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Libro XVII

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257.- Consecuencias de la paz de Utrecht. Felipe V

     El conservar la paz de Utrecht interesaba a todos los que habían sido aventajados en ella, como Inglaterra que vio reconocida su dinastía protestante, consolidado su acuerdo con el Austria y asegurado su dominio en el mar, y en efecto, aquella nación fue árbitra del siglo inmediato. El emperador le debía estar unido como señor de los Países Bajos. Portugal le había cedido todo su comercio con el tratado de Methuan; y ella ganó con subsidios la Saboya y los príncipes de Alemania. La Holanda, que podía rivalizar con ella en el comercio, se reducía a defenderse. La Alemania colocaba a sus príncipes en muchos tronos, pero no aumentaba en importancia. El Austria rompía su unión con España, y la política le elevaba en contra la Prusia y la Rusia. Era también causa de recelo para Austria el Holstein concedido a la Rusia, la cual creció en poder y en influencia. La Francia era reducida a segundo rango, pero defendía las doctrinas filosóficas. En Italia solo quedaba en poder de extranjeros la Lombardía, y cuarenta y ocho años de paz le procuraron bienestar, doctrina y progreso.
     Esta tendencia al positivismo más que al idealismo, a la riqueza más que a la moral, a la fuerza más que a la justicia, redondeando los Estados no según la historia y las conveniencias, sino según los habitantes y las millas de extensión, y disminuyendo los privilegios del clero, de la nobleza y de los cuerpos industriales y judiciales, hacía más absolutos a los Gobiernos, pero los ponía directamente en frente de los pueblos que aprendían sus derechos propios.
     El comercio adquiría suma importancia en la política; las deudas públicas introducían el papel-moneda y los juegos de bolsa. La intolerancia religiosa se perdía en el indiferentismo y en el desarrollo de la literatura filosófica, que se aventuraba a todas las afirmaciones, a todas las utopías sin vacilación, con inmensa fe en sí misma por cuanto aún no había llegado a la época de los desengaños.
     En cuanto al pueblo, la paz no le había atendido, y la ciencia lo tenía en poco; sin embargo, maduraban sus destinos.
   
       Habiendo dejado de ser satélite de la Francia, Felipe V no sabía resignarse a ver desmembrada la monarquía española, y encadenada además por los Ingleses al peñón de Gibraltar. Favorecía al pretendiente de Inglaterra y aspiraba a la regencia del joven rey de Francia, pero no tenía el valor de las grandes resoluciones. Isabel [de] Farnesio, su segunda esposa, instigada por Julio Alberoni, audaz aventurero de Placencia, se propuso regenerar a España, y dar alta colocación a sus hijos. Provisto de armas, dinero y naves, el cardenal Alberoni meditaba hacer a Italia independiente de los Austriacos; conquistada la Sicilia, intrigó con todas las Cortes, aun con la Suecia y la Turquía, hasta que las Potencias amenazadas lo hicieron destituir. Con la paz de Cambray, Felipe renunció a sus pretensiones, pero obtuvo para Carlos, hijo de la Farnesio, los ducados de Parma, Placencia y Toscana; se reconcilió con Carlos VI que se obstinaba en llamarse rey de España, y por último también con Inglaterra, que renunció al comercio de esclavos.
Alberoni
1720




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258.- Francia. La regencia. Luis XV

       Luis XIV dejaba un solo sobrino [sic] de cinco años y medio, bajo la tutela de Felipe de Orleans, el cual dejó que el Parlamento deshiciese gran parte de lo hecho por el rey difunto. Hombre de bellísimas dotes y de enormes vicios, el de Orleans se rodeaba de gente disoluta y espíritus fuertes que se hicieron de moda; lo secundaba el ministro Dubois, cínico, y disoluto, lo cual no le impidió ser nombrado cardenal. La hacienda, que había hallado su ruina en las últimas desventuras del gran rey, iba de mal en peor. Presumió realzarla el escocés Law fundando un banco, que exageró sus operaciones suponiendo que podía sustituirse el dinero con papel y que era ilimitado el poder del crédito. La Francia se embriagó un momento con tales ilusiones, y todo el mundo llevaba su dinero a aquel banco y a una Compañía para el cultivo de los territorios del Misisipí (490); luego todo concluyó con la más desastrosa quiebra, pero después de haber cambiado las fortunas, revuelto las clases en la fiebre del agio, demostrado que puede haber riquezas fuera de las estables, excitado el espíritu de las empresas, y formado buenos hacendistas y banqueros. Pero la situación de la Francia había empeorado; el pueblo estaba más descontento, y había duplicado la deuda, a cuya calamidad se unió la peste de Marsella.
 
 
 
1716
 
 
 
 
 
 
1720
   
1723      Luis XV se había casado con María Lesczynski, hija de Estanislao, rey depuesto de Polonia. Este, a la muerte de Augusto de Sajonia, trató de recuperar su perdida corona mientras las potencias pretendían disponer de ella. Con tal motivo estalló la guerra en la Lorena, en Italia y en el mar; don Carlos de Parma se apoderó de Nápoles y se hizo proclamar rey de las Dos Sicilias; finalmente en la paz se resolvió que Estanislao abdicase el reino de Polonia, recibiendo en compensación la Lorena; el rey de Cerdeña adquirió los territorios de Novara y Tortona; el emperador recibió a Parma y Placencia, que poco tiempo después fueron entregadas a los Borbones, como la Toscana al duque de Lorena.
1738
       El ministro cardenal Fleury, que llegó después de una serie de ministros dilapidadores, buscó la economía hasta la avaricia; adquirió crédito en la diplomacia; aseguró a Francia la Lorena, necesaria desde que poseía la Alsacia y adquirió la Córcega. Esta, mal gobernada por los Genoveses, era infeliz (rey Tedoro) y la asolaron largas guerras, hasta que Génova la cedió a la Francia, que a fuerza de sangre y dinero domó su patriótica resistencia (Pascual Paoli), y se hizo obedecer a fuerza de suplicios.
 
1769
     Luis XV, al llegar a ser mayor de edad, con una esmerada educación y una santa mujer, se abandonó a la corrupción, de amorío en amorío, y sus escándalos dieron el ejemplo de un desenfreno sin rebozo. Mientras tanto cundía la incredulidad; y sin embargo aún se pretendía ser intolerante, persiguiendo a los Jansenistas, y el Parlamento quería dar la norma de la creencias. Sangrientas sátiras mordían al rey y a sus concubinas; y con todo, cuando Damiens atentó a la vida del monarca, la Francia asistió con júbilo al ferocísimo suplicio del regicida, y dio a Luis el título de bien amado.
     La necesidad de dinero desarrolló las doctrinas económicas, de las cuales se formaron dos escuelas: una que consideraba como única riqueza la que procede de la agricultura (Quesnay), y por esto aplicaba a ésta todos los cuidados, si bien le hacía sostener todas las cargas; y otra que favorecía a la industria (Gournay), queriendo que el Gobierno no hiciese más que quitar obstáculos.
     El espléndido ministro Choiseul procuró restaurar la hacienda, pero como no se doblegase a todos los caprichos del rey, fue rechazado y sustituido por Aiguillon. Habiendo el Parlamento procurado adquirir su ambicionada importancia política, Luis declaró que no era más que un tribunal, órgano de la real voluntad. Origináronse protestas, y el rey lo destituyó, sustituyéndolo con el gran consejo que tomó el nombre del gran canciller Meaupon, y contra el cual protestaban los grandes y los abogados, si bien en el fondo se destruyó con esto la venalidad de las magistraturas, y pudieron ocuparlas personas de mérito. Luis murió de viruelas, dejando arruinada la monarquía bajo el cetro de un niño, hijo del difunto Delfín.




