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ArribaActo tercero


Escena I

 

D.ª CLARA, el TÍO PEDRO y BARTOLO.

 
D.ª CLARA
¿Conque, según usted dice,
todavía están jugando?
TÍO PEDRO
Sí, pardiez; y en to[d]o el día
llevan traza de dejarlo.
Pero envidan los doblones 5
como si jueran ochavos.
Ya le [d]igo a su mercé,
yo vengo escandalizao.
Verdá es que nunca he visto
jugar sino acá en el campo 10
a los probes, algún día
de fiesta, la brisca a cuarto.
Pero aquello es divertirse
con cuatro amigos un rato,
y no tirarse lo mesmo 15
que si no jueran cristianos.
BARTOLO
¡Ay, tío Pedro! Si en Madril,
sigún a mí me han conta[d]o,
hay hombre que en una noche...
¿en una noche?... en un cuarto 20
de hora, pierde cuatro veces
más de lo que un hortelano
como yo, con cinco riales,
gana sudando en un año.
TÍO PEDRO
Serán ricotes.
BARTOLO
Se entiende.
25
Y más si tienen vasallos
que se lo ganen.
TÍO PEDRO
Aquéllos,
¿qu'han d'hacer sino jugarlo?
D.ª CLARA
¿Y dice usted que quien pierde
más que todos es mi hermano? 30
TÍO PEDRO
Lo [d]igo porque aunque pierda
la señorita otro tanto,
y lo mesmo doña Ambrosia,
naide paga sino el amo;
y diz que del cuero salen 35
las correas. Supongamos
que el buen marqués a toícos
me los iba ya pelando.
BARTOLO
Éstos así son dichosos
en cuanto ponen la mano... 40
Y el amo y la señorita
como le hacen tanto caso...
No me engañará él a mí,
con todo que soy un macho,
ni a usté tampoco, ¿es verdá, 45
señora?


Escena II

 

Los dichos y D. BASILIO.

 
D. BASILIO
¡Qué es lo que acabo
de ver! No es posible esté
en su juicio mi cuñado.
Ni él ni su hija ni su amiga
saben ya cómo ni cuánto 50
pierden. El marqués se ríe
de verlos precipitados,
los pica, los atolondra;
y ellos se van empeñando
con ansia de desquitarse. 55
¡Qué demencia! Y no es lo extraño
que hayan perdido el dinero
que traían, porque al cabo
será corta cantidad;
mas jugando ya con tantos, 60
nuestra sobrinita, en fuerza
de su genio arrebatado,
se ciega, envida sin tino;
y por un cálculo saco
que con quinientas medallas 65
no pagará don Gonzalo
la pérdida de los tres.
D.ª CLARA
¿Qué dices?
D. BASILIO
Y he reparado
que el marqués no juega limpio.
D.ª CLARA
¿También ésa?
D. BASILIO
Por debajo
70
de la mesa al disimulo
sacaba de cuando en cuando
naipes para completar
el punto de quince...
TÍO PEDRO
¡Rayo!
D. BASILIO
Sin duda en la faltriquera 75
los traía preparados.
D.ª CLARA
No puedo yo consentir
exceso tan temerario
de unos y otros. Allá voy.
D. BASILIO
¿Qué pretendes?
D.ª CLARA
Remediarlo.
80

 (Vase por la izquierda.) 

D. BASILIO
Mi hermano toda su vida
ha de ser un perdulario.
TÍO PEDRO
Aquel señor forastero
que ahora poco ha llega[d]o,
y que usté quiso que entrara 85
a descansar en mi cuarto,
allá se ha quea[d]o solo.
Yo voy a ver si quiere algo.
D. BASILIO
Dígale que volveré
a estar con él; que entretanto 90
se mantenga oculto allí,
y que ya tendré cuidado
de avisarle se presente
aquí cuando llegue el caso.
TÍO PEDRO
Él dijo que a doña Ambrosia 95
es a quien viene buscando.
D. BASILIO
A su tiempo la verá.
Yo me entiendo.
TÍO PEDRO
Pues me marcho.

 (Vase.)  

D. BASILIO
Ya, por fin, el mayordomo
parece que te ha sacado 100
del cuerpo aquel gran secreto.
BARTOLO
Quise al prencipio callarlo,
pero dempués dije: No,
aquí hay algún contrabando;
porque meter doña Ambrosia 105
un papelito dobla[d]o
drento de la faltriquera
de aquel señor mientras tanto
que él y el marqués y el marqués
y él estaban enzarzaos, 110
no, no me dio buena espina,
ni tampoco lo que hablaron,
cuando se jue don Ugenio,
la viuda y el perroquiano.
D. BASILIO
Deja, que con ese aviso 115
luego se pondrán en claro
ciertas cosas.
BARTOLO
Bien pudiera
su mercé dicirme en pago
qué caballero es aquél
que está tan agazapao 120
en el cuarto del tío Pedro,
desque su mercé en el patio
le vido y le habló. ¿Vendrá
a la junción convida[d]o?
D. BASILIO
Ya tendrá su parte en ella. 125
Ve a recoger su caballo.
BARTOLO
Voy corriendo...

 (Hace que se va y vuelve.)  

Mire usté,
yo estaba tras de aquel árbol
cuando el marqués y la viuda...
D. BASILIO
Todo lo sé...
BARTOLO
Es que yo callo
130
muchas cosas...
D. BASILIO
Vete, vete.
BARTOLO
Pero también, cuando hablo, hablo.


Escena III

 

D. GONZALO y D.ª CLARA, que salen por la izquierda. D. BASILIO; y BARTOLO, que habiendo hecho ademán de irse, se queda un poco retirado.

