Nació en la provincia del Azuay el 6 de abril de 1833.
Eminente varón, tipo auténtico del autodidacta, llegó a encumbrarse gracias a su viril energía, desde su humilde cuna al solio presidencial y a las más brillantes esferas de la cultura.
Las letras del Ecuador débenle algunos de sus bien ganados lauros. Fue, además, el raro ejemplar de un gran poeta bilingüe, que utilizaba con igual soltura y maestría la lengua de sus antecesores hispanos y la de los desheredados aborígenes entre los cuales pasó, su infancia: la quichua, lengua imperial del Incario.
Puede decirse así que en su alma se verificó el milagro de la amalgama de dos culturas, de dos conceptos de la vida; mejor dicho, de dos emociones vitales: la primitiva, naturalista, y la cristiana, ultracivilizada.
Versificador fácil y, en sus poesías jocosas, chispeante y epigramático, era en sus comienzos, cuando trataba de alzar el tono, amanerado y convencional.
Pero cuando las circunstancias le obligaban a dar de mano a los amaneramientos y convencionalismos de escuela -la vergonzante escuela neoclásica de los Quintana, Martínez de la Rosa, Cienfuegos y Hermosilla- sabía remontarse a las
alturas de la verdadera inspiración, en un lenguaje poético amplio y sonoro, de
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ritmo rotundo y poderoso que recuerda al Cervantes de los más felices momentos, en que venciendo sus timideces atinaba a ser poeta, y gran poeta, como en la «Canción desesperada» de Grisóstomo, de la cual el «Adiós» de Cordero y conserva el tono solemne y el acento apasionado y sincero.
A su primera manera pertenece la mayor parte de sus poesías serias; a la segunda, triste es decirlo, muy pocas; pero, entre estas pocas, se cuentan sus sonetos «Al glorioso Cervantes Saavedra» y su «Adiós» que es, si no la más grande elegía de la lengua, uno de los más profundos lamentos que se haya exhalado de un corazón cristiano bajo la garra del dolor inevitable, fuente de toda sabiduría para los que se atreven, como nuestro poeta, a mirarle cara a cara.
Ésta es también la opinión del fino crítico doctor Rigoberto Cordero León, el antologista más reciente de la poesía corderiana (Presencia de la Poesía Cuencana, 1956), cuando llama al «Adiós»: «una de las más bellas elegías que el castellano nos ha dado, conmovedora hasta la ternura, patética hasta el borde mismo de la suprema desesperanza»
.
Y como basta una palma real para hermosear un declive montañoso, basta esa elegía para hacer que nuestro Parnaso se destaque sobre todos los demás de la grandiosa cordillera que, en América, han formado las letras castellanas49.
Al glorioso Cervantes Saavedra |
A los trescientos años de haber nacido su inmortal don Quijote de la Mancha
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I |
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Para irrisión de andantes caballeros, | | | | lanzaste el tuyo, de figura triste, | | | | tempestuoso filántropo, que embiste | | | | doquiera que barrunta desafueros. | | |
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| A su lado pusiste el de escuderos |
5 | | | perfecto tipo, que al Manchego asiste | | | | sólo porque el Fidalgo le conquiste | | | | ínsulas en que hartarse de pucheros... | | |
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| ¡Tal es la sociedad! Almas ardientes | | | | pugnan por el derecho conculcado, |
10 | | | provocando la risa de las gentes; | | |
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| mientras un maula rústico y taimado | | | | sirve de Sancho Panza a los valientes | | | | por el plebeyo gaje del bocado. | | |
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II |
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Loco es tu paladín; mas, su manía |
15 | | | de amparar a dolientes desvalidos, | | | | castigando a bellacos y bandidos, | | | | a punto está de ser sabiduría. | | |
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Al otro mandria, de cabeza fría, | | | | que todo lo refiere a los sentidos, |
20 | | | ¿qué le importan fazañas ni cumplidos, | | | | si al sórdido interés tiene por guía? | | |
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| Hidalgo el uno, la hermosura crea | | | |
que corazón le acepte y homenaje, | | | | férvido adorador de Dulcinea. |
25 | |
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| Villano el otro, sueña con el gaje, | | | | y, si en algo más noble se recrea, | | | | es sólo al recobrar a su bagaje. | | |
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III |
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Desazones, derrotas, penitencia, | | | | todo lo arrostra el ínclito Manchego, |
30 | | | que, encendido de amor en vivo fuego, | | | | milita en protección de la inocencia. | | |
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| El paje es un modelo de indolencia, | | | |