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259.- El imperio. La Prusia. Federico II. María Teresa

     Trescientos setenta y seis Estados diferentes constituían el que antes se llamaba Sacro Romano Imperio; 296 participaban de la soberanía. Desde que en 1662 la dieta se había hecho permanente en Ratisbona, no volvieron a presentarse en ella personalmente el jefe ni los príncipes, sino que enviaron sus delegados; por lo demás, los diferentes Estados se regían a su arbitrio, sin código, ni aduanas, ni moneda comunes; tenían pequeños ejércitos con los cuales se comerciaba; y el predominio del Austria los envolvía en guerras extrañas al interés general.
     Carlos VI no atendió más que a hacer reconocer la pragmática sanción, por la cual, muriendo él sin hijos varones, pudiese sucederle su hija María Teresa. Piadoso, culto, amante de la poesía, de la música, de la caza, se perdía en minuciosas exploraciones, en porfías, en tráficos particulares, desconfiando de todo el mundo, hasta de Eugenio de Saboya (1663-1736) que fue su mejor general y ministro, perdió la Lorena, parte del Milanesado y el resto de Italia, combatió con desventaja a los Turcos; y todo lo soportaba con tal de que pasase la pragmática sanción.
Guerra de Sucesión      Apenas hubo muerto, cuando todos los que se la habían garantizado salieron a disputarse la sucesión de María Teresa: los electores de Baviera y de Sajonia como descendientes por línea femenina; la España, en virtud de un convenio de Federico II, pretendía la Hungría y la Bohemia; el rey de Cerdeña quería el Milanesado. Entonces hubo guerra universal; el elector de Baviera fue elegido emperador con el título de Carlos VII; Francia, España, Polonia, Cerdeña, el elector de Colonia, el Palatino, se disputaban algún despojo de la herencia austriaca; los Franceses invadieron la alta Austria; el elector de Sajonia se hizo declarar rey de Bohemia; y con más resolución que nadie procedió Federico II de Prusia.
Prusia      Este reino, sin confines naturales, ni unidad de raza y de lengua, se había formado con la política y la guerra. Sujeto al principio a la Polonia y a los Caballeros Teutónicos, pasó como feudo polaco a Alberto de Brandeburgo, el cual habiéndose secularizado en tiempo de la Reforma, introdujo la confesión de Augsburgo, excluyendo rigurosamente de ella a los Calvinistas. El verdadero fundador de la monarquía fue el gran elector Guillermo, quien de la guerra de los Treinta Años supo sacar ventajas sobre los Suecos y los Polacos, y habiéndose hecho reconocer independiente, pretendió ejercer el despotismo en su país, quitando toda autoridad a los Estados y armando un buen ejército, con el cual derrotó a los Suecos en Fehrbelling; dio asilo a los Franceses que se habían expatriado a causa de la revocación del edicto de Nantes; favoreció las obras públicas y las bellas letras, y dejó un millón de súbditos a su hijo Federico.
 
 
 
1688
     Este trabajó para la fusión de Luteranos y Calvinistas; halagó a los expatriados de Francia; embelleció a Berlín; fundó una academia de Bellas artes, la universidad de Halle y la Sociedad Real de Berlín; en tanto la elegancia era introducida por su mujer Sofía Carlota, discípula de Leibniz y protectora de los poetas. Federico aspiraba ardientemente al título de rey, y a pesar de las protestas de los Potentados, le fue reconocido en la paz de Utrecht.
       Federico Guillermo corrigió el fausto paterno, tuvo la manía de los soldados, queriéndolos altos, hermosos y bien equipados. De esta suerte Berlín, la Atenas de Alemania, se convirtió en Esparta, donde el rey dominaba sin delicadeza, y sin miramientos ni justicia.
 
1713
     Sucediole su hijo Federico II, de veintiocho años de edad, a quien el padre había mirado siempre con ceño porque era estudioso y le repugnaba la brutal obediencia; hasta había querido fusilarlo; pero Carlos VI lo reclamó como príncipe del imperio. Federico se había dedicado a la Filosofía, importada por los prófugos de Francia, halagó a los libre-pensadores y se declaró discípulo de Voltaire; y apreciaba o adulaba tanto a los Franceses, árbitros de la opinión, como despreciaba a los Alemanes. Vio en la sucesión austriaca una ocasión oportuna para engrandecerse, y pretendiendo parte de lo usurpado por el Austria, entró en la Silesia.
       María Teresa excita la compasión y el valor de los Húngaros; cuerpos francos de Croatas y Pandaros ejercen la desastrosa guerra de bandas; se suceden batallas y convenios, hasta que se llega la paz de Aquisgrán, en la cual la Francia cede a Don Felipe, de España el ducado de Parma y Placencia, el rey de Cerdeña adquiere otros países lombardos hasta el Tesino. Carlos VII muere oscuro, y queda elegido Francisco de Lorena, esposo de María Teresa.
1748
 
     Federico II conservaba la Silesia, y adquiría nombre en Europa como filósofo original, de afectada sencillez, insaciable ambición y despótica autoridad. Contando con los votos de los filósofos, redujo la Prusia a monarquía militar, con tal número de soldados, que ninguna Potencia había tenido tantos; combinó la estrategia con la táctica, y estaba empeñado en servirse de ellas en las cuestiones que habían sido acalladas pero no resueltas en la paz de Aquisgrán.
Guerra de los siete años      Por la posesión de La Luisiana rompieron las hostilidades Inglaterra y Francia, y las alianzas que éstas buscaron, destruyeron el equilibrio europeo. Federico II supo hacerse importante y se alió con Inglaterra; María Teresa se acercó a la Francia y de ello nació la guerra, de los siete años. Toda Europa pareció querer reprimir la arrogancia de Federico, que se complacía en encender el fuego, por todas partes; pero él venció en la batalla de Rosbach; se hizo proclamar protector de la libertad germánica contra los bárbaros franceses, austriacos y rusos; movió a la Turquía a molestar a la Rusia. Entre Inglaterra y Francia se concluyó la paz de París, y luego de Hubertsburg entre la emperatriz y el rey de Prusia, renunciando aquella a todas las pretensiones acerca de los Estados de éste; de modo que siete años de estragos dejaron a Europa en el mismo estado que antes.
1757
 
 
1763
 
 
     La gloria de Federico II estaba en su apogeo; en el interior reunió éste tremendas fuerzas, introdujo manufacturas y artes, dio el Código Federico con la obra de Samuel Cocceyo y de Cramer y Suárez, que sin embargo no abolía las leyes consuetudinarias de los diversos países. Político sin conciencia, aunque había escrito el Antimaquiavelo, se reía de la religión como de la filosofía, y hablaba de libertad entendiendo la que tiene el rey de hacer lo que le cuadre.




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260.- Costumbres. Opiniones. Literatura. Filosofía

