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192.- Misiones. El Paraguay

     Uno de los intentos de Colón, al ansiar el descubrimiento de nuevos países, era conquistar almas para el paraíso. A este fin algunos frailes, principalmente de la Orden de Santo Domingo, se unieron pronto a los conquistadores para enfrenarlos y para convertir a los salvajes. Penetraban en los países menos accesibles, entre las tribus más feroces, plantando la cruz, enseñando la idea o al menos las palabras de Dios, alma y cielo; con asombro de los indígenas, acostumbrados a verse perseguidos, expoliados, muertos, les insinuaban algunas ideas morales, como el abstenerse de carne humana, y de los consorcios vagos; y allí estos misioneros sufrían privaciones, penalidades y hasta el martirio. Las cartas edificantes en que describen sus actos son narraciones sumamente interesantes.
     Al nombre de cada uno de los conquistadores puede oponerse de algunos pacíficos propagandistas, que llevaban la censura o el consuelo a los palacios como a las chozas. En las nuevas ciudades se alzaron vastos conventos, hospitales, catedrales, escuelas, y las pompas religiosas conquistaban tantas almas, como enajenaba la feroz codicia.
       En el vasto y bellísimo país comprendido entre el Perú y el Brasil, y regado por el Paraguay, aparecía el hombre en la mayor rudeza, desnudo, perezoso, antropófago, sin que lo hubiese modificado la importada civilización. Muchos misioneros habían cogido allí escasos frutos, cuando fueron los Jesuitas, que empezaron a convertir y a civilizar, sin intolerancia ni fanatismo, con dulzura y halagos. Hasta quisieron probar si un gobierno patriarcal cuadraba allí mejor que los acostumbrados, laboriosamente opresores, a fin de poder cristianizar al nuevo mundo antes que exterminarlo. Comenzaron por obtener que los Indios fuesen declarados libres, a pesar de las reclamaciones de los colonos, que así se veían privados de sus bestias; se constituyeron en protectores de aquellos desgraciados, obtuvieron la facultad de recoger a los convertidos en puntos separados de la corrupción europea, y fundaron parroquias (reducciones) gobernadas por sí mismas, cada una bajo la dirección de un jesuita. Todo estaba en regla como en un regimiento; sones y cánticos precedían y acompañaban las fatigas; estaba prohibida la excavación de minas; toda la atención se fijaba en la agricultura; la cosecha se recogía en común, así es que no había quien se viese expuesto a la miseria; tenían escuelas de lectura y de música; vestían con sencillez; se reunían en asamblea para elegir su cacique; no se conocían delitos; las transgresiones de la ley se castigaban correccionalmente; el misionero debía ser el brazo y la cabeza de aquella gente que no sabía pensar ni prever; había, en fin, una pequeña milicia para defenderse de las tribus enemigas.
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     Pero sus verdaderos enemigos eran los gobernadores, que querían entrometerse y echarlo todo a perder. Aún hoy se acusa a los Jesuitas de haber empleado flores y cantos, en vez de hachas y cañones. Las ingerencias hostiles no tardaron en destruir las parroquias, y el Paraguay perdió toda su prosperidad en la esclavitud colonial.
     De allí los Jesuitas se habían extendido por la California, que había parecido a los Españoles demasiado estéril para cultivarla. De este modo sometieron a España el vasto país de Maina, dejando en todas partes obras públicas, tales que pueden asemejarse a las de los grandes reyes; acueductos larguísimos, atrevidos puentes, numerosos canales, y proyectaban uno que pusiese en comunicación los dos océanos.
     No fueron menos útiles en las colonias francesas; humanizaron la Guyana; y en el Canadá, habitado por gente feroz que no se asustaba ni maravillaba de las armas europeas, los misioneros introdujeron más tarde el cristianismo y enseñaron a reverenciar a los hombres de la oración.
     Los protestantes enviaron también misioneros a las colonias; pero el ministro que va con su propia familia, bien provisto de recursos por las sociedades bíblicas, no obtiene bastantes frutos. Las misiones católicas tienen su centro en la congregación de propaganda fide de Roma, desde donde son enviados esos precursores de la civilización.




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193.- El Brasil

     Cabral había descubierto el Brasil, cuyos primeros habitantes no manifestaron asombro ni desconfianza al encontrarse con los Europeos: antes bien permutaron sus dones y besaron la cruz. Pero como se sacaba poco provecho de aquel país, quedó olvidado. Especuladores privados se establecieron en él, sin que Portugal mandase casi más que malhechores. No se encontraron allí antiguos edificios, como en el resto de América; los indígenas eran antropófagos; abundaban el oro, la plata y el hierro, pero hallándose lejos de la costa, se descubrieron tarde; en cambio proporcionaba grandes riquezas su fertilísimo terreno. Los Portugueses dividieron el Brasil en capitanías, enfeudándolas a los nobles en una extensión de cuarenta o cincuenta leguas de costa cada una, sin determinar los límites hacia el interior, con jurisdicción civil y criminal. La primera historia es la relación de las novelescas aventuras de aquellos capitanes. Tomás de Sousa dio un centro a la América portuguesa fundando a San Salvador, y luego a San Sebastián. Nada se conocía del interior. Seis jesuitas se dedicaron a aprender las lenguas de los salvajes y empezaron luego a ejercer con ellos su apostolado, haciendo grandísimos progresos. Los padres Anchieta y Nobrega merecen ser citados entre los bienhechores de la humanidad.
     Las desventuras de Portugal impidieron fijar la atención en el Brasil, donde fueron a establecerse los Hugonotes perseguidos en Francia. Con mejor ventura que estos residieron allí los Holandeses que dieron importancia a Fernambuco; pero al fin prevalecieron los Portugueses, que sacaron provecho de las riquísimas producciones del país, y de la pesca en el río de las Amazonas. A explorar el interior del país ayudaron los Paulistas, banda de aventureros que forman la parte poética de la historia del Brasil. En el distrito de las minas se descubrieron más tarde los diamantes en tal abundancia que se llegaron a sacar 20000 quilates al año.




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194.- América septentrional

     La extrañas aventuras de Álvaro Núñez y Narváez en la Florida, estimularon a conocer los países situados al Nordeste de Méjico. Hacia este lado se habían dirigido ya algunos Franceses, que reconocieron el río de San Lorenzo y el Canadá, y fundaron a Québec, que fue el centro del poder francés en América. Otros se estacionaron en la Florida; pero los Franceses no tuvieron nunca la constancia de hacer fortuna en las colonias, y sacaron poco provecho de la isla de Cayena. Todas las naciones quisieron poner el pie en la Guayana, posesión muy importante, como que está en medio de las dos Américas.
     Los Ingleses no llegaron al continente hasta la época de la reina Isabel (1578), con patentes en virtud de las cuales Onofre Gilbert ocupó el Septentrión, y Walter Raleigh la Virginia (1584): con su habilidad y perseverancia, los Ingleses llegaron a fijarse definitivamente en el país. En los descubrimientos se distinguió Juan Smith. El sistema británico era muy distinto del español, pues favorecía el comercio, la concurrencia y las compañías mercantiles. En la Virginia se refugiaban muchos miembros de las diferentes sectas religiosas, sobre las cuales se distinguió la de los Cuáqueros, predicadores de la igualdad absoluta y de la paz, que fundaron a Filadelfia (1682); uno de ellos, Guillermo Penn, dio nombre a Pensilvania. Los Católicos fundaron el Maryland, donde se toleraron todos los cultos.
     El incremento de los Ingleses perjudicó a los Franceses del Canadá, dando lugar a guerras sangrientas; pero sobrepujaron los Franceses. Algunos tuvieron noticia de un gran río que se perdía en el golfo de Méjico; era el Misisipí, a cuya exploración se dirigió el audaz Roberto La Salle con el misionero Hannequin, siendo el primero que vio la admirable catarata del Niágara (1682). El padre Marquette descubrió el Utagamis o río de las Zorras, que pone en comunicación el Misisipí y el San Lorenzo. Esto facilitó el descubrimiento de la Luisiana, donde los Franceses se mantuvieron en desdoro de los Españoles y de los Ingleses; solo en 1763 la cedieron en cambio de la Florida. La civilización europea pasó al otro lado del Misisipí y se acercó al Misuri.




