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Curiosa xacara nueva, en que refiere la vida, y lastimosa muerte de doña Inès de Castro, llamada la Garza de Portugal. Y las Magestuosas Exequias con que la honró, despues de su muerte, el Rey Don Pedro de Portugal, con otras particularidades que verá el curioso Letor




   A La Reyna de los Cielos,
que con excelencias tantas
se coronó de Laureles,
para llevarse la Palma.
    Aquella, que Ave Divina  5
se remontó bella Garza
à lo mas alto del Cielo,
donde está colocada.
    Le suplico, que me preste
una pluma de sus alas,  10
para que escrive mi ingenio
la crueldad mas inhumana.
    Y la lastima, que aun lloran,
de bronze, y marmol Estatuas,
en esse Reyno luciente  15
de la Corte Lucitana.
    Nació un Principe famoso,
à quien dió nombre la fama
de cruel, que para serlo
le dieron bastante causa.  20
    Por gusto del Rey su Padre,
con una Infanta de España
casó el Principe Don Pedro
con grandeza soberana.
    Y à Portugal con su Reyna  25
passó por Dama, una Dama,
cuya hermosura, por grande
se igualó con su desgracia.
    Que era Doña Inés de Castro,
ya lo dixe, y esto basta,  30
murió luego en Portugal
la Princesa Castellana.
    Sintió la Corte su muerte,
tanto como le tocava,
y el Principe se portó  35
con grandeza para honrarla.
    Mas sossegada su pena,
que el tiempo todo lo acaba,
al jardín por divertirsse,
salió como lo estilava.  40
    Una tarde, ya tan tarde;
que la noche se explicava,
y el Sol en otro Emisferio,
por entonces alumbrava.
    Dando luz á otras esferas,  45
y no con pequeña causa
pues temió que en el jardin
Doña Inès predominava.
    Y discurriendo sus quadros
hermosas flores, y plantas,  50
llegò à dar vista à una fuente
de una fabrica tan rara.
    Que era taza de Alabastro
con una taza de Plata,
y al Espejo de sus ojos  55
vió reclinado à las aguas,
    Que con los frigidos cristales
al Espejo se mirava,
llegó el Principe à la fuente,
porque el fuego busca el agua.  60
    Y al ver los ojos de Inès;
quedò su vista abrasada,
y à su cariñoso estilo
bolvió Doña Inès la cara.
    Quedòse el Principe elado,  65
y Doña Inès quedó elada,
èl, muy fino enamorado,
y ella fina enamorada.
    Se bebieron los alientos
por los ojos, hasta el alma,  70
el fuego venció la nieve,
y derritiendo la causa,
    Que aprisionava su lengua,
rendido el Principe habla,
palabra le dió de Esposo,  75
prometiendo coronarla.
    Por Reyna de Portugal,
y Emperatriz de su Casa,
y à tan heroìcas promesas,
Inés le recompensava.  80
    Con justo agradecimiento,
y el candido jazmin saca:
dióle la mano de Esposa,
y en fee de mano, y palabra,
    Se casaron en secreto  85
con union tan voluntaria,
que cumplieron el Adagio
de fer dos cuerpos, y una alma.
    Y temiendo que su Padre,
esta union les estorvàra,  90
para que mas se ocultasse
del Real Palacio la saca.
    Aposentando su hechizo,
en una Quinta que estava
convezina del Mondexo,  95
y su Padre que ignorava,
    Los lances que he referido,
tratò luego con Navarra,
atribuyendolo à dicha
el casarle con su Infanta.  100
    Concediòlo el Rey Navarro,
y la Infanta Doña Blanca,
en Lisboa amaneció
una infeliz mañana.
    Llegó la nueva a Don Pedro,  105
quando con zozobra tanta,
fué à visitar su Padre,
el cual le ordena, y la manda,
    Que pues que ha de ser su Esposa
visite à Doña Blanca:  110
obedeciòle Don Pedro,
y recibióle la Infanta.
    Con cariñosos cortejos,
y despues de saludarla,
sentòse el Principe, y luego  115
le dixo aquestas palabras:
    Ilustrissima Señora,
cierto, me holgàra en el alma
escusar vuestro disgusto,
y el mio, por ser y causa,  120
    De los precisos pesares
en que os miro precisada;
mas supuesto que es forzoso
nuestra pena declararla.
    Rompa la voz mi silencio,  125
pues ya no puedo ocultarla;
casé, Señora, en Castilla,
primera vez con su Infanta,
    Por el gusto de mi Padre;
pero pues està notada  130
la dicha de estos principios
passemos à la sustancia.
    Quando mi difunta Esposa
passó a Portugal, de España,
vino assistiendola entonces  135
un Sol en lugar de Dama.
    Una hermosura, un prodigio;
perdoname el alabarla
vuestra Alteza, en su presencia,
que su belleza informarla  140
    Me importa, porque disculpe
temeridades ossadas;