 
D.ª CLARA
No estaba presente yo;
que ya lo hubiera estorbado,
y no te precipitara 135
tu ceguedad en el lazo
que te armaba un hombre astuto.
Bien lo pagas. Pero extraño
contribuyas a que Pepa,
sobre todos sus resabios, 140
se aficione a un juego fuerte,
origen de mil estragos.
D. GONZALO
Cierto que es mucho el dinero
que el marqués nos ha ganado,
mas todo se queda en casa. 145
D. BASILIO
¿Qué cuentas haces, hermano?
D. GONZALO
Como él ha de ser mi yerno,
al ajustar los contratos
eso menos llevará
en el dote.
D.ª CLARA
¡Bien pensado!
150
¿Conque esa boda es segura?
D. GONZALO
Ésa y otra.
D.ª CLARA
¿Cuál?
D. GONZALO
Me caso
con mi amiga doña Ambrosia.
D.ª CLARA
Pero ¿cómo?
D. BASILIO
Pero ¿cuándo?
D. GONZALO
¿Cómo? Queriendo los dos. 155
¿Cuándo? Muy pronto.
D.ª CLARA
¡Gonzalo!
D. GONZALO
Ya te diré los motivos,
que son muy extraordinarios.

 (Reparando en BARTOLO.) 

Pícaro, ¿qué haces ahí?
Él nos estaba escuchando. 160
BARTOLO
No, señor. ¿Lo de esas bodas?
No tengo ya que escucharlo.
Desque he vinío yo aquí
la otra vez con un reca[d]o,
la señora doña Ambrosia 165
y usté no estaban hablando
más que de eso.
D. GONZALO
¡Ea! ¿Qué esperas?
BARTOLO
Si mandan algo...
D. GONZALO
Mandamos
que nos dejes.

 (Vase BARTOLO.) 

D. BASILIO

 (A D. GONZALO.) 

Bien dispones
tus proyectos. Yo oigo y callo; 170
pero sé que en descubriendo
cierto secreto que guardo,
ni tú has de querer ya dar
a tu vecina la mano,
ni mi sobrina al marqués. 175
D. GONZALO
¿Cómo así?
D. BASILIO
No lo declaro
por ahora. Lo sabrás
dentro de muy breve rato
cuando estén juntos aquí
todos los interesados. 180

 (Vase.) 

D. GONZALO
¡Buenos misterios!
D.ª CLARA
Escucha.
¡Que seas tan insensato!
¡Que no consultes las cosas!
¡Y que tengas tan cerrados
los oídos para todos 185
los que bien te aconsejamos!
¡Sólo doña Ambrosia puede
contigo! ¡Sólo el incauto
proceder, el mero antojo
de una niña y sus disparos 190
han de ser la ley, la norma
de tu conducta!
D. GONZALO
He soltado
una palabra al marqués,
otra a doña Ambrosia, y me hallo
en precisión de cumplirlas. 195
D.ª CLARA
Eso es, pundonor exacto
en el cumplimiento de ellas;
y en darlas, ningún reparo.
Tu hija y su amiga son locas.
D. GONZALO
¡Vaya, que te has levantado 200
hoy de malísimo humor!
Pero, hermana, hablemos claros.
Ya que tachas sus acciones
y las mías,

 (Bajando la voz.) 

por lo bajo
te prevengo que reformes 205
las tuyas.
D.ª CLARA
Y yo, por alto,
respondo que no podrás
hacerme ni un leve cargo.
D. GONZALO
Uno y gordo.
D.ª CLARA
Será injusto.
D. GONZALO
Meta cada cual la mano 210
en su pecho. Todos tienen
por qué callar. Pues ¿acaso
que Pepa quiera al marqués
es algún delito raro?
¿No son solteros? Pues todo 215
se compone con casarlos.
Pero tú, que das lecciones
de cordura y en tu estado,
ya ves que tanta amistad
con don Eugenio da campo 220
para que las gentes crean...
D.ª CLARA
Creerán lo que es muy falso.
Faltara conversación
divertida en los estrados
si la malicia dejase 225
de suponer que en el trato
de personas de dos sexos
hay siempre algún fin dañado.
¿Mujer y tener amigo?
No se ve ya ese milagro. 230
¿Hombre y amiga? Imposible.
¿Quién la trata más? Fulano.
Ése es el cortejo, amante,
galán, pique, mueble, trapo.
Y porque cuatro indiscretas 235
o fáciles han cobrado
la opinión que doña Ambrosia
y la que desde hoy presagio
cobrará también tu hija,
si no se precave el daño, 240
¿han de perder su buen nombre
las mujeres de recato?
D. GONZALO
Pero poco a poco, hermana.
Mi juicio no es temerario;
y si lo he de decir todo, 245
cuando dos se hacen regalos
como un reloj, verbigracia,
para que el enamorado
sepa a qué hora fue dichoso,
o un bolsillo muy profano 250
con sus letras... Ya me entiendes.
D.ª CLARA
Lo entiendo, y no satisfago
a indignas reconvenciones.
Bolsillo y reloj son ambos
dones míos, y con ellos 255
celebro mucho haber dado
a don Eugenio una muestra
de cordial afecto.
D. GONZALO
Estamos
de la otra parte. ¿Qué más,
si el reo canta de plano? 260
D.ª CLARA
En público lo diré,
y sin el menor empacho.
Pero sólo he de dar cuentas
a mi esposo, no a un hermano
que con sospechas inicuas 265
hace el más sensible agravio
a una hermana que se precia
de tener muy bien sentado
su crédito en esta parte.
No es posible que vivamos 270
unidos. Bien dije que era
inútil reconciliarnos.
Ya que con tan poco honor
piensas de mí, lo acertado
será no volver a vernos. 275
Mi único fin, mi conato
era impedir el desorden
de tu casa. Ya no es arduo
mi empeño, es inasequible
si algún pronto desengaño 280
no te escarmienta; y así,
¿de qué sirve incomodarnos?
Da esa madrastra a tu hija;
goce en propiedad el mando
la que tanto abusa de él 285
teniéndole de prestado.
Ese charlatán viajante
sea, pues, depositario
de tu confianza y bienes.
Ambos te darán el pago. 290
Yo me vuelvo a mi retiro.
D. GONZALO
No, Clara, no.
D.ª CLARA
Sí, Gonzalo.


Escena IV

 

D.ª CLARA, D. GONZALO y D. EUGENIO.

