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El «Libro de Séneca contra la yra e saña» y su relación con la historia textual de los «Diálogos» de Séneca

Juan Héctor Fuentes

A Pepe, con afecto secritense...

1. Introducción

Uno de los aportes más relevantes de Orduna a la crítica textual hispánica ha sido el otorgar a la historia del texto a editar el estatuto de estemático. Como bien señala,

la historia del texto lograda básicamente en la etapa preliminar es un paso metodológico concurrente con la normativa lograda por Mass, Pasquali, Contini, Avalle, que interactúan como controles operativos para la constitución del estema. Este mismo recibe el aporte de los datos procedentes de la historia del texto, que autorizan muchas veces a reconstruir estadios redaccionales que no podrían inferirse de la mera evaluación de variantes y que permiten una mejor cualificación estemática de los testimonios en un marco filológico muy amplio.

(Fundamentos 214-15)



Esta operación ecdótica se ve duplicada a la hora de editar romanceamientos, ya que a la historia textual de la obra a editar se debe sumar la de la obra que sirvió de punto de partida de la traducción, es decir, la tradición textual del modelo subyacente1.

Partiendo de estos presupuestos, el presente estudio propone enmarcar el Libro de Séneca contra la yra e saña en la historia textual de los Diálogos del filósofo cordobés como premisa necesaria para una adecuada labor ecdótica. El tratado en cuestión es una traducción castellana del De ira, compuesta para el rey Sancho IV en la segunda mitad del siglo XIII. Este romanceamiento reviste una importancia que trasciende los límites de la historia literaria de la Edad Media hispánica, ya que es la primera traducción en lengua romance de una obra senequista (en Francia la primera traducción de una obra de Séneca, las Epistulae ad Lucilium, data de 1310) y, asimismo, el primer tratado estrictamente filosófico compuesto en la variedad románica castellana2.

2. Séneca y el diálogo De ira

Para poder esbozar una historia textual del Libro de Séneca contra la yra e saña es necesario remitirse al proceso de transmisión de modelo latino: el diálogo De ira de Lucio Anneo Séneca.

El De ira es parte de una serie de tratados de Séneca agrupados desde Quintiliano bajo el título de Dialogi, sin que se sepa con precisión la causa, ya que no se ajustan con precisión al modelo dialógico platónico3. Junto con las Consolationes, el De ira marca el comienzo de la carrera filosófica de Séneca. Las obras son próximas tanto por su fecha de composición (entre el 40 y el 43/44 d.C.) como por su objeto: los tres son tratados sobre la pasión -cólera o tristeza, según el caso-, una de las cuestiones axiales de la ética y de la filosofía estoica en general. Las pasiones, reducidas a cuatro desde Zenón -deseo, temor, dolor y placer- (Festa 69), son, para los estoicos, males por excelencia, ya que no tienen realidad propia, proceden de una razón enferma o mal afirmada y quitan la serenidad del alma, origen de la verdadera felicidad. Para Séneca y los seguidores de la Stoa, el único remedio frente a las pasiones era una «terapéutica racional».

El De ira se presenta como un tratado digno de consideración tanto por su extensión como por su carácter exclusivamente filosófico, que brinda una enseñanza de la más estricta ortodoxia estoica. Si bien en el libro primero (I, 1) se dice que la obra fue realizada por inspiración de Novato, hermano mayor de Séneca, el tono general de la misma indica que el destinatario real no era ni un particular ni un simple magistrado: el tratado sería una obra de ocasión, escrita como respuesta a un edicto de Claudio, cuyo recuerdo brinda Suetonio:

Irae atque iracundiae conscius sibi, utramque excusauit edicto distinxitque, pollicitus alteram quidem breuem et innoxiam, alteram non iniustam fore.

(Claud. 38, 1)



[«Percatado de que se dejaba dominar por la ira y la cólera, se excusó de ambas en un edicto y señaló la diferencia que medía entre ellas, prometiendo que la primera sería pasajera e inocua, la segunda justificada»].