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195.- De la América en general

     Treinta años después de haber llegado Colón a América, ya se había trazado la forma del nuevo continente desde la Tierra del Fuego hasta el Labrador. Forma la América una isla inmensa desde los 78º de latitud boreal hasta los 56º austral, ceñida por el Grande Océano y por el Atlántico, y rodeada de una multitud de islas, entre las cuales pasa la gran corriente ecuatorial, llamada Gulf-Stream.
     La Cordillera atraviesa a lo largo casi toda la América, elevándose en algunos puntos hasta 6700 metros sobre el nivel del mar; en ella se apoyan muchos llanos de notable extensión y altura, con ciudades más elevadas que las mayores cumbres europeas. Los ríos que de ella bajan son, por su anchura y longitud, los más grandes del mundo. Los volcanes dan aún indicio de su fuerza por medio de erupciones y terremotos, que a veces conmueven regiones enteras; mientras que infernales huracanes devastan mar y tierra.
     La vegetación es variada y sublime; faltan generalmente allí los animales de Europa; no se encontró casi ninguno de nuestros animales domésticos. Todo esto, y un cielo espléndido, y tanta novedad de frutos, debieron causar la admiración de los primeros descubridores. Los filósofos se preguntaron después de dónde procedían los habitantes, y cuál era el origen de la civilización antigua de algunos países. El espíritu de nuestra religión hizo destruir los documentos de la antigua, y la ignorancia los monumentos históricos, tanto que de ciertos pueblos no sobrevivieron más que algunas palabras, transmitidas por papagayos. Más tarde se recogió cuanto había escapado a la destrucción, se trató de reconstruir la historia.
     Aunque todos los Americanos tienen los cabellos lacios, presentan grandísimas variedades por el color, la estatura, la fuerza; infinita es también la variedad de sus lenguas, algunas de las cuales eran más refinadas que las indoeuropeas.
     Es de presumir que de nuestro continente pasaron al americano individuos y pueblos enteros, ya por mar, ya sobre hielos polares; ciertas tradiciones suyas concuerdan con los hechos bíblicos y con las geogonías y teogonías asiáticas; como se encuentran analogías entre ciertos ornamentos, la forma de los templos y sobre todo las pirámides del antiguo y del nuevo mundo. Indudablemente Méjico, el Perú y otros países habían tenido una civilización antigua, cuyas trazas se habían perdido, si bien se decía que era procedente de personas parecidas a los nuevos invasores. Trabajábase aún en orfebrería, en adornos de mujer; tenían una especie de papel de hojas o de paja, sobre el cual se anotaban con jeroglíficos los anales históricos, los ritos religiosos, las representaciones astronómicas y cosmogónicas (388); igualmente se servían de cordelitos con nudos para transmitir sus ideas. De Méjico y el Perú se extendió por los demás países el cultivo del maíz.
     La idea de la divinidad existía casi en todas partes. Algunos pueblos estaban gobernados por reyes; pero el mayor número obedecía a jefes de tribus. En todas partes era esclava la mujer. Los hombres iban desnudos, y así mismo las mujeres; los jefes llevaban adornos de extraña riqueza; y aunque vivían a orillas de los ríos mayores de la tierra, no construían más que simples piraguas. No se conocían los rebaños, y apenas se cultivaban los campos. La leche no se usaba entre ellos. Carecían de la verdadera idea de propiedad. Su habilidad principal consistía en fabricar armas muy mortíferas, con las cuales causaron graves daños a las nacientes colonias. Mostrábanse singularmente feroces los habitantes de las Pampas, es decir de las llanuras al sur de Buenos Aires y del Perú. Los Patagones, descritos como gigantes, solo parecen más altos que los demás por el modo de adornarse la cabeza.
     No diezmaron tanto la población indígena las armas de los conquistadores, como las viruelas importadas, y las bebidas alcohólicas a que se aficionó. En la América meridional, los indígenas se fusionaron con los advenedizos; en las islas permanecieron como enemigos, por lo cual fueron casi todos destruidos.
     Al principio no se pensó en extraer de América más que oro y plata, y el viejo mundo se asombró de ello tanto más cuanto que era un hecho nuevo. La pasión del oro se apoderó de los gobernantes, que aumentaron entonces los tributos e impuestos.
     Colón había sugerido la idea de utilizar la feracidad del terreno. Lleváronse de Sicilia y de España cañas de azúcar, cuyo cultivo se extendió, mientras que al principio se endulzaba casi solo con la miel. El café se dio con éxito, si bien resultó menos aromático que el de la Arabia. Cultivábase el cacao, con el cual los Jesuitas enseñaron a hacer el chocolate, como divulgaron el uso de la corteza peruana (quina) contra las fiebres. Una de las nocivas costumbres que se notaron entre los salvajes era el uso del tabaco; y sin embargo se difundió hasta el extremo de constituir una de las primeras rentas de los Gobiernos.
     Fuera del tabaco, del maíz y de las patatas, pocos vegetales de América se aclimataron en Europa; mientras que allí prosperaron todos los frutos europeos y las drogas de la India. Las ilimitadas llanuras del nuevo mundo se poblaron de caballos, toros y yeguas.




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196.- Los Portugueses en Asia

       Mientras tanto los Portugueses habían continuado sus empresas en las Indias. Luego que Vasco de Gama hubo dado cuenta de los países que había visto después de haber doblado el Cabo, Cabral llegó a Cochín, Ceilán y Camore, recibiendo en todas partes seguridades de amistad, y cargado de riquezas, diferentes de las de América, volvió a Portugal. En la India no se trataba de poblaciones nuevas, sino de una antiquísima civilización (cap. 4), a la cual Europa no había cesado de pedir los productos destinados a satisfacer los antojos del lujo y de la gula. Pero los antiguos no habían formado nunca establecimientos en la India, por cuyo motivo no conocieron su historia, y mucho menos su literatura. En la isla de Java, la historia empieza el año 76 de la Era Cristiana, cuando Agi-Saca fundó allí colonias y dictó leyes, introduciendo la religión de la India y la división por castas. Admiráronse vestigios de templos y sepulcros; se tienen poemas cosmogónicos escritos en kawi y se hicieron muchas traducciones del malayo.
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     Aquella civilización había sido alterada por la introducción del islamismo, en el siglo XII, y mediante la religión y el comercio, los Musulmanes adquirieron influencia en aquellas regiones. Los Árabes, sin poseer marina, llegaron más allá que los Romanos, y fueron durante mucho tiempo los únicos agentes del comercio con Europa; en algunos países hacían de verdaderos señores, y los reyes se contentaban con los derechos comerciales que percibían.
     Las costas del Malabar, de Canara, del Decán, del Coromandel, se hallaban divididas en principados; por el estrecho de Ormuz se entraba en el Golfo Pérsico. La isla de Ormuz era el punto de reunión de los negociantes del África y del Asia, y por allí pasaba todo cuanto iba y venía de la Persia. En la isla de Bahrain se pescaban perlas muy grandes, pero menos blancas que las de Ceilán. Adén, Socotora, Yedda (389), eran emporios de suma importancia de los Árabes, que tenían establecimientos además en toda el África, y conocían las costas de Zanzíbar (390), las islas de Madagascar, la costa de Ayan hasta el Cabo de Guardafuí.
       Los Portugueses no tuvieron, pues, que luchar con los habitantes, sino con los Mahometanos. Vasco de Gama, habiendo vuelto allí con una buena flota, derrotó a la del Zamorino de Calicut, el cual continuó hostigando a los príncipes que se aliaron con los Portugueses, quienes desde aquel momento se consideraron como dueños del país. Francisco Almeida fue nombrado virrey. La isla de Ceilán, magníficamente situada entre el África y la China, y rica en producciones preciosas, fue conquistada por la fuerza. Albuquerque (391) tomó a Calicut y a Goa, ciudad esta última que fue el centro de la dominación portuguesa.
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     Así como Malaca era emporio del comercio interior de la India, así también lo era del exterior Ormuz, que no tardó en ser conquistada por los Portugueses, y en aquella isla se levantó muy luego una de las ciudades más poderosas. Los Mamelucos de Egipto trataron, por todos los medios, de oponerse a conquistas que les arrebataran el monopolio de los géneros de la India, y en esto los secundaron los Venecianos, los cuales se asustaron al ver exhibidas en Lisboa las mercancías que antes sólo ellos importaban; y hasta tuvieron la intención de cortar el istmo de Suez para abreviar la vía de comercio.
     Cuarenta mil Portugueses ejercían, pues, verdadero dominio sobre los Berberiscos del África, los Mamelucos de Egipto, los Árabes y todo el Oriente hasta la China. Otros, mientras tanto, habían aumentado los descubrimientos en el archipiélago indio con Madagascar, las Maldivas, Borneo, las Molucas y el reino de Camboya. Tuvieron Bancos doquiera se comerciase desde el Cabo hasta Cantón; y así como la codicia del oro daba aliento a los Españoles, así también el afán de extender el comercio convertía en héroes a los Portugueses. Traficaban éstos con el Japón, visitado entonces por primera vez después de Marco Polo (cap. 183), y tuvieron un excelente historiador en Juan de Barros.
     La conservación y extensión de los bancos en el Golfo Arábigo ocasionaron guerras; pero en el trascurso de sesenta años los Portugueses tuvieron fundado un imperio de los más vastos, con ciudades que rivalizaban con las mayores del mundo. Tenían los diamantes del Brasil y quisieron el monopolio de la pesca de perlas. Al momento la facilidad de obtener los productos coloniales, disminuyó su precio y creció extraordinariamente su consumo. Los Portugueses permanecieron largo tiempo sin competidores, hasta que el cetro de los mares fue tomado por los Holandeses e Ingleses. Cometieron los mismos errores administrativos y rentísticos que España; un virrey de las Indias rivalizaba en boato con los príncipes orientales, y atendía, no a la prosperidad del país, sino a la conservación de los monopolios, procurando enriquecer a la metrópoli, a sí mismo y a los empleados. Los Españoles habían pasado de la América al Asia por el estrecho de Magallanes, y los Portugueses tuvieron que disputarles, durante mucho tiempo, la posesión de las Molucas. Expedían de Filipinas y de Manila el famoso galeón con los productos de las colonias, al puerto de Acapulco (392) en el mar Pacífico y a la California.




