfera que se respira, substituto de la riqueza blasfematoria del español. Claro que no basta con pronunciarla; hay que acompañarla con la mímica adecuada: un movimiento circular de la mano derecha, una mueca, un encogimento de hombros, las cejas en circunflejo. A veces se profiere con voz apagada, en tono conspirativo. «Eso» quiere decir, por ejemplo, falta de trabajo, crisis, aumento de precios, fracaso de un negocio, falta de materias primas, impuestos desconcertantes, exceso de burocracia, tabaco de la Arrendataria, dictadura de la compañía de tranvías, imposibilidad de salir del país...

Todos los planes están sometidos al omnipotente «eso». Cuando se acabe «eso»... Según vaya «eso»... Si «eso» se arregla... Mientras «eso» dure... Si no fuera por «eso»... A pesar de «eso». «Eso», «eso», «eso»... Repitan unas cuantas veces la palabra, realizando con los dedos en haz el movimiento que se hace para definir una cosa fofa, fíjense con aplicación en la silueta de la palabra escrita-monótona, simple juego de unas mismas curvas, -y de súbito mírense al espejo. Verán que cara de asco tienen. La cara de todo el mundo, desde hace 15 años, en España. Una cara que no se pone, sino que se tiene sin darse cuenta. Una cara inevitable...

Creo que es la primera vez que esto ocurre a España, en toda su historia. El español ha sido siempre aventurero. La Reconquista lo acostumbró a cambiar de residencia, puesto que iba detrás de las mesnadas buscando nueva tierra por cultivar, nuevas villas en las que afirmar derechos nuevos. La conquista de América y luego la colonia acentuaron todavía este sentimiento de movilidad; se iba a las Américas para hacer fortuna, cierto, pero también para ver tierra, para conocer gentes, para cambiar de aires. Si hasta las comadres, en las aldeas, cuando ven a un adolescente triste, le aconsejan que «cambie de aires». Aún cuando se perdieron las colonias, el español seguía siendo uno de esos tipos que «no echan raíces». Se iba a América como emigrante y regresaba como «indiano». En cualquier ciudad del mundo, por exótica que fuera, desde Pekín hasta Constantinopla, desde El Cabo hasta Narvick cabía encontrar a valencianos que vendían helados, a mallorquines que fabricaban calzado, a catalanes empleados en fábricas textiles, a gallegos detrás de un mostrador, a andaluces bailando, a vascos navegando, a castellanos enseñando el español, o a cualquiera de ellos ocupándose en cosas tan absurdas como divertidas, tan inauditas como útiles. Dicen que «el catalán, de las piedras saca pan»: la verdad es que el español hasta del más inhóspito villorrio saca amigos y curiosidad.

El español partía de España pensando en el regreso, en los recuerdos que traería, en el jugo que le sacaría a la vida, durante la aventura y después de ella, cuando «sentara cabeza». Por esto no iba con gusto a la guerra de Marruecos, por ejemplo, pues el recuerdo que cabía traer, si se regresaba, no era para ser contado.

Escarbando un poco, no resultaría exagerado decir que uno de los factores que más apartaron al español de la monarquía -más que los negocios turbios, las responsabilidades por Marruecos y la Dictadura-, fue que la sociedad de los «años bobos» obligaba a sentar cabeza antes de haberla perdido en cien aventuras. Por esto, durante esos años apagados de Alfonso XII y Alfonso XIII, el español aprovechó las oportunidades locales para fabricarse su propia aventura al alcance de la mano, ya que no existían los Virreinatos de antaño y que casi todo el mundo estaba descubierto. Huelgas, motines agrarios, protestas estudiantiles, las más fantásticas empresas -como Vera de Bidasoa o Prats de Molló-, eran, tanto como resultado de la presión de situaciones sociales, resultado de la presión interior de los españoles hambrientos de aventura.

La República comenzaba apenas a encontrar otros cauces, más constructivos, para esta ansia de novedad, de diversidad, de inesperado y de producción de recuerdos, que es la aventura. Iban convirtiéndose en aventura cosas como el Teatro Universitario «La Barraca» o las misiones culturales; ser ingeniero agrónomo empezaba a ser enfocado como un medio de llevar una existencia aventurera, y la política se transformaba, -para derechas e izquierdas indistintamente-, en una apasionante aventura intelectual por un mundo que el español estaba descubriendo todos los días un poco más en las páginas de los periódicos.