a injurias mudo, para lidias ciego, | | | |
muy discreto, eso sí, cuando entra en juego |
35 | | | el tema de la propia conveniencia. | | |
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El adalid, que al débil presta auxilio, | | | | deplorará, con frases peregrinas, | | | |
la suerte de Cardenio o de Basilio. | | |
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| El mozo, de Camacho en las cocinas, |
40 | | | vagará como en propio domicilio, | | | | engullendo perdices y gallinas. | | |
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|
IV |
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Don Quijote es el noble visionario, | | | | por altos ideales aturdido; | | | |
Sancho es aquel plebeyo buen sentido, |
45 | | | que prefiere a la gloria el numerario. | | |
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| Si embiste el Caballero temerario, | | | |
el mozo queda oculto o encogido, | | | | y ni palabra chista, si, vencido, | | | |
no abandona el palenque el adversario. |
50 | |
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| Blande el Hidalgo la pujante lanza | | | | sólo por la justicia y por su hermosa, | | | | que así de caballeros es usanza. | | |
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El zafio una piltrafa apetitosa | | | |
les pide a las alforjas, como Panza; |
55 | | | don Quijote es poema: Sancho es prosa. | | |
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|
V |
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El uno al natural, el otro al vuelo; | | | | aquél con su sarcástica simpleza; | | | | éste elevada siempre la cabeza, | | | | confundiendo al Toboso con el cielo. |
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| Arranques de piedad en todo duelo; | | | | lujo de cortesana gentileza; | | | |
contra follones, varonil fiereza; | | | |
de honrosos lances insaciable anhelo. | | |
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| Socarrón, el criado, le acompaña, |
65 | | | sobre enjalma de mísero borrico, | | | | sólo por el botín de la campaña; | | |
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y olvida el manteamiento y cierra el pico, | | | | porque su burdo cálculo le engaña | | | |
con Baratarias que han de hacerle rico. |
70 | |
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VI |
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Tal es el mundo, ilustre Romancero: | | | | algunos, con la mente perturbada, | | | | imitan la ideal, pero arriesgada, | | | | profesión del Andante Caballero. | | |
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| Otros, como su rústico escudero, |
75 | | | buscan lo material de la tajada, | | | | aunque agujas los pinchen; porque nada | | | | los enamora más que don Dinero. | | |
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| Armemos los Quijotes por docenas; | | | | montemos por millares a los Panzas, |
80 | | |
y tendremos del mundo las escenas, | | |
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| donde, al romperse quijotescas lanzas, | | | | estallen burlas y se lloren penas, | | | | producto de estrambóticas andanzas. | | |
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|
VII |
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¡Cervantes inmortal!, ¡cuánta cordura |
85 | | | acertaste a encarnar en la demencia, | | | | haciendo de tu artista la excelencia | | | | perpetuo asombro de la edad futura! | | |
|
| Moral, erudición, literatura, | | | |
milicia, poesía y elocuencia, |
90 | | | ¡todo con la fantástica apariencia | | | | y el bizarro color de la locura! | | |
|
| ¡Sublime Manco, si llegase el día | | | | en que la humana sociedad agote, | | | | por deplorable caso, su alegría, |
95 | |
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para hacer que otra vez la risa brote | | | | en sonoros raudales, bastaría | | | |
abrir ante los tristes tu Quijote! | | |
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Aplausos y quejas |
(Fragmentos)
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Al inspirado cantor de la raza latina, don Olegario Víctor Andrade
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Oí tu voz, y a la celeste esfera | | | | volé contigo, poderoso vate, | | | |
cual cóndor de la andina cordillera, | | | | que, con sublime aliento, | | | |
arranca de la roca solitaria | | | |
a los mares de luz del firmamento. | | |
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|
¡Oh prodigio! las sombras del pasado, | | | | noche de las edades tenebrosa, | | | |
huyeron ante mí. ¡Se abrió la fosa | | | | que en sus entrañas lóbregas encierra, | | | | polvo tras polvo de las muertas razas, | | | | la vieja humanidad cambiada en tierra! | | | | Y se extendió a mis pies, cual mapa inmenso, | | | | del orbe la amplitud, vasto escenario, | | | | donde el drama grandioso de la Historia, | | | | ya de baldón colmadas, ya de gloria, | | | |