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197.- Holandeses, Daneses, Franceses e Ingleses en Asia

       Los Holandeses, emancipados de España por medio de esfuerzos generosos y dramáticos, no era posible que se sostuviesen sin el comercio. Excluidos de todo tráfico con los países españoles, fueron ellos mismos a las Indias, y habiendo establecido Bancos y escalas comerciales en Java, y en muchas de las Molucas, fueron estas a poco tiempo reducidas a la obediencia de Holanda. Fundose la Compañía de las Grandes Indias, con 25 millones de francos, y con el privilegio de los terrenos comprendidos en la otra parte del Cabo Magallanes; tenía poderes reales y fue modelo de las sucesivas.
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       Esto perjudicó bastante a los establecimientos portugueses, a los cuales se les quitó entonces Ormuz, que fue destruido. Los Holandeses fundaron su principal colonia en Amboina, donde se había circunscrito el cultivo de la nuez moscada; fijaban su vista en la China y obtuvieron la posesión de Formosa, que llegó a ser el mercado más rico del Asia; entraron en el Japón y en la Corea, donde traficaron largo tiempo sin competencia. También en África quitaron a los Portugueses el Cabo de Buena Esperanza, tuvieron la isla de Java, donde prosperó Batavia, y por fin hasta Malaca y la famosa Ceilán. Se extendieron además por la costa de Coromandel. Los géneros procedentes de tan dilatados países iban a parar a Batavia, de donde eran expedidos para Europa. La Compañía era dueña de centenares de buques y numerosas tropas, con un gobierno mercantil. Al principio fueron inmensas las ganancias, pues se importaban de la India hasta por valor de 120 millones anuales en mercancías, que se vendían luego a un precio dos o tres veces mayor. Las acciones llegaron a producir el 1000 por 100. Pero la prosperidad duró poco; el lujo oriental arruinaba a muchos, y a muchos el clima; los Franceses y los Ingleses empezaron a hacerles competencia; el monopolio fue contrastado, y la Compañía fue decayendo rápidamente, hasta que fue disuelta en 1808. Las guerras de nuestro siglo descompusieron aquel orden de cosas. Java fue restituida a la Holanda, que introdujo cierto orden en las colonias que le quedaban.
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     Los Daneses, atraídos por las riquezas asiáticas, constituyeron también una compañía (1616), pero con éxito momentáneo. Aún menos fortuna alcanzaron en iguales tentativas los Austríacos y los Prusianos. Audaces marinos bretones y normandos abrieron el camino a la Francia; Colbert fundó una Compañía mercantil (1664) con 15 millones, la cual, habiendo hecho fiasco en Madagascar, se estableció en Pondichery, punto muy oportuno para recibir allí los diamantes de Golconda, las sedas y las especias del Coromandel; pero nunca prosperó. La Bourdonnay trató de dar importancia a la Isla de Francia, con el concurso de los padres de San Lázaro; mas los pueblos que habían ido a establecerse allí, sucumbieron bajo el poder de los Ingleses.
     Estos resolvieron dirigirse a la Persia y al Catay por la vía que seguían los Moscovitas. Luego la reina Isabel obtuvo del Gran Turco los mismos privilegios que los Venecianos. Las naves inglesas surcaron en breve los mares de la India, y saquearon otras naves portuguesas y holandesas; se fundó la Compañía de las Indias Orientales (1600), que se extendió pronto por las Molucas y el continente, a Delhi y Calcuta, venciendo la oposición de los Portugueses, convirtiendo las factorías en fortalezas, y fijando en Madrás la presidencia de la compañía. Después de graves contrariedades, los Ingleses dominaron en Bengala, en las dos orillas del Malabar y del Coromandel, en el Golfo Pérsico y en el Arábigo, aniquilando paulatinamente a los príncipes indígenas y estableciendo un despotismo egoísta. Hasta 1814, al concluir el privilegio de la Compañía de las Indias, no se declaró libre el comercio con la India, aunque conservó aquella su dominio, merced a ciertos pactos, que se modificaron en 1831.
     Ni siquiera en estas empresas faltó el espíritu religioso; ninguna expedición de descubrimiento o conquista se hacía sin misioneros, los cuales hallaron gran campo de controversias y disputas en las Indias. Dedicáronse principalmente a las misiones los Jesuitas, entre los cuales se distinguió san Francisco Javier, natural de España (1506-52), quien después de haber dedicado sus primeros esfuerzos a convertir a los Cristianos corrompidos, realizó prodigios con los príncipes, con los doctos, con los sacerdotes de la India, convirtiendo a unos y a otros, haciendo prevalecer a Cristo sobre Brahma, Buda, Confucio y Mahoma. De Goa, la Roma de las Indias, salían continuamente misioneros para Filipinas, el Japón y la China; mientras la Congregación de las misiones, instituida por san Vicente de Paúl, trabajaba principalmente en Madagascar.




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198.- Japón

     El archipiélago más oriental del Asia se llama el Japón (Nihon) por el nombre de la principal de sus 785 islas. El clima es benigno; abundan las perlas y los metales preciosos; el pueblo es numerosísimo, bello, ágil y vigoroso; la lengua es distinta del chino y no monosilábica. En 1206 se hacía ya uso de la imprenta para libros budistas. Tienen muchas costumbres y muchas artes comunes con los Chinos, de quienes adquirieron varios elementos que modificaron la civilización indígena, derivada de los Ainos pescadores y Cazadores. En tiempos remotísimos, el Japón fue colonia de la China, y su historia empieza por los siete grandes espíritus que reinaron millones de años, y el último de los cuales tuvo de una mujer cinco dioses terrestres.
     El año 600 antes de Cristo asumió el mando Sin-mu, en quien empieza la era de los Japones. El Dairi o Mikado reinaba en absoluto, hasta que en 1158 dio autoridad a un jefe militar (kubo), cargo que se hizo hereditario; en 1585 este jefe militar despojó del poder al Dairi, dejándole sólo la autoridad eclesiástica, que trasmite por herencia, reside en Meaco, mientras que el kubo permanece en Yeddo (393). El Jefe temporal dio vigor al imperio, que sostuvo guerras con el extranjero y dominó en el interior a los revoltosos; quiso con el tiempo emanciparse de los Portugueses, que no se saciaban de ganancias, y quedó prohibido a los Japoneses salir del país para comerciar o para cualquier otro asunto. Había tres sectas principales: los adoradores de los ídolos antiguos; los Sinto, deístas que desprecian los demás cultos, y los Butzos, procedentes del budismo (394), que llegaron de la Corea el año 543 después de Cristo. Estos usan oraciones y maceraciones y representan a la divinidad por medio de extrañas figuras.
     Después de Marco Polo, que describe el país, algunos Europeos fueron arrojados allí por una tempestad; entonces los Portugueses se dirigieron al mismo punto, donde fueron bien acogidos y realizaron extraordinarias ganancias.
     Era introducido allí el cristianismo a costa de torrentes de sangre durante una persecución de cuarenta años, la más feroz que se recuerda. Cuarenta mil creyentes, no viendo otro modo de salvar su fe, se encerraron en el castillo de Simabara, donde, después de defenderse hasta lo último, fueron todos degollados. Instituyose un tribunal de inquisición para perseguir y castigar al que aún observase el cristianismo. Quedó prohibido todo comercio con los extranjeros, exceptuando una factoría china y otra holandesa en una isla del golfo de Nagasaki (395), donde las negociaciones se verificaban bajo rigurosa vigilancia y entre actos en extremo humillantes.
     Este pueblo quedó casi desconocido para Europa, hasta que en estos últimos años, el comercio del gusano de seda lo puso en comunicación con nosotros, fue muy frecuentado y aceptó la civilización europea.