Pero vino Franco. Llegó, con él, el sentimiento de provisionalidad. ¿De qué iba a servir acumular recuerdos, si no se sabía cuándo ni cómo podrían ser contados? Y, ¿qué recuerdos serían los que se cosecharan en «eso» que llamaban el «Nuevo Estado»... Mas el español no es hombre para resignarse. Se le cierra la puerta de la política, desaparece el sentido de misión que le había empezado a dar la República. No importa. El español se creó sus propios medios de lograr la aventura. La resistencia fue uno -porqué, ¿quién puede separar el anhelo de libertad y el deseo de aventura?-. Esa cultura ilegal, -no exenta de peligros-, de que hablaba hace unos meses aquí mismo, fue otro. Y la huida del país, hacia lugares donde decían los viejos que podían hacerse proyectos, ha sido, desde 1939, el medio más buscado. No la huida de la policía, del régimen, del servicio militar, de la sumisión; nada de eso existe, conscientemente, para los jóvenes educados bajo Franco. Es, lisa y llanamente, la huida de «eso».

Acabo de ver en Tampico, el puerto petrolero mexicano, a uno de los que quisieron huir de «eso». Estaba tendido sobre una mesa de cemento, en la «morgue» del Hospital. Tenía las piernas desgarradas, le faltaba una mano, y era casi imposible reconocer en su rostro facciones humanas. Lo identificaron por unos pedazos de traje que aún le quedaban en el cuerpo y por un cinturón que los tiburones no le arrancaron.

Dos muchachos lo contemplaban. Los dos, españoles y de menos de veinte años (nacidos, pues, inmediatamente antes o durante la guerra civil). Todos los años, salen de España millares de muchachos así, y llegan a otras tierras. No hay estadísticas, pero su número, entre los que salen por puertos y los que se van por los Pirineos, no debe bajar de ocho o diez mil al año. Estos que conocí en Tampico tuvieron menos suerte. Y su aventura -no la que esperaban encontrar-, merece ser contada.

Se embarcaron en un buque Sueco, el «Lia», cada uno en distinto puerto español de la costa del Atlántico o del Cantábrico. No diré sus nombres, claro está. Los muchachos se conocieron en la cala del navío. Creían haber triunfado cuando avistaron el puerto de Tampico; precisamente entonces, al preparar la descarga, los tripulantes los descubrieron.

-No nos preocupó -dicen esos dos supervivientes-. En México nos iban a admitir...

Pero las leyes de migración son severas, ahora. No eran refugiados políticos, no tenían ningún conocido en México. Y a ellos, que jamás vieron funcionar un partido político o un sindicato merecedor de tal nombre, ¿cómo se les iba ocurrir telegrafiar a cualquier organización de refugiados españoles pidiendo ayuda? ¿Qué sabían de la solidaridad y del calor humano que se encuentra aún en la emigración? Se limitaron a decir la verdad. Los volvieron a embarcar -la ley manda...- y el «Lia» se hizo a la mar hacia Nueva York. Sabían que en Nueva York tampoco lograrían pisar otra tierra que la de Ellis Island, según los mismos marineros del «Lia» les informaron.

Cuando el buque iba saliendo de la ría del Pánuco, uno de los tres muchachos, que ahora circulaban libremente a bordo, se arrojó al agua y empezó a nadar. Cuando le arrojaron una cuerda, que él ni quiso tomar, un tiburón lo atacó. Horas después, la corriente dejó su cadáver en una playa próxima a Tampico.

-¿Cómo se llamaba? -preguntó a sus dos compañeros, que ahora sí han podido desembarcar, para declarar en las formalidades judiciales.

¡No lo saben! ¿Es posible?

-Sí... Nos llamábamos por nuestro nombre... que no era nuestro... porque lo inventamos. El dijo que el suyo era Miguel... Tenía no más de 18 años.

Durante semanas, esos tres muchachos estuvieron juntos, se contaron sueños y anécdotas, pero no se revelaron su identidad. Y eso no extrañó a ninguno de los tres. ¿No resulta revelador, este simple hecho cuya anomalía les pasa inadvertido?

¿Sabéis por qué quiso salir de España?

La respuesta sale rápida, sin ninguna vacilación:

-¡Toma!... pues por lo que salimos todos... porque se aburría.

No porque pasara miseria -y acaso la pasaba-. No porque temiera a la policía o discrepara ideológicamente del régimen. Por una razón mucho más grave: porque se aburría.

Hasta 1939, no creo que nadie en el mundo haya visto a un español aburrirse. ¿Aburrirse, en un país donde hay tantos problemas? Imposible. ¿Aburrirse fuera del país, con la esperanza del regreso? Imposible también. El español siempre hacía proyectos. Incluso los políticos más conservadores y pazguatos hacían proyectos.

