Fábulas literarias
La abeja y los zánganos
Fácilmente se luce con citar y elogiar a los hombres
grandes de la Antigüedad; el mérito está
en imitarlos
Los dos conejos
No debemos detenernos en cuestiones frívolas,
olvidando el asunto principal
Los huevos
No falta quien quiera pasar por autor original, cuando
no hace más que repetir con corta diferencia lo que
otros muchos han dicho
La avutarda
Muy ridículo papel hacen los plagiarios que escriben
centones
La cabra y el caballo
Hay malos escritores que se lisonjean fácilmente
de lograr fama póstuma cuando no han podido merecerla
en vida
El ratón y el gato
Alguno que ha alabado una obra ignorando quién
es su autor, suele vituperarla después que lo sabe
La lechuza
Atreverse a los autores muertos, y no a los vivos, no
sólo es cobardía, sino traición
El lobo y el pastor
El libro que de suyo es malo, no deja de serlo porque
tenga tal cual cosa buena
El león y el águila
Los que quieren hacer a dos partidos, suelen conseguir
el desprecio de ambos
La mona
Hay trajes propios de algunas profesiones literarias,
con los cuales aparentan muchos el talento que no tienen
El asno y su amo
Quien escribe para el público, y no escribe bien,
no debe fundar su disculpa en el mal gusto del vulgo
El cuervo y el pavo
Cuando se trata de notar los defectos de una obra, no
deben censurarse los personales de su autor
La oruga y la zorra
La literatura es la profesión en que más
se verifica el proverbio: «¿Quién es tu enemigo? El
de tu oficio»
El retrato de golilla
Si es vicioso el uso de voces extranjeras modernamente
introducidas, también lo es, por el contrario, el
de las anticuadas
El té y la salvia
Algunos sólo aprecian la literatura extranjera,
y no tienen la menor noticia de la de su nación
Los cuatro lisiados
Las obras que un particular puede desempeñar por
sí solo no merecen se emplee en ellas el trabajo de
muchos hombres
La urraca y la mona
El verdadero caudal de erudición no consiste en
hacinar muchas noticias, sino en recoger con elección
las útiles y necesarias
Los dos tordos
No se han de apreciar los libros por su bulto ni su tamaño
El cazador y el hurón
A los que se aprovechan de las noticias de otros y tienen
la ingratitud de no citarlos
El sapo y el mochuelo
Hay pocos que den sus obras a luz con aquella desconfianza
y temor que debe tener todo escritor sensato
La rana y la gallina
Al que trabaja algo, puede disimulársele que lo
pregone; el que nada hace, debe callar
El escarabajo
Lo delicado y ameno de las buenas letras no agrada a
los que se entregan al estudio de una erudición pesada
y de mal gusto
El ricote erudito
Descubrimiento útil para los que fundan su ciencia
únicamente en saber muchos títulos de libros
El canario y el grajo
El que para desacreditar a otro recurre a medios injustos,
suele desacreditarse a sí propio
El guacamayo y el topo
Por lo general, pocas veces aprueban los autores las obras
de los otros por buenas que sean; pero lo hacen los inteligentes
que no escriben
El mono y el elefante
Muchos autores celebran solamente sus propias obras y
las de sus amigos o condiscípulos
|
A orillas de un estanque, A tratar de un gravísimo negocio A un congreso de varios animales A una mona Al eslabón de crüel Allá, en tiempo de entonces Arando estaba el buey, y a poco trecho, Atención, noble auditorio, «Aunque las dos picamos -dijo un día Aunque no es bueno el todo Aunque renieguen de mí Aunque se vista de seda Ayer por mi calle Batalla el enfermo Bien habrá visto el lector, «Calla tú, pajarillo vocinglero Cargado de conejos Cerca de una encajera Cierta criada la casa barría Cierto galán a quien París aclama Cierto lobo, hablando con cierto pastor, Cierto poeta Cierto ricacho, labrando una casa Ciertos animalitos, Cobardes son y traidores Convidados estaban a un banquete De frase extranjera el mal pegadizo De Santo Domingo trajo De su jaula un día De sus hijos la torpe avutarda Desde su charco, una parlera rana Diabólica refriega, El águila y el león El fidedigno padre Valdecebro, El té, viniendo del imperio chino, Ello es que hay animales muy científicos En cierta catedral una campana había En cierta ocasión un cuero En el cuarto de un célebre erudito En la orilla del Tajo «En tu presencia, venerable río En un jardín de flores Escondido en el tronco de un árbol Esta fabulilla, Estábase una cabra muy atenta Había en un corral un gallinero; Harta de paja y cebada, Hubo un rico en Madrid (y aun dicen que era Más allá de las islas Filipinas, Mientras de un volatín bastante diestro Mirando estaba una ardilla Mirándose al soslayo Oyendo un tordo hablar a un papagayo, Para pasar el tiempo congregada Pasando por un pueblo Persuadía un tordo abuelo, Por entre unas matas, Prendieron, por fortuna, a un bandolero, Pues, como digo, es el caso Saliendo del colmenar, Si querer entender de todo Si se acuerda el lector de la tertulia «Siempre acostumbra hacer el vulgo necio Siguiendo el son del organillo un día, Sirvió en muchos combates una espada Tengo para una fábula un asunto Tienen algunos un gracioso modo Trabajando un gusano su capullo, Tuvo Esopo famosas ocurrencias. Un gallo, presumido Un mudo a nativitate, Un oso, con que la vida Un pintado guacamayo Vio en una huerta Yo leí, no sé dónde, que, en la lengua herbolaria
|
|