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199.- China. De la dinastía XV a la XXII

     Cinco pequeñas dinastías dominan la China desde 907 a 960, entre incesantes guerras civiles, hasta que la dinastía XIX principió con el sabio Tait-sung III. Bajo el imperio de sus sucesores se distinguió Sse-ma-kuang, gran político, franco en decir la verdad, que escribió el Espejo universal para los que gobiernan, y se opuso con todas sus fuerzas a una nueva secta de Letrados que desviándose de Mencio y Confucio como de Lao-seu, no reconocía más que la naturaleza, y era protegida por Van-an-schi, ministro que introdujo usos y leyes nuevas, y nuevas formas en los exámenes de los Letrados.
       Los Tártaros fundaron otras dinastías, e invadieron hasta la capital (1126); para rechazarlos, el emperador invocó el auxilio de los Mogoles (cap. 150). Gengis-kan, después de haber atravesado el desierto de Gobi (396), subyugó el país de los Tártaros-Kin, y los suyos le aconsejaban la matanza de toda la población y que dejase el país para pastos; pero él comprendió que sería de más provecho el impuesto que les exigió de 560 mil onzas de plata, 80000 piezas de seda, y 60000 sacos de granos. Semejantes aliados eran también gravosos a los Chinos, y Cubilai Kan no tardó en fundar un imperio septentrional, complaciéndose, en la civilización de los Chinos, cuya dominación había durado 4 mil años, con diez y nueve dinastías. Les sucedieron los Mogoles.
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       Cubilai publicó un código más suave que los anteriores; contó en sus dominios cincuenta y nueve millones de personas y estableció su corte en la ciudad de Pekín, la cual con el nombre de Cambalá fue descrita por Marco Polo (cap. 183), que fue ministro de aquel emperador. También bajo los sucesores de Cubilai los Letrados obtuvieron respeto y honores, aunque los contrariaban las doctrinas y las costumbres musulmanas y budistas. Sin embargo, los Mogoles conservaron el gobierno a la china, y no cambiaron las costumbres populares. El último Mogol que gobernó la China fue Chun-ti, bajo el cual los señores se hicieron independientes, y estalló una insurrección organizada por el bonzo Chu, el cual proclamó la independencia y obligó al emperador a retirarse a la Tartaria. En aquel tiempo, los libros clásicos chinos e indios fueron traducidos al mogol; Ma-tuan-li, de orden del emperador, escribió las Investigaciones profundas de los monumentos que han dejado los sabios, obra en veinticuatro partes y 348 libros, encuadernados en cien volúmenes.
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     Los Mogoles tuvieron su residencia en Karakorum (397); y aun después de haber perdido la China, eran aún poderosos en la Tartaria. De ellos salieron dos pueblos, los Calkas y los Elutos o Calmucos; los primeros se sometieron más tarde a la China, y los otros a la Rusia.
     Durante dos siglos la China permaneció separada de Europa, porque habiendo perecido el poder marítimo de los Árabes, no era posible llegar por tierra entre tantos ejércitos.
     Chiú, grande como todos los fundadores de dinastía, fijó su residencia en Nanking, dio prudentes instituciones, derribó los suntuosos palacios de que habían disfrutado los Mogoles, y moderó a los Letrados; también logró someter el Tíbet. La prosperidad decayó bajo el reinado de sus sucesores. Los Tártaros orientales, llamados Manchúes y divididos en siete hordas, se juntaron e invadieron la China, hostigándola durante mucho tiempo. Hi-tsung solicitó contra ellos el auxilio de los portugueses, que mandaron tropas de Macao; sin embargo los Tártaros ampliaban sus conquistas, y obligaron a los Chinos a afeitarse la cabeza, al estilo tártaro. Tsung-te, más que con las armas, quiso conquistar el imperio estudiando y siguiendo sus instituciones; se apoderó de Pekín, y de este modo subió al trono la dinastía de los Tártaros Manchúes, que aún reina.
Los tártaros      El último emperador de los Ming había favorecido el cristianismo, y muchos Jesuitas describieron la catástrofe de aquella estirpe. Los Mogoles se defendieron largo tiempo; los Chinos resistieron también algo a los nuevos conquistadores; de modo que se prolongaron mucho los estragos. Pero prevaleció la disciplina de los Tártaros. Solo Cantón se sostuvo largo tiempo merced a Chin-si-long, famoso pirata, que inspiraba temor hasta a los Portugueses de Formosa, y fue, durante algún tiempo, árbitro del comercio de las Indias, hasta que fue cogido y muerto, siendo al mismo tiempo degollados en Cantón cien mil habitantes. Chun-si no permanecía encerrado en su palacio como los últimos Ming, sino que se presentaba en público; mantuvo la organización china, confiando los negocios públicos a los Letrados.
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       Entre las doctrinas clásicas se habían introducido las budistas, y luego las negativas. En otro lugar dijimos cómo los Misioneros esperaban sacar partido de tales circunstancias para extender el cristianismo. Los Jesuitas, familiarizados con la lengua y las costumbres de aquel país, obtuvieron allí honores y empleos, merced sobre todo al conocimiento de las matemáticas y de la astronomía. El padre Mateo Ricci de Macerata llegó a ser ministro, hizo traducir e imprimir libros cristianos, y del año 1650 al 64 fueron bautizados cien mil Chinos. En tanto llegaban a aquella Corte embajadores rusos y holandeses, no menos que mogoles y tártaros; pero el pirata Cosinga hacía continuos desembarcos, por lo cual se dio orden de abandonar las costas hasta tres leguas del mar.
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Misiones de los jesuitas
 
 
 
     Los Jesuitas, para adular a Luis XIV, llamaron el Luis chino a Kaog-ki, que sometió con largas guerras a las hordas del Asia central; compuso e hizo escribir muchas obras, señaladamente el diccionario chino-manchú, por orden de materias; apreciaba a los Jesuitas como hombres de ciencia, a quienes hizo trazar el mapa del imperio con la triangulación.
     Sin embargo Kaog-ki persiguió a los cristianos porque su intolerancia molestaba los ritos patrios; los misioneros fueron expulsados, hasta que el tribunal de los ritos declaró que habían merecido bien de la patria, que no causaban daño, y que era preciso tolerar aquella religión como las demás. Pero los Jesuitas, para hacerse tolerar, habían empleado ciertas condescendencias, como no emplear la saliva ni el soplo en los ritos bautismales, no prohibir los pequeños cuadros en honor de los mayores que se veneran en las casas, y dejar que a Dios le llamaran Tien, es decir cielo; y adoptar una cronología más amplia conforme a la de los Letrados.
       Esto valió severas censuras a los Jesuitas, de parte de sus enemigos; y Clemente XI prohibió el uso de las palabras profanas y de los ritos funerales; y como el principal objeto del gobierno chino es la tranquilidad, pareció el mejor partido desterrar a todos los misioneros. Al morir Kang-hi a los 69 años de edad, los misioneros fueron reducidos a las ciudades de Pekín y de Cantón; más tarde, fueron expulsados los Jesuitas, con la censura de Roma, y cesaron aquellas asombrosas misiones.
 
