|
El conservar la paz de Utrecht interesaba a todos los que habían sido
aventajados en ella, como Inglaterra que vio reconocida su dinastía
protestante, consolidado su acuerdo con el Austria y asegurado su
dominio en el mar, y en efecto, aquella nación fue árbitra del siglo
inmediato. El emperador le debía estar unido como señor de los Países
Bajos. Portugal le había cedido todo su comercio con el tratado de
Methuan; y ella ganó con subsidios la Saboya y los príncipes de
Alemania. La Holanda, que podía rivalizar con ella en el comercio, se
reducía a defenderse. La Alemania colocaba a sus príncipes en muchos
tronos, pero no aumentaba en importancia. El Austria rompía su unión
con España, y la política le elevaba en contra la Prusia y la Rusia. Era
también causa de recelo para Austria el Holstein concedido a la Rusia, la
cual creció en poder y en influencia. La Francia era reducida a segundo
rango, pero defendía las doctrinas filosóficas. En Italia solo quedaba en
poder de extranjeros la Lombardía, y cuarenta y ocho años de paz le
procuraron bienestar, doctrina y progreso. |
|
Esta tendencia al positivismo más que al idealismo, a la riqueza más
que a la moral, a la fuerza más que a la justicia, redondeando los Estados
no según la historia y las conveniencias, sino según los habitantes y las
millas de extensión, y disminuyendo los privilegios del clero, de la
nobleza y de los cuerpos industriales y judiciales, hacía más absolutos a
los Gobiernos, pero los ponía directamente en frente de los pueblos que
aprendían sus derechos propios. |
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El comercio adquiría suma importancia en la política; las deudas
públicas introducían el papel-moneda y los juegos de bolsa. La
intolerancia religiosa se perdía en el indiferentismo y en el desarrollo de
la literatura filosófica, que se aventuraba a todas las afirmaciones, a todas
las utopías sin vacilación, con inmensa fe en sí misma por cuanto aún no
había llegado a la época de los desengaños. |
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En cuanto al pueblo, la paz no le había atendido, y la ciencia lo tenía
en poco; sin embargo, maduraban sus destinos. |
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Habiendo dejado de ser satélite de la Francia, Felipe V no sabía
resignarse a ver desmembrada la monarquía española, y encadenada
además por los Ingleses al peñón de Gibraltar. Favorecía al pretendiente
de Inglaterra y aspiraba a la regencia del joven rey de Francia, pero no
tenía el valor de las grandes resoluciones. Isabel [de] Farnesio, su
segunda esposa, instigada por Julio Alberoni, audaz aventurero de
Placencia, se propuso regenerar a España, y dar alta colocación a sus
hijos. Provisto de armas, dinero y naves, el cardenal Alberoni meditaba
hacer a Italia independiente de los Austriacos; conquistada la Sicilia,
intrigó con todas las Cortes, aun con la Suecia y la Turquía, hasta que las
Potencias amenazadas lo hicieron destituir. Con la paz de Cambray,
Felipe renunció a sus pretensiones, pero obtuvo para Carlos, hijo de la
Farnesio, los ducados de Parma, Placencia y Toscana; se reconcilió con
Carlos VI que se obstinaba en llamarse rey de España, y por último
también con Inglaterra, que renunció al comercio de esclavos. |
Alberoni |
1720 |
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Luis XIV dejaba un solo sobrino [sic] de cinco años y medio, bajo la
tutela de Felipe de Orleans, el cual dejó que el Parlamento deshiciese
gran parte de lo hecho por el rey difunto. Hombre de bellísimas dotes y
de enormes vicios, el de Orleans se rodeaba de gente disoluta y espíritus
fuertes que se hicieron de moda; lo secundaba el ministro Dubois, cínico,
y disoluto, lo cual no le impidió ser nombrado cardenal. La hacienda, que
había hallado su ruina en las últimas desventuras del gran rey, iba de mal
en peor. Presumió realzarla el escocés Law fundando un banco, que
exageró sus operaciones suponiendo que podía sustituirse el dinero con
papel y que era ilimitado el poder del crédito. La Francia se embriagó un
momento con tales ilusiones, y todo el mundo llevaba su dinero a aquel
banco y a una Compañía para el cultivo de los territorios del Misisipí (490);
luego todo concluyó con la más desastrosa quiebra, pero después de
haber cambiado las fortunas, revuelto las clases en la fiebre del agio,
demostrado que puede haber riquezas fuera de las estables, excitado el
espíritu de las empresas, y formado buenos hacendistas y banqueros. Pero
la situación de la Francia había empeorado; el pueblo estaba más
descontento, y había duplicado la deuda, a cuya calamidad se unió la
peste de Marsella. |
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1716 |
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1720 |
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1723 |
Luis XV se había casado con María Lesczynski, hija de Estanislao, rey
depuesto de Polonia. Este, a la muerte de Augusto de Sajonia, trató de
recuperar su perdida corona mientras las potencias pretendían disponer
de ella. Con tal motivo estalló la guerra en la Lorena, en Italia y en el
mar; don Carlos de Parma se apoderó de Nápoles y se hizo proclamar rey
de las Dos Sicilias; finalmente en la paz se resolvió que Estanislao
abdicase el reino de Polonia, recibiendo en compensación la Lorena; el
rey de Cerdeña adquirió los territorios de Novara y Tortona; el emperador
recibió a Parma y Placencia, que poco tiempo después fueron entregadas
a los Borbones, como la Toscana al duque de Lorena. |
1738 |
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El ministro cardenal Fleury, que llegó después de una serie de
ministros dilapidadores, buscó la economía hasta la avaricia; adquirió
crédito en la diplomacia; aseguró a Francia la Lorena, necesaria desde
que poseía la Alsacia y adquirió la Córcega. Esta, mal gobernada por los
Genoveses, era infeliz (rey Tedoro) y la asolaron largas guerras, hasta que
Génova la cedió a la Francia, que a fuerza de sangre y dinero domó su
patriótica resistencia (Pascual Paoli), y se hizo obedecer a fuerza de
suplicios. |
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1769 |
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Luis XV, al llegar a ser mayor de edad, con una esmerada educación y
una santa mujer, se abandonó a la corrupción, de amorío en amorío, y sus
escándalos dieron el ejemplo de un desenfreno sin rebozo. Mientras tanto
cundía la incredulidad; y sin embargo aún se pretendía ser intolerante,
persiguiendo a los Jansenistas, y el Parlamento quería dar la norma de la
creencias. Sangrientas sátiras mordían al rey y a sus concubinas; y con
todo, cuando Damiens atentó a la vida del monarca, la Francia asistió con
júbilo al ferocísimo suplicio del regicida, y dio a Luis el título de bien
amado. |
|
La necesidad de dinero desarrolló las doctrinas económicas, de las
cuales se formaron dos escuelas: una que consideraba como única riqueza
la que procede de la agricultura (Quesnay), y por esto aplicaba a ésta
todos los cuidados, si bien le hacía sostener todas las cargas; y otra que
favorecía a la industria (Gournay), queriendo que el Gobierno no hiciese
más que quitar obstáculos. |
|
El espléndido ministro Choiseul procuró restaurar la hacienda, pero
como no se doblegase a todos los caprichos del rey, fue rechazado y
sustituido por Aiguillon. Habiendo el Parlamento procurado adquirir su
ambicionada importancia política, Luis declaró que no era más que un
tribunal, órgano de la real voluntad. Origináronse protestas, y el rey lo
destituyó, sustituyéndolo con el gran consejo que tomó el nombre del
gran canciller Meaupon, y contra el cual protestaban los grandes y los
abogados, si bien en el fondo se destruyó con esto la venalidad de las
magistraturas, y pudieron ocuparlas personas de mérito. Luis murió de