Tal vez para alguien que no sea español, esta simple palabra, «aburrirse», no signifique lo mismo que para un español. Para éste es inconcebible.

El régimen del general Franco es culpable de muchos crímenes, de muchas torpezas: represión, hambre, inmoralidad administrativa, engaño colectivo, falta de dignidad. Sospecho que para un español ajeno a la política, ninguno de esos crímenes ni de esas torpezas pesaría tanto en la balanza como la muerte de ese muchacho de 18 años, que desafío a la muerte horrenda entre las mandíbulas de los tiburones porque en la España actual se aburría, porque le habían asesinado la aventura.

VÍCTOR ALBA.


BRASIL Y ESPAÑA

El Senado brasileño rehusó ratificar el acuerdo cultural firmado ya con España, por haber incluido este país una cláusula en la que se establecía que todos los libros de textos de Historia que se usaran en las escuelas de Brasil, tendrían que ser aprobados previamente por el Gobierno español.

Los senadores que más fuertemente se opusieron a la ratificación del acuerdo firmado en Madrid, fueron los señores Hamilton Nogueira y José Ferreira de Sousa, ambos a la vez son anticomunistas y antifranquistas rabiosos.


PIRÁMIDES EN ESPAÑA

Se está erigiendo en España un monumento que será, cuando esté terminado, uno de los más grandes del mundo, y es el que por iniciativa de Franco se construye en las montañas de la sierra del Guadarrama, cerca de Madrid. Ese monumento será un enorme panteón destinado a los soldados que cayeron luchando por él, es decir, serán sepultados de nuevo allí los cadáveres de aquellos soldados que sus familiares deseen ese traslado y, según se dice, será enterrado el propio General Franco. El monumento se llama: «Monumento a los caídos».

Cuando comenzó la construcción, todos los obreros fueron prisioneros políticos sacados de las prisiones para realizar estos trabajos, por los cuales, además de las ventajas de un jornal y mejor comida, se les acreditaba una disminución de la pena impuesta de un día por cada tres de trabajo. Comenzaron a trabajar unos 700, en la actualidad quedan trabajando de aquellos originales unos 50. Unos fueron devueltos a la prisión, otros huyeron y otros fueron ingresados a sus respectivas prisiones con una agravación de la pena impuesta.




ArribaAbajo Franco baila al son de sus amos

por Robert J. Alexander


Los recientes acontecimientos de España han tendido a dar realce al carácter del régimen. Los juicios de dirigentes del movimiento de resistencia en Vitoria y otras partes han vuelto a demostrar el carácter tiránico del gobierno de Franco. Pero otros acontecimientos, de los cuales la prensa ha hablado menos que de estos juicios, han servido para exponer el débil equilibrio de fuerzas que sigue existiendo en la España de Franco. El régimen del Caudillo se basa sólidamente en cuatro elementos: el ejército, la jerarquía eclesiástica, los economistas monárquicos y la Falange. Cada uno de estos grupos odia a alguno de sus socios, o a todos, y ninguno de ellos quiere en realidad a Franco, pero todos lo apoyan, porque es una especie de piedra angular del statu quo, y todos tienen miedo de lo que podría suceder si llegaran a deponerlo. Mientras Franco permanezca vivo y en el poder, la oposición al régimen no será quizá lo suficientemente fuerte como para que constituya una amenaza. Por consiguiente, estos cuatro grupos pueden permanecer fuertes y disfrutar de la dictadura. Pero, sin Franco, ¿quién sabe?

En la España de Franco la política gira en gran manera en torno a los tirones y empellones entre estos cuatro elementos en busca de poder y prestigio dentro del régimen. El genio político de Franco -y el hecho de haber seguido gobernando por espacio de casi 18 años prueba que en realidad tiene cierto talento- consiste en equilibrar ventajosamente estos cuatro grupos unos contra otros. No puede permitirse el lujo de dejar que ninguno de éstos se haga demasiado fuerte, porque correría el riesgo de alterar el delicado equilibrio de fuerzas sobre el cual parece descansar el bienestar de todos estos protectores de Franco, y, sin lugar a dudas, su propio bienestar.

Jamás ha expuesto Franco este su genio para llevar a cabo componendas y juegos malabares de carácter político tan abiertamente como lo ha hecho durante estos últimos meses. Ha lanzado huesos a todos los «perros», que son al propio tiempo sus protectores y sus posibles destructores.

