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Los textos dispersos de Villamediana

Juan Manuel Rozas





Reúno y estudio en estas páginas cuantos textos dispersos del Conde de Villamediana he podido encontrar en impresos de los siglos XVI y XVII1. Al agruparlos me guiaba, en principio, un interés meramente bibliográfico y de editor. Leídos una sola vez tenían, para la edición de las obras completas de Tassis, indudable importancia porque, además de la rareza de la mayoría:

  1. Seis no habían sido incluidos en sus Obras, pasando desapercibidos a los críticos del Conde.
  2. Varios eran anteriores a la primera edición, e incluso anteriores a la muerte del autor, y fueron publicados con su asentimiento.
  3. Otros, entre ellos uno de sus poemas largos, La Fénix, presentan variantes de gran importancia. El texto de esta fábula -uno de los más errados en las ediciones- es, en esta impresión suelta, obra de Pellicer, francamente depurado y coincide siempre con las correcciones e interpolaciones manuscritas del ejemplar de la edición príncipe que manejo, lo que autoriza las enmiendas que a toda la obra hizo esta mano de 1633, de forma sistemática, como si preparase una impresión correcta.
  4. Uno de los textos es el famoso soneto Risa del monte, de las aves liras, de tan problemática atribución tanto a Saavedra Fajardo como al Conde. Propongo un nuevo candidato: Esquilache.
    Luego, la lectura detenida de estos textos ha ampliado mi interés por ellos y me ha hecho dedicarles a cada uno un estudio, ya que -olvidando la edición- tienen en sí verdadera importancia para el conocimiento de la obra de Villamediana, por muy diversos motivos:
  5. Todos ellos, o están fechados o los podemos datar con mucha aproximación, cosa poco frecuente -es una de las graves dificultades que presenta el estudio de su poesía- en la obra del Conde.
  6. Dos de las composiciones, dos sonetos, ambos publicados en 1599, están escritas en plena adolescencia, y representan sus primeros intentos serios de poeta. Y lo que es importante: en las dos hay ya huellas (o al menos coincidencias) de Góngora, quien para entonces casi nada había editado.
  7. Uno de los textos es una de las cuatro únicas prosas que de Villamediana conservamos.
  8. Otro de ellos, cuatro octavas, que se relaciona con varios sonetos bien conocidos, es una prueba más de que La Gloria de Niquea, como estimó Dámaso Alonso, en contra de Ángulo y Pulgar y Alfonso Reyes, es obra suya y no de Góngora.
  9. Varios nos perfilan detalles de su vida y aficiones, y nos llevan una vez más a cuestiones gongorinas, como el soneto epitafio a don Rodrigo Calderón.


- 1 -

1599.- Me había llamado siempre la atención que el Conde, nada más empezar el siglo XVII, tuviese fama de poeta en las lejanas tierras de América. Bernardo de Balbuena lo elogia en su Grandeza mexicana, que apareció en México en 16042. Los dos sonetos que a continuación copio explican suficientemente esta fama: Villamediana fue poeta desde muy joven y sus dos primeras composiciones editadas, dos sonetos, van al frente de sendos libros de tema indiano, uno de los cuales estaba escrito por un amigo del Obispo de Puerto Rico, Antonio de Saavedra Guzmán, que había elogiado en los preliminares la Grandeza mexicana.

El primer soneto apareció en el libro de Vargas Machuca, Milicia y descripción de las Indias3, y dice así:



Gloria y honor del Índico Ocidente,
prudente cauallero y animoso,
en los trances de Marte valeroso,
y en los actos de Palas eloquente;

dichoso tú, cuya inuencible frente
ciñe la flor del lauro victorioso,
deuido en Corte al escritor famoso,
como en campaña al general valiente.

Y más dichoso el español Imperio,
pues tu raro valor y braço alcança
en arte y gloria militar tan diestro:

que es fuerça en el Antártico emisferio,
para imitar los golpes de su lança,
obedecer su estilo por maestro4.

El segundo, en El peregrino indiano5, del citado Saavedra Guzmán:



El que busca de amor y de ventura
exe[m]plos dignos de inmortal memoria
mire la dulce y verdadera historia
que del tiempo y de oluido está segura.

Verá también al biuo la pintura
de aquella memorable y gran vitoria
que dio a Cortés y a España ta[n]a gloria,
y al mexicano, muerte y sepoltura.

Hallará en don Antonio, pintamente,
un Marte con la espada, y con la pluma
un nueuo Apolo, digno de renombre.

¡Honor y lustre6, de la edad presente:
de embidia de tu fama se consuma
el que no te tuuiere por más que ho[m]bre!

Ambos sonetos nos permiten sorprender los primeros ensayos poéticos del Conde, y asegurar tres datos: que estaba, lo que era corriente en la época, en disposición de escribir versos publicables desde la adolescencia; que fue Tribaldos de Toledo, su maestro, quien le introdujo en la poesía militante, y que el discípulo conocía ya la obra de Góngora o, al menos, se iniciaba en una línea de coincidencias estilísticas con él.

El Conde fue bautizado el 26 de agosto de 1582. Las tasas de los libros de Vargas y Saavedra están fechadas a 3 de abril y a 17 de marzo, respectivamente, y el primero tiene dada la aprobación del 19 de octubre de 1597. De quince a dieciséis años tenía, pues, al escribir estos poemas, lo que presupone una labor de aprendizaje serio desde meses antes.

Al frente de la obra de Vargas Machuca aparece también un soneto de Luis Tribaldos de Toledo. Como sabemos con toda certeza -cosa que no ocurre con Jiménez Patón7 - que fue el preceptor del Conde, es evidente que fue el maestro quien le llevó a la poesía militante. ¿Qué poetas aconsejaría a su discípulo? Desde luego, los clásicos y toda la corriente que va de Petrarca a Herrera y, dentro de ella, a Francisco de Figueroa, a quien tanto admiraba y del que luego sería editor, regalándole el códice a Villamediana8. Y, en efecto, en esta línea intimista está su poesía amorosa. Pero parece que el discípulo había leído, antes de entrar en el siglo de las Soledades, a don Luis de Góngora. Estos dos sonetos pueden ser una prueba de ello.

Siendo ambas dos composiciones laudatorias, a la hora de buscar el influjo de Góngora en ellas era lógico empezar por leer aquellos sonetos en los que, antes de 1599, don Luis hubiese escrito en elogio de algún poeta. Góngora había publicado para entonces un soneto al frente de La Austriada de Rufo9 . Un análisis un tanto detenido nos permitirá acercar los dos sonetos villamedianinos al del cordobés, e incluso reflejar un posible influjo directo. Veamos el que empieza: Gloria y honor del Índico Occidente.

El tema es el mismo: alabanza a dos escritores (Rufo y Vargas Machuca), que tratan en sus obras de asuntos bélicos (de don Juan de Austria y de las tácticas militares en América). Góngora opta, porque es maestro en las dualidades ideológicas y sintácticas10 , por elogiar al autor y al personaje del libro: uno es Apolo; otro, Marte. Villamediana no tenía a mano esta dualidad, pero descompone a su autor -militar de profesión- en dos, el escritor y el soldado, y tiene así su doble punto de vista del tema.