 
1622
 
     Ya la política europea se fijaba en las vicisitudes de la China. Los Rusos, que lindaban con ella, la indujeron a firmar tratados, y de allí recibían el té (398) y el ruibarbo, cambiándolo con pieles y paños. Esta vecindad y la consolidación de las naciones musulmanas, facilitaban la tranquilidad del corazón del Asia, mientras el incremento de las potencias marítimas contenía a los piratas. En 1713 fue recibida en la corte china la primera embajada inglesa; en 1795 la de la Compañía holandesa de las Indias. Hasta 1792, solo doce comerciantes europeos, aumentados luego hasta diez y ocho, pedían negociar en Cantón, mientras que los Chinos se extendían comerciando por todos los mares orientales, en la Malasia, y en la India transgangética. Finalmente las guerras de nuestros días rasgaron el velo que aún cubría aquella extraña nación.




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200.- El África

     Los viajes de los Portugueses habían trazado el contorno del África septentrional; muchas otras partes del continente eran conocidas y civilizadas desde tiempos muy remotos; sin embargo aún se desconoce el interior, a causa de la sequedad y aridez del suelo, por ningún río atravesado; sin contar el desierto de Sahara, que ocupa un espacio de 1600 millas geográficas de Oriente a Occidente, y la mitad desde el Norte al Mediodía. Si es pobre en piedras preciosas, es riquísima en vegetación. Los antiguos no penetraron más allá del Oasis Amón (Syoah) (399), aunque se tuvieron recuerdos de viajes más internos. Los Romanos, después de haber sometido a Cartago, sojuzgaron a los Garamantas; pero sus itinerarios no pasaron más allá del Atlas.
     La revolución más importante fue la invasión de los Musulmanes, apóstoles armados, que montados en camellos penetraron hasta el corazón del África, para comerciar y extirpar a los antropófagos. Los descubrimientos tuvieron por puntos de partida los imperios de Fez y de Marruecos; los Moros expulsados de España ejercieron sus industrias en África. Edrisi, Ibn Batuta, León de Granada, vieron o describieron las comarcas interiores. Los Portugueses, en 1455, guiados por Cadamosto, penetraron en el Senegal, y conocieron Tombuctú y la Guinea.
     Las poblaciones ofrecen gran variedad de orígenes, de costumbres y de lenguas. La exuberancia de las familias y de los pueblos sofoca el desarrollo de la personalidad. El gran número de mujeres, y la corta duración de su fecundidad, han hecho que se conserve allí siempre la poligamia. El Negro, que va desnudo, o poco menos, es en extremo perezoso; no ha tratado de domesticar al elefante, ni se complace en la caza, y adopta todos los géneros de religión.
       El Egipto pertenece, por su historia y por sus relaciones, al Asia más bien que al África. Debió ser gloriosa la historia de Cartago y la Numidia; pero sus escritos no han llegado a la posteridad. La civilización era allí floreciente en tiempo de San Agustín; turbola el acero de los Romanos, y fue extinguida después por la devastación de los Vándalos. Las varias dinastías musulmanas convirtieron las costas del África en teatro de incesantes vicisitudes; sin embargo vivían allí muchos cristianos, especialmente Venecianos, Pisanos y Genoveses dedicados al comercio. El cardenal Cisneros quería poblarlas de colonias europeas, a fin de que el Mediterráneo fuese un lago cristiano. Habiendo fracasado esta tentativa, el África cayó completamente en la barbarie, siendo asilo de corsarios. Las expediciones de los Portugueses fueron iniciadas a punto para reprimir a los Estados berberiscos.
Berberiscos
 
Abisinia      Al mismo tiempo se mandaban por tierra hombres en busca de la Abisinia. San Fromencio había introducido en ella el cristianismo en 350, y hasta hoy se ha conservado una extraña mezcolanza. Los Indios llegaron a darle una dinastía. Contábanse curiosas fábulas del preste Juan, rey pontífice de la Abisinia, de quien vinieron y a quien se mandaron embajadores de Europa; todo era fábula. Lo cierto es que durante mucho tiempo la Abisinia fue gobernada por aventureros y misioneros, y que los descubrimientos fueron adelantado, hasta el punto de poder decir que se cuenta hoy con otro nuevo mundo.
     Los Portugueses se apoyaban en un breve pontificio para considerar como privilegio suyo el comercio de la costa occidental del África, y se establecieron a lo largo de la misma, a medida que se fue descubriendo. Pero fueron a competir con ellos los Ingleses y Normandos, que fundaron compañías de comercio poco afortunadas.
     Los Yagas, nación feroz, caía de tiempo en tiempo sobre los países de la costa; sus costumbres inhumanas parecen excusar a los que defienden la trata de los Negros, enorme injusticia por la cual se calcula que se han arrebatado al África cuarenta millones de habitantes, para mandarlos a morir en América.
       Encontrose poco oro en África; y la conservación de sus posesiones ocasionó guerras entre Holandeses, Franceses y Portugueses, prevaleciendo estos últimos en el Congo, en el Loango, en el Senegal y en el Benin. La parte más disputada fue el Cabo, donde hacían escala los buques que se dirigían a la India. Tomáronlo los Holandeses, y al principio lo poblaron de gente perdida; pero pronto conocieron su importancia, instituyeron una compañía y fundaron una ciudad que llegó a ser el depósito de todas las mercancías del África Meridional. Prosperó la agricultura y se dio en abundancia el famoso vino de Constanza.
El Cabo
 
     En 1795 la ocuparon los Ingleses, pero la restituyeron pronto a los Holandeses, quienes la convirtieron en la posición militar más importante y en una floreciente colonia.
     Salieron de allí algunas expediciones exploradoras para el país de los Hotentotes y de los Cafres, repugnantes razas que viven en el último grado del embrutecimiento.
El Nilo      El afán de descubrir las fuentes del Nilo hizo emprender muchos viajes hacia el corazón del África. Bruce, Salt, Mungo-Park, Lander, Seetz y otros ilustres viajeros fueron en busca del nacimiento del misterioso río, hasta que últimamente se ha creído encontrado por Livingston. Creose la Sociedad Africana con el principal objeto de destruir el comercio de Negros, y se fundó a Liberia, adonde son conducidos los negros que se encuentran en los buques contraventores.




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201.- Las Antillas. Los Filibusteros

     Dase el nombre de Antillas al archipiélago que se extiende desde la extremidad meridional de la Florida a la entrada del Golfo Mejicano, hasta la embocadura del Orinoco, a poca distancia del archipiélago de las Lucayas. Son cuarenta y cinco islas, notables por su comercio y por su prodigiosa fertilidad. Allí crecen más de trescientas (400) especies de vegetales; el clima es benigno, si bien de vez en cuando se desencadenan espantosos huracanes. Al principio no las habitaron más que Españoles, con su absurdo sistema colonial; después se introdujeron los Holandeses (Curazao), los Franceses (Tobago y las Pequeñas Antillas), los Daneses (Santo Tomás), y los Suecos (San Bartolomé). Santo Domingo quedó despoblada, y los Negros que a ella se transportaron, se sublevaron contra los amos, formando en nuestros días un Estado independiente.
     La principal ocupación en las Antillas fue siempre el contrabando, conspiración de la sociedad contra el fisco. Los Bucaneros vivían fuera de la ley, se dedicaban a la caza, cuyos productos vendían a los buques que capturaban. Otros piratas ingleses, llamados Filibusteros (401) (free-booters), anidaron en aquellas islas, asegurando con las armas el contrabando y los latrocinios. Formaban una sociedad, donde todo se poseía en común, hasta las mujeres y los hijos; su centro era la Tórtola; apenas veían aparecer un buque, se arrojaban sobre él de cualquier nación que fuese. Por sus novelescas hazañas adquirieron celebridad Pedro Legrand, Nau el Olonés, Miguel Lebasque, Enrique Morgan, que se apoderaron de puertos y ciudades. En sus empresas descubrieron varias islas. Alejandro Selkirk, arrojado por ellos en una isla desierta, fue el modelo de Robinson Crusoe.
     Obrando de acuerdo y con orden hubieran podido hacerse dueños de toda la América y cambiar sus destinos; pero no dejaron más que recuerdos de destrucción y pillaje. Cansados de su vida de aventuras, se dedicaron a la agricultura, principalmente en Santo Domingo, que por el café llegó a ser el establecimiento más rico de ambos mundos. La Martinica abundó en tabaco, algodón, azúcar y cacao, productos que fueron sustituidos luego por el café. La pequeña isla de San Pedro se enriqueció por la pesca de la merluza. La principal fue siempre Cuba, cuyo comercio concedió España a una compañía; más tarde se concedió a los colonos que pudieran dar sus mercancías a todos los Europeos directamente. Habiendo desaparecido el monopolio, adquirió la isla un desarrollo inmenso, lo cual excitó en los Estados Unidos el deseo de atraerla a su federación.