viruelas, dejando arruinada la monarquía bajo el cetro de un niño, hijo
del difunto Delfín. |
|
Trescientos setenta y seis Estados diferentes constituían el que antes se
llamaba Sacro Romano Imperio; 296 participaban de la soberanía. Desde
que en 1662 la dieta se había hecho permanente en Ratisbona, no volvieron
a presentarse en ella personalmente el jefe ni los príncipes, sino que
enviaron sus delegados; por lo demás, los diferentes Estados se regían a su
arbitrio, sin código, ni aduanas, ni moneda comunes; tenían pequeños
ejércitos con los cuales se comerciaba; y el predominio del Austria los
envolvía en guerras extrañas al interés general. |
|
Carlos VI no atendió más que a hacer reconocer la pragmática sanción,
por la cual, muriendo él sin hijos varones, pudiese sucederle su hija María
Teresa. Piadoso, culto, amante de la poesía, de la música, de la caza, se
perdía en minuciosas exploraciones, en porfías, en tráficos particulares,
desconfiando de todo el mundo, hasta de Eugenio de Saboya (1663-1736)
que fue su mejor general y ministro, perdió la Lorena, parte del Milanesado
y el resto de Italia, combatió con desventaja a los Turcos; y todo lo
soportaba con tal de que pasase la pragmática sanción. |
Guerra de
Sucesión |
Apenas hubo muerto, cuando todos los que se la habían garantizado
salieron a disputarse la sucesión de María Teresa: los electores de Baviera
y de Sajonia como descendientes por línea femenina; la España, en virtud
de un convenio de Federico II, pretendía la Hungría y la Bohemia; el rey de
Cerdeña quería el Milanesado. Entonces hubo guerra universal; el elector
de Baviera fue elegido emperador con el título de Carlos VII; Francia,
España, Polonia, Cerdeña, el elector de Colonia, el Palatino, se disputaban
algún despojo de la herencia austriaca; los Franceses invadieron la alta
Austria; el elector de Sajonia se hizo declarar rey de Bohemia; y con más
resolución que nadie procedió Federico II de Prusia. |
Prusia |
Este reino, sin confines naturales, ni unidad de raza y de lengua, se
había formado con la política y la guerra. Sujeto al principio a la Polonia y
a los Caballeros Teutónicos, pasó como feudo polaco a Alberto de
Brandeburgo, el cual habiéndose secularizado en tiempo de la Reforma,
introdujo la confesión de Augsburgo, excluyendo rigurosamente de ella a
los Calvinistas. El verdadero fundador de la monarquía fue el gran elector
Guillermo, quien de la guerra de los Treinta Años supo sacar ventajas sobre
los Suecos y los Polacos, y habiéndose hecho reconocer independiente,
pretendió ejercer el despotismo en su país, quitando toda autoridad a los
Estados y armando un buen ejército, con el cual derrotó a los Suecos en
Fehrbelling; dio asilo a los Franceses que se habían expatriado a causa de
la revocación del edicto de Nantes; favoreció las obras públicas y las bellas
letras, y dejó un millón de súbditos a su hijo Federico. |
|
|
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1688 |
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Este trabajó para la fusión de Luteranos y Calvinistas; halagó a los
expatriados de Francia; embelleció a Berlín; fundó una academia de Bellas
artes, la universidad de Halle y la Sociedad Real de Berlín; en tanto la
elegancia era introducida por su mujer Sofía Carlota, discípula de Leibniz y
protectora de los poetas. Federico aspiraba ardientemente al título de rey, y
a pesar de las protestas de los Potentados, le fue reconocido en la paz de
Utrecht. |
|
Federico Guillermo corrigió el fausto paterno, tuvo la manía de los
soldados, queriéndolos altos, hermosos y bien equipados. De esta suerte
Berlín, la Atenas de Alemania, se convirtió en Esparta, donde el rey
dominaba sin delicadeza, y sin miramientos ni justicia. |
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1713 |
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Sucediole su hijo Federico II, de veintiocho años de edad, a quien el
padre había mirado siempre con ceño porque era estudioso y le repugnaba
la brutal obediencia; hasta había querido fusilarlo; pero Carlos VI lo
reclamó como príncipe del imperio. Federico se había dedicado a la
Filosofía, importada por los prófugos de Francia, halagó a los
libre-pensadores y se declaró discípulo de Voltaire; y apreciaba o adulaba
tanto a los Franceses, árbitros de la opinión, como despreciaba a los
Alemanes. Vio en la sucesión austriaca una ocasión oportuna para
engrandecerse, y pretendiendo parte de lo usurpado por el Austria, entró en
la Silesia. |
|
María Teresa excita la compasión y el valor de los Húngaros; cuerpos
francos de Croatas y Pandaros ejercen la desastrosa guerra de bandas; se
suceden batallas y convenios, hasta que se llega la paz de Aquisgrán, en la
cual la Francia cede a Don Felipe, de España el ducado de Parma y
Placencia, el rey de Cerdeña adquiere otros países lombardos hasta el
Tesino. Carlos VII muere oscuro, y queda elegido Francisco de Lorena,
esposo de María Teresa. |
1748 |
|
|
Federico II conservaba la Silesia, y adquiría nombre en Europa como
filósofo original, de afectada sencillez, insaciable ambición y despótica
autoridad. Contando con los votos de los filósofos, redujo la Prusia a
monarquía militar, con tal número de soldados, que ninguna Potencia había
tenido tantos; combinó la estrategia con la táctica, y estaba empeñado en
servirse de ellas en las cuestiones que habían sido acalladas pero no
resueltas en la paz de Aquisgrán. |
Guerra de los
siete años |
Por la posesión de La Luisiana rompieron las hostilidades Inglaterra y
Francia, y las alianzas que éstas buscaron, destruyeron el equilibrio
europeo. Federico II supo hacerse importante y se alió con Inglaterra;
María Teresa se acercó a la Francia y de ello nació la guerra, de los siete
años. Toda Europa pareció querer reprimir la arrogancia de Federico, que
se complacía en encender el fuego, por todas partes; pero él venció en la
batalla de Rosbach; se hizo proclamar protector de la libertad germánica
contra los bárbaros franceses, austriacos y rusos; movió a la Turquía a
molestar a la Rusia. Entre Inglaterra y Francia se concluyó la paz de París,
y luego de Hubertsburg entre la emperatriz y el rey de Prusia, renunciando
aquella a todas las pretensiones acerca de los Estados de éste; de modo que
siete años de estragos dejaron a Europa en el mismo estado que antes. |
1757 |
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1763 |
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|
|
La gloria de Federico II estaba en su apogeo; en el interior reunió éste
tremendas fuerzas, introdujo manufacturas y artes, dio el Código Federico
con la obra de Samuel Cocceyo y de Cramer y Suárez, que sin embargo no
abolía las leyes consuetudinarias de los diversos países. Político sin
conciencia, aunque había escrito el Antimaquiavelo, se reía de la religión
como de la filosofía, y hablaba de libertad entendiendo la que tiene el rey
de hacer lo que le cuadre. |
|
Los ejemplos del regente de Luis XV corrompieron las costumbres en
Francia: se extendieron los juegos ruinosos, los caballeros de industria, la
obscenidad en el teatro, en las artes y en la literatura. La cortesanía se
degradaba cada vez más con los príncipes y con las damas que hacían
ostentación de libertinaje, y en cuyos salones se distribuían la gloria y la
infamia; el esprit prevalecía sobre la verdad y la virtud. |
Francmasonería |
Propusiéronse sostener la dignidad humana y la libertad política los
Francmasones, sociedad que se había fundado en Inglaterra durante la
revolución, y de allí se extendió a Francia, donde las logias se hicieron
pronto independientes de las inglesas, y donde, habiendo dejado su carácter
serio, se aplicaron a las galanterías, a las reuniones de pasatiempo y
diversión, al mutuo apoyo para obtener empleos a otras ventajas sociales.