     Los ejemplos del regente de Luis XV corrompieron las costumbres en Francia: se extendieron los juegos ruinosos, los caballeros de industria, la obscenidad en el teatro, en las artes y en la literatura. La cortesanía se degradaba cada vez más con los príncipes y con las damas que hacían ostentación de libertinaje, y en cuyos salones se distribuían la gloria y la infamia; el esprit prevalecía sobre la verdad y la virtud.
Francmasonería      Propusiéronse sostener la dignidad humana y la libertad política los Francmasones, sociedad que se había fundado en Inglaterra durante la revolución, y de allí se extendió a Francia, donde las logias se hicieron pronto independientes de las inglesas, y donde, habiendo dejado su carácter serio, se aplicaron a las galanterías, a las reuniones de pasatiempo y diversión, al mutuo apoyo para obtener empleos a otras ventajas sociales. Quedaban siempre fines secretos, confiados únicamente a grandes personajes; y como la Francmasonería trabajaba para cambios radicales de la sociedad, la temieron los príncipes y prohibieron las logias, pero con la blandura que se usaba entonces, y contenidos por consejeros que pertenecían a ellas.
     La literatura reflejaba el estado de la sociedad, dada al escepticismo, a la inmoralidad, a la idolatría del ingenio sutil y al afán del triunfo del momento. El esplendor que había adquirido bajo Luis XIV, degeneró en pedantería y fría elegancia. Distinguiéronse Vauvenargues, pensador profundo, y Le Sage, autor del Gil Blas y del Diablo Cojuelo, uno de los últimos que pintaron en vez de describir. Prévost y Marivaux compusieron novelas de mérito; y Pluche fue el distinguido autor del Espectáculo de la naturaleza.
     La persecución hecha a los Protestantes excitoles a escribir libremente acerca de religión y de política, sobre todo en Holanda. Durante la revolución inglesa, muchos habían franqueado los confines de la crítica, hasta impugnar al cristianismo y los dogmas más universales, sustrayendo el pensamiento y la acción a las creencias comunes y a la autoridad ya de los sacerdotes, ya de los reyes, ya del sentido común.
Filosofistas      Enrique Bolingbroke, nutrido de esta incrédula erudición, sostenía que la superstición (con cuyo nombre se designaban todas las religiones) solo había de dejarse al vulgo, librando de ella a las clases elevadas; sostenía que todo era empirismo, y que hasta el espíritu es un objeto físico. Esta ligereza se divulgó en Francia, y halló crédito y secuaces, por cuanto parecía fácil rehacer el corazón y el entendimiento humanos partiendo de datos arbitrarios, afirmando que el hombre se elevó poco a poco del estado salvaje por sus propias fuerzas, y que con éstas puede llegar a un progreso infinito; que le sirven de obstáculo las creencias religiosas; que es inmenso el poder de la palabra, y que con ésta se pueden determinar los sucesos, cambiar las situaciones, y dictar leyes generales.
Montesquieu      El presidente Montesquieu (1689-1755), después de sus Cartas persas, redactó el Espíritu de las leyes, donde quiere hallar la razón y el puesto de las leyes de todos los tiempos, buenas o malas, recogiendo hechos sin crítica, y no viendo más que los accidentes, donde Vico veía generalidades independientes de los casos particulares; suponiendo formadas las civilizaciones por los grandes hombres, mientras que Vico no ve en los grandes hombres más que tipos de la civilización.
     El abate de Saint-Pierre proponía reformas de hombre de bien, pero quiméricas, y soñaba en la paz perpetua.
Voltaire      Voltaire (1694-1778) fue literato de primer orden en sus tragedias, en el poema La Henriada y en sus muchísimas poesías. Uniendo al escepticismo inglés su espíritu agudo y burlón, movió guerra a todas las creencias filosóficas, religiosas y morales, sin fundar ninguna, introduciendo la costumbre de deslizarse sobre todo y no profundizar nada, afirmar francamente sin examen y sin temor de incurrir en errores, reírse de todo y de todos, de amigos y enemigos, de antiguos y contemporáneos. No se dirá que destruyó la moral, por cuanto ya vemos antes corrompidas las costumbres y sacudidas las creencias; siguiendo la corriente, Voltaire quiso agradar; creyó que las generaciones se emanciparían con la relajación de costumbres y la decadencia de las convicciones. Sus novelas tienden a la reforma por vía de la licencia. Sus historias son un conjunto de anécdotas no expurgadas, y dirigidas principalmente contra la autoridad eclesiástica, con erudición que parece vasta por su desfachatez. En el gran proceso de la humanidad, tal como era presentado por Bossuet y por Vico, no vio más que un cúmulo de accidentes, lo que hacía superfluo el estudio de la historia. Otros también la hacen inútil a fuerza de escepticismo, para la cual ya había abierto la brecha Bayle, que en el Diccionario aduce para todas las opiniones igual abundancia de pruebas. Volney llegó a afirmar que no hay certidumbre histórica sino desde que empezaron las Gacetas en Venecia. No se comprendían los tiempos, pues se pretendía parangonarlos siempre con el nuestro, encontrando ridículo o bárbaro todo lo que difería de una civilización convencional.
     No faltaron, sin embargo, historiadores serios, como Rollin, que todo le admira en los Romanos y en los Griegos; como los Padres Maurinos, que coleccionaron las obras de los antiguos historiadores de Francia. Anquetil (Espíritu de la liga) no se eleva, pero se atreve a usar las expresiones de los antiguos cronistas. Boulanger, habiendo estudiado hasta los Orientales, delineó una historia universal. Hénault explicó la historia de Francia por medio de las leyes y las costumbres, y recomendó que se evitase el anacronismo de describir el siglo presente narrando otro. A imitación de su Compendio cronológico se hicieron cuadros, compendios e historias universales, entre ellas las de Mably y de Millot. Reynal se valió de la Historia de las dos Indias, para censurar todas las instituciones y razonar acerca de todo, declamando continuamente contra la perversidad de los hombres y de las cosas. Fréret llevó el examen negativo sobre los Evangelios.
     De todo se servía Voltaire con su asombroso arte de hacerlo todo fácil y comprensible, para mover cuotidiana guerra a la sociedad y a la Providencia, valiéndose hasta de las ciencias, que entonces progresaban en Inglaterra, acumulando los errores más colosales, que no obstante son aceptados todavía como verdades por algún falso erudito. El ábate Guenée (Cartas de los Hebreos) le descubrió una infinidad de errores, y le señalaron otros Nonnotte y Larchos, a quienes él contestó poniéndoles en ridículo.
     Difundíase, pues, la pretensión de saber de todo sin haber estudiado nada. Maupertuis sostiene que la materia es capaz de pensar, pero que existe Dios, y afirma que la naturaleza emplea siempre la menor parte posible de sus fuerzas. Buffon no niega a Dios, pero quiere explicarlo todo por las leyes físicas, generales, necesarias. Bailly adoptó sus hipótesis acerca de la formación del mundo, y deducía la civilización de una Atlántida destruida. Volney registró las ruinas de los pueblos para pedirles testimonio de una antigüedad opuesta a las tradiciones bíblicas. Dupuys buscó el origen de los cultos en las fases de los astros. Cabanis, ilustre médico, pretendió demostrar que el temperamento, las enfermedades, los alimentos dan o quitan virtud y genio.
     Con estas fáciles teorías, negábase el culto a los grandes pensadores, que eran calificados de insípidos o pedantes; reconstituíase la antigüedad, y se vilipendiaba a la Edad Media por dispensarse de estudiarla. Condillac, siguiendo las huellas de Locke, reducía toda la filosofía a sensación, y explicaba el origen de las ideas con la hipótesis de una estatua, a la cual atribuía un sentido después de otro; y esto se llamaba análisis. El barón de Holbac, que reunía a su mesa a los pobres pensadores que querían burlarse de Dios, en el Cristianismo revelado y en el Sistema de la naturaleza redújolo todo con intolerante fanatismo a materia y sensación, no dejando nada inviolado ni en el cielo, ni en la tierra, ni en el corazón del hombre. A estas obras se añadían las Cartas chinas, judaicas y cabalísticas del marqués de Argens; los Vicios particulares en beneficio público de Mandeville; el Espíritu de Helvecio, que sostiene como única moral posible, la moral del interés. Más osado que los otros, Lamettrie celebró al hombre máquina, haciendo de él un reloj movido por las pasiones, una planta que el clima y la digestión convierten en héroe o asesino. Condorcet bosquejó un cuadro de los Progresos del espíritu humano, suponiéndolos ilimitados y augurando un espléndido porvenir. Era infinito el número de los que, con el título de análisis y de experiencia, establecían las hipótesis más vanas sobre el origen del hombre, del mundo, de la desigualdad y del lenguaje. Se pretendía poner remedio al fatalismo de las acciones y al egoísmo, con la ostentación de una filantropía inmodesta y la religión de los hombres honrados.
1750      Voltaire distribuía a todos reputación y gloria, como árbitro de una y otra. Federico II quiso tener de su parte a aquel rey de la opinión, y acogió triunfalmente a su persona y sus adulaciones; pero pronto las dos ambiciones chocaron y se separaron con trueque de ultrajes. Habiéndose retirado a Ferney, junto al lago de Ginebra, Voltaire recibía allí los homenajes de todo el mundo, y de allí mandaba a todo el mundo sus oráculos.
Enciclopedia      Con la Enciclopedia (1759-82) se quiso ordenar las fuerzas divididas, para una batalla campal. Tomaron la dirección Diderot, dramaturgo exagerado, novelista obsceno, moralista ateo; y D'Alembert, ilustre matemático, que empleaba ciencia y lógica en sostener el materialismo. Este escribió el discurso preliminar de la Enciclopedia presentando el cuadro de los conocimientos humanos, cuasi para enorgullecer a la humanidad por lo que había obtenido y añadirle lo que le faltaba realizar. Establecido el árbol de los conocimientos humanos según Bacon, los trabajos eran distribuidos entre muchos escritores, y para obtener cierta uniformidad entre la indisciplinada variedad de talentos secundarios Diderot, y D'Alembert revisaban los artículos; y cuando Diderot quedó solo en la dirección, no vacilaba en alterarlos, a fin de que estuviesen en consonancia con el intento general, que era la guerra al pasado, principalmente al cristianismo, que calificaban de infame.
     La Enciclopedia fue prohibida, con lo cual fue más buscada, y más creída sin examen; obras y opúsculos repetían sus máximas, y la impiedad se difundía con la ligereza. Hasta en Inglaterra se adhirieron a ella genios ilustres, como el historiador Gibbon; en Alemania, periódicos y Universidades seguían su corriente; los que les combatían no se apoyaban más que en una religión natural, en el derecho natural, como Bonnet, Mendelssohn y Jacobi.
Rousseau      A la renegación [sic] del sentimiento quiso oponerse el ginebrino Juan Jacobo Rousseau (1712-78), el cual, mientras Voltaire llevó una vida triunfal, se halló siempre en angustias, descontento de sí mismo y de los demás, receloso de todos, principalmente de los amigos. Después de haberse hecho católico, se volvió incrédulo, filósofo y enemigo de los filósofos, arrostrando la opinión pública, a la cual se sometía. A menudo se halló en la miseria, y por último fue suicida. Su primera disertación tendió a demostrar que el progreso de la cultura corrompe las costumbres. En el Origen de la desigualdad entre los hombres hostiga las instituciones sociales. En el Contrato social supone a los hombres pasando del estado salvaje a la vida civil mediante un contrato cuyas condiciones designa; pero rechazando el craso sensualismo, quiere difundir el sentimiento religioso, el amor a la humanidad, el cuidado de la educación, a la cual tenía por omnipotente. De esta se ocupa de un modo especial en el Emilio. Con su elocuencia y su sentimiento, se granjeó el favor de las mujeres, y conmovió con la novela de la Nueva Eloísa. Espíritu falso y de medianos conocimientos, es un tanto enfático y rebuscado; pero agradaba su modo de moralizar, y hablar de familia y de amor, cuando los escritores no daban muestras de tener corazón; gustaba aquella democrática franqueza en una época de tanta cortesanía, aquel afrontar a los filósofos como cobardes e impostores, cuando todo el mundo se postraba ante ellos, y tratar magníficamente los grandes asuntos para los cuales Voltaire no tenía más que una sonrisa sardónica.
     Su discípulo Bernardino de Saint-Pierre (1737-1814), imaginaba reformas, y al mismo tiempo describía situaciones y afectos sencillos, como en Pablo y Virginia.
     Aquella literatura era toda de polémica y pereció en gran parte, pero quedaron sus efectos: la ambición de creerse superior al pasado y capaz de todo gran mejoramiento; la ligereza en el tratar las cosas más serias; el desprecio del pasado y de la historia, considerada solo como un arsenal, donde cada uno toma las armas que más le convienen. Pocos cultivaban el arte con desinterés y la crítica sin pasión. Celebráronse los Elogios de Thomas, demasiado artificiosos. Marmontel mostró alguna independencia en los juicios literarios; al par que aparece elegantemente tímido La Harpe en su Curso de Literatura, con todas las preocupaciones filosofísticas. Barthélemy estudió la Antigüedad, que desconocían casi todos sus contemporáneos, en su Viaje de Anacarsis, aunque desfigura la fisonomía griega dándole la expresión francesa. Jacobo Delille cantó los Jardines con elegancia, aunque sin fuerza.
     En la tragedia, Ducis fue inferior a Voltaire, pero procuró dar a conocer a Shakespeare. Las comedias de Gresset, de Piron, de D'Harville, y las lacrimosas de Diderot desaparecieron ante las Bodas de Fígaro de Beaumarchais. Rousseau desaprobaba la manera de ser de los teatros, sin exceptuar las obras de Molière, a quienes prefería las morales.