(trad. de Bassols de Climent 56)



De esta manera, Séneca, siguiendo la tradición estoica por la cual el filósofo se erige como consejero de monarcas y príncipes, inscribe su obra en un género ampliamente cultivado por aquellos tiempos en Roma: la tratadística de administración o de gobierno. Según Fillion-Lahille, «Le De ira sera, sinon un traité du bon roi, du moins un traité du bon juge, du bonus iudex» (Le De ira 280)4.

3. Difusión de los Diálogos durante la Antigüedad y la Alta Edad Media5

Mientras Roma mantuvo su unidad, las obras de Séneca y, en particular, los Diálogos, tuvieron una amplia difusión, como lo atestiguan las citas de autores de los siglos IV y V, como Ausonio, Amiano Marcelino, Prudencio, Macrobio y Sidonio Apolinar. En el siglo VI, Martín de Braga, considerado «apóstol de los suevos» (ca. 515-579), es autor de un epítome del De ira de Séneca6, en el que omite las cuestiones teóricas, principalmente la polémica con Aristóteles, y mantiene las descripciones externas y efectos de la cólera, y los consejos para combatirla. El fin de la obra es eminentemente práctico. Asimismo, entre el 570-579, tomando como fuente un perdido De officiis de Séneca, compone un tratado que tuvo una amplia difusión en las bibliotecas medievales: la Formula honestae vitae, probablemente el primer manual medieval para la educación de príncipes, dedicado al rey suevo Miro.

El conocimiento directo de las obras de Séneca disminuye notablemente hacia el siglo VII. San Isidoro, el autor más erudito e instruido del siglo, con toda probabilidad no las conoció directamente. Las invasiones árabes (711) acentúan la interrupción en la trasmisión de las obras del filósofo cordobés hasta su recuperación en el siglo XIII.

4. Los Diálogos en el Sur de Italia

La historia del influjo de los Dialogi de Séneca durante el resto de la Edad Media se encuentra estrechamente vinculada a la abadía benedictina de Montecasino. La Crónica de dicho monasterio brinda noticias de cómo, durante el gobierno del abad Desiderio (1058-1087), se copió un buen número de obras de autores cristianos y paganos, entre ellos, Séneca7. Si bien no se especifica la obra copiada y, en teoría, podría haber sido alguna de las genuinas o de aquellas que circularon bajo su autoría, con todo, en este contexto, no sería extraño pensar en los Diálogos: el testimonio manuscrito más antiguo, el codex Ambrosianus C 90 inf., guardado desde 1603 en la biblioteca de Milán que le da su nombre e identificado por los editores como A, fue escrito por una mano beneventana y confeccionado, según la opinión de Loew (71), en el mismo Montecasino8.

Como se ha afirmado, los Diálogos fueron una pieza extremadamente rara en la temprana Edad Media. Salvo una sola excepción, no son citados por los autores que escribieron entre el siglo VII y la segunda mitad del XI. Guaiferio de Salerno o Casinense es el único que incluye en su Passio S. Lucii Pape et Martyris citas del De ira y del De constantia sapientis, de las Consolationes y del De vita beata9. Guaiferio es un reconocido poeta de la escuela del sur de Italia y, hecho más significativo, fue monje en Montecasino durante el gobierno de Desiderio. A partir de referencias textuales, Reynolds («The Medieval Tradition» 357) conjetura que el autor en cuestión bien podría haber utilizado un manuscrito gemelo del Ambrosiano (A) o aun su arquetipo.