Nos encontramos en Góngora:



él de la espada del sangriento Marte,
vos en la lira del sagrado Apolo


(vs. 13-14).                


y



pues fuísteis cada cual único en su arte:
él solo en armas, vos en letras solo


(vs. 10-11).                


Los cuatro versos, dos a dos, se aparejan a éstos del Conde:



en los trances de Marte valeroso,
y en los actos de Palas eloquente


(vs. 3-4).                


y



pues tu raro valor y braço alcança
en arte y gloria militar tan diestro


(vs. 10-11).                


Marte sangriento, frente a Marte valeroso; Apolo en la lira, frente a Palas en la elocuencia; pues (nótese la conjunción típicamente gongorina) en arte: único en las armas uno, en las letras otro; pues: raro el uno en arte, raro el otro en gloria militar.

Ahora ya nos sorprende menos encontrar esta semejanza:



ciñe de lauro a cada cual la frente


(v. 8)                




   cuya invencible frente
ciñe la flor del lauro victorioso


(vs. 5-6).                


Donde el cultismo lauro es bastante llamativo; había sido empleado por don Luis otras dos veces en su primera época. Y al recorrer la coincidencia léxica resulta: ambos usan (la mayoría son cultismos): gloria, arte, Marte, Apolo (Palas), fama, lauro, frente.

La estructura de los sonetos es equivalente: ambos se dirigen al autor: cantaste, Rufo; dichoso tú. En ambos, la dualidad persiste en los últimos versos de cada cuarteto y cada terceto (cito primero a Góngora y debajo, y a la derecha, a Villamediana):



que está dudosa entre los dos la gloria
y a cuál se deba dar ninguno siente

en los trances de Marte valeroso
y en los actos de Palas eloquente

ciñe de lauro a cada cual la frente

deuido en Corte al escritor famoso
como en campaña al general valiente

pues fuísteis cada cual único en arte:
él solo en armas, vos en letras solo.

pues tu raro valor y braço alcança
en arte y gloria militar tan diestro

él de la espada del sangriento Marte
vos de la lira del sagrado Apolo

para imitar los golpes de su lanza,
obedecer su estilo por maestro.

Como puede observarse, el Conde -que para mí es el poeta que mejor supo, y con originalidad, calcar las formas gongorinas- despliega ya una habilidad extraordinaria desde su adolescencia en ceñirse al gongorismo. Sin embargo, hay dos razones por las que todavía en este soneto está muy lejos del cordobés: primero, porque Villamediana expresa su juventud -educado para noble y militar (luego fue Maestre de Campo en Lombardía)- en muchos lugares de su soneto: primero, puede sentir una verdadera atracción por ese general indiano que es a la vez escritor; segundo, porque es torpe en darnos esa dualidad. Sólo la da de forma lógica, mientras que Góngora la lleva dentro de sus palabras hasta darla a los lectores, por medio de: dudosa, entre los dos, a cuál, cada cual, que de los dos, cada cual, igualmente.

El soneto El que busca de amor y de ventura, aunque menos, tiene bastante analogía con el gongorino, y también con el otro de Villamediana. Aquí no se mantiene la dualidad tan clara, aunque era este tema más propicio a utilizarla, ya que se elogia a un escritor que trata en verso las hazañas de Hernán Cortés, tema análogo al de Góngora. Véase de nuevo a Apolo y Marte:


vn Marte con la espada y con la pluma
vn nuevo Apolo,


Y todavía dos coincidencias más, aunque se den en un terreno donde el tópico es muy frecuente: ambos riman en -oria, y con los mismos cuatro vocablos: historia, gloria, memoria, victoria. Y ambos coinciden en:


del tiempo y del olvido haya victoria


que de tiempo y oluido está segura


Si el Conde no imitó ya en 1598-99 a Góngora, al menos coincide con la línea cultista totalmente y con las dualidades de don Luis.




- 2 -

1611.-Hasta doce años después no vuelve, que yo sepa11, a publicar otro poema. De nuevo lo hace en alabanza de un libro, de El buen repúblico12, de aquel interesante escritor a quien llamaron sus contemporáneos el caballero de milagro, Agustín de Rojas Villandrado. Es el siguiente:



Sea para bien, en hora buena sea,
diuino Rojas, el rezién nacido,
que tal hijo de ingenio ha merecido
que esculpido en mil láminas se vea.

Plega a los cielos que la excelsa idea
del Repúblico llegue el apellido
a donde desterrándose el oluido
de Daphne ingrata su laurel possea.

Ensancha, Mançanares, tus riberas,
donde tu nieto con amor recibas,
hijo de un hijo de tu margen bella.

Aquí viene a servirse muy de veras,
ampárale piadoso, assí tú viuas
eternos años con feliz estrella.



Aquella cierta ingenuidad de sus dos sonetos adolescentes se ha transformado en ingenio. El poeta felicita al autor por el nuevo hijo de su mente, y pide al Manzanares, abuelo de la criatura, ya que es padre de Rojas, natural de Madrid, que le ampare y reciba con amor.




- 3 -

1617-1618.-Las cuatro octavas que a continuación copio se editaron en pliego suelto del que se ha conservado un ejemplar, encuadernado con otros papeles, en el manuscrito 3.657 de la Biblioteca Nacional madrileña. No trae ninguna indicación tipográfica, y está impreso con esmero13. Llevan por título y dicen:




Estancias


Al Príncipe Nuestro Señor


Estas armas, Señor, en juueniles
años de fe y valor alimentadas,
para afrenta de Alcides y de Achiles,
oy el cielo las tiene reseruadas;
Athlas descanso espera en las viriles
fuerças que, contra el Asia exercitadas,
quando el azero fulminante vibres,
las aguas del Iordán nos hará libres.

Ya Tethys, entre conchas erythreas,
benigna aguarda el militar portento,
porque inspiradas de aura dulce veas
tus velas coronar su instable argento;
las generosas plantas idumeas
crecen, insinuando el vencimiento,
flexibles, arrogándose tu mano,
Alexandro español, César christiano.

El cyclope mayor yelmo te ofrece,
propicio a Marte con Minerva tienes,
el Hado en vaticinios te obedece,
y materia a la Fama le preuienes;
entre estas esperanças Daphne crece
con ambición de coronar tus sienes,
tropheos ofreciéndote inmortales,
ya cíuicos honores, ya murales.

Entonces, de la Fe preclaro asylo,
lunas de Asia tus pies tendrán debajo,
beuiendo los cauallos, en el Nilo,
que el austro enge[n]dra y alime[n]ta el Tajo;
y en el mayor sepulcro honor tranquilo
dando al sangriento arnés mayor trabajo
el Phebo occidental serás primero
que deua el sacro monte el claro Hibero.