 
D. EUGENIO
Me pesa mucho de hallar
a ustedes así altercando.
Haya paz, buena armonía. 295
Pero ya veo que valgo
muy poco con el señor
desde que ha desconfiado
de mi verdad y honradez.
¿Ninguno de mis descargos 300
ha de poder convencerle?
D. GONZALO
Ya he dicho que suspendamos
eso para otra ocasión.
D. EUGENIO
Mi crédito está empeñado,
y antes de veinte y cuatro horas 305
ofrezco ponerle en salvo.
Tengo amigos que me abonen,
y el primero es su cuñado
de usted.
D. GONZALO
¿Don Basilio? Vaya.
Sea enhorabuena que ambos 310
se lleven bien, y uno a otro
se favorezcan.
D.ª CLARA
Al caso.
D. EUGENIO
Entregaré puntualmente,
al instante que volvamos
a Madrid, el principal 315
que usted ha depositado
en mi poder.
D. GONZALO
Eso.
D. EUGENIO
Y luego
espero probar que es falso
aviso el de que padezca
mi fábrica menoscabo; 320
porque esa voz, difundida,
puede causarme un quebranto
verdadero.
D. GONZALO
Bien está.
sí, sí, los cuartos, los cuartos.
Todo lo demás es paja. 325
D.ª CLARA
¡Que así procedas, hermano!
Te conocí generoso;
ya no lo eres.
D. GONZALO
Me he mudado
lo mismo que las juiciosas
que han estado edificando 330
con su virtud y después,
alborotadas de cascos,
hacen lo que muchas locas
de quienes murmuran tanto.
Ustedes tendrán que hablar. 335
A lo menos no sirvamos
de estorbo. Adiós.

 (Vase por la puerta de enfrente.) 

D.ª CLARA
No es el genio
de este hombre inconsiderado
para mi formalidad.
Aquí se viene acercando 340
otro que tal, el marqués.
Voyme, porque sin enfado
no puedo ya resistir
su parola y su descaro.
 

(Vase D.ª CLARA por la derecha; y sale el MARQUÉS por la izquierda deteniendo a D. EUGENIO, que hace ademán de irse con D.ª CLARA.)

 


Escena V

 

El MARQUÉS y D. EUGENIO.

 
MARQUÉS
Don Eugenio, una palabra. 345
Celebro haber arribado
a tiempo de hallarle solo.
¿Qué entendió usted decir cuando
le hizo ver aquellos versos
doña Ambrosia? Es necesario 350
que en un pequeño detalle
me lo explique.
D. EUGENIO
Precisado
a dar mi dictamen, dije
no estaban en castellano.
MARQUÉS
Fue un insulto.
D. EUGENIO
¿Contra quién?
355
MARQUÉS
Contra el autor.
D. EUGENIO
No constando
su nombre, a nadie ofendí.
Censuré unos versos malos,
y no más.
MARQUÉS
Pues yo los hice.
D. EUGENIO
Lo siento, mas no retracto 360
mi opinión.
MARQUÉS
¿A mí que soy
académico honorario
de los Árcades de Roma?
¿A mí, que entre ellos me llamo
Holocosmo Girabundo? 365
Necesito un desagravio
de ultraje tan revoltante...
Pero estamos desarmados.
D. EUGENIO
Aun no estándolo, no riño
por debates literarios. 370
MARQUÉS
Pues bien, señor. Yo por todo
lo que me afecta me bato.
D. EUGENIO
No lo merece este asunto.
MARQUÉS
Yo tuve por igual caso
con un milord, que era inglés, 375
un duelo de los más raros.
D. EUGENIO
Siendo lord, supongo no era
ruso, alemán ni polaco.
Pero él hizo mal; pues nunca
dicta el pundonor al sabio 380
que enmiende con el acero
lo que la pluma ha pecado,
y a la fuerza de razones
oponga fuerza de brazos.
MARQUÉS
Haré público este duelo, 385
y que usted no le ha aceptado.
D. EUGENIO
Enhorabuena. Sabrán
que conservo el juicio sano;
que no tocan al honor
cuestiones sobre vocablos, 390
las cuales, no con la espada,
con los libros en la mano
se aclaran. A esto me obligo,
a este desafío salgo.
MARQUÉS
Muy bien va. Disputaremos 395
por escrito.
D. EUGENIO
Presentando
usted sus versos, diré
en qué fundo mis reparos.
MARQUÉS
Y yo haré respuesta.
D. EUGENIO
Entonces
nombraremos tres o cuatro 400
jueces hábiles.
MARQUÉS
De acuerdo.
Me pico de literato
como cualquiera. Con todo,
pretendo que nos batamos,
porque tengo otros motivos... 405
D. EUGENIO
Si son otros, explicarlos.
MARQUÉS
Usted sabe que Pepita
es ya mía.
D. EUGENIO
Si ese caso
ha llegado, no me consta.
MARQUÉS
Pero está ya contratado 410
nuestro enlace.
D. EUGENIO
No lo ignoro.
MARQUÉS
Y usted quiere, sin embargo,
seducirla.
D. EUGENIO
Aconsejarla.
MARQUÉS
Es menester decidamos
este punto.
D. EUGENIO
Ella es quien puede
415
decidir. De su labio
ha de salir la sentencia.
La espada no puede darnos
dominio en su corazón,
porque es acto voluntario 420
en ella elegir aquel
que halle digno de su agrado.
Si juzga que no lo soy,
¿con reñir lo seré acaso?
Dando muestras de valiente, 425
las diera de temerario;
y al fin siempre quedaría
igualmente desairado.
Aquí viene.
MARQUÉS
Ella no duda
de la preferencia entre ambos. 430


Escena VI

 

El MARQUÉS, D. EUGENIO, D.ª PEPITA y D.ª AMBROSIA.

 
D.ª PEPITA
¿Qué es esto? ¿De preferencia
se disputa? Es excusado,
señor don Eugenio mío,
que usted se dé malos ratos.
Desde ahora para siempre 435
protesto, juro y declaro
que un hombre que galantea
como en duda y al soslayo,
poniendo mil cortapisas
y haciéndose el delicado, 440
reformador de costumbres,
serio dictador romano,
me choca y me chocará
eternamente. No me hablo
con quien no tome el amor 445
bien a pechos y a destajo.
Yo con el marqués me entiendo.
¡Ea! Ya está echado el fallo.
D. EUGENIO
Las voluntades son libres.
D.ª PEPITA
Mucho, y la mía más.
MARQUÉS
¡Bravo!
450
D.ª PEPITA
Lo dicho, dicho.
D.ª AMBROSIA
Adelante,
¡y viva ese aire de taco!