Quedaban siempre fines secretos, confiados únicamente a grandes
personajes; y como la Francmasonería trabajaba para cambios radicales de
la sociedad, la temieron los príncipes y prohibieron las logias, pero con la
blandura que se usaba entonces, y contenidos por consejeros que
pertenecían a ellas. |
|
La literatura reflejaba el estado de la sociedad, dada al escepticismo, a la
inmoralidad, a la idolatría del ingenio sutil y al afán del triunfo del
momento. El esplendor que había adquirido bajo Luis XIV, degeneró en
pedantería y fría elegancia. Distinguiéronse Vauvenargues, pensador
profundo, y Le Sage, autor del Gil Blas y del Diablo Cojuelo, uno de los
últimos que pintaron en vez de describir. Prévost y Marivaux compusieron
novelas de mérito; y Pluche fue el distinguido autor del Espectáculo de la
naturaleza. |
|
La persecución hecha a los Protestantes excitoles a escribir libremente
acerca de religión y de política, sobre todo en Holanda. Durante la
revolución inglesa, muchos habían franqueado los confines de la crítica,
hasta impugnar al cristianismo y los dogmas más universales, sustrayendo
el pensamiento y la acción a las creencias comunes y a la autoridad ya de
los sacerdotes, ya de los reyes, ya del sentido común. |
Filosofistas |
Enrique Bolingbroke, nutrido de esta incrédula erudición, sostenía que
la superstición (con cuyo nombre se designaban todas las religiones) solo
había de dejarse al vulgo, librando de ella a las clases elevadas; sostenía
que todo era empirismo, y que hasta el espíritu es un objeto físico. Esta
ligereza se divulgó en Francia, y halló crédito y secuaces, por cuanto
parecía fácil rehacer el corazón y el entendimiento humanos partiendo de
datos arbitrarios, afirmando que el hombre se elevó poco a poco del estado
salvaje por sus propias fuerzas, y que con éstas puede llegar a un progreso
infinito; que le sirven de obstáculo las creencias religiosas; que es inmenso
el poder de la palabra, y que con ésta se pueden determinar los sucesos,
cambiar las situaciones, y dictar leyes generales. |
Montesquieu |
El presidente Montesquieu (1689-1755), después de sus Cartas persas,
redactó el Espíritu de las leyes, donde quiere hallar la razón y el puesto de
las leyes de todos los tiempos, buenas o malas, recogiendo hechos sin
crítica, y no viendo más que los accidentes, donde Vico veía generalidades
independientes de los casos particulares; suponiendo formadas las
civilizaciones por los grandes hombres, mientras que Vico no ve en los
grandes hombres más que tipos de la civilización. |
|
El abate de Saint-Pierre proponía reformas de hombre de bien, pero
quiméricas, y soñaba en la paz perpetua. |
Voltaire |
Voltaire (1694-1778) fue literato de primer orden en sus tragedias, en el
poema La Henriada y en sus muchísimas poesías. Uniendo al escepticismo
inglés su espíritu agudo y burlón, movió guerra a todas las creencias
filosóficas, religiosas y morales, sin fundar ninguna, introduciendo la
costumbre de deslizarse sobre todo y no profundizar nada, afirmar
francamente sin examen y sin temor de incurrir en errores, reírse de todo y
de todos, de amigos y enemigos, de antiguos y contemporáneos. No se dirá
que destruyó la moral, por cuanto ya vemos antes corrompidas las
costumbres y sacudidas las creencias; siguiendo la corriente, Voltaire quiso
agradar; creyó que las generaciones se emanciparían con la relajación de
costumbres y la decadencia de las convicciones. Sus novelas tienden a la
reforma por vía de la licencia. Sus historias son un conjunto de anécdotas
no expurgadas, y dirigidas principalmente contra la autoridad eclesiástica,
con erudición que parece vasta por su desfachatez. En el gran proceso de la
humanidad, tal como era presentado por Bossuet y por Vico, no vio más
que un cúmulo de accidentes, lo que hacía superfluo el estudio de la
historia. Otros también la hacen inútil a fuerza de escepticismo, para la cual
ya había abierto la brecha Bayle, que en el Diccionario aduce para todas las
opiniones igual abundancia de pruebas. Volney llegó a afirmar que no hay
certidumbre histórica sino desde que empezaron las Gacetas en Venecia.
No se comprendían los tiempos, pues se pretendía parangonarlos siempre
con el nuestro, encontrando ridículo o bárbaro todo lo que difería de una
civilización convencional. |
|
No faltaron, sin embargo, historiadores serios, como Rollin, que todo le
admira en los Romanos y en los Griegos; como los Padres Maurinos, que
coleccionaron las obras de los antiguos historiadores de Francia. Anquetil
(Espíritu de la liga) no se eleva, pero se atreve a usar las expresiones de los
antiguos cronistas. Boulanger, habiendo estudiado hasta los Orientales,
delineó una historia universal. Hénault explicó la historia de Francia por
medio de las leyes y las costumbres, y recomendó que se evitase el
anacronismo de describir el siglo presente narrando otro. A imitación de su
Compendio cronológico se hicieron cuadros, compendios e historias
universales, entre ellas las de Mably y de Millot. Reynal se valió de la
Historia de las dos Indias, para censurar todas las instituciones y razonar
acerca de todo, declamando continuamente contra la perversidad de los
hombres y de las cosas. Fréret llevó el examen negativo sobre los
Evangelios. |
|
De todo se servía Voltaire con su asombroso arte de hacerlo todo fácil y
comprensible, para mover cuotidiana guerra a la sociedad y a la
Providencia, valiéndose hasta de las ciencias, que entonces progresaban en
Inglaterra, acumulando los errores más colosales, que no obstante son
aceptados todavía como verdades por algún falso erudito. El ábate Guenée
(Cartas de los Hebreos) le descubrió una infinidad de errores, y le
señalaron otros Nonnotte y Larchos, a quienes él contestó poniéndoles en
ridículo. |
|
Difundíase, pues, la pretensión de saber de todo sin haber estudiado
nada. Maupertuis sostiene que la materia es capaz de pensar, pero que
existe Dios, y afirma que la naturaleza emplea siempre la menor parte
posible de sus fuerzas. Buffon no niega a Dios, pero quiere explicarlo todo
por las leyes físicas, generales, necesarias. Bailly adoptó sus hipótesis
acerca de la formación del mundo, y deducía la civilización de una
Atlántida destruida. Volney registró las ruinas de los pueblos para pedirles
testimonio de una antigüedad opuesta a las tradiciones bíblicas. Dupuys
buscó el origen de los cultos en las fases de los astros. Cabanis, ilustre
médico, pretendió demostrar que el temperamento, las enfermedades, los
alimentos dan o quitan virtud y genio. |
|
Con estas fáciles teorías, negábase el culto a los grandes pensadores,
que eran calificados de insípidos o pedantes; reconstituíase la antigüedad, y
se vilipendiaba a la Edad Media por dispensarse de estudiarla. Condillac,
siguiendo las huellas de Locke, reducía toda la filosofía a sensación, y
explicaba el origen de las ideas con la hipótesis de una estatua, a la cual
atribuía un sentido después de otro; y esto se llamaba análisis. El barón de
Holbac, que reunía a su mesa a los pobres pensadores que querían burlarse
de Dios, en el Cristianismo revelado y en el Sistema de la naturaleza
redújolo todo con intolerante fanatismo a materia y sensación, no dejando
nada inviolado ni en el cielo, ni en la tierra, ni en el corazón del hombre. A
estas obras se añadían las Cartas chinas, judaicas y cabalísticas del
marqués de Argens; los Vicios particulares en beneficio público de
Mandeville; el Espíritu de Helvecio, que sostiene como única moral
posible, la moral del interés. Más osado que los otros, Lamettrie celebró al
hombre máquina, haciendo de él un reloj movido por las pasiones, una
planta que el clima y la digestión convierten en héroe o asesino. Condorcet
bosquejó un cuadro de los Progresos del espíritu humano, suponiéndolos
ilimitados y augurando un espléndido porvenir. Era infinito el número de
los que, con el título de análisis y de experiencia, establecían las hipótesis
más vanas sobre el origen del hombre, del mundo, de la desigualdad y del
lenguaje. Se pretendía poner remedio al fatalismo de las acciones y al
egoísmo, con la ostentación de una filantropía inmodesta y la religión de
los hombres honrados. |
1750 |
Voltaire distribuía a todos reputación y gloria, como árbitro de una y
otra. Federico II quiso tener de su parte a aquel rey de la opinión, y acogió
triunfalmente a su persona y sus adulaciones; pero pronto las dos
ambiciones chocaron y se separaron con trueque de ultrajes. Habiéndose
retirado a Ferney, junto al lago de Ginebra, Voltaire recibía allí los
homenajes de todo el mundo, y de allí mandaba a todo el mundo sus
oráculos. |
Enciclopedia |
Con la Enciclopedia (1759-82) se quiso ordenar las fuerzas divididas,
para una batalla campal. Tomaron la dirección Diderot, dramaturgo
exagerado, novelista obsceno, moralista ateo; y D'Alembert, ilustre
matemático, que empleaba ciencia y lógica en sostener el materialismo.
Este escribió el discurso preliminar de la Enciclopedia presentando el
cuadro de los conocimientos humanos, cuasi para enorgullecer a la
humanidad por lo que había obtenido y añadirle lo que le faltaba realizar.