A la vuelta del folio, una ruano de la época ha escrito: Villamediana al Armarse su Al. el Pe. Luego volveremos ampliamente sobre esta atribución, pero antes, admitiéndola, vamos a partir de ella para averiguar a qué príncipe se refiere y en qué fecha se escribieron. El Conde sólo conoció a dos herederos de la corona española antes de reinar: a Felipe III y a Felipe IV. Es más fácil, mucho más, que se trate del segundo, pues al primero, como príncipe, lo conoció siendo muy niño para escribir tan perfectas octavas en su homenaje. Puestas así las cosas, se trataba de buscar una ceremonia a la que Felipe IV, siendo príncipe, hubiese acudido armado (o bien la misma ceremonia en que fue armado caballero). Una lectura de las Relaciones14, de Alenda, desde el año 1615 -en que tema diez años el Príncipe- en adelante, nos hace encontrarnos con un impreso que describe así (núm. 690):

(1618) Al Príncipe nuestro Señor en el torneo.



Bien muestras gran Felipe, lo que espera
el Orbe en ti; pues el pesado acero [...]


Son cuatro octavas escritas por Francisco López de Zárate, e incluidas en la colección de sus Varias poesías, impresa en 1619, por la viuda de Alonso Martín de Balvoa (Madrid), en 8.º

Además de callarse el nombre del Príncipe, se nos deja en la duda de cuál fue ese torneo y con qué motivo se celebró; omisiones todas muy de lamentar en nuestros antiguos vates. Sobre el primer punto, sin embargo, se nos suministra la luz necesaria en la reedición, copiosamente aumentada, que hizo de aquellas poesías en 1651 la impresora de Alcalá, María Fernández, en cuyo tomo, pág. 55, se reproducen las mismas octavas con este mismo epígrafe:

Al Rey nuestro Señor Don Felipe IIII, siendo Príncipe en un torneo.

El lector habrá podido comprobar la semejanza entre el impreso citado por mí y el descrito por don Jenaro Alenda: dos pliegos sueltos, de la misma época, sin atribuir y sin dato tipográfico alguno, conteniendo un texto al mismo asunto y, sobre todo, teniendo el mismo metro y el mismo número de estrofas; tal semejanza está claramente diciendo que se imprimieron en elogio del Príncipe para la misma ocasión y que, tal vez, haya otras de otros poetas, escritas todas de común acuerdo para dar realce a la fiesta. De ser así, para fechar las que a nosotros aquí nos interesan, nos valen todas las indagaciones que hizo Alenda. La aprobación de las obras de López de Zarate tiene fecha de 29 de noviembre de 1618. En ese año, el día 22 de abril -lo sabemos por las cartas de Felipe III a su hija Doña Ana, Reina de Francia, que extracta Alenda- se celebró un suntuoso torneo en el que actuaron el Príncipe y sus hermanos. Está claro que para ese torneo escribió Zarate15 sus estancias, y vemos que, ante la total semejanza de nuestro caso, con gran probabilidad, también las nuestras se escribieron para esa fecha.

Pero queda otra posibilidad: parece querer decir -aunque puede ser que no supiese con exactitud el detalle- el anónimo atribuidor, o poder decir, al menos, con sus palabras Al Armarse, que fueron escritas con motivo de la ceremonia en que se armó caballero a Felipe IV. He buscado en Céspedes y Meneses16 , y en otros historiadores modernos, y no he encontrado este dato. Pero los infantes solían armarse caballeros no antes de los once años. Felipe IV tenía once años en 1616 y era caballero -hemos visto que actuó en un torneo en abril de 1618-. Entre estas fechas hemos de fijar las octavas del Conde, aunque yo estoy casi seguro de que se escribieron concretamente para ese torneo. Si son de Villamediana, esta acotación de tiempo se ve confirmada con su biografía. A finales de 1616 había ya regresado de Italia, y en 1617 lo encontrarnos en Toledo escribiendo su poema en octavas Fábula de Faetón. En el mes de noviembre de 1618 había perdido de nuevo el favor real y era desterrado de la Corte17 .

Hemos, pues, fechado las cuatro octavas con bastante precisión, e incluso tenemos gran fundamento para pensar que conocemos la fecha con exactitud, incluso de días. Queda por insistir en la atribución. Tenemos la prueba de esa atribución anónima, no desmentida nunca por nadie, y sabemos que, precisamente en esos dos años en que se escribieron, 1617 ó 1618, es cuando el Conde estaba de cortesano, entre su viaje a Italia y su último destierro. Otras pruebas encontramos al cotejar las octavas con otras composiciones del Conde. En primer lugar, Villamediana utilizó en muchas ocasiones la octava, estrofa que, como buen gongorino, dominaba: sus fábulas de Apolo y Dafne y de Faetón están escritas en este metro, así como varias composiciones breves y la loa de La Gloria de Niquea, a la que en seguida nos vamos a referir.

Villamediana escribió numerosas composiciones en alabanza de Felipe IV y sus hermanos. Los números siguientes (citados por la primera edición) de sus sonetos Líricos tienen este asunto:

II: Emulo al Sol saldrá del cielo esperio (Al Príncipe de España).

IV: Para dar lei al mundo al mundo venga (Al nacimiento del Príncipe de España).

XX: Tiempla lira feliz, sacro mancebo (sin epígrafe, al Príncipe) .

XXII: Crece planta feliz, ay esperança (Al nacimiento del Señor Infante Carlos) -o tal vez al Príncipe-.

XXIV: Deste que con las ondas del cabello (sin epígrafe, a uno de los Infantes, seguramente al Príncipe).

XXVI: Gloriosa cuna al bien nacido Infante (sin epígrafe, a uno de los Infantes).

XXVII: Crece, o pimpollo tierno, entre leales (Al Rei nuestro Señor recién nacido).

XXX: Oy que sacra púrpura ascendiente (sin epígrafe, al ser nombrado Cardenal el Infante don Fernando).

XLVII: Si el sol oi nuestro azero luminoso (sin epígrafe, con toda claridad al Cardenal-Infante).

XILVIII: Esta cuna feliz de tus abuelos (sin epígrafe, al Príncipe).


No hace falta buscar con mucho detenimiento en estos sonetos para encontrar en ellos la misma idea de las octavas: la idea imperial de un universo unido en la fe de Cristo, bajo el mando de Felipe IV. Tanto es así, que todas las frases de las estancias se pueden hallar en los sonetos números:

II: Al Asia librará de cautiverio (octs. v. 6-8).

IV: El Atlante gentil... (octs. v. 5).

IV: Asistan las tres gracias y Belona (octs. estrofa 3.ª).

IV: Que con estos presagios su Fortuna (octs. estrofa 3.ª).

X: A sustentar el peso peligroso
que teme Alcides y que gime Atlante (octs. v. 3 y 5).

XX: Que joven en virtudes ya viriles
Atlante serás claro, Alcides nuevo (octs. v. 3 y 5).

XXII: Pues ya menguar su luna el Asia siente (octs. v. 6 y 26).

XXII: El gran sepulcro adorarás, pendiente
en él tu arnés manchado en su vengança.
Esperio sol... (octs. v. 29-30).

XXII: Coronarás el soberano monte (octs. v. 32).

XXII: Serás pio Jasón del César sacro (octs. v. 16).

XXVI: En su descanso el fatigado Atlante (octs. v. 5).

XXVI: Rayos dé Marte, y sol dé Citherea,
leche de honor te dé Bolona, Astrea
asuntos dignos que la fama cante (octs. estrofa 3.a).