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261.- Filantropía. Ciencias sociales. Mejoras

Derecho      Pretendiendo dar con abstracciones una moral a los hombres y a las naciones, esta filosofía conducía al error y a la nada. El derecho internacional, en la Edad Media, se había apoyado en las doctrinas evangélicas, y los papas cuidaban de que no fuese violado. Después de la Reforma, se pensó en darle otra base, que en suma era el equilibrio de las naciones. Después de la paz de Utrecht, se quiso que hasta el derecho fuese filosófico, con las ideas de la solidaridad universal y de la perfectibilidad; Burlamachi epilogó, refundió y expuso claramente en lengua vulgar las doctrinas de Grocio, Puffendorf y Barbeyrac, sentando la obligación de la felicidad del hombre y de la voluntad de cada individuo, y que siendo imposible este acuerdo, no debe intentarse innovación alguna. Wolf trató el derecho distintamente de la ética, y como consecuencia necesaria de la sociabilidad. Lo popularizó Vattel (1714-67) con el Derecho de gentes, considerando el derecho natural aplicado a las naciones, aunque modificado por la diferencia que existe entre estas y el individuo. No siendo posible a una nación el ejercicio inmediato de la soberanía, es preciso delegar los poderes a representantes.
     Rousseau identifica el derecho con la soberanía, y sostiene que no puede haber ninguna ley obligatoria para el cuerpo popular, el cual nunca puede alienar su soberanía, y si quiere hacerse daño a sí mismo, no puede impedírselo nadie. De este modo niega la razón, el derecho y al mismo Dios.
     Mably difundió y exageró estos conceptos, apoyándolos en la historia, repudiando la propiedad, queriendo la educación en común y la pobreza espartana. Rousseau (1712-78) modificaba el plan de paz perpetua del abate de Saint-Pierre (cap. 260), queriendo que las naciones contrajesen entre ellas un pacto social que evitase las guerras, mediante una confederación que sometiese las cuestiones a un arbitraje. En los demás autores, el derecho va siempre unido a la moral, a la política, a las leyes positivas, hasta que lo aislaron los filósofos kantistas (491). Desde entonces ha sido observado por el lado práctico, es decir, en los tratados y los documentos, como hicieron Hénault, Moser y Martens.
Paz perpetua      Bentham proclamó como única medida del derecho la utilidad, y sobre tal base concibió una paz perpetua con un tribunal arbitral. También la ideó Kant con un congreso permanente, y ya estallaban las guerras que ensangrentaron el siglo.
Economistas      El desorden de la Hacienda y las crecientes necesidades de los gobiernos o de los príncipes, indujeron a estudiar el origen y la distribución de las riquezas. Los Economistas fueron los primeros que sugirieron doctrinales sistemas sobre los impuestos, el lujo y la agricultura. Quesnay (1694-1774) no veía más riqueza positiva que la procedente de la tierra y el producto neto que queda después de pagado el trabajo. Por el contrario, los fisiócratas sostenían con Gournay que, además de la tierra, producen valor nuevo las manufacturas; cada cual conoce su propio interés, mejor que un indiferente, de modo que los reglamentos y las trabas son perjudiciales para la producción. Turgot dividía los operarios en productivos, los agrícolas, y estériles, que sólo producen tanto como consumen.
Smith      El verdadero creador de la ciencia económica fue el inglés Adam Smith (1723-90), el cual proclamó como verdadera riqueza el trabajo, puesto que sin él la tierra no daría fruto. Es rico el que produce o posee cosas que por medio del trabajo son reducidas a utilidades. El valor permutable con el cual puede uno procurarse muchas cosas (un diamante, por ejemplo), es distinto del valor útil, que no puede darse en cambio (el agua). La relación entre dos valores permutables, expresado por moneda, se llama precio, establecido por la renta, por el estipendio del trabajo y por la ganancia del empresario. La riqueza puede crearse, aumentarse, conservarse, acumularse, destruirse, y las clases manufactureras quedan emancipadas del predominio de las agrícolas. Tales doctrinas prevalecieron poco a poco en todas partes.
     Economistas y fisiócratas habían logrado que se fijase la atención en las clases más numerosas y se buscase su mejora. Por tanto, se reformaron leyes y disposiciones; se constituyeron sociedades económicas; se mejoraron los hospitales; Parmentier difundió el cultivo de la patata, se estudiaron las manufacturas y todo lo que contribuía a la salud de las clases productoras; Chaptal aplicó la química a los usos ordinarios; Argan inventó las lámparas de doble corriente; se introdujeron aguas potables y bombas de incendios; se extendió la vacuna para aminorar los estragos de las viruelas, que tantas vidas quitaban (Montagu, Jenner); se educó a los sordo-mudos (De l'Epée) y a los ciegos. Hovard recorrió toda Europa para mejorar las cárceles; Arkwright (1731-92) enseñó el hilado a la máquina; Jacobo Watt (1736-1819) perfeccionó la máquina de vapor, y con Bulton la aplicó a las manufacturas.
     Desplegándose así una bandera con el lema razón y filantropía, se movía guerra al pasado, se quería abolir la pena de muerte; atacábanse los usos particulares en nombre de los progresos abstractos; destruíanse los privilegios; las libertades individuales eran concentradas en un solo punto, y sobre todo se hostigaba a la Iglesia, o a su eterna organización, como un resto de la Edad Media.
Abolición de los Jesuitas      Fue un golpe maestro la abolición de los Jesuitas, que habían sido creados en oposición a la Reforma con reglas menos rigurosas, con la doctrina y la educación, y que al difundirse de una manera prodigiosa, habían dado insignes personajes y gran fruto en ciencias y misiones. Vimos cómo fueron combatidos por los Jansenistas (cap. 236) y en las colonias (cap. 199); el siglo negociante los acusaba de extraer de allí cuantiosas riquezas. Primeramente Portugal les hizo perder sus reducciones del Paraguay; los escritores les hicieron encarnizada guerra con la pluma; las Cortes borbónicas, no contentas con haberlos expulsado de sus Estados, se unieron para pedir y hasta imponer al Papa que los aboliese. Clemente XIV les dio satisfacción.