a impulso de frenéticas pasiones | | | | o de eximia virtud, ante los siglos | | | | absortos, representan las Naciones! | | |
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—402→
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He visto a Eneas, con el peso augusto, | | | | salir de entre las ruinas polvorosas | | | |
de la infeliz Ilión; verter el llanto | | | |
que al alma, no a los ojos de los héroes, | | | | arranca de la Patria el duelo santo, | | | |
y al capricho entregarse de las ondas, | | | | buscando peregrino, | | | |
en ignota región, tierra lejana, | | | | dónde plantar los vástagos tronchados | | | | de la estirpe troyana. | | |
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No los vientos, el soplo del destino | | | | las velas infla, que a occidente vuelan, | | | | cual banda de gaviotas asustadas | | | |
por trueno repentino... | | |
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Brama la tempestad en el Tirreno | | | | Ponto, que ruge airado | | | |
alzando montes de encrespadas olas, | | | |
que ocultan todo puerto al desgraciado... | | |
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| Pero Marón despierta, | | | |
y la empolvada lira | | | | del túmulo retira, | | | | donde, a par del cantor, cayera muerta... | | |
|
| Él nos sabrá decir cómo se cambia | | | |
el sañudo huracán en manso ambiente, | | | | fácil surco en la mar hiende la proa | | | | y su dorada luz la rubia aurora | | | | vierte sobre la linfa transparente. | | |
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¡Peregrino feliz! En los confines | | | | del piélago ignorado | | | |
Italia está, bellísima sirena, | | | |
que con lazo de nardos y jazmines, | | | | cautivo para siempre, le encadena. | | |
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| Halló el hijo de Anquises pïadoso | | | |
la patria que buscaba. Nacen pueblos; | | | | levántanse ciudades; | | | |
guerreros bullen, y, en el noble Lacio, | | | | (póstuma de esa Ilión que se desploma) | | | | más grande y más audaz, yérguese Roma! | | |
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—403→
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Cantor preclaro de una raza de héroes | | | | que es el fénix eterno de la historia, | | | | bien puedes entonar épicos himnos | | | |
a su perpetua gloria, | | | |
ya que la excelsa Cruz abre sus brazos | | | | y con ellos cobija | | | |
al romano y al bárbaro, a los hombres: | | | | ¡La Humanidad es su hija! | | |
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Primogénita ilustre, el cetro de oro | | | | empuñe de los Césares Iberia; | | | |
ocho siglos batalle con el moro; | | | | extermine sus huestes en Granada; | | | | recobre la usurpada | | | |
heredad, y en un rapto de hidalguía, | | | | desate la diadema de su frente, | | | | para comprar con ella | | | |
joya de más valor: ¡un Continente! | | |
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| De pie, sobre la orilla | | | |
del Gaditano mar, lance a la América | | | | la romana semilla; | | | |
que, en el suelo profundo | | | |
de esta virgen comarca, que latente | | | | el juvenil calor guarda del mundo, | | | | germinará lozana y vigorosa, | | | | doblando presto la española gente... | | |
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¡Perdón, oh madre amada! | | | | ¡Perdón si un día tus audaces hijos | | | | libertad te pedimos con la espada! | | | | Tú nos diste la sangre de Pelayo; | | | | tú la férvida sed de independencia: | | | | español el arrojo, | | | |
castellana la indómita violencia, | | | | fueron, con que esgrimió tajante acero | | | | el que probó en la lid... ser tu heredero. | | |
|
| Si, para siempre roto, | | | |
cayó el antiguo lazo en la jornada, | | | | ese lazo, no fue, madre adorada, | | | | el del filial amor, vínculo tierno, | | | | que ha de ligarle a ti con nudo eterno. | | |
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—404→
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|
Mientras tu dulce sonoroso idioma, | | | | raudal inagotable de armonía, | | | |
su ritmo musical preste a los bardos | | | | que en la floresta umbría | | | |
del Ande entonan cantinela indiana, | | | | no morirá tu amor, y tuyo el lustre | | | | será, si en el concento, | | | |
entre las galas del primor latino, | | | | luce el hispano varonil acento... | | |
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Pero ¿por qué los ojos | | | | apartas del Oriente, | | | |
a ver cuál se derrama | | | |
sobre nuevo país latina gente, | | | |
antes de que los vuelvas al extremo | | | | de la tostada Libia, donde azotan | | | | solitario peñón rudas tormentas, | | | |