Aunque varias de estas expresiones son tópicos de la época, queda bien manifiesto cómo Villamediana tenía unas ideas fijas y una forma de decirlas a la hora de cantar al príncipe de España. Pero más interés tiene comparar, con las octavas en cuestión, las de la loa de La Gloria de Niquea. Dámaso Alonso demostró ya cómo Ángulo y Pulgar, que había dado pie a Alfonso Reyes para pensar que la loa era de Góngora, no era digno de excesivo crédito18 . Demostró también que en la loa hay muchos versos calcados de Góngora. Este casi nunca se repite, y el Conde, con mucha frecuencia (a la docena de casos que da Dámaso Alonso podríamos añadir varios), sí que toma versos de su maestro. Y como, por otra parte, el discípulo había escrito octavas tan buenas, en algunos casos, como las de Góngora, quedaba claro que no debían de salir las octavas de la loa de La Gloria de Niquea para colocarlas entre las composiciones del cordobés. Veamos la identidad que existe entre ciertos pasajes de la loa escrita para felicitar a Felipe IV en su decimoséptimo cumpleaños y las Estancias en su honor al armarse caballero, o al ir a un torneo. Hay dos versos de la loa que están idénticos en las estancias:


entre estas esperanças Dafne crece
con ambición de coronar tus sienes


(Octs. v. 21-22: La Gloria de Niquea, Obras, pág. 14)                


Y las octavas 2 y 4 del pliego suelto vuelven a estar en la comedia con muy parecidas palabras:



Ambos te cederá mares Neptuno,
y desde Calpe igualmente veremos
velas mil tuyas coronar al uno
y encanecer el otro iguales remos.

Tus trompas oyrá presto esclarecidas
libre por tí, Jerusalen sagrada,
y en sus fuentes, aun oi mal conocidas,
el Nilo beverás en su celada.


(Obras, pág. 12)                



De todo lo expuesto en este tercer apartado se deduce:

  1. Que las octavas son de Villamediana, porque a él se atribuyen en el pliego por una mano de la época, sin que hasta la fecha sepamos que se hayan tenido por obra de otro, en ningún tiempo; porque en la fecha en que están escritas él estaba en la Corte; porque en ellas se dicen las mismas cosas que él había expresado muchas veces, con las mismas palabras, incluso.
  2. Que la fecha en que las escribió está entre 1617 y 1618, y hasta es muy probable que sea la de abril de 1618.
  3. Que el Conde, del que se había dicho, con razón, que repite versos de Góngora, se repite a sí mismo con cierta frecuencia.
  4. Que la loa de La Gloria de Niquea es, en efecto, obra suya.
  5. Que Villamediana es un poeta imperial en muchas ocasiones: un solo reino en la fe de Cristo al mando de los Austrias, que liberarán su sepulcro y tomarán Jerusalén. En este sentido vale la pena citar todavía estos versos suyos, que recuerdan totalmente al famoso soneto de Acuña:


Vno el ovil, una la lei perfeta
avrá vn solo pastor y vn solo Inperio.


(Obras, pág. 70)                



Le dice a Felipe IV, príncipe. Y en otra ocasión:


Ceñirá todo el orbe como zona
quando una grei y un solo pastor tenga.


(Obras, pág. 71)                



Sin duda alguna que esto es siglo XVI, solemnidad y universo, el haz de la poesía villamedianina; el envés, que lo hacen barroco, son sus sátiras políticas y personales, plebeyas e ingeniosas, metáforas alegres de un desengaño.




- 4 -

1618.-Son verdaderamente exiguos los restos que hemos conservado de la prosa del Conde, ya que, menos una, se han perdido todas sus cartas. Nos han quedado las prosas siguientes:

1612.-Cartel de un torneo, en colaboración con cuatro caballeros19.

¿1615?-Carta a un embajador de Florencia20.

1618.-La epístola-prólogo que edito a continuación.

1622.-La descripción de Aranjuez y las anotaciones de la comedia que se publicaron con La Gloria de Niquea21.

Debió de unir una larga amistad a Villamediana con Vargas Machuca. Ya lo vimos, de joven, elogiar un libro del general, en 1599. Ahora, en 1618, éste le pide un prólogo para su libro Teórica y exercicios de la Gineta22, que Villamediana escribió en los primeros meses de su último destierro. Es esta carta precisamente el documento que nos dice con más seriedad que visitó Sigüenza durante su apartamiento de la Corte, y una comprobación de que es suya la sátira a los canónigos de esa ciudad:



Llegué leguas caminadas
por dar descanso a mis plantas
al lugar de menos santas
y de más canonizadas23.



El autor del libro sobre equitación sabía que le pedía el prólogo a uno de los mejores jinetes de la época. Tenemos muchos datos para ilustrar esta afición por los caballos, que le venía de su padre, y que tan relacionada estaba con su oficio de Correo Mayor del Reino. Es muy conocido el soneto de Góngora Al Conde de Villamediana, celebrando el gusto que iuvo en diamantes, pinturas y caballos. Tenemos muchas noticias de la habilidad con que toreaba a caballo, y en sus versos hay un par de hallazgos que sólo se explican en un buen jinete 24. Salcedo Coronel, al ilustrar el soneto que he citado de Góngora, cuenta: «Estremóse... en adquirir los mejores caballos q[ue] ha tenido cauallero, ni señor en España; la mayor grandeza suya fue (como yo le oi muchas veces) q[ue] nunca vendió cauallo, porque, o los daua, o le morían en su casa»25 .

En la epístola se muestra no sólo entusiasta de los equinos, sino co nocedor de multitud de datos eruditos sobre ellos. Tiene también interés la breve historia de los correos que hace, y es pena que no insista más en esto, ya que como Correo Mayor -cargo que tradicionalmente ocupaba su familia en diferentes partes de Europa- la conocería muy bien. Además es un documento inapreciable, junto con la citada carta al Embajador de Florencia, para ver su concepto del honor y de la nobleza, tema demasiado extenso para este trabajo y que desarrollo actualmente en otro lugar.

[fol. 4r. s. n.] EPÍSTOLA DEL, Conde de Villamediana, Al Auctor.

Aviendo con atención passado los ojos por este tratado de la Gineta, hallo q[ue] v. m. tiene gran[n]demente obligados los caualleros de ambos orbes, por auer cumplido, con tan general satisfación, con lo que deue a quién es, no sólo obrando, como maestro, las materias desta professión de cauallería, para que siguiendo su exemplo y doctrina ningún español dexe de arribar al palio de la virtud heroyca, política y militar. Que aunque no es de todos correspon- [fol. 4v. s. n.] der al reno[m]bre y calidad de sus mayores con bastante equivalencia, pues no siempre con la sangre Naturaleza infunde la capacidad, fuerças y ánimo generoso de los passados, en v. m. ha sido esto ta[n] superior que podemos dudar quié[n] aya dado mayor lustre a su alcuña, co[n] ser la de v. m. ta[n] lustrosa, como luego veremos. Que es cosa justificada quando nuestros méritos excedieren la soberanía de nuestros predecessores, nos tengan la obligación que les deuemos tener, quando los suyos se adelanta [n] a los nuestros, pues no ay por qué yo no pueda honrar a mis abuelos, o con paridad en valor, o con excesso, como ellos lo pudiero[n] hazer conmigo. Que [fol. 5r. s. n.] a desiguales merecimientos, en toda buena policía y justicia, se deue[n] premios desiguales, y qua[n]do v. m. no tuuiera otra demostración para prueua de su nobleza, bastará este indicio de ser ta[n] apasionado como diestro en el manejo de ta[n] preciado y gallardo animal como el cauallo, cuya nobleza de raca es cosa cierta que la ay y huuo antiguame[n]te, como entre los ho[m]bres, hasta arribar a diuinidad, visto que Neptuno, monarcha y deidad del mar (según el gentilismo), fue el primer productor del cauallo.