Escena VII

 

Los dichos y D. BASILIO.

 
D.ª PEPITA
Sépalo el tío, la tía,
mi padre y todos. No me ando
en contemplaciones.
D. BASILIO
¡Pepa!
455
¿Contra quién te enojas tanto?
D. EUGENIO
Contra mí. Ya éste es negocio
concluido.
MARQUÉS
Y yo he triunfado
por la obligante indulgencia
de esta beldad, cuyo encanto 460
hace hoy la felicidad
de mi vida.
D. BASILIO
¿Y has pensado
maduramente?
D.ª PEPITA
Ya sé
de memoria cuantos cargos
tienen ustedes que hacerme. 465
MARQUÉS
A maravilla. Yo parto
a informar de un tan brillante
fortunón a don Gonzalo.

 (Al tiempo de irse, retrocede y continúa.)  

¡Ah, doña Ambrosia! ¿Y mis versos?
Usted los tendrá guardados. 470
D.ª AMBROSIA

 (Sacando unos cuantos papeles.) 

Aquí están.
MARQUÉS
Si usted se toma
la molestia de entregarlos
al señor, él hará de ellos
un crítico comentario
que ha ofrecido. Imprimiré 475
la respuesta que preparo,
y la han de dar los jornales
extranjeros mil aplausos.

 (Vase.)  

D.ª AMBROSIA

 (Reconociendo los papeles, y revolviendo las faltriqueras de las cuales va sacando otros.)  

No parecen estos versos.
Ellos estaban mezclados 480
con los papeles que sabes,
Pepita... Aquéllos...
D.ª PEPITA
Ya caigo.
Es finísimo el marqués.

 (A D. EUGENIO.) 

Sepa usted que me ha entregado
los billetes amorosos 485
de las damas que aceptaron
sus obsequios en Italia,
y en Nápoles y otros varios
países.
D. EUGENIO
Si usted supiera,
según mis consejos, algo 490
de geografía, nunca
pensara que está situado
Nápoles fuera de Italia.
D.ª PEPITA
Poca erudición. Al grano.
Ello es que el marqués...
D.ª AMBROSIA
No doy
495
con tales versos.
D.ª PEPITA
Buscarlos.
Ayude usted, don Eugenio.
D. EUGENIO

 (Tomando y reconociendo algunos de los papeles.)  

A ver éste. Es italiano.
Éste, francés. También éste.
D.ª AMBROSIA
¿A que no los encontramos? 500
D. EUGENIO
Aguarde usted... Ésta es letra
del marqués... En castellano
está el papel... Pero es prosa...
y borrador... ¡Oh, qué hallazgo!

 (Lee:)  

«Señor don Gonzalo de Medina Muy señor mío: Aunque no tengo el honor de conocer a usted sino de reputación, la probidad me exhorta a comunicarle...»

Así empezaba la carta 505
que recibió don Gonzalo.
D. BASILIO
Sí; la letra es del marqués.
Ya se descubrió el arcano.
D.ª AMBROSIA
Será otra carta.
D. EUGENIO
La misma.
D.ª AMBROSIA
O copia que le habrá dado 510
don Gonzalo.
D. BASILIO
Es borrador.
D. EUGENIO
Y estotro, si no me engaño,
el de la carta que hallé
en mi bolsillo. Leamos:

«Señor don Eugenio de Lara
Muy señor mío: Yo me hago un deber de hacer saber a usted que en la fábrica que tiene en esta villa...»

Todo es suyo, hasta el lenguaje. 515
Don Basilio, estoy pasmado.
D. BASILIO
Yo no; porque desde luego,
y ya ve usted que no en vano,
malicié que en este embrollo
andaba el marqués.
D.ª AMBROSIA
A espacio.
520
Vengan esas cartas.
D. BASILIO
No,
perdone usted. En mis manos
están bien depositadas.
Son útiles y las guardo.
D.ª AMBROSIA
Mire usted que así lo pide 525
una dama.
D. BASILIO
No la falto
al respeto en lo demás,
pero en esto es necesario
no la obedezca, pues debo
salvar luego con tan claros 530
documentos la inocencia
de este caballero honrado.

 (Vase.) 

D.ª PEPITA
Yo no entiendo este embolismo.
D.ª AMBROSIA
Es un lance extraordinario
acá para entre nosotros. 535
D. EUGENIO

 (Volviendo todos los papeles a D.ª AMBROSIA, menos uno.)  

Ya no nos hacen al caso
estos papeles.
D.ª PEPITA
¿Qué tal?
D. EUGENIO
No me importa examinarlos.
Al fin, aquí ha parecido
el que estábamos buscando. 540
D.ª PEPITA
¿Las coplas?
D. EUGENIO
Cierto. Aunque escribe
el marqués versos tan malos,
su prosa es mucho peor.
D.ª AMBROSIA
Don Eugenio, no partamos
de ligero. Podrá dar 545
el marqués tales descargos.
D. EUGENIO
Ninguno habrá suficiente.
D.ª PEPITA
¿Me dirán ustedes cuándo
dejan la conversación?
Yo en eso no entro ni salgo. 550
Señor mío, a nuestro asunto.
He dicho a usted que a mi lado
cuanto menos tiempo gaste
será lo mejor.
D. EUGENIO
Mi engaño
ha cesado ya, señora. 555
Ya la excusaré el cansancio
de oír mis exhortaciones.
Que usted haya despreciado
mi obsequio y buena intención
me es sensible; pero gano 560
a costa de este desaire
un gran bien, averiguando
no seríamos felices
con genios tan encontrados.
Conocerlo tan a tiempo 565
nos asegura el descanso.
¡Ay de otros a quienes llega
más tardío el desengaño!
D.ª PEPITA
¡Muy bien exclamado! Ahora
pudiera usted decirme algo 570
de aquello de falsa, aleve,
ingrata, homicida... ¡Vamos!
D. EUGENIO
¿Yo injuriar a quien me saca
de un error? Bien al contrario;
rendidas gracias la doy 575
por favor tan señalado.
Señora, a los pies de usted.
D.ª PEPITA

 (Remedándole.) 