que el no surcado piélago alborotan?... | | |
|
| El cielo se oscurece; el viento zumba; | | | | furioso el Ponto brama; | | | |
la combatida mole se estremece, | | | |
y, al clarear del relámpago, aparece | | | | (poeta, vedle allí) ¡Vasco de Gama! | | |
|
|
Si hasta el Índico mar el rumbo sigues | | | | que traza el arrogante lusitano, | | | |
un náufrago verás... Las ondas bate | | | | con la siniestra mano, | | | |
y, ansioso de salvar lo que mil veces | | | | más precioso reputa que la vida, | | | | en la diestra levanta, | | | |
con afán infinito, | | | |
un objeto inmortal: ¡el manuscrito | | | | en que las glorias portuguesas canta! | | |
|
| ¡Cuna de Camoens! a injurioso olvido | | | | tu nombre relegar ¿cómo un poeta | | | |
de América ha podido? | | | |
Cuando aún parece que la sombra inquieta | | | | del claro Magallanes | | | |
escudriña la brecha misteriosa, | | | |
al nocturno fulgor de los volcanes; | | |
—405→
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cruza de mar a mar; graba su nombre | | | | en la roca vecina, | | | |
y, bogando a las islas de Occidente, | | | | cae, para marcar perpetuamente, | | | | con tu tumba, la ruta peregrina. | | | | Viuda tornará su nave heroica, | | | |
por opuesta región, al mismo puerto, | | | | y, testigo intachable del profundo | | | | dictamen de la ciencia, | | | |
probará que, del sol en competencia, | | | | pudo dar un bajel la vuelta al mundo. | | |
|
| Mas siga ya tu canto, y la hechicera | | | | Nereida que, del fondo de las aguas, | | | | bañada en perlas, levantó la frente, | | | |
al sentir que Colón mundos perdidos | | | | buscaba entre las brumas del poniente; | | | | América, la virgen prometida, | | | |
que, de gala vestida, | | | |
bajo un dosel de palmas y de flores, | | | | al porvenir aguarda, | | | |
y en lánguidos suspiros | | | |
se queja de su amante porque tarda; | | | | ella, que el regio manto, | | | |
bordado de esmeraldas y rubíes, | | | |
ha tenido en las costas de sus mares, | | | | ansiosa de que salten a millares | | | |
los obreros del bien que el siglo admira, | | | | oiga, en elogio suyo, | | | |
los pindáricos sones de tu lira. | | |
|
| Exenta un tiempo de afrentoso yugo, | | | | libre, como la luz, como las auras, | | | | creció lozana y bella, | | | |
hasta el aciago día | | | |
en que, siguiendo de Colón la huella, | | | | la vino a sorprender la tiranía. | | |
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|
Por luengos años, prisionera ilustre | | | | de extranjero señor, lloró en silencio | | | | su desdichada suerte; | | |
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pero, cansada, al fin, de oprobio tanto, | | | | a la ignominia prefirió la muerte; | | | |
la perdida altivez cobró iracunda, | | | | deshizo en mil pedazos | | | |
la bárbara coyunda, | | | |
y, amazona terrible en la batalla, | | | | ¡al pecho disparó de sus guardianes | | | | los grillos, convertidos en metralla! | | |
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| Hoy es la poderosa | | | |
soberana que extiende sus dominios | | | | del uno al otro polo, | | | |
y al opresor antiguo, generosa, | | | | le tiende amiga mano, | | | |
que quien fue su señor es ya su hermano. | | |
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| Las páginas no escritas | | | |
que el misterioso libro de la historia | | | | guarda para el futuro, | | | |
ella sabrá llenarlas con su gloria. | | | | Ante ella han de librarse | | | |
los postreros combates del progreso. | | | | No importa que el exceso | | | |
de vida, de entusiasmo, de energía, | | | | en que el fecundo seno le rebosa, | | | |
la inflame alguna vez y la enloquezca; | | | | en sus entrañas arde todavía | | | |
aquel fuego interior que hundió los valles, | | | | alzó los montes, trituró las rocas | | | |
y sacudió el planeta, | | | |
antes que, dócil, a la ley cediese | | | | que a reposado giro lo sujeta. | | |
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| Si aún hoy su veste cándida | | | | mancha con sangre la matanza impía, | | | | si el humo de las lides pestilente | | | |
le inficiona el ambiente, | | | |
le agosta el campo, le oscurece el día; | | | | presto de la discordia el monstruo infame | | | | caerá a sus pies, rendido, | | | |
y, al dispararse la sulfúrea nube, | | | | de mortíferos rayos negro nido, | | |
—407→
| |
América radiante y majestuosa, | | | | moderna Egeria del linaje humano, | | | | futura institutriz de las naciones, | | | | las tablas de la ley tendrá en la mano. | | |
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| Y, con regio ademán, el noble coro | | | | mostrará de sus hijas predilectas, | | | |
de progenie romana, | | | | que su honra, su decoro, | | | | su timbre, su blasón serán mañana. | | |
|