Un tercer testimonio de la presencia de los Diálogos en el sur de Italia lo ofrece una carta dirigida a los profesores y estudiantes de la Universidad de Bolonia para consolarlos ante la muerte de uno de sus profesores de Gramática llamado Bene. La carta, fechada en la segunda mitad del siglo XIII, contiene una cita de Ad Polybium:

Verum, quia omnes morimur, et sicut aquae, quea non revertuntur, dilabimur, ac ac testante philosopho, crudelitatem fati aequalitas consolatur10 = ut crudelitatem fati consolaretur aequalitas11 [Mas, porque todos morimos y así como las aguas que no vuelven, desaparecemos, según el testimonio del filósofo, la igualdad (ante la muerte) consuela la crueldad del destino (las bastardillas son del original)].


El autor de la carta, durante mucho tiempo atribuida a Pedro de Blois (ca. 1135-ca. 1204) y a Pier della Vigna (ca. 1190-1249), fue un tal Magister Terrisius, identificado con Terrisio di Atina, que se movió en el mismo círculo que Pier della Vigna y fue profesor de Gramática en la Universidad de Nápoles12.

Para Reynolds («The Medieval Tradition» 369), Guaiferio de Salemo, Terrisio de Atina, y el mismo manuscrito Ambrosiano dejan en claro que los Diálogos fueron asequibles y leídos en el sur de Italia desde el siglo XI. Restringida su circulación al sur de la península itálica, fueron prácticamente desconocidos en el resto de Europa, con lo que se desmoronaría la tesis de una pretendida aetas Anneana entre los siglos XII y XIII (Reynolds «The Medieval Tradition» 359). Las citas de los Diálogos que se encuentran en obras como el Florilegium Morale Oxoniense, el Verbum abbreviatum de Pedro Cantor, el Moralium dogma philosophorum y el Liber consolationis et consilii de Albertano de Brescia, todas ellas de los siglos XII y mediados del XIII, procederían de fuentes secundarias (entre ellas la adaptación del De ira de San Martín de Braga).

5. El «redescubrimiento» de los Diálogos en el siglo XIII

Hacia 1266 el franciscano inglés Roger Bacon (1214-1294) en su Opus tertium anuncia al papa Clemente IV el «redescubrimiento» de un códice de los Diálogos, probablemente en un colegio franciscano de París:

Libros vero Senecae, quorum flores vestrae beatitudini conscripsi, numquam potui inveniri nisi a tempore mandati vestri, quamvis diligens fui in hac parte iam a viginti annis e pluribus13. [Los libros de Séneca, cuya compilación realicé para vuestra santidad, nunca los pude hallar sino hasta después de haber recibido vuestro mandato, aunque en ello fui solícito por más de veinte años (la traducción es mía)].


En sus escritos Bacon continuamente destaca la rareza y la importancia de las obras de Séneca14, especialmente el De ira, y envía al Papa una compilación de los Diálogos con el título de Moralis Philosophia.

Una investigación más detallada obliga a matizar el sentido del «redescubrimiento» de los Diálogos por parte de Roger Bacon como el comienzo de la circulación de los mismos en el resto de Europa, ya que, como se ha visto, en el sur de Italia eran conocidos desde el siglo XI. Asimismo otros autores contemporáneos de Roger Bacon demuestran haber tenido contacto con los Diálogos: en el Epithalamium Beatae Virginis Marie de Juan de Garlandia, escrito hacia 1220-1221 en la Universidad de París, existe una cita directa del De constantia sapientis; Guilberto de Tournai, nacido hacia la segunda década del siglo y muerto en 1284, maestro de teología en París y también franciscano, cita las Epistulae, el De beneficiis y el De Clementia en su De modo addiscendi, obra fechada entre 1264-1268, y los Diálogos, en su De pace, escrito hacia 1275. Juan de Gales († ca. 1285), también contemporáneo y fraile como los anteriores y maestro regente primero en Oxford y luego en París hacia 1282, cita los Diálogos en su edificante Commoniloquium, para cuya composición se habría servido de la misma fuente que Roger Bacon y Guilberto de Tournai: el manuscrito del convento franciscano en París.