Establecido el árbol de los conocimientos humanos según Bacon, los
trabajos eran distribuidos entre muchos escritores, y para obtener cierta
uniformidad entre la indisciplinada variedad de talentos secundarios
Diderot, y D'Alembert revisaban los artículos; y cuando Diderot quedó
solo en la dirección, no vacilaba en alterarlos, a fin de que estuviesen en
consonancia con el intento general, que era la guerra al pasado,
principalmente al cristianismo, que calificaban de infame. |
|
La Enciclopedia fue prohibida, con lo cual fue más buscada, y más
creída sin examen; obras y opúsculos repetían sus máximas, y la impiedad
se difundía con la ligereza. Hasta en Inglaterra se adhirieron a ella genios
ilustres, como el historiador Gibbon; en Alemania, periódicos y
Universidades seguían su corriente; los que les combatían no se apoyaban
más que en una religión natural, en el derecho natural, como Bonnet,
Mendelssohn y Jacobi. |
Rousseau |
A la renegación [sic] del sentimiento quiso oponerse el ginebrino Juan
Jacobo Rousseau (1712-78), el cual, mientras Voltaire llevó una vida
triunfal, se halló siempre en angustias, descontento de sí mismo y de los
demás, receloso de todos, principalmente de los amigos. Después de
haberse hecho católico, se volvió incrédulo, filósofo y enemigo de los
filósofos, arrostrando la opinión pública, a la cual se sometía. A menudo se
halló en la miseria, y por último fue suicida. Su primera disertación tendió
a demostrar que el progreso de la cultura corrompe las costumbres. En el
Origen de la desigualdad entre los hombres hostiga las instituciones
sociales. En el Contrato social supone a los hombres pasando del estado
salvaje a la vida civil mediante un contrato cuyas condiciones designa; pero
rechazando el craso sensualismo, quiere difundir el sentimiento religioso,
el amor a la humanidad, el cuidado de la educación, a la cual tenía por
omnipotente. De esta se ocupa de un modo especial en el Emilio. Con su
elocuencia y su sentimiento, se granjeó el favor de las mujeres, y conmovió
con la novela de la Nueva Eloísa. Espíritu falso y de medianos
conocimientos, es un tanto enfático y rebuscado; pero agradaba su modo de
moralizar, y hablar de familia y de amor, cuando los escritores no daban
muestras de tener corazón; gustaba aquella democrática franqueza en una
época de tanta cortesanía, aquel afrontar a los filósofos como cobardes e
impostores, cuando todo el mundo se postraba ante ellos, y tratar
magníficamente los grandes asuntos para los cuales Voltaire no tenía más
que una sonrisa sardónica. |
|
Su discípulo Bernardino de Saint-Pierre (1737-1814), imaginaba
reformas, y al mismo tiempo describía situaciones y afectos sencillos,
como en Pablo y Virginia. |
|
Aquella literatura era toda de polémica y pereció en gran parte, pero
quedaron sus efectos: la ambición de creerse superior al pasado y capaz de
todo gran mejoramiento; la ligereza en el tratar las cosas más serias; el
desprecio del pasado y de la historia, considerada solo como un arsenal,
donde cada uno toma las armas que más le convienen. Pocos cultivaban el
arte con desinterés y la crítica sin pasión. Celebráronse los Elogios de
Thomas, demasiado artificiosos. Marmontel mostró alguna independencia
en los juicios literarios; al par que aparece elegantemente tímido La Harpe
en su Curso de Literatura, con todas las preocupaciones filosofísticas.
Barthélemy estudió la Antigüedad, que desconocían casi todos sus
contemporáneos, en su Viaje de Anacarsis, aunque desfigura la fisonomía
griega dándole la expresión francesa. Jacobo Delille cantó los Jardines con
elegancia, aunque sin fuerza. |
|
En la tragedia, Ducis fue inferior a Voltaire, pero procuró dar a conocer
a Shakespeare. Las comedias de Gresset, de Piron, de D'Harville, y las
lacrimosas de Diderot desaparecieron ante las Bodas de Fígaro de
Beaumarchais. Rousseau desaprobaba la manera de ser de los teatros, sin
exceptuar las obras de Molière, a quienes prefería las morales. |
Derecho |
Pretendiendo dar con abstracciones una moral a los hombres y a las
naciones, esta filosofía conducía al error y a la nada. El derecho
internacional, en la Edad Media, se había apoyado en las doctrinas
evangélicas, y los papas cuidaban de que no fuese violado. Después de la
Reforma, se pensó en darle otra base, que en suma era el equilibrio de las
naciones. Después de la paz de Utrecht, se quiso que hasta el derecho fuese
filosófico, con las ideas de la solidaridad universal y de la perfectibilidad;
Burlamachi epilogó, refundió y expuso claramente en lengua vulgar las
doctrinas de Grocio, Puffendorf y Barbeyrac, sentando la obligación de la
felicidad del hombre y de la voluntad de cada individuo, y que siendo
imposible este acuerdo, no debe intentarse innovación alguna. Wolf trató el
derecho distintamente de la ética, y como consecuencia necesaria de la
sociabilidad. Lo popularizó Vattel (1714-67) con el Derecho de gentes,
considerando el derecho natural aplicado a las naciones, aunque
modificado por la diferencia que existe entre estas y el individuo. No
siendo posible a una nación el ejercicio inmediato de la soberanía, es
preciso delegar los poderes a representantes. |
|
Rousseau identifica el derecho con la soberanía, y sostiene que no puede
haber ninguna ley obligatoria para el cuerpo popular, el cual nunca puede
alienar su soberanía, y si quiere hacerse daño a sí mismo, no puede
impedírselo nadie. De este modo niega la razón, el derecho y al mismo
Dios. |
|
Mably difundió y exageró estos conceptos, apoyándolos en la historia,
repudiando la propiedad, queriendo la educación en común y la pobreza
espartana. Rousseau (1712-78) modificaba el plan de paz perpetua del
abate de Saint-Pierre (cap. 260), queriendo que las naciones contrajesen
entre ellas un pacto social que evitase las guerras, mediante una
confederación que sometiese las cuestiones a un arbitraje. En los demás
autores, el derecho va siempre unido a la moral, a la política, a las leyes
positivas, hasta que lo aislaron los filósofos kantistas (491). Desde entonces ha
sido observado por el lado práctico, es decir, en los tratados y los
documentos, como hicieron Hénault, Moser y Martens. |
Paz perpetua |
Bentham proclamó como única medida del derecho la utilidad, y sobre
tal base concibió una paz perpetua con un tribunal arbitral. También la ideó
Kant con un congreso permanente, y ya estallaban las guerras que
ensangrentaron el siglo. |
Economistas |
El desorden de la Hacienda y las crecientes necesidades de los
gobiernos o de los príncipes, indujeron a estudiar el origen y la distribución
de las riquezas. Los Economistas fueron los primeros que sugirieron
doctrinales sistemas sobre los impuestos, el lujo y la agricultura. Quesnay
(1694-1774) no veía más riqueza positiva que la procedente de la tierra y el
producto neto que queda después de pagado el trabajo. Por el contrario, los
fisiócratas sostenían con Gournay que, además de la tierra, producen valor
nuevo las manufacturas; cada cual conoce su propio interés, mejor que un
indiferente, de modo que los reglamentos y las trabas son perjudiciales para
la producción. Turgot dividía los operarios en productivos, los agrícolas, y
estériles, que sólo producen tanto como consumen. |
Smith |
El verdadero creador de la ciencia económica fue el inglés Adam Smith
(1723-90), el cual proclamó como verdadera riqueza el trabajo, puesto que
sin él la tierra no daría fruto. Es rico el que produce o posee cosas que por
medio del trabajo son reducidas a utilidades. El valor permutable con el
cual puede uno procurarse muchas cosas (un diamante, por ejemplo), es
distinto del valor útil, que no puede darse en cambio (el agua). La relación
entre dos valores permutables, expresado por moneda, se llama precio,