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| ¡Ecuador! Ecuador! patria querida, | | | | por cuyo amor es poco dar la vida, | | | | ¿cómo, cual tribu oscura, | | | |
entre incógnitas breñas olvidada, | | | | incapaz de progreso y de ventura | | | | te desdeña el cantor? Pudo la osada | | | | perfidia de un bastardo encadenarte, | | | | romper tus leyes, abrogar tus fueros, | | | | oprimirte, humillarte; | | | |
pero exhalaste un ¡ay! y mil guerreros | | | | se armaron a porfía, | | | |
para vengar tu afrenta | | | |
y pedir al malvado estrecha cuenta | | | | de tus desdichas todas. Patria mía, | | | | caíste so la inmunda | | | |
planta de un criminal; pero ¿qué pueblo | | | | dejó de ser atado a vil coyunda?... | | | | ¿Manes del gaucho infame | | | |
que desoló las pampas argentinas, | | | | decidme si enturbió vuestra memoria | | | | del Plata las vertientes cristalinas? | | |
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|
¡Yergue, Ecuador, la frente! | | | | ¡Yérguela con orgullo! Cuando yaces | | | | abatido y doliente, | | | |
los mismos que lloraban consternados, | | | | hijos idolatrados, | | | |
en rabia y frenesí truecan el duelo, | | | | despedazan intrépidos el yugo, | | | | furiosos arremeten, y estrangulan, | | | | con sus propios cordeles, al verdugo. | | |
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—408→
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¿Qué pompa te negó pródigo el Cielo? | | | | Ardiente sol en tu cenit enciende; | | | |
con mágico primor tus campos viste, | | | | y, si al ocaso tiende | | | |
océano inmenso que tus costas baña, | | | | acá, tras la granítica montaña | | | |
que rasga con sus crestas el nublado, | | | | otro mar portentoso de verdura | | | | despliega para ti, donde ignorado | | | | guarda el secreto aún de tu ventura. | | |
|
|
Grande es tu porvenir, virgen del Ande, | | | | porque, muerta Colombia, el patrimonio | | | | de sus hijas fue grande. | | | |
Copiosos frutos de diversas zonas | | | | ostenta tu regazo; | | | |
ricos veneros tu comarca cría; | | | | tus canales son Guayas, Amazonas; | | | | tus montes, Cotopaxi, Chimborazo, | | | |
y aun tus tiranos mismos son... ¡García! | | |
|
|
¿Te falta gloria? ¡No! Cuando, entre sombras | | | | lóbregas de ignorancia y servidumbre, | | | |
la colonia dormía torpe sueño, | | | |
tú, de las sierras en la enhiesta cumbre, | | | | dabas la voz de alarma, convocando, | | | | contra la turba inicua de opresores, | | | |
el de oprimidos infelice bando, | | | | y, al resonar el imponente grito, | | | | conmovidos los ecos, contestaban: | | | | ¡Luz de América, Quito! | | |
|
|
¿Y después?... En silencio pavoroso | | | | volvió a quedar sumido el Continente; | | | | no hubo quien acudiese a tu defensa, | | | |
y, en bárbara hecatombe, la inocente | | | | sangre de tus patricios corrió un día, | | | | sangre con que el bautismo | | | |
la libertad obtuvo, pues nacía... | | |
|
| Despertaron, al fin, los que en inerte | | | | sopor adormecidos, | | | |
sordos a tus inútiles gemidos, | | | |
a merced te dejaban de tu suerte. | | |
—409→
| |
Truena la tempestad en Carabobo, | | | | estalla en Boyacá, brama en Pichincha. | | | | ¡Y Bolívar, el dios de la tormenta, | | | |
su tronó de relámpagos asienta | | | | aquí, en el diamantino | | | |
culmen excelso del coloso andino! | | |
|
| El teatro contempla de su gloria; | | | | dicta, para los siglos posteriores, | | | | inauditos portentos a la Historia; | | | | inspirado delira; | | | |
águila poderosa, tiende el vuelo, | | | | buscando en la del sur esclava tierra | | | | siervos que libertar; y fue en tu suelo, | | | | Guayaquil hechicera, codiciada | | | |
por todo malhechor, donde, avistados | | | | uno y otro gigante, | | | |
el argentino resignó la espada | | | |
y el colombiano audaz... pasó adelante. | | |
|
| ¡Patria del corazón! Cuando, extinguido | | | | el último estampido | | | |
del cañón formidable de Ayacucho, | | | | ebrio de sangre se inclinó el acero | | | |
y enmudeció el clarín, sobre la tumba | | | | del poder extranjero, | | | |
Bolívar, en el éxtasis divino, | | | |
en la embriaguez suprema de la gloria, | | | | oyó sublime canto, | | | |
¡música celestial de la victoria! | | |
|
|
¿Y quién era el cantor?... ¡Insigne Olmedo, | | | | lustre envidiado de la patria mía, | | | |
sal de la selva umbría | | | |
en que, a la margen de tu caro Guayas, | | | | descansas, arrullado | | | |
por el dulce murmurio de las olas, | | | | cabe el rosal pintado. | | | | ¡Sal y descuelga tu laúd sonoro, | | | | y el canto, que dormido | | | | yace en sus cuerdas de oro, | | |
—410→
| |
mientras tú lo despiertas atrevido, | | | | derrámese en armónico torrente, | | | | para que sepa, si lo ignora, el mundo, | | | | que es honra, no baldón del continente | | | | la patria del poeta sin segundo! | | |
|
¡Adiós! |
A mi idolatrada esposa Jesús Dávila y Heredia