A partir del siglo XIII los Diálogos se difunden por el resto de Europa. Los más de cien códices que los conservan, considerados recentiores, fueron agrupados por Reynolds en dos familias principales: b y g15

6. El De ira en la Península Ibérica

La actividad intelectual de la orden franciscana es un elemento clave a la hora de estudiar la difusión de los Diálogos y la llegada a España del manuscrito latino

que habría contenido el texto del De ira, que sirvió de modelo a la traducción del Libro de Séneca contra la yra e saña. Se sabe que durante el siglo XIII y siguientes, los franciscanos españoles frecuentaron París16. Entre ellos se destaca la figura de Juan Gil de Zamora17 († post 1318), que fue estudiante en París entre los años 1272-1278, precisamente en el momento del redescubrimiento de los Diálogos de Séneca por parte de Roger Bacon y del resto de los intelectuales vinculados al convento franciscano de París. A su regreso fue colaborador del rey Alfonso X, quien le encomendó la educación del entonces infante Sancho. Para completar la formación del infante, Gil de Zamora compuso dos de sus obras más importantes, el Tractatus historiae canonicae et civilis sive Liber Illustrium personarum y el Liber de preconiis Hispanie, en el cual mezcló noticias históricas y geográficas con máximas sobre el arte de gobernar. Además mantuvo estrechas relaciones con el futuro rey de Castilla, del cual fue maestro y secretario. La afinidad que mantuvo fray Gil de Zamora con Sancho durante su infantazgo y, luego, durante su reinado, habría llegado a un alto grado de intimidad espiritual, ya que se asegura que el franciscano fue también confesor del futuro monarca (Castro y Castro 108).

Así pues, teniendo en cuenta los estrechos vínculos que mantuvo Juan Gil con la Universidad de París en el momento de efervescencia senequista y luego con el infante Sancho, apodado «el bravo» por su iracundia18, no resultaría extraño que por mediación del franciscano una copia de los Diálogos, sea en su totalidad, sea de manera fragmentaria, hubiese llegado a España en el último cuarto del siglo XIII. Esta hipótesis se ve corroborada por el hecho de que Juan Gil cita pasajes de los Diálogos (De Providentia I, 2.2; 3.3; 12.13) y, específicamente, del De ira (III, 22, 2–5 y 23, 2–3) en su De preconiis Hispanie (III, 6).

La traducción de una obra de Séneca durante el reinado de Sancho IV (1284-1295) es perfectamente congruente con el nuevo modelo cultural de la corte, que se distingue del modelo alfonsí por el abandono paulatino de fuentes orientales y la adopción de fuentes occidentales, especialmente latinas y francesas. Como afirma Orduna sobre el entorno cultural del rey:

esta elite adopta la posición ortodoxa contraria al aristotelismo heterodoxo, condenado por la Iglesia, prefiere la utilización de fuentes clásicas y eclesiásticas, disminuyendo la de fuentes orientales indiscriminadas, y, en la prosa, califica la amplificación y la glosa.

(«Presentación Preliminar» xxiii)



7. Conclusión

Los Diálogos de Séneca, conocidos en el sur de Italia por lo menos desde el siglo XI, comienzan a circular en la escuela de París a mediados del siglo XIII (Reynolds, «The Medieval Tradition» 363). Una vez que el texto fue conocido en este activo centro intelectual, donde otras obras de Séneca desde largo tiempo habían sido leídas y ponderadas, se habría difundido por el resto de Europa. Hacia el último cuarto del siglo XIII una copia del De ira habría llegado a la Península Ibérica y habría servido de modelo para el Libro de Séneca contra la yra e saña. Los franciscanos y fray Juan Gil habrían oficiado de nexos entre París y Castilla, y bien pudieron haber motivado y dirigido la traducción del tratado «terapéutico» estoico preocupados por la salud moral del rey Sancho y, en consecuencia, del bienestar del reino.

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