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ArribaAbajo

La inconstancia

Odas a Lisi





- I -


El céfiro

ArribaAbajo   ¡Cuál vaga en la floresta
el céfiro süave!
¡Cuál con lascivo vuelo
sus frescas alas bate,
   sus alas delicadas,  5
que forman al mirarse
del sol en los reflejos
mil visos y cambiantes!
   ¡Cuán licencioso corre
de flor en flor, y afable  10
con soplo delicioso
las mece y se complace!
   Ahora a un lirio llega,
ahora el jazmín lame,
la madreselva agita  15
y a los tomillos parte,
   do entre mil amorcitos
vuela y revuela fácil
y los besa y escapa
con alegre donaire.  20
   La tierna hierbezuela
se estremece delante
de sus soplos sutiles
y en ondas mil se abate.
   Él las mira y se ríe,  25
y el susurro que hacen
le embelesa, y atento
se suspende a gozarle.
   Luego rápido vuelve,
y alegre por los valles  30
no hay planta que no toque,
ni tallo que no halague.
   Verasle ya en la cima
del olmo entre las aves
seguir con dulce silbo  35
sus trinos y cantares,
   y en un punto en el suelo
acá y allá tornarse
con giro bullicioso,
festivo y anhelante.  40
   Verasle entre las rosas
metido salpicarse
las plumas del rocío
que inquieto les esparce.
   Verasle de sus hojas  45
lascivo abrir el cáliz
y empaparse las alas
de su aroma fragante.
   Batiendo del arroyo
con ellas los cristales  50
verasle formar ledo
mil ondas y celajes.
   Parece cuando vuela
sobre ellos que cobarde,
las puntas ya mojadas,  55
no acierta a retirarse.
   ¿Pues qué, si al prado siente
que las zagalas salen?
Verás a las más bellas
mil vueltas y mil darle.  60
   Ora entre sus cabellos
se enreda y se retrae,
el seno les refresca
y ondéales el talle.
   Sube alegre a los ojos,  65
y en sus rayos brillantes
se mira y da mil vueltas
sin que la luz le abrase.
   Por sus labios se mete
y al punto raudo sale;  70
baja al pie y se lo besa,
y anda a un tiempo en mil partes.
   Así el céfiro alegre,
sin nada cautivarle,
de todo lo más bello  75
felice gozar sabe.
   Sus alas vagarosas
con giros agradables
no hay flor que no sacudan,
ni rosa que no abracen.  80
   ¡Ay Lisi!, ejemplo toma
del céfiro inconstante;
no con Aminta sólo
tu fino amor malgastes.




- II -


El arroyuelo

ArribaAbajo   ¡Con cuán plácidas ondas
te deslizas tranquilo,
oh gracioso arroyuelo,
por el valle florido!
   ¡Cómo tus claras linfas,  5
libres ya de los grillos
que les puso el enero,
me adulan el oído!
   ¡Cuál serpean y ríen
y en su alegre bullicio  10
la fresca hierbezuela
salpican de rocío!
   Sus hojas delicadas
en tapete mullido
ya se enlazan, y adornan  15
tu agradable recinto,
   ya meciéndose ceden
al impulso benigno
de tus pasos süaves
y remedan su giro,  20
   o te besan movidas
del favonio lascivo,
mientras tú las abrazas
con graciosos anillos.
   De otra parte en un ramo  25
tu armonioso ruïdo
acompaña un jilguero
con su canoro pico.
   ¡Arroyuelo felice!,
¿cómo a Lisi no has dicho  30
que a ser mudable aprenda
de tus vagos caminos?
   Tú con fáciles ondas,
bullicioso y activo,
tiendes por todo el valle  35
tu dichoso dominio.
   Ya entre juncos te escondes;
ya con paso torcido,
si una peña te estorba,
salvas cauto el peligro;  40
   ya manso te adormeces,
y los sauces vecinos
retratas en las ondas
con primor exquisito.
   Tus arenas son oro  45
que bullendo contino
a la vista reflejan
mil labores y visos.
   En tu mansa corriente
giran mil pececillos,  50
que van, tornan y saltan
con anhelo festivo.
   Nace el sol y se mira
en tu espejo sencillo,
que le vuelve sus rayos  55
muy más varios y vivos.
   Tus espumas son perlas
que las rosas y lirios
de su margen escarchan
en copiosos racimos.  60
   Del Amor conducidas,
las zagalas contigo
consultan de sus gracias
el poder y atractivo.
   Tú el cabello les rizas,  65
tú en su seno divino
la flor pones y adiestras
de sus ojos el brillo.
   En tus plácidas ondas
halla la sed alivio,  70
distracción el que pena,
y el feliz regocijo.
   Yo las sigo, y parece
que riéndose miro
la verdad y el contento  75
en su humor cristalino
   que escapando a mis ojos
y con plácido hechizo
al compás de sus ondas
me adormece el sentido.  80
   ¡Oh dichoso arroyuelo!,
si de humilde principio
por tu inconstante curso
llegares a ser río;
   si otro bosque, otras vegas,  85
de raudales más rico,
con benéfica urna
regares fugitivo;
   ¡ay!, di a mi Lisi al paso
que en su firme capricho  90
no insista; y dale ejemplo
de mudanza y olvido.