establecido por la renta, por el estipendio del trabajo y por la ganancia del
empresario. La riqueza puede crearse, aumentarse, conservarse,
acumularse, destruirse, y las clases manufactureras quedan emancipadas
del predominio de las agrícolas. Tales doctrinas prevalecieron poco a poco
en todas partes. |
|
Economistas y fisiócratas habían logrado que se fijase la atención en las
clases más numerosas y se buscase su mejora. Por tanto, se reformaron
leyes y disposiciones; se constituyeron sociedades económicas; se
mejoraron los hospitales; Parmentier difundió el cultivo de la patata, se
estudiaron las manufacturas y todo lo que contribuía a la salud de las clases
productoras; Chaptal aplicó la química a los usos ordinarios; Argan inventó
las lámparas de doble corriente; se introdujeron aguas potables y bombas
de incendios; se extendió la vacuna para aminorar los estragos de las
viruelas, que tantas vidas quitaban (Montagu, Jenner); se educó a los
sordo-mudos (De l'Epée) y a los ciegos. Hovard recorrió toda Europa para
mejorar las cárceles; Arkwright (1731-92) enseñó el hilado a la máquina;
Jacobo Watt (1736-1819) perfeccionó la máquina de vapor, y con Bulton la
aplicó a las manufacturas. |
|
Desplegándose así una bandera con el lema razón y filantropía, se
movía guerra al pasado, se quería abolir la pena de muerte; atacábanse los
usos particulares en nombre de los progresos abstractos; destruíanse los
privilegios; las libertades individuales eran concentradas en un solo punto,
y sobre todo se hostigaba a la Iglesia, o a su eterna organización, como un
resto de la Edad Media. |
Abolición de
los Jesuitas |
Fue un golpe maestro la abolición de los Jesuitas, que habían sido
creados en oposición a la Reforma con reglas menos rigurosas, con la
doctrina y la educación, y que al difundirse de una manera prodigiosa,
habían dado insignes personajes y gran fruto en ciencias y misiones. Vimos
cómo fueron combatidos por los Jansenistas (cap. 236) y en las colonias
(cap. 199); el siglo negociante los acusaba de extraer de allí cuantiosas
riquezas. Primeramente Portugal les hizo perder sus reducciones del
Paraguay; los escritores les hicieron encarnizada guerra con la pluma; las
Cortes borbónicas, no contentas con haberlos expulsado de sus Estados, se
unieron para pedir y hasta imponer al Papa que los aboliese. Clemente XIV
les dio satisfacción. |
|
A pesar de la perversidad de la corte, la Rusia progresó hasta llegar a ser
una de las principales potencias de Europa, que poco antes la consideraba
como bárbara. |
|
La Rusia ocupaba la octava parte de Europa, sobre la cual no contaba
más que 20 millones de habitantes, aglomeraciones de gentes muy
diversas. Catalina supo suceder a su marido Pedro, guiada por Menzikoff,
de quien se cree que dio muerte a Pedro para sucederle, y que luego asesinó
a Catalina en cuanto la vio buscar en nuevos amantes un apoyo para
sustraerse a su dominio. Quería casar a su hija con el niño Pedro, pero éste
murió, y Menzikoff fue suplantado por los Dolgoruki, los cuales hicieron
coronar a Ana, imponiéndole pactos que ella aceptó con la intención de
violarlos. En efecto, Ana arrojó a los Dolgoruki, y se dejó aconsejar por
alemanes, sobre todo por Biren (492). Isabel, hija de Pedro el Grande,
consiguió destronarla, haciendo degollar o arrojar a los extranjeros y
restablecer los usos patrios. Venerada hasta como cabeza de la Iglesia, no
perdonaba suplicios ni relegaciones, y 80 mil personas llenaron de gemidos
la Siberia. Voluble en sus liviandades, a medida que cambiaba de amantes
variaba de conducta y de política; en tanto, introducía artes, universidades
y teatros; adquiría territorio con la guerra; domó a la Turquía; atemorizó a
la Suecia; hizo temblar a Federico II, y sujetó a los Cosacos. |
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1727 |
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1730 |
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Isabel |
1741 |
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1762 |
Destinábase como sucesor a Pedro duque de Holstein, hijo de la
primogénita de Pedro el Grande, y le dio por mujer a Catalina, la cual tomó
en odio a su joven marido por lo vicioso que era, y secundada por sus
amantes, quería truncarle el porvenir. |
|
Al morir Isabel, le sucedió Pedro III, hombre tosco pero de buen
corazón. Dio libertad a millares de contrabandistas y deudores, llamó a los
desterrados y se lanzó a reformas importantes, militares y civiles, tomando
por modelo a Federico II, y asumiendo el poder secular y el eclesiástico.
Excitaba, pues, el descontento que fomentaba Catalina declarándose
partidaria de los usos patrios. Estalló una insurrección, en la cual él fue
muerto y Catalina proclamada autócrata. La reconoció Europa; ella se
deshizo de los Orlof, sus cómplices; se captó las simpatías del pueblo y de
los soldados; se hizo amiga de los filósofos de Francia, desposeyendo al
clero y dictando gran número de leyes y ordenanzas que no se cuidó luego
de hacer observar. Pero, ¿qué importa? Voltaire la elogiaba diciendo que,
en adelante, la luz vendría del Norte. |
|
Atenta a aumentar el imperio, conservaba la amistad de Inglaterra
favoreciendo su comercio; minaba a la Francia y al Austria; intimidaba a la
Prusia, batía a la Turquía y anudaba relaciones con la China y el Japón. |
Polonia |
Su víctima fue la Polonia. Ésta había sido la mayor potencia del Norte;
pero el incremento de los vecinos y su viciosa constitución interna, unida a
las disensiones religiosas, la arruinaron. Cada vacante del trono era ocasión
de disturbios y aun de guerras; Rusia, Prusia, Austria y Francia sostenían,
ora a uno, ora a otro pretendiente. Después de Estanislao Lesczynski reinó
el espléndido Augusto III, que tuvo 344 hijos naturales. En el interregno
siguiente, Catalina intrigó a favor de los Czartoriski, e hizo elegir a
Estanislao II Poniatowski. Entonces se encarnizaron más que nunca las
discordias; intervinieron Rusos y Turcos, hasta que Austria, Prusia y Rusia
acordaron repartirse la Polonia. Tocaron a la Rusia los gobiernos de Polozk
y Mohileff con 1300000 almas; al Austria la Rusia Roja (Galitzia y
Lodomiria) con 3300000 habitantes y las salinas; a la Prusia la Pomerania
con 490 mil habitantes, que la ponía en comunicación con el Brandeburgo.
Era el primer acto de oficial violación del derecho de gentes, el cual excitó
entonces una viva reprobación que no ha olvidado la posteridad. |
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1736 |
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1763 |
1772 |
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Las demás potencias no hicieron más que protestar débilmente; el Gran
Turco Mustafá hizo armas, pero Catalina supo excitarle inquietudes en
Asia; los Polacos temblaron; muchos emigraron, y otros se dieron muerte;
Estanislao proclamó la Constitución en la desmembrada Polonia,
emancipando a las ciudades, introduciendo una ley única, instituyendo el
poder legislativo en los Estados, y el judicial en los tribunales, y además
fijó la herencia. Pero Catalina lo desconcertó todo, y se propuso borrar del
mapa el nombre de Polonia. Entonces se sublevaron los Polacos, y el
valiente Kosciusco se puso al frente del movimiento, en tanto que bullía la
Revolución francesa. Catalina manda decir que se ha puesto de acuerdo
con el Austria y la Prusia para restringir el territorio de la república polaca,
para que ésta sea más sabia y pacífica, y no fomente las ideas
revolucionarias; Estanislao abdica: la Polonia es nuevamente
desmembrada, reducida apenas a 3 millones de habitantes, aunque con la
facultad de constituirse a su antojo, y con el libre culto para los católicos.