|
|
Versos de fuego, con mi sangre escritos, | | | | que condensen mis ayes infinitos | | | |
en un solo clamor, y a la futura | | | | edad transmitan el recuerdo infausto | | | | de esta incomparable desventura; |
5 | | | versos que inmortalicen tu holocausto, | | | | a par de mi agonía, | | | |
lamentando el rigor de nuestra suerte, | | | | quisiera componer, para ofrecerte, | | | | ¡mitad difunta de la vida mía! |
10 | |
|
|
Pero ¡ay! que, mientras, yerta | | | | duermes, en el silencio de la fosa, | | | | el sueño de que nunca se despierta, | | | | consternación cruel, pena espantosa | | | | roen mi corazón, y en trance tanto, |
15 | | | si bien puedo exhalar tristes gemidos, | | | | prorrumpir en funestos alaridos, | | | | bronca la lira, se resiste el canto. | | |
|
|
¡Desdichado de mí! ¡Cómo pudiera | | | | dejar al punto tu siniestra casa, |
20 | | |
y, cual herido ciervo, a quien traspasa | | | | de aleve cazador bala certera, | | | | aturdido cruzar monte y llanura, | | | |
y correr, y correr, sin rumbo cierto, | | | | hasta caerme muerto, |
25 | | |
allá en el fondo de una selva oscura!... | | |
|
—412→
|
|
Triste que muere, sus congojas mata, | | | | y éste el remedio de mi mal sería. | | | |
Mas ¡oh martirio! la fortuna impía, | | | | que el más estrecho vínculo desata, |
30 | | | quiere extremar conmigo su violencia; | | | | pues, con los restos mismos que han quedado | | | | del lazo de mi amor, me ha sujetado | | | |
a la roca fatal de la existencia. | | |
|
|
¡Reliquias de mi bien, huérfanos míos, |
35 | | | que, gimiendo, aterrados y sombríos, | | | |
me circundáis en grupo tembloroso, | | | | vosotros el precioso | | | |
derecho me quitáis con que podría | | | | postrarme de rodillas ante el Cielo, |
40 | | | y el inmediato fin de vida y duelo, | | | | suplicios ambos, impetrar hoy día! | | |
|
|
¡Extraña condición! ¡Yo, que a torrentes, | | | | voy a beber del mar de la amargura, | | | |
os debo consolar, prendas dolientes |
45 | | | de mi muerta ventura!... | | | |
Mas ¿cómo aliviaré vuestro tormento? | | | | ¿Qué luz, para mi rostro macilento; | | | | para mi mustio labio, qué sonrisa; | | | | qué lenguaje, a consuelos adecuado, |
50 | | | podrá darme este inerte y desolado | | | | corazón, que en tinieblas agoniza? | | |
|
|
¡Señor, cuando tu arbitrio inescrutable | | | | sentencia de orfandad dicte severa | | | | contra humana familia miserable, |
55 | | |
sea el padre la víctima primera; | | | | y a la débil infancia que, inocente, | | | | en el regazo maternal anida, | | | |
del materno calor saca la vida, | | | |
no la dejes sin madre, Dios clemente! |
60 | |
|
—413→
|
|
¡Piedad, Señor! mis hijos la han perdido; | | | | el mayor infortunio de la tierra | | | |
sobre ellos ha caído. | | | |
Verdad que es suyo cuanto amor encierra | | | | mi pecho lacerado, |
65 | | |
amor que, con la ausencia perdurable | | | | del ídolo de mi alma, se ha doblado; | | | | mas ¿dónde la inefable | | | |
ternura, los afanes, los desvelos, | | | | y ese caudal de halagos sin medida |
70 | | | de aquel ángel bendito de mi vida, | | | | custodio de mis pobres pequeñuelos? | | |
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¿Quién soy, desde que faltas, dueño amado, | | | | sino un huérfano más, que, despojado | | | |
de tu inmenso cariño, |
75 | | |
te busca sin cesar por donde quiera, | | | | te llora amargamente, como un niño, | | | | y te llama, y te espera, | | | |
y, como no contestas, se sorprende, | | | |
y, de ver que no asomas, se horroriza, |
80 | | | y hiélase de espanto, pues comprende | | | | que ya no eres, mi amor, más que ceniza? | | |
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¡Oh desastre fatal! ¡Oh golpe rudo! | | | | ¿Quién anunciarme pudo | | | |
que el prematuro fin lamentaría |
85 | | | de tu fresca y lozana | | | | juventud, de tu noble bizarría, | | | | del cultivado brillo de tu mente, | | | | de ese anhelo continuo y diligente | | | | con que eras, en tu hogar, la soberana |
90 | | | experta y laboriosa, | | | |
madre excelente, singular esposa? | | |
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De cuanto fuiste tú, ya no me queda | | | | sino la imagen de tu rostro amado
| | | |
que, previsor, el arte ha conservado, |
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para que, en medio de mi angustia, pueda | | | | mirarla y suponer que noche y día | | | |
vives en mi amorosa compañía. | | |
—414→
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Ella es mi talismán y mi tesoro, | | | |
la única joya que en el mundo estimo, |
100 | | | y, cuando a voces mi desdicha lloro, | | | | contra el viüdo corazón oprimo... | | |
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Consuelo de mis penas, ¿por qué acabas | | | | tus juveniles años de repente? | | | |