Señor, beso a usted las manos.

 (Vase D. EUGENIO.) 

D.ª PEPITA
Por esta vez me parece
que no lleva mal despacho. 580
D.ª AMBROSIA
Te portas. Pero, amiguita,
me tiene con sobresalto
el grandísimo descuido
del marqués. ¡No haber quemado
aquellos dos borradores! 585
¡Mal negocio! ¡Y por qué tanto
los fue a mezclar con los otros
papeles!
D.ª PEPITA
Pues bien. Al cabo,
¿qué resulta?
D.ª AMBROSIA
Descubrirse
cierto enredillo tramado 590
para poner mal a ese hombre
con tu padre, y libertarnos
de sus importunidades
y su influjo. Mira un caso
que debes tener presente. 595
Todo papel reservado
se ha de quemar.
D.ª PEPITA
Ése y otros
consejos que me vas dando,
tendrán puntual observancia.
Prosigue, que no me canso 600
de la lección; y aun me quejo
de que en el otro repaso
me dejaste con la miel,
como dicen, en los labios.
Vaya: «Segundos consejos 605
que dio don Quijote a Sancho.»
Empieza, que ya te escucho.
Pero ¿qué estás cavilando?
D.ª AMBROSIA
Tengo ahora mal humor.
Otro día más despacio... 610
D.ª PEPITA
Si no estás para ello, ten
a lo menos el trabajo
de oírme, y examinar
si me voy haciendo cargo
de tus buenas instrucciones. 615
Yo de todas ellas saco
que el disimulo en nosotras
es mueble muy necesario.
D.ª AMBROSIA
Basta la apariencia en todo;
y por eso dijo un sabio 620
que el siglo de oro, de plata,
de cobre y hierro han pasado,
y es siglo de similor
en el que al presente estamos.
D.ª PEPITA
Todo será que yo pueda 625
vencer este genio franco.
A fe que no diré entonces
palabra, ni daré paso
sin estudio y precaución.
Yo tendré mis tertulianos. 630
Entre ellos no es regular
me falten aficionados;
y tomaré mis medidas
para no descontentarlos.
Manejándonos con maña, 635
aunque ellos se vuelvan Argos,
quien más mira menos ve,
como en los juegos de manos.
Por ejemplo: a los que a solas
trate con más agasajo, 640
pondré en público mal gesto;
y también será del caso
reñirles bien cuando lo oigan
los que pueden separarnos,
y aun hacer me reconvengan 645
sobre lo mal que los trato.
Además, me iré con tiento
en llevarlos siempre al lado;
pues, aunque veo que es duro
privarnos de aquel gustazo 650
de lucir una conquista,
reflexiono, sin embargo,
que las exterioridades
nos pierden tarde o temprano.
D.ª AMBROSIA
Bien dices. Las diversiones 655
han de ser sin aparato;
y cuando el humo se vea,
ya ha de estar quemado el cuarto.
D.ª PEPITA
Lo que también me parece
disparate es que tengamos 660
criadas lindas, a pique
de que den al ama un chasco.
D.ª AMBROSIA
No convienen dos figuras
principales en un cuadro.
D.ª PEPITA
Ahora, el escoger bichos 665
para pajes y lacayos
será indecente.
D.ª AMBROSIA
A lo menos,
hoy es gala lo contrario.
D.ª PEPITA
Oye, otra cosa me ocurre.
Por si acaso hay hombres raros, 670
como ese buen don Eugenio,
que se quejen de que estamos
por conquistar, y pretendan
que debemos saber algo,
ya procuraré tener 675
algunos libros sembrados
o cerca del tocador
o en las mesas. Ostentando
que leemos, basta; y luego
que vengan a averiguarlo. 680
En nuestras conversaciones
ya ves que no fatigamos
el discurso. Cuando alguna
se vaya formalizando,
con un ya, bien, ¿pues no digo?, 685
estamos fuera del paso.
Lo mismo hacen muchos hombres,
y los llaman ilustrados.
D.ª AMBROSIA
Admirada estoy de oírte.
D.ª PEPITA
Es que me voy desasnando. 690
D.ª AMBROSIA
¿Si se infundirá esta ciencia
con la leche que mamamos?
Mas vamos a lo que importa,
Pepita. ¿No te ha picado
aquella serenidad, 695
aquel semblante pacato
con que oyó su despedida
don Eugenio?
D.ª PEPITA
Me ha volado.
¿Sabes que ahora quisiera
atraerle?
D.ª AMBROSIA
Ni pensarlo.
700
Era preciso humillarse
y hacer papel desairado.
No te lo aconsejo, no.
D.ª PEPITA
Pues ¡ánimo! Prosigamos
correspondiendo al marqués, 705
y reviente el mentecato
de envidia.
D.ª AMBROSIA
Sí, sí, vengarse.
Amiga, tendrás el lauro
de que no logren su intento
ni él ni tus tíos. Chafarlos. 710
El marqués adora en ti.
Tu padre se ha disgustado
con don Eugenio, y no piensa
ejercer el menor acto
de violencia con su hija. 715
Ya no escucha a sus hermanos;
y por fin, serás marquesa
con su señoría al canto.
Mas ¿qué dirás, hija mía,
al oír que don Gonzalo 720
se ha empeñado ahora en darte
una madrastra?
D.ª PEPITA
Sepamos
cómo es eso.
D.ª AMBROSIA
No te asustes.
Lejos de ser en tu daño,
madrastra sólo en el nombre 725
es la que te ha destinado.
Hallarás en ella apoyo,
consuelo, amistad, amparo;
y hará por obligación
lo que ha hecho en el espacio 730
de cuatro años por cariño.
D.ª PEPITA
No siendo tú, yo no alcanzo
quién sea.
D.ª AMBROSIA
Dicho se está.
¿Y eso te pone en cuidado?
D.ª PEPITA
¡Madrastra! ¡Mal parentesco! 735
Pero eres mi amiga y paso
por todo.
D.ª AMBROSIA
¿Cómo ha de ser?
Yo bastante he procurado
desvanecerle esta idea,
pero él está tan reacio... 740
En público alguna vez
me habrás de besar la mano;
mas los huéspedes se irán,
y comeremos el gallo.
Ni te daré sujeción, 745
ni oirás el menor cargo,
sólo sí buenos consejos...
D.ª PEPITA
Como los que ya me has dado.