Pero cuando quiere organizarse, se oponen los invasores; Kosciusco,
vencido y prisionero, exclama: Finis Polonix. Se hace un tercer reparto, en
el cual el Austria obtiene la Cracovia, y la Rusia toma la Curlandia, la
Semigalia, Vilna y la Volinia con 1176000 cabezas; la Prusia obtiene
940000. |
Estados
musulmanes |
La Turquía proporcionaba a Catalina otras empresas. Acmet (493) III había
perdido muchos países de Europa; sin embargo quitó la Morea a los
Venecianos, y Azov a los Rusos. En Persia, con un gobierno despótico
sobre poblaciones diversas, los gobernantes se abandonaban a la pereza y a
los placeres de los serrallos; sólo Abbas el Grande tuvo cuarenta y dos años
de glorioso reinado. Sus sucesores eran manejados por mujeres y por
eunucos; entre las discordias, Rusia y Turquía trataban de apoderarse de
porciones de territorio persa, y la implacable enemistad entre Sumnitas y
Siítas prorrumpía en sangrientos conflictos. |
1757 |
Los Turcos no supieron aprovecharse de las discordias europeas, y
sucesivamente hicieron paces y guerras con Rusia y Austria. Reinaba
entonces Mustafá III, rígido observador de las leyes, cuidadoso de la
literatura, y de buen fondo, aunque hacía ahorcar y descuartizar a los
súbditos culpables, como lo permitía la Constitución. |
|
En los Griegos vivía aún la memoria de la antigua grandeza y el afán de
la independencia. En Constantinopla se habían hecho necesarios para la
enseñanza y la administración con el título de Fanariotas; otros recorrían
mares y puertos como agentes de los Turcos; algunos estudiaban en las
Universidades de Italia, y siempre cifraban su esperanza en la humillación
de la Turquía. Catalina fomentaba sus disidencias; mandó traidoramente
una flotilla a Corona, que tomó a Navarino y alcanzó en Gesmé la primera
victoria naval de los Rusos, los cuales penetraron en la Valaquia y en la
Crimea, mientras los Griegos se sublevaban en todas partes; los Tártaros de
la Crimea quisieron hacerse independientes, y Catalina los confirió como
principado a su Orlof. En efecto, fueron reconocidos como tales en la paz
de Kainargi (494), concluida entre la Rusia y la Turquía; la Rusia restituyó las
islas, la Valaquia y la Moldavia; pero se quedó con Azov y las dos
Cabardias y no disimulaba sus intenciones de conquistar el mar Negro,
desde el cual podía rendir por hambre a Constantinopla. |
1770 |
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1774 |
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Abd-ul-Hamid, sucesor de su hermano Mustafá, encontró vacío el
Tesoro, tanto que no pudo hacer a las tropas el donativo acostumbrado. Ya
Catalina le preparaba nueva guerra con usurpaciones, con intrigas
diplomáticas, y excitando a los Griegos y a los Tártaros de Crimea, en la
cual entraron e hicieron estragos los ejércitos rusos, uniéndola luego a la
Rusia, que tanto tiempo le había estado humillada. Se dio el título de
Táurico a Potemkin, nuevo favorito de Catalina. Este quiso ofrecer a su
señora un espectáculo de magnificencia y de mentira. Reunió a orillas del
Borístenes un fuerte ejército, y con el arte de los pintores de teatro, hizo
representar al país en un estado extraordinario de prosperidad, improvisó
casas e iglesias, pintadas en lienzo, a orillas del río que parecían pobladas
con los Tártaros traídos a latigazos. De este modo se ofrecía un engañoso
espectáculo a la zarina (495) y a los reyes que la acompañaban. |
1787 |
|
1789 |
Abdul-Hamid se sentía incapaz de resistir a la usurpadora; sin embargo,
confiando en la Francia y escuchando las sugestiones de Federico III y de la
Inglaterra, rompió las hostilidades para recuperar la Crimea. Catalina se
alió con José II de Austria, que guió en persona el ejército, pero fue
derrotado perdiendo 100 mil hombres y 300 millones, mientras que
prosperaban los Rusos, guiados por el fanático Suwarof. Mas no era fácil
abatir a un imperio, a favor del cual se aliaban Prusia, Polonia, Suecia,
Inglaterra y Holanda. El Austria hizo la paz de Szistowe, restituyendo
cuanto había tomado; después la misma Rusia firmó la paz de Jassy, que
señaló por confines de los dos imperios el Dniéster. |
1791 |
1792 |
Selim III sufrió las consecuencias de la Revolución francesa, que hasta
en Turquía dejaba sentir su influencia poderosa. |
|
Catalina dio organización interior a la Rusia, concedió privilegios a la
nobleza; convocaba cada año a los ministros de los diferentes cultos a un
banquete de tolerancia; introducía las modas y los libros franceses,
ambicionando sobre todo los votos de la Francia, y mostrándose inclinada a
las ideas de los enciclopedistas. Según éstos, mandó hacer ella un Código
uniforme para las cien razas de su imperio; los filósofos la elogiaron, pero
ella dejó sin aplicación el Código. En su reinado de cuarenta años, lleno de
acontecimientos, hizo adelantar a los Rusos en saber y cultura más de lo
que habían adelantado en un siglo. A las expediciones científicas por ella
ordenadas, debemos los importantes trabajos etnográficos de Pallas,
Gmelin y Adelung; tuvo comunicaciones con la China; no podía suprimir
la esclavitud, pero la moderó según las ideas filantrópicas dominantes. |
|
A medida que se levantaba la Rusia, decaía la Suecia, que había
perdido todas sus posesiones del golfo de Finlandia, y se hallaba pobre de
hombres y de dinero desde las novelescas empresas de Carlos XII. Para
evitar la vuelta de estos males, los nobles quisieron establecer una
Constitución oligárquica, que acabó de desquiciar al país quitando
autoridad y dignidad al rey, y dando alas a dos facciones, la de los
Sombreros y la de los Gorros, los unos partidarios de los Franceses y los
otros de los Rusos. Despechado y reducido a la nulidad, el rey Federico
de Hesse-Cassel se entregaba al lujo y a los amores. Su cuñado y sucesor
Adolfo Federico de Holstein supo conciliarse la amistad de la zarina, y
viéndose esclavo de las dietas, abdicó. Sucediole Gustavo III, uno de los
reyes más ilustres de su siglo, que parecía ocupado en letras y versos,
mientras se preparaba el favor de los soldados y del pueblo, con el cual
echó abajo la Constitución para dar otra nueva; tuvo a raya a los nobles;
eximió a los campesinos de los servicios personales; introdujo las
mejoras de la época; prohibió la destilación del aguardiente, de que se
hacía gran abuso; permitió, en fin, la libertad de cultos. La Academia,
fundada por él, tuvo insignes maestros; entre ellos Olao Rudbeck sostuvo
que la Suecia fue el primer país habitado y cuna de la civilización. Las
quimeras de Olao Magno sobre la antigüedad escandinava fueron
disipados por Jacobo Wilde, recurriendo a las brujas. Olof de Dalin y
Andrés Botin escribieron la historia patria; Shjöldebrand, Celsio y
Gyllemborg, ensayaron la epopeya; Carlos Linneo se inmortalizó como
botanista, y Swedenborg como visionario. |
1751 |
|
|
|
|
Catalina de Rusia halagó a Gustavo, pero él no abandonaba la idea de
devolver a la Suecia su antiguo esplendor; y cuando supo que la zarina
estaba complicada en la guerra con la Turquía, invadió la Finlandia, y
hubiera ocupado a San Petersburgo si no se hubiesen opuesto los nobles
suecos, siempre ávidos de prevalecer sobre el rey. Domados éstos,
Gustavo acumuló todos los poderes sobre el trono. Uniose a los demás
reyes pasa reprimir la Revolución francesa, pero el coronel Ankarström
lo asesinó en un baile. Había depositado un cofre lleno de escritos, que
no debía abrirse sino cincuenta años después de su muerte; abriose y no
se encontraron en él más que frivolidades. |
1792 |
|
1699 |
De larga paz gozaba todavía Dinamarca bajo Federico IV, que procuró
dar nueva vida al comercio, colonizar la Groenlandia y establecer
Compañías en las Antillas. Más se debió aún a Federico V, quien,
ayudado del ministro Bernstorf, no gran político, pero sí excelente
administrador, hizo prosperar las fuentes de riqueza, señaló una pensión
al poeta Klopstoch, llamó a literatos alemanes y franceses que excitaron
la emulación, mandó a la Arabia al filólogo Michaelis, al naturalista
Forskal, al anticuario Niebuhr y a otros, para que estudiaran aquellos
países y aquellas costumbres. Una sociedad de sabios investigó las
antigüedades prehistóricas y favoreció la cultura en Islandia. |
1730 |
|
|
|
|
1716 |
|
Cristian VII volvió vicioso y exaltado de su viaje por Europa, y puso
toda su confianza en Struensee, prusiano instruido y ambicioso, el cual,
imbuido en las ideas filosóficas, quería de un golpe todas las reformas,
sin tener en cuenta las costumbres del país. Luego el rey, celoso, hizo
prender a su mujer y a su ministro, quien fue condenado a muerte en un
vergonzoso proceso. Confiose el gobierno al príncipe heredero Federico,
quien mandó llamar al ministro Bernstorf; dio nuevo impulso a la
emancipación de los colonos, y sucedió a su padre en 1808. Por
transacción de 1773, el Holstein había pasado a la casa real en cambio del
Oldemburgo. |
|
La Inglaterra se hallaba al frente de toda la política, del comercio y de la
industria, fomentada por el lujo, que aumentaba en toda Europa. Los Tory y
los Whig, lejos de despedazar al país, eran el alma que los alentaba, los
unos impulsando a las mejoras, los otros conteniendo en aplicarlas. La
nueva dinastía arraigó, merced al temor que se tenía a los católicos y a la
convicción de que era necesario optar entre el protestantismo y la
servidumbre. Jorge, acostumbrado a la pequeña corte de Hannover,
fastidiaba a la de un país cuyas artes, Constitución y lengua ignoraba;
castigó atrozmente a los Jacobitas, después de un malogrado proyecto de
desembarco de Jacobo III en Escocia, y se estableció que cada año se
quemara en efigie al Papa y al pretendiente. |
1727 |
Consolidar la casa de Hannover: tal fue el intento del gran ministro
Walpole (1676-1745), mediante la paz de Europa y la alianza francesa;
prudente a veces y temerario otras, hábil en rehuir compromisos amistosos,
excitando a la nación al lucro, comprando descaradamente los votos y
