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Los funerales de Germánico

María Pilar González-Conde

El año 19 d. C. murió Germánico, hijo adoptivo de Tiberio. Después de su triunfo al mando del ejército del Rin, había sido enviado a Oriente, a donde se trasladó con su familia. Su muerte desató los rumores sobre un posible asesinato de este joven representante de la familia claudia, que no dejaba libre de sospecha al Príncipe.

Tácito, en el libro II de sus Anales, habla de las diferentes medidas decretadas para honrar la memoria del difunto Germánico. Estos honores fúnebres, transmitidos por la «Tabula Hebana», se han conservado también en la provincia Bética, en donde la «Tabula Siarensis»; aporta la prueba de que la legalidad se estaba cumpliendo y la difusión por el territorio del Imperio se había llevado a cabo. También la acusación y condena de los culpables, en forma de senado consulto, fue distribuida por todo el Imperio para su difusión, e igualmente es un testimonio epigráfico de la Bética el que da fe de ello (senado consulto de Cneo Pisón padre).

La versión de Tácito responde a una tradición historiográfica que idealiza la figura de Germánico, como un salvador del Estado en quien la población habría depositado sus esperanzas, un modelo de virtudes que serviría como ejemplo a futuras generaciones. Su precoz muerte permitió mantener intacta esta imagen, pero no la de su familia, implicada directamente en los conflictos dinásticos de los Julio-Claudios (especialmente su mujer Agripina y su hijo menor Gaio, luego Calígula).

«Se buscaron y votaron honores según el amor a Germánico y el ingenio de cada cual: que su nombre se cantara en el canto de los salios; que se colocaran sillas curules en los lugares de los sacerdotes augustales, y sobre ellas coronas de encina; que su efigie en marfil precediera el desfile de los juegos circenses, y que nadie, a no ser de la familia Julia, fuera nombrado flamen o augur en el lugar de Germánico. Se añadieron arcos en Roma, junto a la ribera del Rin y en el Monte Amano de Siria, con una inscripción en que se narraran sus gestas y que había encontrado la muerte por servir al Estado; además, un cenotafio en Antioquía, donde había sido incinerado, y un tribunal en Epidafne, lugar en que había acabado su vida. El número de las estatuas o de los lugares en que se le rendiría culto sería difícil de calcular. Cuando se pretendió hacerle un escudo de oro y grandes dimensiones para colocarlo entre los de los maestros de la elocuencia, resolvió Tiberio que le dedicaría él uno normal e igual a los demás; pues, según dijo, la elocuencia no se juzgaba por la fortuna, y bastante honor se le tributaba con ponerle entre los antiguos escritores. El orden ecuestre dio el nombre de Germánico al graderío que se llamaba "de los jóvenes", y estableció que la cabalgata del 15 de julio fuera precedida de su imagen. Los más de estos honores siguen vigentes; algunos se abandonaron en seguida o los borró el tiempo».

(Tácito, Annales, 2, 83, pp. 1-4. Edición de José Luis Moralejo, Madrid, 1984, Biblioteca Clásica Gredos, 19, pp. 190-192.)