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202.- Viajes a los polos

       A fines del siglo XVI aparecen nuevos y arriesgados viajeros, ansiosos de extender o determinar, mejor los descubrimientos, con perjuicio principalmente de España. El inglés Francisco Drake se apodero de muchos buques españoles y emprendió uno de los más arriesgados viajes al rededor del globo. Alentados por la reina Isabel, muchos Ingleses, atravesando el estrecho de Magallanes y doblando el cabo de Hornos, surcaron el Pacífico, y a imitación de los Holandeses, causaron daño a España, contra la cual les ayudaron los Bucaneros y los Filibusteros. Durante esta excursión se descubrió el continente de la Nueva Holanda, cuyo contorno fue, prontamente delineado, mientras que el interior permanece aún poco conocido. Muchas islas, como las Malvinas, ya descubiertas por otros, eran ocupadas por los Ingleses, merced a la superioridad de su marina.
1577
 
 
 
       Pero para llegar a las Indias ¿no existía acaso algún otro camino por la parte del Norte? Los Cabot, venecianos al servicio de Inglaterra, habían avanzado mucho por las regiones septentrionales, donde fueron vistos la Groenlandia y el Labrador (cap. 183); pero las expediciones tenían siempre un fin desgraciado. Sólo se aprovechaban las pesquerías de Terranova. Entonces Frobisher se dirigió en busca del deseado paso por el Noroeste, y llegó al Labrador, país de hielos, habitado por los Esquimales. Juan Davis fue más allá de la Groenlandia sin encontrar el ansiado paso, pero adquirió la convicción de que el Norte de América era un conjunto de islas, al través de las cuales era posible la navegación. Por otras tentativas se supo que al extremo de la Nueva Zembla se extendía un mar vastísimo que bañaba las costas de la Tartaria, llegando hasta las regiones más cálidas. Conociose el Spitzberg, donde la pesca de la foca y de la ballena adquirió tal incremento, que proporcionó inmensos beneficios.
 
1570
     Hudson y Baffin dieron sus nombres a dos bahías, y los padecimientos de los que tuvieron que pasar el invierno en aquellas alturas hacen admirar una vez más el poder y la constancia del hombre.
Siberia      Interesaba especialmente a la Rusia el descubrimiento del paso Noroeste; pero esta nación apenas conocía la Siberia, a pesar de tenerla bajo su dominio y explotar sus pieles y sus minas de oro y plata. En 1639 conocieron los Rusos el río Amur, que naciendo en el corazón de la Tartaria, desemboca en el mar; entonces procuraron sujetar a los Tártaros, y se pusieron en contacto con los Chinos, de quienes consiguieron permiso para mandar cada tres años una caravana a Pekín.
 
1728
     Subiendo de río en río hacia el polo, parece que los Rusos doblaron el Cabo Norte. Una horda de Cosacos llegó en 1696 hasta el río Kamchatka, donde tuvieron noticia de las islas Kuriles. Bering, después de haberse hecho a la vela desde el Kamchatka, pasó, sin advertirlo, el estrecho que separa los dos continentes y que conserva su nombre. Otros visitaron y explotaron las islas inmediatas, y se formó una Compañía ruso-americana. Hasta nuestros días, la Rusia no ha cesado de explorar aquellas regiones, donde cada año acuden millares de personas, en las pocas semanas que constituyen el estío, atraídas por el comercio de pieles y huesos fósiles, que cambian con cebada, harina, té, telas, utensilios de hierro y de cobre, y aguardiente.




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203.- Progresos de la Geografía y de la Náutica. Derecho marítimo

     Tan repetidos viajes fueron de grande utilidad para la Geografía, a pesar del misterio en que al principio se procuraba envolver a los descubrimientos, a fin de dificultar su acceso. Corrigiéronse los libros de Tolomeo, texto casi único entonces, añadiendo a los mapas los países que se iban descubriendo. Gerardo Mercator reimprimió el Tolomeo, de modo que destruyera las falsas opiniones que con el estudio de este escritor se habían adquirido. Se corrigieron los defectos de la proyección; se tradujeron y enmendaron las geografías antiguas y se hicieron otras nuevas, entre las cuales sobresalió la Geografía general de Bernardo Varen (1650), que considera bajo un aspecto general las cuestiones relativas a la parte física del globo. Es de importancia para la historia de la geografía la colección de los mapas que sucesivamente se han ido haciendo.
     Se cree que Martín de Tiro fue el primero que señalo en los mapas los grados de distancia de un país con relación a un meridiano tomado como punto principal (longitud), y los de elevación sobre el ecuador (latitud); pero se cometían graves errores, que se fueron corrigiendo en mapas y globos cada vez más exactos, sobre todo desde que los grandes astrónomos discutieron sobre el aplanamiento del globo en los polos, y cada nación fue recogiendo con cuidado sus propios mapas, y se fueron perfeccionando los instrumentos para medir el espacio y el tiempo. Procediose a la medición de un arco del meridiano; en 1669 Picard levantó la carta general de Francia, y en 1736 La Condamine, con varios compañeros de la Academia Francesa y algunos delegados españoles, multiplicó en el Perú sus observaciones geográficas, naturales y filosóficas. Aquel fue el primer viaje emprendido por el interés de las ciencias, relacionado con otro que al mismo tiempo verificaban Maupertuis y otros al Círculo Polar, quienes atestiguaron la diversidad de los dos diámetros en la proporción de 178 a 179, que fue reducida más tarde a esta otra [de] 302: 301. De la medición de un grado se dedujo la unidad de medida, es decir el metro, o sea la diez millonésima parte del cuarto del meridiano terrestre.
     Son asombrosos los cuidados con que se llegaron a determinar las ondulaciones de la curva terrestre, relacionándolas con los fenómenos celestes, y las declinaciones de la aguja imantada, y las situaciones del polo magnético, en busca del cual se realizaron algunos recientes viajes.
     La navegación mejoró también merced a la nueva forma dada a los buques y a las velas, y sobre todo merced a la invención de los vapores, sin contar las ventajas ofrecidas por el conocimiento de las corrientes del aire y del agua.
     Todo esto inducía a precisar el derecho marítimo, es decir las reglas que deben observar mutuamente la naciones en el mar. Las decisiones pronunciadas en los diferentes casos de contestación dieron origen al Consulado del mar (cap. 184) en la Edad Media, y sus reglas pueden reducirse a cuatro sustanciales: 1ª. Las mercancías de enemigos cargadas en buque amigo pueden ser cogidas como buena presa; 2ª. En este caso, debe indemnizarse al dueño del buque del precio del flete; 3ª. Las mercancías de amigos en buque enemigo no son propiedad del fisco; 4ª. El que apresa un buque enemigo, puede pedir el precio del flete de los géneros de nación amiga que en él se encuentran, como si hubieran llegado a su destino.
     Esto podía bastar cuando apenas se conocía el comercio por comisión; pero habiéndose extendido éste, introdujeron nuevos cánones los Ingleses, los Franceses y los Holandeses, y convinieron en que las mercancías enemigas fuesen protegidas por la bandera neutral, exceptuando siempre el contrabando de guerra, es decir las municiones y provisiones destinadas al enemigo. Esta reserva implicaba el derecho de visita.
     Se ventilaron también las cuestiones relativas al mar libre, a los buques corsarios, los cuales recibían a veces patente para poder apresar buques enemigos, sin ser considerados como piratas; y esta atrocidad no ha desaparecido aún del todo, a pesar de los convenios recientes (1856). Como los Estados Unidos de América no quieren mantener en tiempo de paz una gruesa escuadra, dan en caso de guerra cartas de marca a particulares, y arrojan de este modo centenares de naves contra las enemigas.