- III -


La mariposa

ArribaAbajo   ¿De dónde alegre vienes
tan suelta y tan festiva,
los valles alegrando,
veloz mariposilla?
   ¿Por qué en sus lindas flores  5
no paras, y tranquila
de su púrpura gozas,
sus aromas espiras?
   Mírote yo, ¡mi pecho
sabe con cuánta envidia!,  10
de una en otra saltando
más presta que la vista.
   Mírote que en mil vuelos
las rondas y acaricias:
llegas, las tocas, pasas,  15
huyes, vuelves, las libas.
   De tus alas entonces
la delicada y rica
librea se despliega
y al sol opuesta brilla.  20
   Tus plumas se dilatan,
tu cuello ufano se hincha,
tus cuernos y penacho
se tienden y se rizan.
   ¡Qué visos y colores!,  25
¡qué púrpura tan fina!,
¡qué nácar, azul y oro
te adornan y matizan!
   El sol, cuyos cambiantes
te esmaltan y te animan,  30
contigo se complace
y alegre en ti se mira.
   Los céfiros te halagan,
las rosas a porfía
sus tiernas hojas abren  35
y amantes te convidan.
   Tú empero bulliciosa,
tan libre como esquiva,
sus ámbares desdeñas,
su seno desestimas.  40
   Con todas te complaces;
y, suelta y atrevida,
feliz de todas gozas,
ninguna te cautiva.
   Ya un lirio hermoso besas;  45
ya inquieta solicitas
la coronilla, huyendo
tras un jazmín perdida.
   El fresco alhelí meces,
a la azucena quitas  50
el oro puro y saltas
sobre una clavellina.
   Vas luego al arroyuelo;
y en sus plácidas linfas,
posada sobre un ramo,  55
te complaces y admiras.
   Mas el viento te burla
y el ramillo retira,
o salpicas tus alas
si hacia el agua lo inclina.  60
   Así huyendo medrosa
te tiendes divertida
lo largo de los valles
que abril de flores pinta.
   Ahora el vuelo abates,  65
ahora en torno giras,
ahora entre las hojas
te pierdes fugitiva.
   ¡Felice mariposa!,
tú bebes de la risa  70
del alba, y cada instante
placeres mil varías.
   Tú adornas el verano.
Tú a la vega florida
llevas con tu inconstancia  75
el gozo y las delicias.
   Mas, ¡ay!, mayores fueran
mil veces aún mis dichas,
si fuese a ti en mudarse
mi Lisis parecida.  80




- IV -


La naturaleza

ArribaAbajo   No, Lisi, esa constancia,
con que al Amor pretendes
mover a que la copa
te brinde del deleite,
   a enojos y fastidios  5
te lleva. Los desdenes,
muy más que a mí me afligen,
tu crudo pecho ofenden.
   Las risas, la alegría,
el gusto y los placeres,  10
las fáciles los gozan
y envidian las crueles.
   Amor, como dios niño,
es vivo, inquieto, alegre;
y atrevido y artero  15
los peligros no teme.
   De pecho en pecho vuela;
y ora rinde un rebelde,
ora un soberbio oprime
y ora un tibio enardece.  20
   Así se goza y burla
y a un tiempo a todos prende.
De la inconstancia nace
y en la firmeza muere.
   Ni el orden de las cosas  25
inmóvil es, que siempre
con sucesión süave
el cielo nos las vuelve.
   Tras la rosada aurora
ya corre el sol fulgente,  30
mientras su negro manto
la ciega noche tiende.
   Sigue al nubloso invierno
plácido abril, y cede
julio al opimo octubre,  35
corona de los meses.
   Su aljófar cristalino
no solo el alba llueve
sobre la rosa, o sola
con el verano crece.  40
   El valle que cubierto
se vio de escarcha y nieve,
loco ya con sus flores
nos descubre la frente.
   Los chopos que desnudos  45
se quejan del diciembre,
y mustios y ateridos
los ojos nos ofenden,
   bien presto coronados
de pompa y hoja verde,  50
nido a las dulces aves
en grata sombra ofrecen.
   Su aroma la azucena
a todos da; la fuente,
liberal para todos,  55
sus claras linfas vierte.
   Ni la próvida abeja
de una flor diligente
liba su miel, que a todas
los cálices le bebe.  60
   ¿Pues qué los pajarillos,
cuando el Amor los hiere?
De amada y lecho mudan
en sucesión perenne.
   Del gusto sólo unidos,  65
tan sólo por sus leyes
se buscan o se olvidan
sin celos ni esquiveces.
   ¡Qué libres!, ¡qué expresivos
cantando blandamente,  70
sus fáciles delicias
mi espíritu conmueven!
   Helos buscarse ahincados,
helos seguirse ardientes,
helos ceder al fuego  75
que en sus entrañas hierve;
   y en un momento mismo,
¡oh dichosos mil veces!,
aman, gozan, se dejan,
y un nuevo amor emprenden.  80
   ¡Ay Lisi, esquiva Lisi!,
si ves su feliz suerte,
¿por qué, cruel, por firme
mayor ventura pierdes?



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