En primer lugar vino el pacto. Este convenio con los Estados Unidos lo favorecieron dos de los grupos que respaldan a Franco, pero se oponían a él, más o menos ásperamente, los otros dos. Al ejército le gustaba porque, por primera vez desde el final de la Guerra Civil Española, este convenio prometía poner a disposición de las fuerzas armadas españolas por lo menos algún equipo militar moderno y contacto con altos militares del extranjero. Los economistas monárquicos (especialmente los grandes comerciantes) lo favorecieron porque esperaban que los yanquis lanzarían su peso a favor de los negocios, en su reñida batalla con la Falange en materia de política económica.

Por otro lado, la Iglesia española temía el Pacto con los Estados Unidos, porque, siendo quizá la entidad religiosa de mentalidad más medioeval de toda Europa, temían el impacto de contactos de grandes núcleos de protestantes y liberales norteamericanos con el pueblo español. Y los falangistas se oponían al Pacto por las mismas razones por las que lo apoyaban los grandes comerciantes.

Por consiguiente, cuando Franco contentó al ejército y a los economistas monárquicos con el pacto, forzosamente tenía que hacer algo para apaciguar a la Iglesia y a la Falange. Su rama de olivo ofrecida a la Iglesia fue la firma de un Concordato que, en realidad, se había firmado un par de días antes de la firma oficial del Pacto con los Estados Unidos.

Ya desde la época de la Guerra Civil se había negado Franco a firmar un convenio con el Vaticano. Se había adjudicado los derechos absolutos de patronazgo en la Iglesia española, derechos de los que la Corona disfrutaba en la época anterior a 1931, y el Vaticano no se mostraba dispuesto a otorgarlos. No obstante, ante la presión de la «política de pactos», Franco había logrado establecer sus relaciones con Roma en una forma que no llegaba a ser perfecta, desde su propio punto de vista.

A la Falange le habían dado también algo que hacía tiempo venía pidiendo: la llamada «ley de comités de fábrica». Antes de acceder a esta demanda de los falangistas. Franco convocó a un congreso en gran escala de la Falange, ante el cual se presentó ataviado con un uniforme de la Falange y con todas las galas relacionadas con su cargo de jefe del Partido, y pronunció un discurso destinado a enternecer el corazón de los herederos políticos de José Antonio. Les aseguró que no había cambiado su política fundamental, que seguía siéndoles leal, y esperaba que ellos lo fueran también con él. Esta fue la primera gran demostración de fuerzas de Falange en el término de varios años.

Y a continuación Franco dio a la publicidad la Ley de Comités de Fábrica. Estos comités son un paso en la dirección del estado corporativo en el cual la Falange espera encerrar la economía de España, lo cual ha combatido resueltamente el gran comercio.

Formado, al parecer, por representantes de los patronos y de los trabajadores de cada firma comercial, teóricamente tiene el derecho a aconsejar en todos los aspectos de la dirección de la firma. En realidad es muy improbable que el celoso e individualista comerciante español de al comité de fábrica mayores informes, o más voz, en el manejo de su empresa que el que tenga que dar irremediablemente. No obstante, la Falange puede considerar la formación de estos comités como una conquista.

No es improbable que la serie de juicios y detenciones de líderes de la oposición que tuvo lugar durante las negociaciones. y después de las mismas, en relación con el Pacto con los Estados Unidos, no esté estrechamente ligada a los acontecimientos que acabamos de exponer. Al atenazar así cada vez más fuertemente a la oposición, Franco previene a todos los grupos que lo apoyan (y al propio tiempo a la misma oposición) que no ha cambiado ni intenta cambiar, el carácter fundamental de su régimen. Quizá tenga que inclinarse ante la marea de acontecimientos y la presión de algunos de sus protectores, y reunirse así con los Estados Unidos, pero dice de forma que todos puedan oírle, que la España de Franco sigue siendo la misma antigua España de Franco. Los nuevos amigos Yanquis de Franco, entre otros, deberían tomar buena nota de esto.

ROBERT J. ALEXANDER.




ArribaAbajo Tradición de libertad

por D. Manuel de Unamuno


Dejando gacetillas de la actualidad que pasa, nos es menester asomarnos a documentos de la posibilidad que siempre queda. Y hacer esfuerzo por penetrarlos. Mucho importa la limpieza de sangre y de intención, pero importa más acaso la limpieza de pensamiento y de razón. Y es el lenguaje el que los limpia.