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204.- El mundo marítimo. Cook. Viajes polares

1768      El inglés Cook inauguró la navegación científica; acompañado por hombres eminentes en toda clase de ciencias, llegó a Tahití (402) para observar el paso de Venus por el disco del sol; exploró muchas y diferentes islas, la Nueva Holanda, la Nueva Gales, y volvió a su patria, habiendo dado la vuelta al globo en dos años y once meses. En este viaje, el célebre Banks que le acompañaba, enriqueció la botánica con ejemplares en extremo raros. En un segundo viaje, Cook adquirió el convencimiento de que en el polo no había el vasto continente de que se había creído que la Nueva Zelanda formaba parte; erró entre centenares de islas, descubrió las Nuevas Hébridas y las Sandwich, las más meridionales que hasta allí se vieron.
1776      Quedaba todavía la duda de si existía algún paso al Noroeste. Ofreciose Cook a hacer la investigación; pero sus hombres se sublevaron contra él y le dieron muerte.
     Aquel viaje inclinó la atención general hacia los países de la Oceanía, olvidados después de su descubrimiento; los animales, las plantas, la raza humana, las lenguas, todo ofrecía allí extraño carácter. Conociéronse mejor las innumerables islas Carolinas y Marianas, la Nueva Holanda, la Polinesia. Produjo allí un gran cambio de cosas la introducción del cristianismo, en cuya misión se distinguieron las sociedades bíblicas inglesas; pero por desgracia se introdujeron al mismo tiempo el uso de las armas de fuego y del aguardiente. También fueron relegados allí los reos de Inglaterra, esperando que se enmendarían en países nuevos y deshabitados.
       Cook no había sido afortunado en sus descubrimientos, pero había enseñado a atender a la salud de los marinos, comprendido la importancia del comercio de pieles, y ganado el favor de los hombres de ciencia, árbitros entonces de la opinión. Muchos quisieron seguirlo; el francés La Perouse fue en busca del paso Noroeste, pero murió en la empresa. Rusia, Inglaterra, los Estados Unidos se disputaron aquellas glaciales tierras para el tráfico de las pieles, mayormente por los cambios que se hacen con la China. Los cazadores descubrieron nuevos países y trayectos; Parry y Franklin tuvieron el valor de emprender un viaje por los eternos hielos, y se tuvo casi el conocimiento exacto del extremo septentrional de América. Merced a una suscrición particular, el capitán Ross volvió a aquella altura, donde tuvo que sufrir rigurosísimos inviernos y padecimientos tan monótonos como el país mismo en que se hallaba.
1785
1819
     Aunque las expediciones de los mencionados, y las de Lyon, Beechey, Buchan y Book, tuvieron casi todas la muerte por resultado, se hacían siempre nuevos descubrimientos y se establecían nuevas relaciones, ya con los Esquimales, ya con el Japón. Inglaterra prevalece siempre, tanto en las expediciones como en las colonias, las cuales han llegado a ser el centro de las nuevas relaciones entre el Occidente y los países más remotos del Oriente. No muestra menor poderío Inglaterra en el Mundo Novísimo, donde por todas partes establece factorías, esperando llegar a ser su señora exclusiva. En las tierras antárticas continúan las exploraciones, por parte de Inglaterra y de Rusia (Bellingshausen), de Alemania (Koldewey, Welprect), de Francia (Dumont d'Urville) y de América (Wilkes, Hall). Las islas de la Polinesia son principalmente frecuentadas para la pesca de la ballena y de la foca y para el comercio de pieles. Entre tanto, los sabios multiplican las observaciones astronómicas, geológicas, filológicas y sociales. Los estadistas discuten la oportunidad de las colonias; y se extiende el comercio; y la rapidez de los ferro-carriles y vapores convierte en un viaje de recreo la vuelta al mundo que parecía un portento en tiempos de Colón y Magallanes.




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Libro XV

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205.- Aspecto general. El imperio

     El descubrimiento de América y el paso por el Cabo de Buena Esperanza, mientras que dan al comercio diferente dirección e introducen en la vida nuevas comodidades y nuevas necesidades, dirigen la política hacia otros intereses en beneficio del tráfico, de las colonias, y del dinero que aumentan. Y esto y el diferente sistema militar y un nuevo derecho público, no dejan ya que predomine sobre todos una idea moral; sino que cada Estado se dirige según sus propios intereses a conquistar una provincia, o a concluir un tratado matrimonial, o a adquirir una sumisión, o a establecer un equilibrio. Terminada la guerra de soberanos con vasallos y de los Comunes con los feudatarios, principian las de gobierno a gobierno, de pueblo a pueblo.
     Subsisten todas las formas de gobierno; la monarquía hereditaria en Francia y España; la electiva en Polonia; la ilimitada en Rusia; la constitucional en Hungría; la nominal en Alemania; la sacerdotal en Roma; la feudal en los pequeños Estados italianos, hay repúblicas oligárquicas en Alemania, aristocráticas en Venecia, Génova y Lucca; militar en la Orden Teutónica; democrática en los cantones suizos; mercantil en Lübeck. Pero el elemento monárquico va prevaleciendo, donde más que por las aspiraciones y la opinión del pueblo, los hechos son determinados por la voluntad y el cálculo de los gobernantes.
     Para que los príncipes no se inclinen al despotismo, se introducen contrapesos en el gobierno, y se establece el equilibrio entre los Estados, respetando la independencia de cada uno.
     Son intereses generales: los religiosos, que aún tienden a rechazar las amenazas de los Turcos; las colonias; el desarrollo del pensamiento y los fáciles medios de comunicarlo por el estudio de las lenguas, por la imprenta y por los correos. Pero no ha desaparecido el antagonismo entre los países de estirpe romana y los de raza germánica.
     A medida que cesan los privilegios, las libertades alcanzan al mayor número.
     En Asia el imperio Chino cae bajo el dominio de los Tártaros (1644); declinan los sofíes en Persia (1500-1723); los Mogoles se concentran en la India. Los Turcos establecidos en Europa se hacen poderosos merced a los genízaros y a su fuerza marítima. Pero el comercio no depende ya de Constantinopla, desde que los Españoles y los Portugueses lo han trasladado del Mediterráneo al Océano.
     La Escandinavia, trastornada por la unión de Kalmar (403), permanece extraña al movimiento europeo. La Polonia, sin sus desórdenes interiores, amenazaría a la Rusia, que apenas ha sacudido el yugo tártaro y aún vive fieramente. Los Húngaros acampan cual centinela avanzada de Europa contra los Turcos; y aquellos y los Bohemios, resistiendo a estos, hubieran podido engrandecerse.
     España ha arrojado a los Moros y se lanza a gigantescas empresas. Pero la unión de todos sus reinos en uno sólo y bajo un solo rey, inclina a éste a violar las constituciones históricas.
     La corona de Francia aumenta su poder a expensas del de los grandes vasallos, el último de los cuales desaparecía con la muerte de Carlos el Temerario (cap. 162).
     En Inglaterra, Enrique VII establece la monarquía absoluta y la unidad territorial sometiendo a la Irlanda y luego agregando la Escocia.
       En Alemania no están bien determinados los derechos del imperio, desprovisto de dinero y reducido a una especie de federación sin fuerza. En medio de aquellos principados se ha engrandecido la Casa de Austria, y Maximiliano I (1499-1519) posee el Austria, la Estiria, la Carintia, la Carniola, el Tirol, la Suabia, la Alsacia, la Borgoña, Brisgau y Sudgau. Amante de las letras y las artes, al par que aficionado a la guerra, Maximiliano debe el mal éxito de sus empresas a su constante escasez de dinero. En la Dieta de Worms se publica la Paz perpetua, especie de constitución del imperio, por la cual se prohíben las guerras particulares, una Cámara imperial juzga las causas de los miembros inmediatos al Imperio; un Consejo de gobierno vela sobre la Cámara imperial, y en casos extraordinarios puede convocar al emperador y a los seis electores.
1485
     Para distribuir la justicia suprema en los Estados hereditarios, Maximiliano instituye por último una Cámara áulica.