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262.- Rusia

     A pesar de la perversidad de la corte, la Rusia progresó hasta llegar a ser una de las principales potencias de Europa, que poco antes la consideraba como bárbara.
       La Rusia ocupaba la octava parte de Europa, sobre la cual no contaba más que 20 millones de habitantes, aglomeraciones de gentes muy diversas. Catalina supo suceder a su marido Pedro, guiada por Menzikoff, de quien se cree que dio muerte a Pedro para sucederle, y que luego asesinó a Catalina en cuanto la vio buscar en nuevos amantes un apoyo para sustraerse a su dominio. Quería casar a su hija con el niño Pedro, pero éste murió, y Menzikoff fue suplantado por los Dolgoruki, los cuales hicieron coronar a Ana, imponiéndole pactos que ella aceptó con la intención de violarlos. En efecto, Ana arrojó a los Dolgoruki, y se dejó aconsejar por alemanes, sobre todo por Biren (492). Isabel, hija de Pedro el Grande, consiguió destronarla, haciendo degollar o arrojar a los extranjeros y restablecer los usos patrios. Venerada hasta como cabeza de la Iglesia, no perdonaba suplicios ni relegaciones, y 80 mil personas llenaron de gemidos la Siberia. Voluble en sus liviandades, a medida que cambiaba de amantes variaba de conducta y de política; en tanto, introducía artes, universidades y teatros; adquiría territorio con la guerra; domó a la Turquía; atemorizó a la Suecia; hizo temblar a Federico II, y sujetó a los Cosacos.
 
1727
 
1730
 
Isabel
1741
 
 
 
1762      Destinábase como sucesor a Pedro duque de Holstein, hijo de la primogénita de Pedro el Grande, y le dio por mujer a Catalina, la cual tomó en odio a su joven marido por lo vicioso que era, y secundada por sus amantes, quería truncarle el porvenir.
     Al morir Isabel, le sucedió Pedro III, hombre tosco pero de buen corazón. Dio libertad a millares de contrabandistas y deudores, llamó a los desterrados y se lanzó a reformas importantes, militares y civiles, tomando por modelo a Federico II, y asumiendo el poder secular y el eclesiástico. Excitaba, pues, el descontento que fomentaba Catalina declarándose partidaria de los usos patrios. Estalló una insurrección, en la cual él fue muerto y Catalina proclamada autócrata. La reconoció Europa; ella se deshizo de los Orlof, sus cómplices; se captó las simpatías del pueblo y de los soldados; se hizo amiga de los filósofos de Francia, desposeyendo al clero y dictando gran número de leyes y ordenanzas que no se cuidó luego de hacer observar. Pero, ¿qué importa? Voltaire la elogiaba diciendo que, en adelante, la luz vendría del Norte.
     Atenta a aumentar el imperio, conservaba la amistad de Inglaterra favoreciendo su comercio; minaba a la Francia y al Austria; intimidaba a la Prusia, batía a la Turquía y anudaba relaciones con la China y el Japón.
Polonia      Su víctima fue la Polonia. Ésta había sido la mayor potencia del Norte; pero el incremento de los vecinos y su viciosa constitución interna, unida a las disensiones religiosas, la arruinaron. Cada vacante del trono era ocasión de disturbios y aun de guerras; Rusia, Prusia, Austria y Francia sostenían, ora a uno, ora a otro pretendiente. Después de Estanislao Lesczynski reinó el espléndido Augusto III, que tuvo 344 hijos naturales. En el interregno siguiente, Catalina intrigó a favor de los Czartoriski, e hizo elegir a Estanislao II Poniatowski. Entonces se encarnizaron más que nunca las discordias; intervinieron Rusos y Turcos, hasta que Austria, Prusia y Rusia acordaron repartirse la Polonia. Tocaron a la Rusia los gobiernos de Polozk y Mohileff con 1300000 almas; al Austria la Rusia Roja (Galitzia y Lodomiria) con 3300000 habitantes y las salinas; a la Prusia la Pomerania con 490 mil habitantes, que la ponía en comunicación con el Brandeburgo. Era el primer acto de oficial violación del derecho de gentes, el cual excitó entonces una viva reprobación que no ha olvidado la posteridad.
 
1736
 
1763
1772
     Las demás potencias no hicieron más que protestar débilmente; el Gran Turco Mustafá hizo armas, pero Catalina supo excitarle inquietudes en Asia; los Polacos temblaron; muchos emigraron, y otros se dieron muerte; Estanislao proclamó la Constitución en la desmembrada Polonia, emancipando a las ciudades, introduciendo una ley única, instituyendo el poder legislativo en los Estados, y el judicial en los tribunales, y además fijó la herencia. Pero Catalina lo desconcertó todo, y se propuso borrar del mapa el nombre de Polonia. Entonces se sublevaron los Polacos, y el valiente Kosciusco se puso al frente del movimiento, en tanto que bullía la Revolución francesa. Catalina manda decir que se ha puesto de acuerdo con el Austria y la Prusia para restringir el territorio de la república polaca, para que ésta sea más sabia y pacífica, y no fomente las ideas revolucionarias; Estanislao abdica: la Polonia es nuevamente desmembrada, reducida apenas a 3 millones de habitantes, aunque con la facultad de constituirse a su antojo, y con el libre culto para los católicos. Pero cuando quiere organizarse, se oponen los invasores; Kosciusco, vencido y prisionero, exclama: Finis Polonix. Se hace un tercer reparto, en el cual el Austria obtiene la Cracovia, y la Rusia toma la Curlandia, la Semigalia, Vilna y la Volinia con 1176000 cabezas; la Prusia obtiene 940000.
Estados musulmanes      La Turquía proporcionaba a Catalina otras empresas. Acmet (493) III había perdido muchos países de Europa; sin embargo quitó la Morea a los Venecianos, y Azov a los Rusos. En Persia, con un gobierno despótico sobre poblaciones diversas, los gobernantes se abandonaban a la pereza y a los placeres de los serrallos; sólo Abbas el Grande tuvo cuarenta y dos años de glorioso reinado. Sus sucesores eran manejados por mujeres y por eunucos; entre las discordias, Rusia y Turquía trataban de apoderarse de porciones de territorio persa, y la implacable enemistad entre Sumnitas y Siítas prorrumpía en sangrientos conflictos.
1757      Los Turcos no supieron aprovecharse de las discordias europeas, y sucesivamente hicieron paces y guerras con Rusia y Austria. Reinaba entonces Mustafá III, rígido observador de las leyes, cuidadoso de la literatura, y de buen fondo, aunque hacía ahorcar y descuartizar a los súbditos culpables, como lo permitía la Constitución.
       En los Griegos vivía aún la memoria de la antigua grandeza y el afán de la independencia. En Constantinopla se habían hecho necesarios para la enseñanza y la administración con el título de Fanariotas; otros recorrían mares y puertos como agentes de los Turcos; algunos estudiaban en las Universidades de Italia, y siempre cifraban su esperanza en la humillación de la Turquía. Catalina fomentaba sus disidencias; mandó traidoramente una flotilla a Corona, que tomó a Navarino y alcanzó en Gesmé la primera victoria naval de los Rusos, los cuales penetraron en la Valaquia y en la Crimea, mientras los Griegos se sublevaban en todas partes; los Tártaros de la Crimea quisieron hacerse independientes, y Catalina los confirió como principado a su Orlof. En efecto, fueron reconocidos como tales en la paz de Kainargi (494), concluida entre la Rusia y la Turquía; la Rusia restituyó las islas, la Valaquia y la Moldavia; pero se quedó con Azov y las dos Cabardias y no disimulaba sus intenciones de conquistar el mar Negro, desde el cual podía rendir por hambre a Constantinopla.
1770
 