El liberalismo es un método -y no sólo de gobierno- y a la vez es un estilo. Todo método, es estilo, y todo estilo es método. Camino para recorrer el viaje sin fin y sin posada última. Y el liberalismo es un método, es un estilo espiritual. Liberalismo es espiritualismo. Espiritualismo, mejor aún que idealismo. Que hay idealismo materialista. Y mecánico Espíritu no es máquina. Historia no es mecánica. Y si se dijo que el progreso lo hacen las cosas y no los hombres es que no se quiso ver que la cosa suprema es el hombre movido de hambre de libertad. Sí hay una doctrina sedicente concepción materialista de la historia, mas no sería sino muy anticuado hablar de una concepción histórica de la materia, que hasta la física entre en la psicología, o sea, la naturaleza en la historia. ¿Biología? No, sino primero biografía. Pero parémonos a esto de -logías y -grafías.

La biología guarda con la biografía poco más o menos la relación que la geología con la geografía -la humana, se entiende-, o que la cosmología -producto escolástico y abstracto- con la cosmografía. A la sociología, también escolástica, podríamos oponer una sociografía, que no es sino la historiografía. Y lo que se llama teología cuando es algo vivo, humano, espiritual, histórico, es propiamente teografía, descripción del Dios de los dioses que nos hemos pensado. La biología quiere hacer del hombre una cosa, una cosa sujeta a la necesidad de vivir; pero la biografía nos le muestra un hombre, un hombre dueño de la libertad de pensar. Y sobre todo de pensarse. Y la libertad de pensar y de pensarse -que no hay que confundir con el vulgar librepensamiento a compás y escuadra- es el cimiento del liberalismo, método y estilo.

¿Que el liberalismo pasó ya de moda? Nunca fue de ella. El liberalismo ni es ni ha sido cosa de moda. No es moderno, de ninguna época, sino de siempre, sempiterno. No es su prez modernidad, sino sempiternidad. Y, con ello, aboriginalidad. Porque lo que es de siempre, sempiterno, es lo aborigen, lo originario de una historia cualquiera. Que no son propiamente aborígenes los prehistóricos -si es que los hay- los meros salvajes, los hipotéticos trogloditas que no se pensaban de tal o cual pueblo, con su propia tradición. Ya en el tótem alboreaba la libertad de pensamiento. Y el bisonte mágico de la cueva de Altamira apenas si tiene que ver con el bisonte de carne que hartaba las tripas de aquellos cavernícolas ibéricos. Los que pintaron aquellas pinturas eran ya liberales. Los otros, los no liberales, se reducen a besar las pinturas que hicieron aquellos. Para éstos, para los no liberales, las creaciones del espíritu del pensamiento libre, se convierten en fetiches y amuletos. El que herró su caballo para mejor poder cabalgar en él, no recoge la herradura, ya roñada y rota, para que le sirva de amuleto. Ni el que se crucificó hace de la cruz un fetiche. Es decir: un hechizo. El liberalismo, sempiterno y aboriginal, rechaza toda hechicería.

¿Tradición? ¿Habrá que repetirlo otra vez? Tradición -traditio- es trasmisión, y la trasmisión no es lo trasmitido -la traditio no es lo traditum-, como la producción no es el producto. Y trasmisión que no cambia trasmitiendo lo trasmitido es cosa muerta, servil. ¿Tradición de libertad y de liberalismo? De siempre que hay historia. Y lo es en España, desde que hay España, toda la de antes de Recaredo, como lo es toda la que siguió a éste y en entrañable continuidad. Que tradición es continuación. Felipe II fue, en el fondo, tan liberal y, en rigor de dialéctica, tan hereje como los arrianos visigodos. No le valió al Pontificado, sino que se valió de él el hijo del Emperador, que ordenó al Condestable de Borbón la entrada en Roma, a que se siguió el saqueo. Y los Borbones, aun en la tradición de Luis XIV de Francia -«el Estado soy yo»-, civiles, esto es liberales, aun a su pesar. Entre ellos el gazmoño Carlos III. El ultramontanismo fue en España ultramontano, de allende los montes. Y aun en doctrina -en doctrina doctrinaria- el ultramontanismo español, lo que luego se llamó integrismo, nos vino de Francia. Y es muy significativo que a apoyar con las armas el absolutismo de Fernando VII, el genuino rey absoluto de España, vinieran los cien mil hijos de San Luis. De San Luis de Francia, ya que no le apoyaran los hijos de San Fernando.

Lo que se llama ordinariamente tradicionalismo es una doctrina dogmática, esto es, cuajada o solidificada y sin fluidez. Sus postulados doctrinales son otros tantos témpanos, cuajarones de hielo. Y los témpanos, el agua helada y solidificada, pesan menos que el agua fluida y corriente. El agua corriente de un río pesa más que el hielo y corre mejor sin perder su continuidad la vena. La presa de un molino detiene a los témpanos, pero pasan sobre ella las aguas vivas. Y en saltos mueven turbinas. Por otra parte, los témpanos del tradicionalismo dogmático son arrastrados por la corriente viva de la historia, que los transporta y que a la vez los va derritiendo por su base. Entre nosotros, en España, el tradicionalismo tradicional está continuamente socavado por el liberalismo, tan tradicional como él. Y de aquí que el puro, el neto, sea cada vez más un bicho raro. Un ser fantástico soñando siempre en un siglo futuro.