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206.- Italia. Toscana. El Milanesado. Carlos VIII

     La Italia no adquiere nuevos países, ni consolida una autoridad central, a pesar de ser el foco del saber y de la civilización, y se convierte en palestra de las ambiciones, En otro lugar (cap. 147) hemos hablado del estado floreciente de las letras. El menor suceso proporcionaba motivo para fiestas y ceremonias, en que desplegar el lujo y el buen gusto. Los gobiernos establecidos procuraban concentrar en sí las prerrogativas reales, quitándolas a los barones; pero no se formaba la opinión que se necesita para llegar a la unidad nacional; ninguno de los cuatro Estados principales era bastante poderoso para someter a los demás; las repúblicas temían a los grandes señores, y sin embargo tenían que utilizar sus armas.
     El equilibrio, establecido por Francisco Sforza, y Lorenzo el Magnífico, degeneró en egoísmo y astucia; y la política fue el arte de llegar al poder y conservarse en él por todos los medios, sin la menor idea generosa; y esta perfidia política fue en aumento cuando sirvió para combatir a los Alemanes, a los Franceses, a los Suizos y a los Españoles, en mal hora mezclados en los asuntos de Italia.
       Inocencio VIII, que se entregó demasiado a las vicisitudes políticas, tuvo por sucesor a Alejandro VI, de pésima reputación, por su inmoralidad; fue sin embargo en extremo hábil y enérgico para reprimir a los barones, pero su principal intento consistía en asegurar una elevada posición a los hijos que había tenido de su querida la Venozza.
1402
       Florencia había adquirido el predominio sobre las ciudades toscanas, sus enemigas; pero el hijo de Lorenzo, Pedro II, no lograba dominar a las facciones. hízose órgano de los descontentos Jerónimo Savonarola, natural de Ferrara, fraile que asociaba una sincera devoción a una decidida inclinación republicana, predicador muy popular, que mezclando la religión con la política, combatía al gobierno inmoral de los Médicis, a quienes acusaba de haber quitado la libertad a la patria. Los vividores, la corte y los amigos del placer, a quienes se llamó Tiepidi (tibios), trataban de ridiculizar a los que titulaban Piagnoni (llorones), partidarios del fraile, el cual era sostenido por el pueblo, tanto que éste cambió por cánticos sagrados las canciones lúbricas, y quemó una infinidad de libros obscenos y pinturas deshonestas. Savonarola quería regenerar la República por medio de la moralidad, y para conseguirlo podían mucho la educación de la juventud y el mejoramiento de las bellas artes.
Savonarola
 
 
 
 
     En el Milanesado se había establecido con los Sforzas el despotismo militar, extendido entonces por la mayor parte de Italia. Luis Sforza lo ejercía en nombre de su sobrino Juan Galeazzo; y queriendo además el titulo de amo, invitó a Carlos VIII, rey de Francia, a que fuera a hacer valer las razones que le asistían para aspirar al trono de Nápoles como heredero de la casa de Anjou.
1483      Carlos VIII, caballeroso y vano, soñaba con el imperio del Oriente, para cuyo logro aspiraba desde luego a la conquista de Italia y ésta, asustada de aquella nueva invasión, procuró defenderse con las leyes. Pero Fernando de Nápoles se había enemistado con los barones que minaban su ruina; los Florentinos esperaban, con la ayuda de Carlos, librarse de los Médicis; Alejandro VI, dar un principado a su familia; Luis, hacerse duque. A la llegada de Carlos, Juan Galeazzo acababa de morir y Luis reinó; Pedro de Médicis le prestó homenaje; el Papa le entregó a Zizim, aspirante al trono otomano; Fernando de Nápoles tuvo que huir; pero los Franceses con su preponderancia y su orgullo disgustaron a todo el mundo en Italia, y su ruina fue tan rápida como lo había sido su victoria. Carlos se vio obligado a retirarse, y los confederados italianos trataron de cortarle la retirada; en la batalla de Fornovo pudo a duras penas salvarse y volver a Francia.
 
Carlos VIII
 
 
 
1485
6 de julio
       Fernando recuperó el reino. Pedro de Médicis había sido rechazado por los Florentinos, que proclamaron la República bajo la presidencia de Jesucristo, inspirados por Savonarola. Este reprobaba la corrupción de la sociedad y los vicios de la familia del pontífice; fue durante algún tiempo elevado hasta las nubes; luego el favor popular se convirtió en ira, y Savonarola fue procesado y condenado a la hoguera con otros dos frailes.
 
 
1493




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207.- Luis XII. Los Borgia. Julio II. Liga de Cambray

       La expedición de Carlos VIII resultó funestísima para Italia, porque dio principio a una serie de guerras, en las cuales parecía que los extranjeros rivalizaban en causarle daño, y concluyeron por quitarle la independencia. Luis XII, sucesor de Carlos VIII, titulándose rey de las Dos Sicilias y duque de Milán, manifestó sus pretensiones como heredero de los Anjou y de Valentina Visconti. Los Venecianos reconocieron sus pretensiones, mediante la cesión de Cremona y de la Geradadda. En Milán, Luis Sforza desplegaba gran lujo, construía bellos edificios y protegía la agricultura y la industria; pero su corte era un semillero de inmoralidades y de intrigas. Era enemigo suyo mortal Jacobo Trivulzio, que guió a los Franceses contra Milán, de donde huyó Luis para ir a solicitar el auxilio del emperador Maximiliano; no pudiendo conseguir esto, asalarió a muchos Suizos y recuperó la Lombardía; pero al cabo de poco tiempo cayó en Novara prisionero del rey Luis, que lo tuvo encerrado en el castillo de Loches hasta que murió.
1498
 
 
 
1500
     Luis XII invadió a Nápoles; trató con Fernando el Católico, ansioso siempre de poseer aquel reino, y convinieron en que lo repartirían entre ambos. Fernando envió a Nápoles a Gonzalo de Córdoba, el Gran Capitán, quien mandó prisionero a España al rey Federico II. En seguida los Españoles se apoderaron de todo el reino; pero tuvieron que luchar con los Franceses. Maximiliano rehusaba la investidura del Milanesado a Luis XII y preparaba una Cruzada contra los Turcos.
     Las victorias de los Franceses exaltaron a Alejandro VI y a su hijo César Borgia, duque de Valentinois, modelo de tiranuelos, resuelto a engrandecerse con la traición y la violencia, y digna personificación de la política descrita por Maquiavelo. Con tales artes quitó de en medio a los señores entre los cuales estaba dividida la Romania, ansioso de formar un señorío único. También ambicionaba el ducado de Urbino, la Toscana y el reino de Nápoles. Los muchos capitanes que aún disponían de todas las fuerzas de Italia, trataron de oponerse al duque de Valentinois, pero éste iba de éxito en éxito, hasta que de pronto murió Alejandro VI, envenenado según se cree. Julio II, que le sucedió en el solio pontificio, reprimió al duque de Valentinois, quien después de haber visto convertirse en humo sus soberbios designios, murió en Francia.
1503      Luis XII combatió a los Españoles con tropas francesas y suizas, y aquella época se señaló por heroicos hechos de armas que honraban a vencedores y a vencidos. Por fin se quedó Francia con el Milanesado, y España con Nápoles. Pisa, Florencia y Génova eran teatro de discordias civiles. Florencia recuperó a Pisa, que perdió entonces su antigua importancia. Julio II, más rey que Papa, quiso subyugar a la Romania, y se propuso libertar a Italia de los bárbaros, es decir de las tropas mercenarias, a cuyo fin llamaba ora a Maximiliano, ora a Luis.
Liga de Cambray      Los nuevos príncipes tuvieron celos de Venecia, que se hallaba en el colmo de su grandeza y prosperidad. El Papa, el emperador, los reyes de Francia y de Nápoles, inventaron pretextos para coaligarse contra ella. Venecia les opuso la fuerza y la política, pero se hallaba reducida al último extremo. Los Franceses pudieron contar con los grandes capitanes que entonces campeaban en Italia (Bayardo, Gastón de Foix, La Tremouille, La Palisse), a quienes oponía otros valientes la España, mientras que otros capitaneaban a los Suizos, enemigos todos de Italia. Por último Venecia logró descomponer aquella torpe liga, y aliarse a su vez con Julio II, el cual siempre despótico, pretendió que cesaran las enemistades contra Venecia; armó a los Suizos que destinaba como barrera protectora de la libertad italiana, y no paró hasta morir exclamado: ¡No más Franceses en Italia!
1508
 
 
 
 
1513
 
1513      Los Suizos, en efecto, eran poderosos por su excelente infantería, y devolvieron la Lombardía a Maximiliano Sforza, y derrotaron a los Franceses en Novara. Francisco I, nuevo rey de Francia, no pudo atraérselos, en vista de lo cual se puso de acuerdo con los Venecianos, y en Marignan (404) derrotó a los Suizos, que concluyeron con Francia la Paz perpetua. Maximiliano Sforza fue llevado prisionero a Francia, y Francisco I quedó dueño del Milanesado. Después de tantos desastres se firmó la paz en Noyon. Los dominios papales se habían aumentado con Urbino y Perusa; Venecia recuperó con la paz cuanto había perdido en la guerra; y después de pérdidas inmensas de riquezas y de hombres, y la ruina de su comercio, la Italia se hallaba expuesta a los Turcos y a los ambiciosos.
1515
6 de junio
1516
14 de setiembre

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