Escena VIII

 

D.ª CLARA, D. GONZALO, D.ª AMBROSIA, D. BASILIO y D.ª PEPITA.

 
D.ª CLARA
Por tu infundada sospecha
y por el notable agravio 750
que me haces, no merecías
satisfacción; pero traigo
quien me defienda. Basilio,
ven y explica a tu cuñado
cómo ha podido llegar 755
cierto reloj mío a manos
de don Eugenio.
D. BASILIO
Yo mismo
se le di.
D. GONZALO
¿Tú? ¿Cómo?
D. BASILIO
En cambio
de otro que aquel caballero
tenía y fue del agrado 760
de mi mujer. Él, que en todo
muestra su atención y garbo,
la rogó que le admitiese;
y no pudiendo lograrlo,
se valió de mí. Yo quise 765
que aquel don fuese aceptado,
y Clara en retorno hiciese
a nuestro amigo el regalo
de otro reloj.
D. GONZALO
Ya. No fue
más que un trueque liso y llano. 770
D.ª CLARA
Pero no, que hay otra prenda
de por medio. Es necesario
averigüemos la historia
de un bolsillo. ¿Cómo y cuándo
le entregó la delincuente 775
al cómplice?
D. BASILIO
Pues fue el caso
que el reloj que ella admitió
era de precio más alto
que el que cedía; y dispuso
corresponder compensando 780
el exceso del valor
con un bolsillo adornado
de piedras, que don Eugenio
recibió, no de su mano,
sino de la mía; prueba 785
de que fue tan delicado
el desinterés de Clara,
que aun con un amigo de ambos
no quiso quedar en deuda.
Y a quien diga lo contrario 790

 (Con enojo.)  

yo...
D.ª CLARA
Sosiégate.
D. GONZALO
Pues libre
y sin costas. Si hay engaño,
que no valga. Hermana mía,
perdóname. Compongamos
todas las desavenencias; 795
y lo pasado, pasado.
Pepa es del marqués y mía
doña Ambrosia. El trato es trato,
que le apruebes, o que no.

 (Gritando.)  

¡Bartolo! Señores, vamos 800
a pensar en divertirnos.


Escena IX

 

Los dichos, BARTOLO y el TÍO PEDRO.

 
TÍO PEDRO
Anda, hombre; que llama el amo.
BARTOLO
¿Señor?
D. GONZALO
Ya puede venir
esa cuadrilla de majos.
D.ª PEPITA
¿Todavía no se han ido? 805
Me alegro.
BARTOLO
Voy a buscarlos.

 (Vase.) 

D. GONZALO
Pues mientras vienen, sentarse;
que va a empezar el fandango.
D.ª CLARA
Puedes celebrar tus dichas,
con tal de que no asistamos 810
mi esposo, ni don Eugenio
ni yo. Basilio, ¿has mandado
que pongan mi coche?
D. BASILIO
Sí.
D. GONZALO
¿Y qué? ¿No hay más que plantarnos?
D.ª PEPITA
Vayan muy enhorabuena. 815
Nos quedaremos los cuatro:
padre, madrastra, hija y yerno.
A ver si nos libertamos
de pesadeces...

 (Mirando hacia la izquierda.) 

¿Quién viene?
¿El marqués? No, el estirado 820
señor de las reflexiones.


Escena X

 

Los mismos y D. EUGENIO.

 
D. EUGENIO

 (A D.ª CLARA.) 

¿Es hora de que partamos?
D.ª PEPITA
Al punto.
D. BASILIO
Hay mucho que hacer.
D. EUGENIO
La experiencia me ha mostrado
que para amigo del padre 825
ya no soy bueno, y soy malo
para amante de la hija.
D.ª PEPITA
Lo segundo sí que es claro.
D. EUGENIO
Mi pretensión era necia,
y desde ahora levanto 830
la mano de ella.
D.ª PEPITA
Acabemos.
No venga usted presentando
más memoriales, porque
ya he puesto al margen: Negado.
Y el provisto...

 (Señalando al MARQUÉS que llega.) 

Mire, mire.
835


Escena XI

 

Los dichos y el MARQUÉS.

 
MARQUÉS
¿Todo el mundo aquí? ¿Y yo falto?
D. BASILIO
Muy a tiempo llega usted.
Para tu gobierno, hermano,
la fábrica de este amigo
no experimenta desfalco, 840
y el aviso que hoy aquí
has recibido es muy falso.
Mira el borrador de letra
de tu marqués que ha inventado
la noticia.
MARQUÉS
¿Cómo es esto?
845
D.ª AMBROSIA
Lo ha descubierto un acaso.
D. GONZALO
Ya lo veo. Marqués mío,
todo lo que huele a engaño
me disgusta.
MARQUÉS
La verdad
es, señor, que yo, ocultando 850
mi nombre, he dado este aviso
tan interesante. Salgo
garante de que es seguro,
y por hacer bien a entrambos...
D. GONZALO
¡Ah! ¿Fue caridad?
MARQUÉS
Sin duda.
855
No tuve otro fin.
D. BASILIO
A espacio.
Hoy doña Ambrosia y usted
dispusieron y lograron
introducir al señor,
cogiéndole descuidado, 860
la otra carta en el bolsillo
con ocho días de atraso
en la fecha, de lo cual
le resultó un grave cargo.

 (A D. GONZALO.) 