Que sin el que, tocando la tierra, hizo salir bufando en la competencia q[ue] tuuo con Palas sobre el poner no[m]bre a la ciudad de Athenas, hiriendo otra [fol. 5v. s. n.] uez en ella con su tridente produxo a Xantho y Cyllaro, de que hizo presente a luno, y ella a Castor y Pólux, tan célebres héroes (sic) que aun los q[ue] gouernaron sus carros fundaron en Sarmacia los pueblos Heníochos, cuyos no[m]bres fuero[n] Telechín y Amphito. El mismo Neptuno engendró al generoso cauallo Arión que por esto Homero lo llama diuino, y Propercio dize q[ue] hablaua y tenía uso de razón. Estacio le compara a la inconstancia del mar alterado en inuierno, al qual se atribuye la llanura, conuenie[n]te al agua y a los cauallos. Y a esta causa, dan el mismo nombre al piloto q[ue] al gouernador del cauallo, que, como a éste con la rie[n]da, rige al baxel [fol. 6r. s. n.] con el gouernalle. Desta nobleza resulta que son estos animales tan magnánimos y de considerables respetos q[ue] vno por auerle el señor engañado, tapándole los ojos para que cubriese a su madre, co[n] desseo de su raça, cuando se vio descubierto, quedó tan desdeñóse del caso q[ue] se arrojó a vn gran despeñadero y hizo pedacos. Y otro, de Iordan Vrsino, adelantado de Córcega, por auerle quitado de la silla y jaezes, y puesto a tirar vn carretón, arremetió con él y saltó en vna sima de gran profundidad. Donde, no sin causa, dize Homero q[ue] Apolo se preció de guardar las yeguas del Rey Admeto de Thessalia, y en Pieria las de Eumelo, que era[n] iguales en [fol. 6v. s. n.] velocidad a las aues. Cuéntase que entre los Thessalios, los primeros que con destreza domaron cauallos fueron los Peletronios; pero lo más cierto es q[ue] aquel grande y heroyco cauallero Bellerophonte, recibie[n]do al Pegaso de Neptuno, y después en sueños vn freno de oro, de mano de Minerua, le enfrenó y domó, y con él acabó la difícil empressa de la Chimera, en Lycia. Y al fin, alumbrado por gracia del cielo, enseñó esta doctrina entre los hombres, auiéndosela comunicado Neptuno, quien dize Néstor que mostró manejar cauallos a su hijo Antiocho, como lupiter entrar co[n] ellos en las batallas. Por el qual beneficio llamaron los griegos [fol. 7r. s. n.] a Neptuno, Hippio. Los no[m]bres que de ciudades, montes y regiones del canallo ha[n] tomado, son sin número, q[ue] aun nuestros nauega[n]tes, en la carrera de las Indias, no[m]bran por famoso el golfo de las Yeguas. Y baste q[uej Homero, qua[n]do quiere dar epíteto honroso a Héctor, Ajaz, Diomedes o Néstor, echa mano del hipodamo q[ue] es domador de cauallos; lo mismo q[ue] Virgilio, a su imitación, llama a Mesapo hijo de Neptuno, a Poco, Rey de los latinos, y a Ausentino, hijo de Hércules. Y grandes príncipes en todas las naciones se han preciado del no[m]bre de Philipes, q[ue] denota amigos de cauallos, por ser precisame[n]te este animal de suma importancia a las personas [fol. 7v. s. n.] más grandiosas, y generalme[n]te a todo el género humano, por el grande socorro q[ue] halla en él, assí para escusar grandes peligros, como para alca[n]car nobles Vitorias y renombre inmortal; pues por ser tan belicoso y leal, le tienen los ho[m]bres nobles y valerosos con título de dignidad preheminente entre todos los demás.

Que aú[n] en el estado real, lo más q[ne] se puede loar vn príncipe es diziendo q[ue] es buen cauallero, vocablo en quien se incluyen valor y virtud. Y no sólo de su fortaleza, mas de su ligereza, resulta tanta y ta[n] necessaria vtilidad que no tienen los Reyes tan solícito cuydado ni gusto en otro algún ministerio de su seruicio como en el del [fol. 8r. s. n.] general de las postas, con quie[n] en breuíssimo espacio de tie[m]po tienen aniso de distantíssimos lugares, y aduierten de lo q[ue] importa al gouierno de sus estados. Innención antiquíssima entre los persas cuyo autor fue Xerxes, según Cleomedes, quando hazía guerra a la Grecia, disponiéndolas de modo que con vna vez se entendían de la vna a la otra, y en menos de dos días sabía en Persia qua[n]to passaua en Athenas y Lacedemonia. Vsó las postas Pyrro, Rey de Bpiro, primero entre los griegos, y Augusto en Roma, y después los demás emperadores. El gra[n] Cham de Tartaria, escriue Paulo Venteo, q[ue] las tiene por todo su Imperio, de 25 a 25 millas, au[n] [fol. 8v. s. n.] en los desiertos, do[n]de muda[n]do cauallos, haze[n] en vn día 200 y 500 millas. Esta vsanca se renonó en Italia en tie[m]po de los Vizcondes de Milá[n], y Luis XI las introduxo en Fra[n]cia por su vtilidad.