quando advertida conozca
de estos estremos la causa.
    Es en fin, el dueño mio  145
Doña Inés cuello de Garza,
tan Garza, que en su hermosura,
y discrecion remontada.
    Por ser un Cielo, es el centro
de la gloria de mi alma,  150
murió mi Esposa, y nació
de Doña Inés beldad tanta.
    Pues de mis ojos estuvo
hasta entonces ignorada,
vióla mi vista, y perdila,  155
que me la robó su gracia,
    Solicité su hermosura
y favoreció mis ansias,
tanto, que logré la dicha
[que] mas mi amor idolatra.  160
    En fin, Inés es mi Esposa,
y está conmigo casada,
su Esposo soy tan gustoso,
que à mi dicha no se iguala.
    La mayor dicha del mundo,  165
porque es mi dicha muy alta,
y en fin, perdone tu Alteza
mi resolucion estraña.
    Pues sola Inès ha de ser,
en Portugal Coronada:  170
fuesse el Principe, y quedóse
en blanco la triste Blanca.
    Dando à los ojos licencia,
para que tristes lloraran,
las centellas que los zelos  175
en la fragua del amor fraguan.
    Partiose de Portugal,
y el Noble Rey de Navarra,
sintiendo con mil estremos,
el desayre de su Hermana,  180
    Mandó, que al arma tocassen
las Trompetas, y las Caxas,
y sus fuertes Capitanes
se pusiessen en Campaña.
    Con Exercitos valientes,  185
bien alistados en Armas,
hasta vèr de Portugal
la Corona derribada,
    Que para recuperar
el agravio de su Hermana,  190
solo pretende ponerla
por alfombra de sus plantas.
    Sonó el clarin belicoso,
cruxió el parche de las Caxas
poblòse el Campo de Picas,  195
de Mosquetas, y Alabardas,
    Y con ricos Estandartes,
y Banderas tremoladas
le puso sitio à Lisboa,
y temiendo su arrogancia  200
    Pidió el Rey Portugués treguas,
y à sus Consejeros llama,
y puesto en su altivo Trono,
su consejo les demanda.
    Era el uno Egas Coello,  205
y Alvar Gonzalez llamavan
al segundo Consejero:
y el consejo que le davan.
    Fuè, que Doña Inés de Castro
muriesse, pues era causa  210
de las guerras, que su muerte
para la Paz importava,
    El Rey respondió, que no,
que era tiranìa ingrata:
replicaron los traydores,  215
que se arriesgava su fama.
    Y juntamente su vida,
y Corona peligrava,
y en fin, tiranos, y aleves,
tantos riesgos alegavan.  220
    Que se baxó de su Trono
el Rey, dexando firmada
de Doña Inès la sentencia,
que muriesse degollada.
    Al Principe asseguraron  225
en la prision de un Alcazar,
y partieron à Coimbra
donde Doña Inès estava.
    Aqui la mano me tiembla,
aqui la pluma se pàra,  230
aqui el pulso titubea,
y la lengua aprisionada.
    Entre penas, y tormentos,
no pronuncia lo que habla,
le leyeron la sentencia  235
a aquella cordera mansa.
    A aquella que imitó à Abel,
entre el furor, y la saña
de tan ingratos Caines,
y vestida de mil ansias.  240
    Roziaron sus Auroras,
perlas, que en la roxa Nacar
de sus hermosas mexillas
se miraron esmaltadas.
    Llegó el tirano homicida,  245
cubrió su Cielo una vanda,
cortó el ingrato cuchillo
su bellissima garganta.
    Quedó aquella Nieve roxa,
aquella Luna eclipsada,  250
aquel Sol todo nublado,
aquella Luz apagada.
    Aquella Estrella sin rayos,
aquel Luzero sin Alva,
sin Purpura aquella rosa,  255
aquel Clavel sin fragancia.
    Aquel Jazmin despojado,
y sin cuello aquella Garza,
abatidos ya sus buelos,
y remontada su fama.  260
    Murió Doña Inès de Castro,
Dios le dé gloria à su Alma,
y entre hermosos Paraninfos
se eternize colocada,
    Del Principe mas amante,  265
quando supo la desgracia,
los amorosos estremos,
digalos por mi la fama.
    Pues desmintiendo la noche,
con la luz de cien mil hachas  270
le hizo entierro solemne,
desde Coimbra à Alcobazas.
    Donde sobre la Cabeza
puso su Corona sacra,
y luego todos sus Grandes  275
besaron su mano blanca.
    Hizo que todo su Reyno
por su Reyna la juràra,
y à los ingratos traydores,
por las traydoras espaldas  280
    Arrancó los corazones,
porque su culpa pagàran:
emplazado murió el Rey
para dar cuenta tan larga,
    Quedó Doña Inés sin vida,  285
y los traydores sin Alma,
el Principe sin consuelo,
muerto con viva constancia.
    Y quando supo el sucesso,
levantò el sitio Navarra,  290
y humilde pide mi ingenio
perdon de sus muchas faltas.





Barcelona: Por los Herederos de Juan Jolis, en los Algodoneros.



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