Mira el borrador. 865
D.ª AMBROSIA
Repare usted, don Gonzalo,
que enemigos envidiosos
tiran a desconceptuarnos,
y se valdrán de ficciones...
D.ª CLARA
Señora, no las usamos. 870
D. BASILIO
Bartolo, que fue testigo
del lance, lo ha declarado.
D.ª AMBROSIA
¿Y contra gentes de honor
se ha de dar crédito a un payo
malicioso?
MARQUÉS
¡Que esta intriga
875
nos meta en un embarazo!
D.ª AMBROSIA
Chismes, enredos.
D. GONZALO
Con todo,
es menester aclararlos.
D.ª CLARA
¿Aún dudas?
D.ª PEPITA
¡Ea! Ya suena
la música. A lo que estamos. 880


Escena XII

 

Los mismos. BARTOLO y la cuadrilla de MAJOS. Éstos salen tocando y bailando el fandango con mucha algazara; y apenas han dado unas cuantas vueltas, hace D. BASILIO suspender la música.

 
D. BASILIO
Callen ustedes. Tenemos
por ahora otros cuidados.
D.ª PEPITA
Pues téngaselos usted
y déjenos. ¡Échale agrio!
Vamos allá, padre mío. 885
Seguidillas entre cuatro:
doña Ambrosia y usted, yo
con el marqués. Los nombrados.
 

(D. GONZALO con D.ª AMBROSIA y D.ª PEPITA con el MARQUÉS salen al medio del tablado, colocándose como para bailar seguidillas.)

 
D.ª CLARA
Quédate con Dios.
D. GONZALO
¿De veras?
D. BASILIO
De veras nos ausentamos. 890
Pero antes tengo dispuesto
dar a todos un buen rato.
Tío Pedro, llegó la hora
de que salga de su cuarto
de usted aquel caballero. 895
Que venga.
TÍO PEDRO
Allá voy volando.

 (Vase.) 

D. BASILIO
Advierto primeramente
que aquí no necesitamos
testigos de fuera. Importa
que nos dejen libre el campo 900
estos señores.

 (Señalando a los MAJOS.) 

D.ª PEPITA
Están
bajo mi sombra, a mi mando;
y no les han de hacer otro
desaire como el pasado.
D. BASILIO
Bien. Puede ser que te pese. 905
D.ª PEPITA
Se han de quedar.
D. BASILIO
Por quedados.
D. GONZALO
¿Qué viene a ser eso?
D. BASILIO
Aquí
ha llegado preguntando
por doña Ambrosia un sujeto,
que no habiéndola encontrado 910
en su casa, supo estaba
en esta función de campo,
y viene a darla noticias
que la importan. Me persuado
que con su informe podrá 915
descubrirse el bribonazo
por cuya maldad quebró
aquel negociante honrado,
marido de esta señora.

 (El MARQUÉS se inmuta.)  

D.ª AMBROSIA
¿Qué dice usted? Fuera hallazgo 920
bien dichoso para mí.
D. BASILIO
¿Conoció usted por acaso
al picarón?
D.ª AMBROSIA
No, mi esposo
tenía en el cuarto bajo,
como suelen otros muchos 925
negociantes, su despacho;
y yo vivía en el piso
principal, sin tener trato
con los que iban a negocios
de comercio. Don Eustaquio 930
de qué sé yo qué dijeron
que se llamaba el malvado,
pero ni una vez le vi.
Le ahogara entre mis brazos...
¡Traidor, infame!


Escena XIII

 

Todos los interlocutores de la comedia. D. CARLOS, vestido de camino, con botas y un sable o cuchillo de monte. Los MAJOS retirados hacia el foro.

 
D.ª AMBROSIA
¿Qué es esto?
935
¿Eres tú? ¡Sobrino! ¡Carlos!
 

(D. CARLOS abraza a D.ª AMBROSIA. Entretanto el MARQUÉS vuelve la espalda a D. CARLOS, temiendo que éste le vea.)

 
D. CARLOS
¡Querida tía! Señores,
a la obediencia.
D. GONZALO
Atendamos.
 

(El MARQUÉS hace ademán de irse. D.ª PEPITA le detiene.)

 
D.ª PEPITA
¿Adónde va usted, marqués?
Quieto aquí siempre a mi lado. 940
 

(Durante la conversación siguiente, el MARQUÉS se va a poner con disimulo detrás del TÍO PEDRO, que no estará lejos de D.ª PEPITA.)

 
D.ª AMBROSIA
No te esperaba tan pronto.
D. CARLOS
Se hubiera alargado el plazo
de mi vuelta si en París
no me hubieran informado
de que el impostor maligno, 945
don Eustaquio de Bolaños,
por quien mi tío perdió
caudal y vida, y que en vano
me ha hecho viajar por Francia,
Holanda y Países Bajos, 950
hoy se pasea en Madrid
con título imaginario
de marqués de Fontecalda...
D.ª AMBROSIA
¡Cómo!
D. GONZALO
¡Qué oigo!
D.ª PEPITA
Fuera chasco.
TÍO PEDRO

 (Apartándose a un lado para dejar ver al MARQUÉS, que se ocultaba detrás de él.)  

Aquí está su señoría. 955
D. CARLOS

 (Echando mano al sable y queriendo acometer al MARQUÉS.) 

Él es... ¡Indigno, villano!

 (D. BASILIO y D. GONZALO contienen a D. CARLOS, que suspende la acción. El MARQUÉS, D.ª AMBROSIA, D.ª PEPITA y todos los demás circunstantes se quedan como pasmados; y después de un corto rato de silencio, prosigue D. CARLOS:) 

Aquí mismo morirás,
como des un solo paso.
D. GONZALO
¡Doña Ambrosia! ¿Y era usted
madrina de tal ahijado? 960
D.ª AMBROSIA
¡Ah! Yo estaba protegiendo
a mi mayor adversario.
Carlos, ¿por quién lo has sabido?
D. CARLOS
Por quien me ha dado el encargo
de que entregase esta carta 965
al esposo más ingrato.

 (Entregando una carta al MARQUÉS.) 