 
 
 
1774
 
 
 
       Abd-ul-Hamid, sucesor de su hermano Mustafá, encontró vacío el Tesoro, tanto que no pudo hacer a las tropas el donativo acostumbrado. Ya Catalina le preparaba nueva guerra con usurpaciones, con intrigas diplomáticas, y excitando a los Griegos y a los Tártaros de Crimea, en la cual entraron e hicieron estragos los ejércitos rusos, uniéndola luego a la Rusia, que tanto tiempo le había estado humillada. Se dio el título de Táurico a Potemkin, nuevo favorito de Catalina. Este quiso ofrecer a su señora un espectáculo de magnificencia y de mentira. Reunió a orillas del Borístenes un fuerte ejército, y con el arte de los pintores de teatro, hizo representar al país en un estado extraordinario de prosperidad, improvisó casas e iglesias, pintadas en lienzo, a orillas del río que parecían pobladas con los Tártaros traídos a latigazos. De este modo se ofrecía un engañoso espectáculo a la zarina (495) y a los reyes que la acompañaban.
1787
 
1789      Abdul-Hamid se sentía incapaz de resistir a la usurpadora; sin embargo, confiando en la Francia y escuchando las sugestiones de Federico III y de la Inglaterra, rompió las hostilidades para recuperar la Crimea. Catalina se alió con José II de Austria, que guió en persona el ejército, pero fue derrotado perdiendo 100 mil hombres y 300 millones, mientras que prosperaban los Rusos, guiados por el fanático Suwarof. Mas no era fácil abatir a un imperio, a favor del cual se aliaban Prusia, Polonia, Suecia, Inglaterra y Holanda. El Austria hizo la paz de Szistowe, restituyendo cuanto había tomado; después la misma Rusia firmó la paz de Jassy, que señaló por confines de los dos imperios el Dniéster.
1791
1792      Selim III sufrió las consecuencias de la Revolución francesa, que hasta en Turquía dejaba sentir su influencia poderosa.
     Catalina dio organización interior a la Rusia, concedió privilegios a la nobleza; convocaba cada año a los ministros de los diferentes cultos a un banquete de tolerancia; introducía las modas y los libros franceses, ambicionando sobre todo los votos de la Francia, y mostrándose inclinada a las ideas de los enciclopedistas. Según éstos, mandó hacer ella un Código uniforme para las cien razas de su imperio; los filósofos la elogiaron, pero ella dejó sin aplicación el Código. En su reinado de cuarenta años, lleno de acontecimientos, hizo adelantar a los Rusos en saber y cultura más de lo que habían adelantado en un siglo. A las expediciones científicas por ella ordenadas, debemos los importantes trabajos etnográficos de Pallas, Gmelin y Adelung; tuvo comunicaciones con la China; no podía suprimir la esclavitud, pero la moderó según las ideas filantrópicas dominantes.




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263.- Escandinavia

       A medida que se levantaba la Rusia, decaía la Suecia, que había perdido todas sus posesiones del golfo de Finlandia, y se hallaba pobre de hombres y de dinero desde las novelescas empresas de Carlos XII. Para evitar la vuelta de estos males, los nobles quisieron establecer una Constitución oligárquica, que acabó de desquiciar al país quitando autoridad y dignidad al rey, y dando alas a dos facciones, la de los Sombreros y la de los Gorros, los unos partidarios de los Franceses y los otros de los Rusos. Despechado y reducido a la nulidad, el rey Federico de Hesse-Cassel se entregaba al lujo y a los amores. Su cuñado y sucesor Adolfo Federico de Holstein supo conciliarse la amistad de la zarina, y viéndose esclavo de las dietas, abdicó. Sucediole Gustavo III, uno de los reyes más ilustres de su siglo, que parecía ocupado en letras y versos, mientras se preparaba el favor de los soldados y del pueblo, con el cual echó abajo la Constitución para dar otra nueva; tuvo a raya a los nobles; eximió a los campesinos de los servicios personales; introdujo las mejoras de la época; prohibió la destilación del aguardiente, de que se hacía gran abuso; permitió, en fin, la libertad de cultos. La Academia, fundada por él, tuvo insignes maestros; entre ellos Olao Rudbeck sostuvo que la Suecia fue el primer país habitado y cuna de la civilización. Las quimeras de Olao Magno sobre la antigüedad escandinava fueron disipados por Jacobo Wilde, recurriendo a las brujas. Olof de Dalin y Andrés Botin escribieron la historia patria; Shjöldebrand, Celsio y Gyllemborg, ensayaron la epopeya; Carlos Linneo se inmortalizó como botanista, y Swedenborg como visionario.
1751
 
 
 
       Catalina de Rusia halagó a Gustavo, pero él no abandonaba la idea de devolver a la Suecia su antiguo esplendor; y cuando supo que la zarina estaba complicada en la guerra con la Turquía, invadió la Finlandia, y hubiera ocupado a San Petersburgo si no se hubiesen opuesto los nobles suecos, siempre ávidos de prevalecer sobre el rey. Domados éstos, Gustavo acumuló todos los poderes sobre el trono. Uniose a los demás reyes pasa reprimir la Revolución francesa, pero el coronel Ankarström lo asesinó en un baile. Había depositado un cofre lleno de escritos, que no debía abrirse sino cincuenta años después de su muerte; abriose y no se encontraron en él más que frivolidades.
1792
 
1699      De larga paz gozaba todavía Dinamarca bajo Federico IV, que procuró dar nueva vida al comercio, colonizar la Groenlandia y establecer Compañías en las Antillas. Más se debió aún a Federico V, quien, ayudado del ministro Bernstorf, no gran político, pero sí excelente administrador, hizo prosperar las fuentes de riqueza, señaló una pensión al poeta Klopstoch, llamó a literatos alemanes y franceses que excitaron la emulación, mandó a la Arabia al filólogo Michaelis, al naturalista Forskal, al anticuario Niebuhr y a otros, para que estudiaran aquellos países y aquellas costumbres. Una sociedad de sabios investigó las antigüedades prehistóricas y favoreció la cultura en Islandia.
1730
 
 
 
 
1716
     Cristian VII volvió vicioso y exaltado de su viaje por Europa, y puso toda su confianza en Struensee, prusiano instruido y ambicioso, el cual, imbuido en las ideas filosóficas, quería de un golpe todas las reformas, sin tener en cuenta las costumbres del país. Luego el rey, celoso, hizo prender a su mujer y a su ministro, quien fue condenado a muerte en un vergonzoso proceso. Confiose el gobierno al príncipe heredero Federico, quien mandó llamar al ministro Bernstorf; dio nuevo impulso a la emancipación de los colonos, y sucedió a su padre en 1808. Por transacción de 1773, el Holstein había pasado a la casa real en cambio del Oldemburgo.




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264.- Inglaterra. Era de los Jorges