Ha[n] sido en el mundo algunos cauallos ta[n] ligeros q[ue] co[m]pitieron co[n] el viento. Probo, emperador, en la guerra de los Alanos, huuo vno q[ue] corría cien millas al día, y duraua diez sin cansarse. Syla, y vn rey de Dinamarca, tuuiero[n] dos de estraña velozidad y hermosura. Innumerables fueron los q[ue] en la antigüedad alca[n]çaro[n] reno[m]bre por esta naturaleza. De Iapón cue[n]ta Silio q[ue] era Galiciano y dexaua en la carrera los toruellinos atrás, q[ue] allí se dize q[ue] las madres conciben del [fol. 9r. s. n.] vie[n]to zéphiro. Gargano, Teró[n], Tajo y Lamo, de tierra de Lérida, corriero[n] co[n] inco[m]parable gallardía, y Cireo afirma bolar por el ayre, antes q[ue] correr por el suelo. Arión en poder de Adrasto, segú[n] Bstacio, dexaua atrás los nublados impelidos y apremiados de vie[n]to. La fortaleza de Bucéphalo, de cuyo nombre Alexa[n]dro hizo labrar vna ciudad qua[n]do se le matarofn] en la India, la d[e] Bauieca, sobre quie[n] nuestro gran Cid Ruydiaz venció 72 batallas campales, bien celebrada va por las historias. En suma, de más de sus propiedades, no ay fiesta ni jornada de paz o guerra que sin ayuda de cauallo se pueda honrosamefnjte acabar, a cuya causa tiene[n] ta[n]tas [fol. 9v. s. n.] prerrogatiuas q[ue] so[n] inestimables en el mu[n]do; por donde, aun los teólogos haze[n] ta[n]tas alegorías de su naturaleza, con los demás escritores en todas facultades. Grande no[m]bre alcancaro[n] de ho[m]bres de a cauallo los Scythas, o Tártaros, los Persas y los Tebanos, mas particularmente los de Colophó[n] en Assia fueron en esto singulares, como en el arte d[e] marear. De suerte q[ue] qua[n]do vna guerra no se podía co[n]cluyr, con traer la cauallería de Colophó[n], luego el enemigo era roto.

A tales caualleros ha imitado v. m. en todo el discurso de su vida por mar, y tierra, porq[ue] sie[n]do hijodalgo de solar conocido, decendie[n]te del famoso Garcipérez de Vargas, media[n]te cuyo valor el [fol. 10 r. s. n.] Rey don Ferna[n]do ganó a Seuilla, hermano q[ue] fue de Diego Pérez de Vargas q[ue] por su notoria vale[n]tía ganó el reno[m]bre de Machuca, ha seruido a su Magestad de 50 años a esta parte co[n] tanta satisfació[n] como co[n]sta de las certificaciones de sus seruicios en la guerra de Granada, y en las de Leua[n]te y armadas del mar, atrauessando el Ocide[n]tal, y siendo Maestre de Campo en el nueuo Reyno de Granada, acaba[n]do algunas de sus dificultosas co[n]quistas y subie[n]do a mayor título de capitá[n] general otras muchas, y demás desto reedifica[n]do ciudades y defendie[n]do otras de apretados sitios del enemigo, y auie[n]do poblado la ciudad de Sima[n]cas en memoria de su patria, de [fol. 10v. s. n.] cuya fortaleza su padre de v. m. fue alcaide tantos años. No hablo de los castillos de Portobelo y Rio de Chagre, q[ne] fabricó por orde[n] de Su Magestad ta[n] importa[n]tes a su real seruicio, pero no es de passar en sile[n]cio el gouierno de la Isla Margarita, do[n]de, como Capitá[n] general, fue temido de infieles y respetado de los naturales, por lo mucho q[ue] trabajó en su beneficio, fortifica[n]do la ciudad a su costa co[n] vn eminente castillo, y otros reparos, gasta[n]do co[n] liberal mano su hazienda en su defensa, policía, y adorno co[n] qua[n]to vna ciudad para ser inexpugnable y no[m]rada en lo diuino y humano ha menester. Y en su suma, después de auer escrito libros de arte militar, y exercita[n]- [fol. 11r. s. n.] do la gente de a cauallo para la guerra, como ta[n] gran soldado y ginete, dexa[n]do allí en bue[n] lugar vna carrera cerrada, donde los menos práticos se pueda[n] exercitar y salir diestros en la gineta para las ocasiones de ro[m]pimie[n]to con el enemigo q[ue] es la cosa con q[ue] da cima y lustre a tales empressas co[n]ti-nuá[n]dolas desta suerte por tie[m]po infinito. Y a esta causa es de estimar este trabajo sobre los más estimados de esta edad por auer discurrido, como ta[n] gran maestro en materia del manejo de los cauallos, para comú[n] vtilidad de la caua. Hería castellana, q[ne], sin duda, según la importa[n]cia deste libro, seria gra[n]de y general pérdida dexar de dar a la esta[m]pa segunda y más veces tan bue[n] acrecentamiento para el de la nobleza y reno[m]bre de nuestra nació[n], la qual de derecho deuerá a v. m. lo q[ue] la griega a Xenophonte gra[n] filósofo y valie[n]te soldado q[ue] en su idioma dexó vna obra ingeniosa de semeja[n]te exercicio q[ue] oy tenemos, a cuya imitaciófnj en Italia el Carachulo, el Grisón, el Fiaschi, el Corte y el Silíceo con otros diuersos ha[n] escrito gra[n]des discursos desta loable materia de cauallería. Guarde Dios a v. m. muchos años &c de Siguença y de Diziembre 25 de 1618.






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1620.-Como es bien conocido, Villamediana presentó un soneto al segundo certamen de las justas celebradas por la villa de Madrid con motivo de la beatificación de San Isidro. Se llevó el primer premio, sobresaliendo entre los sonetos escritos por Espinel, López de Zarate, Medrano, Montalbán, Calderón, etc., y fue publicado por Lope de Vega en su Justa poética y alabanzas justas que hizo la insigne villa de Madrid al bienaventurado San Isidro26. Después fue incluido en sus Obras desde la edición príncipe. El publicado en la justa presenta así el verso 11: en quanto al cielo rinde alto tributo, variante que hay que tener en cuenta, pues esta versión es, sin duda, la que dio el Conde a la justa, que apareció impresa en vida de él e inmediatamente después de celebrarse.




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Uno de los sonetos más famosos del Conde es, sin duda alguna, el epitafio a don Rodrigo Calderón, Este que en la fortuna más subida. Antes de publicarse en sus Obras había sido dado a conocer en el siguiente impreso27:

Romance / nuevo compves- / to a la muerte de Don / Rodrigo Calderón, em que se trata / de la prisión, sentencia, muerte / que tuuo, y del despedimiento que / hizo a la hora de la muerte. / Lleua al cabo vn Soneto famoso, que tra- / ta de lo mismo, (grabado) En Lisboa. / Con todas las licencias necessarias. Por Pedro Craesbeek. En el año de 1622. (Al fin): Taxao esta folha em cinco reis, a sete de Ianeiro. / Anno 1622, Gama, Moniz



Creo que éste es lugar para mostrar brevemente las más importantes variantes con que el soneto ha llegado a nosotros; dos de ellas tienen interés estilístico. Los versos 1 y 2 y 9 y 10 se leen así, en la primera edición de las Obras del Conde:

1 Este que en la fortuna más subida

2 no cupo en sí, ni cupo en él su suerte

9 Que allí fio a un cuchillo los perfetos

10 medio (sic) que religión zelante ordena.



En un manuscrito de la Academia de la Historia, que publicó Rodríguez Moñino28, se encuentran las variantes que siguen:

1 E. q. e. 1. f. m. crecida

2 n. c. e. s., n. c. e. e. la s.

9 Calificó u. c. l. p.

10 medios q. r. z. o.