Trunca dejas la tela que bordabas; |
105 | | | abierto aún el libro que leías; | | | | suspensa la cristiana y elocuente | | | | instrucción que a tus hijos dar solías; | | | | toda labor doméstica turbada; | | | |
toda esperanza de los dos burlada... |
110 | | | ¡Ay! con razón, encanto de mi vida, | | | | al contacto postrero de tu mano, | | | | exhaló gemebundo tu piano | | | |
notas de lastimera despedida... | | |
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| Pronto florecerán tus azucenas, |
115 | | | y después tu magnolia favorita | | | | su esencia brindaranos exquisita, | | | | en níveas copas, de rocío llenas. | | | | Aun las de nuestro amor flores preciadas, | | | | que, en aljófar de lágrimas bañadas, |
120 | | | son la mejor corona de tu duelo, | | | |
puede ser que, pasado el negro día | | | | de llanto y desconsuelo, | | | |
cobren nuevo vigor y gallardía... | | |
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| De entre las bellas cosas que cultivo, |
125 | | | a una, la más preciosa, | | | |
di de tu dulce nombre el atractivo, | | | | y es rosa de Jesús aquella rosa. | | | |
Ya con botones de fragante grama, | | | | soberbia de ser tuya, se engalana, |
130 | | | ¡malogrado primor! ¡vana hermosura! | | | | ¡Ahí estás, mi Jesús, flor de mis flores, | | | | con el brote postrer de mis amores, | | | | marchita en la desierta sepultura! | | |
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—415→
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¡Ah cuán lento, cuán largo, me parece, |
135 | | | desde que tú no existes, cada instante! | | | | Ha quedado mi dicha tan distante, | | | |
que en lóbrego confín se desvanece. | | | | Así, suele, después de claro día, | | | | prologarse la noche tenebrosa, |
140 | | |
y ni vestigios hay de la radiosa | | | | lumbre que en el cenit resplandecía. | | |
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| ¡Ten lástima de mí, Dios soberano! | | | | Mi corazón se turba y anonada | | | |
al peso de tu mano. |
145 | | |
Con la luz de mis ojos apagada | | | | y la carne a los huesos adherida, | | | | hastiado de mí mismo y de la vida, | | | | adusto, cual el cárabo en su grieta, | | | | ¿cómo, si me abandonas, Padre mío, |
150 | | | resistiré a tu excelso poderío, | | | |
que me clava en el pecho la saeta? | | |
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Sus días fueron sombras, fueron humo, | | | | he ahí que la agostaste como el heno | | | |
que siega el labrador en la mañana... |
155 | | | Sólo tú no te cambias, Poder Sumo, | | | | que impasible dispones y sereno | | | |
la sucesión de seres cotidiana. | | | | Cuando perezca el orbe que fundaste, | | | | envejecido el cielo se desgaste, |
160 | | |
y a desplomarse vaya la opulenta | | | | máquina de los mundos al abismo, | | | | la mudarás cual rota vestimenta, | | | | y quedarás el mismo... | | |
|
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Pero ¿qué es de la humana criatura, |
165 | | | qué hiciste a tu divina semejanza, | | | | dándole un rayo de tu lumbre pura | | | |
y el poderoso imán de la esperanza, | | | | si, a pesar de sus ansias de lo eterno, | | | | la total destrucción que le rodea |
170 | | | mira, con esa luz, odiosa tea, | | | |
que le enciende las llamas de un infierno? | | |
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—416→
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¡Perdóname, Dios santo, que estoy loco!... | | | | ¿Loco?... ¡Dichoso yo, si lo estuviera, | | | |
y el juicio, que quitárame hace poco, |
175 | | | tu augusta potestad me devolviera! | | | | Y, desgarrado el velo que cubría | | | |
de pavorosa lobreguez mi mente, | | | | brillara para mí resplandeciente | | | | la aurora de otro día, |
180 | | |
y despertase de mi horrible sueño, | | | |
en brazos... ¡ay! ¡en brazos de mi dueño! | | |
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| Y aquel amargo adiós que ella me daba; | | | | los tristísimos ayes que exhalaba; | | | |
la tierna bendición con que a sus hijos |
185 | | | por siempre de su lado despedía; | | | | aquellos ojos lánguidos, que fijos | | | |
en el cielo tenía; | | | |
la mortal palidez de su semblante; | | | | su actitud de paloma agonizante; |
190 | | | su sacrificio, en fin, y esos clamores | | | | que en torno a su cadáver estallaron, | | | | ¡fuesen sólo fantásticos dolores, | | | | soñadas amarguras, que pasaron!... | | |
|
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¡Paraíso de mi amor, Azuay querido, |
195 | | | que tuya has hecho la desgracia mía, | | | | con cuánto regocijo te diría: | | | |
¡Dejemos de llorar: no la he perdido! | | | | Por tus plazas y calles la llevara, | | | | con el mismo contento y algazara |
200 | | | de la feliz mujer que halló su perla, | | | | y tu pueblo, sensible y generoso, | | | | llamándome dichoso, | | | |