     La Inglaterra se hallaba al frente de toda la política, del comercio y de la industria, fomentada por el lujo, que aumentaba en toda Europa. Los Tory y los Whig, lejos de despedazar al país, eran el alma que los alentaba, los unos impulsando a las mejoras, los otros conteniendo en aplicarlas. La nueva dinastía arraigó, merced al temor que se tenía a los católicos y a la convicción de que era necesario optar entre el protestantismo y la servidumbre. Jorge, acostumbrado a la pequeña corte de Hannover, fastidiaba a la de un país cuyas artes, Constitución y lengua ignoraba; castigó atrozmente a los Jacobitas, después de un malogrado proyecto de desembarco de Jacobo III en Escocia, y se estableció que cada año se quemara en efigie al Papa y al pretendiente.
1727      Consolidar la casa de Hannover: tal fue el intento del gran ministro Walpole (1676-1745), mediante la paz de Europa y la alianza francesa; prudente a veces y temerario otras, hábil en rehuir compromisos amistosos, excitando a la nación al lucro, comprando descaradamente los votos y llegando con tal motivo a despreciar a los hombres y a la opinión, supo afianzar la dinastía y aumentar la influencia de la clase media cuyas riquezas se habían acrecentado.
1727      Jorge II, pésimamente educado, egoísta y mujeriego, fue sostenido por su excelente mujer Sofía de Zelt y por Walpole. Adoptó contra éste toda clase de oposiciones, hasta que consiguió destituirlo, después de veinticinco años de ministerio. El pretendiente Jacobo Eduardo Estuardo (496) intentó un nuevo desembarco con subsidios de la Francia, y mediante las inteligencias esperaba pasar de Escocia a conquistar la Inglaterra, pero fue vencido en la jornada de Culloden, y murió en Florencia en 1788.
1745
     Entonces cesó toda idea de restauración, y todos se aplicaron a mejorar las instituciones internas; en esta obra aparecen los inmortales nombres de Chatham (497), Grenville, North, Camden, Erskine, Mansfeld, Pitt, Fox, Burke, Wilberforce, Sheridan y otros. Pitt se alzó oponiéndose a la corrupción de Walpole; a fuerza de elocuencia, de persuasión y de probidad llegó a ministro, con carácter inflexible, dispuesto a sacrificarlo todo al bien de su nación, a fin de hacerla señora del mar y árbitra de la política. Si la guerra de los Siete Años hubiese durado, Inglaterra se hubiera hecho dueña de todas las colonias; sin embargo tuvo tiempo para quitar a la Francia el Canadá, la Luisiana y los bancos de la India.
1760      Hicieron jefe al príncipe de Gales los oposicionistas, los literatos, los adversarios de Walpole, pero él murió a la edad de cuarenta y cinco años, dejando un niño que a los veintidós subió al trono con el nombre de Jorge III; no era éste un hombre de genio, pero no carecía de habilidad, y ya no podía echársele en cara la usurpación del trono ni el degüello de los Jacobitas. Disgustados por la corrupción introducida, algunos querían ampliar la prerrogativa real a fin de que prevaleciese sobre la Cámara de los Comunes (Bolingbroke, Bute), pero Pitt prefería que Inglaterra creciese por sus conquistas; y no pudiendo llevar la guerra contra España, cayó del ministerio y le sucedió el conde de Bute. No consiguió éste extirpar la corrupción, que había tomado carta de naturaleza; los periodistas lo atacaron cruelmente, y fueron famosas las anónimas Cartas de Junio, de inexorable ironía contra los ministros.
 
 
 
 
 
 
1761
     Fox había sido perpetuo adversario de Pitt y defensor de las ideas populares; acostumbrado al juego y a los placeres, y querido del pueblo, fue comprado por Bute. Entonces se alcanzó una reforma importantísima, que consistió en hacer inamovibles a los jueces.
     Entre los Whig sobresalía el irlandés Burke, adversario del filosofismo, y deseoso de consolidar la Constitución patria, antes que invocarla, como quería Fox.
     Al mismo tiempo que se empeñaban estas útiles luchas del patriciado de los propietarios con la plebe de los industriales, se realizaban grandes acontecimientos en América y en Asia.




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265.- Estados Unidos

     La Inglaterra había tomado pequeñísima parte en los descubrimientos de América, y sin embargo adquirió en ella preponderancia. Walter Raleigh (498) organizó una compañía mercantil que fundó colonias denominadas la Virginia en honra de Isabel, las cuales conservaron sus libres instituciones aun durante la revolución inglesa. Allí se refugiaban principalmente los perseguidos por cuestiones religiosas; sobre todo los católicos, que fundaron el Maryland, primer país donde se establecieron legalmente la libertad de conciencia y la paridad de todos los cultos. Los Puritanos se fijaron en la Nueva Inglaterra y en el Massachusetts (499); y su intolerancia hizo que otros fundaran las colonias que se llamaron Isla de Rodas, Nueva Hampshire y Connecticut. De este modo, entre los parciales tumultos de aquel siglo, crecía inobservada una fundación que fue su acontecimiento más importante.
       Las luchas de los reyes Estuardos con el Parlamento dejaron que las colonias obrasen como independientes y se coaligaron para defenderse. La casa de Orange quiso amistarse con ellos por medio de ventajas comerciales. La Virginia fue el primer Estado del mundo que se formó de comunidades independientes, esparcidas por un vastísimo territorio y con el sufragio universal; esta y el Maryland estaban ya bien constituidos, y resistieron cuando Carlos II quiso obligar a las colonias a no llevar sus productos más que a Inglaterra y a recibir a los condenados. Del nombre de aquel rey tomó el suyo la Carolina, para la cual dictó Locke una pobre Constitución. Este rey cedió un vasto territorio a Guillermo Penn, fervoroso cuáquero, que estableció en él una colonia tranquila, laboriosa, modesta como su secta, y fundó a Filadelfia sobre el Delaware. Otras colonias se fundaron con los pobres de Inglaterra y con los Suizos (Georgia).
 
Pensilvania
       Pronto las colonias inglesas se batieron con los franceses del Canadá, uniendo a la guerra la ferocidad de los salvajes. La paz de París aseguró a los Ingleses el Canadá y la Luisiana, además de las dos Floridas arrebatadas a España.
1763
     Como las colonias inglesas no habían sido fundadas por gobierno alguno, sino por particulares ansiosos de seguridad y libertad de conciencia, se conservaban libres al estilo feudal inglés; no se mezclaron con los indígenas como los Españoles, pero trabajaron fríamente para su destrucción, y nunca vencieron su preocupación contra la raza negra. Eran insignificantes los impuestos que se pagaban a Inglaterra, la cual sólo quería todas las ventajas del comercio. Mas como Inglaterra se esforzase en establecer allí el monopolio, los colonos pretendían que con emigrar no habían perdido ninguno de los derechos ingleses; habían prosperado mucho con el espíritu democrático, y se ejercitaban en el gobierno organizando la administración y la justicia.
       Pero cuando después de la guerra de los Siete Años, los Ingleses se sintieron árbitros de la Europa, aunque faltos de dinero, quisieron imponer una tarifa sobre las mercancías que las colonias importaban directamente, como las muselinas de la India y el té de la China. Negáronse a propagarla los colonos, y como se obstinase el Parlamento, no quisieron recibir manufacturas inglesas, terrible modo de arruinar a un país que de ellas vive. Ponderando los derechos, se pensó en la independencia, se formó una confederación entre las colonias para compensarse recíprocamente de los daños que sufrieran; el impresor Benjamín Franklin sostenía la razón del país con artículos y opúsculos, y siéndole adeptos los filósofos de Francia, conquistaba las simpatías de Europa para la causa americana.
1764
       Por último, rechazadas las manufacturas inglesas, prohibido el uso del té y del papel sellado, difundidos los periódicos, plantados muchos árboles de la libertad, las colonias se juntaron en un Congreso y extendieron una declaración de sus propios derechos, que veían amenazados por las nuevas leyes. De nuevo era ministro Pitt (lord Chatham), cuyos consejos hicieron prosperar a Inglaterra más que las victorias de Marlborough; aconsejaba que se accediese a la demanda, que se renovasen las leyes humillantes y que se retirase el ejército de Boston para realizar la reconciliación. Pero lord North hizo prohibir todo comercio con las colonias rebeldes y mandó a Gago a combatirlas. Los americanos le opusieron a Jorge Washington, gran patriota y capitán prudente, que con dilaciones y pequeños hechos de armas salvó a la patria y la libertad. En un nuevo Congreso fue declarada la independencia de los Estados Unidos de América.
 
 
 
1774
 
Washington
1776
       Aquella causa se debatía diplomáticamente y en el parlamento, más que en los campos de batalla; fue vana toda tentativa de conciliación; y la Francia, deseosa de resarcirse de las humillaciones recibidas de Inglaterra en la guerra de los Siete Años, reconoció a los Estados Unidos, siendo la primera en dejar que fuesen voluntarios a batirse allí, como La Fayette; luego se alió con la nueva república. España unió su flota a la francesa; se ensangrentaron los mares; el ejército inglés fue hecho prisionero en Yorktown, y en la paz de Versalles fue reconocida la independencia de los Estados Unidos.
 
 
 
 
1781
     En éstos no tardaron en formarse partidos; pero la prudencia de Washington, Franklin, Jefferson y otros excelentes patriotas prevaleció, y se dio una Constitución republicana, en la cual los diferentes Estados conservan la soberanía interna con gobernadores respectivos; hay un parlamento común, al cual cada Estado envía un diputado bienal por cada 48 mil almas y dos senadores sexenales; a la cabeza de todo se halla un presidente cuaternal [sic]. Así, pues, se tomó de la Constitución inglesa lo mejor, excluyendo al rey. Así organizados, los Estados Unidos prosperaron de una manera prodigiosa, sin que en un siglo tuviesen necesidad de cambiar su constitución, ni siquiera a través de la única guerra habida entre ellos, guerra desmedida como su prosperidad.
1789      Su primer presidente fue Washington, héroe más grande que los antiguos y modernos cuya gloria procede de batallas ganadas, de pueblos sojuzgados y de libertades conculcadas.