Lee lo que aquí te escribe
la infeliz que está llorando
tu perfidia, y la dureza
con que la has abandonado. 970
D.ª PEPITA
¡Casado el marqués!
D. CARLOS
Su esposa
queda en París.
D. GONZALO
¡Caso raro!
MARQUÉS
Es calumnia sorprendente.
Mi carácter ultrajado
se vengará. Estoy sin armas; 975
que si no, tan fiero estrago
hiciera...
D. CARLOS
Amenazas locas,
que ahora no son del caso.
En una prisión, no aquí,
habrás de dar tus descargos; 980
que por más que los estudies,
han de ser pocos y malos.
MARQUÉS
¿Quién ha de prenderme?
D. CARLOS
Yo.
D. BASILIO
Y todos los que aquí estamos.
BARTOLO
Sí, señor. Voy a buscar 985
una soga paa atallo.
D. CARLOS
No es menester. Le tendremos
encerrado en algún cuarto
de esta casa, siendo yo
guarda de vista, entretanto 990
que se avisa a la justicia.
D. BASILIO
Nosotros, que ahora vamos
a Madrid, daremos parte.
D. CARLOS
Eso conviene.
MARQUÉS
Yo rabio.
D.ª CLARA
¿Qué dices, hermano?
D. GONZALO
Estoy
995
absorto.
D.ª PEPITA
De buena escapo.
D.ª CLARA

 (A D.ª PEPITA.) 

Quería llevarte a Italia,
donde tiene sus estados,
dejarte y comerse el dote.
D. CARLOS
¿Iba a casarse?
D.ª AMBROSIA
Sí, Carlos.
1000
D. GONZALO
Doña Ambrosia, usted me ha puesto
en el precipicio.
D.ª CLARA
Al cabo
has caído ya en la cuenta.
D. GONZALO
He vivido confiado;
y este escarmiento me avisa 1005
que debo atajar el daño.
¡Señora! ¿Y el aderezo

 (A D.ª AMBROSIA.) 

que debía entrar por alto?
Por alto se fue. Usted sabe
que a su instancia y por su mano 1010
entregué los diez mil pesos
a ese hombre de mis pecados.
¿Cuándo los cobraré yo?
MARQUÉS
¡Hola! Señor, yo he pagado.
Usted ha perdido al quince 1015
algo más que eso, y yo alcanzo
todavía por mi cuenta
unos cien doblones largos.
D. GONZALO
Por ser yo el simple que soy,
me está muy bien empleado. 1020
MARQUÉS
Si al venir el aderezo
le cogen por contrabando
el riesgo es a usted.
D. GONZALO
¿No digo?
Siempre seré yo el pagano.
D.ª CLARA
¿Y la opinión de tu hija? 1025
D. GONZALO
Como ya se hablaba tanto
en Madrid de su gran boda,
será este lance sonado.
D.ª CLARA
Escandaloso. Y después,
¿me dirás qué hombre sensato 1030
te la pedirá? El remedio
es un colegio, Gonzalo.
Allí podrá corregirse,
ínterin se va olvidando
un suceso tan ruidoso; 1035
sin lo cual apenas hallo
probabilidad de que haya
quien la ofrezca ya su mano.
D. GONZALO
En efecto: me parece
será lo más acertado. 1040
D.ª PEPITA

 (Con gran desenfado.)  

¿Colegio?
D. GONZALO
Sin remisión.
D.ª PEPITA
No es mi vocación de claustro.
¡Yo quedarme para tía!
¿Me faltará novio acaso?
D.ª CLARA
¿Y quién será?
D.ª PEPITA

 (Con humildad y timidez.)  

Don Eugenio,
1045
verbigracia, que ha mostrado
tenerme afición...
D. EUGENIO

 (Con dignidad.)  

Señora,
he visto que los resabios
de la educación de usted
son algo más arraigados 1050
que creía. Usted perdone.
Otro menos delicado
que yo será más dichoso.
D.ª PEPITA
¡Cómo!

 (Patea y hace ademán de arañarse.) 

¡Por vida de tantos!
¿A mí...?
D.ª CLARA
Ya ves que la mala
1055
conducta al fin da mal pago.
D.ª PEPITA

 (Abrazándose a D.ª AMBROSIA.) 

¡Amiga!
D.ª CLARA
El desaire sientes;
mas perder por tus desbarros
en don Eugenio un esposo
tan prudente, tan honrado, 1060
es hoy tu mayor castigo.
D. GONZALO
Vecina, me desengaño
de que el ejemplo de usted
y sus consejos viciaron
a esa niña, siendo causa 1065
de cuanto me está pasando.
Quien usa malos ardides,
no espere ya echarme el gancho.
D.ª AMBROSIA
¿Y la palabra, señor?
D. GONZALO
La di medio precisado; 1070
y con lo que he visto, puedo
retractarla, y la retracto.
A la puerta de su casa
dejaré a usted en llegando
a Madrid, y con la mía 1075
no cuente más.
D.ª AMBROSIA
¿Este trato
merece una amiga fiel?
D. GONZALO
Es que ya empiezo a ver claro.
D. CARLOS
Señor marqués, venga usía.
MARQUÉS
¡Oh golpe humillante!
D. CARLOS
Vamos,
1080
o a la menor resistencia...
TÍO PEDRO
Agárrele de ese brazo,
y yo de éste.
BARTOLO
Entre los dos
va muy bien asigurao.
 

(Vase el MARQUÉS en medio del TÍO PEDRO y BARTOLO, que le llevan de los brazos, y síguelos D. CARLOS.)

 
D. GONZALO
¡Nos han dado ciertamente 1085
famoso día de campo!
Ya esta casa es para todos
melancólico teatro.
Volvámonos a Madrid.
D.ª PEPITA
¡Ay, tía!
D.ª CLARA
¿Ahora haces caso
1090
de tu tía?
D.ª PEPITA
¿Yo a colegio?
D. GONZALO
Donde estés a buen recado.
D.ª AMBROSIA
Y yo a llorar mis servicios
inicuamente premiados.
D. GONZALO
¿Y yo? ¿Mi dinero? ¿Mi honra? 1095
¡Bien me alcanza el ramalazo!
D.ª CLARA
Por unas locas como éstas,
por sus caprichos, sus gastos
y mala crianza, pierden
su fortuna más de cuatro 1100
dignas de una ventajosa
colocación. Recelando
los hombres la general
censura, los malos ratos,
las deudas y otros perjuicios, 1105
huyen de tomar estado.
D. GONZALO
Hermana mía, desde hoy
aprenderé a ser más cauto;
y apréndanlo con mi ejemplo
otros padres descuidados. 1110




 
 
FIN