D. Miguel de Unamuno.


NUEVO EMBAJADOR BRITÁNICO

El nombramiento de Sir Ivo Mallet como embajador en España ha sido aprobado por la reina de Inglaterra. El Times de Londres dice a este propósito: «En cierto modo Sir Ivo Mallet hará frente en Madrid a una situación que le es familiar. España, al igual que Yugoslavia, reciben ayuda económica del oeste, está en conexión con el sistema de defensa del oeste y están fuera de la gran organización del Pacto del Norte del Atlántico.

«Puede el señor Mallet comparar las experiencias marxistas en la evolución social presidida por el mariscal Tito con la forma de gobierno del general Franco basada en los tres pilares que la sostienen: el Ejército, el Clero y el partido único de Falange».


FRANCO ENVÍA NUEVO REPRESENTANTE

The New York Times en su edición del 6 de agosto, publica la noticia del nombramiento de José María Areilza y Martínez Rodes como sucesor de Félix Lequerica, Embajador de España en los Estados Unidos.

Como se recordará el 27 de junio el Embajador Lequerica hizo pública su renuncia y nombró como su sucesor a Fernando María Castiella, condecorado por los nazis con la Cruz de Hierro, violento falangista y fuerte partidario de la política irredentista respecto a Gibraltar.

Areilza fue miembro del primer gabinete de Franco -el Gabinete «Victoria»- que se formó al finalizar la Guerra Civil. Es uno de los fuertes instigadores de la política anti-británica respecto a Gibraltar.


NUEVA ADVERTENCIA DEL CARDENAL SEGURA

En una Carta Pastoral que el Cardenal Segura y Sáenz de Sevilla envió a todas las iglesias de su arzobispado, advirtió una vez más contra el protestantismo, expresando que el «Protestantismo constituye una grave amenaza contra la moral y la fe». «El Protestantismo» añadió el Cardenal Segura «ha alcanzado últimamente enormes proporciones», y sigue siendo «una rebelión de los herejes contra la verdadera Iglesia y la autoridad de Jesucristo».


McCARRAN PIDE MÁS AYUDA PARA FRANCO

En The New York Post del 2 de agosto Robert Allen refiere la siguiente conversación sostenida entre el Senador Pat McCarran (demócrata de Nevada) y Harold Stassen, jefe de la F.O.A.:

Senador McCarran: «Me dicen que los españoles están realmente sorprendidos por la pequeña cantidad de equipo militar que han recibido de nosotros. En estos momentos esto se prestaría a crear un estado de cosas no muy ventajoso para la consumación de nuestro pacto sobre bases aéreas... Bajo ningún punto de vista debemos contribuir a disminuir el prestigio del Gobierno ante el pueblo español, pues sino cuenta con el apoyo de éste es muy probable que contribuyamos a debilitarlo. ¿No cree usted lo mismo?».

Stassen: «Sí, claro».

McCarran: «¡Entonces tome alguna acción en este asunto!».



LECTURAS

Ramón Sender se nos vuelve a presentar en Mosén Millán3 con ese vigor dramático de sus mejores producciones. El vigoroso trazado de sus personajes y la poesía sencilla y honda del ambiente rural que describe y en el que sitúa sus personajes, hacen de este libro una novela en la que se unen el realismo moderno y la noble solera española.

A través de Mosén Millán surge la recia figura de Paco el del Molino, el protagonista de este conmovedor relato, hombre entero de corazón generoso muerto en plena juventud por la barbarie franquista. Los dolorosos recuerdos de Mosén Millán nos ponen en contacto con Paco y nos sacude el alma la magistral creación del personaje. Mosén Millán es una novela con calidades de pervivencia.

Hipogrifo Violento es el título de otra novela de Ramón Sender que acaba de ver la luz4. El libro está basado en un cuaderno escrito por un joven teniente de Milicias, José Garcés, en el que nosotros reconocemos al propio Sender. Es un relato basado en recuerdos de infancia situado en un internado católico donde inicia el primer contacto con la sociedad urbana, contacto nada fácil. Hay en el libro dureza española, dureza en la forma y una escondida ternura para los seres y las cosas. Unas palabras del propio Sender nos parece que expresan cabalmente el contenido del libro: «El autor anima sus recuerdos de la infancia y en ellos se refugia creyéndolos una fortaleza inexpugnable. Otros hombres, los de la esperanza, escapan, cuando se ven perdidos, por los problemáticos espacios del futuro y de la ilusión. Esta ilusión es también posible en la reconstrucción y reviviscencia del pasado, a pesar de todas las decepciones».