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266.- La India

     La India se conservó hasta nuestros días casi tal como la había encontrado Alejandro Magno, dividida en muchos principados, uno de los cuales predominaba. Cuando la invadieron los Árabes fanatizados por Mahoma, se formaron allí muchas soberanías, que prestaban acatamiento alcalifa de Bagdad; pero la mayor parte de la India se conservaba libre, con el panteísmo brahmánico y budista, las castas, las minuciosas prescripciones. Ni siquiera en los países conquistados se mezclaba el Indio con el execrado Musulmán.
     El puesto más eminente estaba ocupado por el Gran Mogol, descendiente de Tamerlán, depositario nominal de una autoridad ilimitada. Las provincias eran administradas en su nombre por gobernadores (Subab) que a menudo se enseñoreaban de ellas, y después de su autoridad seguía la de los muchos Príncipes indígenas de antiguo dominio. Pero bajo esta jerarquía feudal y administrativa subsistía el Común, presidido por un postel.
1535      Akbar el Grande, que derrotó a los Afganos, invadió a Bengala, Cachemira y el Sind, y conquistó el Decán, fue el verdadero fundador del imperio del Mogol, al cual dictó las Instituciones, queriendo además fundir las diferentes religiones del país en una sola. Abul Geanguir hizo un camino de 400 millas con árboles, pozos y posadas, y trasladó la capital a Delhi. Aurengzeb realzó el imperio, con fabulosas riquezas; trató de deprimir a los Indios con el objeto de favorecer a los Musulmanes, y gobernó sobre cuarenta provincias que se extendían desde el 35º al 10º de latitud. Muerto él, se debilitó el imperio, y los rajaes (500) se hicieron casi independientes.
 
 
1636
 
     Los Seikas, que dominaban entre el Indo y el Jumna, los Afganos, los Maratas, los Persas con Shah Nadir que había restaurado su imperio, hacían sucesivamente la guerra al Gran Mogol; pero resultaban más peligrosos los Portugueses, Holandeses y Franceses que se habían implantado alrededor. Los primeros habían sucumbido a los Holandeses, que fundaron establecimientos desde las islas de la Sonda hasta las costas del Malabar. Diferentes compañías francesas se extendieron también por aquellos puntos, y principalmente en las islas de Francia y de Bourbon. El gobernador Dupleix, no contento con que los Franceses fueran simplemente comerciantes, quiso que fuesen también dominadores, lo que consiguió sometiendo a 35 millones de habitantes en el Carnate y el Decán.
       Celosos los Ingleses, se aprovecharon de las disidencias surgidas entre Dupleix y Labourdonnais, y ocuparon varios países. Después de memorables y dramáticas vicisitudes (Lally), con la pérdida de Pondichery termina la dominación francesa en la India, mientras que Inglaterra se engrandece con el Coromandel y Bengala. Lord Clive, osado y fuerte, disipó con pocos batallones europeos a los ejércitos indígenas, y obtuvo del Gran Mogol la investidura (501) de Bengala, Behao y Orixa (502) con 10 millones de habitantes, que gobernó a su antojo, aparentando que las órdenes procedían del Gran Mogol.
1761
       Los Maratas, tribu del Decán, originaria de las montañas de Maharat en el reino del Visapur, eran de la casta de los Vaisías o mercaderes, suministraban una excelente caballería a los príncipes de la península, y habían molestado siempre al Gran Mogol. Haider Alí encumbrose entre ellos a la soberanía; dirigía la guerra con arte y buen éxito; se hizo príncipe de Misore (503) y Seru y rey de las doce mil islas (las Maldivas).
1760
       Los Ingleses tuvieron entonces que combatir no ya contra Europeos, sino contra indígenas, y ensoberbecidos ya no disimularon la conquista; pusieron jueces y administradores ingleses, pensando explotar el país. Esto, unido a la inmoralidad y corrupción de los vencedores, disgustó a los indígenas, y todo empeoraba las condiciones de la Compañía, la cual, a pesar de tantas adquisiciones, no tenía siquiera con qué pagar los intereses. Esta se componía de accionistas, siendo necesario tener acciones por valor de 500 libras esterlinas para poder asistir a las sesiones, y por valor de 2000 para poder entrar en la Junta, la cual constaba de un presidente, un vice-presidente, directores y vocales. Había un gobernador con plenos poderes en las tres presidencias de Bombay, Madrás y Calcuta; los empleos eran lucrosísimos, y por tanto en extremo codiciados. Su principal comerció consistía en telas (calicut (504), indiana, madrás, etc.), y la Compañía obtuvo que fuese expulsado todo el que traficase sin su permiso.
Compañía de las Indias
 
 
       Aunque parezca extraño que el ser capitalista de una sociedad confiera el derecho de conquistador y legislador, el Parlamento disimuló, mientras la Compañía proporcionó grandes réditos; pero cuando ésta se halló en los indicados desórdenes, con una deuda de 220 millones de pesetas, mientras que el capital no pasaba de 120, el parlamento redujo el dividendo y el tributo, cambió la organización interior de la Compañía, la cual prosperó de nuevo; 100 comerciantes regresaban con inmensas fortunas de la India, país que reducían a la pobreza. Aquel latrocinio no podía ser reprimido por un representante plenipotenciario que el gobierno tenía allí. Trató de reformarla el gobernador Hastings, y limitar al mismo tiempo la conquista; pero pronto tuvo que permitir de nuevo los abusos. Estos fueron denunciados a la Cámara por Carlos Fox; luego el joven ministro Pitt hizo adoptar el bill de las Indias, concediendo al rey la elección de los directores, bajo un secretario de Estado; declarábanse contrarios al honor y a la política toda conquista y engrandecimiento; las súbditos ingleses podían ser procesados en Inglaterra por delitos cometidos en la India.
 
 
1774
       Fue acusado Hastings, y su proceso es de los más famosos; Sheridan desplegó suma habilidad y elocuencia acusándolo; toda Europa tembló a la descripción de aquellos abusos; pero habiendo durado el proceso del 86 al 96, Hastings fue absuelto.
1783
       Fox, Burke, Sheridan, secundando la filantropía a la moda, impugnaron a Inglaterra el derecho de conquista en la India, y sin embargo no podía obrarse de otro modo, pues cada país agregado ponía en contacto con otros, de los cuales había que asegurarse por medio de la sumisión. Cornwallis, que fue allí de gobernador con el firme propósito de permanecer en paz, estuvo en continua guerra, con enormes gastos.
1802
     Era espléndida la situación del gobierno inglés en la India, pero la administración era espantosa. Todo se encaminaba a explotar a las clases trabajadoras, mientras permanecían en la inmunidad los Brahmanes, los mercaderes de la ciudad, las grandes familias musulmanas y los restos de los nobles indígenas, constituyendo otras tantas clases diferentes, cuyas costumbres, indolencia y doctrinas no han podido ser modificadas por británicos odiados o despreciados; de modo que ni la conquista moral ni la religiosa han empezado todavía, Cornwallis procuró mejorar la condición de los arrendadores y el sistema judicial, pero no consiguió su objeto.
       Hasta sobre la costa del Malabar, Haider-Alí buscaba en todas partes enemigos a los Ingleses y aún más a los Franceses. A este implacable enemigo sucedió Tippo Saíb, que se creyó destinado por el Profeta a exterminar a los Nazarenos de la India. Residía en Seringapatnam, protegiendo las artes y las ciencias, y acogiendo a los Franceses durante la revolución; pero los Ingleses lo asediaron después con decisión; y él cayó combatiendo heroicamente. Con la toma del Misore, quedó destruida la única potencia de que Francia podía esperar cooperación. Quedaban aún Birmanos (505), Maratas y Afganos, que durante todo un siglo han molestado a los Ingleses.
 
1783
1799
     Semejantes acontecimientos excitaron a estudiar aquella antiquísima civilización, con sus monumentos y sus libros, con sus doctrinas que precedieron de varios siglos a las europeas y con su lengua de la cual las europeas son oriundas. A este fin fundó Jones, en 1784, la Sociedad Asiática de Calcuta, donde se establecieron imprentas, periódicos, jardín Botánico y academia de medicina.

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