llegando con tal motivo a despreciar a los hombres y a la opinión, supo
afianzar la dinastía y aumentar la influencia de la clase media cuyas
riquezas se habían acrecentado. |
1727 |
Jorge II, pésimamente educado, egoísta y mujeriego, fue sostenido por
su excelente mujer Sofía de Zelt y por Walpole. Adoptó contra éste toda
clase de oposiciones, hasta que consiguió destituirlo, después de
veinticinco años de ministerio. El pretendiente Jacobo Eduardo Estuardo (496)
intentó un nuevo desembarco con subsidios de la Francia, y mediante las
inteligencias esperaba pasar de Escocia a conquistar la Inglaterra, pero fue
vencido en la jornada de Culloden, y murió en Florencia en 1788. |
1745 |
|
Entonces cesó toda idea de restauración, y todos se aplicaron a mejorar
las instituciones internas; en esta obra aparecen los inmortales nombres de
Chatham (497), Grenville, North, Camden, Erskine, Mansfeld, Pitt, Fox,
Burke, Wilberforce, Sheridan y otros. Pitt se alzó oponiéndose a la
corrupción de Walpole; a fuerza de elocuencia, de persuasión y de probidad
llegó a ministro, con carácter inflexible, dispuesto a sacrificarlo todo al
bien de su nación, a fin de hacerla señora del mar y árbitra de la política. Si
la guerra de los Siete Años hubiese durado, Inglaterra se hubiera hecho
dueña de todas las colonias; sin embargo tuvo tiempo para quitar a la
Francia el Canadá, la Luisiana y los bancos de la India. |
1760 |
Hicieron jefe al príncipe de Gales los oposicionistas, los literatos, los
adversarios de Walpole, pero él murió a la edad de cuarenta y cinco años,
dejando un niño que a los veintidós subió al trono con el nombre de Jorge
III; no era éste un hombre de genio, pero no carecía de habilidad, y ya no
podía echársele en cara la usurpación del trono ni el degüello de los
Jacobitas. Disgustados por la corrupción introducida, algunos querían
ampliar la prerrogativa real a fin de que prevaleciese sobre la Cámara de
los Comunes (Bolingbroke, Bute), pero Pitt prefería que Inglaterra creciese
por sus conquistas; y no pudiendo llevar la guerra contra España, cayó del
ministerio y le sucedió el conde de Bute. No consiguió éste extirpar la
corrupción, que había tomado carta de naturaleza; los periodistas lo
atacaron cruelmente, y fueron famosas las anónimas Cartas de Junio, de
inexorable ironía contra los ministros. |
|
|
|
|
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1761 |
|
Fox había sido perpetuo adversario de Pitt y defensor de las ideas
populares; acostumbrado al juego y a los placeres, y querido del pueblo,
fue comprado por Bute. Entonces se alcanzó una reforma importantísima,
que consistió en hacer inamovibles a los jueces. |
|
Entre los Whig sobresalía el irlandés Burke, adversario del filosofismo,
y deseoso de consolidar la Constitución patria, antes que invocarla, como
quería Fox. |
|
Al mismo tiempo que se empeñaban estas útiles luchas del patriciado de
los propietarios con la plebe de los industriales, se realizaban grandes
acontecimientos en América y en Asia. |
|
La Inglaterra había tomado pequeñísima parte en los descubrimientos de
América, y sin embargo adquirió en ella preponderancia. Walter Raleigh (498)
organizó una compañía mercantil que fundó colonias denominadas la
Virginia en honra de Isabel, las cuales conservaron sus libres instituciones
aun durante la revolución inglesa. Allí se refugiaban principalmente los
perseguidos por cuestiones religiosas; sobre todo los católicos, que
fundaron el Maryland, primer país donde se establecieron legalmente la
libertad de conciencia y la paridad de todos los cultos. Los Puritanos se
fijaron en la Nueva Inglaterra y en el Massachusetts (499); y su intolerancia
hizo que otros fundaran las colonias que se llamaron Isla de Rodas, Nueva
Hampshire y Connecticut. De este modo, entre los parciales tumultos de
aquel siglo, crecía inobservada una fundación que fue su acontecimiento
más importante. |
|
Las luchas de los reyes Estuardos con el Parlamento dejaron que las
colonias obrasen como independientes y se coaligaron para defenderse. La
casa de Orange quiso amistarse con ellos por medio de ventajas
comerciales. La Virginia fue el primer Estado del mundo que se formó de
comunidades independientes, esparcidas por un vastísimo territorio y con
el sufragio universal; esta y el Maryland estaban ya bien constituidos, y
resistieron cuando Carlos II quiso obligar a las colonias a no llevar sus
productos más que a Inglaterra y a recibir a los condenados. Del nombre de
aquel rey tomó el suyo la Carolina, para la cual dictó Locke una pobre
Constitución. Este rey cedió un vasto territorio a Guillermo Penn,
fervoroso cuáquero, que estableció en él una colonia tranquila, laboriosa,
modesta como su secta, y fundó a Filadelfia sobre el Delaware. Otras
colonias se fundaron con los pobres de Inglaterra y con los Suizos
(Georgia). |
|
Pensilvania |
|
Pronto las colonias inglesas se batieron con los franceses del Canadá,
uniendo a la guerra la ferocidad de los salvajes. La paz de París aseguró a
los Ingleses el Canadá y la Luisiana, además de las dos Floridas arrebatadas
a España. |
1763 |
|
Como las colonias inglesas no habían sido fundadas por gobierno
alguno, sino por particulares ansiosos de seguridad y libertad de
conciencia, se conservaban libres al estilo feudal inglés; no se mezclaron
con los indígenas como los Españoles, pero trabajaron fríamente para su
destrucción, y nunca vencieron su preocupación contra la raza negra. Eran
insignificantes los impuestos que se pagaban a Inglaterra, la cual sólo
quería todas las ventajas del comercio. Mas como Inglaterra se esforzase en
establecer allí el monopolio, los colonos pretendían que con emigrar no
habían perdido ninguno de los derechos ingleses; habían prosperado mucho
con el espíritu democrático, y se ejercitaban en el gobierno organizando la
administración y la justicia. |
|
Pero cuando después de la guerra de los Siete Años, los Ingleses se
sintieron árbitros de la Europa, aunque faltos de dinero, quisieron imponer
una tarifa sobre las mercancías que las colonias importaban directamente,
como las muselinas de la India y el té de la China. Negáronse a propagarla
los colonos, y como se obstinase el Parlamento, no quisieron recibir
manufacturas inglesas, terrible modo de arruinar a un país que de ellas
vive. Ponderando los derechos, se pensó en la independencia, se formó una
confederación entre las colonias para compensarse recíprocamente de los
daños que sufrieran; el impresor Benjamín Franklin sostenía la razón del
país con artículos y opúsculos, y siéndole adeptos los filósofos de Francia,
conquistaba las simpatías de Europa para la causa americana. |
1764 |
|
Por último, rechazadas las manufacturas inglesas, prohibido el uso del
té y del papel sellado, difundidos los periódicos, plantados muchos árboles
de la libertad, las colonias se juntaron en un Congreso y extendieron una
declaración de sus propios derechos, que veían amenazados por las nuevas
leyes. De nuevo era ministro Pitt (lord Chatham), cuyos consejos hicieron
prosperar a Inglaterra más que las victorias de Marlborough; aconsejaba
que se accediese a la demanda, que se renovasen las leyes humillantes y
que se retirase el ejército de Boston para realizar la reconciliación. Pero
lord North hizo prohibir todo comercio con las colonias rebeldes y mandó a
Gago a combatirlas. Los americanos le opusieron a Jorge Washington, gran
patriota y capitán prudente, que con dilaciones y pequeños hechos de armas
salvó a la patria y la libertad. En un nuevo Congreso fue declarada la
independencia de los Estados Unidos de América. |
|
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1774 |
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Washington |
1776 |
|
Aquella causa se debatía diplomáticamente y en el parlamento, más que
en los campos de batalla; fue vana toda tentativa de conciliación; y la
Francia, deseosa de resarcirse de las humillaciones recibidas de Inglaterra
en la guerra de los Siete Años, reconoció a los Estados Unidos, siendo la
primera en dejar que fuesen voluntarios a batirse allí, como La Fayette;
luego se alió con la nueva república. España unió su flota a la francesa; se
ensangrentaron los mares; el ejército inglés fue hecho prisionero en
Yorktown, y en la paz de Versalles fue reconocida la independencia de los
Estados Unidos. |
|
|
|
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1781 |
|
En éstos no tardaron en formarse partidos; pero la prudencia de
Washington, Franklin, Jefferson y otros excelentes patriotas prevaleció, y
se dio una Constitución republicana, en la cual los diferentes Estados
conservan la soberanía interna con gobernadores respectivos; hay un
parlamento común, al cual cada Estado envía un diputado bienal por cada
48 mil almas y dos senadores sexenales; a la cabeza de todo se halla un
presidente cuaternal [sic]. Así, pues, se tomó de la Constitución inglesa lo
mejor, excluyendo al rey. Así organizados, los Estados Unidos prosperaron
de una manera prodigiosa, sin que en un siglo tuviesen necesidad de
cambiar su constitución, ni siquiera a través de la única guerra habida entre
ellos, guerra desmedida como su prosperidad. |
1789 |
Su primer presidente fue Washington, héroe más grande que los
antiguos y modernos cuya gloria procede de batallas ganadas, de pueblos
sojuzgados y de libertades conculcadas. |
|
La India se conservó hasta nuestros días casi tal como la había
encontrado Alejandro Magno, dividida en muchos principados, uno de los
cuales predominaba. Cuando la invadieron los Árabes fanatizados por
Mahoma, se formaron allí muchas soberanías, que prestaban acatamiento
alcalifa de Bagdad; pero la mayor parte de la India se conservaba libre, con
el panteísmo brahmánico y budista, las castas, las minuciosas
prescripciones. Ni siquiera en los países conquistados se mezclaba el Indio
con el execrado Musulmán. |
|
El puesto más eminente estaba ocupado por el Gran Mogol,
descendiente de Tamerlán, depositario nominal de una autoridad ilimitada.