Con las variantes de los versos 2, 9 y 10 coincide Gracián al editar el soneto29. Las ediciones de Madrid no coinciden en el verso 9 ni con el manuscrito ni con la príncipe. Dice: purificó el cuchillo los perfectos / modos que religión zelante ordena. Las variaciones de los versos 2 y 10 no tienen más interés que el de serlo: en el 2 el su me parece más expresivo; en el 10, sea modos o medios (mejor esto último), es evidente que es plural y que concuerda con su adjetivo perfectos. Dejaríamos, pues, la versión de la edición de 1629 con su y medios, corrigiendo la errata de ese singular. Las otras dos, sí que presentan interés.

Fortuna más crecida añade a la idea de alta fortunaun recuerdo de la luna. Rimar fortunacon el astro nocturno es frecuente en la poesía, porque es un tópico (o Fortuna / velut luna, en los Carmina Burana) relacionar la crecida y mengua, alternativas, de la luna con los avatares de la suerte. El mismo Conde nos pone ejemplos:


Buelvo a provar segunda vez Fortuna
efectos de tus iras agraviados
con tristes experiencias observados
los varios movimientos de tu Luna.
que el áncora acogió de mi fortuna;
Norte es sin observancias de la Luna30.



Por esta razón, y porque evitamos la cacofonía con su vida (que, además, es la rima siguiente), como lector prefiero la versión del manuscrito, como ya alguien en la época la prefirió; pero, desde el impreso que he citado antes, editado tan sólo un año después de escribirse el poema, hasta las seis ediciones de Obras y la totalidad de los manuscritos que recuerdo, ponen subida, versión que -sin olvidarse en absoluto de la variante- hay que aceptar en rigor de editor.

Una de las variantes del verso 9 nos lleva a un problema de fuentes. Teníamos: Que allí fio a, calificó, purificó un cuchillo. A la misma ocasión escribió Góngora el soneto Ser pudiera tu pira levantada (365 de Millé). El verso 9, precisamente, dice: Purificó el cuchillo, en vez de llama31, a lo cual hay que añadir la rima en -ida (como el de Villamediana), esclarecida y vida.

En este aspecto, la versión de 1629 me parece en lo poético la peor y en lo lógico la más torpe. No fio al cuchillo (bien conocidos, hasta la saciedad, son los preparativos sacramentales de don Rodrigo) los medios perfectos que la religión ordena, sino que purificó este cuchillo los medios ya empleados. (El calificó es peor, aunque puede pasar como un intensivo: el cuchillo califica, la muerte perfecta califica esos medios). La identidad de palabras con Góngora nos deja insoluble el problema:

  1. Villamediana escribió purificó, y no otra cosa, por imitar a Góngora, al que infinitas veces (como ya hemos señalado en este trabajo) sigue. Esto es lo más probable, pero:
  2. Un copista cualquiera, al leer calificó, por ejemplo, recordó lo que había dicho Góngora e hizo el mismo razonamiento que yo acabo de hacer, o bien, si no era puntilloso, siguió a Góngora porque mejoraba el soneto por su cuenta. O bien:
  3. Es variante del propio Villamediana.



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1630.-Los cuatro textos que quedan son posteriores a la muerte del autor y posteriores a la primera edición. Los veremos con mucho menos detenimiento. Un año después de publicadas sus Obras, Pellicer se empeñó, consiguiéndolo, en llenar un libro con noticias del ave Fénix32, a base de la fatigosa, si enorme, erudición que Dios le dio. Entre otras cosas de las que tuvo que echar mano para salir airoso, eligió la fábula del Conde al pájaro de Arabia. La editó con estas palabras:

«En español escriuió el poema del Fénix don Juan de Tassis, Conde de Villamediana, cuyo eleuado ingenio corre parejos con los de la antigüedad; y por parecerme que hago lisonja a los curiosos, por la falta que ay de sus obras, le estamparé aquí entero.»

Pellicer hizo un gran servicio a nuestro poeta, pues este poema -además de ser muy oscuro- es el peor parado en manos de los editores de sus ediciones. El texto de Pellicer es infinitamente más depurado y viene además avalado por dos circunstancias: 1.ª Como él da a entender en. el párrafo citado, antes de que se editasen las obras del Conde (cuya fecha más antigua de preliminares es octubre de 1628), ya había él terminado su libro, que tiene la censura (de Quevedo) datada en febrero de 1628 y, un mes más tarde, el Privilegio. Teniendo en cuenta que es una obra erudita, debemos suponer que tardó algún tiempo. Con lo cual vemos que, en cuanto a cronología, tiene igual o mayor autoridad que la primera edición. 2.ª Un tal Arcos, que firma en la portada y pone fecha (1633), corrigió con gran cuidado todo el ejemplar de Obras del Conde de la edición príncipe que manejo33. Es una corrección detallada y sistemática, donde se añaden hasta estrofas enteras (en el Faetón), se interpolan versos, se tachan otros y se anotan a veces hasta coincidencias con Góngora. Evidentemente disponía de un manuscrito de casi todas las composiciones, mejor que el utilizado por el editor, y, sobre todo, entendía mejor que él la poesía del Conde. Pues bien, todas las variantes del texto de Pellicer están señaladas por Arcos. Este tiene algunas más, pero cabe dudar si son correcciones de erratas, ya que no son fundamentales. En general, salvo pequeñas excepciones, podemos asegurar que Pellicer y Arcos leían un texto idéntico. Como ya he dicho que este último tenía un manuscrito con casi todas las correcciones, no hay por qué pensar que siguió la edición de Pellicer, sino que ambos tienen un manuscrito muy parecido, es decir, muy próximo al de Villamediana, o bien que, a pesar de tenerlo, este Arcos, buen conocedor de lo que hacía, deja su manuscrito y elige el texto de Pellicer (retocándolo cuando lo cree conveniente), por ser el mejor. De cualquier manera, esta coincidencia avala los textos, que desde luego son complementos legibles, y no así el de 1629, al que los correctores añaden versos enteros. Este artículo está saliendo ya excesivamente largo y monótono para que señale ahora las variantes, cerca de un centenar, que tengo recogidas. He querido, tan sólo, demostrar la autoridad de este texto disperso en contra de la impureza de la primera edición, en el caso de La Fénix. El casi centenar de variantes dice ya bastante. Precisaré, sin embargo, que en unas pocas ocasiones la lectura de las Obras convence más que la de Pellicer.




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1635.-Giovan Battista Manso publicó el soneto, ya incluido en las Obras, De engañosas quimeras alimento, en su Nomiche34, con tal cantidad de variantes que lo hacen una versión distinta. Esto ha llamado ya la atención de los eruditos: de Croce35, que lo copia de un manuscrito procedente de la Academia degli Oziosi; de Fucilla36, que lo toma del Nomiche, y de Prieto37. El soneto, en las versiones conservadas en Italia (la del Nomiche y la del manuscrito de los Ociosos, ambas entre sí idénticas), va dirigido a Manso, cuyo nombre se incluye en el verso 13. En los trabajos citados de Croce y Fucilla encontrará el lector los textos.




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1642 y 1648.-A Gracián, como es lógico, le gustaban mucho los versos de nuestro poeta, que está muy bien representado en la Agudeza38, por medio de varias composiciones, copiadas casi siempre en compañía de elogios rotundos. En la primera edición se ocupa de Villamediana en los siguientes lugares:

Fol. 14 r. y v.: «Entre la vida y la muerte de vn mostruo de fortuna, otro que lo fue en todo, cantó esta disonancia.» Y copia entero Este que en la fortuna, más subida, con las variantes que ya he señalado.