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ArribaAbajo Editorial

Negocios improductivos


Estamos acostumbrados ya al espectáculo que ofrece el actual mundo de los negocios, cuya zona de operaciones va desde los tratados entre Estados, impresionantes por el contenido de sus cláusulas abiertas y las fabulosas cifras que señalan, hasta la piratería camuflada.

Se comprende perfectamente la elasticidad de los tratados, se comprenden las cláusulas secretas, la flexibilidad de las frases ambiguas y los incisos inteligentes. Admitimos que los tratados entre Estados reserven ciertas estipulaciones que no pueden ser del dominio público, y puestos ya a ser comprensivos, hasta admitimos que la competencia comercial e industrial privada, no oficial, llegue en su afán de extremar el lucro hasta rebasar los límites de lo tolerado. Pero lo que no podemos admitir, lo que nuestra amplia comprensión rechaza es la piratería de Estado. Ella se da en los países de regímenes totalitarios, ella es la que practica el régimen actual de España.

En estas mismas columnas se ha denunciado el comercio ilegal del régimen español con los países del bloque soviético. Nuestras firmes acusaciones han sido ampliamente reforzadas por hechos y por rectificaciones oficiales del gobierno español. La radio de Moscú anunció un tratado comercial entre España y Rusia, noticia que fue desmentida por España, pero a la que no es posible quitarle su valor. Una radio dirigida, como la radio de Moscú, no puede lanzar una noticia sin base. Es del dominio público el envío de armas españolas a Egipto. El general Franco declaró el 18 de julio pasado que «España no había exportado ningún mineral estratégico al bloque soviético», esas palabras dejaban entender que hacía otro comercio con otros países. Al día siguiente de haber sido hechas esas declaraciones toda la prensa daba la noticia de haberse descubierto el envío de armas y municiones de España a Egipto.

Existe entre España y Egipto un contrato de venta y suministro de armas por valor, según fuente bien informada, de 3 millones 500 mil dólares, contrato firmado primeramente en Suiza por Otto Skorzeny, oficial alemán quien rescató a Mussolini después que éste fue detenido en 1943 -ver New York Times del 18 de julio-. Inglaterra tiene prohibida la venta y suministro de armas a Egipto desde el año 1951. El general Franco va contra las disposiciones de Inglaterra enviando armas y municiones a Egipto. Eso sí, las envía camufladas: van empaquetadas «como máquinas de coser». La piratería de Estado en acción.

Descubierto este comercio ilegal, forzado por las reclamaciones de Inglaterra, y después de la entrevista de los generales americanos Curtis E. LeMay, jefe de las Fuerzas Estratégicas de los Estados Unidos y del Mayor General August W. Kissner, jefe de la Misión norte-americana en España, el Ministerio de Relaciones Exteriores de España hizo públicas unas declaraciones en las que se decía que «el Gobierno español había dado seguridades de que la exportación de armas a países ajenos a la Organización del Tratado del Norte del Atlántico, sería prohibida». El general Franco recoge humildemente su vanidad, su orgullo y sus fanfarronadas de dictador y dice como un colegial: no lo haré más. Sin embargo, no creemos que la vieja Inglaterra confíe en esas declaraciones. Si no afirma y extrema su vigilancia, el envío de armas a Egipto continuará de una u otra forma: acaso en el vientre de caballos destinados a las corridas de toros.

El general Franco alienta y favorece el nacionalismo árabe, pero al proceder así prueba, una vez más, su ineptitud política. Si el nacionalismo árabe cobrará fuerza ciertamente que no daría como resultado robustecer las posesiones españolas de Marruecos en manos de Franco.

El negocio clandestino no ha dado gran resultado al régimen franquista, pérdida de armas, de municiones, de dinero: mal negocio, en suma. Por esta vez a Franco, gran tirador, le ha salido el tiro, por la culata.


COEXISTENCIA NO, COMERCIO SÍ

En una conferencia de prensa celebrada por el General Franco en el pasado mes de julio-conferencias que no suele prodigar-declaró que «la coexistencia entre el mundo occidental y el mundo comunista es imposible». Esta declaración ha sido he cha después de la que hicieron el Presidente Eisenhower y el primer ministro británico Churchill en la que dijeron ambos que la coexistencia es posible entre los dos mundos.

