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671


A la luna tiro perlas
y al sol dorado corales;
al amor tirarle fuego;
que es causa de muchos males.

R. M., 5813.                


 

672


A las mujeres quererlas
y servirles de rodillas,
con un tronco de acebuche
entre costilla y costilla.

R. M., 6249.                


 

673


A las mujeres quererlas
y no darles de comer;
porque hartas aborrecen
y con hambre quieren bien.

J. E. M., 92-2 (Venezuela).                


 

674


Yo me acerqué a una fragua;
dije al herrero:
-Hágame usté un amante
de fino acero.
Y él me responde:
-No puede ser muy fino,
si ha de ser hombre.

R. M., 6124.                


 

675


A mi amigo lo llevó
a casa de la que amaba,
y tanto aprendió el camino,
que luego a mí me llevaba.

R. M., 6579.                


 

676

Amor con amor se paga:

Esta copla me hace recordar un cuento que oí en Jujuy; aunque no viene precisamente al caso lo referiré porque pinta el modo de ser de ciertos paisanos. Resulta que una vez un colla (llámase así en Jujuy y Salta a los paisanos que tienen muy acentuados los caracteres raciales de los indios del Altiplano aunque sean oriundos de Jujuy o Salta) debía atravesar un río crecido para ir a su casa. El río venía mudo, vale decir tan caudaloso que no dejaba oír el golpeteo de las piedras. Si seguir adelante le era imposible, volverse le resultaba penoso porque el rancho más próximo quedaba a cuatro leguas y el colla tenía apuro en llegar a su casa. Ante la impotencia el paisano se sentó a esperar que el río bajara y así estuvo como dos horas lanzando de tiempo en tiempo una piedra a la corriente para ver si descendía el nivel de las aguas. Esperó y esperó pero el río no aminoraba, para colmo de sus desdichas con la caída de la tarde empezó a llover; viendo que la situación se empeoraba se dispuso a regresar para pedir hospitalidad en algún rancho, más en eso sintió un tropel, era un jinete, el dueño de una finca que regresaba de la ciudad apurado por la tempestad. Lo vio al colla, lo preguntó lo que hacía a la orilla del río y cuando supo su peripecia lo invitó a montar a las ancas para hacerlo pasar. Contento el colla, subió al caballo y se prendió bien con las dos manos del generoso protector. El caballo que era baqueano para cruzar ríos salvó el vado sin inconveniente. Cuando el colla se vio al otro lado y lo pasó el susto del peligro salvado, de a caballo nomás, sin tomarse la molestia de apearse, preguntó al señor «¡Y cuánto voy ganando, pues señor, por acompañarte! ¿Cuánto me estás pagando?».

Igual caso le pasó a un amigo mío en el Territorio de los Andes. Un día que viajaba en su auto de San Antonio de los Cobres a Cobres, encontró a un colla que a pie hacía su mismo camino; como le tuviera lástima lo hizo subir al coche; cuando anduvieron como doce leguas el colla lo hizo parar para preguntarle. «¿Y cuánto voy ganando, señor, por acompañarte?».

 

677


Yo le dije a un platero;
-Hazme de plata
una mujer constante,
que no sea falsa.
Y él me responde
que de mujer constante
no tiene molde.

R. M., 6228.                


 

678

Laquiaqueña: mujer natural de La Quiaca.

 

679


Si el casarse fuera un día,
una semaniya o dos...
Pero por toda la vida,
eso no lo paso yo.

R. M., 5757.                



Si el casarse fuera por meses
o por una vez al año,
pero esto de ser para siempre,
¡Dios nos tenga de su mano!

A. de Ll., 434.                



S'o casar para d'un día,
ou siquiera por un año
¡esto de ser para sempre
Dios nos tenga de su mano!

C. Gallego, t. 3.º, pág. 66-25.                


 

680


Cásate, y tendrás mujer,
y vivirás santamente;
llegarás a coronel,
sin haber sido teniente.

L., t. 2.º, pág. 376-4.