me colmara de plácemes, al verla... | | |
|
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¡No, Señor! ya me postro y me someto |
205 | | | al horrible decreto | | | |
que contra mí fulminas. | | | |
¡Que se cumplan tus órdenes divinas! | | |
—417→
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Con la frente en el polvo las bendigo, | | | | sabia, tu providencia ha concertado |
210 | | | un premio y un castigo, | | | |
con separar al justo del culpado. | | |
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| Se fue la gloria mía; | | | |
se fue contigo, que mejor la amabas; | | | | yo no la merecía. |
215 | | |
Mil veces entendió que la llamabas; | | | | mil veces me lo dijo de antemano; | | | | aunque, al hablarme de su fin cercano, | | | | ¡insensato de mí!, no lo creyera. | | | |
¡Ay! cuando ya no existe, |
220 | | | saboreo el acíbar de aquel triste: | | | | ¿Quién cuidará de ti, cuando me muera? | | |
|
| ¿Quién cuidará de mí?... Nadie, amor mío. | | | | Tu puesto está vacío... | | | |
Compañera adorada, ven a verme... |
225 | | | Tu familia de huérfanos ya duerme. | | | | Desamparado estoy... Lúgubre calma | | | | de silenciosa noche me circunda, | | | | noche en el corazón, noche en el alma. | | | | Todo es quietud profunda; |
230 | | |
nadie te observará; sólo yo velo. | | | | Acércate, por Dios; dame al oído | | | | el plácido mensaje que del Cielo | | | | por favor, por piedad, me habrás traído. | | | | ¿Cómo he de soportar esta condena |
235 | | |
de forzado a la vida, | | | |
si alguna vez, a mitigar mi pena, | | | |
no vienes, con tu amor, sombra querida, | | | | espíritu inmortal, que al sacrosanto | | | | seno de Dios volaste? |
240 | | |
Recuerda que en el mundo me dejaste | | | | náufrago de las ondas de mi llanto | | | | yo debo perecer, si no me amparas; | | | | pero ¡ay, entonces, de las prendas caras | | | | que mi dicha de ayer diera por fruto! |
245 | | | De orfandad doble vestirán el luto. | | |
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—418→
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¡No!... por más que me olvides, yo no puedo | | | | la cadena romper con que ligado | | | |
por el amor a la desdicha quedo. | | | |
Tú a la patria del bien te has encumbrado, |
250 | | | donde tus hijas en la infancia muertas | | | | ángeles eran ya, que te esperaban | | | |
con las alas abiertas. | | | |
Cuantos pesares para ti se acaban, | | | | cuantos el mundo para mí tenía, |
255 | | | cuantos, al caer tú, se han desatado, | | | | unidos, van a ser, desde este día, | | | |
el lote de tu esposo desgraciado... | | |
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| ¡Emperatriz del cielo! A tu clemencia, | | | | con mi grupo de huérfanos acudo; |
260 | | |
bajo tu amparo pongo su inocencia. | | | | Cuando su buena madre ya no pudo | | | | hablar palabra del lenguaje humano, | | | | todavía tu nombre soberano | | | |
con labio balbuciente pronunciaba, |
265 | | | y hasta el último instante repetía; | | | | porque mi pobre mártir expiraba | | | | entregando sus hijos a María. | | |
|
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¡Madre del infeliz que no la tiene, | | | | recibe esta familia, que, a ser tuya, |
270 | | | dejando en polvo la que tuvo, viene! | | | | Tu divino favor le restituya | | | |
todo el amor perdido. | | | |
Por tu dolor de madre te lo pido, | | | | acógela benigna en tu santuario; |
275 | | | sé su tierna y clemente protectora. | | | | ¡Después de tu orfandad en el Calvario, | | | | ya no debe haber huérfanos, Señora...! | | |
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A tus plantas los dejo, y peregrino, | | | | mientras tu santa protección los guarde, |
280 | | | voy, en mi aciaga tarde, | | | |
a recorrer, el resto del camino. | | |
—419→
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Solitario y errante en la jornada | | | | más penosa y difícil de la vida, | | | |
el alma, entre mis hijos y mi amada, |
285 | | | en sangrientas mitades dividida, | | | |
a cuestas con el fardo ponderoso | | | | de mi muerta ventura, | | | |
salgo a buscar ansioso | | | |
mi único porvenir: la sepultura... |
290 | |
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| ¡Adiós, mi caro dueño, | | | |
del cielo de mi amor astro extinguido! | | | | Duerme en santa quietud el postrer sueño; | | | | yo, a continuar penando, me despido. | | | | Mañana, que, al tormento de llorarte, |
295 | | | desfallezca y sucumba, | | | |
vendrán mis restos a pedir su parte | | | | en tu fúnebre lecho de la tumba... | | | | Hasta entonces, ¡adiós! En la elegía | | | | que amor y desventura me han dictado, |
300 | | | te dejo por ofrenda, esposa mía, | | | |
¡todo mi corazón despedazado! | | |
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Julio, 1891.