Fols. 29 v. y 30 r.: «Grandemente dixo el Conde de Villamediana.» Copia el primer cuarteto del soneto Es la mujer un mar todo fortuna. No aparece en las ediciones de Zaragoza, pero sí en las de Madrid, desde la primera39. Estos cuatro versos no ofrecen variantes.

Fol. 34 r. y v.: «... en este perfectíssimo soneto, que fue trofeo de la poesía española, contrapuso vn Príncipe de España, y más en la agudeza, lo turbio del corazón humano con la claridad de vna fuente.» Copia el soneto Risa del monte, de las aves liras, que se ha atribuido al Conde en varios lugares y cuya paternidad es una de las más problemáticas que conozco.

Se ha atribuido con insistencia a Villamediana y a Saavedra Fajardo. Este lo incluyó, sin decir que fuese suyo, pero también sin negarlo, en su República Literaria (desde la primera edición: Cabrera: Juicio de Artes y Sciencias, 1655). Lorenzo Ortiz, poco después, en Ver, oir, oler, gustar y tocar (León de Francia, 1678), lo vuelve a publicar como del autor de las Empresas. Y, siguiendo esta tradición, García de Diego lo cree de Saavedra en su edición de la República Literaria, en Clásicos Castellanos (Madrid, 1922). Ninguno de los editores de la obra de Saavedra han dado razones críticas para fundamentar esta atribución. Y por este camino el problema sigue como en el año 1655: ¿Es un ejemplo propio o ajeno de Saavedra Fajardo?

De no haber surgido nuevas atribuciones, con la grave duda de que el gran prosista político fuese capaz de escribirlo, se hubiese dejado como suyo. Pero la crítica ha tenido siempre sus dudas, y ya Bohl de Faber, en su Floresta, lo editó como anónimo. Y es que hay impresos y manuscritos desde muy temprano que contradicen la atribución a Saavedra Fajardo.

Antes de que apareciese el Juicio de Artes y Sciencias, trece años antes, un hombre que tiene motivos para ser considerado como autoridad en la poesía barroca, Gracián, lo publicó en la edición príncipe de la Agudeza, considerándolo de «un príncipe en sangre y más en el ingenio». Esta calificación cuadra bien a Villamediana40. Esto abre otra tradición que da como del Conde el poema. De él lo juzgó Mayans en su Retórica, en el siglo XVII (Valencia, 1757, tomo II, pág. 217). Y lo mismo hace Castro en el XIX, en el tomo XLII de Rivadeneyra (Madrid, 1857, página 157). Es él quien hizo primero la bibliografía del soneto, partiendo de Gracián.

Pero la verdadera historia se remonta a veintiún años antes, treinta y cuatro, por tanto, antes de ser atribuido a Saavedra. El primero en editarlo fue Tirso de Molina en sus Cigarrales de Toledo (Madrid, 1621), que lo titula A una fuente y lo atribuye a «un príncipe de Castilla, igual en el imperio y en la sangre, siendo ésta de la mejor de Europa»41. Bien claro está de dónde lo toma Gracián y de dónde sacó la atribución, de forma que raya en el plagio, hasta tal punto que sería interesante comprobar lo que la Agudeza, debe a libros de miscelánea, semejante a los Cigarrales de Tirso. De aquí viene la sospecha de que sea de Villamediana, aunque no se ha publicado en sus Obras.

Ninguna de estas dos atribuciones me convencen. El texto de Tirso es muy terminante y muy temprano, lo que hace que debamos creer la atribución a un noble que fuese ingenioso poeta. Esto desecha la atribución a Saavedra. Pero no nos lleva a asegurar que sea de Villamediana, porque hay varios nobles que escriben buenos versos en 1621, siendo los mejores con Tassis, Salinas y Esquiladle. Si el estilo cuenta algo en estas cuestiones, nadie dudará en atribuirlo al último. El blandísimo tono, el sentido de la naturaleza, el rococó diminutivo guijuelas, el afectado me enamora y el moralizante terceto final, amanerado y sin desengaño verdadero, cuadran perfectamente con don Francisco de Borja, que fue llamado por Gracián «Príncipe de Esquilache y príncipe de la poesía», fórmula semjante a la empleada en la atribución al soneto en cuestión. Como lector, yo apostaría que no es de Salinas y con más conocimiento que no es de Villamediana.

En favor de esta atribución a Esquiladle hay, por lo menos, un dato documental que no deja en el aire totalmente mi parecer: en el manuscrito 4.141 de la Biblioteca Nacional, de Madrid, en la página 291 se le atribuye. Y, sin embargo, ¿cómo el príncipe, que tan buen cuidado tuvo de editar sus obras, no lo recogió? Es difícil creer que no le gustase.

Salga aún más problemática de mis manos esta atribución: ¿Tirso, Saavedra, Villamediana o Esquilache

En la segunda edición de la Agudeza, al ampliar mucho su obra, añadió nuevos ejemplos y noticias de Villamediana. En la página 80 copia estas dos redondillas, que no parece que se hubieran editado hasta el momento42:


Méritos de desdichados
son sufragios de precitos,
que inútilmente dan gritos,
sujetos mal escuchados.
Nadie porfíe ni espere
vencer efectos del hado,
que el que ha de ser desdichado
entre los remedios muere.



En la página 110 dice: «Iuntó lo sentencioso con lo crítico el de Villamediana, que fue el único en nuestros tiempos en lo picante», y copia el soneto Si para mal contentos hay sagrado, sin variantes con respecto a la primera edición. En la página 169 copia sin variantes los cuatro últimos versos de la fábula de Dafne y Apolo en verso corto que las Obras atribuyen al Conde43. En la página 170 ejemplifica un caso en que «el Conde de Villamediana dio primero la razón que la propuesta» con esta redondilla:


Pues sólo el que por vos muere,
tiene a los vivos en poco,
ninguno me llame loco,
aunque enloquecer me viere44.



En la página 231 refiere, sin decir el nombre del protagonista, el suceso de los amores reales: «Lo mismo es quando es la equivocación atrevida y peligrosa; como aquel que en unas fiestas sacó la librea sembrada de reales de a ocho, con esta letra: Son mis amores reales.»

Por fin, en la página 291 copia el bello soneto No entre Scila y Caribdis viva nave, que ya estaba editado en las Obras, desde la primera edición (pág. 67). No contiene variantes.




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1662.-El último texto disperso tiene poca importancia. Se trata de una redondilla suelta del Conde que se glosó como asunto obligado en la Academia que se celebró en 23 de abril en casa de don Melchor de Almeida, en Madrid45. Los cuatro versos, que no se han conservado en otros impresos, ni en manuscritos conocidos por mí, fueron glosados por don Diego de Sotomayor, Caballero del Hábito de Santiago, en unas décimas que empiezan Abrasada voluntad. Son éstos:


Tan fino mi amor mantengo
que queda mucho mayor
que la pena del dolor
la embidia del mal que tengo.









 
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