Las provincias eran administradas en su nombre por gobernadores (Subab)
que a menudo se enseñoreaban de ellas, y después de su autoridad seguía la
de los muchos Príncipes indígenas de antiguo dominio. Pero bajo esta
jerarquía feudal y administrativa subsistía el Común, presidido por un
postel. |
1535 |
Akbar el Grande, que derrotó a los Afganos, invadió a Bengala,
Cachemira y el Sind, y conquistó el Decán, fue el verdadero fundador del
imperio del Mogol, al cual dictó las Instituciones, queriendo además fundir
las diferentes religiones del país en una sola. Abul Geanguir hizo un
camino de 400 millas con árboles, pozos y posadas, y trasladó la capital a
Delhi. Aurengzeb realzó el imperio, con fabulosas riquezas; trató de
deprimir a los Indios con el objeto de favorecer a los Musulmanes, y
gobernó sobre cuarenta provincias que se extendían desde el 35º al 10º de
latitud. Muerto él, se debilitó el imperio, y los rajaes (500) se hicieron casi
independientes. |
|
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1636 |
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Los Seikas, que dominaban entre el Indo y el Jumna, los Afganos, los
Maratas, los Persas con Shah Nadir que había restaurado su imperio,
hacían sucesivamente la guerra al Gran Mogol; pero resultaban más
peligrosos los Portugueses, Holandeses y Franceses que se habían
implantado alrededor. Los primeros habían sucumbido a los Holandeses,
que fundaron establecimientos desde las islas de la Sonda hasta las costas
del Malabar. Diferentes compañías francesas se extendieron también por
aquellos puntos, y principalmente en las islas de Francia y de Bourbon. El
gobernador Dupleix, no contento con que los Franceses fueran
simplemente comerciantes, quiso que fuesen también dominadores, lo que
consiguió sometiendo a 35 millones de habitantes en el Carnate y el Decán. |
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Celosos los Ingleses, se aprovecharon de las disidencias surgidas entre
Dupleix y Labourdonnais, y ocuparon varios países. Después de
memorables y dramáticas vicisitudes (Lally), con la pérdida de Pondichery
termina la dominación francesa en la India, mientras que Inglaterra se
engrandece con el Coromandel y Bengala. Lord Clive, osado y fuerte,
disipó con pocos batallones europeos a los ejércitos indígenas, y obtuvo del
Gran Mogol la investidura (501) de Bengala, Behao y Orixa (502) con 10 millones
de habitantes, que gobernó a su antojo, aparentando que las órdenes
procedían del Gran Mogol. |
1761 |
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Los Maratas, tribu del Decán, originaria de las montañas de Maharat en
el reino del Visapur, eran de la casta de los Vaisías o mercaderes,
suministraban una excelente caballería a los príncipes de la península, y
habían molestado siempre al Gran Mogol. Haider Alí encumbrose entre
ellos a la soberanía; dirigía la guerra con arte y buen éxito; se hizo príncipe
de Misore (503) y Seru y rey de las doce mil islas (las Maldivas). |
1760 |
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Los Ingleses tuvieron entonces que combatir no ya contra Europeos,
sino contra indígenas, y ensoberbecidos ya no disimularon la conquista;
pusieron jueces y administradores ingleses, pensando explotar el país. Esto,
unido a la inmoralidad y corrupción de los vencedores, disgustó a los
indígenas, y todo empeoraba las condiciones de la Compañía, la cual, a
pesar de tantas adquisiciones, no tenía siquiera con qué pagar los intereses.
Esta se componía de accionistas, siendo necesario tener acciones por valor
de 500 libras esterlinas para poder asistir a las sesiones, y por valor de 2000
para poder entrar en la Junta, la cual constaba de un presidente, un
vice-presidente, directores y vocales. Había un gobernador con plenos
poderes en las tres presidencias de Bombay, Madrás y Calcuta; los empleos
eran lucrosísimos, y por tanto en extremo codiciados. Su principal
comerció consistía en telas (calicut (504), indiana, madrás, etc.), y la
Compañía obtuvo que fuese expulsado todo el que traficase sin su permiso. |
Compañía de
las Indias |
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Aunque parezca extraño que el ser capitalista de una sociedad confiera
el derecho de conquistador y legislador, el Parlamento disimuló, mientras
la Compañía proporcionó grandes réditos; pero cuando ésta se halló en los
indicados desórdenes, con una deuda de 220 millones de pesetas, mientras
que el capital no pasaba de 120, el parlamento redujo el dividendo y el
tributo, cambió la organización interior de la Compañía, la cual prosperó
de nuevo; 100 comerciantes regresaban con inmensas fortunas de la India,
país que reducían a la pobreza. Aquel latrocinio no podía ser reprimido por
un representante plenipotenciario que el gobierno tenía allí. Trató de
reformarla el gobernador Hastings, y limitar al mismo tiempo la conquista;
pero pronto tuvo que permitir de nuevo los abusos. Estos fueron
denunciados a la Cámara por Carlos Fox; luego el joven ministro Pitt hizo
adoptar el bill de las Indias, concediendo al rey la elección de los
directores, bajo un secretario de Estado; declarábanse contrarios al honor y
a la política toda conquista y engrandecimiento; las súbditos ingleses
podían ser procesados en Inglaterra por delitos cometidos en la India. |
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1774 |
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Fue acusado Hastings, y su proceso es de los más famosos; Sheridan
desplegó suma habilidad y elocuencia acusándolo; toda Europa tembló a la
descripción de aquellos abusos; pero habiendo durado el proceso del 86 al
96, Hastings fue absuelto. |
1783 |
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Fox, Burke, Sheridan, secundando la filantropía a la moda, impugnaron
a Inglaterra el derecho de conquista en la India, y sin embargo no podía
obrarse de otro modo, pues cada país agregado ponía en contacto con otros,
de los cuales había que asegurarse por medio de la sumisión. Cornwallis,
que fue allí de gobernador con el firme propósito de permanecer en paz,
estuvo en continua guerra, con enormes gastos. |
1802 |
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Era espléndida la situación del gobierno inglés en la India, pero la
administración era espantosa. Todo se encaminaba a explotar a las clases
trabajadoras, mientras permanecían en la inmunidad los Brahmanes, los
mercaderes de la ciudad, las grandes familias musulmanas y los restos de
los nobles indígenas, constituyendo otras tantas clases diferentes, cuyas
costumbres, indolencia y doctrinas no han podido ser modificadas por
británicos odiados o despreciados; de modo que ni la conquista moral ni la
religiosa han empezado todavía, Cornwallis procuró mejorar la condición
de los arrendadores y el sistema judicial, pero no consiguió su objeto. |
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Hasta sobre la costa del Malabar, Haider-Alí buscaba en todas partes
enemigos a los Ingleses y aún más a los Franceses. A este implacable
enemigo sucedió Tippo Saíb, que se creyó destinado por el Profeta a
exterminar a los Nazarenos de la India. Residía en Seringapatnam,
protegiendo las artes y las ciencias, y acogiendo a los Franceses durante la
revolución; pero los Ingleses lo asediaron después con decisión; y él cayó
combatiendo heroicamente. Con la toma del Misore, quedó destruida la
única potencia de que Francia podía esperar cooperación. Quedaban aún
Birmanos (505), Maratas y Afganos, que durante todo un siglo han molestado a
los Ingleses. |
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1783 |
1799 |
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Semejantes acontecimientos excitaron a estudiar aquella antiquísima
civilización, con sus monumentos y sus libros, con sus doctrinas que
precedieron de varios siglos a las europeas y con su lengua de la cual las
europeas son oriundas. A este fin fundó Jones, en 1784, la Sociedad
Asiática de Calcuta, donde se establecieron imprentas, periódicos, jardín
Botánico y academia de medicina. |