Mientras que el general Franco hace esas declaraciones, paralelo a ellas, activa cuanto puede el comercio con Polonia y Rusia. El régimen franquista tendrá que poner de acuerdo sus palabras con sus actos.




ArribaResumen de noticias

España rechaza NATO

El 4 de agosto, 250.º aniversario del «robo» de Gibraltar por Gran Bretaña, Arriba, órgano oficial falangista, hizo este sorprendente anuncio: «Mientras Gibraltar esté en poder de Gran Bretaña, España no ingresará jamás a una coalición de la cual forme parte Gran Bretaña». En otras palabras, en caso de una agresión militar por parte de la Unión Soviética, España rehusaría colaborar con NATO.

Esto bien podría interpretarse que, en vista de los términos del artículo 3 del Pacto de Defensa HispanoAmericano, las bases aéreas norteamericanas en territorio español no serían puestas a disposición de NATO para colaborar en la defensa de Europa Occidental. Este artículo 3 estipula que para poder utilizar las bases norteamericanas en España se necesita el consentimiento del Generalísimo Franco.


$200000000 para bases aéreas

La Fuerza Aérea Norteamericana calcula que el costo del programa de construcción de bases aéreas en España ascenderá a $200000000. Cuatro de estas bases estarán ubicadas en Torrejón (cerca de Madrid), Morón de la Frontera, El Copero (ambos cerca de Sevilla) y en Zaragoza, respectivamente. Más adelante se ampliaría este programa construyéndose bases para aviones de intercepción para la defensa de bases mayores.

Ya se han hecho los levantamientos de los planos topográficos en tres de estos terrenos elegidos y se han recibido propuestas de compañías españolas para la construcción de estos aeródromos.

El jefe del Comando Aéreo Estratégico de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, General Curtis E. LeMay, a fines de julio hizo una jira de inspección de cuatro días por los terrenos elegidos para bases aéreas expresando: «...los sitios están bien elegidos y el proyecto es bueno».

Richard Mowrer, corresponsal en Madrid de The Christian Science Monitor, sin embargo, el 30 de julio hizo el siguiente comentario respecto a la «cordura» del proyecto norteamericano para la construcción de bases aéreas: «En los términos del Convenio de Defensa Hispano-Americano publicados hasta la fecha no se indica en parte alguna que España se verá automáticamente envuelta en un conflicto en caso que Dinamarca o Turquía, por ejemplo, fueran atacadas por las fuerzas de la Unión Soviética o que estas bases serían puestas inmediatamente a la disposición de los aviones de bombardeo del General LeMay».


Colonias portuguesas

Francia y Portugal son las únicas potencias europeas que aún conservan posesiones en la India. El gobierno francés se ha mostrado dispuesto a aceptar la solución amigable del problema que le presentaran sus pequeñas colonias en la India; pero las relaciones entre la India y Portugal se han puesto cada día más tensas a causa de la actitud intransigente de Portugal respecto al dominio de sus tres colonias en la India: Goa, Damao y Diu.

A raíz de acontecimientos ocurridos en la última semana de julio en que los nacionalistas de Goa lograron apoderarse de dos pequeñas ciudades en territorio portugués, el 20 de julio Portugal decidió retirar su confianza al Cónsul General de India en Goa dándole 24 horas de plazo para salir del país, junto con otros funcionarios de nacionalidad India. Como represalia India notificó inmediatamente al Cónsul Portugués en Bombay indicándole que debía abandonar el país dentro de 48 horas.

Ya en junio de 1953, India había cerrado su Legación en Lisboa como protesta contra Portugal por haber rehusado discutir el provenir de esas colonias.

Las patrullas fronterizas en las colonias portuguesas han sido reforzadas en previsión de posibles disturbios para el 15 de agosto, aniversario de la independencia de la India.


Elogia Artajo al gobierno portugués

No obstante las repetidas acusaciones de España ante la ocupación inglesa de Gibraltar y la política colonizadora francesa en el norte de África, el gobierno español parece aprobar calurosamente la colonización portuguesa en la India.

El Ministro de Asuntos Extranjeros, Martín Artajo, expresó la «solidaridad del pueblo y del gobierno de España con la reacción caballerosa que el gobierno portugués y esa gran nación mantienen ante la agresión a su soberanía por parte de India», -en entrevista que mantuvo con el embajador portugués, José Nossolini. Estuvo presente en la entrevista el embajador español en Lisboa, Nicolás Franco, hermano del General Franco.

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